Secreto bien guardado. Tercera parte

Después de esos dos encuentros todo había seguido más o menos un curso normal y no habíamos "estado" de nuevo. Mi tía evitaba quedarse a solas conmigo y hacía como si nada hubiera pasado.
Quizá porque estaba a full con las materias del colegio, estudiando y haciendo trabajos prácticos su distanciamiento no me afectaba tanto; o será que por aquel tiempo conocí a Julieta. Compartíamos el mismo pupitre y en el día a día nos fuimos haciendo amigos. Al salir de clases, por lo general, nos volvíamos juntos (ya que vivíamos cerca) y con mucha frecuencia nos sentábamos en un banquito de la plaza a merendar algo con el hambre voraz característico después de toda una jornada completa. Después cada uno a su casa. Ella se sentía a gusto hablando conmigo porque no paraba de contarme cosas. Si bien mi actitud era más bien callada (cómo siempre) la escuchaba con mucha atención. A lo mejor por eso la confianza fue en aumento.
Un viernes, comiendo unas facturas en la plaza a la salida de clases pasaron en auto mis tíos, miraron y ante la cara de sorpresa de ambos levanté el brazo para saludar. Quedé "donado" pensé. Cuando llegué acababa de oscurecer y había refrescado bastante, clima propio de la primavera. Oscar estaba en el garaje haciendo no sé qué en el auto y mi tía estaba en la cocina tomando mate. Me senté con ella, empezamos charlar y entre mate y mate, no pasó mucho tiempo hasta que empezó el interrogatorio, que si era mi novia, si me gustaba etc etc. Mis negativas no parecían convencerla ya que cada tanto asentía con la cabeza como sacando conclusiones.
Preguntas más preguntas menos al final con muy buena onda me dijo que la invitara cuando quisiera.
Para ser sincero me molestaba su indiferencia, su "buena onda" con respecto a Julieta porque si bien en ese momento estaba totalmente ocupado en mis estudios no podía dejar de pensarla. Por lo general, una vez acostado a la noche aparecía en mi mente con su camisón translúcido y recordaba la suavidad de su piel, su perfume, sus gemidos…
Por suerte los exámenes ya estaban encima y no había mucho tiempo para hacerse la cabeza. Con Julieta hacíamos grupo en la mayoría de las materias y a veces nos juntabamos después de clase para hacer algún trabajo práctico. Si bien mi actitud era más bien reservada me gustaba y me hacía sentir bien relacionarme con una chica de mi edad. Había una especie de "coqueteo" pero muy sútil. Al principio pensé que eran ideas mías, que nada que ver ya que estaba desde hacía mucho tiempo de novia. Pero comenzó a ser más evidente cuando empezaron los problemas con el aparente Don Juan. Al parecer, lo habían visto con otra chica o al menos eso le habían dicho. Eso sumado a que se comportaba "raro" y a su indiferencia hacia ella hacían aumentar las sospechas (que casi eran certezas).
En un suspiro estábamos a mediados de noviembre, los exámenes habían pasado y las clases pronto a terminar cuando en una de las vueltas del colegio organizamos juntarnos a ver pelis en casa de mis tíos. Ella quedó en pasar a buscar las películas que habíamos elegido. Una de suspenso y un thriller, tranqui. Hasta ese momento no eran más que insinuaciones o mejor dicho alucinaciones mías jaja ya que nunca un roce siquiera. No sé, la cuestión es que por alguna razón me sentí nervioso cuando sonó el timbre a las diez de la noche y ella estaba ahí al abrir la puerta, perfumada y bien vestida. ¿Será por la hora, porque estaba bien vestida sin el uniforme ortodoxo de la escuela o porque en el fondo no podía eludir el hecho de saber que detrás de la trama principal había otra trama, silenciosa y obvia, hasta incluso evidente a los ojos de mi tía? No lo sé. Pero estaba ahí y traté de no transparentar mis nervios.
