Nueva serie de relatos. Mastúrbense conmigo 😞
CAPÍTULO 1
No recuerdo cuándo fue la última vez que saqué siete en un examen de cálculo. La verdad era que me molestaba mucho saberme una más del montón de mis compañeros de clase, cuyos mejores promedios oscilaban entre el siete y el ocho. Pero yo… oh, yo era un caso diferente. Yo era un genio, una matadita si se puede decir, una chica que se la pasaba horas y horas estudiando en el dormitorio sólo para tener la mejor de las notas, y hoy, de la nada, todo gracias a mi estúpida compañera de cuarto y a sus fiestecitas con sus amigos, había sacado una pésima nota en mi prueba final. ¡Había arruinado todo mi historial académico! Y eso me tenía furiosa.
—¡Joan! —Grité al entrar al dormitorio — ¡Cabrona, por tu culpa!
Pero Joan no me haría caso. Estaba en la litera de abajo, desnuda, con su flamante culo perfecto metiéndose la polla de su novio. Ni siquiera se molestó en detenerse. Se giró, todavía penetrada, y me miró con aburrimiento.
—¿Puedes tocar antes de entrar?
—Yo… —me sonrojé. Joan solía hacer el amor cuando yo no estaba, porque sabía que me molestaba oírla gemir—. ¿Quieres calmarte? ¿Quién está allí debajo?
—Soy yo —dijo Carlos, saludándome como un patán con su sonrisa de felicidad.
—Bu-bueno, pues este también es mi cuarto. Váyanse.
—Ah… vamos, Daniela. Al menos déjame depositar algo dentro de tu amiga.
—Ay, me dan asco.
Me escabullí antes de que esos tarados también me violaran.
No tuve que esperar mucho. Diez minutos después, salió Carlos con una feliz risa y me dio un beso en la mejilla. Abrochándose la camisa, se fue y yo regresé al cuarto. Mi amiga Joan estaba poniéndose un camisón para cubrirse el desnudo cuerpo. Yo dejé mi mochila sobre mi escritorio y vi que el suyo estaba hecho un desastre mientras que el mío era toda una oda al orden. Éramos tan diferentes la una a la otra, y sin embargo nuestra amistad era fuerte.
—Ay, Daniela. ¡Fue riquísimo! Cada vez está mejorando —sacó de su cajón una libretita y tachó el nombre de Carlos, de una larga lista de hombres. Luego le colocó una puntuación de ocho, que era la nota que ella les daba a todos los chicos con los que follaba.
—¿Un ocho? —arqueé la ceja.
—Sí… pero se sacó un ocho porque a él sólo le gusta hacerlo así. No hay variedad.
—Bueno, y ¿qué esperabas?
Puso los ojos en blanco y miró mi bote de basura. Gritó, ofendida.
—¡Daniela! ¿Por qué tiraste el libro de kamasutra que te di?
—Por qué no lo necesito —le dije, sacando mis libros para guardarlos—. Además lo mismo hice con las bolitas chinas que me regalaste. No las he sacado el empaque y están bien guardaditas.
—Era para que te las metieras por el…
—Sí, pero no tengo interés en taladrarme yo misma.
—Pff, no te volveré a dar nada. Ay, mujer, si no tienes vida sexual, al menos puedes jugar contigo. O es que ¿eres lesbiana?
—Claro que no.
—Oh, vamos… —sonriéndome se acercó por detrás y me acarició el trasero por encima de la falda. Yo me estremecí y dejé que siguiera con un obsceno toque, frotándome las nalgas. Tenía que admitir que se sentía bien—. Tan suavecita… no te hagas que te he visto en la ducha. Tienes una vaginita muy rica.
—Acabas de follar, Joan —le repliqué —Y sigues estando insaciable.
—Ah, por favor… —me levantó la falda, y hurgó entre mis cacheteros, metiendo las manos para acariciarme las nalgas.
Yo apoyé las manos en el escritorio, porque joder… mi trasero era una de las partes más sensible de mi cuerpo. Adoraba sentir cómo me acariciaban las pompas. Yo misma, al bañarme, disfrutaba manoseándome con el jabón y abriéndome los glúteos un poquito. Imaginaba cómo se debería de ver mi trasero desde esa perspectiva. Joan me dio un besito en el cuello, y fue allí cuando me separé fingiendo que tenía que recoger un libro de su mesa.
