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Aislado Entre Mujeres [16].

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Aislado Entre Mujeres [16].




Capítulo 16.

La Fantasía de Pilar.

Caminé junto a Pilar intentando disimular la erección que tenía dentro del pantalón. Por suerte ella no preguntó qué hacía con la pija parada en mi pieza si supuestamente allí estaba la tía Cristela durmiendo. No hubiera sabido cómo responder a eso. Sin embargo mi hermana parecía estar preocupada por otra cosa. Aún no podía bajar la guardia. Probablemente recibiría un duro sermón por la vez que le acabé en la cara (sin querer). 
Entramos a su pieza, estaba más desordenada que de costumbre, incluso junto a la computadora había un plato sucio. Ahí caí en la cuenta que desde el incidente, Pilar salía de su habitación menos que antes, a veces ni siquiera se sentaba a comer con el resto de la familia; se pasaba prácticamente el día entero dentro de su cuarto.
―Vení, sentate en la cama ―dijo Pilar, eso me llamó la atención porque ella misma se dirigió hacia la cama. Pensé que al estar enojada conmigo no me querría cerca. De todas maneras hice lo que me pidió, me acomodé a su lado y la miré con toda la incomodidad del mundo. Al parecer esto se notó mucho―. No tengas miedo, Nahuel, no te traje para pelear.
―¿Ah, no?
―No, te pedí que vinieras para pedirte disculpas.
Si me hubiera dicho que ganó un millón de dólares jugando a la lotería, no me hubiera sorprendido tanto.
―¿Qué? ¿Y por qué me tenés que pedir disculpas?
Al parecer mi pregunta la tomó por sorpresa, abrió mucho los ojos y retrocedió.
―¿No es obvio? Por cómo te traté durante estos días. 
―Pensé que estabas enojada conmigo, por lo que pasó la última vez.
―No… justamente por eso quería hablar. Hace un rato, cuando nos cruzamos a la salida del baño, me dijiste que lo que pasó fue sin querer… obvio que fue sin querer, eso ya lo sabía. Nunca tuve dudas. Pero si me lo aclaraste fue porque te sentís culpable. No quiero que te sientas así, menos por mi culpa. 
―Pilar, vos no hiciste nada malo.
―Sí que lo hice… te traté como si fueras una basura ―noté que sus ojos estaban lagrimeando―. Al menos quiero explicarte por qué.
―Eso me serviría mucho; pero de verdad no siento que me hayas tratado mal… solo fuiste algo… em… distante.
―Sí, el silencio es mi forma de poner una pared que me separe de las personas. Pero no lo hice porque estuviera enojada con vos. Al contrario, agradezco mucho lo que hiciste por mí. La idea de Macarena era una locura, pero tengo que reconocer que funcionó, al menos ahora sé cómo se siente tocar una verga de verdad. Para mí eso fue muy importante. ―Sus mejillas se pusieron rojas―. Ahora, cuando leo una de esas novelas eróticas que tanto me gustan, sé lo que siente la chica cuando dice que tocó una verga grande y dura, eso ayuda mucho a la… estimulación.
―Odio esa palabra.
―¿Por qué?
―Em… no sé, suena demasiado fría y distante.
―Tenés razón ―ella sonrió, me alegró que lo hiciera―. Por “estimulación” me refiero que me sirvió mucho a la hora de hacerme la paja. Soy una boluda, decirte eso me da muchísima vergüenza… incluso después de que te vi la pija, y de que vos me viste toda la concha.
―A mucha gente le da vergüenza hablar de la masturbación.
―¿A vos no?
―No sé, creo que ya me estoy acostumbrando.
―¿Tuviste muchas charlas con Macarena?
―Demasiadas. 
Ella soltó una risotada.
―Sí, yo también hablé varias veces con ella, y es increíble cómo me cuenta de sus pajas sin siquiera despeinarse… ¡si hasta se mandó dedos delante mío! Está re loquita. Pero me hace bien charlar con ella sobre estos temas, para perderles un poquito la vergüenza. Aunque sí me da un poquito de pena, al verla desnuda descubrí que tiene una concha preciosa, y sé que no le molesta andar desnuda delante tuyo.
―¿Y eso qué tiene que ver?
―Que la concha de Macarena es mil veces más linda que la mía. Estoy segura de que si vos tuvieras que elegir entre coger una concha como la de Maca, o como la mía, elegirías una como la de ella, sin dudas.
―No quiero tener que elegir entre mis hermanas otra vez.
―Está bien, tenés razón, ya te pusimos en una dura situación con lo del torneo de culos, no pretendo que elijas…
―Pero si pensás que tu concha no es linda, es que sabés muy poco de hombres… y de conchas. La tuya es preciosa, cualquier hombre heterosexual te cogería sin pensárselo dos veces.
―Sos un tarado ―dijo, sonriendo y con las mejillas rojas―. Me lo decís porque soy tu hermana.