Oscar se había fugado en otras de sus escapadas a las sierras a pescar y mi tía muy gamba se había acostado temprano para dejar despejado el living y el comedor "para que nos sintiéramos más cómodos" había dicho.
La hice pasar al living y mientras ella iba poniendo el vhs en el reproductor fui hasta la cocina y preparé unos fernecitos. Nos sentamos en el sillón de dos cuerpos y se largó la primera peli. Cada tanto la miraba y si bien estábamos compenetrados en la trama había algo en ella que me hacía pensar que estaba con la cabeza en otra parte. En un momento pusimos pausa para ir al baño y preparar más Fernet. Al dejar los vasos en la mesa ratonera aproveché el momento para preguntar si estaba bien. Si bien al principio me afirmó que sí después de meditar brevemente me contó que antes de salir de su casa había discutido con su novio y noté que reprimió el impulso de seguir hablando. Señaló la tele y le dimos play.
Terminó la primera peli, fuimos al kiosco a buscar un chocolate y a la vuelta, mientras ella estaba en el baño me dirigí rápidamente al dormitorio de mi tía para verificar si dormía, efectivamente sí. Si bien desde el living estábamos alejados (había una pequeña habitación donde estaba el teléfono fijo y desde ahí un pasillo pequeño que conducía a los cuartos y un baño entre ellos) hablábamos en voz baja por si acaso. La habitación se había puesto fría por lo que no echamos una manta encima y nos acurrucamos. Arrancó la segunda peli, el silencio de los inocentes, un título muy sugerente…
En una de las escenas icónicas de la película en dónde el dr Lecter hace ruido con la boca como insinuando algo rico hice un comentario un tanto ridículo. Será la cantidad de Fernet en sangre, la hora, la forma en que lo dije o una combinación de esos factores que un simple "que lindo loquito…" fue el puntapié inicial de una carcajada estruendosa. Se reía y apretaba su cara en contra mi pecho. Al calmarse nuestras caras quedaron muy cerca. Nos miramos en silencio, momento que duró una eternidad. "Sos muy misterioso" me dijo estudiándome con su mirada, como si quisiera ver a través de mí y leerme el pensamiento. Su perfume se mezclaba con el aroma a Fernet en esos escasos centímetros entre nuestros labios. Impulsados como por una extraña fuerza inercial ese espacio cedió y sellamos el momento con un beso. A medida que nos besábamos su timidez iba cediendo al mismo ritmo de su respiración. Eso me elevaba, sentir que de a poco abría la boca y me permitía ingresar de a poco. Después, en un arrebato que me tomó por sorpresa aferró mi ropa en sus manos y me apretó hacia ella a la vez que abría su boca y deslizaba su lengua curiosa en mi boca. Danzante, hipnótico. Mientras lo hacía y sin soltarme se recostó apoyando la cabeza en el apoyabrazos y dejándome ligeramente tumbado encima de ella. Mis manos pronto empezaron a acariciar sus pechos por fuera de la ropa y al rozar mis dedos por sus pezones duros se exaltaba de pronto emitiendo un pequeño jadeo que no llegaba a ser un gemido pero casi. Decididamente comencé a levantarle el suéter y en un santiamén estaba tirado en el suelo. Una remera ajustada al cuerpo ligeramente escotada me dejaba apreciar las tetas que siempre disimulaba ya sea con el uniforme del colegio o con ropa holgada. Al recordar, no puedo dejar de admirar su arrojo y determinación ya que ante mi iniciativa ella respondía en el acto igualando las decisiones. Lo digo porque al instante sin dejar de besarme me tomó de la parte inferior del buzo y lo alzó como indicando que me lo quitara. Eso hice pero aparentemente no se conformó porque empezó a acariciar mi espalda, los hombros y la cintura por debajo de la remera. Ante lo cual la quité también dejando al desnudo el tronco superior de mi cuerpo.
