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Capítulo 20.
En Caliente.
La sesión de fotos con Gisela me dejó al palo. Por más que acabé, en mi cabeza seguían resonando las palabras de mi hermana. Nunca la había visto en una actitud tan erótica.
Pasé por el living y me encontré a Tefi charlando con la tía Cristela, noté que ellas guardaban silencio, como si estuvieran esperando a que yo me fuera. No quise interrumpirlas, por lo que seguí camino hasta mi dormitorio. Allí me encerré e intenté despejar mi mente jugando a algo en la compu.
Esto me distrajo durante unas horas, pero de a ratos mi verga se acordaba de lo ocurrido en el cuarto de Gisela y amenazaba con ponerse dura otra vez. Podía pedirle a mi tía que me ayudara con este asunto, pero no me gusta abusar de su gentileza.
Como no sabía qué hacer, fui a darme una ducha. Esto de estar encerrado a veces me da igual y en otros momentos comienza a ser asfixiante. Si pudiera salir a la calle, al menos iría a correr un poco, eso me ayudaría a quemar energía. Hasta dormiría mejor. Sin embargo no puedo pisar la vereda sin que mi mamá me haga un juicio oral y público. Ella no confiaría en mí si le dijera que solo pretendo ir hasta la plaza a dar un par de vueltas. Mi mamá creería que mi intención es encontrarme con algunos de mis amigos, lo cual puede ser cierto, aunque yo no lo pretenda. Porque ella sabe muy bien que mis amigos suelen frecuentar esa plaza, y algunos incluso van a pesar del “aislamiento preventivo y obligatorio”.
La ducha fue tranquila, por suerte nadie vino a interrumpirme. Salí del baño envuelto en una toalla y no llegué a dar ni tres pasos cuando una puerta a mi izquierda se abrió. A pesar que se trataba del cuarto de Pilar, no fue a ella a quien vi. Era Macarena, completamente desnuda, su piel estaba cubierta de pequeñas gotas de sudor y su pecho subía y bajaba con el rápido ritmo de su respiración. Me fijé en su vagina y noté que estaba cubierta de un líquido transparente y viscoso, al igual que la cara interna de sus muslos. Al verme ella sonrió.
―Hey, pero mirá a quién tenemos acá ―me dijo con entusiasmo, como si lleváramos meses sin vernos.
―Eh… hola
Espié de reojo hacia el interior de la habitación, y allí estaba Pilar, acostada en la cama. Se apresuró a cubrirse el cuerpo con las sábanas, porque al igual que Maca, estaba completamente desnuda. La cabeza se me llenó de imágenes eróticas.
―¿Estás ocupado? ―Me preguntó Macarena.
―No, para nada.
―Buenísimo. Pasá… Pilar quiere hablar con vos.
―¿Ahora? ―Preguntó Pilar, desde adentro.
―Sí, nena. Ahora es el mejor momento, ya sabés por qué te lo digo.
Me pregunté a qué se refería con eso, pero no tuve mucho tiempo para analizarlo. Maca me tomó del brazo y me empujó hacia el interior del cuarto. Al igual que antes, ella cerró la puerta y se fue, dejándome solo con Pilar.
―Em… hola ―saludé, con timidez. Intenté sostener mi toalla, a pesar de que Pilar ya me había visto desnudo, me daba mucho miedo que se cayera. No quería incomodarla―. ¿De qué querés hablar?
―Vení, sentate acá ―dio un par de golpecitos al colchón―. Esto que te voy a decir no va a ser fácil, pero Maca tiene razón, ahora es el mejor momento.
―¿Por qué?
―¿Por qué no va a ser fácil de decirlo?
―No… ¿por qué ahora es el mejor momento?
Me senté a su lado en la cama, ella permaneció acostada de lado, sus pechos asomaban bastante, incluso podía ver uno de sus pezones. Esta imagen me recordó mucho a las mujeres griegas representadas en estatuas de mármol.
―Macarena dice que una buena forma de perderle el miedo a los temas sexuales, es hablarlos con otra persona… mientras estás caliente.
―¿Y vos ahora estás caliente?
―Bastante.
Tragué saliva.
―¿Y Macarena tiene algo que ver con esa calentura?
―Sí, mucho.
―¿Qué fue lo que pasó entre ustedes recién?
―Eso ahora mismo no importa, solo te puedo decir que tuvimos una charla muy… intensa. Me dejó con las hormonas un poquito alteradas.
Una vez más tragué saliva, todo mi cuerpo se puso tenso y noté cómo mi verga comenzaba a despertarse.
―Ya veo… ―dije, con la mente casi en blanco, solo podía pensar en las tetas de Pilar, que ahora se asomaban en par fuera de la sábana―. Pero sigo sin entender qué tengo que ver yo con todo esto.
―Bueno… ¿te acordás lo que te conté? Sobre mi pequeño fetiche…
―¿Lo del semen en la cara?
―Ajá… ―con el dedo índice trazó dibujos invisibles en el colchón, como si estuviéramos teniendo una conversación de lo más casual―. Creo que ya estoy lista para hacerlo… y me refiero a hacerlo bien, no como la última vez…
―Perdón por eso…
―Ya pasó, no hace falta que te disculpes. Solo me refiero a que esta vez quiero hacerlo estando mentalizada para eso. ¿Podrías ayudarme?
―Em… quizás… pero… ¿no podemos dejarlo para mañana?
―¿Por qué?
―Es que… bueno, hace un rato yo… ―no podía contarle que ya había acabado en la cara de Gisela, sin embargo no importaba dónde había eyaculado―. Hace un rato… en el baño, yo…
―¿Te hiciste una paja?
―Sí…
―Ah… ¿y eso es malo? O sea, ¿no podés acabar dos veces seguidas?
―Como poder, puedo… pero no va a ser tan… abundante.
―Ah… ya veo ―la noté desilusionada―. ¿Y hay algo que se pueda hacer para que sea más… abundante?
―Mmm… no sé…
―Dale, Nahuel, contame. Con confianza. Estoy hablando de que quiero que me llenes la cara de leche, creo que podemos sincerarnos.
La noté muy decidida, y quizás eso se debía a la calentura que ella tenía… una calentura que se estaba volviendo contagiosa.
―Bueno, en estos días me di cuenta que si paso un buen rato con la verga dura, sin acabar, después sale más leche.
―Así que… si yo me encargo de que tengas la verga dura por un buen rato, ¿va a salir mucha leche? ―Noté una sonrisa picarona en su cara, algo que era más típico de Macarena; se me hizo raro ver a Pilar sonriendo de esa forma.
―Es una posibilidad.
―Entonces… vamos a intentarlo… claro, si tenés ganas.
―Sí… sí… por supuesto.
Reaccioné como un pajero, pero en mi defensa puedo decir que no lo hice solo por el placer físico que pueda recibir, en parte mi respuesta se debió a que quiero mejorar mi relación con Pilar. Esto nos puede ayudar mucho a ganar confianza el uno en el otro.
―Ok… sacate la toalla ―me pidió. Lo hice con cierta timidez. Mi verga quedó expuesta, estaba medio flácida, pero ya había ganado algo de tamaño―. Wow, me sigue pareciendo… imponente. No me quiero imaginar lo que sentirá tu novia, cuando tengas una, y le metas todo eso por la concha. La pobrecita va a sufrir de gusto. Macarena, que tiene experiencia con estos temas, me dijo que a ella le encantan las vergas grandes. Me dijo: “Hermana, algún día tenés que probar una pija grande… como la de Nahuel. Vas a alucinar con lo bien que se siente una vez que entra toda”. Pero siendo sincera, no creo que algo de ese tamaño me entre en la concha… si hasta meterme los dedos me cuesta un poquito.
―Sobre ese tema no puedo opinar mucho… y si te soy sincero, a mí me da un poco de miedo eso de meterle la verga a una mujer. No es por egocéntrico, pero sé que la tengo de buen tamaño, Maca y la tía Cristela ya me lo dejaron bien en claro. Y eso me llevó a pensar que si no hago bien las cosas, puedo lastimar a la mujer…
Pilar sonrió y estiró el brazo. Su mano tibia se posó sobre mi verga y comenzó a masajearla lentamente.
―Me alegra que tengas eso en consideración, Nahuel. Yo estaría muy intimidada si un tipo quiere meterme todo esto por la concha, y me gustaría que lo hiciera despacio, dándome tiempo para… asimilarlo.
Entre las caricias y los comentarios que estaba haciendo, mi hermana logró estimularme tanto que la pija se me puso como un garrote en cuestión de segundos.
―¡Uy! ―Dijo ella, y soltó una risita mientras apretaba mi verga con fuerza―. Me encanta ver cómo se te para… o sea, a ver… no pienses mal. No es que me encante ver como a vos se te para la verga, es solo que no estoy acostumbrada a ver esto en persona y me sorprende. Creo que me pasaría igual con cualquier verga. Además se siente raro al tacto, porque pude notar el momento justo en el que se te puso dura.
―Sí, me imagino que debe ser curioso para las mujeres.
―Lo es, todavía no entiendo cómo hacen los hombres para tener todo esto tan duro ―una vez más apretó con fuerza y se sintió de maravilla―. ¿Puedo hacer alguna otra cosa para ayudarte? Macarena dice que una mujer, con los estímulos apropiados, puede lograr maravillas…
―Puede ser… aunque no se me ocurre nada.