—No me toques así. Ya te dije que me molesta.
—Llevamos un año como compañeras de cuarto, mujer, y no me has dejado más que chuparte una tetita y sólo porque jugábamos botella con unos amigos. Algún día vas a caer a mis encantos, Daniela.
—Eso lo veremos —miré el cuarto y vi entonces un condón lleno de semen. Torcí los labios y lo recogí con asco—. Uy… está manchado.
—¿Sabes? Deberías de escuchar mi consejo y conseguirte un buen chico con quién hacer el amor.
—No jodas, Joan…
Luego se sentó en la mesa y cruzó las piernas. Como no traía nada debajo, sus muslos torneados que antes estaban bien abiertos lucieron sumamente sensuales, y la parte bisexual que había en mí se estremeció un poco. Joan y yo nos habíamos bañado juntas sólo para ganar tiempo y llegar temprano a clases. No iba a negar que no me atrajera mi amiga, porque sí que era sumamente guapa y ardiente, e incluso yo había mantenido un noviazgo con uno de sus hermanos durante medio año antes de que ella decidiera venir a estudiar aquí y se volviera mi amiga de piso.
Dejé esos pensamientos y me fui a duchar. Me vestí como ella: cómoda, con una tanga, un camisón y nada más. Encendí el aire acondicionado y así, ligeritas de ropa, nos pusimos a estudiar y a cumplir con los deberes.
Fue más tarde, cuando ella ya estaba exhausta por todas las tareas, que tocaron a la puerta. Yo abrí. Quien estaba allí era Nicolás, un chico de intercambio que venía desde Rusia. Era guapo, alto y con una cara de ángel depravado y sensual.
—Ah… Nico. Justo a tiempo —dijo mi amiga, levantándose feliz para darle un besito en la punta de la boca.
—¿Van a…?
—Te nos unes ¿verdad? —me preguntó Joan, dejándose abrazar por su nuevo amante. Éste no aguantó y le comenzó a tocar los pechos por encima del camisón mientras me otorgaba una mirada seductora.
Avergonzada, tomé mis cosas, me puse unos pantalones y salí del cuarto antes de que me tiraran a la cama y me arrancaran toda la ropa. No me interesaba formar parte de un trío con Joan. La muy cabrona me devoraría sin escrúpulos y yo todavía no estaba lista mezclarme con una chica.
Los dejé solos durante un rato y yo me fui a la parte norte del campus, cerca de las piscinas donde el equipo de natación practicaba. Ese sitio estaba totalmente vacío, por lo que me senté en las gradas para continuar con mi lectura. No obstante, el calor del ambiente y la frescura que sentí al ver el agua de la alberca hicieron que me dieran ganas de darme un chapuzón, así que pensé ¿por qué no? Dejé los libros a un lado.
Me quité los jeans y la blusa hasta quedarme sólo en interiores y me di un buen clavado. El agua estaba helada, más de lo que había creído, y mis pezones se pusieron rígidos. Cosa que no me importó, porque nadar era algo que me relajaba.
En ese momento, entró una muchacha. Se quedó de piedra cuando me vio.
—Hola… no pensé que el lugar estuviera en uso.
—Descuida. Ya me iba.
Me apresuré a tomar mi ropa. La chica se dio media vuelta mientras yo me quitaba el bra y la tanga y me apresuraba a ponerme sólo los jeans y la camiseta. Acto seguido volví a recoger mis cosas y me fui.
¡Carajo! ¿Nadie podía darme privacidad?
Necesitaba vacaciones, y por suerte las clases ya estaban por terminar y pronto podría volver a casa en el verano. Ya había hecho planes de pasar una buena temporada con mis novelas preferidas, leyéndolas una y otra vez mientras dejaba volar mi imaginación y me relajaba con un rico té.
Regresé al cuarto. Entré despacio. Joan y Nicolás estaban dormidos, tapados con las sábanas. No quise despertarlos, así que lentamente me subí a mi litera y me dispuse a cerrar los ojos durante un segundo. No obstante no pasó mucho hasta que ciertos ruidos me despertaron.
—Ay… sí, papito, más.