Buscaba con mis manos desabrochar los ganchitos de su corpiño y al ver mis intentos frustrados arqueó la espalda prestando ayuda. Al hacerlo levantó la cabeza hacia atrás y no sé cómo el sostén aflojó. Antes de que pudiera incorporarse le sujeté la cabeza en la base de la nuca con la mano izquierda y mientras la derecha buscaba ansiosamente levantar la remera mis labios recorrían su cuello. Avancé tramo a tramo y al hacerlo su respiración aumentaba rítmicamente. Dejó escapar un pequeño gemido al llegar a la zona alta del cuello y morder cariñosamente el lóbulo de la oreja. Le quité la remera.
Al finalizar la cinta ésta había sido expulsada del reproductor y la habitación entera estaba como pintada de azul por la luz que emitía la pantalla del televisor. Sus pechos bañados de color índigo tenía un efecto estimulante. Hermosos pezones erizados no tardaron en estar en mi boca. Los besé, chupé y mordí suavemente tal como me había enseñado Maribel poco tiempo atrás.
Nuestras bocas se encontraron nuevamente en una falsa calma. Me besaba lenta y apasionadamente doblegándome a su voluntad. Lo sabía, podía reconocer convicción en sus ojos. Mi mano descendió hasta el jean tiro bajo color celeste claro y desabotonarlo fue una tarea sencilla. Comencé a acariciarle el bajo vientre y descendí casi desesperado. La bombacha de color blanca con pequeños dibujitos se sentía muy húmeda y al tacto pude percibir los contornos de su vagina con la misma claridad que un ciego lee el braille. Ya no pensábamos, nuestra voluntad estaba poseída por un instinto animal, puro y primitivo. Dibujaba pequeños círculos en su vulva y la presionaba suavemente con mi dedo medio de tal manera que quedaba atrapado entre sus labios y la tela de la ropa interior. Se incorporó un poco y yo quedé con una rodilla en el sillón y el otro pie en el suelo. Al hacerlo me mordía el labio y tanteaba con sus manos mi cinturón, lo desajustó y desprendió el pantalón. Con su mano izquierda bajó el bóxer y con la derecha suavemente me agarró la pija. Se irguió un poco más y se la llevó a la boca. Al principio no me miraba a los ojos pero cuando involuntariamente abrí la boca y comencé a gemir noté que le gustaba mirarme. Chupaba, lamía y me clavaba los ojos descifrando mi voluntad, anticipándose a cada posible desenfreno y
evitando reacciones apresuradas. Dominaba mi cuerpo y mi mente. Se levantó de pronto y quedamos parados. Me abrazó del cuello con ambos brazos y seguimos besándonos. Con su jean desabrochado dejando entrever la bombacha, el torso desnudo bajo el tono de esa luz y cómo sus tetas se mantenían impertérritas frente a la gravedad parecía una imagen sacada de una película.
Con movimientos sincronizados empezamos cada uno a bajarse el pantalón quedando yo totalmente desnudo y ella únicamente vestida con su vedetina. Seguí besándola tomando con las manos los cachetes de la cola. Acariciándola, metí dos dedos en su vagina por detrás, sorteando la bombacha. La encontré suave y tibia. Mis dedos querían perderse en ella de lo resbaladizo que se encontraba, sentía su carne toda empapada entre mis dedos y me incliné un poco tratando de alcanzar un poco más. Luego se recostó en el sillón, me tumbé nuevamente encima presionando y frotando mi pija por fuera de la tela mojada.
