Esta es la historia de Ornella, una chica de 18 años que se siente atraída por el novio de su mejor amiga con quien tiene un pasado sin resolver y quien la busca constantemente, rozando lo prohibido y jugando con fuego. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 7: Ya no más
A lo largo de la semana siguiente esquivé a Esteban todo el tiempo. No podía siquiera mirarlo a los ojos, lo cual era muy complicado ya que nos veíamos todos los días en la facultad y solíamos sentarnos cerca. Carla se dio cuenta que algo había pasado, pero intuyó que las cosas habían ido para el otro lado. Ella y Natalia me interrogaron ese miércoles, preguntándome si nos habíamos peleado o algo, pues les parecía raro que casi ni nos habláramos. Yo les dije que no, pero que habíamos tenido una conversación muy seria y que las cosas habían quedado raras desde aquella noche. Cuando las chicas intentaron averiguar sobre que había sido la conversación, simplemente les dije que era algo entre nosotros dos y que no estaba dispuesta a develarlo.
Lo cierto era que me daba vergüenza mirar a Esteban a la cara y hablar con él. Lo que habíamos hecho me había calentado tanto, me había excitado de una manera increíble al punto que seguía recordando sus chirlos en mi cola y sus dedos entrando y saliendo de mi conchita. Más allá de eso, el llamado telefónico que interrumpió todo me hizo recordar que se trataba del novio de Mariana y que lo que estaba haciendo estaba mal. Yo la quería a ella y la consideraba mi amiga a pesar de que en los últimos meses nos habíamos distanciado mucho, por lo que me sentía culpable. No era que mi ambición por estar con él se había terminado, sino que la culpa se había apoderado de mí y sabía que lo que había hecho estaba mal.
Para tratar de sentirme un poco mejor y buscar un poco un escape de eso, le escribí a Germán con la idea de vernos y hacer algo. El problema fue que él me respondió varias horas más tarde y con un simple “ando ocupado, después hablamos” que me hizo darme cuenta que él tampoco quería saber de mí. Eso me puso muy triste y el viernes a la noche decidí quedarme en casa a pesar de las insistencias de Valentina de juntarnos con los chicos de la facultad. Ella y Flavio no se habían enterado de nada de lo que había pasado en la habitación de al lado mientras cogían y creían que solo nos habíamos quedado hablando con Carla, Natalia y Nicolás. Quería esquivar al chico de ojos marrón oscuro a toda cosa, pero él parecía tener otras intenciones.
El lunes siguiente me encaró en uno de los pasillos de la facultad y me dijo que tenía que hablar conmigo. Le mentí diciéndole que tenía que ir al baño pero él insistió y terminé aceptando a regañadientes. Nos fuimos al patio y nos metimos en un pequeño pasillo que conducía a un depósito donde solían guardarse cosas y que nos daba algo de privacidad. Esteban intentó arrinconarme contra una pared pero yo me puse firme y no lo dejé, quedándome parada en medio del pasillo. Él miró hacia atrás para ver que nadie nos había seguido y después abrió y cerró la boca como si no supiera por dónde empezar. Para mi sorpresa, yo hablé primero y lo hice con voz firme.
- ¡Lo que hicimos estuvo mal, Esteban!- Le dije y él me miró fijo a los ojos. Era evidente que esperaba otra cosa.
- No me importa.- Me dijo él y antes de que pudiera decir algo más, siguió hablando.- Yo quiero estar con vos Orne. ¡Sos hermosa! ¡Me encantás! Quiero estar con vos al menos una vez y demostrarte las ganas que te tengo.
- ¡Basta Esteban!- Le dije yo sin poder creer lo que estaba escuchando. Siempre había querido oír algo así de parte suya, pero no en ese contexto. No bajo esas circunstancias.- ¡Sos el novio de mi amiga!
- ¡Vos a cortar con Marian!- Me confesó y me quedé helada.- ¡No me la aguanto más! ¡Todo el día haciéndome escenas de celos! Aparte…- Pero frenó antes de continuar.
- ¿Aparte que?- Le pregunté yo queriendo saber qué era lo que tenía para decir.
