Si quieren conocer la historia contada por @maritox-69 puede ir a:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3279713/Perversiones.html
Nos deseamos de una manera loca casi desde aquel primer mensaje que te envié un poco felicitándote por lo que había leído, un poco provocándote a más. Los nervios y la ansiedad nos invaden en las horas previas a encontrarnos en aquel bar discreto donde propusiste vernos. Discreto, alejado de las miradas inoportunas, lejos de todo lo que frecuentamos. Una duda me invade, y creo que a vos también: ¿Podremos hacer realidad todo lo que nos decimos por mensaje? Todo eso que nos provocamos en las noches donde compartimos, en la distancia a través del teléfono, orgasmos y eyaculaciones, ¿podremos mantenerlo cara a cara?
A la hora pautada llegas puntual, sonrío el verte sorprendida por el hecho de que en persona provocas mucho, incluso más que con las fotos que me habías enviado. Esa sonrisa es de las que intentan disimular un cosquilleo en la zona baja. Un cosquilleo agradable que iría subiendo a medida que transcurría la conversación la diminuta mesa que elegí –adrede, para no tenernos tan lejos-.
Un saludo tímido sería el comienzo de aquella noche. Noto que por momentos tu mirada se desvía al escote que cuidadosamente elegí para ese encuentro, uno que sin ser vulgar es sumamente provocativo. Te vi mirándome, te das cuenta que te vi y te sonrojas. ¡Ay qué bien enmarcado queda ese sexy lunar en tus mejillas sonrojadas! Todo esto, junto al trago que estoy casi terminando, hace que me encienda. Siento quemarme por dentro, siento mi cuerpo deseando un lugar más íntimo, deseando sentirte más que solo las manos que chocan tímidamente por sobre la mesa. Mi cuerpo completo, deseándote.
- ¿Vamos a un lugar más tranquilo? –sale al fin de tus labios la propuesta deseada.
Ya en la intimidad de una habitación, y sin palabras mediante, nuestras bocas al fin sacian el deseo de encontrarse, de comerse, de saborearse. Se suman a la fiesta nuestras manos, que como si nos conociéramos de siempre recorren el cuerpo del otro, buscando y encontrarnos esos puntos de placer que conocemos del otro.
Me arrodillo ante vos, como quien rinde culto y se inclina a pedir algo. En mi caso el pedido es sencillo, unas horas de placer con vos, con mi compañero de juegos nocturnos, unas horas disfrutándonos mutuamente. Libero a esa pija latiente de lujuria, la acerco a mi cara, fijo mi mirada en la tuya con cara de gatita en celo que tanto te gusta, juego con la cercanía y mi aliento –caliente, deseoso- sobre tu miembro ya erecto. La perversión de mis actos te enloquece. Cuando estás a punto de rogar contacto real, en un solo segundo, la tengo completamente sumergida en la humedad de mi boca. La envuelvo con mi lengua, ejerciendo sobre el glande una leve presión contra el paladar. Temblas, te estremeces, gemís, tus piernas parecen no aguantar el peso de tu cuerpo.
La habitación se inunda de nuestros gemidos y el deseo se puede sentir en el aire. Dejamos de lado la cordialidad, y damos paso a un deseo más animal, más primitivo. Donde nuestros cuerpos se dejan llevar por el impulso de comernos, de tocarnos, de provocarnos. Clavándote las uñas en la espalda logro satisfacer el capricho de dejarte huellas mías en tu cuerpo, mordiéndote cada centímetro de piel logro satisfacer el deseo de probarte.
- Es mi turno –decís al mismo tiempo que me llevas a la cama.
Te concentras en principio en mis pechos. Prominentes, turgentes objetos de tus deseos, me pellizcas y mordisqueas los pezones, haciéndome retorcer de placer. El cuerpo ya no responde a mis órdenes, sino a tus estímulos. Me abro invitándote a zambullirte en la humedad que venís provocando desde la primera sonrisa ofrecida en el bar. Toda mi intimidad se ve invadida por tu lengua y por tus dedos, nuestras humedades se mezclan generando una lubricación que incita a desparramarla, y así lo haces. La llevas con los dedos hasta mi ano, haciendo que me estremezca nuevamente, retorciéndome de placer. Siento venir ese orgasmo, el primero que me provocas en presencia física, siento la electricidad previa recorrerme completa, siento los músculos de mi interior contraerse masajeando tus dedos, pidiendo ser penetrada más profundamente.