―Te lo digo porque es la verdad, Pilar. Estás re buena. ¿Por qué te creés que acabé en ese momento? Para mí fue muy fuerte tener esa concha tan cerca de la cara… sé que sos mi hermana; pero se ve que mi verga no lo sabe. ―Pilar volvió a reírse a carcajadas―. Mi pobre verga reaccionó solo por instinto, había una concha tan linda… y tan cerca… que… se moría de ganas de meterla.
―¿De verdad tuviste ganas de meterme la pija? ―Me preguntó mirándome con sus grandes ojos claros. 
―Em… no, porque sos mi hermana…
―Olvidate de eso, quiero que me respondas con sinceridad. Si no fuéramos hermanos ¿me hubieras metido la pija?
―Em… si no fuéramos hermanos probablemente me hubiera acobardado. Habría salido corriendo. Creo que si aguanté tanto tiempo cerca de tu concha, sin huír como un cobarde, fue justamente porque sos mi hermana… y me inspirás confianza. 
―Eso es muy lindo, Nahuel… 
―Gracias.
―Pero no te hagás el pelotudo, eso no responde mi pregunta. ―Se acercó mucho a mí, sus ojos quedaron mirando fijamente a los míos, su boca estaba tan cerca de la mía que podía sentir su tibio aliento, y su mano izquierda se cerró con fuerza sobre mi verga, agarrándola por arriba del pantalón―. Si no fuéramos hermanos ¿Me hubieras metido la pija?
―Eh… no me hubiera animado… pero sí que hubiera tenido ganas de hacerlo. Tenés una concha muy hermosa, Pilar.
―A mí me hubiera pasado lo mismo ―dijo, sin soltarme la verga―. Por más que tenés una pija preciosa, y bien grande; si no fuéramos hermanos ni siquiera me hubiera animado a tocarte… o a desnudarme. ¿Te das cuenta de que somos muy patéticos?
―Sí, ya me quedó claro después de nuestra última charla.
―A mí me cuesta horrores desnudarme frente a la gente, todavía no sé cómo me animé a hacerlo con vos. Creo que tenés razón al decir que eso se vuelve más fácil justamente porque somos hermanos, nos inspiramos confianza mutuamente. Macarena me dijo: “Si querés agarrar una verga, aprovechá que tenés la de Nahuel, a él no le va a molestar”.
―Si lo hacés vos, no me molesta, ni un poquito. 
―Me alegra saberlo. También me dijo que si yo te agarraba un poco la verga, iba a servir para que vos te quites el miedo a las mujeres… y para que yo me quite el miedo al sexo en general. Todo iba marchando perfecto aquel día, hasta que…
―Hasta que lo arruiné todo, cuando te acabé en la cara.
―No, la que lo arruinó fui yo, por mi reacción estúpida. De eso quería hablar. Cuando sentí el semen contra la cara, me asusté… tenés que entender que nunca me habían acabado en la cara… pero, siendo sincera… es algo con lo que siempre fantaseé. ―Metió la mano en mi pantalón, mi verga comenzó a palpitar al sentir el contacto directo con su suave piel―. ¿Y sabés por qué me enojé? Una cosa más que demuestra lo patética que soy. Lo que me molestó no fue que me llenaras la cara de leche, fue porque soy una romántica de mierda. Siempre me imaginé que la primera vez que un hombre me acabara en la cara sería después de una linda velada romántica, de una cena… con sexo muy íntimo, lleno de gestos afectivos. Pero no, si alguna vez tengo una buena amiga y nos ponemos a hablar de sexo, ¿qué le voy a contar? ¿que el primer tipo que me acabó en la cara fue mi propio hermano? Suena ridículo, y patético. Pero no me malinterpretes, Nahuel, mi bronca no es con vos, es conmigo misma, por ser tan idealista. Cuando le conté esto a Macarena, ella me dijo: “Nena, las primeras veces están sobrevaloradas, las que en verdad se disfrutan son las que vienen después”. 
Me quedé mirándola en silencio, no sabía qué decir, su mano se movía contra mi verga como si me estuviera masturbando, ya la tenía completamente dura y el corazón me latía a toda velocidad, como si me estuviera avisando de lo que podría ocurrir si no me calmaba. 
“Tranquilo, Nahuel ―me dije a mí mismo―. Si acabás ahora, esta vez sí que Pilar lo va a tomar como una ofensa. Ella te está hablando de algo personal, muy importante… y vos solo podés pensar en la leche que te sube desde las pelotas”.
―No sé si Macarena tiene razón o no ―dije―, porque yo nunca tuve mi primera vez. 
En ese instante pensé en cómo mi verga había entrado en la concha de Tefi, incluso llegué a acabarle adentro. ¿Eso cuenta como una primera vez? No lo sé… no creo… Tefi no estaba cogiendo conmigo, solo intentaba que sus fotos salieran lo mejor posible. 
―Yo tampoco tuve mi primera vez… al menos no con una verga de verdad.
―¿Eso qué quiere decir? ―Un segundo después de hablar, me sentí un imbécil por haber hecho esa pregunta. Pilar se puso roja. 
