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Todo un hombre...

Empezó con una de esas charlas intrascendentes que a diario tenemos en la oficina.
Marisa, una productora amiga, sale a fumar un cigarrillo. Yo no fumo, pero igual la acompaño, aunque sea para estirar las piernas. En algún momento de la charla, entre varios temas superfluos que tocábamos, le comento que tenía problemas con la instalación eléctrica de mi casa.
-¿Pero no te mudaste hace poco?- se sorprende.
-Sí, pero recién ahora nos estamos dando cuenta que algunos enchufes no funcionan- le cuento con un gesto de resignación.
-Que mal che, vas a tener que hacer revisar toda la instalación-
-No nos queda otra, mi marido está viendo de conseguir un electricista que no nos saque un ojo de la cara, con lo del departamento vamos a estar justos de plata por un tiempo-
-¿No querés que te mandé a mi hijo?- me pregunta entonces.
-¿A tu hijo?- me sorprendo.
-Sí, a Marianito, no es electricista pero está en el Huergo y se da maña con todo lo que tenga que ver con electricidad, en casa él arregla todo, y como son amigos no te va a cobrar caro-
-Bueno, dale- le digo, total con probar no perdía nada.
Quedamos en que pasaría el sábado por la mañana, que era cuándo yo podía estar en casa.
El día en cuestión, con puntualidad inglesa, tocan el portero eléctrico.
-Soy Mariano, el hijo de Marisa- me responde una voz de nene cuando pregunto quién es.
Le abro la puerta de calle y lo espero en el pasillo.
Ya sabía que era un estudiante secundario, su mamá me había mencionado el Ingeniero Huergo, pero creí que se trataría de alguien más maduro, no sé..., con más porte de grande. Pero quién estaba frente a mí era un jovencito con apenas una sombra de vello sobre los labios. Eso sí, me sacaba más de una cabeza de altura.
Lo saludo con un apretón de manos, y lo hago pasar. Viene con una caja de herramientas, lo cuál de algún modo me da cierta seguridad respecto a sus conocimientos. De inmediato se pone a revisar la instalación con algunos aparatos. Lo miro trabajar con tanto empeño, tan concentrado en su trabajo, que me pregunto si no será virgen.
Sí, ya sé, no solo es el hijo de una amiga, sino también un chiquillo, no debería estar pensando en tales cosas. Pero es que, a pesar de su aspecto de niño grande, me parecía que ya estaba en edad de merecer.
Voy a la cocina y le preparo un café. Por un momento estuve tentada de darle una chocolatada con galletitas oreo, como al Ro, pero creí que lo mejor sería tratarlo como a un adulto, dado que estaba trabajando como tal.
Para mí sorpresa, tras una exhaustiva revisión, me ofreció un pormenorizado detalle de los problemas en la instalación eléctrica y de lo que debía hacer para solucionarlos. Incluso me hizo también un presupuesto con materiales, mano de obra y el tiempo de trabajo. Apenas dos días.
-¿En que año estás?- le pregunto haciendo como que analizo el presupuesto, aunque en realidad lo que estoy analizando es otra cosa.
-Este año termino, voy a seguir ingeniería electrónica, es lo que me apasiona-
Sacando una rápida cuenta, concluyo que si está terminando el colegio industrial, ya tiene la edad suficiente como para no convertirme en una corruptora de menores.
Así que le digo que sí, que está contratado. Igualmente en ese momento no podía hacer nada, ya que el Ro andaba dando vueltas y mi marido llegaba al mediodía, así que arreglando los horarios de ambos, quedamos en que empezaría el martes.
Ese día me tomé la mañana libre y él seguramente no fue al colegio, así que lo esperé con un vestuario muy diferente al del sábado. Un shortcito de jean y una camisa, sin nada debajo. Hacía frío, pero en el departamento la calefacción estaba al máximo, eso sin mencionar mi propia calentura que había ido en aumento desde nuestro primer encuentro.
Esta vez lo saludo con un beso en la mejilla que dura unos cuántos segundos más de lo que correspondería, haciendo al final el consabido ruidito de "CHUIK".
Obvio que no puede sacarme los ojos de encima, aunque trata de disimular el impacto que le provoca la forma en que estoy vestida.
-Disculpame pero mientras vos trabajás yo voy a ir haciendo un poco de limpieza- le digo como para justificar de algún modo mi indumentaria.
Él se pone con lo suyo y yo con lo mío, que no es otra que incitarlo, mostrándome de toda forma posible.
Luego de casi una hora, me acerco y le pregunto si quiere un café.
