Hola queridos lectores, soy Sandra, la Zángana, para quienes me leen por primera vez me presento, soy nacida en Bucaramanga, Colombia, tengo 35 años cumplidos, casada, sin hijos, cabello largo y lacio, tetas medianas y unas nalgas redonditas y paradas que son la sensación para los hombres, ya que cuando voy por la calle parece que me desnudan, los conductores hacen pitar sus vehículos y muchos piropos llegan a mis oídos, unos decentes, otros morbosos y otros groseros.
Hoy le describo lo mejor posible, una historia de mi vida, algo real, omito los nombres para evitar destapar esa olla, esas historias de sexo en mi vida.
Cierto día me encontraba en casa como de costumbre, a eso de las dos y media de la tarde, estaba en la sala de mi casa, reposando del calor fuerte que hace en la ciudad de Bucaramanga, sonó el timbre, asumí que eran personas de un grupo de religión que van de puerta en puerta atrayendo personas a su comunidad, al notar que ese timbre no paraba de sonar, decidí asomarme para ver quién era.
Se trataba de dos hombres, ambos conocidos y reconocidos con anterioridad, uno de ellos era de color moreno, alto, como de 1,90 de estatura, fornido, musculoso, recordé que ese mismo tipo era quien se había metido a mi habitación en el hotel, en la fiesta de despedida del año pasado, llegó vestido con una pantaloneta de colores y una camiseta tipo esqueleto, unas sandalias viejas y raídas, típico de una persona de la costa. El otro era mucho más bajito, considero que 1,70 estatura, sus ojos color café, piel blanca, contextura mediana, vestía muy de oficina, pantalón de dacrón, zapatos negros de material y camisa de botones.
Vengo a pedirte disculpas, a hacer las paces, explicarte lo sucedido y que seamos buenos amigos, mi compañero viene como garante de mis intenciones, por favor permíteme esta oportunidad, fueron las palabras del negro gigante. Así lo llamaré en adelante, el negro, el flaco, su otro compañero, asintió con la cabeza, dando por sentado las palabras del negro.
Está bien, pasen, pero no tardan, soy una mujer casada y los vecinos empiezan a murmurar, o puede llegar a oídos de mi esposo y no quiero problemas, tranquila mi reina, seremos breves en la visita, los hice sentar en la sala, les pregunté si les preparaba un café, querían agua u otra cosa.
Queremos algo más, de un bolso sacaron dos, six pack de cerveza club Colombia, tomaron una cada uno y me ofrecieron una, no quiero, les dije, es una sola, no pasa nada, la tomas despacio mientras hablamos, por favor guardas las otras en la nevera, acepté y regresé a la sala.
Recuerdo que ese día estaba vestida con una pantaloneta, chanclas y una camisilla de algodón con un dibujo de un gato en su parte delantera, me senté en otra silla y les dije, bueno, ¿a qué vinieron?, no seas tan dura, vengo a pedirte perdón y se tiró de rodillas frete a mí, levántate, que eso no remedia lo que nos hiciste, es verdad, me dijo, estuvo mal, pero aquí estoy, se levantó y sacó del mismo bolso un paquete, envuelto en papel de regalo, mira es para ti, no tenías que hacerlo, le dije, sí, lo sé, me contestó, en todo caso a eso vengo a pedir disculpas, que podamos ser amigos en el futuro.
Mira, nosotros trabajamos con tu esposo en la misma empresa, aunque diferente área, sabemos todo de ti, todos tus pasos los conocemos, me asombra eso, ¿por qué lo hacen? En parte curiosidad, parte porque eres inolvidable y porque cualquier hombre daría todo por un beso tuyo, sonreí fuerte, tampoco exageres, no es exageración y lo sabes, pero destapa el regalo, si no te gusta me lo devuelves y no pasa nada.
Al abrir el paquete, salieron a la vista dos juegos de ropa interior, una de color blanco, mi color favorito y otro de color rojo vivo, están hermosos, exclamé con asombro, son tuyos sin compromiso, me dijeron, no puedo recibirlos, mi esposo estaría averiguando eso, tranquila, eso ni se dará cuenta, así son los maridos, solté la risa, en el fondo tenían razón.
¿Por qué no te los mides?, así quedamos más tranquilos, la talla está bien y el color también, me gustan mucho de verdad, mídetelos y nos cuentas, tanto insistieron que acepté, me dirigí a mi habitación, me probé el juego color blanco, perfecto, cambié mi camisilla por una blusa de malla transparente, para insinuar que sí los había probado, wow, qué hermoso se te ve, no es para tanto, les dije.
