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Joder, Elena. ¡Pero que desperdicio! 1/2

Se conocieron el primer año de carrera, y se cayeron bien. A él le gustó la chica, pero enseguida supo que ella era lesbiana. Empezaron a salir en el mismo grupo de amigos y poco a poco fueron intimando. Entre ellos se entabló una gran complicidad y se lo contaban casi todo.

Ella sabía de los amores y desamores de él y él de los de ella. A veces, incluso, salían en pareja. Él, el único hombre entre tres mujeres. Ella solía bromear diciéndole que la chica de él le gustaba más que la suya y se la iba a quitar.

Ambos eran de fuera y vivían en pisos de estudiantes. Dada la confianza mutua que se tenían, un día, en el cuarto año de carrera, tomándose un café en el bar de la facu, ella sacó el tema.

-Estoy harta de mis compañeras de piso, Luis.

-Jeje, y yo de los míos. Creo que me voy a buscar otro piso.

-Y yo. Pero es tan difícil encontrar a gente de confianza.

-A mí me lo vas a contar. Gente que no sean unos cerdos, que dejen los bordes de las pizzas tres días sobre la mesa, que barran de vez en cuando su habitación.

-Que limpien la bañera después de ducharse... Odio los pelos.

-Jajaja, Elena. Si vieses mi bañera después de que se ducha Rodri, te caías de culo.

-Aggg, que asco.

Elena miró a Luis. Era su mejor amigo.

-Oye, Luis. ¿Y por qué no cogemos un piso juntos, tú y yo?

-¿Nosotros?

-Sí, nosotros. Te conozco hace cuatro años y sé que eres un buen tipo.

-Muchas gracias. Tú también eres un buen tipo.

-Capullo.

-Jajaja. Tranqui, mujer. Pues no me parece mala idea, Elena. Verte en pijamita será estupendo.

-¡JA!

Los dos rieron con ganas.

A los pocos días, dejaron sus pisos y se mudaron a uno con dos habitaciones, salón comedor, cocina y baño.

La convivencia entre los dos era estupenda. A pesar de ser hombre y mujer, a pesar de las pequeñas bromas que él le gastaba a ella, no había tensión sexual entre ellos. Luis la respetaba como mujer. Era su amiga. Una amiga preciosa, que en otras circunstancia hubiese estado encantado de tener en su cama. Más de una vez, mirándola, le decía que era un desperdicio que fuera lesbiana. Ella se limitaba a darle una colleja o una patadita, pero con cariño.

Entre semana no solían salir mucho. Se quedaban en casa a estudiar cada uno en su habitación, pero cenaban juntos y después se quedaban un rato a ver la tele.

-Pues mira, ya me has visto en pijamita - le dijo ella la primera vez que se presentó en el salón en esa guisa, girando lentamente para que él la viese bien.

-Joder, Elena. ¡Pero que desperdicio!

-Jajaja, capullo.

Luis a miró. Su cuerpo ya lo conocía, más o menos, pues Elena solía vestir bastante sexy cuando salían de pandilla. Sabía que tenía un buen par de tetas y un culito redondo y respingón. Pero tenerla allí, con un pijamita cortito y ajustado, sin sujetador, era otra cosa.

Si ella no fuese lo que era... Pero lo era. De la acera de enfrente. Y además, sobre todo, su amiga. Se la quitó de la cabeza.

Al principio de vivir juntos, sus amigos le preguntaban.

-¿Qué? ¿Ya te tiraste a Elena?

-Joder, claro que no.

-Pero si está de toma pan y moja.

-Lo sé. Pero a ella prefiere el marisco al chorizo.

-Eso es porque no ha probado un buen chorizo de Cantimpalo, Jajaja.

-Que tonto eres.

-¿Al menos la has visto en pelotas? Vaya par de tetas que tiene Elenita.

-Pues no. No la he visto en pelotas. Es sólo mi compañera de piso. Y punto.

-Ya quisiera yo tener una compañera de piso como ella.

-¿Tú? Con lo guarro que eres no sé cómo te aguanté tanto tiempo

-¿Guarro yo?

-Bastante.

Poco a poco, dejaron de preguntarle

Una noche, estaban viendo la tele, aunque no ponían nada interesante. Él sentía curiosidad, y se atrevió a preguntarle.

-Oye, Elena. ¿Cómo te hiciste lesbiana?

Ella giró la cabeza y le miró. Se quedó unos segundos así.

-Pues, un día me levanté con ganas de ser lesbiana. Fui al médico y me mandó unas pastillitas. Lesbianín, se llamaban.

-¿Lesbianín?

-Pero pareces tonto, Luis. ¿Cómo me hice lesbiana? Joder, creí que eras más listo.

-¿Qué pasa? Era sólo por curiosidad.

-¿Té te hiciste heterosexual?

-No.

-Pues yo tampoco me hice lesbiana. Nací así. Soy así.

-Ah.

