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Capítulo 19.
El Juego de Celeste.
Lo que pasó con mi mamá y mi tía Cristela todavía me tiene consternado, a pesar de que ya pasaron dos días. Sin embargo, a pesar de eso, me di cuenta que me estoy adaptando muy bien al encierro… y eso se debe a todo lo que pasó, tuve la oportunidad de vivir momentos muy interesantes… y ahora que tengo acceso a mi propio cuarto, puedo divertirme con mis cosas. Me queda poco tiempo para aburrirme.
No hablé con mi tía sobre lo que pasó con mi mamá; pero sí tuve el enorme privilegio de que me volviera a chupar la pija, lo hizo anoche, antes de que nos fuéramos a dormir. ¡Dios, qué mujer! ¡Cómo la chupa! Le pone una pasión increíble… y me hace acabar en menos de cinco minutos. No sé cómo voy a aprender a aguantar más si ella me la chupa con esa intensidad; Cristela opina que, justamente, me tengo que acostumbrar a que me la chupen con esas ganas.
Por lo general no me gusta socializar mucho con mi familia en grupo, últimamente lo hago más; pero prefiero hablar con una a la vez. Sin embargo esta vez me acerqué a ellas porque las vi contentas, riéndose mientras tomaban mates, y no había rastros de mi prima Ayelén, era la única de la familia que no estaba. Justo llegué en el momento en que mi tía Cristela preguntaba por ella y Tefi respondió que estaba durmiendo en su cuarto. Eso nos daba varias horas de tranquilidad, Ayelén duerme como una morsa.
Me puse a tomar mates con ellas mientras intentaba no mirar demasiado la entrepierna de Macarena, a mi hermana se le ocurrió usar una tanga blanca muy transparente, y estaba sentada con las piernas subidas al sillón. Todas notaron que le veía la concha de una forma obscena, incluso Gisela lo notó; pero nadie le dijo nada. Tefi y Cristela también estaban en tanga, pero ellas estaban sentadas de una forma más discreta.
Mi mamá terminó de tomar un mate y dijo:
―Bueno, me voy a bañar.
Apenas salió del living, Gisela susurró:
―Al fin se va… no aguantaba más.
―¿Tanto odiás a mamá? ―Preguntó Macarena, con tono mordaz.
―No es por eso… lo que pasa es que no aguanto las ganas de preguntarle a la tía Cristela qué pasó con el asunto de las plantas. Porque discutieron feo… pero ahora mamá está hecha una seda, hasta la noto contenta… y las plantas siguen estando donde las dejó la tía.
―Tenés razón ―dijo Pilar―. No me había dado cuenta de eso. ¿Será que mamá se está drogando?
Todos nos reímos, porque esa idea era absurda. Mi mamá odia todo lo que tenga que ver con drogas, a menos que sean medicamentos emitidos bajo receta.
―No tienen por qué preocuparse ―dijo Cristela―. Ese asunto ya está resuelto. Incluso Nahuel me ayudó mucho ―mi tía me guiñó un ojo.
―¿Y cómo hicieron para que se calme? ―Preguntó Gisela.
―Em… este… ―¿Qué le iba a decir? ¿Que la tía la sometió y la obligó a que le chupe la concha y que después yo le acabé en la boca?―. Simplemente hablamos con ella. Tardamos bastante, pero al final logramos convencerla de que la idea de cambiar un poco el ambiente era buena y nos hacía bien a todos.
―En eso estoy de acuerdo ―dijo Tefi―. Me gusta el cambio. Quizás algún día podríamos cambiar la disposición de los sillones.
―Vamos de a poco ―dijo Cristela―, porque sino a tu mamá le va a dar una crisis de nervios.
―Estoy de acuerdo ―dijo Gisela―. Bueno, además del chisme, hay otra cosa que quería hablar con vos, tía. Tengo una buena noticia, pero no te ilusiones mucho, porque todavía no sé si se va a poder dar.
―Si son buenas noticias, me encantaría escucharlas.
―La cosa es así: le comenté Karla, a una de mis jefas, que vos sos peluquera… y una muy buena. Ella está aburrida por esta pandemia y quiere aprovechar el tiempo para aprender a hacer algo nuevo.
―¿Quiere que yo le enseñe a cortar el pelo?
―No exactamente. A ella no le interesa tanto el corte en sí, lo que quiere es aprender a hacer peinados. Dice que puede practicar con sus hijas, que tienen pelo largo; pero necesita alguien que le enseñe… y ahí es donde entrás vos. Ella gana muy bien y ya me tomé el atrevimiento de decirle: Mirá que mi tía no te va a cobrar barato.
―Esa es mi sobrina. ¿Ven ustedes? Aprendan de Gisela. Por eso ella es mi favorita ―las demás se rieron y Gisela se puso roja―. Esto me pone muy contenta, no solo porque me vendría re bien ganar unos pesos, sino porque me daría algo para hacer en esta pandemia de mierda. ¿Y ahora qué hay que hacer? ¿Querés que hable con tu jefa?
―Todavía no, antes quiero mostrarle los peinados que podés hacer. Estos días nos peinaste a todas, de formas raras, al menos una vez, y vi que nos sacaste fotos. Quiero pasarle esas fotos a mi jefa.
―Ah, me parece genial. Agarrá mi celu, las fotos están ahí. Buscá todas las que necesites.
―Genial ―Gisela agarró el celular y lo acercó a mi tía―. Desbloquealo.
―No está bloqueado. Simplemente deslizá el dedo para arriba y listo.
―Ah… ok… ―se puso a revisar las fotos mientras nosotros seguíamos tomando mates, la que los cebaba era Pilar y no me animaba a decirle que el agua ya estaba muy fría, y que la yerba estaba toda lavada. Pilar puede tener muchos talentos; pero cebar mates no es uno de ellos―. ¡Ay, tía! ¡Por favor! ―Exclamó Gisela, sobresaltándonos a todos―. ¿Qué es esto?
Ella le acercó la pantalla y mi tía respondió, tranquilamente:
―Esa soy yo. ¿No se nota?
―Sí, sé que sos vos, pero… ¿por qué tenés esto en tu celu?
―Mmm… ¿de verdad te lo tengo que explicar, Gise? ―Mi hermana volvió a ponerse roja.
―¿Qué es? ¿Qué encontraste? ―Preguntó Tefi, llena de emoción, me ganó por un segundo, porque yo estuve a punto de decir lo mismo.
―Em, nada… dejá.
―Podés mostrarles, Gise. A mí no me molesta. Estamos en confianza.
―Eso, Gise… podés mostrar ―le dijo Macarena, acercándose más a ella.
Se puso en cuatro patas en el sillón, para poder espiar la pantalla, y su culo entangado quedó apuntando directamente a mí, casi se me para la pija al ver cómo la tanga se le había encajado entre los labios vaginales. A Pilar, que estaba sentada a mi izquierda, también la sobresaltó esta imagen. Nuestros ojos sorprendidos se cruzaron y empezamos a reírnos como tarados. A Macarena no pareció importarle, ni siquiera se dio vuelta para mirarnos.
―¿Segura que no te molesta, tía? ―Preguntó Gisela.
―No me molesta. De verdad. Podés mostrarles.
Gisela giró la pantalla hacia nosotros y todos nos sorprendimos, pero yo fui el que más. Me quedé helado al ver en la pantalla a mi tía Cristela sonriendo… y con la cara llena de semen. Esa foto se la saqué yo la última vez que me chupó la verga. Me pidió que lo hiciera porque se quería quedar con un lindo recuerdo. En la imagen también se veía parte de mi verga, pero era el glande y un poco más. Rogué para que ninguna de mis hermanas fuera capaz de identificar mi verga, ya que todas me la vieron en alguna ocasión.
―¡Apa! ―Exclamó Macarena―. ¡Qué linda estás, tía! ¡Me encanta!
―A mí también me parece una foto muy linda ―aseguró Tefi.
Pilar y yo no dijimos nada, y a Gisela se la notaba sumamente incómoda.
―A mí me parece un poquito arriesgado tener estas fotos en el celu ―dijo la mayor de mis hermanas.
―¿Y vos qué, Gise? ―Preguntó Cristela―. ¿Me vas a decir que no tenés ninguna foto “picante” en tu celu?
―Yo… no, para nada ―dijo ella, roja de la vergüenza. Creo que todos nos dimos cuenta de que no estaba siendo sincera, pero fue Tefi la que lo dijo.
―Está mintiendo. Se le nota en la cara.
―Yo también creo que está mintiendo ―dijo Cristela―. Decime una cosa, Gise. Si yo reviso tu celular ―agarró el aparato―. ¿Con qué me voy a encontrar?
―¡No! ¡Dame!
Gise se lo quitó de la mano y mi tía no opuso resistencia.
―Decí la verdad ―la presionó Macarena―. ¿Tenés alguna foto “indecente” en tu celu?
Gisela miró para todos lados, estaba acorralada. Mis nervios aumentaron porque si ella aún tenía dentro del celular las fotos que nos sacamos juntos, entonces estaba metida en un gran lío.
―Si decís la verdad ―dijo Tefi―, te dejamos en paz. De lo contrario nos veremos obligadas a revisar tu celular.
Ella no tenía autoridad para hacer eso, sin embargo Gisela se lo tomó en serio.
―Nadie va a revisar mi celular.
―¿Eso quiere decir que sí tenés fotos de ese estilo? ―La pregunta la hizo Pilar.
―Em… sí, lo admito. Pero no se las voy a mostrar a nadie.
―¿A mí tampoco? ―Preguntó Macarena.
―A vos tampoco.
―Uy, eso me duele, hermanita. Después de las charlas que tuvimos… y de las fotos que me mostraste… ¿no me vas a dejar ver estas?
―No. Prefiero no mostrarte estas.
