Nunca Faltes el Respeto a la Recepcionista - 06

De modo que allí estaba, poniéndome colorado y boca abajo con mi culo al aire. Todavía desnudo, horriblemente avergonzado, profundamente penetrado, y rezando para no tener una involuntaria eyaculación: sí, era otra "primera vez alcanzado un orgasmo en público".
Me estaba clavando un par de puñales sólo al imaginarme cómo me iba a sentir cuando empezara a acabar sobre la camilla, sin mencionar cuánto más podría empeorar mi revisación médica. Notar esto disparó una segunda plegaria: "Por favor, que ella me saque el dedo del culo y me deje bajar de esta camilla antes de que yo la termine cubriendo de esperma!"
(Por supuesto que yo había escuchado muchas veces que la glándula prostática es el punto G masculino, pero nunca había pensado mucho en ella hasta que el dedo examinador de la Dra. Cristina lo convirtió en la idea más importante en mi mente).
Aparentemente, mi segundo intento llegó a los más altos oídos porque mi plegaria obtuvo respuesta cuando, con una penetración final y unos pocos giros, ella finalmente retiró su dedo fuera de mi trasero.
Si yo hubiera estado pensando con mayor claridad quizá le hubiera preguntado si había encontrado mi sentimiento de dignidad en alguna parte. Imagino que probablemente estuviera tirado desnudo y llorando algún rincón, preguntándose por qué mamá no nos había advertido sobre las hermosas rubias con dedos índices gigantescos.
En retrospectiva (y para ser justos con sus habilidades clínicas), estoy casi seguro de esto, la mayor parte de mi incomodidad durante mi examen rectal fue provocada por mi propia falta de relajación tal como ella me lo indicó; obviamente ella sabía de lo que estaba hablando.
También en retrospectiva, tal como la mayoría de los hombres no eyacularían sólo por la estimulación prostática, yo probablemente tampoco lo hubiera hecho, pero realmente se sentía como si estuviera a punto de suceder.
Y quién sabe?, quizá yo pude haber sido uno de los pocos "afortunados" que pueden lograr una explosiva eyaculación, aunque me alegra no haber tenido que descubrirlo.
Yo justo comenzaba a relajarme un poco y a pensar en incorporarme cuando escuché a la Dra. Cristina decirle a la Enfermera Karen que llame a otra Enfermera para asistirla con el resto de los procedimientos. "Por favor!", pensé, "todavía hay más?"
Y resultó ser que sí, que realmente había mucho más, y todo comenzó con la Dra. Cristina quitándose los guantes.
- Te vas a quedar en ésa posición un rato más, creo que palpé algo que no está bien ahí adentro, y aunque a lo mejor no es nada no puedo firmar un certificado médico a consciencia sin asegurarme que todo esté bien.
A esta altura, pensaba que bien hubiera entregado mi auto a cambio de volver el tiempo atrás para sacar un nuevo turno con un médico mucho menos consciente, preferentemente un viejo médico familiar que fuera un poco más viejo que Matusalem. Sin embargo, ésto no iba a suceder.
En cambio, yo todavía tenía esa clase de absolutamente completa (y aparentemente indestructible) erección que la naturaleza normalmente reserva para las experiencias a los 18 años. La Enfermera Karen finalmente sonrió, se quitó los guantes y antes de salir me dijo que me vería afuera.
Un poco más de tiempo pasó, conmigo escuchando fragmentos de conversaciones entre la Dra. Cristina y la Enfermera que recién había entrado al Consultorio (que también le echó una buena mirada a mi avergonzada desnudez) y lo que escuché fue básicamente a la Dra. Cristina diciéndole que no, que un anoscopio no iba a penetrar lo suficientemente profundo para la revisación, que en su lugar ella quería un proctoscopio.
La Enfermera le susurró algo a la Dra. Cristina, que después me brindó lo que más tarde descubrí que era un dejo de compasión.
- Te voy a examinar internamente con un instrumento especial que se llama proctoscopio. El único que tenemos disponible ahora es un modelo un poco antiguo que es un poco más largo y considerablemente más grande que los modelos nuevos, pero es el único que está esterilizado y que me va a permitir ver profundamente en tu culito para asegurarme que no tenés ningún problemita escondido ahí adentro.
Empezaron los preparativos. La Dra. Cristina y la Enfermera se colocaron barbijos y se lavaron las manos, luego se colocaron los guantes de látex y se acercaron a mi con sus manos por sobre la cintura. La enfermera acercó una bandeja con varios instrumentos entre los que se destacaba el proctoscopio sumergido en un líquido rosáceo.
