Venganza filiar sabor a coco

En la Casa García, la cálida luz del interior proyecta largas sombrassobre la tranquila calle. Guillermo, de diecinueve años, estaba recostado en elsofá, disfrutando de la soledad de sus vacaciones escolares. La televisiónseguía sonando, su sonido apenas se registraba en sus oídos mientras sesumergía en un estado de pacífica relajación.
 
En la puerta apareció su madre Carmen, una mujer de 34 años cuya bellezajuvenil contradecía su edad. Su cabello oscuro todavía estaba húmedo por unbaño reciente y sostenía un pequeño recipiente de helado de coco en la mano.Verla comiendo el dulce con tan despreocupado abandono despertó la curiosidadde Guillermo.
 
"Oye, mamá", gritó, "¿De dónde sacaste ese helado?"
 
Carmen levantó la vista de su postre y una sonrisa juguetona iluminó susrasgos. "Oh, acabo de pasar por la despensa de Laura". Lamió losúltimos restos de coco de la cuchara antes de dejarla sobre la encimera.
 
Durante los dos días siguientes, Carmen repitió este patrón: llegar acasa con el pelo mojado y saborear helado de coco. Guillermo no podía quitarsela sensación de que algo andaba mal. Al tercer día decidió tomar el asunto ensus propias manos. Marcó el número de su tía Laura, solo para recibir unmensaje de voz.
 
Convencido de que algo andaba mal, Guillermo tomó una decisión audaz.Iría a la despensa de Laura a investigar. La Despensa, a sólo dos cuadras dedistancia, parecía acercarse con cada paso que daba. Mientras se acercaba aledificio familiar, notó que la despensa estaba oscura y silenciosa, una visióninusual dada la diligente ética de trabajo de su tía.
 
Con el corazón acelerado, Guillermo se dirigió a la parte trasera de la despensa,donde una ventana daba al patio. Al mirar a través del cristal, se quedóparalizado por la sorpresa cuando sus ojos se posaron en una escena que loperseguiría durante los días venideros. Su madre, Carmen, y Federico, su primo,estaban enredados en un íntimo abrazo en el suelo de tierra, sus cuerposmoviéndose rítmicamente bajo la tenue luz de una bombilla de hilo cercana.



Venganza filiar sabor a coco





Guillermo observó en silencio atónito, sus sentidos asaltados por lossonidos de sus respiraciones agitadas y susurros de cariño. Pareció unaeternidad antes de que se alejara de la ventana y saliera de la despensa tansilenciosamente como había entrado.
 
De regreso a Casa, Carmen llegó a casa con otro tarrina de helado decoco en la mano. Guillermo la saludó con una sonrisa forzada, su mente aúndando vueltas por lo que había visto. Mientras ella saboreaba el dulce, él nopudo evitar preguntarse: ¿qué otros secretos se ocultaban dentro de las paredesde la Despensa y más allá?
 
Al día siguiente, Guillermo se encontró nuevamentefrente a la Casa 2. Esta vez, sin embargo, Laura estaba abriendo la puertaprincipal cuando llegó, su llave tintineando suavemente en el silencio de la mañana.Observó desde la distancia, con el corazón acelerado por la anticipación y unretorcido sentido de propósito.
 
Según trascendió, Laura había estado de viaje mientrasFederico permanecía en la tienda. Ahora, Guillermo se enteró que su primo sequedaría en casa de su padre por una semana. Una semana: la cantidad de tiempoperfecta para que Guillermo ejerza su venganza. Decidió en ese momento queseduciría a su tía Laura como venganza por la traición que había presenciado.
 
Con este plan en mente, Guillermo se acercó a su tía yse ofreció a ayudarla a administrar la tienda mientras Federico estaba fuera.Para su sorpresa, Laura aceptó agradecida la oferta. Al no tener otrosfamiliares cerca, agradeció cualquier ayuda que pudiera obtener.
 
Durante los días siguientes, Guillermo permaneció enla Casa de Laura, durmiendo en el cuarto vacío de Federico. Esperó el momentooportuno, esperando la oportunidad perfecta para atacar. Un día se le ocurrióuna idea: plantar marihuana donde Laura pudiera encontrarla, incriminando así aFederico y asegurándole que tendría que irse a vivir con su padre.
 
Mientras Guillermo llevaba a cabo su plan, sintió unaenfermiza satisfacción. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientrasescondía las drogas en un rincón de la tienda donde Laura seguramente lasdescubriría. Cuando encontrara el alijo, su decepción con Federico seríaprofunda y la venganza de Guillermo completa.
 