―Está bien, no te voy a obligar. Pero dejá en paz a la tía Cristela, si ella quiere tener fotos porno para hacerse la paja, está en todo su derecho.
―¡Ay, Maca! ―Exclamó Gisela―. No digas eso de la tía.
―A mí no me ofende ―aseguró Cristela―. Porque es la verdad, tengo esas fotos para cuando me dan ganas de hacerme la paja.
―¿Y lo decís así, frente a Nahuel? ―Preguntó Gisela.
―¿Por qué no? El chico ya es grande… y compartimos el cuarto… ya me vio varias veces en concha. Nahuel vive rodeado de conchas, va a ser mejor que se acostumbre a verlas como algo natural.
―Estoy totalmente de acuerdo ―dijo Macarena.
Por la cara que puso Gisela, fue evidente que la idea no le gustó mucho. Pero no dijo nada al respecto, quizás entendió que si se metía en ese terreno tan difícil, no saldría bien parada.
―A mí lo que más me sorprende es que Gisela haya admitido que tiene fotos porno de ella ―dijo Tefi―. No te tenía en esas, hermanita ―le guiñó un ojo.
Gisela se puso tan tensa que pude notar el momento justo en el que los músculos de su cara se paralizaban.
―Sí, a mí también me sorprendió mucho ―Aseguró Pilar―. ¿Y de qué tipo de fotos estamos hablando? ¿Fotos que te sacás vos solita para mandárselas a alguien, o son fotos en las que estás… acompañada?
―No les importa ―dijo Gisela―. Son fotos privadas.
―Che, no la molesten ―Cristela habló con tono maternal―. Si quieren que Gise se suelte un poquito, esta no es la forma de lograrlo. Así solamente la van a poner más nerviosa. Ya saben que a ella la pone incómoda hablar de estos temas…
―Muy incómoda ―dijo Gise.
―Está bien, no pregunto más ―se lamentó Pilar―. Solo me da curiosidad, justamente porque ella casi nunca habla de temas sexuales.
―Es que no me gusta hablar de estos temas, mucho menos frente a tanta gente. Siento que estoy siendo juzgada todo el tiempo.
―Nadie te está juzgando, Gise ―Macarena habló con el tono de una psicóloga… aunque estuviera en tanga―. Yo también tengo el celu lleno de fotos porno… sola y acompañada. No veo nada de malo en eso. ―De pronto empecé a sentir un gran interés por el contenido del celular de Macarena. ¿Qué me está pasando con las mujeres de mi familia?―. Pero no te preocupes, nadie te va a obligar a hablar de eso. Sin embargo, si algún día tenés ganas de charlar, sobre el tema que sea, sabés que podés contar conmigo.
―¿Esto aplica a todas tus hermanas? ―Preguntó Pilar.
―Por supuesto ―dijo Maca, dándose la vuelta―. Para todos… incluyendo a Nahuel.
―Bueno, yo quiero hablar con vos ―dijo Pilar.
―¿Ahora?
―De ser posible, sí.
―Ok, dale… vamos a mi pieza.
Las dos se estaban yendo cuando Gisela se puso de pie y dijo:
―Nahuel. ¿Podés venir a mi pieza? Te quiero comentar algo.
―Ay, ¿nos abandonan todos? ―Preguntó Cristela.
―No, tía. Yo me quedo ―dijo Tefi, con una gran sonrisa―. De paso… yo también quiero hablar con vos sobre una cosita.
―Um… qué misterio ―dijo mi tía―. Hoy todos tienen “algo de qué hablar”... y en privado.
―¿Vamos, Nahuel? ―Gisela comenzó a caminar.
―Sí, ya voy ―dije, poniéndome de pie de un salto y dejando en evidencia que mi verga se estaba poniendo dura.
Culpo por eso a la concha de Macarena que no hace más que morder tangas. Mi tía siguió mi bulto con su mirada y una sonrisa picarona.
Entramos a la pieza de Gisela y ella se sentó en la cama.
―¿De qué querías hablar? ―Le pregunté, mientras cerraba la puerta.
―Antes quiero aclarar una cosa: las fotos que tengo en el celular son las que sacamos la vez pasada. No quiero que pienses que tengo otras cosas.
―Me imaginé que eran esas fotos. No pensé otra cosa.
―Muy bien. El tema del que te quiero hablar está relacionado con eso. Como ya te imaginarás, a Celeste le encantaron las fotos que le pasé. Me dijo que sirvieron para “alimentar su fantasía”. Esa chica está un poquito mal de la cabeza, pero no lo hace con malas intenciones. Es solo que ella está tan acostumbrada al sexo que necesita emociones más fuertes. Por eso le gusta tener fotos mías con tu verga cerca. Ella asegura que la excita verme en ese contexto… y más si es con la verga de mi hermano.
―¿Y a vos eso te molesta?
―Justamente de eso quería hablar. A mí no me agrada mucho sacar esas fotos, pero entiendo por qué Celeste me las pide.
―¿Te pidió más?
―Sí. Quiere más fotos como esas y yo le dije que solamente accedería si vos estabas de acuerdo.
―A mí no me molesta, pero… antes me gustaría que me expliques por qué le mandarías esas fotos. Es decir, no me gustaría que te sintieras obligada a hacerlo.
―No, ella no me obliga. Solo me lo sugiere. Pero sus sugerencias suelen venir acompañadas de “recompensas” o condiciones. Como la última vez, que me dijo que se le pasaría el enojo que tenía conmigo si le mandaba esas fotos. Ahora me ofreció otra cosa.
―¿Acostarse con vos?
Gisela bajó la mirada, si no hubiera tenido las mejillas rojas, creo que se le hubieran puesto de ese color.
―Celeste es una chica preciosa, no lo voy a negar.
―Si esto te ayuda a conseguir algo con ella, entonces yo estoy dispuesto a ayudarte.
―¿De verdad? ―Me preguntó, sonriendo.
―Sí, Gise. Haría cualquier cosa por vos.
―Ay, sos un amor ―se levantó y me dio un fuerte abrazo, sus grandes tetas me quedaron contra la cara y casi me asfixiaron. Fue una linda sensación―. Entonces te cuento que sí, las recompensas de Celeste tienen que ver un poquito con eso. Ella es muy abierta con el sexo… y no te voy a negar que tuvimos un pequeño historial previo. Sin embargo nunca accedió a acostarse conmigo… dice que antes quiere lograr que yo me abra un poquito más con los temas sexuales. Porque me cuestan mucho. Te lo digo a vos porque estamos en confianza.
―Sí, a mí también me cuesta mucho abrirme con esos temas, pero de a poco estoy aprendiendo. Y no hace falta que me digas más nada, ahora que sé que es por una buena causa, estoy dispuesto a ayudarte. ¿Qué tengo que hacer?
―Esperá, antes te comento una cosita… para que te sientas… em… inspirado. Las recompensas no son solo para mí. Celeste está dispuesta a recompensarte a vos también.
―¿Querés decir que si le mando estas fotos también se va a acostar conmigo? ―Pregunté, lleno de ilusión.
―Ay, Nahuel… creo que Celeste quiere coger con vos desde que vio la primera foto de tu verga. Eso ya lo tenés prácticamente garantizado. Si no te cogió hasta ahora, es por la puta pandemia. Pero cuando puedan verse en persona, estoy segura de que te va a invitar a pasarla lindo. Las recompensas de las que me habló tienen que ver con ciertos detalles…
―¿Detalles como cuáles?
―Em… te lo repito más o menos como me lo dijo ella: “Si me mandan fotitos interesantes de ustedes dos, puede que yo le entregue la cola a tu hermano ―Abrí los ojos como platos―. Y también podría recompensarlo de otras maneras, si las fotos son muy pero muy buenas, quizás invite a una amiga para que nos acompañe”. ¿Entendés lo que eso significa, Nahuel? Y te aseguro que Celeste habla en serio.
Tuve que sentarme en el borde de la cama. Miré el piso durante unos segundos y dije:
―¿Voy a hacer un trío con Celeste y una amiga de ella?
―¿Eso te pone nervioso?
―Mucho… pero… ¡me encantaría hacerlo!
Ella me envolvió maternalmente con un brazo.
―Y a mí me encantaría que tuvieras esa oportunidad. Seamos sinceros, ¿a qué hombre no le gustaría hacer un trío con dos mujeres? Por eso quiero hacer esto, Celeste podrá ser muchas cosas, pero no es una mentirosa.
―Yo también quiero ayudarte a vos ―aseguré―. Y lo digo de verdad. La idea de hacer un trío con dos mujeres me entusiasma mucho, pero de verdad quiero que tengas la oportunidad de estar con ella. Si Celeste es una pervertida, vamos a darle lo que busca.
―Muy bien, hermanito, me alegra que nos hayamos entendido. ¿Estás listo?
―Sí, ¿y vos?
―No, para nada. Pero nunca voy a estar lista para algo como esto, simplemente tengo que hacerlo y no pensar demasiado. Celeste dice que mi problema con el sexo es que pienso demasiado en las consecuencias negativas y no me permito disfrutar de las cosas buenas.
―Eso suena como algo que diría Macarena.
―Maca opina lo mismo. Así que bueno, pasemos a las fotos, no quiero tener tiempo para arrepentirme.
Gisela se puso de pie y en rápidos movimientos se despojó de su remera y se desabrochó el corpiño. Sus grandes tetas me saludaron y sus pezones parecían mirarme fijamente. Eran tan lindas que hasta estuve tentado a decirles: “Hola, preciosas”.
―Creo que Macarena tiene razón en otra cosa ―dijo Gisela.
―¿En qué?
―En que mientras más tiempo pase en tetas frente a alguien de mi familia, más sencillo se me hace.
―Muy cierto, yo ya me acostumbré a ver las tetas de Macarena.