-Agggg, ¡Cómo me hice lesbiana, cómo me hice lesbiana! Pero mira que eres...

Elena cogió un cojín que tenía a su lado y se lo tiró, con fuerza. Luis lo esquivó.

-Tranqui, mujer. Qué solo era una pregunta.

-Pero es una pregunta que encierra muchas cosas.

-Vale, perdona.

-Capullo.

Siguieron viendo la tele. A los pocos minutos él volvió a la carga.

-Y... ¿Cuándo te diste cuenta de que lo eras? Y no te enfades.

-No me enfado.

-¿Cuándo fue?

-Pues cuando me empezó a cambiar el cuerpo, ya sabes.

-Cuando te crecieron las tetas, jajaja

-Bruto. Pero sí. Es cuando nos empezamos a fijar en los demás. Cuando empiezas a mirar de distinta manera. Los chicos empiezan a rondar a las chicas. Las chicas a dejarse rondar. En ese momento, lo supe.

-¿Cómo?

-Porque no miraba a los chicos. Ellos se acercaban a mí pero yo solo me fijaba en Rosa. Ummm, Rosa. Mi primer amor. Platónico, claro. Fue duro.

-¿Duro?

-Mucho. Al principio no entiendes que te pasa. Por qué no eres como las demás. Por qué sientes lo que sientes hacia otra mujer. Tratas de ocultarlo, de que nadie lo sepa. Pero poco a poco te vas aceptando a ti misma, a aceptar quien eres

-Uf, me lo imagino. Y sin nadie con quien hablar.

-Sí, eso mismo. Aunque tuve la suerte de tener una madre estupenda. Ella se dio cuenta y habló conmigo. Me aclaró las cosas. Me dijo que no lo ocultara, pero que tampoco lo pregonara. Que lo tomase como algo natural.

-¿Y tu padre?

-Él al principio no fue tan comprensivo como mi madre, pero al final lo aceptó.

-Me imagino que para un padre debe de ser duro.

-¿Por qué tiene que serlo?

-Pues por como está la sociedad montada. Tienes hijos, crecen, se casan, te dan nietos.

-Se casan con personas de distinto sexo...

-jeje, claro. Aunque creo que más que por ellos es por los demás. Por el qué dirán.

-Desde luego. Pero gracias a dios mis padres me quieren, saben que soy feliz como soy y a los demás que les den.

Pasaron unos minutos en silencio. Había una cosa que Luis quería preguntarle desde hace tiempo, pero que nunca se había atrevido. Ahora se atrevió.

-Ummm, esto...Elena... ¿Nunca has probado con un hombre?

-¿Ý tú?

-Pues claro que no.

-Pues Yo tampoco

-¿Pero no sientes curiosidad?

-Joder, Luis. ¿Tú sientes curiosidad por saber cómo es estar con otro hombre?

-Ninguna.

-Pues lo mismo. ¿Tan difícil de entender es que sólo me atraigan las mujeres?

-No claro que no. A mí me pasa lo mismo. Sólo me atraen las mujeres. Jajajaja

-Jajajaja. Capullo.

A Elena no le molestaba hablar de esas cosas con Luis. Era su amigo, y sentía curiosidad. Pero seguía sin comprender porque los demás no entendían que ella era normal. Que era igual a él, a todo el mundo. Con los mismos sentimientos, los mismos deseos, con la única diferencia que hacia otra mujer y no hacia un hombre.

+++++

Ni Elena ni Luis tenían pareja formal. Sólo rolletes. De vez en cuando alguno ligaba con otra persona y se la llevaba a su habitación. Los dos se tenían la suficiente confianza como para que no le molestase. A veces Luis estaba en el salón mientras Elena estaba en su habitación con alguna chica. Otras veces, era él el que retozaba en su cama con una chavala mientras Elena estaba en el salón o estudiando. A veces, incluso, ambos tenían pareja a la vez y cada uno en su habitación se lo pasaba en grande.

-Luis. ¿Qué le hacías a tu chica anoche?

-Pues... nada raro.

-Pues gritaba como una loca.

-Jeje, sip. Era un poco escandalosa.

-Bastante. Y mal hablada.

-Joder. ¿Se oía mucho?

-"Fóllame cabrón. Dame polla, dame pollaaaaaaaaaaaaa". Sí, se oía todo.

-Uf. Me dejó agotado.

-Sí, quéjate ahora.

Otras veces, Luis se encontraba por la mañana a Elena desayunando con su ligue. Dos preciosas mujeres, una en paños menores, desayunando tranquilamente en la cocina. Siempre decía lo mismo.

-Vaya desperdicio.

-Capullo - siempre contestaba Elena.

Las chicas, tanto si habían estado con Elena como con Luis, se quedaban sorprendidas al ver al uno u al otro. Ellos les decían que eran sólo compañeros de piso, amigos, nada más.

