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Pero que Buena que Estás Tía 2/2

-Sí... enséñame.
Le guió la mano hacia arriba, hacia el elástico del pijama.
-Métela por dentro, despacito.
El corazón de Alberto iba a mil por hora. Vio como sus dedos se metían por debajo del pantaloncito. Lentamente, como ella le decía, fue metiendo la mano.
-Ummmm, que rico siento tu mano. Ahora... acaricia mi pubis.
Maribel se echó hacia atrás, pegando su espalda al respaldo del sofá. Miraba a los ojos de su sobrino. Eran en verdad preciosos.
-Ahora... sigue bajando...pasa los dedos suavemente a lo largo de la rajita de mi coño.
El primer coño que tocaba. El de su adorada tía. Estaba caliente, mojado. Babosito. No le costó nada pasar las yemas de sus dedos arriba y abajo. Siempre, despacito.
Miró a su tía, buscando aprobación. Ella gemía de placer, con los ojos semicerrados, la boca abierta.
-¿Lo haga bien?
-Aggggg, muy bien...Sigue...acaricia el coñito de tu tía...
Lo recorrió de arriba a abajo. Introdujo los dedos entre los cálidos labios. Fue subiendo otra vez y notó una zona distinta, como un botoncito. Cuando sus yemas lo tocaron, la espalda de su tía se arqueó sobre el sofá.
-Ummmmm, ahí..ahí... justo ahí. Acaricia alrededor, con suavidad...
-¿Es tu clítoris?
-Agggggg sí... recuerda...siempre debes hacerlo suave...es muy sensible.
Alberto empezó a acariciar alrededor. Maribel se contorsionaba de placer. Y él la miraba. Estaba muy hermosa. Más que nunca. Gimiendo del placer que él le daba. Era tan sexy, tan erótico mirarla. Y le aguantaba la mirada. Ella lo miraba fijamente, gemía y cerraba los ojos. Se pasaba la lengua por los labios, que se le resecaban una y otra vez al respirar por la boca.
Una boca preciosa. De labios gruesos. Eran una tentación.
-Ahora...más...más rápido...uf...qué bien lo haces, sobrino...Vas a hacerme correr...vas a hacer correr a tu tía con tus maravillosos dedos.
Maribel cerró los ojos. Se pasó la lengua una vez más por los labios. Se mordió el labio inferior y empezó a separar su espalda del sofá, dejando la cabeza apoyada.
-Aggggg..Alberto....me ..voy..a correr...sigue..sigue..no pares...ahhhh ahhhhhhhhh
Jamás en su vida Alberto olvidaría ese momento. El momento en que proporcionaba su primer orgasmo a una mujer. No apartó los ojos de su bello rostro, crispado por el placer. Sintió como ella se tensaba. En sus dedos notó un aumento de humedad. Las preciosas tetas acercándose a su cara.
Maribel cerró con fuerza sus muslos, atrapando la mano que la estaba haciendo correr tan maravillosamente. Como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Aquel inexperto muchacho la estaba haciendo gozar con gran intensidad.
Alberto vio como ella se relajó. Su cuerpo cayó de nuevo hasta el sofá. Sus muslos ya no apretaban su mano. Los ojos seguían cerrados. La respiración acelerada hacía que su pecho subiera y bajara. Que sus tetas subieran y bajaran.
Una sonrisa en sus labios. Labios tentadores. Bajó su cabeza, acercó su boca a la de ella y la besó. Tembló de pies a cabeza. Cerró los ojos para concentrarse en la sensación de aquellos labios.
Cuando los abrió, los de su tía también estaban abiertos. Y le miraban.
Se separó, temiendo haber ido demasiado lejos. No había pedido permiso para poder besarla.
No se había separado más de 15 centímetros cuando Maribel llevó una mano a su nuca y lo atrajo hacia él. Lo besó con pasión, abriendo la boca, buscando su lengua. Se besaron largos segundos.
Se separaron. Ambos sonreían.
-Ummmm, Alberto. Es la mejor paja que me han hecho en mi vida.
-¿En serio?
-Sip.
El joven se hinchó de orgullo. Había hecho gozar a la hermosa mujer con sus manos.
-¿Quieres que te haga yo una? - le preguntó Maribel mirándole fijamente a los ojos. Él aguantó su mirada.
-Estoy... manchado
Maribel llevó una mano hacia la polla y empezó a acariciarla sobre el pijama. Esta vez no hubo explosión.
-Bueno, sólo es semen. Además, lo que quiero es sacarte más. Venga, hártate de teta.
Alberto llevó sus manos a los objetos de su placer. Las dos estupendas tetas de Maribel. Las acarició y empezó a gemir. La mano de su tía se estaba metiendo por dentro de su pijama, como hizo él con la suya. La sintió enredar sus dedos en su vello y luego, bajar. La sintió agarrar su polla sobre el calzoncillo. Cerró los ojos cuando su tía metió la mano por dentro del calzoncillo y agarró su polla.
-Vaya, sobrinito. Tienes una buena herramienta. ¿Me la dejas ver?
-Ummmm si...
Ella tiró del pijama y del calzoncillo con la otra mano, para descubrir la erecta polla de su sobrino. Era una linda polla, de las proporciones adecuadas y de buen grosor. Estaba brillante, mojada. En los calzoncillos había una buena cantidad de semen.
Se lo dijo. Sabía que a los hombres les gusta que se lo digan.
-Tienes una polla preciosa. Uf, y que gordita es. Me encanta.
Alberto no decía nada. Sus ojos iban de las tetas que acariciaba a la mano de su tía agarrando su polla. Hacía esfuerzos para no correrse. Cada latido de su corazón lo sentía dos veces. Una en su pecho e instantes después, en su polla, apretada por la delicada mano de su tía.
La mano empezó a subir y bajar. Despacito, apretando. Maribel no quería que se corriera demasiado pronto. Quería que él disfrutara. Y ella.
-¿Te has hecho muchas pajas pensando en mi?
-Aggg... sí... muchas...desde...desde la última vez que viniste.
-Ah, pillo. Eso fue hace tres años.
-Sí.
-¿Así que llevas tres años haciéndote pajas por mí?