- Que Mariana… O sea…- Titubeó él y ante mi mirada impaciente lo largó.- ¿Desde cuándo estuviste vos de acuerdo con mi relación con Mariana?- Preguntó y dejó en claro que sabía lo que yo opinaba.
Tenía razón. A pesar de que había fingido por más de un año que me agradaba el hecho de que ellos dos estuvieran juntos, era obvio que odiaba esa relación. Me parecía falsa, forzada y totalmente dispareja. Ella no era como él, no era la persona indicada para un chico como Esteban y eso era algo de lo que más me molestaba. Él lo sabía, él era consciente de que yo estaba muy celosa y que eso se debía a que yo sentía que Mariana me lo había sacado de las manos. Pero no podía darle la razón en ese momento. Lo empujé hacia un costado y alejándome por el pasillo me fui alegando nuevamente que era el novio de mi amiga y que no podíamos estar juntos.
- ¡Mariana te detesta y habla mierda de vos todo el tiempo!- Me dijo él cuando yo le estaba dando la espalda. Me quedé quieta por un segundo.- Ella no te considera su amiga.- Agregó y ante esas palabras salí del pasillo dejándolo a él solo.
Esteban tenía razón y no hacía falta ser detective para darse cuenta de que lo que decía, era verdad. Mariana y yo ya no nos llevábamos como antes y todo había cambiado desde el verano en el que habíamos hablado y le había confesado la verdad. En todos esos meses ella no paró de criticarme, de contradecirme y hasta de dejarme expuesta en el grupo de WhatsApp que compartíamos con los demás. El grupo de mujeres se había desintegrado y ya nadie hablaba en él. A diferencia de Esteban, Alejandro, Tomás y Lautaro, nosotras no teníamos un día a la semana en el que nos juntábamos para hablar y ponernos al día y todo se debía a las insistencias de ella de destruir el grupo. Estaba enojada porque Esteban había cambiado de carrera a último momento y por error él me había debelado que se debía a mí. Esteban me quería y ella no podía controlarlo.
Pero yo no iba a hacer nada hasta que ellos dos terminaran y seguramente tampoco iba a hacer nada después de eso. No estaba dispuesta a ser la tercera en discordia de su relación, puesto que había muchas cosas en juego y no quería perderlas. Esteban tampoco estaba dispuesto a hacer lo que me comentó ese lunes en el pasillo y el fin de semana siguiente subió una foto a las redes sociales con Mariana, abrazados, besándose y diciéndole que la amaba muchísimo. Pero el tiro le salió por la culata, pues yo me enteré que en realidad era todo una tapadera para disimular lo mal que estaban las cosas entre los dos.
Me crucé a Tomás un día por la calle y nos pusimos a hablar un poco de todo. Como era la novedad del momento y no tenía idea de lo que había pasado entre Esteban y yo, me preguntó cómo estaba él. “¿Por?” le consulté yo sin saber a qué se refería y entonces me contó que él y Mariana estaban muy mal y que ella le había aplicado una especie de ley de hielo, en la que apenas le hablaba, lo besaba y obviamente ni siquiera tenían sexo. No pude disimular una sutil sonrisa de felicidad que Tomás no llegó a ver porque buscaba su celular para mostrarme algunos mensajes que Esteban había mandado al grupo de chicos. “No sé qué más hacer. Me está volviendo loco” decía uno de ellos y entonces mi sonrisa desapareció porque era obvio que Esteban no estaba dispuesto a perderla.
Tenía un mar de emociones que no podía controlar adentro mío y que no sabía qué hacer. De golpe, no quería verlo más a Esteban, no quería cruzármelo en la facultad, no quería tener su rostro cerca, no quería escuchar su voz, nada. Pensé en cambiarme de carrera solo por el hecho de dejar de verlo pero enseguida me di cuenta que eso era bastante estúpido y que no valía la pena. Lo que sí consideré en serio fue dejar de ir a cursar y rendir la mayoría de las materias libres, así evitaba verlo. De hecho falté a varias clases la semana siguiente hasta que Natalia me preguntó que me pasaba y Valentina me llamó para ver si estaba enferma o algo. Yo simplemente les dije que andaba medio mal por algunas cosas familiares, así no tuve que darles muchas explicaciones.