-Sí, por favor- me responde con la mirada baja.
Al pasar delante de un espejo me doy cuenta de la razón, y es que tengo los pezones en punta y se me marcan a través de la camisa.
Llevo a la sala, que es dónde está trabajando, una bandeja con el café y un plato con galletitas.
-¡Hora del recreo!- le digo y no sé porque, pero al decirlo me imagino a mí misma como una maestra dirigiéndose a su alumnado.
Va al baño a lavarse las manos y al volver se sienta en el sofá, en dónde yo ya lo estoy esperando.
-¿Y como te va en el colegio?- le pregunto como para iniciar conversación.
Me cuenta de sus trabajos, de sus notas, de sus aspiraciones de convertirse en un gran ingeniero.
-¿Y las chicas? Porque me imagino que entre tanto estudio te harás de tiempo para alguna noviecita-
Baja la mirada y como que se sonroja un poco. No, no tiene novia. Virginidad garantizada.
Como bien saben mi debilidad siempre han sido los hombres mayores. Primero fue mi tío, luego Ernesto, tipos que me duplicaban y hasta triplicaban la edad. ¿Será posible que a medida que yo misma me vaya haciendo mayor ésta atracción sea a la inversa y empiecen a gustarme los más jóvenes? Digo, a los 50, 60 años que tan grandes pueden gustarme los hombres, porque como ya he dicho, pienso seguir garchando hasta que me muera.
Mariano es de lo más joven que haya estado jamás con alguien, y no se trataba solo de que me gustara. Sentía que era mi deber, mi responsabilidad convertirlo en un hombre, que de algún modo el destino lo había puesto en mi camino para que fuera yo la encargada de desvirgarlo. ¿Y quién soy yo para contradecir al destino?
Luego del café, mientras él vuelve al trabajo y yo, supuestamente, a seguir limpiando, se me ocurre una forma de atraerlo. No demasiado sutil, pero que podía resultar efectiva.
Voy a la cocina, pongo la escalerita que uso para alcanzar los estantes superiores de las alacenas, y haciendo malabares me subo cargando una montaña de tapers. Es obvio que se me dificulta hacer pie con tanta cosa encima, por lo que me veo obligada a pedir ayuda.
-¡Mariano!, ¿me podés ayudar?, estoy en la cocina- lo llamo.
Raudo y solícito se aparece enseguida dispuesto a socorrerme.
-Me subí con todo esto y ahora no puedo ni moverme- le digo desde arriba de la escalera conteniendo entre mis brazos una carga que amenaza con caerse en cualquier momento.
Por suerte la agarra a tiempo y dejándola sobre la mesada, me ayuda ahora a bajar a mí. Me tiene sujeta de una mano, pero justo cuando estoy por pisar el último peldaño, hago la que me tropiezo y me caigo muy oportunamente entre sus brazos.
-Me agarraste justo que sino me mataba- le digo, exagerando un poco la situación.
Él no dice nada, aunque se lo nota un poco exaltado. Y es que al "caerme" se me habían desabrochado un par de botones de la camisa, por lo que mis pechos estaban casi al descubierto. En realidad me los había desabrochado antes de subirme a la escalera, como para incitarlo todavía más.
Sin despegarme todavía de su lado, le acaricio los brazos, sintiendo esa musculatura adolescente que todavía está en la plenitud de su desarrollo.
-¡Mmmhhh..., sos muy fuerte, suerte la mía que hayas estado en casa!-
-No fue nada...- repone quitándose mérito.
-Para mí lo fue- le insisto -Y por eso te merecés un premio especial-
Y le doy un beso en la mejilla, pero no separo los labios de su rostro, sino que le doy otro beso más, y otro, ambos mucho más cerca de los labios.
-¿Sigo...?- le pregunto apenas en un susurro, habiéndole dejado muy en claro hacia dónde se dirigen mis labios.
Por supuesto que asiente, por lo que ahora lo beso en la boca, poniéndome en puntas de pie para alcanzarlo.
Cuando abre sus labios ante los dulces requerimientos de los míos, me meto en su boca para jugar con su paladar, recorrer sus dientes, chupar su lengua, sintiendo su aliento excitado mezclarse con el mío.
Debido al refriegue una teta se me sale fuera de la camisa, lo que atrae indefectiblemente su mirada.
Entonces le sonrío cómplice, y agarrándolo del la mano me lo llevo al dormitorio.
Mientras caminamos por el pasillo alcanzo a notar su erección, una tremenda comba que le abulta en forma considerable la bragueta del pantalón.
