Continuación
Julia nos soltó una regañada colosal cuando le dijimos a dónde habíamos ido, y dado que mi hermana era una idiota en cuanto a ocultar algo se trataba, nos descubrieron fácilmente.
—Ni hablar —dijo mi madre—. Lo bueno es que no estás en días fértiles, que si no...
—¡Ay! Ni me lo digas. No volveré a hacer tonterías —repliqué.
—Y tú tienes que cuidar más a tu hermana. ¿En dónde está su lógica? Coger con cualquier hombre es peligroso. Solo Dios sabe si tienen alguna enfermedad. Imagínense en una cama llenas de agonía y con forúnculos y granos creciéndoles en sus partes.
—¡Puaj! —Soltó Lilian—. Lo sentimos. No volverá a suceder.
Julia nos dijo sendos besos de pico en los labios y siguió con sus quehaceres. Le gustaba mantener todo limpio, y no dejaba de sacar la arena que se filtraba por las ventanas y ponía el suelo resbaloso.
—¿Ves? —Golpeé el bracito de Lilian—. Por tu culpa me acaban de regañar. Ya te dije que molestar a Julia no es buena idea.
—¡Oye! Pero tú también disfrutaste de verme. ¿Crees que no te vi la cara? Te estabas mojando con ver cómo me rompían todas las aberturas de mi tierno cuerpecito.
—Ahora tienes qué descansar. Iré fuera a tomar aire.
—Voy contigo —insistió.
Soplaba una brisa marina deliciosa y hacía mucho sol. Me quité la camisa y los pantalones para quedarme con mi bikini y me fui a buscar una silla playera para recostarme. Lilian se acomodó a mi lado y se quitó el brasier.
—¡Alejandro! —Hablé a mi hermano que jugaba con Tifany y Celia en la playa—¡Trae el bloqueador aquí!
Vino enseguida y al verlo, casi me mojé. No llevaba camisa, sólo un bañador que le resaltaba el tremendo bulto que tenía en la entrepierna. Me sonrojé un poco por tener pensamientos con mi hermano, aunque Lilian, que siempre estaba hambrienta de sexo, tomó a Alejandro de la mano y lo atrajo hacia ella.
—Ponme bloqueador ¿sí, hermanito?
—Bueno, pero date vuelta.
Puse los ojos en blanco. Lilian estaba experimentando el deseo sexual más fuerte de su vida, sobre todo porque estábamos en la playa y era natural que todos estuviéramos casi sin ropa. Ella se colocó boca abajo y mi hermano no perdió tiempo de ponerle el bloqueador por toda la espalda, deslizando esas fuertes manos por la piel clara y suavecita.
—No olvides el trasero —le sugerí, y él, sonriendo, le bajó los shorts a Lilian. Como la muy pervertida no llevaba ropa interior, sus nalgas redonditas quedaron expuestas a su hermano, que de inmediato se sintió un poco cohibido.
No obstante frotó el trasero de su hermana menor con muchas ganas, tantas que incluso ya no parecía un masaje, sino algo más. Dejó que sus manos se perdieran entre esas nalgas. Lilian quedó rojita y yo le tuve mucha envidia en ese momento porque ansiaba sentir a mí lo que ella estaba disfrutando. Entonces me quité el sujetador y me di media vuelta.
—Me toca a mí, Alejandro.
—Voy enseguida —dejó a Lilian y se concentró en ponerme el bloqueador a mí. Yo me relajé y justo estaba abriéndome las nalgas como a mi hermana, cuando mamá salió.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó a mi hermano. Él se puso colorado y se detuvo. Claro que su pene estaba erecto y se le dejaba ver.
—Es que ellas...
—Ustedes están incorregibles —dijo negando con la cabeza y en actitud cansada —. Hagan lo que quieran, ya me da igual.