Pero toda esa mentira desapareció cuando las dos y Carla me invitaron a una noche de chicas a la cual acepté ir. Por suerte, poco me interrogaron sobre mi ausencia a varias de las materias de esa última semana, pues el foco de la conversación estaba en otra cosa. Flavio y Valentina habían avanzado nuevamente y se seguían viendo, al parecer en un tono más serio. Esa charla se apoderó de la noche y cuando empezamos a tomar y a poner música, ya no era momento de hablar de cosas serias. Sin embargo yo seguía teniendo un embrollo en la cabeza que se hacía cada vez más grande a mediad que le daba más vueltas. El sueño de estar con Esteban se había convertido en una pesadilla y había perdido a Germán quien me contestaba cortante y hacía una semana que no me hablaba. Volví a tener ese deseo de demostrarle a alguien que no me importaba lo que pensaba de mí, tal cual lo había hecho la primera noche que estuve con Alejandro. Todo empeoró cuando Soledad, la que había sido amiga de Mariana en el pasado, subió una foto en un boliche abrazada a Esteban, quien estaba totalmente en pedo.
El pibe no tenía reparos en seguir cogiéndose a otras pibas mientras que por atrás publicaba fotos con su novia diciéndole lo mucho que la amaba. “¡Que idiota!” pensé y me di cuenta que no valía la pena en absoluto. A pesar de eso, entré a su Instagram y me quedé viendo como una estúpida sus fotos de la playa en la que se lo veía en cuero y bronceado. No fue hasta que Carla grito que teníamos que salir a bailar que reaccioné. Guardé el celular y pensé que esa podía ser la excelente oportunidad para conocer otro chico y olvidarme del idiota de Esteban de una buena vez por todas.
No tardó en aparecer un pretendiente llamado Ramiro, quien estaba cerca de nosotras con su amigo Andrés. Este último intentó levantarse a Natalia, pero ella estaba demasiado de Novia con Nicolás y él entendió que su plan había fracasado. Ramiro, sin embargo, no me dejó ir en casi toda la noche y me invitó varios tragos hasta que logró sacarme un beso. Al principio me hacía la difícil, la que no quería saber nada con él, pero rápidamente me dejé llevar y terminamos besándonos de forma alevosa. Ramiro se la jugó de lleno y me invitó a su casa, algo que yo terminé aceptando sin dudarlo. A pesar de ello, me sorprendió ver que Andrés salía del boliche con nosotros y se subía al mismo taxi. En voz baja, Ramiro me explicó que los dos vivían juntos y que por eso él se volvía con nosotros.
Llegamos a la casa y él me llevó directamente a su habitación. Yo salí unos segundos para ir al baño y tras lavarme un poco la cara, salí y vi que Andrés merodeaba por el comedor. Entré de nuevo a la habitación de Ramiro e intenté cerrar la puerta pero esta no cerraba. “Queda entreabierta” me aclaró él y la dejé lo más arrimada posible y me fui hasta la cama para acostarme con él. Enseguida volvimos a los besos y estos se pusieron cada vez más calientes. Escuchaba a Andrés dando vueltas por el comedor, yendo y viniendo hasta su habitación la cual estaba al lado de la que nos encontrábamos. Sabía lo que estaba queriendo hacer, de seguro deseaba ver lo que sucedía conmigo y con su amigo, pero me distraía la forma en la que lo estaba haciendo.
Ramiro parecía no molestarle y seguía con lo suyo como si nada. Pasó de besarme los labios a colocar su boca sobre mi cuello, mis hombros y mis brazos, humedeciendo cada centímetro de piel que tocaba. Cuando mi remera comenzó a molestarle, se deshizo de ella y la arrojó por la habitación para que cayera en el suelo. Rápidamente bajó hasta mis tetas y desprendiéndome del corpiño con brusquedad, las fue lamiendo y besuqueando hasta dejarlas todas mojadas y ponerme los pezones bien duritos. Mi miraba iba desde su cara de atrevido y morboso hasta la puerta entreabierta que de vez en cuando dejaba ver una sombra pasar de aquí para allí. Él se dio cuenta de eso y en vez de decirme algo, simplemente me regaló una sonrisa morbosa y siguió bajando por mi cuerpo hasta llegar a mis piernas.