Cuando Luis vivía con compañeros masculinos y uno de ellos ligaba, al día siguiente era torpedeado a preguntas. Que como eran sus tetas, que si la chupaba bien, que si era de las tranquilitas o más tirando a zorrita. Y los hombres, siendo como son, daban detalles sin problemas. Les gustaba contarlo todo, pavonearse ante los demás hombres, llegando incluso a contar cosas que no habían pasado.

Las compañeras de piso de Elena eran iguales, si no peores. A ella no le preguntaban, pues sabían sus tendencias, pero cuando una de las otras ligaba, las demás hacían corrillo a su alrededor y le preguntaban hasta por el DNI del chico. Si había resultado un mal follador, se reían del pobre muchacho. Y si, por el contrario era una fiera en la cama, se quedaban con el nombre por si una noche coincidían.

Y así fue transcurriendo el tiempo. Los dos cada vez más a gusto el uno con el otro. Muchas noches, Elena se apoyaba en el hombro de Luis para ver la tele hasta quedarse dormida. Él la miraba, tan hermosa, tan sexy. Y se decía: "Vaya desperdicio"

Solían salir juntos, al mismo sitio, con su pandilla de compañeros. Después, en la disco o en el pub, cada uno iba a lo suyo.

Una de esas noches, un sábado, Elena estaba con el resto de la panda hablando mientras Luis bailaba con una preciosa rubia. Por como se pegaban el uno al otro, Elena supuso que no tardarían es desaparecer para irse al piso a echar un buen polvo. Ella no encontró a nadie que la atrajese. Bueno, sí, había muchas chicas que la atraían, pero ninguna era de su 'acera'. Cuando se es homosexual basta un cruce de miradas para saber si la otra persona es o no receptiva. Y esa noche no había ninguna mujer así.

Al rato, Elena decidió irse a casa. Ya estaba cansada y no quería seguir bebiendo más. Se despidió de los amigos y cuando vio a Luis morrearse con la rubia, no le dijo nada y se fue. Él, al menos, había tenido suerte

Llegó al piso. Estaba cansada y un poco mareada por la bebida. Se puso un pijama y se sentó en el salón a ver la tele un rato hasta que se le pasase. Y sin saber porqué, empezó pensar en aquella preciosa rubia que se morreaba con Luis. Era del tipo de mujer que le gustaba, con la que no le hubiese importado tener una noche loca de pasión.

Se empezó a excitar. Notó que los pezones se le empezaban a endurecer, que su coño se empezaba a humedecer. Cerró los ojos y se acarició las tetas sobre la blusa. Su otra mano bajó hasta su pantaloncito y se acarició primero por encima. En su mente era ella la que se besaba con la rubia.

Metió la mano por dentro del pantalón, hasta que sus dedos recorrieron la mojada rajita de su coño. Se pellizcó los pezones sobre la blusa y se empezó a hacer una suave paja. Gemía suavemente de placer.

El sonido de la puerta al abrirse la sobresaltó. Sacó la mano del pantalón y se sentó en el sofá. Luis entró. Ella miró a la puerta, esperando ver a la preciosa rubia. Cuando ellos se fueran a la habitación a follar como locos, ella se iría a su cuarto a terminar su rica pajita. Pero no había rubia.

-¿Y tu chica? - preguntó.

-Calla, calla. La muy cabrona se largó. No era más que una calientapollas. Y perdona por la expresión.

-Jajajaja. Te has quedado compuesto y sin novia.

-Grrrrr, pues sí. Y con un calentón.

-Jajajaja. Bueno, ya sabes lo que toca. Un meneíto y a dormir.

-Cago'entodo.

Luis estaba bastante caliente. Era rubia lo había encendido y luego se había largado. Y ahora le tocaba cascársela en su habitación. Elena lo miraba. Quizás fuese por la bebida, pero se sorprendió a sí misma.

-¿Te la vas a menear?

-Joder, pues claro. No puedo dormir así - dijo Luis señalando para su evidente erección.

-Esto...Luis...nunca he visto, ya sabes, a un hombre hacerlo. Bueno, sí en pelis, pero no en vivo.

-¿Cascarse una paja? - Luis estaba muy enfadado y cuando estaba enfadado era muy mal hablado.

-Sí.

-¿Y?

-Pues... siento curiosidad por verlo.

Era su amigo, su mejor amigo. Tenían mucha confianza el uno en el otro. Seguramente el alcohol que corría por sus venas también ayudó. Él estaba, sin embargo, bastante sorprendido.

-¿Por ver a un tío haciéndose una paja?

-Sí, jeje, ya sé que suena raro. Pero no a cualquiera. Sólo tengo tanta confianza contigo.

-¡Elena! ¿Quieres ver cómo me hago una paja?

-Sí, tengo curiosidad por ver como lo haces.

Luis la miró. Y vio que tenía los pezones duros, marcados bajo la fina tela de su pijama.

-¿Estás cachonda?

-Ummm, sí un poco.