―Ya sé…
Pilar apartó la sábana que cubría su cuerpo y pude verla completamente desnuda. Su concha estaba tan húmeda como la de Macarena. Me quedé mirándola con los ojos desencajados.
―¿Querés tocarla? ―Preguntó mi hermana.
―¿Eh? ―Respondí, aturdido.
―La concha… ¿me la querés tocar?
―¿Te molestaría si lo hiciera?
―No, claro que no. Creo que esto nos puede servir de mucho a los dos. Yo le tengo que perder el miedo a la verga… y vos tenés que perderle el miedo a la concha.
―Muy cierto.
―Y sí, sé que somos hermanos y todo eso, pero… gracias a Maca aprendí que los hermanos… y hermanas también te pueden ayudar mucho a entender sobre la sexualidad… siempre y cuando haya mucha confianza. Dale, pasá la mano por acá, sin miedo, que a mí no me molesta.
Pilar flexionó una de sus piernas, la que estaba más arriba, y eso generó una apertura directa hacia su concha. Titubeando acerqué la mano y cuando sentí el contacto con sus húmedos labios vaginales el corazón se me aceleró.
―Me da curiosidad saber qué fue lo que “hablaron” con Macarena ―dije, en un nuevo intento por sacarle información.
―Te dije que eso ahora no importa.
―Bueno, pero de algo tenemos que hablar…
―Supongo que sí, de lo contrario esto se volvería muy incómodo ―dijo ella, mirándome con sus expresivos ojos.
Me acabo de dar cuenta lo parecida que es a Estefanía… o sea, siempre noté que hay similitudes entre mis hermanas; pero al verla desde tan cerca esas similitudes se hicieron más nítidas: El ángulo de sus cejas, la forma de los párpados… hasta la nariz tienen idéntica. Solo que Pilar tiene la boca más grande, con labios un poco más gruesos… como los de la concha. También son más gruesos que los de Tefi… y están muy húmedos, y tibios. Mientras más exploro la concha de Pilar, más dura se me pone la verga.
La incomodidad aumentó cuando nos quedamos en silencio, Pilar seguía masajeando mi verga y yo hacía lo mismo con su vagina, pero estos movimientos se estaban volviendo toscos y sin gracia, como si nos sintiéramos obligados a tocar al otro. Por suerte mi hermana habló para romper el silencio:
―Preguntame algo ―dijo―. Lo que sea, y yo te prometo que te lo respondo.
―Mmm… está bien. ¿Aunque tenga que ver con sexo?
―Especialmente si tiene que ver con eso, al fin y al cabo estamos acá para hablar de sexo.
―Buen punto. Este… a ver… si tuvieras tu primera vez con un hombre ¿cómo te gustaría que fuera?
―Eso es fácil: me gustaría que fuera muy romántica. Sé que no es la respuesta más original, pero es la verdad.
―Creo que sí es original, porque de mis hermana, incluso contando a Ayelén, creo que sos la única que me hubiera dado esa respuesta. Bueno, quizás Gisela… pero hasta con ella lo dudo.
―Eso es cierto. Maca y Tefi no son nada románticas. Maca es hiper-sexual y Tefi… bueno, no hablé mucho con ella de estos temas, pero tampoco la imagino muy romántica. Entonces ¿te dejó satisfecho la respuesta?
―Más o menos… porque no sé cómo sería ese momento romántico. Es decir, en el momento de… pasar a la acción. ¿Cómo sería?
Ella hizo silencio durante unos segundos, creí que mi respuesta le había incomodado. No aparté mis dedos de su concha, pero sí los dejé quietos. No me animaba a mover ni un músculo.
―Nunca lo había pensado de esa manera ―dijo por fin―. Siempre que fantaseé con mi primera vez, lo hice de forma conceptual. Más que nada pensando en toda la parte previa, no sé, la cena romántica, la música, los besos, las caricias. Pero nunca me puse a pensar cómo sería el momento de la penetración.
―¿Y cómo te gustaría que fuera? Pensalo.
―Mmmm… ―ella se perdió en sus pensamientos durante unos segundos, luego dijo―. Me gustaría que fuera de cucharita ―giró su cuerpo hacia la izquierda y como yo miraba hacia el mismo lado, su espalda desnuda quedó contra mi pecho. Esta posición me puso tenso, porque mi verga erecta quedó peligrosamente cerca de sus nalgas―. Y me gustaría que me abracen ―tomó mis manos y las llevó hacia adelante, rodeando su cuerpo.
Presioné a la altura de su abdomen.
―¿Así? ―Pregunté, con el pulso acelerado.
―No, así es demasiado frío e informal. Agarrame las tetas.
―¿Segura?
―Dale, sin miedo, Nahuel. Si te doy permiso para que me toques la concha, no me va a molestar que me toques las tetas.
Eso tenía mucho sentido. Subí mis manos hasta sus grandes pechos, era casi como tocar las tetas de Gisela. Instintivamente comencé a amasarlos lentamente y acaricié un poco sus pezones.
―Mm… sí, así me gusta… aunque ya extraño las caricias en la concha…
Dejé mi mano izquierda, la que cruzaba por debajo de su cuerpo, agarrando una teta. Con la derecha fui bajando, acariciando su vientre, hasta que llegué una vez más a su concha. Reaccioné por puro instinto, apenas sentí su clítoris debajo de mis dedos, me puse a acariciarlo lentamente. Ella soltó un gemido que hizo que mi verga se pusiera a vibrar de emoción.
―Esto está mucho mejor ―dijo Pilar―. Después de que el tipo me tenga un rato así, ahí me gustaría que empiece a pasarme la verga por la concha… pero sin meterla.
Mi hermana agarró mi miembro e hizo que éste quedara entre sus piernas. Todo el tronco se encajó justo en la división de sus labios vaginales. Pilar comenzó a menear su cola muy lentamente, podía sentir como su concha besaba mi verga, era fantástico.
―Nunca tuve sexo con un hombre ―dijo mi hermana―, pero sé que me va a gustar mucho esto del “juego previo”. Que me vayan calentando de a poquito… uf… si me tratan así, soy capaz de dejarme hacer lo que sea.
―Se siente bien ―aseguré, sin dejar de masajear sus tetas.
Intenté no moverme mucho, porque no quería que mi verga terminara entrando en su concha, además tampoco quería acabar. Al fin y al cabo mi hermana quería el semen para cumplir otra de sus fantasías.
Nos quedamos en silencio una vez más, aunque en esta ocasión no sentí que el silencio fuera incómodo. Los gemidos de Pilar eran suaves y constantes, mi verga palpitaba al ritmo del latido de mi corazón, la humedad de su sexo estaba cubriendo el mío por completo. Nuestros movimientos eran sutiles, pero ya habíamos encontrado el ritmo justo. Estábamos disfrutando de esta candente calma cuando escuchamos que alguien golpeaba la puerta.
La respuesta de Pilar fue inmediata, tomó la sábana y con ella nos cubrió rápidamente, justo a tiempo para ocultar lo que pasaba entre sus piernas… y lo adelantadas que estaban mis manos. Me quedé paralizado cuando la puerta se abrió y escuché la voz de mi madre:
―Pilar ¿puedo hablar con vos? ―Preguntó Alicia.
―¿Sobre qué?
No hubo respuesta, mi mamá entró, cerró la puerta detrás de ella y se paró a los pies de la cama.
―¿Qué están haciendo?
Si bien mi mamá mostró una gran apertura hacia cuestiones sexuales, lo hizo porque había motivos para ello. No sabía cómo iba a reaccionar si llegaba a enterarse dónde estaba mi verga.
―Nada, mamá. Estábamos por dormir. Ando un poco bajoneada, y le pedí a Nahuel que se quedara conmigo. ¿Qué necesitás?
―Mmmm… ¿y por qué andás bajoneada?
―Por nada, el encierro…
―A mí no me mientas, Pilar. Sé que nunca te molestó estar encerrada.
Alicia caminó alrededor de la cama, y quedó parada frente a mí. Me excité mucho al ver que tenía puesta una bata azul que a duras penas le tapaba las tetas, incluso me pareció ver que su concha se asomaba debajo de la corta tela. La bata estaba mal cerrada, y cualquier movimiento del precario nudo haría que se liberase toda la desnudez de mi madre.
―No pasa nada, mamá. En serio ―respondió mi hermana.
―Creo que sí pasa algo… y ya sé lo que es ―una vez más me puse tenso―. Hablé de este tema con Macarena, hace un ratito. Ella me pidió que lo hablara con vos…
―¿Ahora?
―No, me pidió que esperase hasta mañana; pero yo prefiero hablar ahora. Es un tema personal ―mi mamá se sentó en el borde de la cama, justo al lado de Pilar―. Y me gusta que Nahuel esté presente, porque creo que podría tener la misma charla con los dos.
Diario de Cuarentena:
<¿Qué carajo le metió Macarena en la cabeza a mí mamá, y por qué yo tengo que pagar las consecuencias?>
―¿Y cuál es ese tema personal del que querés hablar? ―Preguntó Pilar, la noté algo tensa… y como para no estarlo. Mi mamá estuvo a punto de descubrirnos haciendo algo que los hermanos no deberían hacer.