Bajé, quería probarla. Sentir con mi boca, empaparme de ella. Le saqué la bombacha y me fascinó el leve olor de su vagina. Sutil. El bello púbico bien cuidado que la coronaba estaba completamente mojado. Comencé a lamer y comerme esa concha rosada, era novato en el tema pero le ponía ganas. Sentía gran placer (hasta hoy día me pasa) al observarla gozar y el goce fue aumentando cuando levanté ligeramente sus piernas e introduje en mi boca toda la zona del clítoris, de tal forma que mi lengua al presionar un poquito daba de lleno en el punto justo. Sentía sus fluidos en mi boca mezclados con mi saliva. Líquido que luego, con la ayuda de la mano iba depositando en sus tetas hasta mojarlas bien. "Ahí ahí ahí" decía y me incentivaba a seguir. Podría haber estado una eternidad así si no fuera porque bajó las piernas, se levantó y me indicó decidida que me sentara. Con autoridad abosluta se acomodó encima mío, ubicó la pija en la entrada de la concha y comenzó a cogerme lentamente. Mis manos viajaban por todo su cuerpo deteniéndose un poco en los cachetes de la cola, en la cintura y sus tetas. Pero nuestras bocas abiertas permanecían juntas, de tal forma que podíamos sentir los boqueos forzados al tratar de respirar.
Rozaba su pubis en el mío y me cogía casi con violencia cuando totalmente poseída por el deseo se aferró con ambas manos al respaldo del sillón para tener mejor punto de apoyo y lograr aumentar aún más la intensidad.
No sabría indicar bien por qué, pero por alguna razón mis ojos fueron a parar a la puerta entreabierta y pude ver que del otro lado, a oscuras en la salita donde estaba el teléfono fijo Maribel nos observaba.
Su presencia alteró la realidad en la que me encontraba. Me refiero a que estaba conociendo a una piba congruente a mi edad, amparado bajo los estándares que dictan la moral y las buenas costumbres. En ese momento, después de varios meses ausente aparecía como un fantasma rebelde reclamándome, con el único objetivo de envolver mi existencia y arrastrarla hacia aguas más profundas. Ese lugar oscuro en donde tiempo atrás de forma penitente e impulsados por una lascivia extrema habíamos dado rienda suelta a nuestros instintos más pueriles sin el temor a que la luz de la decencia pudiera delatarnos, dejar en evidencia nuestro secreto o incluso condenarnos.
Si por un momento había pensado que lo que tenía con Maribel había concluido ahora tenía la certeza de que no era así.
A pesar de la oscuridad que reinaba el cuartito dónde se encontraba distinguí sus ojos y su boca ligeramente abierta. Agudizando más la vista pude ver cómo perdía una mano por debajo de la bombacha. Lejos de inhibirme comencé a mirar en aquella dirección afirmando mi complicidad. Sabía que desde ahí podía deleitarse con Juli, observar de manera explícita la pija entrando y saliendo cada vez que se sentaba, el pelo cayendo revuelto en su espalda perlada en sudor, su cintura y su cola.
Me daba un placer enorme verla tocarse y por alguna extraña razón recuperé un poco la calma. Mi ser estaba totalmente escindido en dos realidades y ambas se conectaban mediante el placer. Julieta se movía, se quejaba, retorcía y la fonética de sus gemidos eran congruentes y directamente proporcionales a sus movimientos. Comenzó a gritar prácticamente sin importarle nada cuando con ambas manos me aferré como garras a sus glúteos y comencé a presionar cada vez que bajaba colocando mis dedos muy cerquita de su ano. Una de sus manos había abandonado el respaldar para abrazar mi cabeza con su brazo presionándola en contra su pecho.
Volví a conectar con Julieta sintiendo mi pija perderse en cada palmo de su abismo. No sé por qué pero al cabo de un instante me detuve y la hice detener. Se levantó posando sus pies en el suelo frío y no pude dejar de admirar la leve inclinación de su pubis hacia adentro y su cola redonda y carnosa. Sin emitir palabra me situé detrás de ella y solo una mirada bastó para que supiera lo que pretendía como si de pronto habláramos un lenguaje sólo conocido por nosotros. La conexión era total. Volvió a aferrarse al respaldar del sillón con sus rodillas presionando el asiento. Arqueó la cintura de tal manera que los cachetes de la cola sobresalían bien redondos y firmes, el anillo de su culo ligeramente dilatado y su vagina entera toda abierta y mojada.
Los hoyuelos de Venus aparecían como un detalle delicado no por eso menos excitante.