-Sí, Maribel.
-Vaya, pues que honor. Jajajaja.
Aumentó un poco el ritmo de la mano.
-¿Y en qué pensabas cuando te la meneabas por mí?
-En...en tus tetas. Bueno, en todo. Estás...
-¿Cómo estoy?
-Estás muy buena, Maribel.
Lo dijo mirándola a los ojos. Ella sonrió y acercó su boca a la suya. Le besó con pasión.
-Gracias, sobrinito. Siempre es agradable que le digan a una un piropo, sobre todo si es de un joven guapo como tú. Dime... ¿Qué le hacías a mis tetas en tus... pensamientos? ¿Las acariciabas como estás haciendo ahora?
-Ummmmm sí...sí.... miles de veces las acaricié en mi cabeza.
-¿Y qué más? ¿Qué más le hacías a mis tetitas?
-Las... besaba.
-Ummmm, ¿Sí? ¿Le dabas besitos a mis tetas?
-Sí.. sí...las besaba.
Maribel movió aún más rápido la mano. Sabía que aquella polla estaba a punto de estallar.
-¿Y qué más? ¿Imaginabas que... metías tu polla entre ellas?
-Agggggggg
Alberto no pudo contestar. Su cuerpo se tensó, su polla empezó a tener espasmos y de la punta salió disparado un poderoso chorro de semen que se estrelló contra su pecho. A Maribel le encantó sentir el pulso de la corrida en su mano. Y sabía que habría más. Mirando la dura polla adivinó el siguiente disparo y lo acompañó con su mano. Luego vino el tercero, y el cuarto. Todo el cuerpo de su sobrino era pura tensión. Los chorros de leche se acumulaban sobre el pecho del muchacho, manchando el pijama. Maribel se maravilló de la enorme corrida que él estaba teniendo, a pesar de haberse corrido no hacía mucho.
Al séptimo chorro la polla dejó de manar, pero siguieron los espasmos. Los dos últimos chorros, más flojos, le cayeron sobre la mano. Dejó de moverla. La polla seguía pulsando. Alberto seguía sin respirar. Por fin, lo hizo.
-Aggggggggggggg tía.... que....gusto...
-Vaya corrida, Albertito. Joder, nunca había visto una polla soltar tanta leche. ¿Es siempre así?
-Siempre que pienso en ti.
-Uf, mira como te has puesto. Mira como has dejado mi manita.
-Lo siento.
-Jajajaja. No tienes que sentirlo. Una de las cosas que más me gustan es ver una polla correrse. Y la forma en que la tuya lo ha hecho me ha encantado.
Le soltó la polla. Aunque no tanto como antes, seguía dura.
-Será mejor que nos lavemos y limpiemos tu pijama. Si tu madre lo ve así le da algo.
-Sí, no creo que tarden mucho en regresar.
Alberto se cambió de ropa y Maribel se vistió. El muchacho le dio una buena lavada a su pijama y después lo llevó al cesto de la ropa sucia. Lo escondió entre la demás ropa. En ese momento vino Maribel, con las bragas y el pantalón de su pijama.
-Tomo, pon esto también en el cesto.
Alberto alargó una mano y cogió las prendas. Aún estaban calientes. Y las bragas mojadas. Los dos se miraron.
-¿Alguna vez imaginaste tener mi bragas usadas en las manos?
-Sí... - contestó Alberto, ruborizándose un poco. Sólo un poco.
-¿Sí, bribón? ¿Y qué imaginaste que hacías con ellas?
Mirándola a los ojos, se las acercó a la nariz y las olió.
-Jajaja. Lo sabía. Y - dijo mirándole la entrepierna - veo que te gusta como huele el coño de tu tía.
No pudieron seguir porque en ese momento oyeron la puerta de la casa. Alberto metió con prisas la ropa en el cesto y fue a la puerta a ayudar a sus padres a meter la compra.
Como siempre que iban de compras, volvían discutiendo.
-Joder, María. Te has pasado comprando.
-Pues haber comprado tú, Rodolfito.
-Ey, que me pasé casi una hora en la charcutería para 200 gramos de chorizo.
-Tú a lo que estabas atento era a los 1000 gramos.
-¿Qué mil gramos?
-Los de las tetas de la charcutera.
-Bah, exagerada. Como mucho... 800. Jajajaja.
-Capullo.
Recogieron entre los cuatro la compras. Alberto y Maribel se echaban miraditas.
-¿Y vosotros que habéis hecho? - preguntó María.
-Aburrirme como una ostra. Alberto se ha pegado todo el tiempo en su cuarto estudiando.
-Pues haber venido con nosotros.
-La verdad, no me atrae la idea de pasarme la mañana calculando el peso de las tetas de la charcutera.
-Jajajajaja - estalló Rodolfo - ¿Y las tuyas cuando pesan?
-¡ RODOLFO SANTILLANA !- dijo María dándole un codazo a su marido - MENOS BROMITAS
-Pues no sé. Luego me las peso y te digo.
-¡MARIBEL!
Rodolfo y Maribel reían a carcajadas. Ni María ni Alberto reían. A María no le gustaban ese tipo de bromas, y Alberto había notado como su padre miraba a su cuñada. Como la miraba él.
Maribel se quedó en la cocina ayudando a su hermana a preparar la comida y los hombres se fueron al salón.
-Con gusto se las pesaba yo - le dijo por lo bajinis su padre a Alberto.
-Joder, papá.
-AY, no me digas que has salido tiquismiquis como tu madre. Que es una broma, coño.
"Sí, sí. Una broma. ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo te la comes con los ojos" - pensó Alberto. "Que es tu cuñada, coño".
Que fuera la cuñada de su padre parecía ser más importante que el que fuera su tía.
Durante la comida siguieron las furtivas miradas. Maribel, disimulando, buscó con su pierna la pierna de su sobrino. Cuando Alberto la sintió, dio un respingo.
-¿Qué te pasa? - preguntó su madre.
-Nada, nada. Que... se me ha dormido una pierna
Maribel tomaba su sopa y sonreía.
Después de comer, como siempre, Rodolfo fue a echarse una siesta. Maribel y Alberto se cruzaron por el pasillo.