-¿Así que te pone cachonda ver como me la casco?

-Noooooooooooo. No es eso. Antes de venir tú me estaba...masturbando. Jeje, pensaba en tu amiga, la rubia. Era bastante guapa.

-A mí me lo vas a decir. Pues mira, esa cabrona nos calentó a los dos y ninguno la cató.

-¿Qué? ¿Me dejarás mirar?

-Joder, Elena, no sé. Me da cosa.

La cosa que le daba era morbo. Sintió como su polla se ponía más dura. Ya se había hecho a la idea de nunca tener nada sexual con su guapa amiga, y ahora ella le pedía aquello. No sólo no le importaba, sino que la idea de que ella le mirase mientras lo hacía lo excitaba mucho. Pero se hizo un poco de rogar.

-Venga, hombre. ¿Qué más te da? Lo vas a hacer de todos modos.

-No sé, no sé. ¿Estás segura?

-Que sí hombre.

-Pues vale. ¿Dónde lo hacemos? ¿En mi cuarto o aquí?

-Aquí mismo.

Una cosa era desnudarse delante de una mujer con la que ibas a tener sexo, y otra ante una amiga que sólo miraría. Aún así, Luis se quitó los pantalones, quedándose con sus abultados calzoncillos. Ella miró.

-Vaya, Luis. Se ve que ya estas...palote.

-Sí, la rubia esa estuvo toda la noche calentándome.

No le dijo, sin embargo, que ahora estaba caliente por lo que iba a hacer, no por la maldita rubia.

-¿Lista? - preguntó Luis

-Sip. Dale - dijo ella, poniéndose cómoda sobre su sofá mientras Luis se sentaba el otro.

-Uf, estoy es raro.

-Venga ya, no seas niño. Jajaja

Luis se bajó los calzoncillos, pero no se los quitó. La polla quedó libre, apuntando al techo. Era la primera polla que Elena veía en vivo.

-Vaya, estás bien armado, Luisito.

-Nah, normalita.

La polla daba saltitos sola de la caliente que él estaba. Llevó su mano derecha hacia su dureza, la agarró y empezó a subir y bajar la mano lentamente. Elena miraba con atención. Él la miraba ella.

-¿Así lo haces? ¿A esa velocidad?

-Bueno, depende. A veces más lento, a veces más rápido. Pero sí, básicamente así.

-Ah. ¿Y en qué piensas mientras lo haces?

-Jejeje, pues creo que en lo mismo que tú. En mujeres.

-Jajaja. Y que les haces cosas. Y ellas a ti.

-Aggggg, sí... cositas.

Elena miraba como su amigo se masturbaba delante de ella. Seguía sintiendo excitación, pero no era por él. No sentía ningún deseo sexual hacia aquel hombre. Miraba su polla sólo con curiosidad. Pero él sí la miraba con deseo. Deseo que aumentaba porque ella le estaba mirando.

Luis estaba a punto de correrse, así que bajó un poco el ritmo. Sus miradas se encontraban de vez en cuando. Él con una expresión de placer. Ella, con una ligera sonrisa. Luis decidió probar suerte.

-¿Te gustaría tocarla?

-¿Qué?

-Que si te gustaría tocarme la polla. Seguramente no vas a tener otra oportunidad así. ¿No decías que tenías curiosidad?

-Sí, pero... no sé.

-¿Cómo me dijiste antes? Ah, sí. Venga mujer, no seas niña.

-Touché.

Elena se dijo que Luis tenía razón. Quizás no se le presentase más en la vida una oportunidad así. Él era su mejor amigo, confiaba en él.

-¿Y? - preguntó Luis, apenas moviendo la mano.

-Vale. Pero sólo por... curiosidad.

Se levantó y se sentó al lado del chico. Ahora la polla estaba muy cerca. Luis la soltó y Elena vio como se movía sola.

-¿Por qué se mueve así?

-Es porque estoy muy cachondo. Late al ritmo de mi corazón.

-Jeje, es gracioso. Parece que baila.

Nunca le habían dicho que su polla era graciosa. Pero se lo perdonó. Al fin y al cabo, ella no entendía de... pollas.

-Venga. Tócala, que no muerde.

Elena acercó su mano derecha hacia la polla de Luis. La rozó con las yemas de sus dedos, y retiró la mano.

-Elena...así no. Cógela bien, agarrada. Como hacía yo.

Volvió a acercar la mano y ahora agarró la polla, pero sin apenas apretar.

-No se va a romper, mujer. Puedes apretar un poco.

Elena apretó y la sintió en la mano. Latía.

-Uf, que raro. Es dura pero suave al mismo tiempo. Y está calentita.

Luis no se lo podía creer. Tenía a su amiga del alma, la bella Elena, con su polla en la mano. Era un sueño hecho realidad. La miró, ella tenía los ojos fijos en la polla. Llevó su mano hasta la mano de Elena, la agarró y empezó a moverla despacito, arriba y abajo.

