Una día había abierto mi camisa para observar mis pechos, acariciándolos y hasta apretar levemente mis pezones, cuando justo pasa mi suegro mirando lo que hacía, me giré rápidamente, observándolo detenidamente, sin tratar de cerrar mi camisa. Me giré como esperándolo, hasta después de breves segundos se me acerca, me toma de la cintura y me besa, respondiendo a ese contacto inicial. Cuando abre más mi camisa, hasta quitarla, permanecía inmóvil ante su intervención, hasta quedar con dorso desnudo.
Volvimos a besarnos, tomando ávidamente mis suculentos senos con un total recogimiento, devorándolas con sus locas y frenéticas succiones, hasta sentir como mi leche corría por mis conductos mamarios, mientras mi circulación sanguínea se aceleraba.
Se había apoderado de mis pechos de una manera ansiosa y sin ningún tipo de tapujos, entregándome a su delirante intromisión. Si bien las veces anteriores había desbordado mi excitación, esta vez excedía mi arrebato. Su mano exploraba mi piel sin dejar de frenar sus impulsos a mis agobiadas tetas, me encantaba sentir esas manos salvajes y sin recatos ir apoderándose de mi cuerpo.
Sentí que iba deslizando mi pollera, metiendo su mano entre mis piernas, mientras mi sexo se alteraba más y más a cada segundo, humedeciendo mis labios inferiores, hasta ser adsorbidos por mi prenda intima. Sentí que se iba deslizando mi pollera, mientras su mano se metía en mi tanga , tendiendo a bajarlo, mientras lo abrazaba sin detenerlo en sus propósitos.
Prácticamente mi desnudez se iba haciendo visible, cuando el llanto de mi bebe se hizo escuchar, haciéndonos venir a la realidad. Lo miré algo asombrada, tratando de cortar con lo que hacíamos, mientras levantaba mi prenda para ir a buscar al pequeño. Me dirigí a la cocina con mi hijo, me senté colocando una manta entre mis piernas y con el dorso desnudo comencé a alimentarlo.
Cuando se acerca Ricardo y me dice, con cierta suavidad pero algo autoritario:
“Quita esa manta y tu tanga
No sé que me sucedió, pero me gusto la manera en que me lo decía, que obedecí sin contestar palabra, hasta llegué a quitarme las sandalias.
Así que totalmente desnuda, amantaba a mi bebe, sin dejar de mirar a Ricardo a sus ojos. Sabía que estábamos cruzando el límite de nuestra integridad, pero no me importaba nada, sentía la necesidad de entregarme a sus deseos, que también eran los míos. Si bien estar así ante los ojos de mi suegro me ponía algo tensa, en el fondo creo que me atraía esa situación.
Se acerco hacia mí, se arrodilló, abrió mis piernas, para comenzar a mamar de mi concha, muy alterada por cierto.
Me fui entregando a sus intenciones, para comenzar a disfrutar ampliamente, sintiendo como mis partes más sensibles eran absorbidas por dos distintas bocas. No llegué a un orgasmo, pero mi cuerpo estaba muy pero muy alterado.
Terminé de alimentarlo, lo cambie, todo de una manera automática, hasta acostarlo, cuando veo a mi suegro totalmente desnudo, con su crecida verga bien erecta. Sin pensar nada, me arrodille frente a él, en una aptitud de total acatamiento, para iniciar una mamada muy especial.
Después de unos minutos en que mi boca se deleitaba con ese respetable miembro, me tomó de los hombros me alzo y me llevo a la cama. Me acostó abrió mis piernas, hasta que sentí ese tronco de carne incrustarse sin mayores contemplaciones en mi vagina deseosa de ser penetrada. Gemí ante esa intromisión algo brusca y directa, pero lo abrace con toda mi fuerza, mientras su pistón friccionaba las paredes de mi cavidad.
, gritaba ante su impetuoso embate, que se prolongo varios minutos, en donde nuestra transpiración se fusionaba por nuestro contacto físico.
Cuando sentí su esperma llenar mi cavidad, grité al apreciar como mi cuerpo reaccionaba regalándome otro nuevo orgasmo, para continuar abrazados un buen rato, reponiendo energías.
No llegamos a repetirlo, aunque esa noche lo hice con mi esposo, por supuesto que sin querer hacer comparaciones no fue lo mismo.