―Emm… es que… al leer tantas novelas eróticas hay momentos en los que se me sube la temperatura ―ella me lo estaba explicando como si me estuviera dando una clase de educación sexual―. Y bueno, una noche no me fue suficiente con usar solo las manos… se me dio por usar un desodorante, de los chiquitos, no pienses que me ando metiendo cosas grandes por ahí. Y bueno, técnicamente con eso perdí la virginidad… pero yo aún me sigo sintiendo virgen. Sí, ya sé, soy patética… como no encontré ninguna verga, terminé mandándome un desodorante. Es vergonzoso, no le cuentes a nadie.
―No creo que sea algo tan raro, Pilar. No soy un experto en sexo pero… ¿vos viste la colección de desodorantes que tiene Macarena? La mayoría parecen consoladores. Estoy seguro de que Maca los debe usar con los mismos fines.
Pilar aceleró el ritmo al que me estaba masturbando, por suerte mi verga salió del pantalón, porque tenerla metida ahí, junto con la mano de mi hermana, se estaba volviendo muy incómodo. ¿Qué estaría pensando ella mientras me tocaba? Parecía tomárselo con naturalidad, pero por lo poco que conozco a Pilar, sé que para ella esto debe ser un suceso importante. Quizás ella se muere de ganas de tocar una verga, y se animó a hacerlo, así como yo me animé a arrimar a Tefi en la ducha… por pura calentura. 
―Lo de Macarena es diferente ―aseguró―. Por lo que sé, ella tuvo muchas experiencias sexuales. Si usa los desodorantes como consoladores no es por falta de pijas… es por pajera. ―No supe qué decirle, durante esos segundos de silencio, Pilar bajó la mirada y se concentró en mi verga erecta―. ¿Sabés qué estuve pensando en estos días? Que si la situación hubiera sido diferente, no me hubiera molestado que me acabaras en la cara.
―Por ejemplo… ¿si no fuéramos hermanos? 
―No, me refiero a una situación realista, teniendo en cuenta que somos hermanos. 
―No entiendo…
―Me refiero a que si me hubieras avisado unos minutos antes… si nos hubiéramos puesto de acuerdo para hacer eso, yo hubiera tenido tiempo para mentalizarme. A mí lo que me impactó fue la sorpresa, ocurrió de golpe, sin previo aviso. Ni siquiera tuve tiempo para… no sé… para imaginarme que la leche que me iban a tirar en la cara no era la de mi hermano. Si hubiéramos hablado de eso antes de que pasara, hasta lo habría disfrutado. 
―¿De verdad?
―Sí… creo que sí ―dijo, mirándome a los ojos, sin dejar de pajearme―. Me da vergüenza admitirlo, pero… desde hace mucho que tengo esa fantasía con el semen. Vi varias fotos en internet, de chicas con la cara llena de leche… incluso Macarena me mostró sus fotos de las acabadas que le hicieron en la cara.
―Yo no vi esas fotos…
―Uy, metí la pata; pero bueno, con lo abierta que es ella con el sexo, no creo que le moleste que sepas de esas fotos. Es más, capaz que hasta te las muestra, si se lo pedís apropiadamente. A mí me impactó mucho verla así, Macarena es preciosa… y da muchísimo morbo verla con la cara llena de leche. Y bueno, a mí también me gustaría tener alguna foto como esas… aunque sea una sola. Y no es que te lo esté pidiendo, pero si… hipotéticamente, te dan ganas de acabar, yo permitiría que me acabes en la cara. Siempre y cuando me avises antes ―la velocidad a la que me pajeaba se incrementó mucho, sus tetas rebotaban con el movimiento y empecé a admirarlas dentro de ese prominente escote―. Pero claro, estoy hablando hipotéticamente…
―Em… bueno, hipotéticamente hablando… ahora no estoy como para hacer eso, porque…. ―no podía decirle que había acabado dentro de la concha de Tefi―. Porque me hice una paja mientras me bañaba, y…
―Ah, ya veo ―la velocidad de la masturbación se fue reduciendo lentamente―. Digamos que ya agotaste tus reservas.
―Sí, totalmente ―Pilar soltó mi verga. 
―Entiendo… y en este escenario hipotético… para sacar esa foto estaríamos necesitando una buena cantidad de semen… como la que salió la primera vez. 
―Si acabara ahora mismo saldría semen; pero no mucho…
―Está bien, no pasa nada, Nahuel. Al fin y al cabo yo estaba hablando de algo hipotético. No es que vayamos a hacerlo. Lo importante es que te pedí disculpas, ahora sabés que no estoy enojada con vos… y me gustaría que, un día de estos, volvamos a tener alguna charla como la de aquella vez… quizás sin tanto semen de por medio ―sonrió―. A mí me hizo muy bien poder hablar de esas cosas con un hombre. Porque seas mi hermano o no, sos hombre… y bien hombre ―dijo, señalando mi verga erecta―. Más de una mujer se volvería loca al ver un tipo tan bien dotado como vos. Y estas charlas me estan ayudando un montón a perderle miedo a la verga… y quizás, al charlar conmigo, te puedo ayudar a que le pierdas el miedo a la concha. 