―Hace poco Macarena me hizo notar que mi carácter, mi forma de ser, impactó mucho en la personalidad de mis hijos… y de manera negativa. Quiero revertir eso. Sé muy bien que ustedes dos nunca tuvieron relaciones sexuales con nadie, y eso les trajo problemas para relacionarse con personas del sexo opuesto.
Mi mamá hablaba mirando fijamente a la pared, como si quisiera evitar el contacto visual con nosotros. Mientras tanto yo me fijaba cómo sus pechos se asomaban de forma indiscreta por la tela de la bata. Mi verga se tensó y lentamente comencé a moverla a lo largo de la concha de Pilar.
―Justamente por eso estaba hablando con Nahuel ―dijo Pilar―. Él me esta ayudando a perderle el miedo a los hombres, y yo lo ayudo a perderle el miedo a las mujeres.
Alicia nos miró y sonrió maternalmente.
―Me alegra que se estén ayudando el uno al otro. Macarena me dijo algo que me dolió mucho…
―Maca suele decir las cosas sin suavizarlas ni un poquito ―aseguró Pilar.
―Sí, lo sé. Pero creo que en esto tiene razón. Ella me dijo: “Pilar nunca salió con nadie porque tiene miedo que vos la trates de puta”. ¿Qué pensás de eso?
―Mmm… no sé, quizás tenga un poco de razón…
―Eso me pone muy mal ―dijo Alicia, de verdad parecía al borde del llanto.
―No te pongas mal, mamá ―Pilar la tomó de la mano. El calor del cuerpo de mi hermana me estaba excitando cada vez más.
―¿Cómo no me voy a poner mal si sé que mi hija no tuvo ninguna alegría por mi culpa? Es decir, no me gustaría que mis hijas fueran promiscuas… pero de eso a no tener ninguna relación, hay mucho trecho. Nunca quise que fueran monjas.
―No soy una monja, mamá. Te lo puedo asegurar.
―¿Acaso tuviste alguna experiencia sexual? ―Preguntó Alicia, intrigada.
―Algo.
―¿De verdad? ―Mi mamá sonrió. Yo no tenía ni idea de a qué se refería Pilar―. Contame. ¿Cómo fue?
―Em… no, mejor no.
―¿Te da vergüenza que yo escuche? ―Le pregunté―. Si querés me voy.
―No… no… no te vayas ―se apresuró a decir. Noté cómo su culo se pegaba más a mi pelvis y sus muslos se cerraban con más fuerza sobre mi verga―. No me molesta que vos escuches, al fin y al cabo a vos te lo contaría. Lo que me da un poco de miedo es la reacción de mamá.
―Vamos a hacer un trato, Pilar ―dijo mi mamá―. Vos contame cualquier experiencia sexual que hayas tenido, sin miedo, y yo te prometo que no me voy a enojar con vos.
―¿Ni me vas a tratar de rara, desviada o puta?
―No, nada de eso. Te prometo que, aunque no me guste lo que me vayas a contar, yo lo voy a aceptar sin enojarme. Prefiero saber que tuviste algunas experiencias sexuales, antes que vivir con la idea de que castré a mi propia hija.
―Está bien, pero desde ya te digo que algunas de las cosas que te voy a contar no te van a gustar. No tuve muchas experiencias con el sexo, pero algo hubo… con un amigo.
―¿Cómo se llama tu amigo? ―Preguntó mi mamá.
―Eso no importa. No quiero que lo estés vigilando si algún día decide visitarme en casa.
―¿Es el amigo que ibas a ver la noche que quisiste salir?
―Puede ser…
―¿Y qué pasó con él?
―No mucho. Mi amigo es un chico tímido ―no tenía ni idea de quién era ese amigo, pero la historia de Pilar me tenía intrigado―. No pasó mucho, porque los dos teníamos muy poca experiencia, por no decir ninguna. Llegué a… analizar su… verga… ¿está mal que le diga verga?
―Decile como quieras… y me alegra que al menos hayas visto una verga en persona. Como dije, no quiero que seas una monja, solo que seas responsable.
―Bueno, ya veremos si soy responsable.
―¿Qué más pasó con la verga de tu amigo? ―Quiso saber mi mamá.
―No mucho, se la miré durante un ratito, desde muy cerca… y cuando se la quise tocar, él acabó… en mi cara. ―Me puse tenso, la historia que estaba contando era la mía… lo que había pasado entre nosotros―. Al principio me enojé mucho con él; pero después, charlando con Macarena y Nahuel, entendí que a veces los hombres pueden acabar con poco estímulo, especialmente si tienen poca experiencia.
―Eso es muy cierto ―dijo mi mamá―. Y no hay nada de qué avergonzarse ―sabía que esa frase estaba dirigida a mí―. ¿Ya hiciste las paces con tu amigo?
―Sí, ya nos llevamos bien.
―¿Y tuvieron alguna otra interacción?
―No. Pero sí hubo algo más… y esto no te va a gustar.
―¿Por qué no?
―Porque fue con una chica.
Mi mamá apretó tanto sus labios que se pusieron blancos
―¿Con una mujer? ¿Cómo se te ocurre… con una mujer?
―¿Viste? Sabía que te iba a molestar
―Mamá ―intervine―. Le prometiste a Pilar que ibas a escuchar lo que ella tuviera para contar, sin enojarte. Así que… bancatela.
―Pero… pero… no me imaginé que mi hija fuera lesbiana…
―A ver, mamá. Pará un poquito. Yo nunca dije que fuera lesbiana. Si tuve una experiencia con una chica fue solo porque no tenía a nadie más. Quería sacarme algunas dudas, y ella me ayudó.
―Entonces… ¿no fue porque te gusten las mujeres?
―No… aunque no voy a negar que me divertí mucho con ella, más que nada por lo paciente que fue conmigo.
―Y me imagino que tampoco me vas a decir quién era esta amiga.
―Imaginás bien.
Por mi parte yo empecé a imaginar que quizás esa “amiga” podría ser Macarena.
―¿Y qué pasó con ella?
―Mmm, ella me dijo que me quería ayudar a perder un poquito la vergüenza, entonces me pidió que me quitara la ropa. Sabe que yo siempre me sentí inhibida al desnudarme, no siento que mi cuerpo sea atractivo.
―Pero sí lo es, hija, te lo aseguro.
―Eso fue lo mismo que me dijo mi… amiga. ―Esa breve pausa me permitió corroborar que, efectivamente, Pilar estaba narrando lo que había pasado con Macarena―. Mientras me acariciaba las tetas no dejaba de decirme lo lindas que son, y yo le aseguré que tengo a quien salir.
Ella estiró una mano y movió un poco la bata azul, uno de los grandes pechos de mi madre quedó a la vista, con su pezón bien erecto, apuntando al frente. Me sorprendió que Pilar posara toda su mano en esa teta y comenzara a amasarla suavemente.
―Me alegra mucho que estés orgullosa de las tetas de tu madre ―dijo Alicia―. Aunque no lo creas, yo pasé muchos años sintiéndome incómoda con mi cuerpo, justamente por ser tan… voluptuosa. Los hombres, y a veces las mujeres, me miraban tanto que me ponía incómoda.
―Es que sos muy linda, mamá. No puedo culparlos por mirar. A mí no me gustan las mujeres, pero no puedo negar lo hermosas que son tus tetas. Dan ganas de comérselas… y hablando de eso, mi amiga me chupó las tetas.
―¿Las dos?
―Sí, las dos… y lo hizo sin avisarme, simplemente se mandó y le dio un chupón a cada uno de mis pezones. Fue muy lindo, me ayudó a romper el hielo.
―¿Y qué más hizo tu amiga?
―Mientras me chupaba las tetas, bajó una mano y empezó a acariciarme la concha… despacito… y yo, que de a poco me fui calentando cada vez más, abrí las piernas. Mi amiga me felicitó por eso, me dijo que el gesto de abrir las piernas es lo que simboliza que una mujer está lista para el sexo.
―Así es… eso lo tiene que tener en cuenta Nahuel, el día que esté con una mujer.
―Sí ―continuó Pilar―, abrir las piernas o bien guiar la verga del hombre hasta la entrada de la concha.
De pronto sentí la mano de mi hermana sobre mi miembro, ella hizo exactamente lo que había descrito, apuntó mi verga hacia su agujero y sentí cómo ella acercaba más su cola, como buscando la penetración. Mi glande se humedeció al instante, con los tibios jugos vaginales de Pilar, y me dieron muchas ganas de empujar hasta el fondo; pero no lo hice porque noté que ella aún no estaba bien dilatada.
―Por cierto, má… ―dijo Pilar―. Además de ese amigo que te conté, y mi amiga… también hice algunas cositas con otro amigo. Este sí llegó a arrimarme la verga, estando yo desnuda.
―¿Ah, sí? ―Noté que mi mamá sonreía, mientras su hija seguía masajéandole la teta―. ¿Y tu amigo se portó bien?
―Sí, muy bien. Entendió que yo tenía poca experiencia… y él era un chico bien dotado. No sé si me explico.
―Sí, entiendo perfectamente ―dijo Alicia.
―Lo bueno es que él fue muy amable conmigo y no forzó la entrada… se quedó ahí, quietito, permitiendo que yo me dilatara.