―¿Y las mías? ¿Te ponen incómodo?
―Un poquito ―dije, sonrojándome. Ella sonrió maternalmente.
―No te preocupes, que yo me siento igual. Vení, vamos a sacarnos una foto juntos, frente al espejo.
Ella tiene un gran espejo junto al ropero, se puso de pie frente a él y admiró su cuerpo. Se quitó el pantalón y solamente le quedó una prenda de vestir: una tanga blanca de algodón bastante sencilla. Esa tanga hubiera lucido como un bikini en una chica más menudita, pero con lo voluptuosa que es Gisela, ese pequeño pedacito de tela no hacía mucho por cubrir su anatomía. Incluso se podía ver buena parte de su pubis, el cual estaba perfectamente depilado.
―Parate atrás mío y agarrame las tetas.
―¿Qué?
―Sí, lo que escuchaste, Nahuel. Esto no es para tanto, al fin y al cabo Macarena también me agarró las tetas…
―¿Y no te pone incómoda que lo haga yo, que soy hombre?
Ella meditó su respuesta durante un segundo, luego dijo:
―No, al contrario. Me pone más incómoda que lo haga una mujer… ya te imaginarás por qué.
―Entiendo.
―Además, vos sos mi hermanito. Así que dale, sin miedo. Sacamos un par de fotos y pasamos a otra cosa.
Me coloqué detrás de ella, como me lo pidió. Tomé aire y me dije a mí mismo: “Vamos, Nahuel, no son las primeras tetas que vas a tocar”. Sin embargo, al tratarse de Gisela, sentí que estaba haciendo algo indebido. Como si estuviera tocando a mi propia madre… y es curioso, porque esta sensación es más fuerte con Gisela que con mi mamá.
Esos grandes pechos se sintieron como la gloria. No quise apretar mucho, pero, instintivamente, mis dedos se cerraron sobre ellos. Era como acariciar una masa tibia y blanda.
―Un poquito más fuerte ―dijo Gisela―. Que se note que me las estás apretando.
Al hacer fuerza también arrimé más mi bulto a su cola, y esto fue suficiente para que mi amigo comenzara a despertarse.
―Perdón ―dije, apenado.
―No te preocupes, Nahuel… si se te pone dura, mejor. La vamos a necesitar así.
Gisela meneó un poco la cola, como si con eso quisiera acelerar el proceso de erección… y lo logró. Mi verga se puso como un garrote y quedó encajada entre sus nalgas. Ella se apresuró a tomar tres o cuatro fotos con su celular.
―Bueno, listo. ¿Ahora qué otra cosa podemos probar? ―Preguntó.
―No sé… eso depende de lo que vos estés dispuesta a hacer.
―Y… no mucho. Pero sé que solo con esto no vamos a dejar conforme a Celeste. Esa chica siempre pide más. Vení, acostate en la cama. Vamos a hacer una foto bastante picante.
―¿Como cuando simulaste estar por meterte mi verga en la boca?
―Algo así…
Me acosté boca arriba en la cama y mi hermana se encargó de quitarme el pantalón. Mi verga rebotó en libertad. Ella la miró como si fuera un alien. Aún no estaba acostumbrada a verme la pija. Sin embargo eso no le impidió seguir adelante con su plan. Me alcanzó el celular y se colocó encima de mí, con sus tetas colgando. Apoyó uno de sus pezones sobre mi glande y de inmediato mi verga se puso feliz. Nunca creí que algo tan sutil como el roce de un pezón podría provocar sensaciones tan fuertes. Ella me hizo señas para que tomara fotos y eso mismo hice. Luego, sin previo aviso, colocó mi verga entre sus tetas y la apretó con ellas. Casi me muero de un infarto en la chota. Si hubiera apretado un poco más fuerte, le hubiera dejado la cara y las tetas llenas de leche. Me contuve de milagro.
Gisela sonrió a la cámara con una picardía que no suele ser característica de ella, era como si estuviera interpretando un personaje en una obra. Me apresuré a sacar fotos de ese momento porque no quería que ocurriera un accidente. Por suerte Gisela se apartó, lo cual me dio tiempo para relajarme un poco.
―Esas fotos le van a gustar ―aseguró―. Pero tenemos que hacer algo más. No soy muy buena con esto, especialmente teniendo en cuenta que mi experiencia con el sexo no es la más prolífica. ¿Se te ocurre algo?
―Emm… no sé ―esa respuesta era muy estúpida, ella se estaba esmerando mucho y yo quería poner mi parte. Estrujé mi cerebro y dije―. Pensá que estamos sacando fotos para Celeste. ¿Hay algo que a ella le guste mucho? Que le genere cierto morbo.
―Todo le da morbo a esa puta. Pero ya sé a qué te referís. ¿Viste que te dije que entre ella y yo hay un poquito de historial?
―Ajá… no sé qué pasó entre ustedes, y no voy a preguntar. Pero si vos querés contarme algo, te escucho.
―Bueno, espero que no te quedes con una mala imagen de tu hermana después de lo que te voy a contar.
―Gise, ni siquiera tengo una mala imagen de Macarena, y ella ya me contó algunas… cositas.
―Mmm… no sé qué tanto te habrá contado, pero conozco las andanzas de Maca. Son peores que las mías. Mucho peores.
―Entonces contame sin miedo.
―Está bien. Esto pasó una noche… em… solo digamos que había un tipo y Celeste… se la estaba chupando. Me estaba mostrando lo bien que se sentía chupar una verga. Hasta ese momento yo no lo había hecho nunca. Se puede decir que fue mi primera verga…
―¿Vos también se la chupaste? ―Pregunté, sorprendido.
―Ay, creo que lo conté mal. Bueno, sí… ya es obvio que yo también lo hice… pero lo hice porque Celeste me lo pidió. Ella insistió mucho. Me dijo que me ayudaría a soltarme un poquito. Y bueno, me puse de rodillas frente al tipo… y se la chupé. Ni siquiera lo hice tan bien como ella, pero no recibí quejas del tipo.
―Sería un imbécil si se quejara de que una chica tan hermosa le está chupando la verga.
―Ay, gracias… sos un amor. Para mí fue un momento difícil, me puse muy nerviosa… tan nerviosa que ni siquiera corrí la cara cuando el tipo… ya sabés…
―¿Acabó?
―Sí…
―Mmm… me imagino cómo habrás quedado.
―Con toda la cara blanca… y las tetas también, porque tenía las tetas fuera de la camisa… también por petición de Celeste.
―¿Te molestó que te acabaran en la cara?
―Más que molestarme, me sorprendió. No tuve mucho tiempo para analizar la situación, porque casi enseguida pasó algo aún más impactante. Me puse de pie y Celeste se me acercó. Estaba tan emocionada por verme llena de leche que se mandó directamente a una de mis tetas… y empezó a chupármela. Quiero que entiendas que para mí fue un momento muy lindo, especialmente porque nunca antes Celeste se había mostrado tan… amorosa conmigo. Y no solo me chupó las tetas, sino que también me pasó la lengua por la cara… y una cosa llevó a la otra. Terminamos las dos abrazadas, besándonos como si fuéramos novias. Nos re olvidamos del tipo.
―Se nota que Celeste te gusta mucho.
―Me gusta en un sentido sexual, y la aprecio como amiga. Pero no me involucraría con ella en un sentido romántico. No es una chica de la cual una deba enamorarse. Y de paso te lo voy advirtiendo a vos. Podés coger con ella todo lo que quieras, pero no seas tan boludo de enamorarte, porque Celeste se aburre rápido de los hombres, a los tres meses posiblemente se busque otro. El marido debe ser el tipo más cornudo de la ciudad.
―Sí, hasta me da un poco de pena el tipo… y eso que ni siquiera lo conozco.
―Me pasa lo mismo y eso me hace sentir culpable. Pero creeme cuando digo que Celeste me gusta mucho. Tiene una actitud sexual que puede cautivar a cualquiera, creo que por eso la admiro tanto, porque a mí me cuesta horrores ser así. De no ser por ella nunca me hubiera animado a chupársela al tipo, y me hubiera perdido el lindo momento que vino después. Además ese día descubrí que a Celeste le da mucho morbo el semen. Me dijo que no tuvo prejuicios al chuparme las tetas porque si hay semen de por medio, ella me chuparía toda. ―Gisela soltó una risita―. De haberlo sabido, hubiera dejado que el tipo me acabara en otra parte…
Me resultaba muy extraño escuchar a Gisela hablando de sexo, incluso a pesar de lo mucho que el tema sexual pasó a formar parte de mi vida. Simplemente a mi cerebro le cuesta unir a Gisela con temas sexuales, aunque ella misma me los esté contando.
―Es una historia muy interesante ―dije, algo aturdido por las imágenes que poblaron mi mente.
―Sí… y no sé por qué te la conté. Simplemente se me vino eso a la cabeza… pero de acá no podemos sacar ninguna idea para las fotos. Bueno, técnicamente sí… pero es una idea muy descabellada. Aunque a ella le encantaría, se volvería loca si me ve con la cara llena de leche… y más si es la de mi hermano; porque así es de morbosa. Cuando le mandé las fotos de la otra vez me dijo como veinte veces que se hizo la paja imaginando que yo te chupaba la verga a vos. ¡Ah, ya sé! Se me ocurrió otra cosa. Porque eso del semen es demasiado, así que mejor probemos con algo más sencillo.
Gisela dio media vuelta, se puso en cuatro sobre la cama y su enorme culo quedó apuntando hacia mí.
―Vení, acercate ―dijo―. Pone la verga entre mis nalgas, eso le va a gustar a Celeste.
―¿Segura?
―No sé, Nahuel, no me preguntes si estoy segura. Vos hacelo… a menos que tengas un problema.
―No, por mí no hay drama. Lo dije por vos.