―Eso sería genial ―dije, con una gran sonrisa.
―¿Entonces tenemos un trato? Nos vamos a ayudar mutuamente con nuestros miedos. Vamos a hablar de todo lo que haya que hablar, al fin y al cabo los dos somos más vírgenes que Santa María, y estamos encerrados en esta casa… 
―Sí, yo quiero seguir teniendo estas charlas con vos, Pilar. 
―Quizás algún día yo sea tu hermana favorita.
―No sé, va a ser difícil arrebatarle ese puesto a Gisela… ella me regaló varios juegos de PlayStation.
―Ya veo ―dijo, con una alegre sonrisa―. No sabía que esto era una competencia… pero es cierto, va a ser difícil ganarle a Gisela. Bueno, algo se me va a ocurrir ―me guiñó un ojo―. Ahora, si no te molesta… ¿me puedo quedar sola? Yo… em… necesito hacer lo que vos hiciste en el baño.
―¿Una paja?
―Todavía me da mucha vergüenza admitirlo delante de mi hermano; pero sí… eso mismo necesito. 
―Está bien, te dejo sola. Que la pases bien.
―Gracias.
Antes de salir pude ver, fugazmente, cómo ella se quitaba el pantalón y la tanga, quedando desnuda de la cintura para abajo. Me hubiera gustado quedarme más tiempo, especialmente teniendo en cuenta que yo tenía la verga dura…
Y fue mi verga dura la que me metió otra vez en problemas.
No hice ni dos pasos cuando me crucé con Gisela. De todas las personas de la casa, la que menos quería que me viera con la pija dura fuera del pantalón era, precisamente, Gisela.
―¡Nahuel! ―Se las ingenió para gritarme en voz baja, no sé cómo lo hace, tiene un talento natural. Su voz fue apenas un susurro, pero yo lo sentí como un grito a viva voz―. ¿Qué hacés dando vueltas así? ―Señaló mi verga erecta. Me quedé paralizado, todas las posibles excusas se atropellaron en mi mente―. Ya sé, no digas nada… estuviste “tocándote” en el baño, y todavía la tenés dura. ―Por suerte el pasillo que lleva a la pieza de Pilar también comunica con el baño, si Gisela me hubiera encontrado un par de segundos antes, me hubiera visto salir así del dormitorio de Pilar―. Al parecer ahora existe una clase de “común acuerdo” para que todas anden en tetas, en tanga… o desnudas, como más de una vez la vi a Macarena; pero no me parece correcto que vos andes por la casa con el pito duro fuera del pantalón. Tenés que tener un poquito de respeto por tus hermanas, che. 
―Perdón, Gise… es que… es que no creí que fuera a cruzarme con nadie, estaba yendo directamente a mi pieza.
―¡Ay, Nahuel! Me enojaría con vos, pero no puedo. Te veo con esa carita de cachorrito mojado y se me parte el alma. ―Poner cara de perrito mojado frente a Gisela es uno de mis talentos, a veces pasa sin que me dé cuenta―. Vení, vamos a mi pieza, quiero hablar con vos.
―¿Ahora?
―Sí, justamente ahora, porque lo que te quiero decir tiene que ver con eso ―señaló mi verga. Luego dio media vuelta y se encaminó hacia su dormitorio.
No tuve más alternativa que seguirla. Sentí mucha vergüenza al entrar al cuarto de Gisela con la verga dura; era como entrar a una iglesia… con la verga dura. 
―Sentate ―me dijo, señalando su cama. 
Hice lo que me pidió y ella se sentó a mi lado. Fue en ese preciso momento en el que me percaté de que Gisela tenía puesto un escote inmenso. Sus grandes tetas se veían hasta la zona en la que inician las areolas de sus pezones. Ya había visto sus tetas; pero no deja de resultarme un espectáculo interesante. Además, al tener un escote mi cerebro intenta completar el resto de la imagen valiéndose de los recuerdos. Debajo tenía solamente una tanga negra, la cual no veía completa porque ella se puso de costado; pero su escotada remera no alcanzaba a cubrir la ropa interior. Quizás es cierto eso que dicen que una mujer con ropa provocativa y sensual puede ser más sexy que una mujer desnuda… todo por culpa del maldito cerebro que se esfuerza tanto en completar el panorama.  
―Antes de que te vuelvas a enojar conmigo ―hablé haciendo un enorme esfuerzo por centrarme en sus ojos… y no en sus tetas―. Quiero decirte que me cuesta mucho encontrar un lugar para… hacer estas cosas ―señalé mi verga y ella la miró fijamente. Noté cómo sus mejillas se ponían rojas.
―Lo sé, por eso no estoy enojada con vos. Para mí sigue siendo muy impactante ver a mi hermanito con… tremendo aparato. No sé en qué momento creciste tanto, Nahuel. Pero no es de esto de lo que quiero hablar con vos. Es sobre Celeste. 