Era demasiado obvio que Pilar estaba hablando de mí; pero quizás solo era obvio para mí. Mi madre no tenía por qué sospechar lo que estaba ocurriendo debajo de las sábanas. También entendí que me estaba dando indicaciones. No sé qué tan lejos pretende llegar mi hermana con esto, pero me quedó bien claro que no debía forzar la penetración.
―¿Escuchaste, Nahuel? ―Preguntó mi madre.
―¿Eh?
Cuando ella dijo mi nombre, me asusté, y esto me llevó a moverme. Sin querer presioné más mi verga contra la concha de Pilar y pude sentir cómo se hundía mientras las paredes vaginales se abrían. Diría que entró el primer tercio de la verga, pero esto puso tensa a Pilar como si hubiera entrado toda.
―¡Ay, nena! Despacito ―Se quejó Alicia―. No me molesta que me toques las tetas, tocalas todo lo que quieras; pero con suavidad.
―Perdón, mamá… no me di cuenta. ―Pero nosotros sabíamos por qué ella había hecho más presión de la cuenta.
―Como decía. ¿Escuchaste lo que dijo tu hermana, Nahuel? A las mujeres hay que darle tiempo para dilatarse, especialmente si es primeriza en esto del sexo. Esto es algo que vas a tener que aprender muy bien, porque… porque… bueno, vos también lo sabés, últimamente a todos les da por andar sin ropa en esta casa, y ya sabés qué tamaño tiene la verga de Nahuel.
―Sí que lo sé, mamá. Se la vi más de una vez… y me alegro de haberlo hecho, porque eso me ayudó a perderle un poquito el miedo a los hombres. Especialmente a los que están tan bien dotados. Cuando te apreté la teta fue porque me asusté un poquito, es que yo estoy en tanga, y Nahuel está atrás mío… y…
―Y sí, ya me imagino cómo la tendrá este chico… dura como un garrote. Nahuel, separate un poquito de tu hermana, a la pobre casi le clavás la verga con tanga y todo.
―Sí… sí que casi me la clava ―dijo ella, con mucha tensión en la voz―. Pero no me molesta, se puede quedar ahí.
―No sé, hija… no me parece buena idea.
―Pensalo, mamá. Nahuel le tiene pánico a las mujeres, y yo a los hombres. ¿No te parece que ésta sería una buena forma de perder un poquito el miedo?
―Bueno, quizás…
―Además no te terminé de contar lo que pasó con mi amiga.
―Es cierto… ¿qué más pasó?. Seguí contando; pero Nahuel, tené cuidado, si la tenés dura me imagino que no la tendrás dentro del bóxer, y si tu hermana no tiene más que una tanga… puede ocurrir un accidente. Si sentís que la punta de la verga está metida entre los labios de la concha, no presiones mucho.
―Igual a mí me gusta que presione un poquito. ―El comentario de Pilar fue muy osado―. Decime, mamá. ¿Vos no disfrutarías de tener una verga así de grande frotándose contra tu concha?
―Bueno, sí… pero no te olvides que es la verga de tu hermano.
―Ya sé, por eso no va a entrar. Así que quedate tranquila, que si llega a haber un accidente, enseguida le digo a Nahuel que se aparte. Es mi hermano y nos tenemos mucha confianza. Si ves que se mueve un poquito, no te enojes con él, que a mí no me molesta. Y si lo hace, mejor… así se quita el miedo a las mujeres… y yo me quito el miedo a sentir algo duro contra la concha.
―Mmm… solo espero que tengas la tanga bien puesta.
―Bueno, casi… entre tanto movimiento se me metió un poco adentro de la concha…
―Ay, Pilar… eso no me deja nada tranquila.
Mi hermana debía estar sumamente excitada para hablar de esa manera y hacer comentarios tan osados. Ella soltó una risita.
―Tranquila, mamá…
―¿Cómo me voy a quedar tranquila, hija? Yo también estuve en esa situación, y sé muy bien que si tenés la tanga metida entre los labios, y una verga empujando desde afuera, el agujero se abre… y un poco de la cabeza entra…
―Vos lo dijiste, un poco; pero no todo. Digamos que la tela de la tanga sigue cumpliendo con su función… y siendo sincera, por lo que estoy sintiendo se nota que Nahuel la tiene bastante cabezona, no creo que me entre, ni aunque me quite la tanga. ―Eso era mentira, una parte de mi verga ya estaba adentro, y yo la podía sentir palpitar, pidiendo por más―. Y Nahuel es bastante cuidadoso, no presiona más de la cuenta.
―Pero se te abre un poquito…
―Sí, eso sí… y se siente rico… no te enojes, mamá. Es solo…
―Sí, ya sé… un método para que los dos pierdan el miedo. Te lo dejo pasar solo porque te prometí que esta noche no me voy a enojar con vos.
―Bueno, gracias.
Mi mamá no parecía muy convencida, pero aún así dejó pasar el asunto de las arrimadas. Quizás los masajes de teta que le dio Pilar la ablandaron un poco.
―Ahora sí, seguí contando lo de tu amiga.
―Ah sí… ella me sugirió que la tocara un poquito.
―¿Y para qué? Si tu idea no es tener sexo con mujeres.
―No; pero igual requiere coraje animarse a tocar una concha. Es más, creo que para una mujer heterosexual requiere más coraje tocar una concha que una verga.
―Mmmm… bueno, sí, ese es un buen punto. ¿Y te animaste?
―¿A vos qué te parece?
Pude ver cómo la mano de Pilar bajaba por el vientre de mi mamá, abriendo la bata por completo, cuando llegó al pubis, Alicia separó un poco las piernas (creo que lo hizo por puro instinto), ahí fue cuando Pilar se lanzó directamente sobre esos labios vaginales y comenzó a acariciarlos. Yo hice lo mismo con la concha de mi hermana, mientras retrocedía un poco con mi verga, solo para volver a hundirla otra vez. Lo hice lentamente, disfrutando de cada segundo; sin embargo intenté no ir más adentro que antes. Aún podía sentir algo de tensión en la concha de Pilar.
―A, veo que te animaste ―dijo mi mamá―. Y que te hayas animado ahora también, demuestra que estás agarrando mucho coraje. Eso me deja más tranquila.
―¿No te molesta que toque?
―Si a vos te sirve, hija, no me molesta para nada.
―Sí, me sirve mucho ―dijo Pilar, soltando un sutil gemido.
―Entonces mostrame, ¿qué fue lo que hiciste con tu amiga?
―¿Segura? Mirá que no me quedé solamente afuera…
―Dale sin miedo, que soy tu madre… estamos en confianza ¿o no?
―Sí, por supuesto.
Pude ver cómo los dedos de Pilar jugaban con el clítoris de mi madre, y luego buscaban abrir esos labios vaginales. Alicia estaba preciosa, y su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración. De pronto dos de los dedos de Pilar se perdieron dentro de la concha. Volvieron a aparecer un segundo después, sólo para hundirse una vez más.
―Veo que la charla con tu amiga te ayudó a tomar mucho coraje ―dijo mi mamá―. Si le mandaste dedo de esta forma, ella se habrá puesto muy contenta.
―¿Por ver que me animé?
―No solo por eso, hija. Lo que estás haciendo se siente muy bien. Tenés dedos muy suaves y delicados… da gusto sentirlos.
―Lo que da gusto sentir es la verga de Nahuel ―ese comentario me electrificó todo el cuerpo.
―¿Te está arrimando mucho?
―Un poquito… ―soltó una risita, como si dijera: “Si supieras cómo me está arrimando.
―Me imagino que esa tanga debe estar toda mojada ―señaló mi mamá.
―¿Y eso es malo?
―No, al contrario. Creo que es algo bueno. Demuestra que vos lubricás bien… y además, a los hombres les duele si están rozando la verga contra algo seco. Si estás bien lubricada, y Nahuel te está arrimando tanto, significa que él ya la debe tener bien lubricada.
―De eso estoy segura. Además, yo tengo mucho labio, y la siento encajada ahí, bien en el medio. Si esos labios fueran los de mi boca, ya le estaría pasando la lengua al glande. Y vos también la tenés bastante mojada, mamá.
―Es que yo me mojo fácil. A mí me tocás un poquito y ya me tenés toda mojada y abierta.
―Ay, mamá… ¿abrís las piernas apenas te tocan? Eso no habla muy bien de vos.
―Perdón, me expresé mal. Con lo de abierta me refería a que también me dilato fácil… bueno, a veces. Depende del estímulo. Eso lo vas a descubrir vos cuando tengas más experiencias sexuales… o estímulos más fuertes. Ahora decime ¿hiciste algo más con tu amiga?
Paré la oreja, quería escuchar atentamente el resto del relato de mi hermana, especialmente sabiendo que cada cosa que ella contara era lo que había pasado con Macarena apenas minutos antes. Maca se fue de acá bastante transpirada, así que me imagino que pasaron muchas cosas; me muero por saberlas. También quiero saber qué tan lejos está dispuesta a llegar mi mamá con sus permisos y Pilar con la penetración.
Por extraño que parezca, me siento tranquilo, no creo que vaya a acabar pronto. Quizás los métodos de Maca, mi mamá y mi tía Cristela están empezando a surtir efecto.
No sé qué va a pasar de ahora en adelante, pero algo me dice que esta va a ser una noche muy larga, y que mi mamá no se va a ir de la pieza hasta haber escuchado todo lo que Pilar tenga para contar… y yo también voy a estar acá… arrimándola.