―Si yo te propongo algo, no lo pongas en duda, porque me hacés dudar a mí y es peor.
―Sí, tenés razón. Bueno, allá voy.
Me puse de rodillas detrás de ella, agarré mi verga erecta y la coloqué entre las nalgas de Gisela, apuntando hacia el techo. La imagen fue de lo más pornográfica, de verdad parecía que estábamos haciendo algún jueguito previo, preparándonos para coger. Saqué varias fotos y debo admitir que me dio morbo ver cómo mi verga quedaba encajada entre esas grandes nalgas.
―Apuntá a la concha ―dijo Gisela.
―E… ―estuve a punto de preguntar otra vez si estaba segura, pero rápidamente esquivé esa pregunta―. Está bien.
Sostuve mi verga con firmeza, me palpitaba muy fuerte. Apunté hacia su vagina y pude sentir el calor de su sexo a través de la tela de la tanga.
―Empujá un poquito, para que se marque bien la concha, eso le va a gustar a Celeste.
Gisela levantó más la cola y yo presioné. Se sintió de maravilla, casi como cuando le clavé la verga a Tefi… o a mi tía Cristela. Era como si estuviera penetrando a Gisela, con la diferencia de que la tanga impedía que mi verga entrara.
―¿Por qué no le hacemos un pequeño video? ―Sugirió Gisela―. Ponete a grabar mientras movés un poquito la verga.
―Dale.
Sabía que para ella este era un momento difícil, por lo que no dudé, quería que todo terminara lo antes posible, aunque yo lo estuviera disfrutando mucho. Puse la cámara en modo grabación e hice lo que mi hermana me pidió. Sujeté mi verga como si fuera una cachiporra y comencé a moverla para arriba y para abajo, trazando con mi glande la división de la concha de Gisela. Para colmo ella estaba muy cerca, lo que provocaba que mi verga entrara con lo justo entre sus labios, y con bastante presión. Podía sentir cómo su concha se abría al pasar mi glande.
No sabía cuánto tiempo debía grabar, estuve a punto de cortar cuando vi que Gisela ponía una mano debajo de su sexo y comenzaba a frotarse. Este movimiento, sumado al de mi verga, hicieron que la diminuta tanga comenzara a moverse lo suficiente como para que buena parte de la concha de Gise quedara a la vista, al menos por un segundo. Esos momentos fugaces de exposición me calentaron muchísimo. Tanto que…
―Gise… em… estoy por acabar.
―Ah… este… ay… poné pausa…
―Listo.
―Decime, Nahuel. ¿Qué tantas ganas tenés de hacer cositas con Celeste?
―Muchísimas. Sé que te da miedo que yo empiece a coger con una mina así, tan experimentada; pero me tiene loco…
―Y a mí también. Los dos nos morimos de ganas de coger con ella, así que… vamos a darle un pequeño gran regalo. ―Se dio vuelta y quedó acostada boca arriba, mirando hacia el techo―. Quiero que me acabes en las tetas. Y no me preguntes si estoy segura, solamente hacelo. Dale. Y grabalo… ah, y por favor no hagas mucho caso de las cosas que yo diga. Todo es una pequeña actuación, para Celeste. ¿Entendido?
―Sí, entendido.
―Entonces, dale, prendé la cámara y vení. Ponete arriba mío.
No me dio tiempo a nada.
Apenas me coloque sobre ella, Gisela agarró mi verga, sonrió a la cámara y dijo:
―Mirá, Celeste… ¿vos querías verme con las tetas llenas de leche otra vez? Acá tengo un regalito para vos.
Empezó a masturbarme con fuerza, con la clara intención de hacerme acabar. Estuvo dándole a la manija durante unos segundos y empecé a notar que se estaba poniendo incómoda. Me miró como si me estuviera preguntando mentalmente: “¿Dónde está la leche?”. Y la leche no salía. ¿Será porque me puse nervioso? Es lo más probable.
Gisela aceleró el ritmo de la paja y sus enormes tetas empezaron a sacudirse rápidamente, fue un espectáculo maravilloso, me imaginé que así se vería Gise mientras alguien se la cogía con fuerza. Aunque no sé si eso ocurrió alguna vez.
Sus pechos se llenaron de pequeñas perlitas de sudor y justo cuando ella bajó la guardia, el primer chorro de semen saltó, y lo hizo con tanta potencia que fue a caer directamente entre sus labios, la nariz y la frente. Una línea vertical que le cruzó casi toda la cara. Después la siguió otra descarga, que también la tomó por sorpresa y marcó una “X” en el puente de su nariz. Fue un orgasmo muy potente y lo disfruté un montón, porque ella no dejó de masturbarme.
Con las próximas descargas apuntó mejor y esta vez sí el semen fue a parar a sus tetas. Creí que esto me causaría menos morbo que ver su cara llena de leche, pero no fue así. Por alguna razón me gustó lo mismo. Sus tetas cubiertas con irregulares líneas de semen se veían hermosas.
Por motivos como este amo la cuarentena cada día más. Me sirvió para intimar con todas las mujeres de mi familia y ser el único varón me da una gran ventaja. Sin embargo nunca imaginé que terminaría eyaculando sobre las tetas de Gisela.
―Uf… ¡Cuánta lechita tiene la pija de mi hermano! ¿Qué esperás, Celeste? ¿Vas a venir a pasarme la lengua? ―Gisela lamió el semen que estaba sobre sus labios―. Mmmm… está muy rica. Tenés que probarla. Nahuel se muere por llenarte la boca de leche, ya le conté que vos te la tomás toda.
Esa no parecía ser Gisela, me quedé muy confundido. Era como ver a otra persona, como si mi hermana mayor estuviera interpretando un personaje… en una película porno.
―¿Queda otro poquito de leche? Para probar… ―dijo, con una cara de viciosa que yo jamás había visto en ella. Siguió masturbándome hasta que saltó un último y tímido chorro de semen, pero esta vez Gisela se acercó y permitió que la descarga cayera dentro de su boca―. Mmm… sí, ¡qué rica está! Por esto quiero tanto a mi hermanito, me puede dar de tomar la leche todo lo que quiera.
Me aparté lentamente de ella y justo cuando le iba a preguntar si esto ya era suficiente, para apagar la cámara, ella se quitó la tanga. Lo hizo tan rápido que casi ni la vi volar lejos de la cama. Abrió sus piernas, levantando las rodillas, y empezó a frotarse la concha con intensidad. Gisela tiene unos muslos muy generosos, al estar así de abierta brinda una imagen sumamente atrayente. Dan ganas de tirarse sobre ella y clavarle toda la pija. No lo hice, por supuesto; pero sí apunté la cámara a su vagina y grabé la masturbación.
Pero no me quedé allí, filmé todo su cuerpo, especialmente sus tetas, que se sacudían mostrando esas irregulares líneas de semen. En ese momento amé a mi hermana más que nunca, ella me estaba demostrando lo que era capaz de hacer para que yo pudiera cumplir mi deseo de estar en la cama con Celeste y otra chica más… y sí, también me mostró que ella se moría de ganas por coger con Celeste. Eso me dio bastante morbo. Me encantaría ver a Gisela participando de una escena lésbica. Quizás, como nos tenemos tanta confianza, le pueda pedir que grabe todo lo que pase entre ella y Celeste y que me lo muestre.
Sin embargo eso puede esperar, dudo mucho que veamos a la rubia en un futuro próximo. Mi madre sigue aterrada con la pandemia y quiere que hagamos un confinamiento sumamente estricto. Vamos a necesitar mucho tiempo para convencerla de que permita al menos una visita… o que Gisela o yo podamos salir a encontrarnos con Celeste.
De todas maneras no me quejo, en mi casa pasan cosas interesantes prácticamente todos los días.
―Uy, perdón ―dijo Gisela, deteniendo su masturbación―. Me dejé llevar.
―Ya corté la grabación.
―No sé qué hice… perdí la noción de lo que estaba ocurriendo… me re sarpé.
―Quedate tranquila, Gise. Al fin y al cabo conseguimos el video que queríamos.
―No sé si se lo voy a mandar a Celeste. Me parece demasiado ―habló mientras se limpiaba las tetas con las sábanas―. No sé cómo permití que mi hermano me acabara en la cara… ¿qué mierda hice? ¿Por qué me pasan estas cosas a mí?
―Tranquila, Gisela, ya pasó. ―No sabía qué otra cosa podía decirle―. Y creo que deberías mandarle el video a Celeste, porque le va a encantar. Además… eso le daría un poco de sentido a todo lo que pasó. ¿No te parece?
―Em… sí, tenés razón. Si no se lo mando, todo esto sería inútil, y me sentiría todavía peor. Me da mucha vergüenza que me hayas visto en este estado, pero…
―No tenés que decir nada, Gisela. A mí no me molestó ni un poquito lo que vi. Vos misma me avisaste que ibas a decir cosas que no dirías en una situación normal. Así que, tranquila…
―Bueno… gracias, Nahuel. Me ayudaste un montón.
―Y vos a mí. Yo también le tengo ganas a Celeste.
―No me refiero solo a las fotos para Celeste. Me ayudaste mucho más de lo que te imaginás. En otro momento vamos a hablar bien de eso. Por ahora… me gustaría estar sola, si no te molesta.
―Para nada. Es tu pieza. Además hace rato que no molesto a Tefi, voy a ver qué anda haciendo y si le puedo robar la Play… porque últimamente esa piba piensa que la Play es de ella.
―Mientras no terminen peleando…
―Nah, ya nos estamos entendiendo mejor. No te preocupes. Nos vemos, hermana. Que andes bien.
Me puse la ropa y me apresuré a salir de ahí. No quería incomodarla más.
Diario de Cuarentena:
<Tanta concha me está volviendo loco. ¡Necesito coger… urgente!>
Capítulo 19.
