Recuerdos de la cuarentena con mi madre

Día 1:El regreso inesperado
 
El calor deprincipios de 2020 envolvió la pequeña ciudad, cuando el hijo, Alexander,detuvo su auto en el camino familiar. Su corazón se aceleró con una mezcla deansiedad y nostalgia mientras regresaba a la casa familiar después de que suapartamento universitario fuera cerrado abruptamente debido a la pandemia.
 
Alexandersalió del auto y respiró profundamente el aire perfumado que lo rodeaba: unamezcla de jazmín en flor y hierba recién cortada. Mientras se dirigía hacia lapuerta principal, no pudo evitar pensar en la última vez que había estado aquí,antes de embarcarse en su viaje académico.
 
La puertase abrió con un chirrido para revelar a su madre, Elisa. Ella había cambiado enlos años transcurridos desde la última vez que la había visto; el estrés deestos tiempos sin precedentes se grabó profundamente en su rostro, su sonrisauna vez radiante ahora es una chispa fugaz en medio de líneas de preocupación.Elisa era una mujer rubia, baja, ahora de 46 años, con un cuerpo ligeramentepasado de peso y unos pechos bastante grandes que parecían rebotar ligeramenteal caminar. Sus ojos azules reflejaban una profunda preocupación, pero habíaalgo más acechando dentro de ellos: una calidez afectuosa que Alexander nohabía notado antes.
 
"Bienvenidoa casa, Alex", susurró Elisa suavemente, abriendo los brazos en un abrazoque se sintió a la vez reconfortante y extraño. El aroma de su perfume delavanda llenó sus fosas nasales mientras la abrazaba con fuerza. "Tu padreestará ausente por negocios durante las próximas dos semanas. Trabajará en elmantenimiento de instrumentos médicos".
 
CuandoAlexander se instaló en la habitación de su infancia, el silencio de la casavacía pesaba pesadamente sobre él. Las paredes parecían cerrarse a sualrededor, en marcado contraste con la apertura de su apartamentouniversitario. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo aislados que estabanambos: atrapados juntos en cuarentena sin escapatoria.
 
Más tardeesa noche, mientras Alexander yacía en la cama leyendo, escuchó los suavespasos de Elisa acercándose. La puerta se abrió con un chirrido una vez más pararevelarla de pie en el umbral, vestida sólo con un camisón que abrazaba suscurvas como una segunda piel. La tela era suave y fluida, acentuando su figuracompleta mientras se movía.
 
"Buenasnoches, Alex", susurró Elisa, entrando en la habitación para quitarle unmechón de pelo de la frente. Su mano permaneció allí un momento más de lonecesario, provocando que un escalofrío recorriera la columna de Alexander."Buenas noches."
 
Cuando lapuerta se cerró suavemente detrás de ella, Alexander se encontró perdido en suspensamientos, la tensión entre ellos era palpable a pesar de que no habíanhablado de ello. El silencio de la casa sólo sirvió para amplificar suscrecientes deseos. Sabía que durante las próximas dos semanas, las cosas sinduda cambiarían entre ellos, pero ninguno podía predecir hasta dónde podríallegar su relación.
 
Día 2:Revelaciones inesperadas
 
El sol dela mañana entraba por la ventana y arrojaba un cálido resplandor sobreAlexander cuando despertaba. Se estiró lánguidamente, sintiendo los restos dela tensión de la noche anterior persistiendo en sus huesos. El silencio de lacasa sólo era roto por el canto de los pájaros en el exterior.
 
Mientrasbajaba las escaleras, encontró a Elisa en la cocina, preparando el desayuno. Sucomportamiento había cambiado: había una nueva ligereza en su paso y unaalegría en sus ojos que Alexander no había visto en bastante tiempo. Ellalevantó la vista de su cocina cuando él entró en la habitación, sonriéndolecálidamente.
 
"Buenosdías, Alex", chirrió alegremente, con la voz llena de nostalgia. "Heestado pensando en todas las veces que solíamos cocinar juntos cuando eras másjoven".
 