Al día siguiente lo volvimos a hacer, sabía que estaba mal pero no podía contenerme, vivía con mi suegro, como podía hacer para no verlo, sabiendo que compartíamos su techo. Admito que era una situación complicada, pero mientras se trataba de encontrar una “solución”, nuestra relación era cada vez mas apasionada.
No puedo negar que en gran parte era yo, la que iniciaba las cosas, desde levantarme con un camisón corto transparente, cosa que antes no lo hacía, o dar de mamar al bebe con el dorso desnudo, demostrando que estaba dispuesta a tener sexo.
A pesar de haberme visto desnuda, no dejaba de sentir una cohibición que me acarreaba, ante su mirada, tratando de taparme con mis manos, que él retiraba besando cada centímetro de mi piel, llevando a girar mi cuerpo, para besar mi cuello, espalda, cintura y mis glúteos. Día a día le iba entregando mi cuerpo, disfrutando plenamente de sus caricias.
Como solía hacerlo habitualmente, una tarde mientras acariciaba mi espalda, llego hasta mi vagina separándolas manteniéndolos con sus manos, sin dudas observando mi ano, cosa que me dio algo de pudor, traté de relajarme para regocijarme de sus excitantes caricias. Hasta que su dedo comenzó a bordear mi orificio, oprimiéndolo cada tanto, ese contacto me enervaba. Hasta que después de ese loco juego, su yema oprimió mi ano, abrí mas mis piernas, como aprobando ese acercamiento, hasta sentir como su dedo se iba introduciendo lentamente en mi cola
Así con total maestría su dedo fue introducido totalmente, sacándolo y volviéndolo a enterrar, hasta llegar a elevar mi temperatura, después de varios minutos, lo hizo con dos, cosa que me hizo gemir un poco, por esa intromisión punzante.
Mientras efectuaba ese vaivén enardecido, su otra mano oprimió mi pecho, apretando mi pezón, mientras sus dedos llegaban lo más profundo que podían. Me sentía totalmente enardecida, con ese abrupto hurgamiento, donde mis tetas comenzaron a expulsar la leche y mi vagina a humedecerse rápidamente.
Empecé a gemir por mi exaltación, a lo que mi suegro acelero el tratamiento, hasta que mi cuerpo parecía estallar por las convulsiones que me producía, gimiendo y gritando de ese método tan efectivo, aplacándome ante la llegada de un fuerte orgasmo.
Debo reconocer que mi suegro me llevaba a una serie de estados, que lamentablemente nunca había experimentado.
Volvimos a besarnos, tomando ávidamente mis suculentos senos con un total recogimiento, devorándolas con sus locas y frenéticas succiones, hasta sentir como mi leche corría por mis conductos mamarios, mientras mi circulación sanguínea se aceleraba.
Se había apoderado de mis pechos de una manera ansiosa y sin ningún tipo de tapujos, entregándome a su delirante intromisión. Si bien las veces anteriores había desbordado mi excitación, esta vez excedía mi arrebato. Su mano exploraba mi piel sin dejar de frenar sus impulsos a mis agobiadas tetas, me encantaba sentir esas manos salvajes y sin recatos ir apoderándose de mi cuerpo.
Sentí que iba deslizando mi pollera, metiendo su mano entre mis piernas, mientras mi sexo se alteraba más y más a cada segundo, humedeciendo mis labios inferiores, hasta ser adsorbidos por mi prenda intima. Sentí que se iba deslizando mi pollera, mientras su mano se metía en mi tanga , tendiendo a bajarlo, mientras lo abrazaba sin detenerlo en sus propósitos.
Prácticamente mi desnudez se iba haciendo visible, cuando el llanto de mi bebe se hizo escuchar, haciéndonos venir a la realidad. Lo miré algo asombrada, tratando de cortar con lo que hacíamos, mientras levantaba mi prenda para ir a buscar al pequeño. Me dirigí a la cocina con mi hijo, me senté colocando una manta entre mis piernas y con el dorso desnudo comencé a alimentarlo.
Cuando se acerca Ricardo y me dice, con cierta suavidad pero algo autoritario:
“Quita esa manta y tu tanga
No sé que me sucedió, pero me gusto la manera en que me lo decía, que obedecí sin contestar palabra, hasta llegué a quitarme las sandalias.