Seguimos bebiendo cerveza, el negro se acercó más a mi silla, quiero hablarte de la fiesta de despedida, ya deje eso así, no quiero recordar, le dije, no es así, yo no puedo olvidar ese momento, quiero que sepas que desde mucho antes, he sido tu admirador, que me he tocado y soñado muchas veces con esa oportunidad, además, sé que también te gustó, lo digo por las miradas del día siguiente, yo tenía miedo a tus reproches y solo vi una sonrisa gustosa.
Eres un maldito y lo sabes, el negro sonrió, el flaco en ese momento intervino, ¿pero de verdad es el juego que te trajimos? O es uno de los que tenías, estoy estrenando, les contesté, el negro volvió a tomar las riendas de la conversación y dijo, puedes desabrochar un poco la blusa, para ver que sí es nuevo, abrí uno o dos botones, mira la etiqueta puesta, no quitaron ni el precio, qué brutos somos, dijeron, todos reímos a carcajadas.
¿El panty también es del juego o te dio pereza ponértelo, corrí un poquito el resorte de mi pantaloneta y mostré una parte de los pantys, tienen buen gusto y tino para dar con la talla perfecta, fue la niña del almacén que nos orientó, ella si tiene idea de esas cosas.
Volvamos al tema que nos trae, no quiero hablar más de eso, me pone mal, tranquila, te entiendo, pero quiero que no haya rencor entre nosotros, ninguno de mi parte le dije, lo hecho, hecho está y no puedo volver atrás el tiempo.
¿Puedo darte un abrazo, de amigos? Está bien, me levanté de mi silla, el negro se me acercó y me rodeó con unos brazos que sentí, me daba dos vueltas a mi pequeño cuerpo, se agachó para darme un beso en la boca y traté de esquivarlo, pero estaba presa, no pude evitarlo por mucho tiempo, nuestros labios se encontraron, quedando pegados por largo tiempo, nuestras lenguas hurgaban en la boca del otro, como una lucha en un ring, comprenderán ustedes, mis amigos lectores, que a esas alturas, con ese abrazo y besos que nos estábamos dando, las cosas empezaban a salirse de control, la temperatura corporal empezaba a subir, aunado a la temperatura caliente del ambiente.
Cuando me solté, me miró a los ojos, una mirada fija y penetrante, ¿te gustó?, ¿te gustan mis besos? Callé por un momento, un sí, silencioso y casi imperceptible salió de mi garganta, me encanta como me besas, me encanta sentir tu cuerpo musculoso, tus brazos fuertes, eso me pone nerviosa, ¿nada más? Me dijo el negro, ¿acaso algo más me debe poner nerviosa? Mmm, pronunció el negro, sé que hay un juguete por ahí escondido que también te puede poner nerviosa, o mejor dicho feliz, que haga juego con tu ropa interior que llevas puesta.
Callé por un momento, mi cuerpo temblaba, las cosas se estaban poniendo de verdad calientes, ¿por qué no se van ya? Les dije, está bien, dijo el negro, pero me das otro beso, no abuses, le dije, sabes que no quiero eso, solo que seamos amigos, nada más, dijo el negro.
Volvimos a entrelazarnos en un abrazo, nuestros labios se unieron de forma apasionada, esta vez, una mano del negro, comenzó a recorrer mi espalda, mientras la otra me apretaba contra su cuerpo, esa mano bajó hasta mis nalgas, las apretó con fuerza, en mi afán de esquivar ese apretón, moví mi cuerpo hacia adelante, sintiendo su miembro fuerte, duro y muy grueso dentro de sus ropas, al punto que era muy obvio esa presión contra mi cuerpo, sentí que mi vagina se llenaba de líquidos, como si un chorro hubiera bajado desde mi estómago, inundando todo a su paso.
Cuando recordé al flaco, amigo del negro, pensé, ¿en qué hp, me metí ahora? El negro notó mi frialdad, se apresuró a decir, tranquila, él sabía que esto podía pasar, tampoco va a decir nada a nuestro amigo y compañero, intenté ignorar, pero era imposible, el flaco notó mi contrariedad y se paró frente a mí, te puedo dar un abrazo, así entenderás que todo está bien. Acepté y nos abrazamos, espero no estar cometiendo un error, les dije.
Estando abrazados con el flaco, sentí las manos del negro meterse por debajo de mi blusa, un escalofrío recorrió mi cuerpo, mi piel se puso como piel de gallina, cerré mis ojos, dispuesta a disfrutar el momento, el flaco aprovechó y me dio un beso, al que apenas pude corresponder, debido a las cosquillas y sensaciones que recorrían mi cuerpo,
El negro jugaba con sus manos, metió sus dedos por entre el resorte de mi pantaloneta y comenzó a acariciar mi piel en contorno de mi cintura, vaya que sensación más hermosa, con cada movimiento mi pantaloneta y patys iban bajando centímetro a centímetro, el flaco empezó a soltar los botones de mi blusa, quedando al descubierto mis téticas, forradas en la tela del brasier que me habían traído de regalo, vamos a la alcoba, les dije, perfecto, vamos y seguro estamos más cómodos.