Cinco minutos son los que necesito para recuperarme, lo sabes y esperas pacientemente, pero con una mirada acechante, como esperando el más mínimo indicio de que estoy lista para el siguiente round. No voy con indicios o indirectas. En un solo movimiento me pongo en cuatro delante tuyo y guío con mis manos tu pija hasta la entrada de mi cola. En dos o tres embestidas suaves ya te tengo dentro mío. Nuevamente la habitación se llena de gemidos de ambos, y esta vez se suma el ruido del choque de nuestros cuerpos. Nuestros movimientos son cada vez más fuertes, más intensos. Una de tus manos me sostiene fuerte de la cintura, mientras la otra me agarra del cabello trenzado que llevo, haciéndome arquear la espalda, quedando muy cerca de tu boca. Rápidamente llego a mi segundo orgasmo, quedando rendida en la cama.
Esta vez no esperas. Aun sin reaccionar empezas a frotar la punta de la pija en mis labios humedecidos con mi acabada. Me enciendo nuevamente, al punto de rogar que me penetres nuevamente. Con una cara que delata la lujuria del momento, pero con el claro propósito de vengarte por lo que te hice sufrir al principio, no lo haces.
Cuando ya empieza a exasperarme tu jueguito, sin previo aviso me penetras profundamente. Grito, sin pudor de ser escuchada. Grito por la electricidad que provoca el fin de tu jueguito de venganza. Me avisas que vas a acabar. Nuevamente con una actitud de gatita, esta vez deseosa de su ración de leche, te tiro en la cama y me posiciono entre tus piernas. Con un par de movimientos masajeándote la pija, apuntándome la misma a la boca te miro esperando la descarga.
Y la gatita se sintió satisfecha. Una descarga láctea fue directo a mi garganta, no pudiendo evitar tragármela toda. Me relamo los labios, y te limpio la pija con la lengua. Caemos rendidos ambos, con la respiración aún agitada nos miramos con una sonrisa cómplice. Te acercas a mi cuello, mordes tiernamente el hombro, y me decís al oído lo mucho que te gustó y las ganas que tenes de que se repita el encuentro..
Al mismo tiempo que nos avisan que el turno está por terminar.
http://www.poringa.net/posts/relatos/3279713/Perversiones.html
Nos deseamos de una manera loca casi desde aquel primer mensaje que te envié un poco felicitándote por lo que había leído, un poco provocándote a más. Los nervios y la ansiedad nos invaden en las horas previas a encontrarnos en aquel bar discreto donde propusiste vernos. Discreto, alejado de las miradas inoportunas, lejos de todo lo que frecuentamos. Una duda me invade, y creo que a vos también: ¿Podremos hacer realidad todo lo que nos decimos por mensaje? Todo eso que nos provocamos en las noches donde compartimos, en la distancia a través del teléfono, orgasmos y eyaculaciones, ¿podremos mantenerlo cara a cara?
A la hora pautada llegas puntual, sonrío el verte sorprendida por el hecho de que en persona provocas mucho, incluso más que con las fotos que me habías enviado. Esa sonrisa es de las que intentan disimular un cosquilleo en la zona baja. Un cosquilleo agradable que iría subiendo a medida que transcurría la conversación la diminuta mesa que elegí –adrede, para no tenernos tan lejos-.
Un saludo tímido sería el comienzo de aquella noche. Noto que por momentos tu mirada se desvía al escote que cuidadosamente elegí para ese encuentro, uno que sin ser vulgar es sumamente provocativo. Te vi mirándome, te das cuenta que te vi y te sonrojas. ¡Ay qué bien enmarcado queda ese sexy lunar en tus mejillas sonrojadas! Todo esto, junto al trago que estoy casi terminando, hace que me encienda. Siento quemarme por dentro, siento mi cuerpo deseando un lugar más íntimo, deseando sentirte más que solo las manos que chocan tímidamente por sobre la mesa. Mi cuerpo completo, deseándote.
- ¿Vamos a un lugar más tranquilo? –sale al fin de tus labios la propuesta deseada.
Ya en la intimidad de una habitación, y sin palabras mediante, nuestras bocas al fin sacian el deseo de encontrarse, de comerse, de saborearse. Se suman a la fiesta nuestras manos, que como si nos conociéramos de siempre recorren el cuerpo del otro, buscando y encontrarnos esos puntos de placer que conocemos del otro.