Capítulo 20.
En Caliente.
La sesión de fotos con Gisela me dejó al palo. Por más que acabé, en mi cabeza seguían resonando las palabras de mi hermana. Nunca la había visto en una actitud tan erótica.
Pasé por el living y me encontré a Tefi charlando con la tía Cristela, noté que ellas guardaban silencio, como si estuvieran esperando a que yo me fuera. No quise interrumpirlas, por lo que seguí camino hasta mi dormitorio. Allí me encerré e intenté despejar mi mente jugando a algo en la compu.
Esto me distrajo durante unas horas, pero de a ratos mi verga se acordaba de lo ocurrido en el cuarto de Gisela y amenazaba con ponerse dura otra vez. Podía pedirle a mi tía que me ayudara con este asunto, pero no me gusta abusar de su gentileza.
Como no sabía qué hacer, fui a darme una ducha. Esto de estar encerrado a veces me da igual y en otros momentos comienza a ser asfixiante. Si pudiera salir a la calle, al menos iría a correr un poco, eso me ayudaría a quemar energía. Hasta dormiría mejor. Sin embargo no puedo pisar la vereda sin que mi mamá me haga un juicio oral y público. Ella no confiaría en mí si le dijera que solo pretendo ir hasta la plaza a dar un par de vueltas. Mi mamá creería que mi intención es encontrarme con algunos de mis amigos, lo cual puede ser cierto, aunque yo no lo pretenda. Porque ella sabe muy bien que mis amigos suelen frecuentar esa plaza, y algunos incluso van a pesar del “aislamiento preventivo y obligatorio”.
La ducha fue tranquila, por suerte nadie vino a interrumpirme. Salí del baño envuelto en una toalla y no llegué a dar ni tres pasos cuando una puerta a mi izquierda se abrió. A pesar que se trataba del cuarto de Pilar, no fue a ella a quien vi. Era Macarena, completamente desnuda, su piel estaba cubierta de pequeñas gotas de sudor y su pecho subía y bajaba con el rápido ritmo de su respiración. Me fijé en su vagina y noté que estaba cubierta de un líquido transparente y viscoso, al igual que la cara interna de sus muslos. Al verme ella sonrió.
―Hey, pero mirá a quién tenemos acá ―me dijo con entusiasmo, como si lleváramos meses sin vernos.
―Eh… hola
Espié de reojo hacia el interior de la habitación, y allí estaba Pilar, acostada en la cama. Se apresuró a cubrirse el cuerpo con las sábanas, porque al igual que Maca, estaba completamente desnuda. La cabeza se me llenó de imágenes eróticas.
―¿Estás ocupado? ―Me preguntó Macarena.
―No, para nada.
―Buenísimo. Pasá… Pilar quiere hablar con vos.
―¿Ahora? ―Preguntó Pilar, desde adentro.
―Sí, nena. Ahora es el mejor momento, ya sabés por qué te lo digo.
Me pregunté a qué se refería con eso, pero no tuve mucho tiempo para analizarlo. Maca me tomó del brazo y me empujó hacia el interior del cuarto. Al igual que antes, ella cerró la puerta y se fue, dejándome solo con Pilar.
―Em… hola ―saludé, con timidez. Intenté sostener mi toalla, a pesar de que Pilar ya me había visto desnudo, me daba mucho miedo que se cayera. No quería incomodarla―. ¿De qué querés hablar?
―Vení, sentate acá ―dio un par de golpecitos al colchón―. Esto que te voy a decir no va a ser fácil, pero Maca tiene razón, ahora es el mejor momento.
―¿Por qué?
―¿Por qué no va a ser fácil de decirlo?
―No… ¿por qué ahora es el mejor momento?
Me senté a su lado en la cama, ella permaneció acostada de lado, sus pechos asomaban bastante, incluso podía ver uno de sus pezones. Esta imagen me recordó mucho a las mujeres griegas representadas en estatuas de mármol.
―Macarena dice que una buena forma de perderle el miedo a los temas sexuales, es hablarlos con otra persona… mientras estás caliente.
―¿Y vos ahora estás caliente?
―Bastante.
Tragué saliva.
―¿Y Macarena tiene algo que ver con esa calentura?
―Sí, mucho.
―¿Qué fue lo que pasó entre ustedes recién?
―Eso ahora mismo no importa, solo te puedo decir que tuvimos una charla muy… intensa. Me dejó con las hormonas un poquito alteradas.
Una vez más tragué saliva, todo mi cuerpo se puso tenso y noté cómo mi verga comenzaba a despertarse.
―Ya veo… ―dije, con la mente casi en blanco, solo podía pensar en las tetas de Pilar, que ahora se asomaban en par fuera de la sábana―. Pero sigo sin entender qué tengo que ver yo con todo esto.
―Bueno… ¿te acordás lo que te conté? Sobre mi pequeño fetiche…
―¿Lo del semen en la cara?
―Ajá… ―con el dedo índice trazó dibujos invisibles en el colchón, como si estuviéramos teniendo una conversación de lo más casual―. Creo que ya estoy lista para hacerlo… y me refiero a hacerlo bien, no como la última vez…
―Perdón por eso…
―Ya pasó, no hace falta que te disculpes. Solo me refiero a que esta vez quiero hacerlo estando mentalizada para eso. ¿Podrías ayudarme?
―Em… quizás… pero… ¿no podemos dejarlo para mañana?
―¿Por qué?
―Es que… bueno, hace un rato yo… ―no podía contarle que ya había acabado en la cara de Gisela, sin embargo no importaba dónde había eyaculado―. Hace un rato… en el baño, yo…
―¿Te hiciste una paja?
―Sí…
―Ah… ¿y eso es malo? O sea, ¿no podés acabar dos veces seguidas?
―Como poder, puedo… pero no va a ser tan… abundante.
―Ah… ya veo ―la noté desilusionada―. ¿Y hay algo que se pueda hacer para que sea más… abundante?
―Mmm… no sé…
―Dale, Nahuel, contame. Con confianza. Estoy hablando de que quiero que me llenes la cara de leche, creo que podemos sincerarnos.
La noté muy decidida, y quizás eso se debía a la calentura que ella tenía… una calentura que se estaba volviendo contagiosa.
―Bueno, en estos días me di cuenta que si paso un buen rato con la verga dura, sin acabar, después sale más leche.
―Así que… si yo me encargo de que tengas la verga dura por un buen rato, ¿va a salir mucha leche? ―Noté una sonrisa picarona en su cara, algo que era más típico de Macarena; se me hizo raro ver a Pilar sonriendo de esa forma.
―Es una posibilidad.
―Entonces… vamos a intentarlo… claro, si tenés ganas.
―Sí… sí… por supuesto.
Reaccioné como un pajero, pero en mi defensa puedo decir que no lo hice solo por el placer físico que pueda recibir, en parte mi respuesta se debió a que quiero mejorar mi relación con Pilar. Esto nos puede ayudar mucho a ganar confianza el uno en el otro.
―Ok… sacate la toalla ―me pidió. Lo hice con cierta timidez. Mi verga quedó expuesta, estaba medio flácida, pero ya había ganado algo de tamaño―. Wow, me sigue pareciendo… imponente. No me quiero imaginar lo que sentirá tu novia, cuando tengas una, y le metas todo eso por la concha. La pobrecita va a sufrir de gusto. Macarena, que tiene experiencia con estos temas, me dijo que a ella le encantan las vergas grandes. Me dijo: “Hermana, algún día tenés que probar una pija grande… como la de Nahuel. Vas a alucinar con lo bien que se siente una vez que entra toda”. Pero siendo sincera, no creo que algo de ese tamaño me entre en la concha… si hasta meterme los dedos me cuesta un poquito.
―Sobre ese tema no puedo opinar mucho… y si te soy sincero, a mí me da un poco de miedo eso de meterle la verga a una mujer. No es por egocéntrico, pero sé que la tengo de buen tamaño, Maca y la tía Cristela ya me lo dejaron bien en claro. Y eso me llevó a pensar que si no hago bien las cosas, puedo lastimar a la mujer…
Pilar sonrió y estiró el brazo. Su mano tibia se posó sobre mi verga y comenzó a masajearla lentamente.
―Me alegra que tengas eso en consideración, Nahuel. Yo estaría muy intimidada si un tipo quiere meterme todo esto por la concha, y me gustaría que lo hiciera despacio, dándome tiempo para… asimilarlo.
Entre las caricias y los comentarios que estaba haciendo, mi hermana logró estimularme tanto que la pija se me puso como un garrote en cuestión de segundos.
―¡Uy! ―Dijo ella, y soltó una risita mientras apretaba mi verga con fuerza―. Me encanta ver cómo se te para… o sea, a ver… no pienses mal. No es que me encante ver como a vos se te para la verga, es solo que no estoy acostumbrada a ver esto en persona y me sorprende. Creo que me pasaría igual con cualquier verga. Además se siente raro al tacto, porque pude notar el momento justo en el que se te puso dura.
―Sí, me imagino que debe ser curioso para las mujeres.
―Lo es, todavía no entiendo cómo hacen los hombres para tener todo esto tan duro ―una vez más apretó con fuerza y se sintió de maravilla―. ¿Puedo hacer alguna otra cosa para ayudarte? Macarena dice que una mujer, con los estímulos apropiados, puede lograr maravillas…
―Puede ser… aunque no se me ocurre nada.