-Así...se hace así.

Ella intentó soltar la polla, pero Luis se lo impidió.

-Sólo un poquito, mujer. ¿Qué más te da?

Elena dejó de intentar zafarse.

-Ummmm, así... que rico.

Le subió y bajó la mano unas cuantas veces. Después, la soltó. Ella siguió sola.

-Agggg, Elena...qué bien lo haces.

-¿Sí? ¿Lo hago bien?

-De maravilla.

-Joder, Luis. Te estoy haciendo una paja.

-Ummmmm sí... y muy bien.

Luis se echó hacia atrás, y disfrutó de la caricia que su amiga la hacía. Estaba preciosa. Le hubiese encantado abalanzarse sobre ella, desnudarla y follársela bien follada. Pero eso no pasaría. Se tendría que conformar con la paja. Pero no pudo evitar decir.

-Joder, pero qué desperdicio.

-Capullo, siempre con lo mismo

-Es que es verdad. Elena. Con lo buena que estás y sólo te gustan las mujeres. No es justo.

-A que paro.

-No no no...Sigue por favor. No pares ahora. Que estoy a punto de correrme.

Elena siguió con la paja. Estaba haciendo algo que jamás pensó en hacer. Pero era Luis, su amigo Luis, y parecía que a él le gustaba lo que le estaba haciendo. ¿Y qué importaba? Si a él le daba placer y a ella no le importaba hacerlo, no había problemas. Era algo que quedaría entre ellos.

Ya no estaba excitada. Se había olvidado de la rubia. Ahora estaba concentrada en lo que tenía entre manos

-Agggg, Elena...estoy a punto. Será mejor que cojas un paño o algo. La corrida va a ser buena.

-No. Quiero ver como sale la leche de la polla.

-Aggg E...lena...

Aquellas palabras dichas por su guapa amiga que no dejaba de subir y bajar la mano a lo largo de la su polla, precipitaron su orgasmo. Ella lo notó en la polla. Empezó a tener espasmos, como a pulsar. Y en uno de esos espasmos sintió que algo subía por polla, para, inmediatamente, salir disparado por la punta. Un enorme chorro blanco que describió una parábola en el aire antes de caer sobre la camisa de Luis. Ella se quedó fascinada, y dejó de mover la mano. El siguiente chorro fue igual de impresionante.

-Agggggg no...pares...sigue...sigue... - dijo Luis en pleno orgasmo, casi sin aire.

Elena volvió a mover la mano, sin dejar de mirar al surtidor en que se había convertido la polla de Luis. Sentía los chorros en la mano antes de verlos salir de la polla. No los contó, pero fueron como siete u ocho disparos. Los últimos, ya con menos potencia, salían de la polla y resbalaban hacia abajo, sobre la mano de la chica.

Se quedaron unos segundos en silencio. Luis recuperándose de su intenso orgasmo. Elena mirando la polla y toda la leche que había salido de ella.

-Uf. ¿Siempre te corres así?

-No siempre. Cuando estoy muy caliente, sí. Y hoy estaba muy caliente.

Elena soltó la polla. Miró su mano, con regueros se semen.

-Ahora vuelvo.

Se levantó y fue al baño a lavarse. Con los ojos medio cerrados, Luis le miró el culo, que con aquel pantaloncito ajustado se veía riquísimo.

"Vaya desperdicio" - pensó.

Elena se lavó la mano, cogió el rollo de papel y regresó al salón. Se sentó al lado de Luis.

-Toma. Limpia este... desastre.

-Jeje, insististe en verlo.

-Joder. Con mujeres es distinto. Más...limpio, sobre todo.

-Jajajaja. Pero mujer, que generalmente nos corremos en otros sitios -dijo Luis limpiándose. Necesitaría una ducha para no quedarse pegajoso.

-Sí, sí. Que he visto los videos de internet. Ya sé en donde os gusta correros a los hombres.

-¿En dónde?

-En la cara de las chicas.

-Jajaja, bueno, no te voy a decir que no. Pero eso es internet.

-Me imagino que harán la clase de videos que le gusta ver a los hombres.

-No sé a los demás. Pero a mí, particularmente, me gustan más otros sitios.

-¿Cuáles?

-Mucho quieres saber tú, preciosa.

-Bueno, si no quieres decírmelo, no me lo digas.

-Elena...

-Dime

-Gracias por... la paja. Lo necesitaba. Eres una gran... amiga.

-Jeje, de nada, hombre. No te voy a decir que haya sido un placer, pero me ha gustado complacerte.

-Me has complacido mucho.

-Adulón.

-Pero....

-¿Pero?

-¡Qué....desperdicio!

Ella saltó al otro sofá, cogió el primer cojín que tenía a mano y se lo tiró. Luis, muerto de risa, con la polla al aire y los calzoncillos en los tobillos, lo esquivó.

-Capullo. Me voy a dormir.

-Mujer, no te enfades.