El Juego de Celeste.
Lo que pasó con mi mamá y mi tía Cristela todavía me tiene consternado, a pesar de que ya pasaron dos días. Sin embargo, a pesar de eso, me di cuenta que me estoy adaptando muy bien al encierro… y eso se debe a todo lo que pasó, tuve la oportunidad de vivir momentos muy interesantes… y ahora que tengo acceso a mi propio cuarto, puedo divertirme con mis cosas. Me queda poco tiempo para aburrirme.
No hablé con mi tía sobre lo que pasó con mi mamá; pero sí tuve el enorme privilegio de que me volviera a chupar la pija, lo hizo anoche, antes de que nos fuéramos a dormir. ¡Dios, qué mujer! ¡Cómo la chupa! Le pone una pasión increíble… y me hace acabar en menos de cinco minutos. No sé cómo voy a aprender a aguantar más si ella me la chupa con esa intensidad; Cristela opina que, justamente, me tengo que acostumbrar a que me la chupen con esas ganas.
Por lo general no me gusta socializar mucho con mi familia en grupo, últimamente lo hago más; pero prefiero hablar con una a la vez. Sin embargo esta vez me acerqué a ellas porque las vi contentas, riéndose mientras tomaban mates, y no había rastros de mi prima Ayelén, era la única de la familia que no estaba. Justo llegué en el momento en que mi tía Cristela preguntaba por ella y Tefi respondió que estaba durmiendo en su cuarto. Eso nos daba varias horas de tranquilidad, Ayelén duerme como una morsa.
Me puse a tomar mates con ellas mientras intentaba no mirar demasiado la entrepierna de Macarena, a mi hermana se le ocurrió usar una tanga blanca muy transparente, y estaba sentada con las piernas subidas al sillón. Todas notaron que le veía la concha de una forma obscena, incluso Gisela lo notó; pero nadie le dijo nada. Tefi y Cristela también estaban en tanga, pero ellas estaban sentadas de una forma más discreta.
Mi mamá terminó de tomar un mate y dijo:
―Bueno, me voy a bañar.
Apenas salió del living, Gisela susurró:
―Al fin se va… no aguantaba más.
―¿Tanto odiás a mamá? ―Preguntó Macarena, con tono mordaz.
―No es por eso… lo que pasa es que no aguanto las ganas de preguntarle a la tía Cristela qué pasó con el asunto de las plantas. Porque discutieron feo… pero ahora mamá está hecha una seda, hasta la noto contenta… y las plantas siguen estando donde las dejó la tía.
―Tenés razón ―dijo Pilar―. No me había dado cuenta de eso. ¿Será que mamá se está drogando?
Todos nos reímos, porque esa idea era absurda. Mi mamá odia todo lo que tenga que ver con drogas, a menos que sean medicamentos emitidos bajo receta.
―No tienen por qué preocuparse ―dijo Cristela―. Ese asunto ya está resuelto. Incluso Nahuel me ayudó mucho ―mi tía me guiñó un ojo.
―¿Y cómo hicieron para que se calme? ―Preguntó Gisela.
―Em… este… ―¿Qué le iba a decir? ¿Que la tía la sometió y la obligó a que le chupe la concha y que después yo le acabé en la boca?―. Simplemente hablamos con ella. Tardamos bastante, pero al final logramos convencerla de que la idea de cambiar un poco el ambiente era buena y nos hacía bien a todos.
―En eso estoy de acuerdo ―dijo Tefi―. Me gusta el cambio. Quizás algún día podríamos cambiar la disposición de los sillones.
―Vamos de a poco ―dijo Cristela―, porque sino a tu mamá le va a dar una crisis de nervios.
―Estoy de acuerdo ―dijo Gisela―. Bueno, además del chisme, hay otra cosa que quería hablar con vos, tía. Tengo una buena noticia, pero no te ilusiones mucho, porque todavía no sé si se va a poder dar.
―Si son buenas noticias, me encantaría escucharlas.
―La cosa es así: le comenté Karla, a una de mis jefas, que vos sos peluquera… y una muy buena. Ella está aburrida por esta pandemia y quiere aprovechar el tiempo para aprender a hacer algo nuevo.
―¿Quiere que yo le enseñe a cortar el pelo?
―No exactamente. A ella no le interesa tanto el corte en sí, lo que quiere es aprender a hacer peinados. Dice que puede practicar con sus hijas, que tienen pelo largo; pero necesita alguien que le enseñe… y ahí es donde entrás vos. Ella gana muy bien y ya me tomé el atrevimiento de decirle: Mirá que mi tía no te va a cobrar barato.
―Esa es mi sobrina. ¿Ven ustedes? Aprendan de Gisela. Por eso ella es mi favorita ―las demás se rieron y Gisela se puso roja―. Esto me pone muy contenta, no solo porque me vendría re bien ganar unos pesos, sino porque me daría algo para hacer en esta pandemia de mierda. ¿Y ahora qué hay que hacer? ¿Querés que hable con tu jefa?
―Todavía no, antes quiero mostrarle los peinados que podés hacer. Estos días nos peinaste a todas, de formas raras, al menos una vez, y vi que nos sacaste fotos. Quiero pasarle esas fotos a mi jefa.
―Ah, me parece genial. Agarrá mi celu, las fotos están ahí. Buscá todas las que necesites.
―Genial ―Gisela agarró el celular y lo acercó a mi tía―. Desbloquealo.
―No está bloqueado. Simplemente deslizá el dedo para arriba y listo.
―Ah… ok… ―se puso a revisar las fotos mientras nosotros seguíamos tomando mates, la que los cebaba era Pilar y no me animaba a decirle que el agua ya estaba muy fría, y que la yerba estaba toda lavada. Pilar puede tener muchos talentos; pero cebar mates no es uno de ellos―. ¡Ay, tía! ¡Por favor! ―Exclamó Gisela, sobresaltándonos a todos―. ¿Qué es esto?
Ella le acercó la pantalla y mi tía respondió, tranquilamente:
―Esa soy yo. ¿No se nota?
―Sí, sé que sos vos, pero… ¿por qué tenés esto en tu celu?
―Mmm… ¿de verdad te lo tengo que explicar, Gise? ―Mi hermana volvió a ponerse roja.
―¿Qué es? ¿Qué encontraste? ―Preguntó Tefi, llena de emoción, me ganó por un segundo, porque yo estuve a punto de decir lo mismo.
―Em, nada… dejá.
―Podés mostrarles, Gise. A mí no me molesta. Estamos en confianza.
―Eso, Gise… podés mostrar ―le dijo Macarena, acercándose más a ella.
Se puso en cuatro patas en el sillón, para poder espiar la pantalla, y su culo entangado quedó apuntando directamente a mí, casi se me para la pija al ver cómo la tanga se le había encajado entre los labios vaginales. A Pilar, que estaba sentada a mi izquierda, también la sobresaltó esta imagen. Nuestros ojos sorprendidos se cruzaron y empezamos a reírnos como tarados. A Macarena no pareció importarle, ni siquiera se dio vuelta para mirarnos.
―¿Segura que no te molesta, tía? ―Preguntó Gisela.
―No me molesta. De verdad. Podés mostrarles.
Gisela giró la pantalla hacia nosotros y todos nos sorprendimos, pero yo fui el que más. Me quedé helado al ver en la pantalla a mi tía Cristela sonriendo… y con la cara llena de semen. Esa foto se la saqué yo la última vez que me chupó la verga. Me pidió que lo hiciera porque se quería quedar con un lindo recuerdo. En la imagen también se veía parte de mi verga, pero era el glande y un poco más. Rogué para que ninguna de mis hermanas fuera capaz de identificar mi verga, ya que todas me la vieron en alguna ocasión.
―¡Apa! ―Exclamó Macarena―. ¡Qué linda estás, tía! ¡Me encanta!
―A mí también me parece una foto muy linda ―aseguró Tefi.
Pilar y yo no dijimos nada, y a Gisela se la notaba sumamente incómoda.
―A mí me parece un poquito arriesgado tener estas fotos en el celu ―dijo la mayor de mis hermanas.
―¿Y vos qué, Gise? ―Preguntó Cristela―. ¿Me vas a decir que no tenés ninguna foto “picante” en tu celu?
―Yo… no, para nada ―dijo ella, roja de la vergüenza. Creo que todos nos dimos cuenta de que no estaba siendo sincera, pero fue Tefi la que lo dijo.
―Está mintiendo. Se le nota en la cara.
―Yo también creo que está mintiendo ―dijo Cristela―. Decime una cosa, Gise. Si yo reviso tu celular ―agarró el aparato―. ¿Con qué me voy a encontrar?
―¡No! ¡Dame!
Gise se lo quitó de la mano y mi tía no opuso resistencia.
―Decí la verdad ―la presionó Macarena―. ¿Tenés alguna foto “indecente” en tu celu?
Gisela miró para todos lados, estaba acorralada. Mis nervios aumentaron porque si ella aún tenía dentro del celular las fotos que nos sacamos juntos, entonces estaba metida en un gran lío.
―Si decís la verdad ―dijo Tefi―, te dejamos en paz. De lo contrario nos veremos obligadas a revisar tu celular.
Ella no tenía autoridad para hacer eso, sin embargo Gisela se lo tomó en serio.
―Nadie va a revisar mi celular.
―¿Eso quiere decir que sí tenés fotos de ese estilo? ―La pregunta la hizo Pilar.
―Em… sí, lo admito. Pero no se las voy a mostrar a nadie.
―¿A mí tampoco? ―Preguntó Macarena.
―A vos tampoco.
―Uy, eso me duele, hermanita. Después de las charlas que tuvimos… y de las fotos que me mostraste… ¿no me vas a dejar ver estas?
―No. Prefiero no mostrarte estas.