―¿Qué pasa con ella? 
―Sé que estuvieron hablando y que las conversaciones se pusieron bastante… em… picantes. Conociendo a Celeste, estoy segura de que te habrá pasado fotos de lo más explícitas.
―¿Eso te molesta?
―No, no quiero ser la hermana mayor que se pone celosa. El problema es que sé a qué pueden llevar estas charlas con Celeste.
―¿A qué te referís? Últimamente no hablamos tanto, hace rato que no me escribe. Tal vez se aburrió de mí.
―No te escribe porque yo le pedí que dejara de hacerlo.
―¿Qué? ¿Por qué?
―A ver… ¿cómo te explico esto? Celeste es una mujer muy… peculiar. Me da un poquito de miedo que te relaciones con ella, porque podrías terminar en una mala situación. Sí, ya sé que estoy siendo poco clara. No tuve tiempo para preparar el discurso… estoy improvisando sobre la marcha. Vamos a verlo de esta manera: Vos no sabés manejar.
―No, nunca tuve un auto.
―Ok. Entonces imaginate que querés aprender a manejar… en un Fórmula 1. 
―Sería imposible…
―Exacto. Esos autos van demasiado rápido. ¿Entendés adónde quiero llegar?
―Creo que sí… 
―Me da miedo que un día, en el que ya no haya tanto aislamiento, vos decidas encontrarte con Celeste… y podrías pasar mucha vergüenza. Esa chica es como un Fórmula 1 del sexo. Siendo directa: si te agarra, te destroza. Ella está acostumbrada a acostarse con tipos que pueden seguirle el ritmo, y sé de varios casos de pendejos agrandados que se acostaron con ella y terminaron pasando vergüenza, porque no estuvieron a la altura. 
―Pero… a mí me gusta hablar con ella.
―Me imaginé, por eso quería hablar con vos. No te voy a prohibir hablar con Celeste, ni le voy a prohibir a ella que te escriba… o que te mande fotos porno. Solamente quiero estar segura de que sabés dónde te estás metiendo, porque Celeste es como si fuera una estrella del porno; pero anónima. Tiene mucha experiencia en sexo… incluso estuvo en situaciones que ni siquiera te las imaginás.
―¿Qué tipo de situaciones?
―Em… me cuesta mucho hablar de esto con vos, más si tu “amiguito” está tan… atento. 
―Si querés me tapo con algo…
―Nah, no hace falta. Acá la boluda soy yo, no puede ser que me acobarde tanto en presencia de un pene. Además, tu querida Celeste me hizo llegar las fotos que le mandaste.
―¿Eh? ¿Vos también las viste?
―Sí; pero quedate tranquilo, ella no se las va a pasar a nadie más. Me las mandó a mí para… joderme. A ella le gusta hacerme sufrir un poquito. Me mandó las fotos diciendo las barbaridades que haría con esta… verga, si llega a agarrarte algún día. ―El “amigo” se me puso más duro al escuchar esas palabras―. Y eso fue lo que me dio un poquito de miedo. Ella no te va a tener paciencia. Va a ir directamente a los bifes. Respondiendo a lo que me preguntaste antes… Celeste es una mujer que tuvo sexo con varias personas.
―Eso ya me lo dijiste.
―Me refiero a que tuvo sexo con varias personas… a la vez. Estuvo en orgías… y más de una vez. A ese nivel de “carácter sexual” me refiero. 
―Ah, ya veo… pensás que si ella puede aguantar el sexo con varias personas a la vez, yo solito, con mi falta de experiencia, no voy a poder hacer nada.

Diario de Cuarentena:
<No sabía que Celeste era tan puta. Acaba de volverse una mujer aún más interesante. PD: Disimulá frente a Gisela, que no se dé cuenta que querés preguntarle a Celeste sobre esas orgías. Disimulá, pajero… disimulá.>

―¿Te pasa algo, Nahuel? ―Preguntó Gisela, haciéndome volver a la realidad.
―No, nada… 
―Ok, está bien ―me miró con suspicacia―. Como decía… me da miedo que no puedas seguirle el ritmo a Celeste; pero ese no es mi único miedo. También quiero que entiendas que no todas las mujeres son así. Ella tiene una actitud sexual muy directa, muy extrovertida; pero…
―Pero una mujer como vos no andaría haciendo esas cosas. 
Me miró fijamente a los ojos durante unos segundos y luego dijo:
―Por supuesto que yo no haría cosas como esa… ni tampoco le diría a un hombre las barbaridades que ella dice. A Celeste le gusta que la traten como a una puta; pero a muchas mujeres les molestaría ser tratadas de esa manera. No quiero que vos aprendas a tratar como putas a las mujeres, solo porque a Celeste le gusta.  
―Sí, eso lo entiendo. ¿Podés decirle que vuelva a escribirme?
―Mmm… ¿estás seguro de que lo entendés? 
―Sí.
―¿Con cuántas mujeres hablaste sobre sexo? 
―Em… no muchas. 