Era Joan. ¡Esa pervertida estaba practicando sexo anal otra vez! Tanteé en la posibilidad de decirle que se callara, pero sus gemidos me hicieron no hablar. De repente se apoderó de mí un extraño morbo inherente a la curiosidad sexual. Me relajé todo lo que pude, quietecita y escuchando. Desde abajo me llegaban los sonidos de la succión que hacían las pieles en contacto. La litera se movía suavemente marcando las embestidas de los dos. Tragué saliva y me asomé suavemente.
Joan estaba a gatas. Nicolás, hasta donde alcanzaba a ver, le tenía abiertas las nalgas y la penetraba por el agujero más estrecho de su cuerpo. Todo el miembro del muchacho se adentraba en mi amiga, cuya espalda arqueada estaba brillosa por el sudor. Su cabello negro y ondulado se agitaba rítmicamente.
—¡Sí! ¡Más hondo! ¡Más hondo!
Volví a acomodarme como estaba. Los quejidos de Joan resonaban entre mis orejas, y entonces sentí cosquillas en la parte baja de mi vientre. Sin poder contenerme, esas deliciosas sensaciones corporales comenzaron a humedecer mis labios. ¿Estaban jugosos de verdad? ¿Me estaba excitando escuchar cómo le rompían el ojete a mi amiga? Tuve que comprobarlo. Lentamente metí la mano por debajo de mis shortcitos. Sí… estaba mojada. ¡Mi vulva chorreaba! La palpé un segundo, extrañada ante las nuevas sensaciones. No me masturbaba seguido, sino rara vez y sólo en ocasiones muy especiales… pero ahora, al notar cómo mis dedos se resbalaban por la natural fluidez de mis jugos… no pude evitar introducir uno de mis deditos por mi abertura.
Mi interior estaba caliente y viscoso. Mi propio coño se estaba comiendo mis dedos, y Dios… me encantaba sentir esa presión en las paredes de mi vagina rosada. Sin poder conterme, me corrí al imaginar que a mí me la estaban metiendo por detrás, que me llenaban y que mi boca se atiborraba del almizcle de un hombre atractivo.
—¡Ah! ¡Córrete dentro de mí!
—Cómo tú digas, cariño mío.
Presioné mi clítoris. Oí el gemido de Nicolás mientras lanzaba chorros dentro del cuerpo de Joan. Ella jadeaba, complacida. Imaginé qué se sentiría tener semen corriendo por las entrañas. Esa deliciosa mezcla caliente. Me provoqué todavía más y me masturbé con fuerza, mordiéndome los labios para no llamar su atención. Saqué mis dedos y chupé mis propios juguitos salados. ¡Qué ricos!
— Es una lástima que esa monja de Daniela no se haya quedado. A mí no me molestaría compartirte con ella.
—Tú amiga es muy santa ¿verdad?
—Es muy mojigata… pero la quiero así.
—Pues dile que cuando quiera, tengo para las dos.
— ¡Jajaja! Sí, lo tendré en cuenta.
—Me tengo que ir, mi amor. Tengo que salir de inmediato a una cita.
—Claro, claro.
Me quedé tiesa mientras el ruso se vestía y se iba. Cuando cerró la puerta, mi amiga Joan suspiró y se relajó en la cama. Al poco rato, me asomé y la vi durmiendo desnuda sin taparse con las sábanas. Sus pechos voluminosos se movían lentamente al ritmo de su respiración. Sus piernas estaban levemente abiertas y tenía la mano cerca de su vagina depilada como la de una cría. Noté los labios apretaditos, deliciosos. Me imaginé qué sería tenerlos en la boca y chupar los jugos de Joan… pero no.
No iba a ceder a esos impulsos.
Por la noche, después de cenar, las dos estábamos ya listas para dormir. Se había puesto su babydoll, con tanga incluida. Decía que estaba más cómoda así. Yo sólo me quité el brasier y me quedé en cacheteros. Ella me sonrió con vanidad al verme con las tetas al aire.
—Nada de manosearme mientras duermo, Joan.
—Tranquila, mujer. Sólo espera un poco más y caerás a mis encantos.
—Sí, claro —dije con ironía pellizcando mis pezones inconscientemente, y dentro de poco ya estaba dormida como un dulce ángel, soñando con la tremenda cogida que le habían dado a Joan.