―Ya sé…
Pilar apartó la sábana que cubría su cuerpo y pude verla completamente desnuda. Su concha estaba tan húmeda como la de Macarena. Me quedé mirándola con los ojos desencajados.
―¿Querés tocarla? ―Preguntó mi hermana.
―¿Eh? ―Respondí, aturdido.
―La concha… ¿me la querés tocar?
―¿Te molestaría si lo hiciera?
―No, claro que no. Creo que esto nos puede servir de mucho a los dos. Yo le tengo que perder el miedo a la verga… y vos tenés que perderle el miedo a la concha.
―Muy cierto.
―Y sí, sé que somos hermanos y todo eso, pero… gracias a Maca aprendí que los hermanos… y hermanas también te pueden ayudar mucho a entender sobre la sexualidad… siempre y cuando haya mucha confianza. Dale, pasá la mano por acá, sin miedo, que a mí no me molesta.
Pilar flexionó una de sus piernas, la que estaba más arriba, y eso generó una apertura directa hacia su concha. Titubeando acerqué la mano y cuando sentí el contacto con sus húmedos labios vaginales el corazón se me aceleró.
―Me da curiosidad saber qué fue lo que “hablaron” con Macarena ―dije, en un nuevo intento por sacarle información.
―Te dije que eso ahora no importa.
―Bueno, pero de algo tenemos que hablar…
―Supongo que sí, de lo contrario esto se volvería muy incómodo ―dijo ella, mirándome con sus expresivos ojos.
Me acabo de dar cuenta lo parecida que es a Estefanía… o sea, siempre noté que hay similitudes entre mis hermanas; pero al verla desde tan cerca esas similitudes se hicieron más nítidas: El ángulo de sus cejas, la forma de los párpados… hasta la nariz tienen idéntica. Solo que Pilar tiene la boca más grande, con labios un poco más gruesos… como los de la concha. También son más gruesos que los de Tefi… y están muy húmedos, y tibios. Mientras más exploro la concha de Pilar, más dura se me pone la verga.
La incomodidad aumentó cuando nos quedamos en silencio, Pilar seguía masajeando mi verga y yo hacía lo mismo con su vagina, pero estos movimientos se estaban volviendo toscos y sin gracia, como si nos sintiéramos obligados a tocar al otro. Por suerte mi hermana habló para romper el silencio:
―Preguntame algo ―dijo―. Lo que sea, y yo te prometo que te lo respondo.
―Mmm… está bien. ¿Aunque tenga que ver con sexo?
―Especialmente si tiene que ver con eso, al fin y al cabo estamos acá para hablar de sexo.
―Buen punto. Este… a ver… si tuvieras tu primera vez con un hombre ¿cómo te gustaría que fuera?
―Eso es fácil: me gustaría que fuera muy romántica. Sé que no es la respuesta más original, pero es la verdad.
―Creo que sí es original, porque de mis hermana, incluso contando a Ayelén, creo que sos la única que me hubiera dado esa respuesta. Bueno, quizás Gisela… pero hasta con ella lo dudo.
―Eso es cierto. Maca y Tefi no son nada románticas. Maca es hiper-sexual y Tefi… bueno, no hablé mucho con ella de estos temas, pero tampoco la imagino muy romántica. Entonces ¿te dejó satisfecho la respuesta?
―Más o menos… porque no sé cómo sería ese momento romántico. Es decir, en el momento de… pasar a la acción. ¿Cómo sería?
Ella hizo silencio durante unos segundos, creí que mi respuesta le había incomodado. No aparté mis dedos de su concha, pero sí los dejé quietos. No me animaba a mover ni un músculo.
―Nunca lo había pensado de esa manera ―dijo por fin―. Siempre que fantaseé con mi primera vez, lo hice de forma conceptual. Más que nada pensando en toda la parte previa, no sé, la cena romántica, la música, los besos, las caricias. Pero nunca me puse a pensar cómo sería el momento de la penetración.
―¿Y cómo te gustaría que fuera? Pensalo.
―Mmmm… ―ella se perdió en sus pensamientos durante unos segundos, luego dijo―. Me gustaría que fuera de cucharita ―giró su cuerpo hacia la izquierda y como yo miraba hacia el mismo lado, su espalda desnuda quedó contra mi pecho. Esta posición me puso tenso, porque mi verga erecta quedó peligrosamente cerca de sus nalgas―. Y me gustaría que me abracen ―tomó mis manos y las llevó hacia adelante, rodeando su cuerpo.
Presioné a la altura de su abdomen.
―¿Así? ―Pregunté, con el pulso acelerado.
―No, así es demasiado frío e informal. Agarrame las tetas.
―¿Segura?
―Dale, sin miedo, Nahuel. Si te doy permiso para que me toques la concha, no me va a molestar que me toques las tetas.
Eso tenía mucho sentido. Subí mis manos hasta sus grandes pechos, era casi como tocar las tetas de Gisela. Instintivamente comencé a amasarlos lentamente y acaricié un poco sus pezones.
―Mm… sí, así me gusta… aunque ya extraño las caricias en la concha…
Dejé mi mano izquierda, la que cruzaba por debajo de su cuerpo, agarrando una teta. Con la derecha fui bajando, acariciando su vientre, hasta que llegué una vez más a su concha. Reaccioné por puro instinto, apenas sentí su clítoris debajo de mis dedos, me puse a acariciarlo lentamente. Ella soltó un gemido que hizo que mi verga se pusiera a vibrar de emoción.
―Esto está mucho mejor ―dijo Pilar―. Después de que el tipo me tenga un rato así, ahí me gustaría que empiece a pasarme la verga por la concha… pero sin meterla.
Mi hermana agarró mi miembro e hizo que éste quedara entre sus piernas. Todo el tronco se encajó justo en la división de sus labios vaginales. Pilar comenzó a menear su cola muy lentamente, podía sentir como su concha besaba mi verga, era fantástico.
―Nunca tuve sexo con un hombre ―dijo mi hermana―, pero sé que me va a gustar mucho esto del “juego previo”. Que me vayan calentando de a poquito… uf… si me tratan así, soy capaz de dejarme hacer lo que sea.
―Se siente bien ―aseguré, sin dejar de masajear sus tetas.
Intenté no moverme mucho, porque no quería que mi verga terminara entrando en su concha, además tampoco quería acabar. Al fin y al cabo mi hermana quería el semen para cumplir otra de sus fantasías.
Nos quedamos en silencio una vez más, aunque en esta ocasión no sentí que el silencio fuera incómodo. Los gemidos de Pilar eran suaves y constantes, mi verga palpitaba al ritmo del latido de mi corazón, la humedad de su sexo estaba cubriendo el mío por completo. Nuestros movimientos eran sutiles, pero ya habíamos encontrado el ritmo justo. Estábamos disfrutando de esta candente calma cuando escuchamos que alguien golpeaba la puerta.
La respuesta de Pilar fue inmediata, tomó la sábana y con ella nos cubrió rápidamente, justo a tiempo para ocultar lo que pasaba entre sus piernas… y lo adelantadas que estaban mis manos. Me quedé paralizado cuando la puerta se abrió y escuché la voz de mi madre:
―Pilar ¿puedo hablar con vos? ―Preguntó Alicia.
―¿Sobre qué?
No hubo respuesta, mi mamá entró, cerró la puerta detrás de ella y se paró a los pies de la cama.
―¿Qué están haciendo?
Si bien mi mamá mostró una gran apertura hacia cuestiones sexuales, lo hizo porque había motivos para ello. No sabía cómo iba a reaccionar si llegaba a enterarse dónde estaba mi verga.
―Nada, mamá. Estábamos por dormir. Ando un poco bajoneada, y le pedí a Nahuel que se quedara conmigo. ¿Qué necesitás?
―Mmmm… ¿y por qué andás bajoneada?
―Por nada, el encierro…
―A mí no me mientas, Pilar. Sé que nunca te molestó estar encerrada.
Alicia caminó alrededor de la cama, y quedó parada frente a mí. Me excité mucho al ver que tenía puesta una bata azul que a duras penas le tapaba las tetas, incluso me pareció ver que su concha se asomaba debajo de la corta tela. La bata estaba mal cerrada, y cualquier movimiento del precario nudo haría que se liberase toda la desnudez de mi madre.
―No pasa nada, mamá. En serio ―respondió mi hermana.
―Creo que sí pasa algo… y ya sé lo que es ―una vez más me puse tenso―. Hablé de este tema con Macarena, hace un ratito. Ella me pidió que lo hablara con vos…
―¿Ahora?
―No, me pidió que esperase hasta mañana; pero yo prefiero hablar ahora. Es un tema personal ―mi mamá se sentó en el borde de la cama, justo al lado de Pilar―. Y me gusta que Nahuel esté presente, porque creo que podría tener la misma charla con los dos.
Diario de Cuarentena:
<¿Qué carajo le metió Macarena en la cabeza a mí mamá, y por qué yo tengo que pagar las consecuencias?>
―¿Y cuál es ese tema personal del que querés hablar? ―Preguntó Pilar, la noté algo tensa… y como para no estarlo. Mi mamá estuvo a punto de descubrirnos haciendo algo que los hermanos no deberían hacer.