Fuimos a la alcoba de huéspedes, les dije que bajaran el colchón al piso para que ni fueran a romper la cama, se apresuraron a hacerlo entre los dos, el negro me agarró nuevamente, nos besábamos apasionados mientras mi ropa iba cayendo al piso ayudada por esas manos fuertes, me tiraron mi panty y llegó a la rodilla, levanté una pierna y lo liberé, luego de una patadita lo lancé a un lado, quedé totalmente desnuda, entre tanto ellos también se desnudaron totalmente.
Los pude observar bien en ese momento, el negro una vergota de 30 centímetros, muy negra, con la cabecita sin piel, gruesa y provocativa, el flaco unos 15 centímetros, piel trigueña y con piel en su glande, su cabecita, normal, como la de muchos tipos que conozco.
El negro, me atrajo hacia su cuerpo, tenía fuerza como para mover un avión, me sacudía como un juguete de lana, puso su mano grandota en mi entrepierna y comenzó a masajear con movimientos de ida y regreso, mi clítoris parecía saltar de su sitio, los jugos de mi vagina no paraban de fluir, por eso se le hizo más fácil, doblar sus dedos y meter dos o tres, para seguir con más fuerza y rapidez sus movimientos dentro de mi cuerpo, recuerdo haber levantado un poquito una pierna para evitar tropiezos en esos ejercicios.
El flaco estaba a mi espalda, sobando y acariciando mis téticas, que estaban duras en ese momento, no se recuperaban de las sensaciones de mi cuerpo, me besaba mi espalda, trataba de morder mi nuca, hasta que le dije que no fuera a dejar marcas, porque me metía en problemas con mi marido.
El negro me puso una de sus manos por debajo de mi axila apoyando mi espalda, de un solo envión me hizo saltar a su cintura, mis brazos rodearon su cuello y nuca, mis piernas abiertas se agarraron a su cintura, eso le ofreció una puerta abierta de par en par para acomodar con facilidad esa vergota de 30 centímetros, comenzó a hacerme galopar, impulsando mi cuerpo hacia arriba y empalarme con ese trozo de carne en mi humanidad, me sentí como en un gancho de carnicería, mis téticas se columpiaban también rítmicamente, de arriba abajo y viceversa, mientras en flaco me sostenía con sus manos desde mis nalgas, metiendo uno de sus dedos dentro de mi expuesto culito, era imposible salvarme de ese gancho que había metido en mi ano.
El negro dobló sus rodillas un poquito, el flaco se acercó y me empaló por mi culo con su verga, yo gritaba y gemía de placer, de dolor y de la felicidad que sentía en esos momentos, que rico, que ricas y deliciosas sensaciones, me sentía plena, realizada, el mundo se rendía a mis pies, era la reina coronada en ese momento.
Cuando el negro se cansó, se tiró al piso boca arriba, sobre el colchón, me tiró de una mano para que me echara encima de él, aproveché para llevarme a la boca esa vergota, que se iba poniendo más dura a cada momento, se estaba recuperando del cansancio al estar de pies, él me acariciaba mis nalgas con sus manotas, luego me senté encima de ese miembro, que sensación más hermosa, sentir deslizar esa tranca dentro de mi vagina, aunque llena de jugos en ese momento, se sentía plenamente, cómo los pliegues internos iban dando paso, abriéndose y dilatándose al paso de esa serpiente, hasta tocar fondo, maltratando mis trompas de Falopio, ovarios, matriz y todo su componente, hasta llegar a mi estómago, gemía de placer, que rico, dame más duro, métela toda, esto sí me gusta, me agaché para dar un beso al negro en su boca,
Sentí en ese momento al flaco, acomodarse en mi cintura y seguir taladrando mi ano, otra sensación más a la lista de corrientasos de mi cuerpo, esas embestidas me tenían a mil, mi vagina no paraba de producir chorros de líquido, seguramente agradecida por ese momento, me senté un momento sobre la verga del negro, me desenganché, me voltee para volver a mamar esa rica polla, la agarraba con mis dos manos, pero, se necesitaban como seis para cubrirla toda, empecé a pajearla, el negro me acomodó y su lengua comenzó un trabajo de trapear, de hurgar dentro de mis labios vaginales, como buscando algo.
El flaco se tiró sobre el colchón y me senté sobre él en la misma posición anterior, fue el turno de ser enculada por e negro, esa serpiente se introdujo dentro de los esfínteres de mi cuerpo, sentí unas lágrimas brotar de mis ojos, suave, le dije, empezó ese vaivén de carne dentro de mí, cada vez más profundo, hasta que sentó sus bolas golpear mis nalgas y labios vaginales, el negro se arrodillaba, también se paraba agachado sobre mis nalgas, así lograba más profundidad, mi cuerpo se estrellaba o quedaba pegado al cuerpo del flaco,
Por momentos parecía que la verga del negro se llevaba toda mi atención, no era verdad del todo, el flaco también sabía moverse, sabía trabajar y lograba que mi mente se fijara en las sensaciones que producía su pene dentro de mi cuerpo.