Pero Alejandro ya no quiso seguir. Avergonzado, mi pobre hermano mayor entró a la casa, seguramente a masturbarse como un simio en celo. Mamá se rio cuando él se fue, y de un movimiento veloz, se quitó el sostén del bikini. Sus hermosas tetas copa C quedaron al aire, respingonas pese a su edad, y se recostó en la otra silla que estaba a mi lado.
—Ustedes sólo calientan a ese pobre chico ¿verdad? —Nos miró con un poco de picardía—. Tengo que ser sincera con ustedes. Algo en esa casa despierta nuestros deseos más excitantes.
—Lo mismo pienso —comenté—. Es como si tuviera una energía extraña. Me deja hambrienta y no precisamente de comida.
Julia sonrió como sólo una mujer madura sabía hacerlo. Era una amazona realmente sensual. Envidié sus pechos, cuyos pezones se escondían debajo de los mechones de su cabello negro. Tenía también unas piernas fabulosas. Y entre ellas...
Demonios. Allí iba de nuevo. Mis sentidos estaban a punto de explotar.
—Creo que ya es hora de enseñarles algunas cosas sobre el sexo.
Me sonrojé un poco por la mirada que mi madre nos echó. Lilian, sin embargo, se veía muy interesada en aprender las lecciones de mamá. Cuando mi padre llegó y nos vio a todas en la playa con las nenas al aire actuó con total naturalidad y le dio un flamante beso en la boca a mamá. Ella, sonriendo, le agarró el pene por encima del bañador y se la sacudió.
—No frente a las niñas —dijo él, y algo apenado, se alejó de regreso a la casa.
Mamá se rio.
—Manuel es veces es un poco tímido, pero no se preocupen. Cuando tiene que actuar, actúa.
Y nosotras bien que lo sabíamos.
La carga sexual en esa casa estaba muy fuerte. Mientras cenábamos salchichas, Lilian no dejaba de comerlas como si estuviera mamando una verga. Se las metía enteritas a la boca y les pasaba la lengua por todo lo largo. Yo me reía en silencio. Mamá tosía de vez en cuando y papá, sentado a mi lado, no perdía tiempo de acariciarme las piernas por debajo de la mesa. Celia y Tifany se daban tiernos besitos y se alimentaban la una a la otra.
—Deja de jugar con la comida —dijo mamá, riendo al ver a su hija menor meterse toda una salchicha a la boca.
—Creo que alguien quiere comerse otra cosa... —canturreó mi hermana Tifany.
Alejandro se rio.
—Pues a mí se me antoja comerme una empanada.
Todos nos reímos, especialmente Celia.
—Yo me como una empanada todas las noches —dijo mirando a mi hermana, y ella le dio un tierno besito en la boca.
—Si tanta hambre tienes —dijo Alejandro —, aquí tengo una bien grande para ti.
—Ya quisieras —mencionó ella.
—Muéstrala —sugirió mamá. Todos nos quedamos callados, hasta mi papá. Ella sonrió con vanidad—, vamos si en nuestra familia nada es tabú.
—¿Manuel? —miró al hombre de la casa para preguntarle si estaba bien hacerlo.
—-Hazlo —rió él.
Alejandro, colorado otra vez, aceptó y se puso de pie. Entonces, de un rápido movimiento, se bajó los pantalones. Su polla estaba algo flácida, pero grande. Sus huevos colgaban como dos pesados sacos. Incluso Celia, que era lesbiana, no despegó la vista de ese paquete. Ni yo, que me lo quería comer.
—Adelante, Lilian —dijo mamá con voz tranquila y apoyando la barbilla entre sus manos.
La pequeña pervertida tiñó sus cachetes de rojo y nos miró a todos. Manuel me sobaba la pierna, esta vez muy cerca de mi sexo. Nadie nos miraba. Celia abrazó a Tifany.
—Estamos esperando —Julia estaba imparable.