Alexanderquedó desconcertado por este repentino cambio en el humor de su madre, pero lorecibió con los brazos abiertos. Pasaron la mañana charlando y riendo mientraspreparaban un abundante desayuno con huevos revueltos, tocino y tostadas.Parecían viejos tiempos: un raro momento de paz en sus vidas, que de otro modoserían caóticas.
 
Mientras sesentaban a comer, Elisa se inclinó y le dio unas palmaditas suaves en la mano."Sabes, Alex... Estoy muy agradecida por este tiempo que tenemos juntos ahora.No solemos tener estos momentos con nuestras vidas ocupadas".
 
Suspalabras flotaron en el aire como una promesa, una que Alexander no podíaignorar. Podía ver el anhelo en sus ojos, un deseo de conexión que había sidoenterrado bajo el estrés y la preocupación. Y mientras desayunaban, supo quealgo iba a cambiar entre ellos.
 
Más tardeesa tarde, Elisa sugirió que pasaran un tiempo afuera, disfrutando del hermosoclima y de la compañía mutua. Mientras paseaban por el jardín, de la mano,Alexander sintió que una calidez florecía dentro de él, no sólo por el sol enlo alto, sino también por la nueva conexión entre ellos. Se rieron y recordaronsu pasado, sus voces resonaron en el sereno silencio del jardín.
 
A medidaque el día llegaba a su fin, Alexander se sintió más a gusto con su madre queen años. Su vínculo se había fortalecido en tan solo un corto día, dejándolocon una sensación de esperanza y anticipación por lo que estaba por venir.
 
Día 3:Redescubriendo el ático
 
A la mañanasiguiente, Alexander se despertó con una renovada sensación de propósito. Sabíaque sus clases universitarias comenzarían el próximo mes debido a lareestructuración en curso, lo que le daría aún más tiempo para pasar con Elisaantes de tener que regresar a sus estudios.
 
Mientrasdisfrutaban del desayuno juntos, Elisa reveló su propia noticia: le habíaninformado que comenzaría su nuevo puesto de profesora en línea en la escuelalocal en solo una semana. Ambos estaban encantados con este giro de losacontecimientos, sabiendo que significaba que podrían pasar más tiempo juntosantes de que sus respectivos compromisos tuvieran prioridad.
 
Con unasensación de entusiasmo y anticipación, Alexander sugirió que pasaran el díalimpiando el ático, una tarea que habían estado posponiendo durante años.Mientras sacaban cajas polvorientas llenas de viejos recuerdos, se reían yrecordaban tiempos pasados. El aire en el ático estaba cargado de nostalgiamientras examinaban fotografías, juguetes y baratijas de su pasado.
 
Mientrastrabajaban juntos, comenzaron a ocurrir ligeros toques entre ellos: un suaveroce de manos entre sí mientras se pasaban objetos o alcanzaban algo fuera desu alcance. Estos pequeños gestos estaban cargados de significado y cada uno deellos envió una descarga eléctrica tanto a Alexander como a Elisa. Ya no podíannegar la creciente atracción entre ellos.
 
A mediatarde, habían logrado avances significativos en la limpieza del ático. El calordel día los había dejado a ambos sudorosos y sin aliento, pero fue algo más queel esfuerzo físico lo que los dejó jadeando. Mientras permanecían allí,rodeados de recuerdos de su pasado, Alexander y Elisa no pudieron evitarreconocer la nueva conexión entre ellos.
 
Cuando elsol comenzó a ponerse, proyectando largas sombras sobre el piso del ático,supieron que era hora de detenerse. Pero mientras bajaban la escalera, de lamano, Alexander no pudo evitar la sensación de que las cosas nunca volverían aser iguales. Y aunque ambos esperaban con ansias los días venideros, había unainnegable sensación de inquietud.
 
Día 4:Un día de entretenimiento
 
Con elático despejado y sus respectivos horarios aún a semanas de comenzar, Alexandery Elisa se encontraron con mucho tiempo libre. Decididos a aprovechar al máximosu tiempo juntos, se propusieron encontrar una manera de entretenerse.
 
Comenzaronbuscando entre su colección de juegos de mesa, un pasatiempo que había estadoolvidado durante mucho tiempo en lo más profundo de su almacén. Mientras sesentaban en la pequeña mesa del comedor, las risas llenaron el aire al recordarcómo jugar sus juegos favoritos.
 