Me hicieron acostar a mí sobre el colchón boca arriba, el negro se acomodó encima de mí al estilo misionero, comenzó su trabajo de penetración en mi mojada rajita, que parecía reír, recibiendo ese huésped, que tanto la hacía disfrutar, el flaco se acomodó arrodillado al lado de mi cabeza, me ofreció su verga dentro de mi boca. Comenzó sus movimientos como simulando estar culeando mi boca, yo trataba de seguir el ritmo, pero me era imposible, por momentos se pajeaba cuando se salía del orificio de mi boca, de repente sentí su leche caer en mi cara, aun disparando leche, me la metió en mi boca, comencé a chupar con fuerza, hasta que comenzó a perder fortaleza, inició su relajamiento, se levantó y se sentó en las tablas de la cama, mirando como el negro seguía trabajando sobre mi cuerpo, dentro de mi vagina.
Dámela toda, la quiero dentro de mí, ¿estás segura? Me contestó el negro, sí, la quiero sentir dentro de mí, no te preocupes, no estoy en días fértiles y además, me aplico mis inyecciones para planificar, ok, está bien, me dijo el negro, yo levantaba mis rodillas para sentir más profundo ese tolete de carne, parecía interminable ese goce, mi mente se concentró tanto que olvidé, tiempo, espacio, mi marido y mis obligaciones,
Noté que la cara del negro comenzaba a apretar sus labios, su respiración más rápida, sus movimientos de cintura también parecieron aumentar, su cuerpo se apretó, contrayéndose contra sí mismo, jadeó y empezó a bramar como un toro, sentí que su verga crecía al doble dentro de mí, un río de leche corría por mi cuerpo, desbordándose por los labios, hasta caer al colchón, su respiración se normalizó, su cuerpo se quedó quieto encima de mí, en ese momento sentí su peso verdadero, me espichas, se volteó y puso uno de sus brazos encima de mí, hasta que se recuperó un poco más.
No supe si fueron mil o más los orgasmos que experimenté ese día, en todo caso, ha sido uno de los días más felices, de gozo pleno, de sentirme amada, deseada y calmada toda esa arrechera que produce un cuerpo,
Nos duchamos los tres al tiempo, ellos aprovecharon para volver a tocar mi cuerpo a su antojo, mi culo, mi vagina y tetas no se escapaban a sus dedos juguetones, to agarraba una verga en cada mano, mientras el agua caía por nuestros cuerpos, noté que sus vergas volvían a tomar algo de potencia, sabía por experiencia que un segundo round, dura mucho más tiempo, por lo que decidí salir casi corriendo a vestirme, ellos hicieron lo propio, volviendo a arreglar la cama, tal como estaba hecha.
Bebimos otra cerveza, el negro me preguntó, ¿cuál te gustó más, el de hoy o el de la despedida? Los dos, me apresuré a contestar, el morbo de tener a mi esposo cerca de mí y empalada por esa vergota tuya, no tiene precio, hoy la pude disfrutar y sentir mucho mejor, además tu amigo aportó mucho para llevarme hasta las nubes, allí estuve todo el tiempo, apenas me estoy bajando, este recuerdo permanecerá por un buen rato.
Esa era la idea, sabíamos que no te ibas a negar o correrías la misma suerte, ese era nuestro pacto, no sean malos les dije, eso no se vale, no está bien, además ustedes son amigos y compañeros de mi esposo, tienen mucha maldad en sus corazones. Nada de eso, sabemos que te gusta el buen sexo y quisimos darte gusto, eso es todo.
Seguimos charlando amenamente, a eso de las seis de la tarde, salieron de mi casa, eso sí, con la promesa de un nuevo encuentro, pero desde horas más tempranas, para disfrutar mucho más, me quedé pensativa, ¿qué he hecho?, en qué me estoy convirtiendo y convirtiendo a mi marido, mi propia casa no se escapaba a mis placeres, eso no disminuyó mi satisfacción, ni modo, lo disfruté y eso es lo que vale en la vida, volví a la ducha y me arreglé para mi esposo, quien llegaba a eso de las ocho de la noche, tiempo suficiente para estar presentable, además estrenando ropa interior.
Con estos mismos personajes, he disfrutado en un par de oportunidades, mantenemos también comunicación por redes sociales, en presencia de mi esposo ellos son como desconocidos para mí, en su ausencia son mi esposo y tienen derecho a mi cuerpo entero.