-Cuando tu padre se despierte puedes decirle cuanto pesan mis tetas.
-Coño. NO.
-Bueno, quizás sea mejor que él mismo las... tiente.
Alberto le echó una mirada de fuego. Maribel lo miró, seria, pero no puedo evitar echarse a reír.
-Jajajaja. Sobrinito lindo. Que estoy de broma, hombre.
Su hermana apareció por allí y ya no pudieron seguir hablando.
Ni durante el resto del día. María estaba habladora y no se separaba de Maribel.
Por la noche los cuatro se pusieron a ver una película en el salón. María y Rodolfo en un sofá, y Maribel y Alberto en otro.
Él la miraba de vez en cuando, pero Maribel parecía absorta en la película. Cuando terminó, Maribel se levantó y se desperezó.
-Oooaaaahhh... Bueno, me caigo de sueño. Me voy a dormir. Buenas noches a todos.
-Hasta mañana, Maribel - saludó su hermana.
-Chao cuñadita.
Alberto no dijo nada. Al poco, él también se fue a dormir.
Se acostó en su cama, con los brazos detrás de la cabeza. Recordaba todo lo que había pasado esa mañana. Por fin había tenido sexo con una mujer. Y nada más y nada menos que su tía, su adorada e idolatrada tía. Tan bella, tan sexy. Había tenido entre sus manos sus maravillosas tetas. Incluso la había hecho correr masturbándola. Y ella a él.
Ese día no lo iba a olvidar jamás.
Oyó a sus padres irse a la cama. La casa quedó en silencio. Miró a la pared de su derecha. Justo detrás dormía su tía.
¿Cómo lo haría? ¿Con uno de esos pijamas tan lindos? ¿O quizás desnuda? Al poco su polla formaba una tienda de campaña bajo la sábana. Metió la mano derecha y se la agarró. Se iba a hacer una nueva paja a la salud de su tía. Pero ahora con recuerdos, no con la imaginación.
Su móvil hizo bip-bip. Había recibido un sms. ¿Quién coño le enviaba un sms a esas horas?. Cogió el teléfono. No reconoció el número. Abrió el mensaje.
"Sobrino...estoy cachonda. ¿Me haces una pajita?".
No se lo podía creer. El corazón le dio un vuelco con en el pecho. Casi no atinó a responderle. No podía pulsar con acierto las teclitas de su teléfono.
"Claro. Voy para allá".
Salió de su cuarto a oscuras. En el cuarto de sus padres no había luz. Por debajo de la puerta de su tía asomaba claridad. Se acercó y sin tocar, entró. Ella estaba sobre la cama, con un corto pijama.
-Pasa y cierra la puerta - le susurró.
La habitación estaba iluminada por la lamparita de la mesa de noche. Alberto se acercó y se quedó de pie, mirando a la hermosa mujer que le sonreía, acostada.
-Vaya, veo que tú también estás...contento.
Alberto se miró. Su polla formaba un enorme bulto en su pijama. Maribel se echó hacia un lado de la cama. Era individual, de 105, pero podrían caber los dos, juntitos.
-Acuéstate a mi lado, sobrinito.
Alberto se subió a la cama y se tumbó junto a su tía. A la luz de la lamparita estaba preciosa. Sus ojos brillaban. Se miraron. Alberto miró, ya sin disimulo, las tetas de su tía. Se las veía apretadas tras el pijama. Los pezones eras dos protuberancias marcadas contra la fina tela.
El pijama era de botones.
-Ummm, sobrinito. No dejo de pensar en el placer que me dieron tus dedos.
-Ni yo, Maribel. Fue... maravilloso.
-¿Me desabrochas la camisa del pijama? Despacito.
Alberto se incorporó un poco para poder usar las dos manos. Le temblaban un poco cuando las acercó al primer botón. Con dificultad lo abrió, descubriendo el canalillo que separaba las dos tetas. Maribel le miraba a los ojos, sonriendo. Su coño rezumaba jugos.
El siguiente botón estaba justo en medio de las dos tetas. Lo abrió pero no separó la tela. Despacito, sus manos fueron hacia el siguiente, que también fue abierto.
Al poco, todos y cada uno de los botones estaba abierto. La camisa seguía tapando el cuerpo de Maribel. Sólo se vía un poco a través de la abertura.
Con delicadeza, como si descubriera el mayor de los tesoros, Alberto apartó el lado derecha de la camisa, descubriendo esa mitad del cuerpo. Ella respiraba cada vez más profundamente, cada vez más excitada. Después, el descubrió la otra mitad y se quedó unos segundos mirando.
Alargó una mano y acarició una de las tetas. Caliente, suave. La apretó ligeramente con sus dedos.
-Ummmm, cómo me gusta que me acaricies.
Alberto se agachó y besó a su tía en los labios, acariciando su pecho al mismo tiempo. Los dos cerraron los ojos para sentir. Los labios se abrieron y las lenguas se encontraron. Maribel sentía como la mano de Alberto iba de una teta a la otra. Y contra su cadera, la dureza la polla.
-Aggggg que rico...haz como en tus fantasías. Bésamelas. Lámemelas.
Alberto no se lanzó como un loco a comerse las tetas, aunque es lo que deseaba. Las siguió acariciando. Besó una última vez a su tía y se separó un poco para mirarle a los ojos.
La besó una mejilla. Ella sonrió. La besó el mentón. Ella gimió. La besó en el cuello, cerca de la oreja. Ella se estremeció. Fue bajando, besando cada centímetro de piel por ese largo cuello. Ella tembló.
Un beso en la clavícula. Ella arqueó la espalda. Los labios llegaron al nacimiento de las tetas. Un nuevo beso.
-Aggggg, Alberto. Me vas a matar. Sigue... sigue.
 Fue bajando por el canalillo que separaba las dos maravillas, besando. Y lamiendo. La punta de su lengua hacía unas exquisitas cosquillas que hacían gozar a la mujer. Besito a besito, la boca de Alberto llegó, por fin, a uno de los duros pezones. Lo lamió alrededor, lo atrapó entre sus labios y chupó.