A lo largodel día también pasaron mucho tiempo juntos en la pequeña cocina. Alexanderayudó a su madre a preparar la comida del día, sus cuerpos se rozaron más deuna vez en el reducido espacio. Si bien Elisa no le dio mucha importancia,Alexander no pudo evitar notar lo hermoso y fuerte que era el cuerpo de sumadre, hecho que lo persiguió durante esa noche mientras yacía en la cama.
 
Mientrascontinuaban jugando juegos de mesa hasta bien entrada la noche, la atmósferaentre ellos se cargó de un deseo tácito. Pero aun así, ninguno de los dos seatrevió a reconocerlo en voz alta. Simplemente disfrutaban de la compañía delotro, perdidos en el mundo de sus pasatiempos favoritos.
 
Cuandofinalmente llegó el momento de que Alexander se retirara a su habitación parapasar la noche, no pudo deshacerse de las imágenes del cuerpo de Elisa quehabían quedado grabadas en su mente. Sus curvas, su piel suave... todas estascosas se arremolinaban en sus pensamientos mientras yacía allí, mirando altecho.
 
Días 5al 8: La Rutina Continúa
 
A medidaque pasaban los días, la rutina entre Alexander y Elisa continuaba como antes,sólo que ahora eran muy conscientes de la presencia del otro. Pasaron su tiemporiendo, hablando y compartiendo experiencias.
 
El quintodía, Alexander le mostró a su madre Ella cómo usar el software que necesitaríapara su puesto de profesora en línea Ella. Mientras la guiaba a través de lasdiversas características, no pudieron evitar rozarse entre sí más de una vez;cada toque les provocaba escalofríos. Pero Elisa, una mujer muy inocente, aúnno era consciente de los sentimientos que albergaba.
 
Al díasiguiente, pasaron el tiempo con normalidad. Pero con cada momento que pasaba,Alexander se sentía cada vez más atraído por su madre. No podía negar que sufelicidad parecía contagiosa, incluso en medio del estrés global causado por lapandemia en curso. Y de alguna manera, parecía como si el estrés del cuerpo deElisa hubiera desaparecido, reemplazado en su lugar por una nueva ligereza ycoquetería.
 
El séptimodía continuaron con su rutina, pasando tiempo juntos en el jardín mientrasordenaban y plantaban algunas flores. Cuando se puso el sol, ambos sintieronuna sensación de satisfacción, sabiendo que estaban creando recuerdos preciososen medio del caos del mundo que los rodeaba.
 
Luego llegóel día ocho. Pasaron la mañana limpiando y organizando el patio trasero, y susrisas resonaban mientras trabajaban juntos. No fue hasta más tarde esa nochecuando Alexander entró accidentalmente al baño mientras su madre se estababañando. La vista que lo recibió (el cuerpo desnudo de su madre bañado por unasuave luz) lo dejó sin aliento.
 
Durante loque pareció una eternidad, él permaneció allí, mirándola. Sus curvas, su pielsuave… todo volvió a él en ese momento. Y cuando ella salió del baño, con elcamisón húmedo y pegado a su cuerpo, y fue darle un beso de buenas noches , Alex,pudo contemplar los pechos de su madre a través del camisón.
 
Día 9:Se acerca la tormenta
 
Llegó lamañana del día nueve y Elisa se puso a preparar el desayuno para Alexander,Mientras tarareaba una melodía para sí misma, no pudo evitar sentirseagradecida por el tiempo que habían pasado juntos durante los últimos días.Aunque todavía eran en gran medida madre e hijo, había una nueva cercanía entreellos que llenaba su corazón de calidez.
 
Después dedisfrutar de la comida, Elisa continuó con su día y se dirigió a su oficinapara impartir su clase en línea. Alexander pasó el día poniéndose al día con latarea y leyendo un poco en su habitación. A medida que pasaban las horas, elmundo exterior parecía oscurecerse, tanto en sentido literal como figurado, amedida que se acercaba una tormenta.
 