Me agaché no sin antes mirar en dirección a la puerta y dando pequeños mordiscos en uno de sus glúteos me fui acercando a su concha. Sabrosa, en la boca mi lengua se deleitaba con su jugo como una fruta madura, lamiendo todo el contorno de sus labios para perderse luego dentro. Subí lamiendo a la vez que abría los cachetes con mis manos de tal manera que su culo se abría y estiraba. Introduje mi lengua ahí en su zona oscura lo más que pude y luego me alejé para que Maribel pudiera contemplarla y disfrutar conmigo.
Tenía la pija sedienta totalmente erecta y dura como un bate. Pero en mi mente (totalmente concentrada) moraba la calma. La bestia que Maribel había despertado en mí pedía más y solo se alimentaba de morbosidad. Me costó ubicar la pija en dirección en su concha de lo firme que estaba, al hacerlo un leve tirón justo en la base de la verga se proyectó ligeramente sobre el tronco haciéndola endurecer más. Me latía el glande de la cantidad de sangre concentrada y al rozarlo en los labios de la vagina arriba a abajo ese ímpetu salvaje parecía aplacarse. Introduje primero la cabeza y un gritito fue la respuesta que obtuve. De a poco fui metiendo toda la verga y una vez hecho esto presioné apoyándome de los cachetes lo más que pude. Gritaba involuntariamente cada vez que la pija llegaba al tope y pequeñas ondas se dibujaban en la cola. Ella me acompasaba en cada movimiento con una sincronización increíble y al tomarla por los hombros me aferré a ella de tal manera que lo hacíamos casi con violencia. Sus tetas se movían descontroladamente y me serví de su cercanía para tomar una de ellas y envolverla en mi mano. La intensidad iba en aumento y no había esperanza de poder frenar menos aún retroceder. Había un solo camino, una sola salida y era urgente seguir adelante. Continué lo más que pude y hubo un instante fugaz en el que volteé la mirada en dirección a la puerta y pude distinguir movimientos frenéticos bajo la bombacha de Maribel. No pude más, los dos mundos confluenciaron de golpe y saqué apurado la pija.
Chorros descontrolados caían salpicando la espalda y alcanzaban distintas alturas, el primero bien espeso llegó a la altura de la cintura, los siguientes más fluidos las zonas más cercanas al hombro. En cada uno de ellos no pude reprimir un grito que nacía en lo más profundo de mi plexo. Al terminar me gustó la forma en que el semen brillaban bajo la luz azulada del tele. Creo que Maribel también pudo apreciarlo. Exhaustos nos tumbamos abrazados en el sillón, agitados y en silencio. Deslizaba un dedo sobre mi pecho haciendo figuritas invisibles y mis dedos jugaban con unos mechones de su pelo. No sé si existen mejores maneras de expirementar la eternidad pero esa sin lugar a dudas es una de ellas.
Sin que lo notara tomé del suelo la bombacha y la introduje en una pequeña abertura que había en el costado de uno de los asientos del sillón. Al vestirse las culpas recayeron sobre el viejo Nerón. El pobre perro ya no podía ni levantar la pata para marcar. Aún así fue el justo chivo expiatorio que necesitaba. Al interrogarle por la prenda el pobre no hacía más que inclinar la cabeza, mover un poco la cola y más risa nos provocaba. Nos vestimos y la acompañé a su casa. Eran las 3:20 y ya llegaba tarde.
Al volver acomodé rápidamente el living y prendí un saumerio para camuflar el olor a sexo del ambiente. Lave los vasos y al levantar el Fernet para guardarlo constaté que nos habíamos tomado casi media botella "espero no se note" pensé.