-Ummmmm dios mío... eres...eres...
Con la mano acariciaba la teta mientras la chupaba y lamía. Cambió a la otra, haciendo lo mismo. Maribel no dejaba de gemir, de mecer su cuerpo. Casi se queda sin respiración cuando su sobrino le mordió muy delicadamente uno de sus pezones y notó como la mano empezaba con lentitud a bajar. Las yemas de los dedos acariciaban la piel, bajando, bajando.
Se detuvieron un poco en su barriga, en su ombligo. Después, continuaron su camino. Hasta llegar al elástico del pijama. No fue un obstáculo. Se introdujeron por debajo y continuaron bajando.
 Se enredaron en el vello púbico. Le gustó su tacto suave. Alberto levantó la cara un momento para mirarla. Ella tenía los ojos cerrados. El labio inferior ligeramente mordido. Estaba tan linda. Y gemía de placer. Placer que él le estaba dando.
Volvió a chupar los pezones, y siguió bajando sus dedos. Con la yema del dedo corazón recorrió la rajita del coño de su tía. Apenas rozándolo. Eso hizo que ella se tensase de arriba a abajo.
-Agggggg sobrinito....Sigue...sigue....
El dedo bajó, mojándose en los calientes jugos que segregaba aquel coñito. Recorrió los labios vaginales, y subió a buscar el inflamado clítoris. Cuando empezó a acariciarlo Maribel se empezó a contorsionar.
Ella sentía los dedos, acariciarla expertamente. Sin prisas. Permitiéndole sentir el placer de forma pausada, completa. Y al mismo tiempo sus labios, su lengua, saltando de pezón en pezón. Su sobrino aprendía rápido.
-Ummm sobrinito... ¿Ves como me tienes? A punto de correrme con tus dedos, con tu boca. Recuerda que...agggggg debes tratar así siempre a... agggggg las mujeres....con dulzura... y serán tuyas.
Alberto probó una cosa. Bajó con sus dedos índice y corazón, buscando la entrada de vagina. La encontró y empezó a meterlos. Su dedo pulgar acarició el clítoris. Acompasadamente metió y sacó los dedos a fondo y trazó círculos alrededor del botoncito de placer de su tía.
Eso fue definitivo. Maribel se empezó a tensar. Su cuerpo se empezó a cargar de energía que lo fue llenando hasta que estalló. Alberto quería verla así. Separó la cabeza y la miró.
 La expresión del rostro de su tía en pleno orgasmo era preciosa. Los dientes apretados. Los ojos cerrados con fuerza. En su dedos notaba como el coño palpitaba y le mojaba los dedos. Fueron largos segundos en los que Maribel no dejó de tener aquella expresión.
Y de repente, quedó relajada. Sólo su pecho subía y bajaba al ritmo de la agitada respiración. Abrió los ojos lentamente y miró a su sobrino.
-Ummmmm ¿Seguro que nunca se la habías hecho a ninguna mujer?
-No, seguro. Eres la primera.
-Pues...me has hecho correr como todo un experto.
Una de las manos de Maribel se acercó a la entrepierna de Alberto y le agarró la polla sobre el pijama.
-Qué durita la tienes ¿Qué te gustaría que la tita hiciese?
Alberto se quedó callado. Aún tenía algo de vergüenza. No se atrevía a pedir lo que deseaba. Maribel introdujo la mano por dentro del pijama y le cogió la polla. La apretó y empezó una lenta paja.
-Venga, dímelo. Dime en que pensabas todas esas noches, en tu cama, mientras te hacías una paja pensando en mí. Dímelo y te dejaré hacerlo.
-Agggg... Maribel.
-Pensabas en mis tetas, ¿Verdad?
-Oh, sí.
-Imaginabas que ponías tu polla entre ellas... ¿No es así?
-Sí...mi polla, entre tus...tetas.
-En tu mente me mirabas tu polla atrapada entre mis tetas. Imaginabas que tu tía te hacía una paja entre sus tetas.
-Aggggg sí...sí....
-Ummm, niño malo. Metiendo su polla entre las tetas de su tía. Y seguro que te corrías sobre ellas. Que me las llenabas con toda esa leche calentita que sale de tu linda polla.
Alberto estaba a punto de correrse. Maribel lo notó y le soltó la polla.
-Bueno, sobrinito.  ¿Sabes ya lo que quieres? - le preguntó, mirándole a los ojos.
Alberto se sonrojó ligeramente, pero se atrevió a responderle.
-Quiero... quiero que me hagas una paja con tus tetas. Quiero correrme entre ellas, llenártelas de leche.
-Ummm, así me gusta. Que pidas lo que deseas.
Maribel cogió una almohada y se bajó de la cama. Estaba muy sexy con el pijama abierto y las tetas desnudas medio a la vista. Dio la vuelta y se pudo por la parte en donde seguía acostado Alberto.
- Siéntate en la cama.
Alberto obedeció al instante. Maribel puso la almohada en el suelo, entre las piernas de él y se arrodilló. Alberto la miraba, embelesado. Y más cuando su tía alargó las manos y empezó a tirar de su pantalón de pijama.
-Levanta el culete.
Le bajó el pantalón y se lo sacó del todo, tirándolo al suelo. La polla quedó apuntando al techo.
-Ponte todo al borde de la cama que puedas.
Alberto se sentó con medio culo en la cama y medio en el aire. Se apoyó con las manos en el colchón, echándose ligeramente hacia atrás. Miraba a la preciosa mujer arrodillada entre sus piernas. Mujer que iba a realizar una de sus más ansiadas fantasías.
Maribel se agarró las tetas, juntándolas entre sí. Miró a los ojos a su sobrino y con una sonrisa maliciosas, acercó las tetas a la polla, que daba saltitos sola de excitación.
Con los duros pezones acarició la punta de la polla. Alberto gimió.
-¿Llegaste a pensar que tus fantasías se harían realidad?
-Joder, no. Jamás pensé que esto pudiera pasar.
-Uf, ni yo. Eres mi sobrino, el hijo de mi hermana mayor. Pero la forma en que me mirabas las tetas me gustaba mucho. ¿Es esto lo que querías?