Poco a poco, la verga de Alejandro cobró tamaño, excitado por la situación. Lilian se vio atrapada y para hacer valer su honor, se salió de la silla, se puso a cuclillas frente a Alejandro, nos miró a todos, nerviosa. Respiró profundamente, abrió su tierna boquita engulló la polla de su hermano hasta la mitad.
Celia se pasó la lengua por los labios. Yo sudaba del calor que estaba haciendo. Julia miraba con una feliz sonrisa a su nenita consentida pegándole tremenda felación a su otro hijo.
Lilian tenía sus ojos cerrados y su rostro seguía colorado, pero chupaba de manera persistente, con más fuerza y velocidad mientras que Alejandro sólo se dejaba querer.
En un momento, las caricias de Manuel llegaron a mi vagina y deslizó un dedo dentro de mi sexo, por debajo de la ropa. Mamá no perdía detalle de lo que pasaba con sus hijos, y luego levantándose, se arrodilló junto a Lilian. Cuando la chica sacó el pene de su boca, nuestra madre se apresuró a tomarlo con sus labios. Le dio tiernos besitos y recorrió la base hasta el glande con la lengua.
—Ocúpate de los testículos —dijo papá a su Lilian.
La chica muy obediente, buscó un lugar y deslizó toda la lengua por los huevos palpitantes de su hermano mayor. Aquello era incesto puro y rudo. Definitivamente estábamos poseídos por el demonio de la lujuria. Dos mujeres excitantes, madre e hija, disfrutando del mismo cuerpo.
Yo ya estaba muy mojada, demasiado que papá sacó sus dedos de mí y me mostró la humedad que tenía.
—Ven aquí, Jennifer —me guiñó Julia un ojo y yo, en un dos por tres, me levanté.
Aquello se estaba saliendo de control. Papá se acomodó en la silla y sin tabú alguno se quitó los shorts y comenzó a masturbarse. Al ver que todos estábamos desenfadados, mi hermana y Celia comenzaron a besarse con más intensidad. Yo estaba arrodillada, esperando a que me tocara el turno. Mamá se separó y se limpió la saliva que le escurría de la boca. Luego rio seductoramente y me empujó la cabeza para que tomara el pene de Alejandro con mis labios.
Cuando sentí ese falo de carne ardiendo dentro de mi garganta, me encendí tanto que chupé con orgullo y devoción, como si pudiera estar haciéndolo toda la noche. Su verga me llenaba la boca entera y me obligaba a separar la quijada. Me movía de adelante para atrás como una niña disfrutando de su dulce. No era la primera vez que veía el pene de mi hermano, pero lo había deseado desde siempre porque me producía gran placer tenerlo sólo para mí.
—Por el trasero ¿sí? —Dijo Lilian — ¿mamá, puede?
—Anda, Jennifer. Dale espacio a tu hermana.
A duras penas me separé. La hermosa Lilian se bajó la ropa y se puso a cuatro como. Mi papá no dejaba de agitar su miembro. Celia le comía el cuello a mi hermana, pues estaban más metidas en su rollo lésbico que en el mío.
Alejandro se arrodilló hasta que su dura polla señaló la entrada de mi hermana. Mamá le abrió las nalgas y escupió un poco en su angosta entrada. Antes de que el penetraran, nos dijo que sería importante primero usar los dedos para dilatar. Así, lentamente metió el anular en el agujero de su hija mientras que con cariño le acariciaba la cabeza con la otra mano. Lilian carraspeó y cerró los ojos.
—Está muy apretado. —observó Julia, concentrada en su labor.
Ella no mostraba cara de excitación. Más bien era como una profesora guiando un experimento. Después metió otro dedo y lo sacó rápido. Volvió a introducirlo lento y otra vez lo sacó rápido.
—Mamá... —gimió Lilian.
—¿Si, amor?
—Me gusta.
—Lo sé, cariño.
Manuel, por otro lado, se la estaba cascando como un simio en celo, y me llamaba con la mirada.
—Ve... —dijo mamá mirándome con algo de coquetería —, yo me encargo.