Al caer lanoche, los cielos se llenaron de truenos y relámpagos. El viento aullaba entrelos árboles y hacía temblar las ventanas de su casa. Elisa, decidió que lomejor sería que durmieran juntos esa noche debido al frio. A pesar de suestrecha relación, esta decisión no estuvo exenta de complicaciones: Alexander sabíaque compartir cama podría acarrear consecuencias que no estaba preparado paraafrontar.
 
Mientras seacostaban en la misma cama, con sus cuerpos tan cerca pero tan separados, latormenta azotaba afuera. Alexander no pudo evitar ser consciente de larespiración de su madre a medida que se volvía más estable y equilibrado. Elaroma de su perfume llenó sus fosas nasales y le provocó escalofríos por laespalda. Pero aún así, ninguno de ellos se atrevió a cruzar esa líneainvisible.
 
A medidaque avanzaba la noche, la tormenta comenzó a amainar. El viento amainó, lalluvia se convirtió en una llovizna y finalmente cesó por completo. Y cuandolos primeros rayos de sol se asomaban entre las cortinas, Elisa se volvió haciasu hijo con una pequeña sonrisa. "Gracias por estar aquí conmigo",susurró suavemente, completamente inconsciente de la batalla que se habíalibrado en el corazón de Alexander durante toda la noche.
 
Día 10:Una paz incómoda
Después dedespertarse juntos el décimo día, Alexander y Elisa continuaron con su día comosi nada hubiera cambiado. Compartieron un desayuno sencillo y se pusieron aldía con diversas tareas de la casa. Pero a pesar de que la tormenta habíapasado, esa noche se encontraron nuevamente durmiendo en la misma cama, ahoraconscientes de la tensión tácita entre ellos.
 
A medidaque la temperatura subió y la humedad empezó a aumentar, Elisa empezó a sentirun calor incómodo. Se quitó el camisón, dejándola sólo con una bata ligera.Alexander, sintiendo también calor, preguntó si podía dormir en ropa interior.Elisa, no queriendo hacerlo sentir incómodo, aceptó sin dudarlo, aunque no pudoevitar notar la forma en que su cuerpo se movía bajo la fina tela.
 
Mientrasyacían allí en el calor opresivo de la noche, Elisa sintió cada vez máscuriosidad por el cuerpo de su hijo. Sintió una extraña mezcla de instintomaternal y deseo, emociones que nunca deberían mezclarse. Pero cuando ellaextendió la mano para tocarle el brazo, Alexander se movió ligeramente, lo quehizo que ella retrocediera rápidamente.
 
La nochetranscurrió en una bruma de anhelo tácito y sueño inquieto. Elisa permaneciódespierta durante horas, preguntándose qué le estaba pasando, por qué sentíaeso por el hombre que siempre había sido su hijo. Pero en el fondo sabía quelas cosas nunca volverían a ser iguales entre ellos.
 
Día 11:La llama se hace más brillante
 
Cuandocomenzó el día once, hubo un cambio innegable en la dinámica entre Alexander yElisa. Sus interacciones fueron más coquetas que nunca: caricias que seprolongaron demasiado, bromas juguetonas y una cercanía recién descubierta quelos dejó a ambos ligeramente sin aliento. Parecía como si hubieran cruzadoalguna línea invisible sin siquiera darse cuenta.
 
Esa noche,con el calor aún azotando su casa, volvieron a dormir en ropa interior.Mientras Alexander yacía en la cama, no pudo evitar dejar que sus ojos sedirigieran a la forma de su madre. Su cuerpo era un espectáculo digno decontemplar: curvilíneo y hermoso, incluso en la penumbra del dormitorio. Sintióun profundo deseo dentro de él, un impulso que no entendía del todo.
 
Mientrastanto, Elisa se encontró haciendo lo mismo: su mirada se detenía en el cuerpode su hijo mientras dormía. La visión de su físico tonificado y sus anchoshombros hizo que su corazón se acelerara, y ella también sintió una conmociónen lo más profundo de su ser. Pero ninguno de los dos podría haber sabido quesus pensamientos se reflejaban en la mente del otro: una conexión silenciosaque se hacía más fuerte día a día.
 