-Tonto - le dijo ella, sonriendo. No se podía enfadar con él.

Luis volvió a mirar como Elena se marchaba. Como su precioso culito se mecía de un lado a otro. Después, se levantó, se dio una ducha rápida y también se fue a dormir.

En su cama, Elena volvió a acariciarse. Otra vez pensando en la preciosa rubia. El intenso orgasmo la ayudó a dormir.

Por su parte, Luis también se masturbo. Pero no pensaba en la rubia. Pensaba en su guapa amiga, en su querida Elena. Hacía ya mucho tiempo que no se masturbaba pensando en ella. Pero la maravillosa paja que le hizo volvió a despertar sus deseos hacia ella.

Con los ojos cerrados la veía subiendo y bajando la mano a lo largo de su polla. En su mente ella le miraba a los ojos. Sus ojos brillaban. Respiraba hondo. Su imaginación hizo que ella se quitara el pantaloncito de pijama, descubriendo un delicioso y depilado coñito. Ella se subía sobre él, cara a él, y se sentaba sobre su polla, clavándosela hasta el fondo de su encharcado coño. Se levantaba la parte de arriba del pijama, le cogía la cabeza y se la llevaba hasta sus tetas, al tiempo que empezaba a subir y bajar sobre su polla.

-Agggg, Luis...como siento tu polla dentro de mí. Me encanta... Ummmmm que cosa más rica... Y yo perdiéndome esto...

Luis imaginó que su boca iba de pezón a pezón, sus manos bajaban hasta el tentador culito y la ayudaba a subir y bajar, hasta que los dos se corrían intensamente. Le llenó el deseado coño de su caliente leche, y ella se estremecía al sentirla.

A pesar de haberse corrido hacía poco gracias a la paja de Elena, Luis se volvió a correr tan intensamente como antes, pero esta vez estaba preparado y recogió el semen con papel.

Al rato, él también dormía.

+++++

A la mañana siguiente, se encontraron en la cocina. Ella, despeinada y recién levantada estaba preciosa.

-Buenos días.

-Buenos días, Luis.

Ninguno hizo referencia a lo que había pasado la noche anterior. Se comportaron como siempre, pero Luis la miraba de reojo.

Él dedicó el día a estudiar. Ella estudió durante la mañana y por la tarde salió con unas amigas a dar una vuelta. Por la noche, después de cenar, se fueron a ver una película en la tela antes de irse a dormir. Ella, tumbada en un sofá. Luis, en el otro.

La miró. Ella tenía otro de esos pijamitas ajustados y sexy. Recordó el placer que su mano le había dado. Y la polla se le empezó a poner dura. Él también llevaba un pijama, y su erección era bastante evidente. Se colocó la polla de lado para que no le molestase. Con disimulo, se pasó la mano sobre el bulto.

¿Y si se lo pedía? Ya lo había hecho. Y le dijo que le había gustado complacerlo. Dudó unos minutos, pero la polla no se le bajaba.

-Elena.

-¿Sí?

-Mira como estoy.

Ella giró la cabeza y miró. Vio el bulto que la polla formaba.

-Joder. ¿Estás cachondo?

-Uf, mucho. ¿Me haces una pajita?

-¿Queeeeeeeee?

-Que si me haces una pajita, como anoche. Me gustó mucho.

Ella le miró a los ojos.

-Oye, Luis. Lo de anoche no debió de haber pasado.

-Venga, mujer. ¿Qué más te da?

-¿Cómo que qué más me da? Pues claro que me da. ¿Qué te crees? ¿ Que a partir de ahora te la voy a menear cada vez que se te ponga dura? De eso nada. Joder, Luis

La calentura de Luis mandaba.

-Sólo una vez más. Y ya no te lo pediré más.

-Vete a la mierda, Luis.

Elena se levantó y se fue a su cuarto, dejando al excitado Luis. El portazo que ella dio hizo comprender al chico que estaba enfadada de verdad.

-Joder.

La polla se le desinfló. Se había pasado. Ante todo, ella era su amiga. Se levantó y tocó a su puerta.

Ella no contestó. Volvió a tocar.

-¿Puedo pasar?

-No. Déjame.

-Elena, perdóname. Me he comportado como un imbécil.

-Desde luego.

-Te prometo que no volverá a pasar.

-Está bien.

-¿Me perdonas?

-Sí.

-¿Seguro?

-Que sí...capullo.

Él se sintió mejor. Siempre que ella le llamaba capullo era sin enfado.

-Buenas noches, Elena. Hasta mañana.

-Hasta mañana, Luis

Elena estaba más enfadada consigo misma que con él. Se dijo que haberle hecho esa paja no había sido buena idea. Era lógico que él se imaginara cosas que no eran, que quisiese más.

Sí, podría haberle hecho otra paja. Y después vendrían más. Aunque ella no sintiese deseo sexual hacia él, podría hacerlo. Pero eso llevaría su amistad a un terreno al que no quería ir.