Al decir eso, separó las tetas y atrapó la dura polla entre ellas.
-Aggggg, dios mío. Sí...siiiiiii
Maribel apretó de nuevo sus tetas, esta vez con la polla entre ellas. Y empezó con la paja cubana. Alberto miraba con los ojos entrecerrados de placer.
-Qué dura tienes la polla. Hacía mucho que no sentía una tan dura entre mis tetas.
-Ummm Maribel...esto es....maravilloso
-Disfruta, sobrinito. Disfruta de mis tetas. Mira como tu polla aparece y desaparece entre ellas.
Los dos miraron. De la punta de la polla salía transparente líquido pre seminal, que se esparcía sobre las grandes tetas, mojando el canalillo y facilitando que la polla resbalase mejor.
 Aquello no iba a durar mucho. Los dos lo sabían. Alberto gemía cada vez más fuerte. Su cuerpo empezó a anunciar la inminente corrida.
-Ummm... creo que alguien se va a correr. Creo que alguien le va a llenar a su tía las tetas de leche, ¿Verdad?
-Aggggg sí... sí.
A Alberto casi se le nubla la vista por el intenso placer que se empezó a apoderar de su cuerpo. El primer chorro de leche que salió disparado de su polla no tocó las tetas. Ni las rozó. Dio de pleno en el cuello de Maribel, que sorprendida, miró hacia abajo.
El segundo tampoco dio en las tetas. Se estrelló contra sus mejillas y sus labios, entrando un poco, incluso, en su boca. Con rapidez, sacó la polla de entre sus tetas, la agarró con una mano y dirigió el resto de la corrida contra las tetas. Un chorro contra la teta derecha. El siguiente, para la izquierda.
Cada una recibió tres enormes chorros, calientes, espesos, brillantes. El noveno ya fue más débil y no llegó a los pechos, así que Maribel las acercó y terminó de ordeñar la polla con la mano.
Cuando todo acabó, Alberto se quedó mirando a su tía. Era la pura imagen de la lujuria. Tenía la cara marcada por un disparo de semen, que cruzaba desde la mejilla a la barbilla. Su cuello también mostraba el trazo de otro chorro de semen. Y las tetas...nevadas.
Se iba a disculpar por haberse corrido en su cara, pero ella le sonreía. Y se pasó la lengua por los labios, limpiándolos de leche.
-Vaya corrida, sobrinito. Mira cómo me has puesto. ¿Estoy guapa?
-Estás... preciosa.
Maribel se miró las tetas, llenas del semen se su sobrino. Se llenó de su aroma. Llevó las manos hasta ellas y se empezó a esparcir el semen, como si de crema solar se tratase.
-Dicen que es bueno para la piel. Jajajaja
Alberto no pudo más, se arrodilló junto a ella y la besó, con pasión. Su boca sabía salada. Llevó las manos a las tetas. Ella quitó las suyas y él continuó untándola con su leche.
-Ummm sobrinito... me vas a calentar otra vez. Será mejor que no vayamos a dormir, no vaya a ser que nos pillen.
A regañadientes, Alberto quitó las manos de los pechos de la mujer. La ayudó a levantarse y se despidió de ella con otro beso. Desde la puerta de la habitación le echó una última mirada. Ella le mandó un beso volado.
A tientas en la oscuridad volvió a su cuarto. En su retina aún la imagen de su tía arrodillada y cubierta con su leche. Su sonrisa. Se metió en la cama para intentar dormir.
Al poco sonó un mensaje en su móvil. A toda prisa lo cogió y lo leyó.
"Ummmm, sobrinito. Qué bien voy a dormir untadita en tu leche"
La polla le dio un respingo. A punto estuvo de ir corriendo al cuarto de su tía.
+++++
El domingo amaneció un día radiante. Alberto se levantó y después de hacer sus cosas en el baño, fue a la cocina. Allí su madre y su tía charlaban.
-Buenos días.
-Buenos días. ¿Qué tal has dormido, sobrino?
-Pues... bien, gracias.
-Yo debo de haber sudado mucho. Tengo el cuerpo... pegajoso.
Lo dijo mirándole a los ojos y después le puso morritos. La polla, que estaba morcillona, se puso dura del todo.
Alberto desayunó sin quitarle ojo a su tía. Si su madre no estuviera... Pero estaba. Tendría que conformarse con mirar.
Después de desayunar, Maribel salió de la cocina. Alberto clavó sus ojos en el redondo culo de su tía, que se meneaba más de lo normal. Ella sabía que él lo estaría mirando.
-¿Qué vas a hacer hoy, Alberto? - preguntó su madre.
-Pues... no sé. Nada, supongo.
Se levantó y salió también de la cocina. Vio al final del pasillo como Maribel entraba en el baño. Se acercó y cuando estuvo seguro que ni su madre ni su padre miraban, se metió dentro y cerró la puerta. Su tía estaba de pie junto al wáter.
Se miraron. Ella se bajó el pantaloncito hasta los tobillos. Por primera vez Alberto veía su coño. Como todo en el resto de ella, era precioso. Bien arreglado.
Maribel se sentó y empezó a orinar.
-Uf, sobrinito. Me estaba meando.
Alberto se acercó lentamente a su tía. Oía el chorrito perfectamente. Le resultó extraño que ella pudiese orinar. Él no podía si había alguien más en el baño.
Llegó junto a ella. Maribel le echó una mirada a su bulto y le sonrió.
-Vaya, parece que tu amiguito está en pie de guerra.
Maribel alargó una mano para coger un poco de papel higiénico para secarse. Se lo enrolló en los dedos. Iba a meter la mano pero se lo pensó mejor.
-¿Me secas, sobrinito? - le dijo, pasándole el papel
Alberto lo cogió. Maribel, mirándole a los ojos y con un sensual sonrisa, abrió sus piernas. Su sobrino llevó la mano al coño y le pasó el papel.
-Bien, jeje. Ya estoy... sequita. Al menos de pis.
Alberto soltó el papel, y acarició el coño con los dedos. Estaba caliente, y al pasar los dedos arriba y abajo lo encontró mojado.
-Aggggg, que rico. ¿Has cerrado bien la puerta?