Gateé lentamente hasta papá. Él me tomó de las mejillas y apuntó su pene directamente contra mi garganta. Me entró hasta la mitad. Tuve una arcada cuando me tocó la campanilla. Me recuperé tras tomar una bocanada de aire y después, apoyándome con las rodillas, me dediqué a chupar de su miembro viril como si no hubiera un mañana.
—¡Auch! —gritó Lilian.
La hija menor de la familia sonreía y jadeaba de placer. Los dedos de Julia la penetraban hasta provocarle un delicioso dolor. Para que la erección de Alejandro no se fuera, Julia le chupaba la verga al mismo tiempo que penetraba a mi hermana menor. Dejé de mamar un rato. Incluso Tifany y Celia se detuvieron para ver cómo la mujer madura acercaba el pene de su hijo al trasero de su hermanita. El trasero de Lilian ya estaba extendido, hermoso y profundo. La polla de Alejandro entró en ella, lubricada por la saliva de Julia.
Mi hermana menor soltó una lágrima cuando poco a poco, ese miembro de carne se empezó a internar en su interior. Se mordió los labios y tensó la espalda.
—Duele... que la saque. Es demasiado grande.
Era cierto. Los chicos de la playa no estaban tan bien dotados como Alejandro.
—Dolerá más si la saca ahora.
—Me aprieta mucho —mencionó Alejandro.
Papá, levantándose con parsimonia, se acercó a su hija menor. Yo fruncí las cejas al ver que me había quitado mi juguete para dárselo a la otra. Celos de hermana, claro. Al ver lo que estaba por pasar, Lilian abrió la boca y engulló la polla de Manuel. Vi su lengua bañada de saliva asomándose y probando la piel llena de venas que envolvía el aparato del esposo de Julia.
La chica estaba en medio de dos sementales. Julia se retiró y admiró la obra de arte en la que Lilian se había convertido. Su figura esbelta, su piel clara, su inocencia y su picardía era una ofrenda para la lujuria. Estaba en medio de ambos sujetos, quienes la penetraban por sus agujeros más estrechos. Y ella parecía gozarlo tanto que no dejaba de mecerse de un lado a otro. Atrás, la polla de su hermano entraba a través de su recto, y delante, la garganta la tenía llena de la masculinidad de Manuel.
—Sácalo despacio —ordenó mamá—, y vuelve a meterlo rápido.
Alejandro procedió a hacerlo, y cuando su verga se deslizaba hacia afuera, Lilian soltó a papá y gimió de gozo.
—¡Qué rico! —dijo Lilian.
Mamá rio.
—Así, ahora con más rapidez.
Alejandro cumplió y metió y sacó su pene con más velocidad. Se tuvo que apoyar de la espalda de mi hermana para mantener el equilibrio. Lilian ya no podía ocuparse de papá porque lo soltaba al tener que gritar y gemir al mismo tiempo.
Tifany sacó su móvil y tomó fotos por todos lados y ángulos. Yo sólo miraba y me masturbaba a la vez. Escuchando los gemidos de mi adorada y amada hermana menor. Mamá sonreía tranquilamente. Papá tenía los ojos cerrados y golpeaba con su glande la cara de su hija.
En un momento él eyaculó y le embarró toda la cara. Tifany, llevada por la lujuria, se dedicó a lamerle los cachetes y los labios a nuestra princesa para limpiarle el semen. Alejandro a los pocos minutos se corrió y dejó espeso semen sobre las nalgas de su hermanita.
Mamá rió y le dio un cálido beso en los labios a ella, y besó tiernamente las vergas de Manuel y de Alejandro.
—Bueno, hasta aquí llegamos. Piensen en lo que ha pasado y mañana me dicen sus conclusiones. La clase se acabó.
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Hagamos algo. Cinco comentarios aquí y subo el siguiente capítulo vale?