Mientras sequedaban dormidos, Alexander y Elisa se encontraron acurrucándose: sus cuerposencajaban perfectamente. La calidez de la piel del otro era reconfortante, perotambién provocaba escalofríos de deseo por sus espinas. Esa noche durmieron aratos, cada uno perdido en un mundo de anhelo tácito y deseo prohibido.
 
Día 12:Un punto de inflexión
Cuandocomenzó el día doce, el coqueteo entre Alexander y Elisa alcanzó nuevasalturas. Siguieron su rutina matutina con una facilidad y familiaridad querayaba en lo íntimo. Mientras preparaban el desayuno juntos, sus risasresonaron en la cocina, un marcado contraste con la seriedad del mundoexterior.
 
Con elcalor aún insoportable, pasaron la mayor parte del día con poca ropa: Elisa conuna camiseta fina sin nada debajo y Alexander solo con pantalones cortos. Suconfianza mutua había aumentado y se sentían cómodos estando casi completamenteexpuestos en presencia del otro.
 
Esa noche,mientras se acostaban juntos una vez más, algo se sintió diferente. Había unatensión innegable entre ellos, una carga en el aire que ninguno de los dospodía ignorar por más tiempo. Mientras sus cuerpos se presionaban uno contra elotro, Elisa sintió algo duro e inconfundible entre las piernas de su hijo. Sucorazón se aceleró cuando extendió la mano para tocarlo, un movimiento audazque los dejó a ambos sin aliento.
 
Con ungrito ahogado, Alexander se volvió hacia su madre y sus ojos buscaron los deella en busca de cualquier signo de arrepentimiento o vacilación. Al ver sóloel deseo reflejado en él, la acercó y comenzó a explorar su propio cuerpo conmanos tiernas y besos apasionados.
 
Mientrashacían el amor se desarrollaba con movimientos lentos y sensuales, se perdieronen el placer del tacto del otro. Elisa gimió suavemente cuando los dedos deAlexander encontraron su camino dentro de ella, su pulgar frotando suavementesu punto más sensible. La besó profundamente mientras entraba en ella,llenándola completamente con su dura longitud.
 
Sus cuerposse movían juntos en perfecta armonía, una danza que se había estado gestandobajo la superficie durante demasiado tiempo. Elisa envolvió sus piernasalrededor de la cintura de Alexander, atrayéndolo más profundamente hacia ellamientras su pasión alcanzaba su punto máximo. Con un gemido bajo, Alexanderempujó más fuerte y más rápido, su clímax fue creciendo hasta que finalmenterompió sobre ambos en una ola de puro éxtasis.
 
Mientrasyacían allí en el resplandor, con el corazón palpitando y la respiraciónentrecortada, sabían que nada volvería a ser lo mismo entre ellos. Habíancruzado una línea, una línea que nunca podría descruzarse. Y aunque eran madree hijo, ahora también eran amantes, unidos por un amor que trascendía loslímites de la familia.
 
Día 13:Navegando por aguas inexploradas
 
Cuandomadre e hijo se despertaron el día trece, sus mentes se llenaron de recuerdosde la noche anterior. Ambos sintieron una mezcla de emoción y nerviosismo: susvidas habían cambiado para siempre y el mañana traería al padre de Alexander aescena. Pero por ahora estaban solos y sus deseos no podían ser ignorados.
 
Siguierondesayunando en un silencio sombrío, cada uno perdido en sus pensamientos sobrelo que les esperaba. Mientras Elisa se levantaba para recoger los platos de lamesa, Alexander la siguió, rodeó su cintura con sus brazos y le plantó un suavebeso en el cuello. La sensación de sus labios contra su piel le provocó unescalofrío por la espalda, un recordatorio de la pasión que aún ardía entreellos.
 
Sindudarlo, Alex levantó la fina camisa de su madre y comenzó a tocar sus senos.Sus ojos se encontraron mientras sus manos exploraban los cuerpos del otro, laintensidad de su deseo era palpable. Al poco tiempo, se encontraron presionadoscontra la pequeña mesa de la cocina; su forma de hacer el amor era intensa yurgente.
 