―Está bien, no te voy a obligar. Pero dejá en paz a la tía Cristela, si ella quiere tener fotos porno para hacerse la paja, está en todo su derecho.
―¡Ay, Maca! ―Exclamó Gisela―. No digas eso de la tía.
―A mí no me ofende ―aseguró Cristela―. Porque es la verdad, tengo esas fotos para cuando me dan ganas de hacerme la paja.
―¿Y lo decís así, frente a Nahuel? ―Preguntó Gisela.
―¿Por qué no? El chico ya es grande… y compartimos el cuarto… ya me vio varias veces en concha. Nahuel vive rodeado de conchas, va a ser mejor que se acostumbre a verlas como algo natural.
―Estoy totalmente de acuerdo ―dijo Macarena.
Por la cara que puso Gisela, fue evidente que la idea no le gustó mucho. Pero no dijo nada al respecto, quizás entendió que si se metía en ese terreno tan difícil, no saldría bien parada.
―A mí lo que más me sorprende es que Gisela haya admitido que tiene fotos porno de ella ―dijo Tefi―. No te tenía en esas, hermanita ―le guiñó un ojo.
Gisela se puso tan tensa que pude notar el momento justo en el que los músculos de su cara se paralizaban.
―Sí, a mí también me sorprendió mucho ―Aseguró Pilar―. ¿Y de qué tipo de fotos estamos hablando? ¿Fotos que te sacás vos solita para mandárselas a alguien, o son fotos en las que estás… acompañada?
―No les importa ―dijo Gisela―. Son fotos privadas.
―Che, no la molesten ―Cristela habló con tono maternal―. Si quieren que Gise se suelte un poquito, esta no es la forma de lograrlo. Así solamente la van a poner más nerviosa. Ya saben que a ella la pone incómoda hablar de estos temas…
―Muy incómoda ―dijo Gise.
―Está bien, no pregunto más ―se lamentó Pilar―. Solo me da curiosidad, justamente porque ella casi nunca habla de temas sexuales.
―Es que no me gusta hablar de estos temas, mucho menos frente a tanta gente. Siento que estoy siendo juzgada todo el tiempo.
―Nadie te está juzgando, Gise ―Macarena habló con el tono de una psicóloga… aunque estuviera en tanga―. Yo también tengo el celu lleno de fotos porno… sola y acompañada. No veo nada de malo en eso. ―De pronto empecé a sentir un gran interés por el contenido del celular de Macarena. ¿Qué me está pasando con las mujeres de mi familia?―. Pero no te preocupes, nadie te va a obligar a hablar de eso. Sin embargo, si algún día tenés ganas de charlar, sobre el tema que sea, sabés que podés contar conmigo.
―¿Esto aplica a todas tus hermanas? ―Preguntó Pilar.
―Por supuesto ―dijo Maca, dándose la vuelta―. Para todos… incluyendo a Nahuel.
―Bueno, yo quiero hablar con vos ―dijo Pilar.
―¿Ahora?
―De ser posible, sí.
―Ok, dale… vamos a mi pieza.
Las dos se estaban yendo cuando Gisela se puso de pie y dijo:
―Nahuel. ¿Podés venir a mi pieza? Te quiero comentar algo.
―Ay, ¿nos abandonan todos? ―Preguntó Cristela.
―No, tía. Yo me quedo ―dijo Tefi, con una gran sonrisa―. De paso… yo también quiero hablar con vos sobre una cosita.
―Um… qué misterio ―dijo mi tía―. Hoy todos tienen “algo de qué hablar”... y en privado.
―¿Vamos, Nahuel? ―Gisela comenzó a caminar.
―Sí, ya voy ―dije, poniéndome de pie de un salto y dejando en evidencia que mi verga se estaba poniendo dura.
Culpo por eso a la concha de Macarena que no hace más que morder tangas. Mi tía siguió mi bulto con su mirada y una sonrisa picarona.
Entramos a la pieza de Gisela y ella se sentó en la cama.
―¿De qué querías hablar? ―Le pregunté, mientras cerraba la puerta.
―Antes quiero aclarar una cosa: las fotos que tengo en el celular son las que sacamos la vez pasada. No quiero que pienses que tengo otras cosas.
―Me imaginé que eran esas fotos. No pensé otra cosa.
―Muy bien. El tema del que te quiero hablar está relacionado con eso. Como ya te imaginarás, a Celeste le encantaron las fotos que le pasé. Me dijo que sirvieron para “alimentar su fantasía”. Esa chica está un poquito mal de la cabeza, pero no lo hace con malas intenciones. Es solo que ella está tan acostumbrada al sexo que necesita emociones más fuertes. Por eso le gusta tener fotos mías con tu verga cerca. Ella asegura que la excita verme en ese contexto… y más si es con la verga de mi hermano.
―¿Y a vos eso te molesta?
―Justamente de eso quería hablar. A mí no me agrada mucho sacar esas fotos, pero entiendo por qué Celeste me las pide.
―¿Te pidió más?
―Sí. Quiere más fotos como esas y yo le dije que solamente accedería si vos estabas de acuerdo.
―A mí no me molesta, pero… antes me gustaría que me expliques por qué le mandarías esas fotos. Es decir, no me gustaría que te sintieras obligada a hacerlo.
―No, ella no me obliga. Solo me lo sugiere. Pero sus sugerencias suelen venir acompañadas de “recompensas” o condiciones. Como la última vez, que me dijo que se le pasaría el enojo que tenía conmigo si le mandaba esas fotos. Ahora me ofreció otra cosa.
―¿Acostarse con vos?
Gisela bajó la mirada, si no hubiera tenido las mejillas rojas, creo que se le hubieran puesto de ese color.
―Celeste es una chica preciosa, no lo voy a negar.
―Si esto te ayuda a conseguir algo con ella, entonces yo estoy dispuesto a ayudarte.
―¿De verdad? ―Me preguntó, sonriendo.
―Sí, Gise. Haría cualquier cosa por vos.
―Ay, sos un amor ―se levantó y me dio un fuerte abrazo, sus grandes tetas me quedaron contra la cara y casi me asfixiaron. Fue una linda sensación―. Entonces te cuento que sí, las recompensas de Celeste tienen que ver un poquito con eso. Ella es muy abierta con el sexo… y no te voy a negar que tuvimos un pequeño historial previo. Sin embargo nunca accedió a acostarse conmigo… dice que antes quiere lograr que yo me abra un poquito más con los temas sexuales. Porque me cuestan mucho. Te lo digo a vos porque estamos en confianza.
―Sí, a mí también me cuesta mucho abrirme con esos temas, pero de a poco estoy aprendiendo. Y no hace falta que me digas más nada, ahora que sé que es por una buena causa, estoy dispuesto a ayudarte. ¿Qué tengo que hacer?
―Esperá, antes te comento una cosita… para que te sientas… em… inspirado. Las recompensas no son solo para mí. Celeste está dispuesta a recompensarte a vos también.
―¿Querés decir que si le mando estas fotos también se va a acostar conmigo? ―Pregunté, lleno de ilusión.
―Ay, Nahuel… creo que Celeste quiere coger con vos desde que vio la primera foto de tu verga. Eso ya lo tenés prácticamente garantizado. Si no te cogió hasta ahora, es por la puta pandemia. Pero cuando puedan verse en persona, estoy segura de que te va a invitar a pasarla lindo. Las recompensas de las que me habló tienen que ver con ciertos detalles…
―¿Detalles como cuáles?
―Em… te lo repito más o menos como me lo dijo ella: “Si me mandan fotitos interesantes de ustedes dos, puede que yo le entregue la cola a tu hermano ―Abrí los ojos como platos―. Y también podría recompensarlo de otras maneras, si las fotos son muy pero muy buenas, quizás invite a una amiga para que nos acompañe”. ¿Entendés lo que eso significa, Nahuel? Y te aseguro que Celeste habla en serio.
Tuve que sentarme en el borde de la cama. Miré el piso durante unos segundos y dije:
―¿Voy a hacer un trío con Celeste y una amiga de ella?
―¿Eso te pone nervioso?
―Mucho… pero… ¡me encantaría hacerlo!
Ella me envolvió maternalmente con un brazo.
―Y a mí me encantaría que tuvieras esa oportunidad. Seamos sinceros, ¿a qué hombre no le gustaría hacer un trío con dos mujeres? Por eso quiero hacer esto, Celeste podrá ser muchas cosas, pero no es una mentirosa.
―Yo también quiero ayudarte a vos ―aseguré―. Y lo digo de verdad. La idea de hacer un trío con dos mujeres me entusiasma mucho, pero de verdad quiero que tengas la oportunidad de estar con ella. Si Celeste es una pervertida, vamos a darle lo que busca.
―Muy bien, hermanito, me alegra que nos hayamos entendido. ¿Estás listo?
―Sí, ¿y vos?
―No, para nada. Pero nunca voy a estar lista para algo como esto, simplemente tengo que hacerlo y no pensar demasiado. Celeste dice que mi problema con el sexo es que pienso demasiado en las consecuencias negativas y no me permito disfrutar de las cosas buenas.
―Eso suena como algo que diría Macarena.
―Maca opina lo mismo. Así que bueno, pasemos a las fotos, no quiero tener tiempo para arrepentirme.
Gisela se puso de pie y en rápidos movimientos se despojó de su remera y se desabrochó el corpiño. Sus grandes tetas me saludaron y sus pezones parecían mirarme fijamente. Eran tan lindas que hasta estuve tentado a decirles: “Hola, preciosas”.
―Creo que Macarena tiene razón en otra cosa ―dijo Gisela.
―¿En qué?
―En que mientras más tiempo pase en tetas frente a alguien de mi familia, más sencillo se me hace.
―Muy cierto, yo ya me acostumbré a ver las tetas de Macarena.