Julia nos soltó una regañada colosal cuando le dijimos a dónde habíamos ido, y dado que mi hermana era una idiota en cuanto a ocultar algo se trataba, nos descubrieron fácilmente.
—Ni hablar —dijo mi madre—. Lo bueno es que no estás en días fértiles, que si no...
—¡Ay! Ni me lo digas. No volveré a hacer tonterías —repliqué.
—Y tú tienes que cuidar más a tu hermana. ¿En dónde está su lógica? Coger con cualquier hombre es peligroso. Solo Dios sabe si tienen alguna enfermedad. Imagínense en una cama llenas de agonía y con forúnculos y granos creciéndoles en sus partes.
—¡Puaj! —Soltó Lilian—. Lo sentimos. No volverá a suceder.
Julia nos dijo sendos besos de pico en los labios y siguió con sus quehaceres. Le gustaba mantener todo limpio, y no dejaba de sacar la arena que se filtraba por las ventanas y ponía el suelo resbaloso.
—¿Ves? —Golpeé el bracito de Lilian—. Por tu culpa me acaban de regañar. Ya te dije que molestar a Julia no es buena idea.
—¡Oye! Pero tú también disfrutaste de verme. ¿Crees que no te vi la cara? Te estabas mojando con ver cómo me rompían todas las aberturas de mi tierno cuerpecito.
—Ahora tienes qué descansar. Iré fuera a tomar aire.
—Voy contigo —insistió.
Soplaba una brisa marina deliciosa y hacía mucho sol. Me quité la camisa y los pantalones para quedarme con mi bikini y me fui a buscar una silla playera para recostarme. Lilian se acomodó a mi lado y se quitó el brasier.
—¡Alejandro! —Hablé a mi hermano que jugaba con Tifany y Celia en la playa—¡Trae el bloqueador aquí!
Vino enseguida y al verlo, casi me mojé. No llevaba camisa, sólo un bañador que le resaltaba el tremendo bulto que tenía en la entrepierna. Me sonrojé un poco por tener pensamientos con mi hermano, aunque Lilian, que siempre estaba hambrienta de sexo, tomó a Alejandro de la mano y lo atrajo hacia ella.
—Ponme bloqueador ¿sí, hermanito?
—Bueno, pero date vuelta.
Puse los ojos en blanco. Lilian estaba experimentando el deseo sexual más fuerte de su vida, sobre todo porque estábamos en la playa y era natural que todos estuviéramos casi sin ropa. Ella se colocó boca abajo y mi hermano no perdió tiempo de ponerle el bloqueador por toda la espalda, deslizando esas fuertes manos por la piel clara y suavecita.
—No olvides el trasero —le sugerí, y él, sonriendo, le bajó los shorts a Lilian. Como la muy pervertida no llevaba ropa interior, sus nalgas redonditas quedaron expuestas a su hermano, que de inmediato se sintió un poco cohibido.
No obstante frotó el trasero de su hermana menor con muchas ganas, tantas que incluso ya no parecía un masaje, sino algo más. Dejó que sus manos se perdieran entre esas nalgas. Lilian quedó rojita y yo le tuve mucha envidia en ese momento porque ansiaba sentir a mí lo que ella estaba disfrutando. Entonces me quité el sujetador y me di media vuelta.
—Me toca a mí, Alejandro.
—Voy enseguida —dejó a Lilian y se concentró en ponerme el bloqueador a mí. Yo me relajé y justo estaba abriéndome las nalgas como a mi hermana, cuando mamá salió.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó a mi hermano. Él se puso colorado y se detuvo. Claro que su pene estaba erecto y se le dejaba ver.
—Es que ellas...
—Ustedes están incorregibles —dijo negando con la cabeza y en actitud cansada —. Hagan lo que quieran, ya me da igual.