Esa carita de depravado me puso muy caliente y por alguna razón supe que lo que se venía iba a ser muy bueno. Ramiro me abrió las piernas de par en par tras sacarme el short y corriendo la tanguita hacia un costado empezó a lamerme la concha a toda velocidad. Era algo bruto, es cierto, pero esa brusquedad inmensa me estaba volviendo loca y me estaba excitando cada vez más. Apoyé una de mis manos sobre su nuca en el mismo momento en el que su lengua rozó mi clítoris y le regalé un gemido para motivarlo un poco más. La puerta se abrió un poco más, pude oír el rechinar de esta y la sombra de Andrés yendo y viniendo se hizo aún más evidente. Lograba visualizar su figura cada vez que salía de la habitación y no entendía que era lo que tanto lo hacía ir y venir.
- ¡Qué mojada que estás!- Dijo Ramiro y sentí como escupía sobre mi conchita para luego meterme un dedo sin dar vueltas.
Mis gemidos se hicieron más poderosos y llamativos y era evidente que el otro chico de la casa los estaba escuchando. Seguramente también los disfrutaba y se calentaba con ellos, por lo que me esforcé de hacerlos cada vez más fuertes y llamativos, para captar su atención. Ramiro me cogía a toda velocidad con su dedo mientras que su boca iba y venía por mis muslos y de vez en cuando llegaba hasta mi conchita. Estaba muy excitada y muy caliente y no podía creer lo mucho que estaba gozando de toda esa situación. Mi cintura bailaba al ritmo de la lengua de mi amante y mis ojos no se despegaban de la puerta que dibujaba diferentes sombras cada vez que Andrés pasaba por ella. Lo hacía cada vez más lento y siempre miraba hacia adentro, a tal punto que nuestros ojos se cruzaron en el momento justo en el que Ramiro me coló por completo su dedo.
Se corrió de lugar y parándose en frente de la cama empezó a desvestirse a toda velocidad. Gateando por encima del colchón, me acerqué hasta él, me bajé de la cama y me arrodillé en frente suyo, dispuesta a saborear de su cuerpo de la misma forma que él había saboreado del mío. Su pija no era tan grande como la de Esteban, pero en ese momento se veía deliciosa y bien dura, por lo que la agarré con mi mano y tras pajearlo unos segundos mirándolo a los ojos, se la empecé a chupar. Lo hacía de la misma forma que él me había complacido a mí, bien rápido y furioso, como si no hubiese tiempo que perder. Mi cabeza iba hacia adelante y hacia atrás delante de su cuerpo y mis labios hacían desaparecer por completo su pija completamente dura que me llenaba toda la boca.
Entonces volví a escuchar como la puerta se abría por completo y pude ver entre las piernas de mi amante, las de su amigo. Andrés entró caminando detrás de Ramiro y sin disimularlo se paró al lado de este y observó lo que estábamos haciendo. Yo no me detuve ni un segundo, no lo hice para nada. Pero para asegurarse de que no dejara de chupársela, Ramiro apoyó su mano sobre mi nuca (como yo lo había hecho con él) e hizo una leve presión para que mis labios no se despegaran de su pija. “¡Vení Andy! ¡Sumate!” le dijo mi amante a su amigo y este rápidamente empezó a desnudarse. Sin embargo, Ramiro pareció darse cuenta de lo que había hecho y luego me miró a mí y me preguntó si me molestaba que Andrés se uniera a nosotros. Ya estábamos en el baile y yo no iba a dejar de bailar. Sin dejar de chuparle la pija, negué con la cabeza y el otro chico continuó sacándose la ropa hasta quedarse completamente desnudo.