-Sí.
-Estamos locos. Nos van a pillar.
A Alberto en ese momento le importaba un bledo que los pillaran o no. Deseaba una cosa, y la iba a conseguir.
-Levántate - le dijo a su tía tratando de sonar enérgico. Ella lo hizo, riendo. Entonces, Alberto bajó la tapa y la hizo volver a sentar.
-Uy, qué fría está.
Él se arrodilló en el suelo. Llevó sus manos a las rodillas y las separó con suavidad. El coño de su tía quedó expuesto.
-Anoche me dijiste que te gustaba que te dijese lo que deseo.
-Sí. ¿Qué deseas, sobrinito?
-Deseo...comerte el coño.
Maribel no se lo esperaba, pero se estremeció de pies a cabeza. Se mojó aún más de lo que ya estaba.
Ahora fue él el que le pidió que se sentara al borde de la taza. Fue él el que acercó su cara a sus piernas. Maribel empezó a gemir ya con el primer beso que recibió en la rodilla. Y con el siguiente en la otra rodilla.
Abrió lo más que pudo las piernas, mirando como los labios de su sobrino besaban el camino hacia su coño. Se mordía con fuerza el labio inferior.
Un beso a medio muslo. Otro más cerca. Y otro aún más cerca. Hasta que los labios llegaron a las ingles. Las besó. Primero una y después la otra. Ella miraba, evitando gritar.
Alberto se separó unos centímetros. Los justos para mirar el brillante coño. Los justos para levantar la vista y encontrarse con los ojos de su tía clavados en él..
-Tus tetas son preciosas, Maribel. Tu coño es...hermoso
Sacó la lengua, la acercó y lo lamió de abaja a arriba, deteniéndose en el clítoris. Maribel se tensó de puro placer.
-Aggggggggg Alberto. Me matas.
Él empezó a lamer, a chupar. Hacía con la lengua como ella le había enseñado con los dedos. El sabor de coño le encantó. Salado... gustoso. Poniendo la lengua ancha la empezó a mover sobre el clítoris. A veces despacito y tras muy rápido. Ella gemía con todas las caricias.
Maribel estaba asombrada de lo bien que lo hacía su sobrino. La estaba matando de placer. Le iba a hacer correr con la boca, con aquella endiablada lengua
-¿Lo hago bien?
 -Ummmm los haces...muy...muy bien..me vas a ...hacer correr, bribón...no pares...cómele el coño a la tita Maribel.
En pocos segundo ella lo sintió. Su cuerpo se empezó a tensar. Dejó de respirar. Se iba a correr y nada en el mundo lo podría evitar. Llevó sus dos manos a la cabeza de su sobrino y la apretó contra ella.
Y se corrió. Sus ojos se cerraron con fuerza y la cara de Alberto se mojó con los jugos que manaron del coño, que tenía un espasmo tras otro. Fue un orgasmo largo, intenso, arrollador. Maribel llegó a hacerse sangre en el labio, que se mordió para no gritar de placer.
Alberto separó la boca. Besó la cara interna de los muslos. Alrededor de su boca su piel estaba brillante.
-Bésame, Alberto.
Justo cuando las bocas se iban a tocar, tocaron a la puerta.
-¿Quién es? - sonó la voz de Rodolfo.
-Soy yo, cuñado. Salgo en un momento.
-Date prisa, que me meo.
Alberto y Maribel se miraron, asustados.
-Joder, ¿Y ahora qué?
Ella pensó con rapidez.
-Esto, cuñadito. ¿Me traes papel higiénico. Se ha terminado.
-Claro, pero date prisaaaaaa
Se acercaron corriendo a la puerta y cuando oyeron los pasos alejarse, Alberto abrió y se escabulló. Maribel volvió a cerrar y esperó a que su cuñado tocase.
-Aquí tienes.
Abrió la puerta, sacó la mano y cogió el rollo. Al minuto salió.
-Gracias cuñado. Todo tuyo.
Se habían librado por los pelos.
Miró en la cocina. Allí estaba su hermana. En el salón no había nadie. Maribel se dirigió al dormitorio de su sobrino. Él estaba allí.
-Uf, sobrinito. Casi nos pillan. Tenemos que ser más cuidadosos.
Alberto la abrazó y la besó con pasión.
-Ummm, pero... esto no es ser cuidadosos, Alberto.
Contra su barriga notó la dureza de la polla. Llevó una mano hasta allí y empezó a acariciarla. Alberto la atrajo hacia él apretándola por el culo. Después, se sacó la polla y le puso la mano a ella sobre su dura barra de carne.
-Ummmmm, Cómo estás sobrinito. Después de la estupenda comida de coño que me hiciste, te has ganado una buena... mamada.
-Uf... Maribel...no sabes como lo deseo.
-Y yo. Pero seamos cautos. Después de comer, cuando tus padres se vayan a hacer la siesta, te chuparé la polla.
-Pero...no puedo más. Ahora. Chúpamela ahora.
-No...es demasiado arriesgado - le dijo, sin soltarle la polla.
-Por favor. Lo deseo ahora. Estoy muy excitado. Seguro que me correré rápido.
Maribel le miró a los ojos. Tenía una mirada suplicante.
-Joder. Está bien. Pero si nos descubren, será por tu culpa.
Se arrodilló delante de su sobrino. La polla quedó a la altura de sus labios. Sabía que iba a ser su primera mamada. Hubiese deseado hacerle una lenta y sensual mamada. Llevarlo al borde del orgasmos varias veces y parar.
Pero no había tiempo para eso ahora. Tenía que hacerlo correr lo antes posible. Así que puso sus manos en las nalgas del chico, lo atrajo hacia ella, abrió la boca y se tragó la polla. Enseguida empezó a mamar, absorbiendo, chupando, lamiendo con la lengua. Movía la cabeza hacia adelante y hacia atrás, haciendo que la polla saliese hasta la mitad antes de volver a metérsela.
Le miró a los ojos. Sabía que eso volvía locos a los hombres. Que una mujer arrodillada les mire a los ojos mientras tienen su polla entrando y saliendo de la boca.