Una vez hecho esto fui al sillón, introduje dos dedos a modo de pinza. Nada. Levanté el asiento miré con la ayuda de la luz y nada. La verdad apareció como una revelación evidente. Me latía el corazón con fuerza cuando entre al cuarto de Maribel. Al pasar por el baño situado entre los dormitorios encendí la luz de manera que pude distinguir apenas su figura. Pero mis ojos a medida que se acostumbraban a esa intensidad iban captando mejor los detalles. Estaba sentada apoyada en los cojines de su cama, tapada hasta la cintura y frente a ella descansando sobre el cubrecama la prenda robada dos veces. El pelo algo alborotado sobre los hombros del camisón le daba un aspecto algo maniática. "Ladrón que le roba a ladrón" dijo con una sonrisa pícara indicándome con una mano que tomara asiento. La prenda entre nosotros dos como un amuleto ritual. La miraba y pasaba su mano haciendo desaparecer las arruguitas. Después la levantó comenzó a olerla y me pidió detalles del encuentro. Le conté con mucha precisión y delicadeza las sensaciones en cada momento y puntualicé remarcando lo mucho que me había gustado verla tocarse así. "Que estuvieras ahí fue lo mejor" enfaticé. Me llamó con ambas manos y nos abrazamos. Me tendí a su lado con mi cabeza sobre su brazo a la altura del codo y con la mano libre me acariciaba el pelo. Le saqué la bombacha de la otra mano y comencé a sentir el perfume yo también. Al inhalar el aire traía consigo retazos de estímulos vividos un momento atrás y las imágenes que aparecían en mi mente comenzaban a afectarme. "Me seguís queriendo?" pregunté mirando la teta que se insinuaba en la ropa y comencé a acariciarla con el dorso de los dedos. Apenas un roce, una caricia en la tela fue suficiente para hacer evidente mi erección a pesar del pantalón. Me quitó la bombacha y comenzó a respirar a través de ella con los ojos entrecerrados mirándome en silencio. Sin apartar la vista levantó el camisón dejando la teta fuera y la colocó en mi boca. Ante lo cual primero rocé mis labios en su pezón y después abrí la boca para comenzar a chupar sutilmente. La había extrañado todo este tiempo y estar nuevamente así me hacía sentir protegido. No me hizo falta moverme de dónde estaba para correr la colcha, bajar mi mano y comenzar a tocarla. Con ella todo era diferente. Su pecho se inflaba cada vez más deprisa. Con el pezón de su teta en la base de mi lengua succionaba y se ayudó varias veces con la mano para dirigir el pezón al lugar correcto. Me miraba tiernamente con sus fosas nasales bien abiertas. No hacía falta decirlas, las reglas del juego siempre eran claras entre nosotros. Sabía que pretendía y cómo satisfacerla. Solo había que actuar y seguir el juego. Subí la mano, dejé al descubierto la otra teta y la envolví con mi mano bien abierta. Se inclinó, desabotonó despacio el pantalón y al comprobar la dureza comenzó a frotar metiendo la mano entre el bóxer y el pantalón."Hermoso mi pitito" fueron sus palabras mientras lo hacía. Movía involuntariamente la pelvis hacia arriba al sentir la presión de su mano ir y venir. Infinitas cosquillas en el glande me generaba y sin apuro me bajé el pantalón. Una aureola visible de preseminal coronada el calzoncillo, "mi chiquito…" dijo dulcemente al notarla. Bajó el bóxer e hizo lo mismo con el prepucio. La cabeza de la pija estaba completamente empapada de una mezcla de fluidos. Apenas había tenido tiempo de hacer pis antes de acompañar a Juli a su casa pero no de asearme. Maribel tomó nuevamente la bombacha, la colocó en el tronco de la pija y empezó a masturbarme con ella. Se detuvo para olerla, me la acercó a la nariz para que pudiera sentir yo también y repitió está acción varias veces. Mi boca seguía en su pezón que se había agrandado a causa de la succión y tuve un sobresalto cuando, sorpresivamente bajo la mano hasta la altura del ano y frotó con el dedo medio con movimientos circulares.