Al día siguiente me desperté con dolor de cuello. Había dormido en una mala postura. Bajé la litera y vi que Joan ya estaba despierta y salía de la ducha envuelta por una toalla.
—Amiga ¿vamos a salir hoy? Es sábado.
—No —le respondí—. Anoche mi papá me mandó un mensaje y quiere que le vea cuanto antes en su trabajo, así que iré para allá.
—¿Te llevo?
—Abordaré un taxi. Gracias.
—Ah… entonces puedo invitar a unos amigos.
—Pero nada de condones en el piso ¿vale? Y nada de coger en mi litera. La otra vez encontré mis sábanas manchadas.
— Sí, sí. Descuida, Daniela. Nadie se meterá con tus sábanas.
Me vestí con una minifalda de mezclilla y una blusa de manga corta. Me tuve que poner un bra, que si fuera por mí, iría sin él. Salí a la calle y pedí parada al primer taxi que pasó por allí. Papá trabajaba como jefe de un departamento de investigación biológico en una farmacéutica. Siempre estaba vestido con una bata blanca y anteojos. Era el tipo más inteligente que había visto en toda mi vida, y lo quería un montón.
Cuando entré al laboratorio, se me congelaron las piernas debido a la falda corta y al aire acondicionado, tan gélido que el Polo Norte se quedaría corto en comparación.
—Papi. Ya vine ¿qué querías?
—Ah, hola, bebé —se giró en su silla—. Daniela, te estás congelando aquí y traes esa mini enseñando pierna.
—¿Qué? Papá, trabajé mucho para verme así. Sufrí de muchas burlas en la secundaria porque me llamaban Piernas de Gallina.
—Bueno, no soy quien para decirte como vestir. Ya eres mayorcita. Y te cité porque tengo algo que decirte: no podrás pasar las vacaciones conmigo.
—¡¿Qué?! —Exclamé sorprendida —¿Por qué?
—Porque el idiota del juez familiar dice que debes de estar una temporada con tu mamá, así que para no meternos en más líos, acepté.
—¡Ay! Papá ¡Ya sabes qué pienso de ella! ¡Es una hippie!
—Sí, sí, pero ¿qué quieres se haga? Eres su hija también.
—Bu-bueno… al menos pudieron haberme avisado de esto. Yo no quiero ir con ella. ¿En dónde está, por cierto?
—De vacaciones en la costa. Dice que allí hay una enorme concentración espiritual.
—Playa… —eso me llamó la atención. Entre mis planes estaba ir a la playa. Podría ir con Joan, claro… pero mi amiga insistía que fuéramos a una nudista.
—Mmm… quiero remojarme un poco en el mar.
—Pues allí lo tienes. Lleva un bonito bikini si quieres y diviértete con ella. Pensándolo bien no es bueno para ti distanciarte de mamá, cariño.
—Sí… —suspiré. En eso tenía razón.
—¿Te va bien en la escuela? ¿Algún novio del que quieras contarme?
—Todo está en orden.
—¿No serás lesbiana?
—¡Padre!
¿Por qué todos pensaban que yo era lesbiana? Ciertamente no había tenido pareja desde la secundaria… pero eso no significaba que mí me gustaran las chicas.
—Cariño, soy biólogo. No hay nada de malo en tus necesidades físicas. Es más. Tengo una amiga cuya hija es lesbiana. Es muy bonita. Podría concertar una cita si quisieras…
—¡No! Claro que no.
—Bueno… está bien.
—Además es raro que un hombre como tú me hable de sexo.
—Yo tengo una amante.
—¡Padre!
—Son urgencias de la naturaleza.
—¡Ya! —Volví a exclamar.
—Bien, bien. Cierro la boca.
—Me iré. Te veo luego —le di un beso en la mejilla rasposa y me fui de allí cuanto antes.
Faltaba sólo una semana para acabar las clases, y entonces al fin pasaría de vacaciones con mi madre en una deliciosa playa… ¡ya podía imaginarme con un bonito bikini tomando el sol!
Serían unas vacaciones excitantes.