Tal situación evoca en mí cierta nostalgia, ya que hace años, cuándo también era una adolescente, era yo la que avanzaba por detrás, pura y virginal, y mi tío Carlos, también con una carpa en la bragueta, el que me llevaba a su cuarto, dispuesto a convertirme en mujer, como ahora yo me disponía a convertir en hombre a Mariano.
Entramos al dormitorio en silencio, yo por delante, guiándolo como la tutora al alumno, sin apresurarme, dejando que se adecúe al momento, que fuera haciéndose a la idea de que luego de salir de allí ya no sería el mismo.
Cierro la puerta con llave, ya que una nunca sabe, y tras llenarle la cara de besitos tiernos e incitantes, hago que se siente en el borde de la cama. Parada enfrente suyo, me termino de desabotonar la camisa y me la saco, quedando con las tetas al aire.
La cara de sorpresa, de felicidad, de conmoción que pone resulta impagable. Algo así como la cara que debo haber puesto yo la primera vez que le vi la poronga a mi tío.
Aun así todavía no se atreve a tocarme, quizás por respeto, por timidez, o por sentirse intimidado, la cuestión es que yo tengo que restregarle las tetas por la cara, como para motivarlo.
-¡Chupame, mordeme, haceme lo que se te venga en gana!- le digo como para incitar sus bajos instintos.
Primero me da unos besitos, luego unas mordiditas, para terminar prendido de uno de mis pezones, chupando como si fuera un bebé grande lactando de su mamá.
Lo agarro de la cabeza y lo pego aún más contra mi pecho, a la vez, que me refriego contra su entrepierna. Lo que siento ahí abajo me confirma que voy por el camino correcto. Aún así no quiero apresurarme, después de todo se trata de su debut sexual, y como instigadora me siento en la obligación de hacerle vivir un momento inolvidable.
Lo beso suavemente, apenas apoyando mis labios sobre los suyos, dejando que él tome la iniciativa. Cuándo lo hace, metiendo su lengua dentro de mi boca, le acaricio la bragueta, palpando entusiasmada esa dureza adolescente que parece querer reventarle las costuras del pantalón.
Le muerdo despacito el labio inferior y mirándolo a los ojos, le digo sensual y cautivadora:
-¿Me vas a coger?-
No se trata de una pregunta, solo es una forma de hacerle sentir que la decisión es suya.
Le desabrocho el pantalón, sin apuro, tomándome mi tiempo, sonriéndole en todo momento. Empiezo por el cinturón, luego por el botón, le bajo el cierre, y metiendo la mano dentro del slip, capturo con un apretón a tan codiciada presa.
Lo primero que siento es el calor que emana, luego la maraña de pendejos que la envuelven.
Será todavía un colegial, un estudiante secundario, pero en cuanto a virilidad Mariano no tiene nada que envidiarle a ningún hombre. Gruesa, rebosante de venas y con la potencia de su juventud al tope, la verga se alza magnífica y sublime, en forma de banana, con una comba que acrecienta su poderío.
Se la masajeo toda a lo largo, comprobando su calibre, sintiendo como vibra y se estremece al sentir la tersura de mis dedos.
Se la chupo solo un poquito, y es que está tan al palo, tan excitado, que no quiero que su primer orgasmo sea en mi boca.
Dejándosela en su máximo esplendor, me saco el shortcito y la bombacha, indicándole a él que haga lo mismo.
Mientras se desviste no puede ocultar su entusiasmo y, por supuesto, cierto nerviosismo. Después de todo no está con una chica de su edad, sino con una mujer casi veinte años mayor. Por una vez se daba vuelta la tortilla. Esta vez la vieja soy yo.
Sin perder tiempo, y considerando lo precoces que suelen ser los primerizos, me tiendo de espalda sobre la cama, mi cama, esa misma que comparto todas las noches con mi marido y que tiene un colchón de plumas que me regaló muy especialmente cuándo nos mudamos.
-Vení, ponete arriba- le digo señalándole el espacio entre mis piernas.
Mientras se acomoda no puede quitar la vista de mi conchita, hinchada, pulsante, humedecida. Me sale fuego de adentro, así que cuando ya está encima, le agarro la pija, me la acomodo entre los labios y empujando hacia arriba, me la ensarto hasta los pelos.
-¡Movete, dale, tenés que meter y sacar!- lo instruyo, agarrándolo de las caderas y mostrándole como tiene que hacerlo.