―Y ya vi lo mucho que te cuesta controlarte frente a otras mujeres… aunque sean tus hermanas ―señaló mi erección, que aún no bajaba. La verga ya me dolía de tenerla dura tanto tiempo.
―Lo siento, es que…
―Está bien, Nahuel. No hace falta que te disculpes por eso, solo que se me hace raro que todavía no se te haya bajado… porque ni siquiera te la estás tocando. Es como si se te pusiera así de dura solo por mirarme las tetas.
―Eh… yo no… em… ―me di cuenta que negarlo sería una idiotez, especialmente después del incómodo episodio en el que yo me quedé mirando sus pechos sin disimulo―. Bien, reconozco que me cuesta mirar para otro lado cuando usás escotes… o cuando estás con las tetas al aire. La otra vez te puse incómoda… tanto que fuiste a ponerte una remera, para que yo no te mire.
―Sí, es cierto que me puse incómoda; pero no es tu culpa, eso me pasa siempre, con todos. No solo con vos. Macarena me puso muy nerviosa cuando me agarró las tetas. Sé que para ella fue un chiste; pero a mí me cuesta mucho ser tan “liberal” con el sexo. Perdón si te hice sentir mal, no era mi intención. 
―De todas maneras, estuve mal yo. No tendría que haberte mirado así.
―Vos miraste porque no estás acostumbrado a ver tetas, o culos. ¿Acaso no te diste cuenta de lo mucho que le miré el culo a Macarena… a Ayelén, a Tefi…?
―Em… no, nunca me di cuenta de eso.
―Pensé que era obvio para todos. Es más, a Tefi incluso le pedí disculpas un día en el que ella giró la cabeza para decirme algo y yo me quedé embobada mirándole el culo. Y eso porque no estoy acostumbrada a ver gente desnuda.
―Creo que a Pilar le pasa lo mismo. 
―Sí, sé que a ella le pasa algo parecido. Quizás para Maca, Tefi o Ayelén no sea tan difícil, ellas parecen ser mucho más abiertas al sexo. En cambio Pilar, vos y yo… 
―Somos los vírgenes de la familia.
Gisela empezó a reírse, sus carcajadas se volvieron tan potentes que tuvo que taparse la boca, para no alterar a todos en la casa.
―Yo no soy virgen, Nahuel. 
―Es una forma de decir… me refiero a que tuvimos pocas experiencias sexuales.
―Eso tampoco. Al menos no es mi caso. ―Me quedé mirándola con los ojos muy abiertos, ella notó mi asombro, por eso agregó―. No pienses mal, tampoco es que yo sea como Celeste; pero de ahí a decir que soy virgen, hay mucho trecho. 
Si mi mamá me hubiera dicho: “Anoche tuve sexo con un hombre”, no me hubiera puesto tan celoso como lo estoy ahora.
―Es que… nunca te imaginé con nadie ―le dije―. Nunca conocí a algún novio tuyo…
―No hace falta tener novio para tener sexo. 
―Ya lo sé, pero… es que vos… por tu forma de ser… nunca me imaginé que anduvieras acostándote con tipos.
―¿Con tipos? Em… a ver cómo te explico esto, hermanito querido. Yo juego para el otro equipo. ―La mandíbula casi se me cae al piso―. Te pido por favor que no le cuentes a nadie, no es algo que haya blanqueado con el resto de la familia, de hecho la únicas que lo saben son Pilar y Macarena. 
―Sos… ¿sos lesbiana?
―¿Te molesta?
―No, para nada. Te juro que no me molesta ni un poquito. Es que… nunca me lo imaginé. 
―Creí que la pista de andar mirándole el culo a Tefi y a Maca te había ayudado a entender un poquito por dónde venían los tiros. Ellas serán mis hermanas, pero… tienen unos culos hermosos, eso no lo puedo negar. Bueno, Ayelén también tiene un culo hermoso, aunque con ella no me llevo tan bien.
―¿Quién se lleva bien con Ayelén?
―Muy cierto. Esa chica es un pequeño demonio. Pero volviendo al tema, en serio, Nahuel… te cuento esto en confianza. No se lo digas a nadie… y mucho menos a mamá. A mí ya me quedó bastante claro que mamá tiene un rechazo especial hacia las relaciones entre mujeres. 
―Sí, yo también la escuché más de una vez haciendo comentarios sobre “las tortilleras del barrio”. Entiendo perfectamente por qué no le querés contar.
―Y ese no es el único motivo. Una vez, cuando yo tenía más o menos tu edad, me sorprendió besándome y tocándome con una chica… acá, en esta misma cama. Casi me mata. Estuvo a punto de echarme de casa. 
―¿Para tanto fue?
―Sí, fue una situación horrible. Por suerte logré convencerla de que había sido una simple curiosidad, un jueguito entre amigas. Le juré que a mí me gustaba la verga y que nunca tuve un interés en las mujeres. Lo cual es mentira…
―Claro, no te gusta la verga.