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Ese fue el primer capítulo. Hagamos algo. Cinco comentarios y subo la actualización (no se vale que sólo vengan a jalársela xD al menos dejenme su opinion
CAPÍTULO 1
No recuerdo cuándo fue la última vez que saqué siete en un examen de cálculo. La verdad era que me molestaba mucho saberme una más del montón de mis compañeros de clase, cuyos mejores promedios oscilaban entre el siete y el ocho. Pero yo… oh, yo era un caso diferente. Yo era un genio, una matadita si se puede decir, una chica que se la pasaba horas y horas estudiando en el dormitorio sólo para tener la mejor de las notas, y hoy, de la nada, todo gracias a mi estúpida compañera de cuarto y a sus fiestecitas con sus amigos, había sacado una pésima nota en mi prueba final. ¡Había arruinado todo mi historial académico! Y eso me tenía furiosa.
—¡Joan! —Grité al entrar al dormitorio — ¡Cabrona, por tu culpa!
Pero Joan no me haría caso. Estaba en la litera de abajo, desnuda, con su flamante culo perfecto metiéndose la polla de su novio. Ni siquiera se molestó en detenerse. Se giró, todavía penetrada, y me miró con aburrimiento.
—¿Puedes tocar antes de entrar?
—Yo… —me sonrojé. Joan solía hacer el amor cuando yo no estaba, porque sabía que me molestaba oírla gemir—. ¿Quieres calmarte? ¿Quién está allí debajo?
—Soy yo —dijo Carlos, saludándome como un patán con su sonrisa de felicidad.
—Bu-bueno, pues este también es mi cuarto. Váyanse.
—Ah… vamos, Daniela. Al menos déjame depositar algo dentro de tu amiga.
—Ay, me dan asco.
Me escabullí antes de que esos tarados también me violaran.
No tuve que esperar mucho. Diez minutos después, salió Carlos con una feliz risa y me dio un beso en la mejilla. Abrochándose la camisa, se fue y yo regresé al cuarto. Mi amiga Joan estaba poniéndose un camisón para cubrirse el desnudo cuerpo. Yo dejé mi mochila sobre mi escritorio y vi que el suyo estaba hecho un desastre mientras que el mío era toda una oda al orden. Éramos tan diferentes la una a la otra, y sin embargo nuestra amistad era fuerte.
—Ay, Daniela. ¡Fue riquísimo! Cada vez está mejorando —sacó de su cajón una libretita y tachó el nombre de Carlos, de una larga lista de hombres. Luego le colocó una puntuación de ocho, que era la nota que ella les daba a todos los chicos con los que follaba.
—¿Un ocho? —arqueé la ceja.
—Sí… pero se sacó un ocho porque a él sólo le gusta hacerlo así. No hay variedad.
—Bueno, y ¿qué esperabas?
Puso los ojos en blanco y miró mi bote de basura. Gritó, ofendida.
—¡Daniela! ¿Por qué tiraste el libro de kamasutra que te di?
—Por qué no lo necesito —le dije, sacando mis libros para guardarlos—. Además lo mismo hice con las bolitas chinas que me regalaste. No las he sacado el empaque y están bien guardaditas.
—Era para que te las metieras por el…
—Sí, pero no tengo interés en taladrarme yo misma.
—Pff, no te volveré a dar nada. Ay, mujer, si no tienes vida sexual, al menos puedes jugar contigo. O es que ¿eres lesbiana?
—Claro que no.
—Oh, vamos… —sonriéndome se acercó por detrás y me acarició el trasero por encima de la falda. Yo me estremecí y dejé que siguiera con un obsceno toque, frotándome las nalgas. Tenía que admitir que se sentía bien—. Tan suavecita… no te hagas que te he visto en la ducha. Tienes una vaginita muy rica.
—Acabas de follar, Joan —le repliqué —Y sigues estando insaciable.
—Ah, por favor… —me levantó la falda, y hurgó entre mis cacheteros, metiendo las manos para acariciarme las nalgas.
Yo apoyé las manos en el escritorio, porque joder… mi trasero era una de las partes más sensible de mi cuerpo. Adoraba sentir cómo me acariciaban las pompas. Yo misma, al bañarme, disfrutaba manoseándome con el jabón y abriéndome los glúteos un poquito. Imaginaba cómo se debería de ver mi trasero desde esa perspectiva. Joan me dio un besito en el cuello, y fue allí cuando me separé fingiendo que tenía que recoger un libro de su mesa.