Aquí termina otra historia de mi vida, algo real, algo que quise compartir y dar a conocer a ustedes mis amigos lectores, soy Sandra, la zángana, espero te animes a comentar, evaluar o votar, eso me animaría para escribir otros relatos.
Espero tengas la valentía de comentar y votar.
Hoy le describo lo mejor posible, una historia de mi vida, algo real, omito los nombres para evitar destapar esa olla, esas historias de sexo en mi vida.
Cierto día me encontraba en casa como de costumbre, a eso de las dos y media de la tarde, estaba en la sala de mi casa, reposando del calor fuerte que hace en la ciudad de Bucaramanga, sonó el timbre, asumí que eran personas de un grupo de religión que van de puerta en puerta atrayendo personas a su comunidad, al notar que ese timbre no paraba de sonar, decidí asomarme para ver quién era.
Se trataba de dos hombres, ambos conocidos y reconocidos con anterioridad, uno de ellos era de color moreno, alto, como de 1,90 de estatura, fornido, musculoso, recordé que ese mismo tipo era quien se había metido a mi habitación en el hotel, en la fiesta de despedida del año pasado, llegó vestido con una pantaloneta de colores y una camiseta tipo esqueleto, unas sandalias viejas y raídas, típico de una persona de la costa. El otro era mucho más bajito, considero que 1,70 estatura, sus ojos color café, piel blanca, contextura mediana, vestía muy de oficina, pantalón de dacrón, zapatos negros de material y camisa de botones.
Vengo a pedirte disculpas, a hacer las paces, explicarte lo sucedido y que seamos buenos amigos, mi compañero viene como garante de mis intenciones, por favor permíteme esta oportunidad, fueron las palabras del negro gigante. Así lo llamaré en adelante, el negro, el flaco, su otro compañero, asintió con la cabeza, dando por sentado las palabras del negro.
Está bien, pasen, pero no tardan, soy una mujer casada y los vecinos empiezan a murmurar, o puede llegar a oídos de mi esposo y no quiero problemas, tranquila mi reina, seremos breves en la visita, los hice sentar en la sala, les pregunté si les preparaba un café, querían agua u otra cosa.
Queremos algo más, de un bolso sacaron dos, six pack de cerveza club Colombia, tomaron una cada uno y me ofrecieron una, no quiero, les dije, es una sola, no pasa nada, la tomas despacio mientras hablamos, por favor guardas las otras en la nevera, acepté y regresé a la sala.
Recuerdo que ese día estaba vestida con una pantaloneta, chanclas y una camisilla de algodón con un dibujo de un gato en su parte delantera, me senté en otra silla y les dije, bueno, ¿a qué vinieron?, no seas tan dura, vengo a pedirte perdón y se tiró de rodillas frete a mí, levántate, que eso no remedia lo que nos hiciste, es verdad, me dijo, estuvo mal, pero aquí estoy, se levantó y sacó del mismo bolso un paquete, envuelto en papel de regalo, mira es para ti, no tenías que hacerlo, le dije, sí, lo sé, me contestó, en todo caso a eso vengo a pedir disculpas, que podamos ser amigos en el futuro.
Mira, nosotros trabajamos con tu esposo en la misma empresa, aunque diferente área, sabemos todo de ti, todos tus pasos los conocemos, me asombra eso, ¿por qué lo hacen? En parte curiosidad, parte porque eres inolvidable y porque cualquier hombre daría todo por un beso tuyo, sonreí fuerte, tampoco exageres, no es exageración y lo sabes, pero destapa el regalo, si no te gusta me lo devuelves y no pasa nada.
Al abrir el paquete, salieron a la vista dos juegos de ropa interior, una de color blanco, mi color favorito y otro de color rojo vivo, están hermosos, exclamé con asombro, son tuyos sin compromiso, me dijeron, no puedo recibirlos, mi esposo estaría averiguando eso, tranquila, eso ni se dará cuenta, así son los maridos, solté la risa, en el fondo tenían razón.
¿Por qué no te los mides?, así quedamos más tranquilos, la talla está bien y el color también, me gustan mucho de verdad, mídetelos y nos cuentas, tanto insistieron que acepté, me dirigí a mi habitación, me probé el juego color blanco, perfecto, cambié mi camisilla por una blusa de malla transparente, para insinuar que sí los había probado, wow, qué hermoso se te ve, no es para tanto, les dije.
Seguimos bebiendo cerveza, el negro se acercó más a mi silla, quiero hablarte de la fiesta de despedida, ya deje eso así, no quiero recordar, le dije, no es así, yo no puedo olvidar ese momento, quiero que sepas que desde mucho antes, he sido tu admirador, que me he tocado y soñado muchas veces con esa oportunidad, además, sé que también te gustó, lo digo por las miradas del día siguiente, yo tenía miedo a tus reproches y solo vi una sonrisa gustosa.
