Después de unos pocos segundos ya estaba acostado de espaldas con las piernas separadas y las plantas de los pies apoyadas en la camilla, Juan consideró que nunca había estado tan expuesto ( ni tan vulnerable) en toda su vida.
Tenía absolutamente todo expuesto y accesible para la Doctora y su Enfermera. Tarde se dio cuenta que tener el trasero al aire sólo provocaba aumentar la sensación de exposición y lo hacía sentir más desnudo que simplemente desnudo si es que ésa sensación era posible.
Tratando de encontrar algo que lo reconfortara, su mente quedó enganchada en el hecho de que siendo su situación actual tan incómoda, al menos no iba a tener una erección.
Por supuesto que justo en el momento en que pensaba éso él también notó que sólo porque el "soldadito" (tal como él solía llamar a su propio pene) actualmente no estuviera "en guardia" no existía ninguna garantía de que no "entrara en acción" en cualquier momento; y cuanto más tiempo se tomaba la Dra. Pérez para examinarlo en tan vergonzosas circunstancias más aumentaban las posibilidades de una erección. Juan sólo deseaba que las posibilidades fueran todo lo que aumentara durante el resto de su revisación con el trasero desnudo.
"Vamos!" pensaba Juan, "terminemos con esto". Y sin embargo, la maléfica Doctora no parecía tener ningún apuro, mientras se quitaba los guantes e inexplicablemente volvía a lavarse las manos. Mientras tanto la Enfermera se acercó hasta el borde mismo de la camilla.
- Ahí estaba el arito... lo estuve buscando todo el día! - y procedió a inclinarse otorgándole a Juan un amplio panorama de su bien formado trasero. Ella definitivamente tenía un trasero hermoso, perfectamente acentuado por el ajustado pantalón del ambo celeste... parecía como si ella estuviera usando ésos pantalones expresamente para seducir y posiblemente excitar a ciertos pacientes, aunque por supuesto no lo hiciera a propósito. Ni siquiera aunque ella estuviera fuertemente atraída por un paciente, como Juan, sólo por mencionar un ejemplo. Y aunque ella hubiera provocado algo como esto no resultaría confiable que ella admitiera dicha atracción con posterioridad; lo gracioso es que aunque ella había encontrado su aro, otro par completo pendía de sus lóbulos.
Para cuando Juan se las pudo arreglar como para respirar nuevamente después de la performance de la Enfermera descubrió tres cosas que lo preocuparon: una, su pene no pudo evitar comenzar una erección ante el panorama de semejante trasero; dos, la Doctora ya se había puesto un nuevo par de guantes de látex y le estaba sosteniendo el testículo izquierdo (levemente más grande y colgando un poco más bajo que el otro); y tres, el contacto se sentía agradable, lo cual no lo sorprendió debido a la suavidad de los guantes. Evidentemente la Dra. Pérez había decido proceder con el examen de sus genitales!
Por más que él quisiera negar la realidad no podía hacerlo, aquel impulso inicial de excitación sexual que comenzó con la exhibición del trasero de la Enfermera estaba empezando a crecer y aumentar con el suave tacto de las manos cubiertas de látex de la Doctora. Ella claramente se tomaba su tiempo ya que lentamente palpó cada uno de sus testículos con las yemas de sus dedos con cuidado y sin provocarle dolor, buscando cualquier tipo de durezas o bultos o cualquier otra anormalidad.
Él entonces pensó "Qué voy a hacer?! Ya tengo media erección y una eyaculación creciendo y ella todavía ni siquiera terminó de revisarme las pelotas!"
Levantándole el escroto la Doctora le prestó considerable atención a cada uno de los conductos deferentes mientras se preguntaba a sí misma: "será capaz de atravesar por todo lo que tenemos planificado para él sin darnos una sólida... o tal vez debería decir "líquida"... evidencia de que los huevos le funcionan perfectamente?"
Mientras los dedos enguantados de la Doctora revisaban suavemente (aunque la palabra más adecuada sería "acariciaban") los cordones espermáticos de Juan, él podía sentir cómo crecía su erección (a esta altura ya estaba un 80% excitado y a punto de descubrir que el equipo que formaban la Dra. Pérez y la Enfermera Martinez todavía tenían algunos trucos ocultos bajo las mangas de sus guardapolvos).
Un detalle a considerar: lejos de darle a su paciente un tiempo para "recuperarse", en cuanto la Dra. Pérez le liberó el escroto le atrapó entre sus dedos enguantados el ahora totalmente erecto miembro por la base y empezó a "ordeñarlo" suave pero firmemente, exprimiendo todo a lo largo del tronco de pene.
"Por fin!" pensaron ambas Profesionales de la Salud cuando Juan no se pudo contener más y dejó escapar un ahogado pero definitivamente audible quejido... el primero de su revisación, pese a que ciertamente no sería el último.
"Por favor!" pensó rápidamente Juan "Por qué hice semejante ruido? Lo habrán escuchado? Qué me pasa?" mientras se ponía mucho más colorado.
La Doctora deslizó sus dedos cubiertos de látex de lado a lado y de arriba a abajo del pene del paciente, repitiendo sus movimientos y exprimiendo el órgano erecto desde la base a la corona; con la maldad suficiente como para ignorar completamente el glande...