—No me toques así. Ya te dije que me molesta.
—Llevamos un año como compañeras de cuarto, mujer, y no me has dejado más que chuparte una tetita y sólo porque jugábamos botella con unos amigos. Algún día vas a caer a mis encantos, Daniela.
—Eso lo veremos —miré el cuarto y vi entonces un condón lleno de semen. Torcí los labios y lo recogí con asco—. Uy… está manchado.
—¿Sabes? Deberías de escuchar mi consejo y conseguirte un buen chico con quién hacer el amor.
—No jodas, Joan…
Luego se sentó en la mesa y cruzó las piernas. Como no traía nada debajo, sus muslos torneados que antes estaban bien abiertos lucieron sumamente sensuales, y la parte bisexual que había en mí se estremeció un poco. Joan y yo nos habíamos bañado juntas sólo para ganar tiempo y llegar temprano a clases. No iba a negar que no me atrajera mi amiga, porque sí que era sumamente guapa y ardiente, e incluso yo había mantenido un noviazgo con uno de sus hermanos durante medio año antes de que ella decidiera venir a estudiar aquí y se volviera mi amiga de piso.
Dejé esos pensamientos y me fui a duchar. Me vestí como ella: cómoda, con una tanga, un camisón y nada más. Encendí el aire acondicionado y así, ligeritas de ropa, nos pusimos a estudiar y a cumplir con los deberes.
Fue más tarde, cuando ella ya estaba exhausta por todas las tareas, que tocaron a la puerta. Yo abrí. Quien estaba allí era Nicolás, un chico de intercambio que venía desde Rusia. Era guapo, alto y con una cara de ángel depravado y sensual.
—Ah… Nico. Justo a tiempo —dijo mi amiga, levantándose feliz para darle un besito en la punta de la boca.
—¿Van a…?
—Te nos unes ¿verdad? —me preguntó Joan, dejándose abrazar por su nuevo amante. Éste no aguantó y le comenzó a tocar los pechos por encima del camisón mientras me otorgaba una mirada seductora.
Avergonzada, tomé mis cosas, me puse unos pantalones y salí del cuarto antes de que me tiraran a la cama y me arrancaran toda la ropa. No me interesaba formar parte de un trío con Joan. La muy cabrona me devoraría sin escrúpulos y yo todavía no estaba lista mezclarme con una chica.
Los dejé solos durante un rato y yo me fui a la parte norte del campus, cerca de las piscinas donde el equipo de natación practicaba. Ese sitio estaba totalmente vacío, por lo que me senté en las gradas para continuar con mi lectura. No obstante, el calor del ambiente y la frescura que sentí al ver el agua de la alberca hicieron que me dieran ganas de darme un chapuzón, así que pensé ¿por qué no? Dejé los libros a un lado.
Me quité los jeans y la blusa hasta quedarme sólo en interiores y me di un buen clavado. El agua estaba helada, más de lo que había creído, y mis pezones se pusieron rígidos. Cosa que no me importó, porque nadar era algo que me relajaba.
En ese momento, entró una muchacha. Se quedó de piedra cuando me vio.
—Hola… no pensé que el lugar estuviera en uso.
—Descuida. Ya me iba.
Me apresuré a tomar mi ropa. La chica se dio media vuelta mientras yo me quitaba el bra y la tanga y me apresuraba a ponerme sólo los jeans y la camiseta. Acto seguido volví a recoger mis cosas y me fui.
¡Carajo! ¿Nadie podía darme privacidad?
Necesitaba vacaciones, y por suerte las clases ya estaban por terminar y pronto podría volver a casa en el verano. Ya había hecho planes de pasar una buena temporada con mis novelas preferidas, leyéndolas una y otra vez mientras dejaba volar mi imaginación y me relajaba con un rico té.
Regresé al cuarto. Entré despacio. Joan y Nicolás estaban dormidos, tapados con las sábanas. No quise despertarlos, así que lentamente me subí a mi litera y me dispuse a cerrar los ojos durante un segundo. No obstante no pasó mucho hasta que ciertos ruidos me despertaron.
—Ay… sí, papito, más.