Allí estaba, arrodillada frente a dos pibes completamente desconocidos, chupándole la pija a uno y acariciándole las piernas al otro para excitarlo. Andrés no tardó en ponerse tan al palo como Ramiro y fue entonces cuando decidí complacerlo a él. Sujetando ambas pijas con mis manos, los empecé a pajear rápidamente y levanté la cabeza para mirarlos. Los dos tenían una cara tremenda de pervertidos y de babosos que denotaba lo mucho que les calentaba esa situación. Pero seguramente ellos debían de estar viendo lo mismo que yo, pues yo estaba tan caliente en ese momento que no me importó obedecer a Ramiro tras su pedido de que le chupara la verga a su amigo. Giré la cabeza y me metí la pija de Andrés en la boca para chupársela un buen rato a él.
Así fui alternando entre una y la otra. Era un juego que claramente ellos ya habían hecho y que les encantaba, pues los dos se miraban y luego me miraban a mí con una sonrisa de oreja a oreja. Andrés la tenía más chica que su amigo y hasta me pareció más chiquita de lo normal. Pero en ese entorno y en ese momento yo disfrutaba las dos con mucho placer, jugando con mis labios y mi lengua sobre ellas y llenándolas de baba. Ramiro seguía con su mano sobre mi nuca y me iba guiando en el ritmo, así como también me llevaba la cabeza de una pija a la otra cuando quería que cambiara de persona. En un momento llegó a cambiar tan rápido, que ni bien me metía una verga en la boca, me hacía ir por la otra y así varias veces, algo que parecía calentarle muchísimo.
Pero la cosa se había puesto demasiado excitante y ya queríamos pasar al siguiente nivel. Ramiro buscó entre sus cosas un preservativo mientras yo me acostaba en la cama y luego se acomodó sobre mi cuerpo para metérmela de uno. Yo le regalé un nuevo gemido y él levantó mis piernas para apoyarlas sobre sus hombros y empezar a cogerme con muchísimas ganas. Movía su cintura hacia adelante y hacia atrás bien rápido, dándome duro y haciéndome sentir toda su pija en mi cuerpo. Me excitaba, me calentaba, me volvía loca de placer la forma en la que el pibe me cogía mientras yo pasaba mis manos por mi cuerpo, en especial mis pezones bien duros. Andrés se quedó observándonos unos segundos mientras se pajeaba y después se subió a la cama para sumarse al juego.
Se arrodilló muy cerca de mi cabeza y agarrándome del pelo de forma violenta, llevó mi boca hasta su pija para que volviera a chupársela. Ese trato rudo y fuerte de su parte me calentó aún más, pues me hacía sentir como una especie de puta que estaba allí para darles placer, un morbo que me calentó impresionantemente. Y es que ya antes había sentido algo similar, la noche en la que Esteban me hizo suya y me llenó la cola de nalgadas y la concha de dedos. Esa sensación me excitaba, me ponía como loca y me mojaba como nunca. Sentía la verga de Ramiro entrar y salir de mi cuerpo a toda velocidad mientras que Andrés me cogía la boquita moviendo su cintura hacia adelante y hacia atrás. Apenas podía gemir, apenas podía moverme, pero el calor de mi cuerpo aumentaba con cada segundo que pasaba.
Entonces Andrés quiso ir por más y acostándose boca arriba tras ponerse un preservativo, me pidió que lo montara y lo cogiera. Yo obedecí instantáneamente, sentándome sobre su cintura y clavándome su pija chiquita y dura en mi concha. Apenas podía sentirla, pero el placer que me invadía muy fuerte gracias a la situación que estaba viviendo. Al mismo tiempo que empecé a moverme hacia atrás y hacia adelante sobre el cuerpo del chico, su amigo se sentó detrás de mí y pegando su cuerpo al mío, me abrazó y clavó sus manos en mis tetas. Los dos nos movíamos aceleradamente y yo sentía su verga bien dura en mi cola. Sus labios recorrían mi cuello y mis hombros, pero noté como me mojaba toda cuando se acercó a mi oído y me dijo:
- ¡Dale pendeja puta! ¡Cogételo a mi amigo!