- Todo listo? - consultó la Dra. Cristina
- Listas para proceder Doctora - respondió eficiente la Enfermera.
- Perfecto! Procedamos a penetrar al paciente.
Yo inocentemente pensé que no podía ser mucho peor que el dedo de la Doctora... qué equivocado estaba.
Pronto descubrí qué equivocado estaba al comparar el dedo de la Dra. Cristina con el proctoscopio cuando, después de indicarme nuevamente que me relajara, sentí un frío para de manos enguantadas en mi trasero que no eran las de la Dra, Cristina (la Enfermera la estaba asistiendo manteniendo mis glúteos tan separados como era posible).
Yo no sabía lo que era sentirse incómodo hasta ése momento: supongo que la mejor manera de describir el procedimiento es decirles que me sentí como siempre imaginé que sería dar a luz, sólo que al revés.
Ésa monstruosidad lenta pero firmemente empezó a invadir mi trasero (que ahora agradezco mucho que se encontrara lubricado) deslizándose a través del anillo exterior de músculos y estirando mi ano al borde de la incomodidad y cerca del límite del dolor real. Y sí, yo grité, gemí y me retorcí como loco con mis genitales balanceándose y sacudiéndose como nunca antes sin que en ése momento me importara demasiado, y por loco que parezca me pene no se desinflaba ni siquiera un poco!
Las únicas explicaciones que encontraba para mi continua erección eran o que yo de alguna manera estuviera disfrutando de la situación en algún nivel o (y para ser honesto esta segunda posibilidad es la que yo preferiría que fuera verdad) ella había mezclado algo con el laxante para asegurarse de que en caso de tener una erección yo permaneciera en ése estado durante toda la revisación.
De cualquier manera, ella continuaba empujando al gigante profundamente dentro de mi trasero, mientras yo apretaba los dientes y cerraba mis puños sólo tratando de superar la última penetración del día.
- Shhhhh... quietito bebé... - dijo la Dra. Cristina después de lo que pareció un milenio - Ya lo tengo lo sufientemente profundo.
Y dejó de empujar.
- Voy a retirar el obturador a ver con qué nos encontramos acá adentro...
Normalmente, la explicación de lo que ella iba haciendo me hubiera calmado un poco, pero como yo sentía como se recién me hubieran empalado, no sirvió de mucho.
Yo no estaba seguro de cuan profundo dentro mío realmente se encontraba el proctoscopio, pero dado mi nivel de incomodidad yo me esperaba que en cualquier momento me saliera por el ombligo y, hablando de comparaciones con el embarazo, a esta altura yo ya jadeaba intentando sobrellevar la situación hasta que ella estuviera complacida con que mi "amapola rectal" estuviera reventada lo suficiente.
Asumo que el proctoscopio tendría una luz porque ella miró dentro mío por lo que pareció una pequeña eternidad antes de finalmente, y piadosamente terminar.
- Después de todo parece que está todo bien - y dicho esto la Doctora empezó a retirar semejante abominación de mi trasero.
"Al fin!", pensé, y me incorporé sólo para mirar hacia abajo a mi expectante pene y encontrar que estaba chorreando (la camilla ya parecía una pequeña laguna dadas las sensaciones que había padecido) pero finalmente había obtenido un descanso, durante el cual mi glande (y el tronco de mi pene en menor medida) estaba muy brillante aunque yo todavía no había derramado lo suficiente considerando que por lo sucedido hubiera podido ser mucho peor.
También notaba, aunque fuera periféricamente, que estaba chorreando bastante lubricante de mi trasero. No era demasiado, pero yo todavía intentaba apretar mis nalgas para prevenir más escapes. Yo estaba bastante seguro de haberlo logrado, aunque mi cuidadosamente estirado "orificio de escape" se sentía del tamaño de el túnel del subte.
A ésa altura de apretar mis nalgas de ésa manera todavía no me había apercibido que éso provocaba que mi erección pareciera más prominente pero, qué podía hacer?
Sin embargo, para hacer una ya horriblemente vergonzosa situación todavía peor, me dí cuenta que no existía una forma realista de salir de este Consultorio sin que ella viera precisamente cuánto mi pene estaba "disfrutando" de la situación.
Pese a ello, estaba completamente decidido a intentar preservar la poca dignidad que me quedaba: lo que resultó ser una misión imposible...

0 comentarios - Nunca Faltes el Respeto a la Recepcionista - 06