Me arrodillo ante vos, como quien rinde culto y se inclina a pedir algo. En mi caso el pedido es sencillo, unas horas de placer con vos, con mi compañero de juegos nocturnos, unas horas disfrutándonos mutuamente. Libero a esa pija latiente de lujuria, la acerco a mi cara, fijo mi mirada en la tuya con cara de gatita en celo que tanto te gusta, juego con la cercanía y mi aliento –caliente, deseoso- sobre tu miembro ya erecto. La perversión de mis actos te enloquece. Cuando estás a punto de rogar contacto real, en un solo segundo, la tengo completamente sumergida en la humedad de mi boca. La envuelvo con mi lengua, ejerciendo sobre el glande una leve presión contra el paladar. Temblas, te estremeces, gemís, tus piernas parecen no aguantar el peso de tu cuerpo.
La habitación se inunda de nuestros gemidos y el deseo se puede sentir en el aire. Dejamos de lado la cordialidad, y damos paso a un deseo más animal, más primitivo. Donde nuestros cuerpos se dejan llevar por el impulso de comernos, de tocarnos, de provocarnos. Clavándote las uñas en la espalda logro satisfacer el capricho de dejarte huellas mías en tu cuerpo, mordiéndote cada centímetro de piel logro satisfacer el deseo de probarte.
- Es mi turno –decís al mismo tiempo que me llevas a la cama.
Te concentras en principio en mis pechos. Prominentes, turgentes objetos de tus deseos, me pellizcas y mordisqueas los pezones, haciéndome retorcer de placer. El cuerpo ya no responde a mis órdenes, sino a tus estímulos. Me abro invitándote a zambullirte en la humedad que venís provocando desde la primera sonrisa ofrecida en el bar. Toda mi intimidad se ve invadida por tu lengua y por tus dedos, nuestras humedades se mezclan generando una lubricación que incita a desparramarla, y así lo haces. La llevas con los dedos hasta mi ano, haciendo que me estremezca nuevamente, retorciéndome de placer. Siento venir ese orgasmo, el primero que me provocas en presencia física, siento la electricidad previa recorrerme completa, siento los músculos de mi interior contraerse masajeando tus dedos, pidiendo ser penetrada más profundamente.
Cinco minutos son los que necesito para recuperarme, lo sabes y esperas pacientemente, pero con una mirada acechante, como esperando el más mínimo indicio de que estoy lista para el siguiente round. No voy con indicios o indirectas. En un solo movimiento me pongo en cuatro delante tuyo y guío con mis manos tu pija hasta la entrada de mi cola. En dos o tres embestidas suaves ya te tengo dentro mío. Nuevamente la habitación se llena de gemidos de ambos, y esta vez se suma el ruido del choque de nuestros cuerpos. Nuestros movimientos son cada vez más fuertes, más intensos. Una de tus manos me sostiene fuerte de la cintura, mientras la otra me agarra del cabello trenzado que llevo, haciéndome arquear la espalda, quedando muy cerca de tu boca. Rápidamente llego a mi segundo orgasmo, quedando rendida en la cama.
Esta vez no esperas. Aun sin reaccionar empezas a frotar la punta de la pija en mis labios humedecidos con mi acabada. Me enciendo nuevamente, al punto de rogar que me penetres nuevamente. Con una cara que delata la lujuria del momento, pero con el claro propósito de vengarte por lo que te hice sufrir al principio, no lo haces.
Cuando ya empieza a exasperarme tu jueguito, sin previo aviso me penetras profundamente. Grito, sin pudor de ser escuchada. Grito por la electricidad que provoca el fin de tu jueguito de venganza. Me avisas que vas a acabar. Nuevamente con una actitud de gatita, esta vez deseosa de su ración de leche, te tiro en la cama y me posiciono entre tus piernas. Con un par de movimientos masajeándote la pija, apuntándome la misma a la boca te miro esperando la descarga.
Y la gatita se sintió satisfecha. Una descarga láctea fue directo a mi garganta, no pudiendo evitar tragármela toda. Me relamo los labios, y te limpio la pija con la lengua. Caemos rendidos ambos, con la respiración aún agitada nos miramos con una sonrisa cómplice. Te acercas a mi cuello, mordes tiernamente el hombro, y me decís al oído lo mucho que te gustó y las ganas que tenes de que se repita el encuentro..
Al mismo tiempo que nos avisan que el turno está por terminar.
4 comentarios - Perversiones - El otro lado de la historia
Gracias por los pts genio 😘