―¿Y las mías? ¿Te ponen incómodo?
―Un poquito ―dije, sonrojándome. Ella sonrió maternalmente.
―No te preocupes, que yo me siento igual. Vení, vamos a sacarnos una foto juntos, frente al espejo.
Ella tiene un gran espejo junto al ropero, se puso de pie frente a él y admiró su cuerpo. Se quitó el pantalón y solamente le quedó una prenda de vestir: una tanga blanca de algodón bastante sencilla. Esa tanga hubiera lucido como un bikini en una chica más menudita, pero con lo voluptuosa que es Gisela, ese pequeño pedacito de tela no hacía mucho por cubrir su anatomía. Incluso se podía ver buena parte de su pubis, el cual estaba perfectamente depilado.
―Parate atrás mío y agarrame las tetas.
―¿Qué?
―Sí, lo que escuchaste, Nahuel. Esto no es para tanto, al fin y al cabo Macarena también me agarró las tetas…
―¿Y no te pone incómoda que lo haga yo, que soy hombre?
Ella meditó su respuesta durante un segundo, luego dijo:
―No, al contrario. Me pone más incómoda que lo haga una mujer… ya te imaginarás por qué.
―Entiendo.
―Además, vos sos mi hermanito. Así que dale, sin miedo. Sacamos un par de fotos y pasamos a otra cosa.
Me coloqué detrás de ella, como me lo pidió. Tomé aire y me dije a mí mismo: “Vamos, Nahuel, no son las primeras tetas que vas a tocar”. Sin embargo, al tratarse de Gisela, sentí que estaba haciendo algo indebido. Como si estuviera tocando a mi propia madre… y es curioso, porque esta sensación es más fuerte con Gisela que con mi mamá.
Esos grandes pechos se sintieron como la gloria. No quise apretar mucho, pero, instintivamente, mis dedos se cerraron sobre ellos. Era como acariciar una masa tibia y blanda.
―Un poquito más fuerte ―dijo Gisela―. Que se note que me las estás apretando.
Al hacer fuerza también arrimé más mi bulto a su cola, y esto fue suficiente para que mi amigo comenzara a despertarse.
―Perdón ―dije, apenado.
―No te preocupes, Nahuel… si se te pone dura, mejor. La vamos a necesitar así.
Gisela meneó un poco la cola, como si con eso quisiera acelerar el proceso de erección… y lo logró. Mi verga se puso como un garrote y quedó encajada entre sus nalgas. Ella se apresuró a tomar tres o cuatro fotos con su celular.
―Bueno, listo. ¿Ahora qué otra cosa podemos probar? ―Preguntó.
―No sé… eso depende de lo que vos estés dispuesta a hacer.
―Y… no mucho. Pero sé que solo con esto no vamos a dejar conforme a Celeste. Esa chica siempre pide más. Vení, acostate en la cama. Vamos a hacer una foto bastante picante.
―¿Como cuando simulaste estar por meterte mi verga en la boca?
―Algo así…
Me acosté boca arriba en la cama y mi hermana se encargó de quitarme el pantalón. Mi verga rebotó en libertad. Ella la miró como si fuera un alien. Aún no estaba acostumbrada a verme la pija. Sin embargo eso no le impidió seguir adelante con su plan. Me alcanzó el celular y se colocó encima de mí, con sus tetas colgando. Apoyó uno de sus pezones sobre mi glande y de inmediato mi verga se puso feliz. Nunca creí que algo tan sutil como el roce de un pezón podría provocar sensaciones tan fuertes. Ella me hizo señas para que tomara fotos y eso mismo hice. Luego, sin previo aviso, colocó mi verga entre sus tetas y la apretó con ellas. Casi me muero de un infarto en la chota. Si hubiera apretado un poco más fuerte, le hubiera dejado la cara y las tetas llenas de leche. Me contuve de milagro.
Gisela sonrió a la cámara con una picardía que no suele ser característica de ella, era como si estuviera interpretando un personaje en una obra. Me apresuré a sacar fotos de ese momento porque no quería que ocurriera un accidente. Por suerte Gisela se apartó, lo cual me dio tiempo para relajarme un poco.
―Esas fotos le van a gustar ―aseguró―. Pero tenemos que hacer algo más. No soy muy buena con esto, especialmente teniendo en cuenta que mi experiencia con el sexo no es la más prolífica. ¿Se te ocurre algo?
―Emm… no sé ―esa respuesta era muy estúpida, ella se estaba esmerando mucho y yo quería poner mi parte. Estrujé mi cerebro y dije―. Pensá que estamos sacando fotos para Celeste. ¿Hay algo que a ella le guste mucho? Que le genere cierto morbo.
―Todo le da morbo a esa puta. Pero ya sé a qué te referís. ¿Viste que te dije que entre ella y yo hay un poquito de historial?
―Ajá… no sé qué pasó entre ustedes, y no voy a preguntar. Pero si vos querés contarme algo, te escucho.
―Bueno, espero que no te quedes con una mala imagen de tu hermana después de lo que te voy a contar.
―Gise, ni siquiera tengo una mala imagen de Macarena, y ella ya me contó algunas… cositas.
―Mmm… no sé qué tanto te habrá contado, pero conozco las andanzas de Maca. Son peores que las mías. Mucho peores.
―Entonces contame sin miedo.
―Está bien. Esto pasó una noche… em… solo digamos que había un tipo y Celeste… se la estaba chupando. Me estaba mostrando lo bien que se sentía chupar una verga. Hasta ese momento yo no lo había hecho nunca. Se puede decir que fue mi primera verga…
―¿Vos también se la chupaste? ―Pregunté, sorprendido.
―Ay, creo que lo conté mal. Bueno, sí… ya es obvio que yo también lo hice… pero lo hice porque Celeste me lo pidió. Ella insistió mucho. Me dijo que me ayudaría a soltarme un poquito. Y bueno, me puse de rodillas frente al tipo… y se la chupé. Ni siquiera lo hice tan bien como ella, pero no recibí quejas del tipo.
―Sería un imbécil si se quejara de que una chica tan hermosa le está chupando la verga.
―Ay, gracias… sos un amor. Para mí fue un momento difícil, me puse muy nerviosa… tan nerviosa que ni siquiera corrí la cara cuando el tipo… ya sabés…
―¿Acabó?
―Sí…
―Mmm… me imagino cómo habrás quedado.
―Con toda la cara blanca… y las tetas también, porque tenía las tetas fuera de la camisa… también por petición de Celeste.
―¿Te molestó que te acabaran en la cara?
―Más que molestarme, me sorprendió. No tuve mucho tiempo para analizar la situación, porque casi enseguida pasó algo aún más impactante. Me puse de pie y Celeste se me acercó. Estaba tan emocionada por verme llena de leche que se mandó directamente a una de mis tetas… y empezó a chupármela. Quiero que entiendas que para mí fue un momento muy lindo, especialmente porque nunca antes Celeste se había mostrado tan… amorosa conmigo. Y no solo me chupó las tetas, sino que también me pasó la lengua por la cara… y una cosa llevó a la otra. Terminamos las dos abrazadas, besándonos como si fuéramos novias. Nos re olvidamos del tipo.
―Se nota que Celeste te gusta mucho.
―Me gusta en un sentido sexual, y la aprecio como amiga. Pero no me involucraría con ella en un sentido romántico. No es una chica de la cual una deba enamorarse. Y de paso te lo voy advirtiendo a vos. Podés coger con ella todo lo que quieras, pero no seas tan boludo de enamorarte, porque Celeste se aburre rápido de los hombres, a los tres meses posiblemente se busque otro. El marido debe ser el tipo más cornudo de la ciudad.
―Sí, hasta me da un poco de pena el tipo… y eso que ni siquiera lo conozco.
―Me pasa lo mismo y eso me hace sentir culpable. Pero creeme cuando digo que Celeste me gusta mucho. Tiene una actitud sexual que puede cautivar a cualquiera, creo que por eso la admiro tanto, porque a mí me cuesta horrores ser así. De no ser por ella nunca me hubiera animado a chupársela al tipo, y me hubiera perdido el lindo momento que vino después. Además ese día descubrí que a Celeste le da mucho morbo el semen. Me dijo que no tuvo prejuicios al chuparme las tetas porque si hay semen de por medio, ella me chuparía toda. ―Gisela soltó una risita―. De haberlo sabido, hubiera dejado que el tipo me acabara en otra parte…
Me resultaba muy extraño escuchar a Gisela hablando de sexo, incluso a pesar de lo mucho que el tema sexual pasó a formar parte de mi vida. Simplemente a mi cerebro le cuesta unir a Gisela con temas sexuales, aunque ella misma me los esté contando.
―Es una historia muy interesante ―dije, algo aturdido por las imágenes que poblaron mi mente.
―Sí… y no sé por qué te la conté. Simplemente se me vino eso a la cabeza… pero de acá no podemos sacar ninguna idea para las fotos. Bueno, técnicamente sí… pero es una idea muy descabellada. Aunque a ella le encantaría, se volvería loca si me ve con la cara llena de leche… y más si es la de mi hermano; porque así es de morbosa. Cuando le mandé las fotos de la otra vez me dijo como veinte veces que se hizo la paja imaginando que yo te chupaba la verga a vos. ¡Ah, ya sé! Se me ocurrió otra cosa. Porque eso del semen es demasiado, así que mejor probemos con algo más sencillo.
Gisela dio media vuelta, se puso en cuatro sobre la cama y su enorme culo quedó apuntando hacia mí.
―Vení, acercate ―dijo―. Pone la verga entre mis nalgas, eso le va a gustar a Celeste.
―¿Segura?
―No sé, Nahuel, no me preguntes si estoy segura. Vos hacelo… a menos que tengas un problema.
―No, por mí no hay drama. Lo dije por vos.