Luis cumplió su palabra y no volvió a pedírselo. Se olvidaron del tema y todo volvió a la normalidad. Volvieron los amantes ocasionales.

+++++

Meses después se acercaba el final de curso, los exámenes finales. Un viernes por la noche, Elene se preparó para salir un rato.

-¿Tú no sales? -le preguntó a Luis

-Hoy no. Tengo un tema atravesado. Estudiaré un poco más y ya salgo mañana.

-Yo necesito despejarme un poco. Llevo toda la semana con los ojos pegados a los apuntes.

-¿Despejarte? Jeje, a ver si tienes suerte - le dijo, picándole un ojo.

-Capullo.

-Jajaja.

Como siempre, Elena se vistió bastante sexy.

-Wow. Las volverás loquitas. Y loquitos, claro.

-jaja ¿Tú crees?

-Por supuesto. Pero ya sabes...

Ella sabía, pero aún así le preguntó.

-¿Qué?

-Vaya desperdicio.

No tenía ningún cojín a mano, así que sólo le levantó el dedo corazón de la mano derecha.

-Capullo.

Luis se fue a estudiar y Elena se marchó. Se reunió con la panda y fueron de pub en pub.

Espantó a muchos moscones. Uno que se puso muy pesado e intentó despacharlo de golpe.

-Que soy lesbiana, coño.

-¿Lesbiana?

-Sí, tortillera.

-Joder, pues vaya desperdicio. Eso es que no has encontrado al hombre adecuado, preciosa.

Lo miró con cara de pocos amigos. Pero él seguía en sus trece.

-Yo te enseñaré lo que te estás perdiendo.

-Déjame en paz.

En ese momento, una chica se puso en medio de los dos.

-Oye, Rafa. ¿No has oído? Deja en paz a la chica. Hay más chochitos por ahí.

-Bah, que le den a la comecoños esa - dijo el hombre, dándose la vuelta y marchándose.

Las dos mujeres se miraron.

-Gracias - dijo Elena.

-De nada. Rafa es un buen chico, pero cuando bebe se puede poner un poco pesado. No se lo tengas en cuenta.

La chica era una morena preciosa. Iba vestida bastante sexy, con los labios rojos, los ojos bien maquillados. Se miraron a los ojos, fijamente. Y el corazón de Elena latió más fuerte. Lo vio en sus ojos, por como la miraba.

-Me llamo Elena.

-Yo Maite.

Se miraron unos segundos más.

-Me he fijado en como despachabas a todos los moscones que se acercaban a ti, Elena. ¿Es que no hay ninguno que te guste?

-No, no me gusta ninguno de esos moscones.

-¿Y quién te gusta? - le preguntó Maite rozándole el brazo con las yemas de sus dedos.

Elena se estremeció. Aquella chica era directa. Ella también lo fue.

-Me gustas tú - le dijo, aguantándole la mirada

-¿Quieres bailar?

-Sí.

Las dos chicas salieron a la pista. Años atrás hubiese sido algo extraño, pero hoy en día, aunque no habitual, ya no resultaba chocante. Al menos no para la mayoría. Siempre había alguno que otro que miraba, que cuchicheaba. Pero tanto Elena como Maite ignoraban a todos. Sólo se miraban la una a la otra.

La música era bastante movidita. Las dos la seguían. Las dos contorsionaban el cuerpo a su ritmo, pero lo hacían más para que la otra se fijase. Y las dos se fijaban, se miraban, se sonreían.

La música cambió. Empezó a sonar una canción más lenta, más sensual. Las dos chicas se acercaron la una a la otra. Empezaron a rozarse, a rozar sus pieles. Entre ellas empezó a crecer la tensión sexual.

Estaba claro que se gustaban. Cuando terminó la canción, fueron a pedir una copa y se fueron a un rincón tranquilo y oscuro para hablar. El volumen de la música hacía que tuviesen que acercarse mucho para poder oírse. Tenían que pegarse.

Maite le dijo al oído a Elena.

-Eres preciosa.

-Tú también.

Maite se pegó más. Pegó sus tetas a las tetas de Elena. Llevó una mano hasta uno de los muslos de Elena y lo acarició. Y le susurró

-¿Eres lo que te llamó Rafa? ¿Eres una...comecoños?

Cuando se lo llamó él, sintió asco. Ahora lo que sintió fue un estremecimiento a lo largo de su cuerpo, y más cuando la mano de Maite empezó a subir y se metió por debajo de su falda. Miró a aquella chica, tan directa, tan decidida. Tenía los pezones duros, el coño mojado. La deseaba. Como hacía tiempo que no deseaba a otra mujer.

-¿Qué Elena? ¿Eres o no eres una comecoños?

La mano llegó a su entrepierna. Con delicadeza acarició las diminutas bragas. Las encontró calientes y húmedas. Le pasó un dedo por la rajita y Elena se mojó más aún. Maite acercó sus labios a su cuello y la besó.