Era Joan. ¡Esa pervertida estaba practicando sexo anal otra vez! Tanteé en la posibilidad de decirle que se callara, pero sus gemidos me hicieron no hablar. De repente se apoderó de mí un extraño morbo inherente a la curiosidad sexual. Me relajé todo lo que pude, quietecita y escuchando. Desde abajo me llegaban los sonidos de la succión que hacían las pieles en contacto. La litera se movía suavemente marcando las embestidas de los dos. Tragué saliva y me asomé suavemente.
Joan estaba a gatas. Nicolás, hasta donde alcanzaba a ver, le tenía abiertas las nalgas y la penetraba por el agujero más estrecho de su cuerpo. Todo el miembro del muchacho se adentraba en mi amiga, cuya espalda arqueada estaba brillosa por el sudor. Su cabello negro y ondulado se agitaba rítmicamente.
—¡Sí! ¡Más hondo! ¡Más hondo!
Volví a acomodarme como estaba. Los quejidos de Joan resonaban entre mis orejas, y entonces sentí cosquillas en la parte baja de mi vientre. Sin poder contenerme, esas deliciosas sensaciones corporales comenzaron a humedecer mis labios. ¿Estaban jugosos de verdad? ¿Me estaba excitando escuchar cómo le rompían el ojete a mi amiga? Tuve que comprobarlo. Lentamente metí la mano por debajo de mis shortcitos. Sí… estaba mojada. ¡Mi vulva chorreaba! La palpé un segundo, extrañada ante las nuevas sensaciones. No me masturbaba seguido, sino rara vez y sólo en ocasiones muy especiales… pero ahora, al notar cómo mis dedos se resbalaban por la natural fluidez de mis jugos… no pude evitar introducir uno de mis deditos por mi abertura.
Mi interior estaba caliente y viscoso. Mi propio coño se estaba comiendo mis dedos, y Dios… me encantaba sentir esa presión en las paredes de mi vagina rosada. Sin poder conterme, me corrí al imaginar que a mí me la estaban metiendo por detrás, que me llenaban y que mi boca se atiborraba del almizcle de un hombre atractivo.
—¡Ah! ¡Córrete dentro de mí!
—Cómo tú digas, cariño mío.
Presioné mi clítoris. Oí el gemido de Nicolás mientras lanzaba chorros dentro del cuerpo de Joan. Ella jadeaba, complacida. Imaginé qué se sentiría tener semen corriendo por las entrañas. Esa deliciosa mezcla caliente. Me provoqué todavía más y me masturbé con fuerza, mordiéndome los labios para no llamar su atención. Saqué mis dedos y chupé mis propios juguitos salados. ¡Qué ricos!
— Es una lástima que esa monja de Daniela no se haya quedado. A mí no me molestaría compartirte con ella.
—Tú amiga es muy santa ¿verdad?
—Es muy mojigata… pero la quiero así.
—Pues dile que cuando quiera, tengo para las dos.
— ¡Jajaja! Sí, lo tendré en cuenta.
—Me tengo que ir, mi amor. Tengo que salir de inmediato a una cita.
—Claro, claro.
Me quedé tiesa mientras el ruso se vestía y se iba. Cuando cerró la puerta, mi amiga Joan suspiró y se relajó en la cama. Al poco rato, me asomé y la vi durmiendo desnuda sin taparse con las sábanas. Sus pechos voluminosos se movían lentamente al ritmo de su respiración. Sus piernas estaban levemente abiertas y tenía la mano cerca de su vagina depilada como la de una cría. Noté los labios apretaditos, deliciosos. Me imaginé qué sería tenerlos en la boca y chupar los jugos de Joan… pero no.
No iba a ceder a esos impulsos.
Por la noche, después de cenar, las dos estábamos ya listas para dormir. Se había puesto su babydoll, con tanga incluida. Decía que estaba más cómoda así. Yo sólo me quité el brasier y me quedé en cacheteros. Ella me sonrió con vanidad al verme con las tetas al aire.
—Nada de manosearme mientras duermo, Joan.
—Tranquila, mujer. Sólo espera un poco más y caerás a mis encantos.
—Sí, claro —dije con ironía pellizcando mis pezones inconscientemente, y dentro de poco ya estaba dormida como un dulce ángel, soñando con la tremenda cogida que le habían dado a Joan.