Los primeros movimientos son algo desprolijos e incómodos, lo esperable en un debutante, pero tras un par de metidas y sacadas, y gracias al acompañamiento que realizo yo desde abajo, empieza a cogerme a un buen ritmo, lástima que no dura lo suficiente, ya que enseguida lo tengo acabándome adentro.
-No pasa nada, acabá tranquilo..., me gusta sentirte- le digo para tranquilizarlo cuando me mira preocupado por estar llenándome el bombo.
Soltando un suspiro de alivio esconde la cara en mi cuello, dejando que su esencia fluya libremente a través de mi intimidad.
-Estuviste muy bien, ¿sabés?- le digo mientras le acaricio casi maternalmente la espalda.
-¿En serio?- pregunta levantando la cabeza, mirándome con la misma cara de alegría que debe poner cuando aprueba un examen.
-Sí, pero no te creas que esto es todo-
Cuando me levanto su leche aún me chorrea por la entrepierna. Me limpio con la sábana, total igual tengo que ponerla a lavar.
Sin dejar que la euforia del momento se disipe, me acuesto a su lado y volvemos a besarnos, frotándonos mutuamente, dejando que nuestras manos resbalen sobre la piel del otro.
Sin dejar de chuponearlo le agarro la pija, que vuelve a estar dura, y lo pajeo.
-¡Mmmhhh..., no tardaste nada en estar listo de nuevo!- le digo a modo de elogio.
Se le ilumina el rostro al escucharme. Le muerdo despacito el labio inferior y entonces bajo y se la chupo, ahora con mayor fruición y por mucho más tiempo, disfrutando de una dureza que resulta aún más imponente que la primera vez.
Cuando ya está en su punto de máxima erección, me subo encima suyo, me la acomodo entre los labios y empiezo con la jineteada. Los ojos de Mariano se abren como platos al ver como mis tetas se sacuden al ritmo de mis movimientos.
-¡Tocámelas...!- le digo anticipándome a sus deseos.
Y por supuesto que me las toca, apretando, pellizcando, como queriendo averiguar de qué están hechas.
Me muevo arriba y abajo, hacia los costados, sintiendo de nuevo como se le pone gorda de tanta calentura.
Unos cuántos movimientos más y me vuelve a acabar adentro.
-¡Si bebé, dame la lechita..., toda..., sí, que rico..., ahhhhhh...!- me estremezco encima suyo, disfrutando una vez más de un derrame que me llena todos los conductos.
Me derrumbo sobre su cuerpo, suspirando complacida, dejando que la efusividad del orgasmo se filtre por cada rinconcito de mi sexo.
Lo beso en la boca y me levanto. Camino hacia el baño, mostrándome en plenitud, recién cogida, con las feromonas en su punto más álgido.
Me detengo en la puerta y aún de espalda, me volteo y le digo:
-¿No venís?-
Se levanta de un salto y entra al baño conmigo. Nos duchamos juntos, entre besos y caricias, enjabonándonos el uno al otro, especialmente en esas partes que la naturaleza hizo tan sensibles y receptivas.
Luego de la ducha y de vestirnos, lo acompaño hasta la puerta casi a las apuradas, ya que me tengo que ir a trabajar. Se va más contento que perro con dos colas, con esa felicidad pintada en la cara de quién la ha puesto por primera vez.
Pero esto no termina ahí, ya que vuelve al otro día para seguir con el trabajo, tal como habíamos arreglado.
Había pasado tan solo un día pero lo noto más adulto, como más maduro. Increíble lo que puede lograr un polvo. Ayer era casi un niño, y hoy ya es todo un hombre. Y actuando como tal, es ahora él quien toma la iniciativa.
Apenas le abro la puerta, me agarra entre sus brazos y me come la boca, sobándome lascivamente el culo mientras me lleva al dormitorio. ¡Sí! Ahora él me lleva a mí.
Está pasado de rosca, con una erección que le tensa la bragueta casi hasta el límite. Me divierte esa diferencia con el Mariano del día anterior. Antes no hubiera sido capaz de abordarme así, y ahora se lo nota tan decidido, tan seguro de sí mismo, que ni aunque queriendo podría haberle dicho que no.
Ya en el dormitorio, luego de besarnos hasta casi rasgarnos los labios, me siento en el borde del la cama y con él parado frente a mí, viril y autoritario, le desabrocho el pantalón y le chupo la pija. Ésta vez sí le doy una buena chupada, rebozándola de saliva y besos, comiéndomela toda a lo largo, haciéndole esos mimos que a una poronga como la suya jamás le faltarán.