Eres un maldito y lo sabes, el negro sonrió, el flaco en ese momento intervino, ¿pero de verdad es el juego que te trajimos? O es uno de los que tenías, estoy estrenando, les contesté, el negro volvió a tomar las riendas de la conversación y dijo, puedes desabrochar un poco la blusa, para ver que sí es nuevo, abrí uno o dos botones, mira la etiqueta puesta, no quitaron ni el precio, qué brutos somos, dijeron, todos reímos a carcajadas.
¿El panty también es del juego o te dio pereza ponértelo, corrí un poquito el resorte de mi pantaloneta y mostré una parte de los pantys, tienen buen gusto y tino para dar con la talla perfecta, fue la niña del almacén que nos orientó, ella si tiene idea de esas cosas.
Volvamos al tema que nos trae, no quiero hablar más de eso, me pone mal, tranquila, te entiendo, pero quiero que no haya rencor entre nosotros, ninguno de mi parte le dije, lo hecho, hecho está y no puedo volver atrás el tiempo.
¿Puedo darte un abrazo, de amigos? Está bien, me levanté de mi silla, el negro se me acercó y me rodeó con unos brazos que sentí, me daba dos vueltas a mi pequeño cuerpo, se agachó para darme un beso en la boca y traté de esquivarlo, pero estaba presa, no pude evitarlo por mucho tiempo, nuestros labios se encontraron, quedando pegados por largo tiempo, nuestras lenguas hurgaban en la boca del otro, como una lucha en un ring, comprenderán ustedes, mis amigos lectores, que a esas alturas, con ese abrazo y besos que nos estábamos dando, las cosas empezaban a salirse de control, la temperatura corporal empezaba a subir, aunado a la temperatura caliente del ambiente.
Cuando me solté, me miró a los ojos, una mirada fija y penetrante, ¿te gustó?, ¿te gustan mis besos? Callé por un momento, un sí, silencioso y casi imperceptible salió de mi garganta, me encanta como me besas, me encanta sentir tu cuerpo musculoso, tus brazos fuertes, eso me pone nerviosa, ¿nada más? Me dijo el negro, ¿acaso algo más me debe poner nerviosa? Mmm, pronunció el negro, sé que hay un juguete por ahí escondido que también te puede poner nerviosa, o mejor dicho feliz, que haga juego con tu ropa interior que llevas puesta.
Callé por un momento, mi cuerpo temblaba, las cosas se estaban poniendo de verdad calientes, ¿por qué no se van ya? Les dije, está bien, dijo el negro, pero me das otro beso, no abuses, le dije, sabes que no quiero eso, solo que seamos amigos, nada más, dijo el negro.
Volvimos a entrelazarnos en un abrazo, nuestros labios se unieron de forma apasionada, esta vez, una mano del negro, comenzó a recorrer mi espalda, mientras la otra me apretaba contra su cuerpo, esa mano bajó hasta mis nalgas, las apretó con fuerza, en mi afán de esquivar ese apretón, moví mi cuerpo hacia adelante, sintiendo su miembro fuerte, duro y muy grueso dentro de sus ropas, al punto que era muy obvio esa presión contra mi cuerpo, sentí que mi vagina se llenaba de líquidos, como si un chorro hubiera bajado desde mi estómago, inundando todo a su paso.
Cuando recordé al flaco, amigo del negro, pensé, ¿en qué hp, me metí ahora? El negro notó mi frialdad, se apresuró a decir, tranquila, él sabía que esto podía pasar, tampoco va a decir nada a nuestro amigo y compañero, intenté ignorar, pero era imposible, el flaco notó mi contrariedad y se paró frente a mí, te puedo dar un abrazo, así entenderás que todo está bien. Acepté y nos abrazamos, espero no estar cometiendo un error, les dije.
Estando abrazados con el flaco, sentí las manos del negro meterse por debajo de mi blusa, un escalofrío recorrió mi cuerpo, mi piel se puso como piel de gallina, cerré mis ojos, dispuesta a disfrutar el momento, el flaco aprovechó y me dio un beso, al que apenas pude corresponder, debido a las cosquillas y sensaciones que recorrían mi cuerpo,
El negro jugaba con sus manos, metió sus dedos por entre el resorte de mi pantaloneta y comenzó a acariciar mi piel en contorno de mi cintura, vaya que sensación más hermosa, con cada movimiento mi pantaloneta y patys iban bajando centímetro a centímetro, el flaco empezó a soltar los botones de mi blusa, quedando al descubierto mis téticas, forradas en la tela del brasier que me habían traído de regalo, vamos a la alcoba, les dije, perfecto, vamos y seguro estamos más cómodos.