Pero Alejandro ya no quiso seguir. Avergonzado, mi pobre hermano mayor entró a la casa, seguramente a masturbarse como un simio en celo. Mamá se rio cuando él se fue, y de un movimiento veloz, se quitó el sostén del bikini. Sus hermosas tetas copa C quedaron al aire, respingonas pese a su edad, y se recostó en la otra silla que estaba a mi lado.
—Ustedes sólo calientan a ese pobre chico ¿verdad? —Nos miró con un poco de picardía—. Tengo que ser sincera con ustedes. Algo en esa casa despierta nuestros deseos más excitantes.
—Lo mismo pienso —comenté—. Es como si tuviera una energía extraña. Me deja hambrienta y no precisamente de comida.
Julia sonrió como sólo una mujer madura sabía hacerlo. Era una amazona realmente sensual. Envidié sus pechos, cuyos pezones se escondían debajo de los mechones de su cabello negro. Tenía también unas piernas fabulosas. Y entre ellas...
Demonios. Allí iba de nuevo. Mis sentidos estaban a punto de explotar.
—Creo que ya es hora de enseñarles algunas cosas sobre el sexo.
Me sonrojé un poco por la mirada que mi madre nos echó. Lilian, sin embargo, se veía muy interesada en aprender las lecciones de mamá. Cuando mi padre llegó y nos vio a todas en la playa con las nenas al aire actuó con total naturalidad y le dio un flamante beso en la boca a mamá. Ella, sonriendo, le agarró el pene por encima del bañador y se la sacudió.
—No frente a las niñas —dijo él, y algo apenado, se alejó de regreso a la casa.
Mamá se rio.
—Manuel es veces es un poco tímido, pero no se preocupen. Cuando tiene que actuar, actúa.
Y nosotras bien que lo sabíamos.
La carga sexual en esa casa estaba muy fuerte. Mientras cenábamos salchichas, Lilian no dejaba de comerlas como si estuviera mamando una verga. Se las metía enteritas a la boca y les pasaba la lengua por todo lo largo. Yo me reía en silencio. Mamá tosía de vez en cuando y papá, sentado a mi lado, no perdía tiempo de acariciarme las piernas por debajo de la mesa. Celia y Tifany se daban tiernos besitos y se alimentaban la una a la otra.
—Deja de jugar con la comida —dijo mamá, riendo al ver a su hija menor meterse toda una salchicha a la boca.
—Creo que alguien quiere comerse otra cosa... —canturreó mi hermana Tifany.
Alejandro se rio.
—Pues a mí se me antoja comerme una empanada.
Todos nos reímos, especialmente Celia.
—Yo me como una empanada todas las noches —dijo mirando a mi hermana, y ella le dio un tierno besito en la boca.
—Si tanta hambre tienes —dijo Alejandro —, aquí tengo una bien grande para ti.
—Ya quisieras —mencionó ella.
—Muéstrala —sugirió mamá. Todos nos quedamos callados, hasta mi papá. Ella sonrió con vanidad—, vamos si en nuestra familia nada es tabú.
—¿Manuel? —miró al hombre de la casa para preguntarle si estaba bien hacerlo.
—-Hazlo —rió él.
Alejandro, colorado otra vez, aceptó y se puso de pie. Entonces, de un rápido movimiento, se bajó los pantalones. Su polla estaba algo flácida, pero grande. Sus huevos colgaban como dos pesados sacos. Incluso Celia, que era lesbiana, no despegó la vista de ese paquete. Ni yo, que me lo quería comer.
—Adelante, Lilian —dijo mamá con voz tranquila y apoyando la barbilla entre sus manos.
La pequeña pervertida tiñó sus cachetes de rojo y nos miró a todos. Manuel me sobaba la pierna, esta vez muy cerca de mi sexo. Nadie nos miraba. Celia abrazó a Tifany.
—Estamos esperando —Julia estaba imparable.