―Hace poco Macarena me hizo notar que mi carácter, mi forma de ser, impactó mucho en la personalidad de mis hijos… y de manera negativa. Quiero revertir eso. Sé muy bien que ustedes dos nunca tuvieron relaciones sexuales con nadie, y eso les trajo problemas para relacionarse con personas del sexo opuesto.
Mi mamá hablaba mirando fijamente a la pared, como si quisiera evitar el contacto visual con nosotros. Mientras tanto yo me fijaba cómo sus pechos se asomaban de forma indiscreta por la tela de la bata. Mi verga se tensó y lentamente comencé a moverla a lo largo de la concha de Pilar.
―Justamente por eso estaba hablando con Nahuel ―dijo Pilar―. Él me esta ayudando a perderle el miedo a los hombres, y yo lo ayudo a perderle el miedo a las mujeres.
Alicia nos miró y sonrió maternalmente.
―Me alegra que se estén ayudando el uno al otro. Macarena me dijo algo que me dolió mucho…
―Maca suele decir las cosas sin suavizarlas ni un poquito ―aseguró Pilar.
―Sí, lo sé. Pero creo que en esto tiene razón. Ella me dijo: “Pilar nunca salió con nadie porque tiene miedo que vos la trates de puta”. ¿Qué pensás de eso?
―Mmm… no sé, quizás tenga un poco de razón…
―Eso me pone muy mal ―dijo Alicia, de verdad parecía al borde del llanto.
―No te pongas mal, mamá ―Pilar la tomó de la mano. El calor del cuerpo de mi hermana me estaba excitando cada vez más.
―¿Cómo no me voy a poner mal si sé que mi hija no tuvo ninguna alegría por mi culpa? Es decir, no me gustaría que mis hijas fueran promiscuas… pero de eso a no tener ninguna relación, hay mucho trecho. Nunca quise que fueran monjas.
―No soy una monja, mamá. Te lo puedo asegurar.
―¿Acaso tuviste alguna experiencia sexual? ―Preguntó Alicia, intrigada.
―Algo.
―¿De verdad? ―Mi mamá sonrió. Yo no tenía ni idea de a qué se refería Pilar―. Contame. ¿Cómo fue?
―Em… no, mejor no.
―¿Te da vergüenza que yo escuche? ―Le pregunté―. Si querés me voy.
―No… no… no te vayas ―se apresuró a decir. Noté cómo su culo se pegaba más a mi pelvis y sus muslos se cerraban con más fuerza sobre mi verga―. No me molesta que vos escuches, al fin y al cabo a vos te lo contaría. Lo que me da un poco de miedo es la reacción de mamá.
―Vamos a hacer un trato, Pilar ―dijo mi mamá―. Vos contame cualquier experiencia sexual que hayas tenido, sin miedo, y yo te prometo que no me voy a enojar con vos.
―¿Ni me vas a tratar de rara, desviada o puta?
―No, nada de eso. Te prometo que, aunque no me guste lo que me vayas a contar, yo lo voy a aceptar sin enojarme. Prefiero saber que tuviste algunas experiencias sexuales, antes que vivir con la idea de que castré a mi propia hija.
―Está bien, pero desde ya te digo que algunas de las cosas que te voy a contar no te van a gustar. No tuve muchas experiencias con el sexo, pero algo hubo… con un amigo.
―¿Cómo se llama tu amigo? ―Preguntó mi mamá.
―Eso no importa. No quiero que lo estés vigilando si algún día decide visitarme en casa.
―¿Es el amigo que ibas a ver la noche que quisiste salir?
―Puede ser…
―¿Y qué pasó con él?
―No mucho. Mi amigo es un chico tímido ―no tenía ni idea de quién era ese amigo, pero la historia de Pilar me tenía intrigado―. No pasó mucho, porque los dos teníamos muy poca experiencia, por no decir ninguna. Llegué a… analizar su… verga… ¿está mal que le diga verga?
―Decile como quieras… y me alegra que al menos hayas visto una verga en persona. Como dije, no quiero que seas una monja, solo que seas responsable.
―Bueno, ya veremos si soy responsable.
―¿Qué más pasó con la verga de tu amigo? ―Quiso saber mi mamá.
―No mucho, se la miré durante un ratito, desde muy cerca… y cuando se la quise tocar, él acabó… en mi cara. ―Me puse tenso, la historia que estaba contando era la mía… lo que había pasado entre nosotros―. Al principio me enojé mucho con él; pero después, charlando con Macarena y Nahuel, entendí que a veces los hombres pueden acabar con poco estímulo, especialmente si tienen poca experiencia.
―Eso es muy cierto ―dijo mi mamá―. Y no hay nada de qué avergonzarse ―sabía que esa frase estaba dirigida a mí―. ¿Ya hiciste las paces con tu amigo?
―Sí, ya nos llevamos bien.
―¿Y tuvieron alguna otra interacción?
―No. Pero sí hubo algo más… y esto no te va a gustar.
―¿Por qué no?
―Porque fue con una chica.
Mi mamá apretó tanto sus labios que se pusieron blancos
―¿Con una mujer? ¿Cómo se te ocurre… con una mujer?
―¿Viste? Sabía que te iba a molestar
―Mamá ―intervine―. Le prometiste a Pilar que ibas a escuchar lo que ella tuviera para contar, sin enojarte. Así que… bancatela.
―Pero… pero… no me imaginé que mi hija fuera lesbiana…
―A ver, mamá. Pará un poquito. Yo nunca dije que fuera lesbiana. Si tuve una experiencia con una chica fue solo porque no tenía a nadie más. Quería sacarme algunas dudas, y ella me ayudó.
―Entonces… ¿no fue porque te gusten las mujeres?
―No… aunque no voy a negar que me divertí mucho con ella, más que nada por lo paciente que fue conmigo.
―Y me imagino que tampoco me vas a decir quién era esta amiga.
―Imaginás bien.
Por mi parte yo empecé a imaginar que quizás esa “amiga” podría ser Macarena.
―¿Y qué pasó con ella?
―Mmm, ella me dijo que me quería ayudar a perder un poquito la vergüenza, entonces me pidió que me quitara la ropa. Sabe que yo siempre me sentí inhibida al desnudarme, no siento que mi cuerpo sea atractivo.
―Pero sí lo es, hija, te lo aseguro.
―Eso fue lo mismo que me dijo mi… amiga. ―Esa breve pausa me permitió corroborar que, efectivamente, Pilar estaba narrando lo que había pasado con Macarena―. Mientras me acariciaba las tetas no dejaba de decirme lo lindas que son, y yo le aseguré que tengo a quien salir.
Ella estiró una mano y movió un poco la bata azul, uno de los grandes pechos de mi madre quedó a la vista, con su pezón bien erecto, apuntando al frente. Me sorprendió que Pilar posara toda su mano en esa teta y comenzara a amasarla suavemente.
―Me alegra mucho que estés orgullosa de las tetas de tu madre ―dijo Alicia―. Aunque no lo creas, yo pasé muchos años sintiéndome incómoda con mi cuerpo, justamente por ser tan… voluptuosa. Los hombres, y a veces las mujeres, me miraban tanto que me ponía incómoda.
―Es que sos muy linda, mamá. No puedo culparlos por mirar. A mí no me gustan las mujeres, pero no puedo negar lo hermosas que son tus tetas. Dan ganas de comérselas… y hablando de eso, mi amiga me chupó las tetas.
―¿Las dos?
―Sí, las dos… y lo hizo sin avisarme, simplemente se mandó y le dio un chupón a cada uno de mis pezones. Fue muy lindo, me ayudó a romper el hielo.
―¿Y qué más hizo tu amiga?
―Mientras me chupaba las tetas, bajó una mano y empezó a acariciarme la concha… despacito… y yo, que de a poco me fui calentando cada vez más, abrí las piernas. Mi amiga me felicitó por eso, me dijo que el gesto de abrir las piernas es lo que simboliza que una mujer está lista para el sexo.
―Así es… eso lo tiene que tener en cuenta Nahuel, el día que esté con una mujer.
―Sí ―continuó Pilar―, abrir las piernas o bien guiar la verga del hombre hasta la entrada de la concha.
De pronto sentí la mano de mi hermana sobre mi miembro, ella hizo exactamente lo que había descrito, apuntó mi verga hacia su agujero y sentí cómo ella acercaba más su cola, como buscando la penetración. Mi glande se humedeció al instante, con los tibios jugos vaginales de Pilar, y me dieron muchas ganas de empujar hasta el fondo; pero no lo hice porque noté que ella aún no estaba bien dilatada.
―Por cierto, má… ―dijo Pilar―. Además de ese amigo que te conté, y mi amiga… también hice algunas cositas con otro amigo. Este sí llegó a arrimarme la verga, estando yo desnuda.
―¿Ah, sí? ―Noté que mi mamá sonreía, mientras su hija seguía masajéandole la teta―. ¿Y tu amigo se portó bien?
―Sí, muy bien. Entendió que yo tenía poca experiencia… y él era un chico bien dotado. No sé si me explico.
―Sí, entiendo perfectamente ―dijo Alicia.
―Lo bueno es que él fue muy amable conmigo y no forzó la entrada… se quedó ahí, quietito, permitiendo que yo me dilatara.