Alberto no le había mentido. Estaba muy excitado y se correría pronto. Empezó a tener espasmos. Los dedos se sus manos se agarrotaron. La polla empezó a temblar.
Maribel se preparó para recibir en la boca la corrida del muchacho. Justo cuando el espasmo del primer chorro empezó, Maribel se acordó de las cantidad de leche que aquella polla echaba cuando se corría.
Esa vez no fue una excepción. A pesar de los esfuerzos que Maribel hizo para tragárselo todo, de las comisuras de sus labios empezó a manar semen, que bajó por su barbilla, por su cuello.
En plena nube de placer, Alberto oía como su tía tragaba, y veía como de su boca salía un reguerito de su leche. Hasta diez chorros le echó dentro de la boca. La mayor parte terminó en el estómago de Maribel.
Cuando terminó de correrse, Alberto se sintió flojo y dio unos pasos hacia atrás, sentándose en la cama. Vio como su tía llegó justo a tiempo de parar el reguero de leche antes de que le manchara el pijama. Lo recogió con los dedos y se lo llevó a la boca.
-Ummmm, me encanta tu leche. Pero coño, es imposible tragársela toda.
Alberto apenas la oía. Seguía flotando en su nube.
-Bueno, me voy antes de que nos echen de menos.
Maribel salió del cuarto y lo dejó allí, con los pantalones a medio muslo y la polla descansando, a media asta, sobre uno de los muslos.
El resto del día aprovechaban cada oportunidad que tenían para besarse, para tocarse. Los dos sufrieron una gran decepción cuando su madre no se fue a dormir la siesta. Tenía ganas de cháchara y Maribel se vio obligada a dársela.
No tuvieron oportunidad de estar solos y se fueron a la cama por separado.
Alberto cogió su móvil y le mandó a su tía un mensaje.
"Te deseo, Maribel".
En pocos segundos recibió respuesta.
"Y yo a ti, sobrinito. Cuando se acuesten tus padres, espera 15 minutos y ven"
Le espera se le hizo eterna. Cuando pasó el tiempo establecido, Alberto apagó las luces y salió. A tientas dio con la puerta de su tía. Entró y cerró.
La habitación estaba a oscuras. Se acercó a la cama y entonces, Maribel encendió la lamparita de la mesa de noche.
Se quedó embelesado mirándola. Acostada, sobre la cama. Totalmente desnuda. Su cabello alborotado sobre la almohada. Sus preciosas tetas sobre su pecho. Su barriguita. Su pubis. No veía su coño. Ella lo tapaba con uno de los muslos.
-Desnúdate, sobrinito. Y ven con la tita a la cama.
El pijama voló por los aires. Y con la polla danzando entre las piernas, se acercó a la cama. Maribel se echó hacia un lado para hacerle hueco. En cuanto se acostó, se abrazaron y empezaron a besarse.
-Joder, todo la tarde mi madre de cháchara. No te dejó ni un momento libre.
-Sí... Tus miradas me estaban poniendo loquita. ¿Tanto te gusto?
-Me vuelves loco, Maribel.
Alberto llevó una manos a las tetas. Las agarró y acarició. Besaba los labios, la frente, las mejillas, el cuello de su tía. Ella ronroneaba como una gaita de lo a gusto que se sentía entre los brazos de su sobrino.
La mano de Alberto bajó lentamente por el suave cuerpo de Maribel hasta llegar su coño. Ella la recibió abriendo las piernas. Y gimió en la boca de Alberto cuando él empezó a acariciarla.
-Estás muy mojadita. ¿Es por mí?
-Agggg, claro que es por ti. Me sorprendiste esta mañana con tu boca. Qué placer me diste, Alberto.
-¿Quieres más? ¿Quieres que tu sobrinito te coma otra vez el coño?
-Ummmmmm siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii cómeme el coño, sobrinito. Haz correr a tu tía con esa boca tuya.
Alberto la miró a los ojos.
-Lo que yo deseo es... follarte
-Ummm, mi niño. Y yo también lo deseo. Pero no puede ser. Soy tu tía.
-¿Por qué no? Me has masturbado. Me las has chupado. Ahora deseo follarte, Maribel.
-Aggggg Alberto...eso no...eso no...
Le metió dos dedos en el coño y le frotó el clítoris con el pulgar. Maribel se empezó a contorsionar de placer sobre la cama.
-Por favor, Maribel. Te deseo tanto... Déjame follarte...por favor....sólo...sólo un poquito...sólo un poquito.
-Aggggg Alberto....
-Por favor.
Aquellos dedos la estaban llevando a la cumbre del placer. Miraba la cara de súplica de su sobrino. Miraba los preciosos ojos del muchacho. Sus barreras se desmoronaban.
-¿Tienes...condones?
-No... no tengo
-Agggggg.... joder...
Metió los dedos más a fondo. Maribel cerró los ojos.
-Ummmmm...está bien...pero...ten cuidado... No te corras dentro. Salte antes.
Los ojos de Alberto se iluminaron. Bajó sus labios y la besó. Maribel abrió las piernas, dispuesta a recibirlo. Él se puso en medio de ellas, se cogió la polla y la acercó al coño. Las pasó arriba y abajo, haciendo gemir otra vez a su tía.
El momento tan esperado había llegado. Iba a penetrar a una mujer. A su tía. Empujó pero no atinó. Lo intentó otra vez y tampoco dio con el punto adecuado. Maribel lo ayudó, cogiendo su polla y dejándola justo en el sitio.
Cuando la dura polla resbaló dentro del cálido coño, los dos entrecerraron los ojos de placer. Alberto se dejó caer hasta que sus pubis chocaron.
Toda su polla estaba dentro del coño de su tía. La besó con pasión y ella lo abrazó.
-Agggg que rico se siente tu polla dentro de mí...ahora...fóllame..fóllame Alberto. Hazte un hombre dentro de mí.
Empezó a follarla, lentamente, con intensidad. La polla resbalaba por las paredes de la vagina arrancándole gemidos de placer a los dos. Poco a poco, aumentó el ritmo. Sus bocas no se separaban ni un instante.