Luego le enseño a complacer a una mujer con la lengua, sin los dedos ni objetos extraños, solo con la boca, lo cual aprende en forma rápida y eficiente.
Entonces me agarra de un brazo, casi haciéndome doler, y me pone en cuatro, dándome un par de fuertes nalgadas.
"¡Guau..., parece que alguien estuvo viendo porno!"
Seguro que se pasó toda la noche mirando vídeos para aprenderse las distintas posiciones y practicarlas conmigo. Eso me enternece, así que cuando me la pone entre los gajos, soy yo la que empuja hacia atrás y se ensarta en esa verga que está prendida fuego.
Entre exaltados jadeos me sujeta de las caderas y empieza a moverse, dentro y fuera, metiéndomela en una forma ascendente, de modo que la comba de su pija se refriega contra mi clítoris de una forma aún más intensa y efectiva, por lo que no tardo nada en tener un orgasmo de esos que te dejan en coma por varios segundos.
Mientras me quedo tendida sobre la cama, boca abajo, Mariano me sigue garchando, duro y profundo, firme, enérgico, apasionado, hasta que ya no puede contenerse más y derrumbándose sobre mi cuerpo me acaba adentro... Again!
Su esencia juvenil, cuantiosa, sobrecargada, se derrama en el cáliz de mi concha como un torrente desbocado, incontenible, que arrasa todo a su paso, haciéndome sentir llena, rebalsada, como si la leche que Mariano me regalaba de a chorros pasara a formar parte ya de mi torrente sanguíneo.
Con los ojos llorosos, las mejillas encendidas, el pelo alborotado, todavía sepultada bajo el peso de su cuerpo, alcanzo a decir con un hilo de voz, entre plácidos suspiros:
-¡Me parece que con esto ya te graduaste...!-
Diploma de honor, mención honorífica, medalla al mérito, hasta el premio Nobel se merecia el hijo de mi amiga después de haberme garchado de tal manera.
Nos quedamos un rato ahi tirados, riendo, suspirando, empapados en sudor, sintiendo esa gratificación que solo un polvo de proporciones épicas te puede proporcionar.
Luego vino el momento de hablar. Le expliqué lo evidente, que soy una mujer casada, amiga de su madre, y que por tales circunstancias lo que había pasado entre nosotros en esos dos días debía ser nuestro secreto, que no debía saberlo nadie, ni sus mejores amigos. También le dije que aunque la había pasado bien y me sentía feliz y agradecida de haber sido su primera mujer, aquello no podía volver a repetirse. La diferencia de edad, mis compromisos, su madre, le di mil excusas, pero la verdad era que siendo tan jovencito no quería que se enpijotara con una veterana. Aunque esa veterana fuera yo.
Por suerte me entendió. Así que luego de ducharnos, esta vez sin besos ni caricias, terminó con la instalación eléctrica sin cobrarme ni un centavo.
-Algo te tengo que dar- traté de insistirle.
-Lo que me diste es más que suficiente-
-No lo hice para que me hicieras el trabajo gratis-
-Ya lo sé, y por eso mismo no te estoy cobrando-
Lo despedí con un beso en la mejilla, casi maternal. En mi casa había entrado siendo un jovencito, y ahora se iba hecho todo un hombre... No podía sentirme más orgullosa.








17 comentarios - Todo un hombre...

Pervberto +1
"Sacando una rápida cuenta"

Todo el cuento es brillante, como siempre, pero esto me arrancó una carcajada.
CabaNorte +1
Excelente redacción. Te felicito
gust7387
muy buen relato como siempre @maritainfiel
Leroi
siempre me deja al palo!!!!!!
celta05
El te solucionó un problema, vos le señalaste el camino. Una transacción justa.El pibe podrá tener mil novias. De vos no se va a olvidar jamás.
fulgencio57
Exelente relato, como siempre. Abrazo.
porongarabiosa
Ufff yo quiero... Yo soy técnico en pc si querés te puedo llenar el disco duro
furtivo2017
Como siempre la mejor , pero hay un error.
Alanmee
Muy rico todo, quien pidiera estar con una madura casada así!
caagon
suertudo el pibe....
Muser
Siempre Marita, que placer leerte
rubio_1732
excelente, te dejo mas 10. y conta como fue tu primera vez con tu tio, y edad? ( mandamela por mp)
juanpuedes
bien, pero como muy novela..., no?! van mi puntos
salman01
excelente!!! como nos tenes acostumbrados!!!
After16
Marital,hace mas d un mes q no publicas nada.decime q no t fuiste