Era demasiado obvio que Pilar estaba hablando de mí; pero quizás solo era obvio para mí. Mi madre no tenía por qué sospechar lo que estaba ocurriendo debajo de las sábanas. También entendí que me estaba dando indicaciones. No sé qué tan lejos pretende llegar mi hermana con esto, pero me quedó bien claro que no debía forzar la penetración.
―¿Escuchaste, Nahuel? ―Preguntó mi madre.
―¿Eh?
Cuando ella dijo mi nombre, me asusté, y esto me llevó a moverme. Sin querer presioné más mi verga contra la concha de Pilar y pude sentir cómo se hundía mientras las paredes vaginales se abrían. Diría que entró el primer tercio de la verga, pero esto puso tensa a Pilar como si hubiera entrado toda.
―¡Ay, nena! Despacito ―Se quejó Alicia―. No me molesta que me toques las tetas, tocalas todo lo que quieras; pero con suavidad.
―Perdón, mamá… no me di cuenta. ―Pero nosotros sabíamos por qué ella había hecho más presión de la cuenta.
―Como decía. ¿Escuchaste lo que dijo tu hermana, Nahuel? A las mujeres hay que darle tiempo para dilatarse, especialmente si es primeriza en esto del sexo. Esto es algo que vas a tener que aprender muy bien, porque… porque… bueno, vos también lo sabés, últimamente a todos les da por andar sin ropa en esta casa, y ya sabés qué tamaño tiene la verga de Nahuel.
―Sí que lo sé, mamá. Se la vi más de una vez… y me alegro de haberlo hecho, porque eso me ayudó a perderle un poquito el miedo a los hombres. Especialmente a los que están tan bien dotados. Cuando te apreté la teta fue porque me asusté un poquito, es que yo estoy en tanga, y Nahuel está atrás mío… y…
―Y sí, ya me imagino cómo la tendrá este chico… dura como un garrote. Nahuel, separate un poquito de tu hermana, a la pobre casi le clavás la verga con tanga y todo.
―Sí… sí que casi me la clava ―dijo ella, con mucha tensión en la voz―. Pero no me molesta, se puede quedar ahí.
―No sé, hija… no me parece buena idea.
―Pensalo, mamá. Nahuel le tiene pánico a las mujeres, y yo a los hombres. ¿No te parece que ésta sería una buena forma de perder un poquito el miedo?
―Bueno, quizás…
―Además no te terminé de contar lo que pasó con mi amiga.
―Es cierto… ¿qué más pasó?. Seguí contando; pero Nahuel, tené cuidado, si la tenés dura me imagino que no la tendrás dentro del bóxer, y si tu hermana no tiene más que una tanga… puede ocurrir un accidente. Si sentís que la punta de la verga está metida entre los labios de la concha, no presiones mucho.
―Igual a mí me gusta que presione un poquito. ―El comentario de Pilar fue muy osado―. Decime, mamá. ¿Vos no disfrutarías de tener una verga así de grande frotándose contra tu concha?
―Bueno, sí… pero no te olvides que es la verga de tu hermano.
―Ya sé, por eso no va a entrar. Así que quedate tranquila, que si llega a haber un accidente, enseguida le digo a Nahuel que se aparte. Es mi hermano y nos tenemos mucha confianza. Si ves que se mueve un poquito, no te enojes con él, que a mí no me molesta. Y si lo hace, mejor… así se quita el miedo a las mujeres… y yo me quito el miedo a sentir algo duro contra la concha.
―Mmm… solo espero que tengas la tanga bien puesta.
―Bueno, casi… entre tanto movimiento se me metió un poco adentro de la concha…
―Ay, Pilar… eso no me deja nada tranquila.
Mi hermana debía estar sumamente excitada para hablar de esa manera y hacer comentarios tan osados. Ella soltó una risita.
―Tranquila, mamá…
―¿Cómo me voy a quedar tranquila, hija? Yo también estuve en esa situación, y sé muy bien que si tenés la tanga metida entre los labios, y una verga empujando desde afuera, el agujero se abre… y un poco de la cabeza entra…
―Vos lo dijiste, un poco; pero no todo. Digamos que la tela de la tanga sigue cumpliendo con su función… y siendo sincera, por lo que estoy sintiendo se nota que Nahuel la tiene bastante cabezona, no creo que me entre, ni aunque me quite la tanga. ―Eso era mentira, una parte de mi verga ya estaba adentro, y yo la podía sentir palpitar, pidiendo por más―. Y Nahuel es bastante cuidadoso, no presiona más de la cuenta.
―Pero se te abre un poquito…
―Sí, eso sí… y se siente rico… no te enojes, mamá. Es solo…
―Sí, ya sé… un método para que los dos pierdan el miedo. Te lo dejo pasar solo porque te prometí que esta noche no me voy a enojar con vos.
―Bueno, gracias.
Mi mamá no parecía muy convencida, pero aún así dejó pasar el asunto de las arrimadas. Quizás los masajes de teta que le dio Pilar la ablandaron un poco.
―Ahora sí, seguí contando lo de tu amiga.
―Ah sí… ella me sugirió que la tocara un poquito.
―¿Y para qué? Si tu idea no es tener sexo con mujeres.
―No; pero igual requiere coraje animarse a tocar una concha. Es más, creo que para una mujer heterosexual requiere más coraje tocar una concha que una verga.
―Mmmm… bueno, sí, ese es un buen punto. ¿Y te animaste?
―¿A vos qué te parece?
Pude ver cómo la mano de Pilar bajaba por el vientre de mi mamá, abriendo la bata por completo, cuando llegó al pubis, Alicia separó un poco las piernas (creo que lo hizo por puro instinto), ahí fue cuando Pilar se lanzó directamente sobre esos labios vaginales y comenzó a acariciarlos. Yo hice lo mismo con la concha de mi hermana, mientras retrocedía un poco con mi verga, solo para volver a hundirla otra vez. Lo hice lentamente, disfrutando de cada segundo; sin embargo intenté no ir más adentro que antes. Aún podía sentir algo de tensión en la concha de Pilar.
―A, veo que te animaste ―dijo mi mamá―. Y que te hayas animado ahora también, demuestra que estás agarrando mucho coraje. Eso me deja más tranquila.
―¿No te molesta que toque?
―Si a vos te sirve, hija, no me molesta para nada.
―Sí, me sirve mucho ―dijo Pilar, soltando un sutil gemido.
―Entonces mostrame, ¿qué fue lo que hiciste con tu amiga?
―¿Segura? Mirá que no me quedé solamente afuera…
―Dale sin miedo, que soy tu madre… estamos en confianza ¿o no?
―Sí, por supuesto.
Pude ver cómo los dedos de Pilar jugaban con el clítoris de mi madre, y luego buscaban abrir esos labios vaginales. Alicia estaba preciosa, y su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración. De pronto dos de los dedos de Pilar se perdieron dentro de la concha. Volvieron a aparecer un segundo después, sólo para hundirse una vez más.
―Veo que la charla con tu amiga te ayudó a tomar mucho coraje ―dijo mi mamá―. Si le mandaste dedo de esta forma, ella se habrá puesto muy contenta.
―¿Por ver que me animé?
―No solo por eso, hija. Lo que estás haciendo se siente muy bien. Tenés dedos muy suaves y delicados… da gusto sentirlos.
―Lo que da gusto sentir es la verga de Nahuel ―ese comentario me electrificó todo el cuerpo.
―¿Te está arrimando mucho?
―Un poquito… ―soltó una risita, como si dijera: “Si supieras cómo me está arrimando.
―Me imagino que esa tanga debe estar toda mojada ―señaló mi mamá.
―¿Y eso es malo?
―No, al contrario. Creo que es algo bueno. Demuestra que vos lubricás bien… y además, a los hombres les duele si están rozando la verga contra algo seco. Si estás bien lubricada, y Nahuel te está arrimando tanto, significa que él ya la debe tener bien lubricada.
―De eso estoy segura. Además, yo tengo mucho labio, y la siento encajada ahí, bien en el medio. Si esos labios fueran los de mi boca, ya le estaría pasando la lengua al glande. Y vos también la tenés bastante mojada, mamá.
―Es que yo me mojo fácil. A mí me tocás un poquito y ya me tenés toda mojada y abierta.
―Ay, mamá… ¿abrís las piernas apenas te tocan? Eso no habla muy bien de vos.
―Perdón, me expresé mal. Con lo de abierta me refería a que también me dilato fácil… bueno, a veces. Depende del estímulo. Eso lo vas a descubrir vos cuando tengas más experiencias sexuales… o estímulos más fuertes. Ahora decime ¿hiciste algo más con tu amiga?
Paré la oreja, quería escuchar atentamente el resto del relato de mi hermana, especialmente sabiendo que cada cosa que ella contara era lo que había pasado con Macarena apenas minutos antes. Maca se fue de acá bastante transpirada, así que me imagino que pasaron muchas cosas; me muero por saberlas. También quiero saber qué tan lejos está dispuesta a llegar mi mamá con sus permisos y Pilar con la penetración.
Por extraño que parezca, me siento tranquilo, no creo que vaya a acabar pronto. Quizás los métodos de Maca, mi mamá y mi tía Cristela están empezando a surtir efecto.
No sé qué va a pasar de ahora en adelante, pero algo me dice que esta va a ser una noche muy larga, y que mi mamá no se va a ir de la pieza hasta haber escuchado todo lo que Pilar tenga para contar… y yo también voy a estar acá… arrimándola.
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