Fuimos a la alcoba de huéspedes, les dije que bajaran el colchón al piso para que ni fueran a romper la cama, se apresuraron a hacerlo entre los dos, el negro me agarró nuevamente, nos besábamos apasionados mientras mi ropa iba cayendo al piso ayudada por esas manos fuertes, me tiraron mi panty y llegó a la rodilla, levanté una pierna y lo liberé, luego de una patadita lo lancé a un lado, quedé totalmente desnuda, entre tanto ellos también se desnudaron totalmente.
Los pude observar bien en ese momento, el negro una vergota de 30 centímetros, muy negra, con la cabecita sin piel, gruesa y provocativa, el flaco unos 15 centímetros, piel trigueña y con piel en su glande, su cabecita, normal, como la de muchos tipos que conozco.
El negro, me atrajo hacia su cuerpo, tenía fuerza como para mover un avión, me sacudía como un juguete de lana, puso su mano grandota en mi entrepierna y comenzó a masajear con movimientos de ida y regreso, mi clítoris parecía saltar de su sitio, los jugos de mi vagina no paraban de fluir, por eso se le hizo más fácil, doblar sus dedos y meter dos o tres, para seguir con más fuerza y rapidez sus movimientos dentro de mi cuerpo, recuerdo haber levantado un poquito una pierna para evitar tropiezos en esos ejercicios.
El flaco estaba a mi espalda, sobando y acariciando mis téticas, que estaban duras en ese momento, no se recuperaban de las sensaciones de mi cuerpo, me besaba mi espalda, trataba de morder mi nuca, hasta que le dije que no fuera a dejar marcas, porque me metía en problemas con mi marido.
El negro me puso una de sus manos por debajo de mi axila apoyando mi espalda, de un solo envión me hizo saltar a su cintura, mis brazos rodearon su cuello y nuca, mis piernas abiertas se agarraron a su cintura, eso le ofreció una puerta abierta de par en par para acomodar con facilidad esa vergota de 30 centímetros, comenzó a hacerme galopar, impulsando mi cuerpo hacia arriba y empalarme con ese trozo de carne en mi humanidad, me sentí como en un gancho de carnicería, mis téticas se columpiaban también rítmicamente, de arriba abajo y viceversa, mientras en flaco me sostenía con sus manos desde mis nalgas, metiendo uno de sus dedos dentro de mi expuesto culito, era imposible salvarme de ese gancho que había metido en mi ano.
El negro dobló sus rodillas un poquito, el flaco se acercó y me empaló por mi culo con su verga, yo gritaba y gemía de placer, de dolor y de la felicidad que sentía en esos momentos, que rico, que ricas y deliciosas sensaciones, me sentía plena, realizada, el mundo se rendía a mis pies, era la reina coronada en ese momento.
Cuando el negro se cansó, se tiró al piso boca arriba, sobre el colchón, me tiró de una mano para que me echara encima de él, aproveché para llevarme a la boca esa vergota, que se iba poniendo más dura a cada momento, se estaba recuperando del cansancio al estar de pies, él me acariciaba mis nalgas con sus manotas, luego me senté encima de ese miembro, que sensación más hermosa, sentir deslizar esa tranca dentro de mi vagina, aunque llena de jugos en ese momento, se sentía plenamente, cómo los pliegues internos iban dando paso, abriéndose y dilatándose al paso de esa serpiente, hasta tocar fondo, maltratando mis trompas de Falopio, ovarios, matriz y todo su componente, hasta llegar a mi estómago, gemía de placer, que rico, dame más duro, métela toda, esto sí me gusta, me agaché para dar un beso al negro en su boca,
Sentí en ese momento al flaco, acomodarse en mi cintura y seguir taladrando mi ano, otra sensación más a la lista de corrientasos de mi cuerpo, esas embestidas me tenían a mil, mi vagina no paraba de producir chorros de líquido, seguramente agradecida por ese momento, me senté un momento sobre la verga del negro, me desenganché, me voltee para volver a mamar esa rica polla, la agarraba con mis dos manos, pero, se necesitaban como seis para cubrirla toda, empecé a pajearla, el negro me acomodó y su lengua comenzó un trabajo de trapear, de hurgar dentro de mis labios vaginales, como buscando algo.
El flaco se tiró sobre el colchón y me senté sobre él en la misma posición anterior, fue el turno de ser enculada por e negro, esa serpiente se introdujo dentro de los esfínteres de mi cuerpo, sentí unas lágrimas brotar de mis ojos, suave, le dije, empezó ese vaivén de carne dentro de mí, cada vez más profundo, hasta que sentó sus bolas golpear mis nalgas y labios vaginales, el negro se arrodillaba, también se paraba agachado sobre mis nalgas, así lograba más profundidad, mi cuerpo se estrellaba o quedaba pegado al cuerpo del flaco,
Por momentos parecía que la verga del negro se llevaba toda mi atención, no era verdad del todo, el flaco también sabía moverse, sabía trabajar y lograba que mi mente se fijara en las sensaciones que producía su pene dentro de mi cuerpo.