Sin embargo, el destino tenía otros planes. Unos díasdespués, Guillermo encontró a su tía sollozando en el sofá de su sala. El divorcioen curso seguía pasando factura a Laura, y Guillermo no podía quedarse debrazos cruzados mientras ella sufría. En un momento de compasión, o tal vezdesesperación, se acercó a ella y le ofreció consuelo a través del tacto.
 
Su contacto inicial fue tentativo, una mano suavesobre su hombro. Pero a medida que pasaban los minutos, sus cuerpos parecíangravitar uno hacia el otro. Laura se inclinó hacia el abrazo de Guillermo y élpudo sentir sus lágrimas mojando su camisa. Sus rostros estaban a centímetrosde distancia mientras hablaban en voz baja, su respiración se mezclaba en lahabitación con poca luz.
 
A medida que la conversación giró hacia temas másíntimos, Guillermo se encontró incapaz de resistir el tirón de los labios de sutía. Al principio se besaron suavemente, pero pronto su pasión se intensificó,alimentada por años de deseo reprimido y un sentimiento compartido de pérdida.Sus cuerpos se movían en sincronía mientras exploraban el calor del otro, surespiración se convertía en jadeos irregulares.
 
La sala pareció desvanecerse mientras Guillermo yLaura se perdían en el calor de hacer el amor. Cada toque envió ondas de choquea través de ambos, sus gemidos resonaron en las paredes. La habitación estaballena de una energía cruda y visceral que ninguno podía negar: una promesatácita de más por venir.
 
Después de su apasionado encuentro, Guillermo y Laurayacían entrelazados en el sofá, con el corazón acelerado mientras recuperabanel aliento. Lo que comenzó como una venganza se había transformado en algo másprofundo: una conexión forjada en el deseo. Y mientras se miraban a los ojos,quedó claro que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en sus vidas.
 
A la mañana siguiente, Guillermo se despertó sobresaltado por los gritosespeluznantes de Laura. Saltó de la cama y corrió a la sala de estar, con elcorazón latiendo con fuerza en el pecho. Para su sorpresa, Laura estabahablando por teléfono, con el rostro contraído por la ira mientras hablaba conFederico.
 
"¡Encontré las drogas que dejaste aquí, Federico! No quiero tenernada que ver contigo. Quédate con tu papá", escupió en el auricular antesde colgarlo. Guillermo vio en shock cómo su tía prometió cortar los lazos consu propio hijo.
 
En un intento de calmar la tensión, Guillermo sugirió una ideadescabellada. "¿Por qué no abrimos la tienda hoy y simplemente nosrelajamos? Encontraste las drogas, ¿por qué no las fumas?" Laura lo mirócon incredulidad pero la curiosidad se apoderó de ella. Se retiraron a laantigua habitación de Federico, donde Guillermo le preparo un porro lleno de lamarihuana que había escondido.
 
Mientras fumaban, sus inhibiciones se desvanecieron y pronto seencontraron entrelazados en la cama, con sus cuerpos moviéndose sincronizadosbajo el brillo nebuloso del estado inducido por las drogas. Cada toque enviabaoleadas de placer que los recorrían, sus gemidos se hacían más fuertes a medidaque se perdían en los brazos del otro.



Incesto Familiar



 
Después de su apasionado encuentro, Guillermo todavía sentía los efectosde la marihuana en su organismo. Con nuevo coraje, decidió confrontar a sumadre sobre lo que había presenciado entre ella y Federico. Armado con untarrito de helado de coco, regresó a casa. Para su sorpresa, Carmen lo esperabavestida con ropa deportiva: un crop top y unos leggings que acentuaban suscurvas.
 
Guillermo intentó mantener la calma, pero apenas entraron a la sala learrojó el helado a su madre gritando lo que había visto. Carmen rompió a llorary confesó que se acostó con Federico porque Marcelo, el padre de Guillermo, nole hacía caso.
 
Mientras los sollozos de Carmen humedecían su camisa, dejando aldescubierto sus senos, Guillermo tomó una decisión impactante. Él la acercó yla besó ferozmente, exigiéndole que le mostrara lo que hace un hombre deverdad. Se bajó los pantalones y se untó el pene con helado derretido antes deobligarla a chuparlo.



incesto



 
Una vez que terminaron, Guillermo declaró que ahora él era el únicohombre que Carmen necesitaría en su vida. Mientras sus cuerpos se enredaban unavez más, continuaron con su apasionada relación, una retorcida consecuencia dela traición y las emociones no resueltas.



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