Sus palabras me pusieron tan loca que mi cintura se descontroló por completo. Al estar nuestros cuerpos pegados, él me siguió el ritmo y sus manos apretaron con más fuerza mis tetas, algo que me ponía como loca. Andrés me miraba completamente sorprendido, gozando a pleno lo que estábamos viviendo. Yo no daba más de la calentura, sentía todo mi cuerpo vibrar y mi piel temblar. “¡Dale putita! ¡Así! ¡Cogételo todo!” me decía Ramiro y mis manos empezaron a temblar sobre el pecho de Andrés. Noté como mis piernas se volvían locas y como mi concha se mojaba toda en un hermoso orgasmo que se apoderó de mí y me dejó completamente satisfecha.
Pero la noche todavía no había terminado y los chicos tenían ganas de seguir un rato más. Me obligaron a ponerme en cuatro y se colocaron cada uno de un lado. Ramiro fue primero atrás y sujetándome de la cintura, me cogió con ganas y me llenó nuevamente la conchita de su pija dura. Andrés se sacó el preservativo con mi acabada y me volvió a poner la pija en la boca, pero en esta oportunidad dejó que yo se la chupara de la misma forma que lo había hecho al principio. No tardaron en cambiar de posición y fue el amante oficial el que se colocó frente a mi cara y me prestó su verga para que la chupara como un chupetín al mismo tiempo que su amigo me cogía ferozmente.
Como Andrés no se puso un nuevo preservativo y me cogía piel a piel, no tardó en acabar. La sacó justo a tiempo para llenarme la cola de leche y pude sentir una gran descarga sobre mis nalgas que él abrió de par en par con sus manos. Su amigo lo felicitó luego de eso y Andrés se bajó de la cama para dejarnos nuevamente solos a Ramiro y a mí. Ya sin preservativo, me pidió si podía cogérmelo de la misma forma que lo había cogido a su amigo y hacerlo acabar de esa forma. “Ponete un forro” le dije con una sonrisa algo malvada y al parecer ese límite le gustó, pues me devolvió la sonrisa. Me habían tratado como querían, pero no iba a dejar que ninguno de los dos me acabara adentro. Una vez que se colocó el nuevo preservativo, se acostó en la cama y lo monté de la misma forma que lo había hecho con Andrés.
Apoyé mis manos sobre su pecho y él hizo lo mismo sobre el mío, buscando nuevamente mis tetas y jugueteando con mis pezones bien duros. Comencé a moverme a gran velocidad, yendo hacia adelante y hacia atrás para disfrutar al máximo de su pija. Notaba como el semen del otro chico me caía por la cola, metiéndose entre mis cachetes y llegando a mi conchita y a la pija de Ramiro. “¡Dale pendeja! ¡Dale putita! ¡Cogeme como te lo cogiste a Andy!” me decía él y yo me volvía loca yendo y viniendo cada vez más rápido. Mi cuerpo se encendió de nuevo, un segundo orgasmo estaba a punto de apoderarse de mí. Ramiro no paraba de decirme cosas y sus palabras me excitaban y me estimulaban muchísimo. “¡Dale putita! ¡Así! ¡Me encanta!” gritó y entonces los dos acabamos entre gemidos de placer.
Grité como loca y caí rendida sobre el cuerpo de Ramiro que estaba muy caliente. Su corazón latía a gran velocidad y pude ver la expresión de lujuria en su rostro mientras sentía como su verga descargaba sobre el preservativo. Entonces me acosté al lado de él y completamente excitada le dije que quería más, que quería seguir cogiéndomelos a los dos. Él sonrió y se levantó de la cama, diciéndome que iba al baño a limpiarse y que volvía con Andrés para seguir cogiendo. Mi corazón no paraba de bombear y la sonrisa en mi rostro se hacía cada vez más grande. Mientras los esperaba tocándome la conchita plenamente mojada, agarré mi celular y vi que tenía un mensaje de Carla que decía: “Vinieron los chicos y Esteban no paraba de preguntar por vos. A donde te fuiste?”. Fue en ese momento cuando lo decidí. No me importaba nada, me iba a coger al novio de mi mejor amiga.
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