Poco a poco, la verga de Alejandro cobró tamaño, excitado por la situación. Lilian se vio atrapada y para hacer valer su honor, se salió de la silla, se puso a cuclillas frente a Alejandro, nos miró a todos, nerviosa. Respiró profundamente, abrió su tierna boquita engulló la polla de su hermano hasta la mitad.
Celia se pasó la lengua por los labios. Yo sudaba del calor que estaba haciendo. Julia miraba con una feliz sonrisa a su nenita consentida pegándole tremenda felación a su otro hijo.
Lilian tenía sus ojos cerrados y su rostro seguía colorado, pero chupaba de manera persistente, con más fuerza y velocidad mientras que Alejandro sólo se dejaba querer.
En un momento, las caricias de Manuel llegaron a mi vagina y deslizó un dedo dentro de mi sexo, por debajo de la ropa. Mamá no perdía detalle de lo que pasaba con sus hijos, y luego levantándose, se arrodilló junto a Lilian. Cuando la chica sacó el pene de su boca, nuestra madre se apresuró a tomarlo con sus labios. Le dio tiernos besitos y recorrió la base hasta el glande con la lengua.
—Ocúpate de los testículos —dijo papá a su Lilian.
La chica muy obediente, buscó un lugar y deslizó toda la lengua por los huevos palpitantes de su hermano mayor. Aquello era incesto puro y rudo. Definitivamente estábamos poseídos por el demonio de la lujuria. Dos mujeres excitantes, madre e hija, disfrutando del mismo cuerpo.
Yo ya estaba muy mojada, demasiado que papá sacó sus dedos de mí y me mostró la humedad que tenía.
—Ven aquí, Jennifer —me guiñó Julia un ojo y yo, en un dos por tres, me levanté.
Aquello se estaba saliendo de control. Papá se acomodó en la silla y sin tabú alguno se quitó los shorts y comenzó a masturbarse. Al ver que todos estábamos desenfadados, mi hermana y Celia comenzaron a besarse con más intensidad. Yo estaba arrodillada, esperando a que me tocara el turno. Mamá se separó y se limpió la saliva que le escurría de la boca. Luego rio seductoramente y me empujó la cabeza para que tomara el pene de Alejandro con mis labios.
Cuando sentí ese falo de carne ardiendo dentro de mi garganta, me encendí tanto que chupé con orgullo y devoción, como si pudiera estar haciéndolo toda la noche. Su verga me llenaba la boca entera y me obligaba a separar la quijada. Me movía de adelante para atrás como una niña disfrutando de su dulce. No era la primera vez que veía el pene de mi hermano, pero lo había deseado desde siempre porque me producía gran placer tenerlo sólo para mí.
—Por el trasero ¿sí? —Dijo Lilian — ¿mamá, puede?
—Anda, Jennifer. Dale espacio a tu hermana.
A duras penas me separé. La hermosa Lilian se bajó la ropa y se puso a cuatro como. Mi papá no dejaba de agitar su miembro. Celia le comía el cuello a mi hermana, pues estaban más metidas en su rollo lésbico que en el mío.
Alejandro se arrodilló hasta que su dura polla señaló la entrada de mi hermana. Mamá le abrió las nalgas y escupió un poco en su angosta entrada. Antes de que el penetraran, nos dijo que sería importante primero usar los dedos para dilatar. Así, lentamente metió el anular en el agujero de su hija mientras que con cariño le acariciaba la cabeza con la otra mano. Lilian carraspeó y cerró los ojos.
—Está muy apretado. —observó Julia, concentrada en su labor.
Ella no mostraba cara de excitación. Más bien era como una profesora guiando un experimento. Después metió otro dedo y lo sacó rápido. Volvió a introducirlo lento y otra vez lo sacó rápido.
—Mamá... —gimió Lilian.
—¿Si, amor?
—Me gusta.
—Lo sé, cariño.
Manuel, por otro lado, se la estaba cascando como un simio en celo, y me llamaba con la mirada.
—Ve... —dijo mamá mirándome con algo de coquetería —, yo me encargo.