-¿No me lo quieres decir?

-Ummm, Maite.... ¿No me lo notas?

-¿Aquí? -le dijo, presionando sobre las bragas justo sobre su clítoris

-Aggggg...sí... ahí. Justo ahí.

-Lo que no noto aquí es un coño empapado, pero quiero que me lo digas

La besó en el cuello, justo detrás de la oreja. Elena cerró los ojos. Aquella chica la iba a hacer correr allí mismo. La miró, acercó su boca a la oreja de Maite y le susurró.

-Te deseo. Y deseo comerte el coño sin parar. Sí, soy una comecoños.

-Ummmm Elena... me encantaría que me comieras.

Al decirlo, le metió los dedos por debajo de las bragas y se los pasó a lo largo de la empapada raja del coño. Estaba muy mojado. Encontró el clítoris y lo frotó con las yemas de sus dedos. Elena sintió que se iba a correr. Acercó su boca a la boca de Maite y la besó. Las dos chicas abrieron sus bocas, buscaron sus lenguas y se besaron mientras Elena estallaba en un fuerte orgasmo, que Maite sintió en sus dedos.

Era la primera vez que Elena hacía algo así, en público. Aquella chica, Maite, tenía un poderoso atractivo, una fuerza que la había cautivado hasta tal punto que en aquel oscuro rincón se estaba corriendo mientras no dejaban de besarse. Los dedos de Maite se llenaron de los jugos que Elena destilaba.

Cuando el orgasmo pasó, Maite retiró, lentamente, la mano. A pesar de la semioscuridad, Elena vio como se llevaba los dedos mojados a la boca y, mirándola, se los chupaba.

-Ummmmm, que rico sabe tu coño - le susurró al oído - Yo también soy una comecoños. También deseo comértelo todo.

Pagadas la una a la otra, sintiendo sus pechos aplastados por los de la otra, se volvieron a besar.

-¿Tienes algún sitio? - preguntó Maite.

-Sí, mi casa.

-¿Vamos?

-Uf, sí, vamos.

El taxista no dejó de mirar por el retrovisor como aquellas dos preciosas chicas se besaban. Trabajado de noche se veían muchas cosas, de todo. Pero era la primera vez que dos chicas se besaban sin tapujos de esa manera. Se le puso la polla dura. Y no dejó de decirse.

"Joder, vaya desperdicio".

Subiendo en el ascensor no dejaron de besarse. Elena atrapó entre sus manos las tetas de Maite mientras ésta le acariciaba el culo. Cogidas de la mano, entre risas, entraron en el piso de Elena.

Allí, sentado en el salón, viendo la tele, estaba Luis. Miró a las dos chicas. Parecía que Elena había tenido suerte.

-Hola. ¿Tú quién eres? - preguntó Maite, resuelta.

-Hola. Soy Luis, el compañero de piso de Elena.

-Vaya, vaya...Compañero de piso... ¿Eh?

Elena la cogió de la mano y tiró de ella hacia su cuarto. Mientras era arrastrada, Maite miraba al chico. Y Luis no le quitaba ojo a la guapa morena. Entraron en la habitación de Elena y ésta cerró la puerta.

Allí mismo, contra la puerta, se abrazaron y se besaron con pasión. Se restregaron la una a la otra. Elena metió sus manos por debajo de la faldita de Maite y le acarició el culo. La chica llevaba un tanga y sus manos acariciaron la piel desnuda.

Luis se fue a su cuarto. Si se quedaba allí seguro que las oiría y se pondría caliente como una moto. Detrás de esa puerta había dos preciosas mujeres amándose, y él, solito fuera.

A medida que se iban acercando a la cama, se fueron desnudando. Cayeron sus camisas. Después, los sujetadores. A los pies de la cama, las faldas. Y antes de caer sobre las sábanas, las bragas.

Desnudas, se acostaron.

-Déjame verte - dijo Elena, separándose de Maite.

Contempló a la mujer. Su cuerpo era precioso. Lleno de curvas, dos preciosas tetas coronadas por dos duros pezones. Su pubis rasurado excepto una fina tira de vello.

-Eres preciosa, Maite.

-Y tú, Elena. También eres preciosa.

Elena la empezó a acariciar. Empezó por el cuello, y fue bajando, lentamente. Llegó a sus tetas. Las abarcó una a una con la mano. Atrapó los pezones entre sus dedos, haciendo gemir a Maite. Mirándola a los ojos, siguió bajando, despacito, apenas rozando la piel con la yema de sus dedos, provocando que el cuerpo de la chica se estremeciera de placer.

1 comentarios - Joder, Elena. ¡Pero que desperdicio! 1/2

jorvac164 +2
Buena historia,bien contada excelentemente escrita,y muy morbosa a mi entender.La mdisfruté mucho con una buena birra helada.Van 10 !!!
Maeztred +1
😀😀😀