Me hicieron acostar a mí sobre el colchón boca arriba, el negro se acomodó encima de mí al estilo misionero, comenzó su trabajo de penetración en mi mojada rajita, que parecía reír, recibiendo ese huésped, que tanto la hacía disfrutar, el flaco se acomodó arrodillado al lado de mi cabeza, me ofreció su verga dentro de mi boca. Comenzó sus movimientos como simulando estar culeando mi boca, yo trataba de seguir el ritmo, pero me era imposible, por momentos se pajeaba cuando se salía del orificio de mi boca, de repente sentí su leche caer en mi cara, aun disparando leche, me la metió en mi boca, comencé a chupar con fuerza, hasta que comenzó a perder fortaleza, inició su relajamiento, se levantó y se sentó en las tablas de la cama, mirando como el negro seguía trabajando sobre mi cuerpo, dentro de mi vagina.
Dámela toda, la quiero dentro de mí, ¿estás segura? Me contestó el negro, sí, la quiero sentir dentro de mí, no te preocupes, no estoy en días fértiles y además, me aplico mis inyecciones para planificar, ok, está bien, me dijo el negro, yo levantaba mis rodillas para sentir más profundo ese tolete de carne, parecía interminable ese goce, mi mente se concentró tanto que olvidé, tiempo, espacio, mi marido y mis obligaciones,
Noté que la cara del negro comenzaba a apretar sus labios, su respiración más rápida, sus movimientos de cintura también parecieron aumentar, su cuerpo se apretó, contrayéndose contra sí mismo, jadeó y empezó a bramar como un toro, sentí que su verga crecía al doble dentro de mí, un río de leche corría por mi cuerpo, desbordándose por los labios, hasta caer al colchón, su respiración se normalizó, su cuerpo se quedó quieto encima de mí, en ese momento sentí su peso verdadero, me espichas, se volteó y puso uno de sus brazos encima de mí, hasta que se recuperó un poco más.
No supe si fueron mil o más los orgasmos que experimenté ese día, en todo caso, ha sido uno de los días más felices, de gozo pleno, de sentirme amada, deseada y calmada toda esa arrechera que produce un cuerpo,
Nos duchamos los tres al tiempo, ellos aprovecharon para volver a tocar mi cuerpo a su antojo, mi culo, mi vagina y tetas no se escapaban a sus dedos juguetones, to agarraba una verga en cada mano, mientras el agua caía por nuestros cuerpos, noté que sus vergas volvían a tomar algo de potencia, sabía por experiencia que un segundo round, dura mucho más tiempo, por lo que decidí salir casi corriendo a vestirme, ellos hicieron lo propio, volviendo a arreglar la cama, tal como estaba hecha.
Bebimos otra cerveza, el negro me preguntó, ¿cuál te gustó más, el de hoy o el de la despedida? Los dos, me apresuré a contestar, el morbo de tener a mi esposo cerca de mí y empalada por esa vergota tuya, no tiene precio, hoy la pude disfrutar y sentir mucho mejor, además tu amigo aportó mucho para llevarme hasta las nubes, allí estuve todo el tiempo, apenas me estoy bajando, este recuerdo permanecerá por un buen rato.
Esa era la idea, sabíamos que no te ibas a negar o correrías la misma suerte, ese era nuestro pacto, no sean malos les dije, eso no se vale, no está bien, además ustedes son amigos y compañeros de mi esposo, tienen mucha maldad en sus corazones. Nada de eso, sabemos que te gusta el buen sexo y quisimos darte gusto, eso es todo.
Seguimos charlando amenamente, a eso de las seis de la tarde, salieron de mi casa, eso sí, con la promesa de un nuevo encuentro, pero desde horas más tempranas, para disfrutar mucho más, me quedé pensativa, ¿qué he hecho?, en qué me estoy convirtiendo y convirtiendo a mi marido, mi propia casa no se escapaba a mis placeres, eso no disminuyó mi satisfacción, ni modo, lo disfruté y eso es lo que vale en la vida, volví a la ducha y me arreglé para mi esposo, quien llegaba a eso de las ocho de la noche, tiempo suficiente para estar presentable, además estrenando ropa interior.
Con estos mismos personajes, he disfrutado en un par de oportunidades, mantenemos también comunicación por redes sociales, en presencia de mi esposo ellos son como desconocidos para mí, en su ausencia son mi esposo y tienen derecho a mi cuerpo entero.
Aquí termina otra historia de mi vida, algo real, algo que quise compartir y dar a conocer a ustedes mis amigos lectores, soy Sandra, la zángana, espero te animes a comentar, evaluar o votar, eso me animaría para escribir otros relatos.
Espero tengas la valentía de comentar y votar.
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