―Si yo te propongo algo, no lo pongas en duda, porque me hacés dudar a mí y es peor.
―Sí, tenés razón. Bueno, allá voy.
Me puse de rodillas detrás de ella, agarré mi verga erecta y la coloqué entre las nalgas de Gisela, apuntando hacia el techo. La imagen fue de lo más pornográfica, de verdad parecía que estábamos haciendo algún jueguito previo, preparándonos para coger. Saqué varias fotos y debo admitir que me dio morbo ver cómo mi verga quedaba encajada entre esas grandes nalgas.
―Apuntá a la concha ―dijo Gisela.
―E… ―estuve a punto de preguntar otra vez si estaba segura, pero rápidamente esquivé esa pregunta―. Está bien.
Sostuve mi verga con firmeza, me palpitaba muy fuerte. Apunté hacia su vagina y pude sentir el calor de su sexo a través de la tela de la tanga.
―Empujá un poquito, para que se marque bien la concha, eso le va a gustar a Celeste.
Gisela levantó más la cola y yo presioné. Se sintió de maravilla, casi como cuando le clavé la verga a Tefi… o a mi tía Cristela. Era como si estuviera penetrando a Gisela, con la diferencia de que la tanga impedía que mi verga entrara.
―¿Por qué no le hacemos un pequeño video? ―Sugirió Gisela―. Ponete a grabar mientras movés un poquito la verga.
―Dale.
Sabía que para ella este era un momento difícil, por lo que no dudé, quería que todo terminara lo antes posible, aunque yo lo estuviera disfrutando mucho. Puse la cámara en modo grabación e hice lo que mi hermana me pidió. Sujeté mi verga como si fuera una cachiporra y comencé a moverla para arriba y para abajo, trazando con mi glande la división de la concha de Gisela. Para colmo ella estaba muy cerca, lo que provocaba que mi verga entrara con lo justo entre sus labios, y con bastante presión. Podía sentir cómo su concha se abría al pasar mi glande.
No sabía cuánto tiempo debía grabar, estuve a punto de cortar cuando vi que Gisela ponía una mano debajo de su sexo y comenzaba a frotarse. Este movimiento, sumado al de mi verga, hicieron que la diminuta tanga comenzara a moverse lo suficiente como para que buena parte de la concha de Gise quedara a la vista, al menos por un segundo. Esos momentos fugaces de exposición me calentaron muchísimo. Tanto que…
―Gise… em… estoy por acabar.
―Ah… este… ay… poné pausa…
―Listo.
―Decime, Nahuel. ¿Qué tantas ganas tenés de hacer cositas con Celeste?
―Muchísimas. Sé que te da miedo que yo empiece a coger con una mina así, tan experimentada; pero me tiene loco…
―Y a mí también. Los dos nos morimos de ganas de coger con ella, así que… vamos a darle un pequeño gran regalo. ―Se dio vuelta y quedó acostada boca arriba, mirando hacia el techo―. Quiero que me acabes en las tetas. Y no me preguntes si estoy segura, solamente hacelo. Dale. Y grabalo… ah, y por favor no hagas mucho caso de las cosas que yo diga. Todo es una pequeña actuación, para Celeste. ¿Entendido?
―Sí, entendido.
―Entonces, dale, prendé la cámara y vení. Ponete arriba mío.
No me dio tiempo a nada.
Apenas me coloque sobre ella, Gisela agarró mi verga, sonrió a la cámara y dijo:
―Mirá, Celeste… ¿vos querías verme con las tetas llenas de leche otra vez? Acá tengo un regalito para vos.
Empezó a masturbarme con fuerza, con la clara intención de hacerme acabar. Estuvo dándole a la manija durante unos segundos y empecé a notar que se estaba poniendo incómoda. Me miró como si me estuviera preguntando mentalmente: “¿Dónde está la leche?”. Y la leche no salía. ¿Será porque me puse nervioso? Es lo más probable.
Gisela aceleró el ritmo de la paja y sus enormes tetas empezaron a sacudirse rápidamente, fue un espectáculo maravilloso, me imaginé que así se vería Gise mientras alguien se la cogía con fuerza. Aunque no sé si eso ocurrió alguna vez.
Sus pechos se llenaron de pequeñas perlitas de sudor y justo cuando ella bajó la guardia, el primer chorro de semen saltó, y lo hizo con tanta potencia que fue a caer directamente entre sus labios, la nariz y la frente. Una línea vertical que le cruzó casi toda la cara. Después la siguió otra descarga, que también la tomó por sorpresa y marcó una “X” en el puente de su nariz. Fue un orgasmo muy potente y lo disfruté un montón, porque ella no dejó de masturbarme.
Con las próximas descargas apuntó mejor y esta vez sí el semen fue a parar a sus tetas. Creí que esto me causaría menos morbo que ver su cara llena de leche, pero no fue así. Por alguna razón me gustó lo mismo. Sus tetas cubiertas con irregulares líneas de semen se veían hermosas.
Por motivos como este amo la cuarentena cada día más. Me sirvió para intimar con todas las mujeres de mi familia y ser el único varón me da una gran ventaja. Sin embargo nunca imaginé que terminaría eyaculando sobre las tetas de Gisela.
―Uf… ¡Cuánta lechita tiene la pija de mi hermano! ¿Qué esperás, Celeste? ¿Vas a venir a pasarme la lengua? ―Gisela lamió el semen que estaba sobre sus labios―. Mmmm… está muy rica. Tenés que probarla. Nahuel se muere por llenarte la boca de leche, ya le conté que vos te la tomás toda.
Esa no parecía ser Gisela, me quedé muy confundido. Era como ver a otra persona, como si mi hermana mayor estuviera interpretando un personaje… en una película porno.
―¿Queda otro poquito de leche? Para probar… ―dijo, con una cara de viciosa que yo jamás había visto en ella. Siguió masturbándome hasta que saltó un último y tímido chorro de semen, pero esta vez Gisela se acercó y permitió que la descarga cayera dentro de su boca―. Mmm… sí, ¡qué rica está! Por esto quiero tanto a mi hermanito, me puede dar de tomar la leche todo lo que quiera.
Me aparté lentamente de ella y justo cuando le iba a preguntar si esto ya era suficiente, para apagar la cámara, ella se quitó la tanga. Lo hizo tan rápido que casi ni la vi volar lejos de la cama. Abrió sus piernas, levantando las rodillas, y empezó a frotarse la concha con intensidad. Gisela tiene unos muslos muy generosos, al estar así de abierta brinda una imagen sumamente atrayente. Dan ganas de tirarse sobre ella y clavarle toda la pija. No lo hice, por supuesto; pero sí apunté la cámara a su vagina y grabé la masturbación.
Pero no me quedé allí, filmé todo su cuerpo, especialmente sus tetas, que se sacudían mostrando esas irregulares líneas de semen. En ese momento amé a mi hermana más que nunca, ella me estaba demostrando lo que era capaz de hacer para que yo pudiera cumplir mi deseo de estar en la cama con Celeste y otra chica más… y sí, también me mostró que ella se moría de ganas por coger con Celeste. Eso me dio bastante morbo. Me encantaría ver a Gisela participando de una escena lésbica. Quizás, como nos tenemos tanta confianza, le pueda pedir que grabe todo lo que pase entre ella y Celeste y que me lo muestre.
Sin embargo eso puede esperar, dudo mucho que veamos a la rubia en un futuro próximo. Mi madre sigue aterrada con la pandemia y quiere que hagamos un confinamiento sumamente estricto. Vamos a necesitar mucho tiempo para convencerla de que permita al menos una visita… o que Gisela o yo podamos salir a encontrarnos con Celeste.
De todas maneras no me quejo, en mi casa pasan cosas interesantes prácticamente todos los días.
―Uy, perdón ―dijo Gisela, deteniendo su masturbación―. Me dejé llevar.
―Ya corté la grabación.
―No sé qué hice… perdí la noción de lo que estaba ocurriendo… me re sarpé.
―Quedate tranquila, Gise. Al fin y al cabo conseguimos el video que queríamos.
―No sé si se lo voy a mandar a Celeste. Me parece demasiado ―habló mientras se limpiaba las tetas con las sábanas―. No sé cómo permití que mi hermano me acabara en la cara… ¿qué mierda hice? ¿Por qué me pasan estas cosas a mí?
―Tranquila, Gisela, ya pasó. ―No sabía qué otra cosa podía decirle―. Y creo que deberías mandarle el video a Celeste, porque le va a encantar. Además… eso le daría un poco de sentido a todo lo que pasó. ¿No te parece?
―Em… sí, tenés razón. Si no se lo mando, todo esto sería inútil, y me sentiría todavía peor. Me da mucha vergüenza que me hayas visto en este estado, pero…
―No tenés que decir nada, Gisela. A mí no me molestó ni un poquito lo que vi. Vos misma me avisaste que ibas a decir cosas que no dirías en una situación normal. Así que, tranquila…
―Bueno… gracias, Nahuel. Me ayudaste un montón.
―Y vos a mí. Yo también le tengo ganas a Celeste.
―No me refiero solo a las fotos para Celeste. Me ayudaste mucho más de lo que te imaginás. En otro momento vamos a hablar bien de eso. Por ahora… me gustaría estar sola, si no te molesta.
―Para nada. Es tu pieza. Además hace rato que no molesto a Tefi, voy a ver qué anda haciendo y si le puedo robar la Play… porque últimamente esa piba piensa que la Play es de ella.
―Mientras no terminen peleando…
―Nah, ya nos estamos entendiendo mejor. No te preocupes. Nos vemos, hermana. Que andes bien.
Me puse la ropa y me apresuré a salir de ahí. No quería incomodarla más.
Diario de Cuarentena:
<Tanta concha me está volviendo loco. ¡Necesito coger… urgente!>
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