―No dije eso ―noté una sonrisa picarona, algo que nunca creí ver en la cara de Gisela―. La mentira fue que no me gustan las mujeres. ―Me quedé mudo durante largos segundos―. Veo que mi comentario te dejó más confundido que antes. A ver cómo te lo explico ―habló con tono maternal. Una de sus manos se acercó a mi verga y se posó suavemente sobre el glande, luego comenzó a acariciarme todo el largo del tronco, bajando lentamente hasta los huevos. Era la tercera vez en el día que una de las mujeres de mi familia me acariciaba la verga de esa forma, y jamás pensé que Gisela pudiera hacer lo mismo. Me vibró todo el cuerpo, estuve a punto de soltar toda la leche; pero logré contenerme―. Es cierto que me gustan las mujeres, a pesar de que no lo digo abiertamente, me considero lesbiana; sin embargo eso no quita que, de vez en cuando, pueda disfrutar de alguna verga. De todas formas no quiero que pienses que yo hago mucho eso de acostarme con gente… de verdad a mí me cuesta un montón llegar a ese nivel de… intimidad. Macarena tiene una opinión “psicológica” al respecto.
―¿Ah, si? ¿Y qué piensa ella? ―Pregunté, con voz de pito. 
―Dice que mi miedo a… intimar, se puede deber a aquel día que mamá me sorprendió “jugando” con mi amiga. Dice que yo me asusté tanto y pasé tanta vergüenza que me quedó un trauma muy grande, y por ahora le tengo tanto rechazo al sexo. 
―Es una buena teoría.
―Y quizás sea cierta. Además me dijo que quizás a mamá le haya pasado algo parecido, por eso ella… es como es. 
―¿Piensan que mamá tuvo una mala experiencia sexual?
―Es posible. O quizás la sorprendieron haciendo algo que no debía… y eso le generó un trauma. 
―De todas formas eso no le da derecho a tratarte como lo hizo. ¿Qué importa si te gustan los hombres o las mujeres? Lo único que importa es que seas feliz.
―Aww… gracias, Nahuelito ―el único ser humano que tiene permitido llamarme así, es Gisela―. Quizás algún día me anime a blanquear mi situación; pero de momento prefiero que siga siendo un secreto. 
―¿Y Celeste sabe sobre esto?
―Em… sí, a ella ya se lo conté. Como es de mente tan abierta, no fue difícil hacerlo. Sin embargo ella es de las que aman tanto la verga que no puede entender que me gusten más las mujeres. Ah… y de eso también te quería hablar, tengo que pedirte un favor muy grande; pero necesito que me prometas que no me vas a pedir más información de la que yo quiera dar. Sin embargo, estás en todo tu derecho de negarte a ayudarme. 
―Si te puedo ayudar en algo, lo que sea, decímelo. Bueno, siempre y cuando no requiera salir de casa… si mamá se entera que salí, aunque sea para comprar el pan, me deja durmiendo en la calle, como a un perro. Y no es que me moleste dormir en la calle, es que ya  hasta me puedo imaginar a Ayelén alegrandose porque mi pieza le quedaría a ella. 
Gisela volvió a reírse a carcajadas, esto provocó que su mano se cerrara con más fuerza sobre mi verga. 
―Eso es muy cierto, y estoy segura de que Ayelén no tardaría ni cinco minutos en tirar todas tus cosas a la calle. Pero no te preocupes, vos no tenés que hacer nada, de hecho, así estás perfecto para lo que necesito ―dijo, señalando mi pene erecto. 
―¿Eh? No estoy entendiendo nada.
―A ver, te cuento de forma breve. Cuando le dije a Celeste que no te mande más mensajes, se enojó conmigo. Con ella tenemos una especie de juego, si yo la hago enojar, entonces tengo que aceptar un “castigo” de parte de ella… y viceversa. Es una forma que tenemos de llevarnos bien, de seguir siendo amigas, a pesar de que a veces terminemos discutiendo. Le comenté a Celeste que iba a hablar con vos, y que quizás les permitiera seguir con sus charlas cochinas. Y ella, porque está enojada, me dijo: “Si querés que vuelva a hablar con tu hermano, vas a tener que hacer tal cosa”.
―¿Y qué cosa tenés que hacer?
―Ahí es donde entrás vos. Como Celeste sabe que me gustan las mujeres, su “gracia particular” consiste en verme rodeada de vergas. Lo digo de forma metafórica, no pienses que yo ando haciendo esas cosas. 
―Creo que entiendo… como sos lesbiana, le da morbo verte cerca de una verga.
―Así es. Si yo fuera heterosexual, me pediría que hiciera lo mismo; pero con una chica. 
―¿Y qué es lo que tenés que hacer, exactamente?
―Algo muy difícil, teniendo en cuenta que sos mi hermano. Celeste quiere que me saque algunas fotos al lado de tu verga… mientras vos la tenés dura. Te eligió a vos como objetivo porque sabe que sos el único hombre de la casa… y además porque a la muy degenerada le da morbo que yo me saque una foto al lado de la verga de mi hermano. 