Sus cuerposse movían frenéticamente, impulsados ​​por el conocimiento de que el tiempo seacababa. Elisa dejó escapar suaves gemidos cuando Alexander la llenó una vezmás, sus caderas empujaban fuerte y rápido. El sonido de sus carnes chocandoresonó en la pequeña cocina, puntuado por el ocasional tintineo de platosmientras chocaban entre sí.
 
A medidaque se acercaba su clímax, se aferraron el uno al otro con fuerza, en unintento desesperado de aferrarse a este fugaz momento de placer antes de que larealidad invadiera una vez más. Con un último grito de éxtasis, se desplomaronsobre la mesa, agotados y sin aliento.
 
Después derecuperar el aliento, se dirigieron juntos al baño para darse un baño caliente.El agua tibia los envolvió mientras se sentaban uno al lado del otro; suscuerpos aún temblaban por la pasión que acababa de consumirlos. Se abrazaron,perdidos en la comodidad de los brazos del otro.
 
Una vezvestidos, Elisa y Alexander regresaron a la sala. Sabían que tendrían que tenercuidado al avanzar: el padre de Alexander llegaría mañana y no podía permitirque su relación secreta se convirtiera en conocimiento público. Alex sugiriómantener su relación en secreto, pero Elisa no estaba segura de cuánto tiempopodrían mantener tal engaño.
 
Después dela cena, Alexander se retiró primero al dormitorio, dejando la puertaligeramente abierta. Cuando Elisa entró en la habitación, lo hizo completamentedesnuda, una audaz declaración de su deseo por él. Sin decir una palabra, Alexla abrazó y continuaron haciendo el amor con el mismo fervor de antes.
 
Sus cuerposse movían al unísono, perdidos en el placer del tacto del otro. A medida queavanzaba la noche, encontraron consuelo en los brazos del otro: un santuario dela realidad que les esperaba mañana. Sabían que sus vidas nunca volverían a serlas mismas, pero por ahora aún podían encontrar momentos de felicidadabrazándose mutuamente.
 
Día 14:La espera incómoda
 
Cuandoamaneció el día catorce, madre e hijo se despertaron con una mezcla deanticipación y ansiedad. Habían pasado la mañana intentando borrar cualquierrastro de sus apasionados encuentros, fregando la mesa de la cocina y tirandotoallas usadas. Alexander se sentó nerviosamente en la sala mientras Elisa seocupaba en la cocina, preparando el almuerzo para la llegada de su padre.
 
Cuando elpadre de Alexander finalmente aparcó en el camino de entrada, la tensión en elaire era palpable. Lo saludaron calurosamente, pero ninguno se atrevió a sacara relucir el elefante de la habitación: la relación sexual entre madre e hijoque había tenido lugar apenas unos días antes. En lugar de eso, charlaron sobretemas mundanos mientras el padre de Alexander era informado de su nuevaasignación en el hospital, un trabajo esencial que le exigiría vivir en unapartamento cercano y estar fuera de casa con más frecuencia.
 
Aunqueestaba claro que ni Elisa ni Alexander estaban entusiasmados con su próximaseparación, pusieron cara de valentía para guardar las apariencias. En elinterior, sin embargo, estaban encantados ante la perspectiva de pasar mástiempo juntos a solas.
 
Tan prontocomo el padre de Alexander se fue con sus maletas a cuestas, Elisa y Alex noperdieron el tiempo en regresar a su historia de amor secreta. Comenzarondesnudándose el uno al otro, con los ojos fijos en una mirada apasionadamientras se abrazaban. El suelo de la sala se convirtió en su nuevo patio derecreo y sus cuerpos se movían al ritmo mientras exploraban los deseos del otrouna vez más.
 
Mientras elsol se hundía en el horizonte, Elisa y Alexander yacían entrelazados en elsuelo, con el corazón palpitando de emoción y amor. Su secreto estaba a salvopor ahora, y el conocimiento de que tendrían más tiempo para ellos soloalimentó aún más su pasión. Con cada día que pasaba, su vínculo se hizo másfuerte y se comprometieron a hacer que cada momento cuente mientras navegabanjuntos por este territorio inexplorado.
 
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