Después recuperó el dominio del brazo donde me apoyaba dejándome tendido sobre el colchón y bajó. Olfateaba la pija y la bombacha fascinada. Toda la zona genital estaba resbaladiza por la cogida anterior. De todas maneras no le importó. Se llevó la pija a la boca sin soltar la bombacha de su mano y comenzó a chuparla despacio "que rico pito" añadió en una pausa.
Me sentía doblegado a su entera voluntad.
"Que bien la cogiste bebito" me dijo susurrando al oído, "me vas la vas a meter a mí también?" Al escuchar esas palabras la pija se inyectó más en sangre, la había deseado tanto en todo este tiempo que estar dentro de ella era una necesidad urgente. Me incorporé y luego de un breve forcejeo la tumbé sobre la cama. Me acerqué caminando sobre mis rodillas. Con algo muy parecido a picardía en su expresión me esperaba. Me encontraba atrapado dentro de su gravedad. Me atraía hacia ella inexorablemente e
inútil hubiese sido tratar de zafarme. Como Sísifo estaba condenado a llevar a cuestas una gran carga, pero a diferencia de éste, en vez de una roca tenía sobre mí pecados placenteros para alimentar una bestia. Una vez logrado saciar su desaforado apetito aparecían de nuevo para ser absurdamente calmados.

Poco importó, la amaba en ese momento más que nunca. La tomé por sorpresa cuando me desplacé entre sus piernas flexionadas, busqué su boca y comencé a besarla tiernamente.
Me miraba fijamente cuando me incorporé apoyando todo mi peso sobre las rodillas y empujando con mis manos ligeramente hacia delante de tal manera que su vagina quedaba justo a la altura. Los labios carnosos sobresalían llamativos. Con cuidado deposité la pija en la concha y comencé a frotar la cabeza y el tronco. Pero solo con su ayuda pude introducir el glande. Sentía que su carne me abrazaba con fuerza la pija en esa pose. Exquisito. Introduje más. Sus ojos me miraban abiertos, clavados en mí, concordantes con su boca también abierta como en un grito enmudecido. Muchas emociones me invadieron y todas se canalizaron gobernadas por el mismo impulso rabioso. Despacio pero con firmeza me movía y hacerlo así me otorgó seguridad. Me gustaba observar mi verga entrar y salir cada vez más lubricada y me excitaba aún más ver su lengua reptar por la bombacha que sostenía y de a ratos olfateaba. La mordía, estiraba y lamía las pequeñas marcas de flujo de la zona que había estado en contacto estrecho con la vagina. Con la otra mano apretaba su teta izquierda con algunos dedos sobre el pezón. Estábamos fuera de este mundo y bajo el desenfreno de las ganas contenidas. Sus gemidos me encendían cada vez más y se convirtieron en gritos cuando la mano apoyada sobre tu teta descendió hasta ubicarla sobre la vagina con un dedo presionando el clítoris. Aprecié con total goce y claridad los espasmos de su vagina sobre mi pene al terminar. Era perfecta. Su cuerpo, su piel suave, el pelo alborotado, sus ojos entrecerrados, su vagina mojándome y su voz pidiéndome más. Un momento después me tumbé sobre ella y comencé a hacerlo con más intensidad. Me envolvió en un abrazo y con voz trémula dijo "dame todo". Acabé poco después y dentro de ella. Necesitaba sentirla, la había extrañado. En cada espasmo me apretaba y pude experimentar algo muy parecido al amor. Todavía jadeantes, sudosoros, empapados y exhaustos nos abrazamos fuertemente. Sin palabras dejamos claro lo que sentíamos. Muy en lo profundo y a pesar de la oscuridad de nuestro pecado solo estábamos ella y yo. Al fin y al cabo era lo único que importaba.
Gracias por leerme y por los mensajes y la buena onda, es bueno tener con quien compartir estás experiencias. Hasta pronto!

1 comentario - Secreto bien guardado. Tercera parte

Tom_Bishop
Muy buen relato! Excelentemente narrado y con mucho morbo! +10 y te sigo!
animale_notturno
Muchas gracias, un abrazo