Diario de Cuarentena:
<La muy degenerada me cae bien>.

―Yo no tengo ningún problema con eso ―aseguré―. Pero no quiero que vos hagas estas cosas solo para que yo vuelva a hablar con Celeste.
―No, está bien… quiero que sigas hablando con ella. A ver… vas a pensar que estoy loca; pero después de la charla que tuvimos, creo que vas a manejar mejor la situación. Además quiero agregar que si algún día necesitás hablar conmigo sobre algo que te diga Celeste, podés hacerlo… aunque a los dos nos dé mucha vergüenza. Porque, para momentos vergonzosos, ya tenemos este. 
―Entonces… ¿lo vas a hacer?
―Si a vos no te molesta…
―Vos misma lo dijiste: yo no tengo que hacer nada. La cara que va a salir en la foto es la tuya.
―Sí, ya sé… ni quiero pensar en eso. Celeste se va a burlar de mí durante años… y me va a hacer un montón de comentarios desubicados sobre el buen tamaño de la verga de mi hermano. ―Gisela estiró la mano que tenía libre y agarró su teléfono celular―. Mejor no dar más vueltas, que para mí esto es muy difícil… todavía no me entra en la cabeza que tenga que hacerme la sexy al lado de la verga de mi propio hermano. 
―¿Hacerte la sexy?
―See… ese es el principal problema. La muy puta de Celeste quiere que me saque una foto como si yo estuviera “disfrutando” de esta verga. Ah… y se me tienen que ver las tetas, así que… ¡chau remera! 
Cuando se la quitó, sus enormes tetas rebotaron ante mis ojos, me quedé anonadado mirando esas majestuosas ubres. A continuación Gisela acercó su cara a mi verga, dejando que sus pechos colgaran por consecuencia de la gravedad. Volvió a cerrar una de sus manos sobre mi pene erecto y sonrió con su gracia natural.
―Dale, sacame la foto antes de que me arrepienta… y sacá varias, por las dudas.
―Está bien…
Esto de sacar fotos inapropiadas con mis hermanas ya se estaba volviendo una actividad típica de la cuarentena, y solo puedo decir una cosa: Me encanta.
Saqué varias fotos, tal y como me pidió Gisela, y luego ella dijo:
―Voy a hacer una cosita que creo que va a aumentar el nivel de morbo de Celeste… y me da un poquito de asco saber que la muy degenerada se va a hacer la paja mirando estas fotos; pero bueno, quiero que se lleve bien con vos, a ver si al menos te ayuda a perderle el miedo a las mujeres.
Gisela acercó aún más su cara, tanto que mi verga terminó apoyándose en una de sus mejillas. Volvió a sonreír y miró fijamente la cámara, como si estuviera diciendo: “Miren la verga que me voy a comer”. El corazón se me aceleró y mis manos comenzaron a transpirar. Tuve que repetir la foto varias veces, porque salió movida. Además de eso tuve que hacer un enorme esfuerzo por no acabar. Llevaba mucho rato con la verga dura y tenía miedo de que ésta explotara en cualquier momento, bañando en leche a mi hermana mayor. Eso sí que me dejaría traumado… incluso más que acabar en la cara de mi mamá. 
 ―Bueno, creo que con eso ya está ―dijo Gisela, después de unos segundos―. No fue tan difícil como me imaginaba. Aunque creo que después de esto me va a quedar otro trauma, especialmente después de aguantar las barbaridades que me va a decir Celeste. Ya me la puedo imaginar diciendo cosas como “Qué linda se te ve al lado de la pija de tu hermano. ¿Te la vas a comer?” Porque sí, ella es así de sarpada. ―Mi corazón dio bruscos golpes al escuchar a Gisela hablando así, tenía unas ganas locas de hacerme una buena paja―. En fin, si querés te podés quedar a dormir acá, pero con una condición: ni se te ocurra hacerte una paja.
―Está bien ―dije, sin pensarlo.

Diario de Cuarentena:
<Soy un imbécil, solamente a mí se me ocurre prometer que no me voy a pajear después de pasar tanto rato con la pija dura… y viendo a mis hermanas semidesnudas… y a mi tía… y después de meter la pija en la concha de Tefi… y… ¡Aahh, soy un pajero! ¡Un pajero que no se puede pajear!>.

―Bueno, vamos a dormir. Tengo mucho sueño y mañana tengo que trabajar.
―Dale.
Cuando ella apagó la luz, me quedé mirando algún punto imaginario en la infinita oscuridad. La verga me palpitaba, como para recordarme que había hecho la promesa más estúpida de mi vida. Esta va a ser una larga noche. 

2 comentarios - Aislado Entre Mujeres [16].

garcheskikpo
sin dudas el más beneficiado de esa cuarentena fue Nahuelito jaja
JRider3 +1
Buenísimo, para variar… jejeje 👏👏
JRider3
La actriz que elegiste para Gisela, sabes el nombre??
JRider3
@JRider3 bueno en realidad me gustaría saber el de todas, son preciosas