Gateé lentamente hasta papá. Él me tomó de las mejillas y apuntó su pene directamente contra mi garganta. Me entró hasta la mitad. Tuve una arcada cuando me tocó la campanilla. Me recuperé tras tomar una bocanada de aire y después, apoyándome con las rodillas, me dediqué a chupar de su miembro viril como si no hubiera un mañana.
—¡Auch! —gritó Lilian.
La hija menor de la familia sonreía y jadeaba de placer. Los dedos de Julia la penetraban hasta provocarle un delicioso dolor. Para que la erección de Alejandro no se fuera, Julia le chupaba la verga al mismo tiempo que penetraba a mi hermana menor. Dejé de mamar un rato. Incluso Tifany y Celia se detuvieron para ver cómo la mujer madura acercaba el pene de su hijo al trasero de su hermanita. El trasero de Lilian ya estaba extendido, hermoso y profundo. La polla de Alejandro entró en ella, lubricada por la saliva de Julia.
Mi hermana menor soltó una lágrima cuando poco a poco, ese miembro de carne se empezó a internar en su interior. Se mordió los labios y tensó la espalda.
—Duele... que la saque. Es demasiado grande.
Era cierto. Los chicos de la playa no estaban tan bien dotados como Alejandro.
—Dolerá más si la saca ahora.
—Me aprieta mucho —mencionó Alejandro.
Papá, levantándose con parsimonia, se acercó a su hija menor. Yo fruncí las cejas al ver que me había quitado mi juguete para dárselo a la otra. Celos de hermana, claro. Al ver lo que estaba por pasar, Lilian abrió la boca y engulló la polla de Manuel. Vi su lengua bañada de saliva asomándose y probando la piel llena de venas que envolvía el aparato del esposo de Julia.
La chica estaba en medio de dos sementales. Julia se retiró y admiró la obra de arte en la que Lilian se había convertido. Su figura esbelta, su piel clara, su inocencia y su picardía era una ofrenda para la lujuria. Estaba en medio de ambos sujetos, quienes la penetraban por sus agujeros más estrechos. Y ella parecía gozarlo tanto que no dejaba de mecerse de un lado a otro. Atrás, la polla de su hermano entraba a través de su recto, y delante, la garganta la tenía llena de la masculinidad de Manuel.
—Sácalo despacio —ordenó mamá—, y vuelve a meterlo rápido.
Alejandro procedió a hacerlo, y cuando su verga se deslizaba hacia afuera, Lilian soltó a papá y gimió de gozo.
—¡Qué rico! —dijo Lilian.
Mamá rio.
—Así, ahora con más rapidez.
Alejandro cumplió y metió y sacó su pene con más velocidad. Se tuvo que apoyar de la espalda de mi hermana para mantener el equilibrio. Lilian ya no podía ocuparse de papá porque lo soltaba al tener que gritar y gemir al mismo tiempo.
Tifany sacó su móvil y tomó fotos por todos lados y ángulos. Yo sólo miraba y me masturbaba a la vez. Escuchando los gemidos de mi adorada y amada hermana menor. Mamá sonreía tranquilamente. Papá tenía los ojos cerrados y golpeaba con su glande la cara de su hija.
En un momento él eyaculó y le embarró toda la cara. Tifany, llevada por la lujuria, se dedicó a lamerle los cachetes y los labios a nuestra princesa para limpiarle el semen. Alejandro a los pocos minutos se corrió y dejó espeso semen sobre las nalgas de su hermanita.
Mamá rió y le dio un cálido beso en los labios a ella, y besó tiernamente las vergas de Manuel y de Alejandro.
—Bueno, hasta aquí llegamos. Piensen en lo que ha pasado y mañana me dicen sus conclusiones. La clase se acabó.
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Hagamos algo. Cinco comentarios aquí y subo el siguiente capítulo vale?
10 comentarios - Vacaciones sexuales en familia cap 7
Saludos!