Aquel joven, supuestamente inexperto, la estaba llevando a un intenso orgasmo. La polla martilleaba dentro de ella, una y otra vez. Su boca la besaba, a veces con pasión. Otras con ternura.
Alberto también se iba a correr. El placer de estar follándose a la mujer blanco de todas sus fantasías era lo más grande que le había pasado en su vida. Sus músculos empezaron a tensarse. Su orgasmo empezaba lentamente. Se acordó de lo que le dijo ella.
-Aggggg tía...que..placer...me voy a correr....me voy a correr....
Maribel también estaba ya al borde del orgasmo. Y ahora él saldría de ella. Sacaría su polla de su coño y se correría fuera. Se rebeló. No quería eso. Quería sentirlo dentro. Con sus piernas rodeó su cintura y apretó.
Alberto intentó salirse, pero no pudo.
-Maribel...que...me corro...que corro...
-Aggggg sí... córrete... córrete dentro de mí... lléname con tu leche....
Alberto dejó de luchar. Maribel liberó sus caderas y él le clavó la polla hasta el fondo. Se quedó quieto y estalló. Su polla empezó a correrse en el fondo de coño de su tía, que al sentir los calientes chorros empezar a llenarla, se corrió con él.
El mundo entero se paró. Sólo existían ellos. Sólo existía el placer. El placer de llenar el coño de su tía con una abundante corrida. El placer de recibir chorro tras chorro de tibio semen en lo más profundo de la vagina.
Compartieron largos segundos de placer. Sus ojos se abrían para mirar los ojos del otro y se cerraban nuevamente.
Primero terminó el orgasmo de Alberto. El coño de Maribel seguía teniendo espasmos. Al poco, los dos se besaron, ahora, con suma ternura. Ella le acariciaba el cabello. Él, los brazos.
Sin sacarle la polla del coño, la miró.
-Me dijiste que querías que te comiera el coño, ¿No?
-Alberto...pero...ahora....
-Shhhhhhhh
La cayó con un beso en los labios. El siguiente se lo dio en la barbilla. Después, en el cuello. Y siguió bajando. Llegó un momento en que no pudo bajar más, así que le sacó la polla y siguió su camino.
Las tetas, la barriguita, el pubis. Todos fueron besados y lamidos. Antes de enterrar su cara entre las piernas de su tía, la miró. Ella tenía un dedo doblado en la boca, y se lo mordía. Alberto le sonrió, sacó su lengua y lamió.
-Aggggggggggg Alberto... Pero... si estoy.... llena.
No contestó. Siguió lamiéndola, chupándola. Atrapó el clítoris entre sus labios y lo chupó, dándole golpecitos con la lengua. Maribel gimió de placer.
Bajó un poco y sorbió, chupó. Su boca se llenó del sabor de coño de su tía. Pero no sabía igual que por la mañana. El sabor era distinto. Comprendió que era el sabor de su semen mezclado con los jugos de ella.
Por supuesto, no le importó. Siguió chupando, besando y lamiendo. Las contracciones de placer de la vagina hacían que los jugos manasen cada vez más. Alberto taponó la vagina con dos dedos y siguió haciéndole el amor con la boca a su tía.
Maribel estaba maravillada. Su sobrino era hasta ayer un chico tímido, callado, sin experiencia. Y ahora le estaba haciendo la mejor comida de coño de su vida. Le comía el coño aunque estuviera lleno de su propia leche, sin parar, sin dejar de lamer, llevándola nuevamente a un intenso orgasmo. Llevó sus manos a la cabeza y lo apretó contra él. Levantó las caderas y se corrió en la boca de aquel maravilloso hombre.
Alberto de bebió con placer todo lo que ella le dio, y siguió lamiendo más suavemente después.
Maribel se quedó quieta, con los ojos cerrados. Creyó que todo había terminado. Pero no contaba con el deseo del joven muchacho. Alberto repitió el camino de besos, pero ahora en sentido contrario.
Y cuando sus bocas se encontraron, la penetró. Esta vez sin ayuda. Encontró por sí mismo la entrada y su polla desapareció totalmente dentro del coño de su tía.
-Dios..mío...Alberto...¿Me quieres matar?
-Sólo de placer.
Esta segunda vez todo fue más lento. Las penetraciones eran profundas y de suave cadencia. Ahora Alberto además de besarla acariciaba sus tetas. Pellizcaba sus pezones. Incluso, apoyándose en las palmas de sus manos, llegó con su baca a las tetas para besarlas y chuparlas.
Fueron muchos minutos de placer. Maribel no dejaba de mirar a su sobrino. Se dio cuenta de que ningún hombre en su vida la había tratado así. Que ningún hombre le había dado tanto placer.
Ella se corrió primero. Durante todo el largo orgasmo Alberto no dejó de bombear su polla dentro y fuera, una y otra vez, haciendo que el orgasmo se alargase...
-Eres... maravilloso, Alberto...Jamás había sentido tanto placer... Ahora...quiero sentirte. Quiero sentir como te corres dentro de mí. Lléname con tu leche....
Alberto se apoyó en sus manos. Miró a su tía. Vio con las tetas se movían al ritmo de cada embestida. Maribel lo agarró por las caderas y tiró de él hacia ella.
-Agggg Maribel...ya...ya.... yaaaaaaaaaaaa
Maribel  lo miró mientras se corría. Su cara crispada por el placer. Sus dientes apretados. Sus ojos cerrados. En su coño, el repentino calor de una nueva descarga de semen.
Agotado, Alberto se desplomó sobre ella. Después, se salió y se acostó a su lado. Se abrazaron. Alberto puso su cabeza sobre el pecho de su tía. Ella acariciaba con ternura su cabello.
++++++
Pasaron 10 minutos. 15 minutos. 20.
Seguían igual. Ella acariciando su pelo. Él acariciando su brazo. Ambos con los ojos cerrados.
Maribel estaba muy a gusto. Feliz. Pero entonces se dio cuenta de algo. Algo con lo que no contaba. Algo que podría destruirlos a los dos.
Maribel se dio cuenta de que se estaba enamorando de su sobrino.
Y en ese momento, cuando ella fue consciente de eso, él susurró, apenas audible.

-Te quiero.
FIN

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