Tenía absolutamente todo expuesto y accesible para la Doctora y su Enfermera. Tarde se dio cuenta que tener el trasero al aire sólo provocaba aumentar la sensación de exposición y lo hacía sentir más desnudo que simplemente desnudo si es que ésa sensación era posible.
Tratando de encontrar algo que lo reconfortara, su mente quedó enganchada en el hecho de que siendo su situación actual tan incómoda, al menos no iba a tener una erección.
Por supuesto que justo en el momento en que pensaba éso él también notó que sólo porque el "soldadito" (tal como él solía llamar a su propio pene) actualmente no estuviera "en guardia" no existía ninguna garantía de que no "entrara en acción" en cualquier momento; y cuanto más tiempo se tomaba la Dra. Pérez para examinarlo en tan vergonzosas circunstancias más aumentaban las posibilidades de una erección. Juan sólo deseaba que las posibilidades fueran todo lo que aumentara durante el resto de su revisación con el trasero desnudo.
"Vamos!" pensaba Juan, "terminemos con esto". Y sin embargo, la maléfica Doctora no parecía tener ningún apuro, mientras se quitaba los guantes e inexplicablemente volvía a lavarse las manos. Mientras tanto la Enfermera se acercó hasta el borde mismo de la camilla.
- Ahí estaba el arito... lo estuve buscando todo el día! - y procedió a inclinarse otorgándole a Juan un amplio panorama de su bien formado trasero. Ella definitivamente tenía un trasero hermoso, perfectamente acentuado por el ajustado pantalón del ambo celeste... parecía como si ella estuviera usando ésos pantalones expresamente para seducir y posiblemente excitar a ciertos pacientes, aunque por supuesto no lo hiciera a propósito. Ni siquiera aunque ella estuviera fuertemente atraída por un paciente, como Juan, sólo por mencionar un ejemplo. Y aunque ella hubiera provocado algo como esto no resultaría confiable que ella admitiera dicha atracción con posterioridad; lo gracioso es que aunque ella había encontrado su aro, otro par completo pendía de sus lóbulos.
Para cuando Juan se las pudo arreglar como para respirar nuevamente después de la performance de la Enfermera descubrió tres cosas que lo preocuparon: una, su pene no pudo evitar comenzar una erección ante el panorama de semejante trasero; dos, la Doctora ya se había puesto un nuevo par de guantes de látex y le estaba sosteniendo el testículo izquierdo (levemente más grande y colgando un poco más bajo que el otro); y tres, el contacto se sentía agradable, lo cual no lo sorprendió debido a la suavidad de los guantes. Evidentemente la Dra. Pérez había decido proceder con el examen de sus genitales!
Por más que él quisiera negar la realidad no podía hacerlo, aquel impulso inicial de excitación sexual que comenzó con la exhibición del trasero de la Enfermera estaba empezando a crecer y aumentar con el suave tacto de las manos cubiertas de látex de la Doctora. Ella claramente se tomaba su tiempo ya que lentamente palpó cada uno de sus testículos con las yemas de sus dedos con cuidado y sin provocarle dolor, buscando cualquier tipo de durezas o bultos o cualquier otra anormalidad.
Él entonces pensó "Qué voy a hacer?! Ya tengo media erección y una eyaculación creciendo y ella todavía ni siquiera terminó de revisarme las pelotas!"
Levantándole el escroto la Doctora le prestó considerable atención a cada uno de los conductos deferentes mientras se preguntaba a sí misma: "será capaz de atravesar por todo lo que tenemos planificado para él sin darnos una sólida... o tal vez debería decir "líquida"... evidencia de que los huevos le funcionan perfectamente?"
Mientras los dedos enguantados de la Doctora revisaban suavemente (aunque la palabra más adecuada sería "acariciaban") los cordones espermáticos de Juan, él podía sentir cómo crecía su erección (a esta altura ya estaba un 80% excitado y a punto de descubrir que el equipo que formaban la Dra. Pérez y la Enfermera Martinez todavía tenían algunos trucos ocultos bajo las mangas de sus guardapolvos).
Un detalle a considerar: lejos de darle a su paciente un tiempo para "recuperarse", en cuanto la Dra. Pérez le liberó el escroto le atrapó entre sus dedos enguantados el ahora totalmente erecto miembro por la base y empezó a "ordeñarlo" suave pero firmemente, exprimiendo todo a lo largo del tronco de pene.
"Por fin!" pensaron ambas Profesionales de la Salud cuando Juan no se pudo contener más y dejó escapar un ahogado pero definitivamente audible quejido... el primero de su revisación, pese a que ciertamente no sería el último.
"Por favor!" pensó rápidamente Juan "Por qué hice semejante ruido? Lo habrán escuchado? Qué me pasa?" mientras se ponía mucho más colorado.
La Doctora deslizó sus dedos cubiertos de látex de lado a lado y de arriba a abajo del pene del paciente, repitiendo sus movimientos y exprimiendo el órgano erecto desde la base a la corona; con la maldad suficiente como para ignorar completamente el glande...
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