Así que totalmente desnuda, amantaba a mi bebe, sin dejar de mirar a Ricardo a sus ojos. Sabía que estábamos cruzando el límite de nuestra integridad, pero no me importaba nada, sentía la necesidad de entregarme a sus deseos, que también eran los míos. Si bien estar así ante los ojos de mi suegro me ponía algo tensa, en el fondo creo que me atraía esa situación.
Se acerco hacia mí, se arrodilló, abrió mis piernas, para comenzar a mamar de mi concha, muy alterada por cierto.
Me fui entregando a sus intenciones, para comenzar a disfrutar ampliamente, sintiendo como mis partes más sensibles eran absorbidas por dos distintas bocas. No llegué a un orgasmo, pero mi cuerpo estaba muy pero muy alterado.
Terminé de alimentarlo, lo cambie, todo de una manera automática, hasta acostarlo, cuando veo a mi suegro totalmente desnudo, con su crecida verga bien erecta. Sin pensar nada, me arrodille frente a él, en una aptitud de total acatamiento, para iniciar una mamada muy especial.
Después de unos minutos en que mi boca se deleitaba con ese respetable miembro, me tomó de los hombros me alzo y me llevo a la cama. Me acostó abrió mis piernas, hasta que sentí ese tronco de carne incrustarse sin mayores contemplaciones en mi vagina deseosa de ser penetrada. Gemí ante esa intromisión algo brusca y directa, pero lo abrace con toda mi fuerza, mientras su pistón friccionaba las paredes de mi cavidad.
, gritaba ante su impetuoso embate, que se prolongo varios minutos, en donde nuestra transpiración se fusionaba por nuestro contacto físico.
Cuando sentí su esperma llenar mi cavidad, grité al apreciar como mi cuerpo reaccionaba regalándome otro nuevo orgasmo, para continuar abrazados un buen rato, reponiendo energías.
No llegamos a repetirlo, aunque esa noche lo hice con mi esposo, por supuesto que sin querer hacer comparaciones no fue lo mismo.
Al día siguiente lo volvimos a hacer, sabía que estaba mal pero no podía contenerme, vivía con mi suegro, como podía hacer para no verlo, sabiendo que compartíamos su techo. Admito que era una situación complicada, pero mientras se trataba de encontrar una “solución”, nuestra relación era cada vez mas apasionada.
No puedo negar que en gran parte era yo, la que iniciaba las cosas, desde levantarme con un camisón corto transparente, cosa que antes no lo hacía, o dar de mamar al bebe con el dorso desnudo, demostrando que estaba dispuesta a tener sexo.
A pesar de haberme visto desnuda, no dejaba de sentir una cohibición que me acarreaba, ante su mirada, tratando de taparme con mis manos, que él retiraba besando cada centímetro de mi piel, llevando a girar mi cuerpo, para besar mi cuello, espalda, cintura y mis glúteos. Día a día le iba entregando mi cuerpo, disfrutando plenamente de sus caricias.
Como solía hacerlo habitualmente, una tarde mientras acariciaba mi espalda, llego hasta mi vagina separándolas manteniéndolos con sus manos, sin dudas observando mi ano, cosa que me dio algo de pudor, traté de relajarme para regocijarme de sus excitantes caricias. Hasta que su dedo comenzó a bordear mi orificio, oprimiéndolo cada tanto, ese contacto me enervaba. Hasta que después de ese loco juego, su yema oprimió mi ano, abrí mas mis piernas, como aprobando ese acercamiento, hasta sentir como su dedo se iba introduciendo lentamente en mi cola
Así con total maestría su dedo fue introducido totalmente, sacándolo y volviéndolo a enterrar, hasta llegar a elevar mi temperatura, después de varios minutos, lo hizo con dos, cosa que me hizo gemir un poco, por esa intromisión punzante.
Mientras efectuaba ese vaivén enardecido, su otra mano oprimió mi pecho, apretando mi pezón, mientras sus dedos llegaban lo más profundo que podían. Me sentía totalmente enardecida, con ese abrupto hurgamiento, donde mis tetas comenzaron a expulsar la leche y mi vagina a humedecerse rápidamente.
Empecé a gemir por mi exaltación, a lo que mi suegro acelero el tratamiento, hasta que mi cuerpo parecía estallar por las convulsiones que me producía, gimiendo y gritando de ese método tan efectivo, aplacándome ante la llegada de un fuerte orgasmo.
Debo reconocer que mi suegro me llevaba a una serie de estados, que lamentablemente nunca había experimentado.
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