Al día siguiente me desperté con dolor de cuello. Había dormido en una mala postura. Bajé la litera y vi que Joan ya estaba despierta y salía de la ducha envuelta por una toalla.
—Amiga ¿vamos a salir hoy? Es sábado.
—No —le respondí—. Anoche mi papá me mandó un mensaje y quiere que le vea cuanto antes en su trabajo, así que iré para allá.
—¿Te llevo?
—Abordaré un taxi. Gracias.
—Ah… entonces puedo invitar a unos amigos.
—Pero nada de condones en el piso ¿vale? Y nada de coger en mi litera. La otra vez encontré mis sábanas manchadas.
— Sí, sí. Descuida, Daniela. Nadie se meterá con tus sábanas.
Me vestí con una minifalda de mezclilla y una blusa de manga corta. Me tuve que poner un bra, que si fuera por mí, iría sin él. Salí a la calle y pedí parada al primer taxi que pasó por allí. Papá trabajaba como jefe de un departamento de investigación biológico en una farmacéutica. Siempre estaba vestido con una bata blanca y anteojos. Era el tipo más inteligente que había visto en toda mi vida, y lo quería un montón.
Cuando entré al laboratorio, se me congelaron las piernas debido a la falda corta y al aire acondicionado, tan gélido que el Polo Norte se quedaría corto en comparación.
—Papi. Ya vine ¿qué querías?
—Ah, hola, bebé —se giró en su silla—. Daniela, te estás congelando aquí y traes esa mini enseñando pierna.
—¿Qué? Papá, trabajé mucho para verme así. Sufrí de muchas burlas en la secundaria porque me llamaban Piernas de Gallina.
—Bueno, no soy quien para decirte como vestir. Ya eres mayorcita. Y te cité porque tengo algo que decirte: no podrás pasar las vacaciones conmigo.
—¡¿Qué?! —Exclamé sorprendida —¿Por qué?
—Porque el idiota del juez familiar dice que debes de estar una temporada con tu mamá, así que para no meternos en más líos, acepté.
—¡Ay! Papá ¡Ya sabes qué pienso de ella! ¡Es una hippie!
—Sí, sí, pero ¿qué quieres se haga? Eres su hija también.
—Bu-bueno… al menos pudieron haberme avisado de esto. Yo no quiero ir con ella. ¿En dónde está, por cierto?
—De vacaciones en la costa. Dice que allí hay una enorme concentración espiritual.
—Playa… —eso me llamó la atención. Entre mis planes estaba ir a la playa. Podría ir con Joan, claro… pero mi amiga insistía que fuéramos a una nudista.
—Mmm… quiero remojarme un poco en el mar.
—Pues allí lo tienes. Lleva un bonito bikini si quieres y diviértete con ella. Pensándolo bien no es bueno para ti distanciarte de mamá, cariño.
—Sí… —suspiré. En eso tenía razón.
—¿Te va bien en la escuela? ¿Algún novio del que quieras contarme?
—Todo está en orden.
—¿No serás lesbiana?
—¡Padre!
¿Por qué todos pensaban que yo era lesbiana? Ciertamente no había tenido pareja desde la secundaria… pero eso no significaba que mí me gustaran las chicas.
—Cariño, soy biólogo. No hay nada de malo en tus necesidades físicas. Es más. Tengo una amiga cuya hija es lesbiana. Es muy bonita. Podría concertar una cita si quisieras…
—¡No! Claro que no.
—Bueno… está bien.
—Además es raro que un hombre como tú me hable de sexo.
—Yo tengo una amante.
—¡Padre!
—Son urgencias de la naturaleza.
—¡Ya! —Volví a exclamar.
—Bien, bien. Cierro la boca.
—Me iré. Te veo luego —le di un beso en la mejilla rasposa y me fui de allí cuanto antes.
Faltaba sólo una semana para acabar las clases, y entonces al fin pasaría de vacaciones con mi madre en una deliciosa playa… ¡ya podía imaginarme con un bonito bikini tomando el sol!
Serían unas vacaciones excitantes.
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Ese fue el primer capítulo. Hagamos algo. Cinco comentarios y subo la actualización (no se vale que sólo vengan a jalársela xD al menos dejenme su opinion
16 comentarios - Vacaciones nudistas con mi papá
quuero la segunda parte!