Aquella tarde salí de trabajar como cualquier otro día, con ganas de olvidar todos y cada uno de los problemas y deseando llegar a casa para no hacer absolutamente nada, bueno quizá una buena ducha. Me dirigí a la parada del autobús y como era costumbre estaba especialmente abarrotada, pero tuve suerte de estar de los primeros y conseguí un buen sitio, casi al final, al lado de una ventana.
Una vez acomodado una joven preciosa se sentó junto a mí, no pude evitar fijarme en su escote que, insinuante, dejaba imaginar unos preciosos pechos cubierto por un bonito sostén que se medio trasparentaba por su blusa. Bajé la mirada hacia sus piernas y vi una pequeña faldita que dejaban al descubierto unos muslos delgados y bien contorneados, todo un paraíso para la vista.
Pronto arrancó el autobús y, aunque seguía mirando de reojo, procuré eliminar de mi cabeza las ideas que aquellos senos y muslos me estaban ofreciendo. El viaje transcurrió con la normalidad de cada día, hacia la mitad del camino el autobús quedó casi vacío y las ideas volvieron a mi mente, no podía quitar la mirada de aquellas piernas divinas. De pronto, ella se dio cuenta que le estaba mirando, aparte rápido la mirada pero tuve que volverla, no a sus piernas sino a sus manos, poco a poco se iban acercando hacia sus muslos hasta que quedaron ocultas bajo su falda.
Miré a esa mujer a la cara y encontré un rostro de felicidad, de deseo y satisfacción, su mano subía y bajaba lentamente bajo su falda acariciando es joya que toda mujer esconde entre sus piernas. Pronto paró y subió la falta hasta su cintura para poderse acariciar mejor, dejó al descubierto una bellas bragitas de encaje que apenas podían esconder su sinuosa vagina, con mucho cuidado las apartó hacia un lado y quedó al descubierto su lindo pubís, cubierto por una pequeña capa de bello corto y castaño. Dirigió su dedo de nuevo hacia su, ahora, desnuda entrepierna y comenzó de nuevo sus caricias, poco a poco sus labios comenzaron a separarse dejando una cavidad cada vez más húmeda. Gemía de placer y cada vez sus caricias eran más rápidas, mi miembro cada vez más erecto no paraba de presionar sobre mi pantalón.
Pronto deslizó hacia arriba una de sus manos que fue la encargada de desabrochar todos y cada uno de los botones de su blusa, sus pechos, protegidos por su sostén quedaron al aire. Mientras se masturbaba sus manos, llenas de habilidad de colaron por la tela que separaba sus pezones de la desnudez. Pronto quedaron sus pechos al desnudo y poco a poco se iban endureciendo, al final de sus bellas cumbres dos fantásticos pezones rosados hicieron su aparición, eran la guinda de cada uno de sus pasteles.
No pude aguantar más, desabroché la cremallera de mi pantalón y mi miembro quedo al aire, totalmente erecto, pero en el momento que mi mano se dirigía a él ella mi miró y me tomó ambas manos pidiendo que me estuviera quieto. Se desprendió de su blusa y del sostén mientras se arrodillaba ante mi, tomo mi pene con ambas manos produciéndome una sensación de placer que jamás había experimentado, mientras una de ellas recorría todo mi miembro de arriba a bajo, lentamente la otra lo hacía alrededor del glande, mi pene parecía a punto de explotar.
Después de unas caricias y de creer que me correría como nunca frenó sus caricias, me desprendió del pantalón y acercó sus labios a la punta de ariel, el roce de sus labios alrededor de mismo me provocó varios espasmos de placer. Pronto introdujo todo mi miembro en su boca, lo recorría con sus labios y jugaba con su lengua en la punta mientras la otra mano recorría mi estroco y mi ano. En medio del éxtasis de la felación introdujo la punta de su dedo en mi culo, lo movía haciendo círculos y yo creía morir del placer. Notó lo espasmos de mi pene que estaba a punto de eyacular, en este instante paró y con ojos de deseo separó sus bragitas y subida en el asiento puso su vagina en mi boca. Estaba cliente y húmeda, sus labios totalmente separados dejaban que mi lengua se perdiera en el interior de su cabidad y que mis labios pudieran acariciar su clítoris, gemía de placer y cada vez estaba más húmeda.
Deslizó todo su vagina por pecho dejando un rastro de jugos deliciosos, al llegar a mi cintura paró, cogió mi pene, se separó las nalgas y allí lo colocó, ayudada por sus manos frotaba su ano con mi pene una y otra vez mientras yo lamía sus senos cada vez más firmes, los acariciaba con la suavidad debida mientras mordisqueaba sus pezones cada vez más erectos. Por fin, en un movimiento de cadera introdujo mi pene en su ranura, caliente, jugosa y llena de pasión comenzó a moverse sobre mi, subía y bajaba introduciendo y sacando mi pene de la vagina, paraba y hacía círculos, yo moría de placer y ella no dejaba de gemir, cada vez con más fuerza hasta que en uno de los gemidos noté un parón en sus movimientos y un liquido caliente recorriendo mi entrepierna.
¡No pares ahora! le dije, pero no podía moverse, sacó mi pene de su vagina y lo apunto hacia su culito, poco a poco dejó caer el peso de cuerpo y lentamente mi pene quedó totalmente dentro, continuó con sus movimientos haciéndome sentir places inimaginables para mi, no pude más, mi pene dejó escapar un enorme chorro de semen que inundó todo su culo, mientras me corría continuaba con sus movimientos pero esta vez mucho más lentos. Apretaba firme su culo, como si quisiera evitar que se derramara una gota de semen, cuando lo relajo y liberó mi miembro mis jugos se mezclaron con los suyos entre sus piernas.
No supe que decir ni que hacer, ella se vistió y yo me coloqué mis pantalones, me había pasado de parada, pero me daba igual, jamás podré olvidar aquella tarde de autobús.
Una vez acomodado una joven preciosa se sentó junto a mí, no pude evitar fijarme en su escote que, insinuante, dejaba imaginar unos preciosos pechos cubierto por un bonito sostén que se medio trasparentaba por su blusa. Bajé la mirada hacia sus piernas y vi una pequeña faldita que dejaban al descubierto unos muslos delgados y bien contorneados, todo un paraíso para la vista.
Pronto arrancó el autobús y, aunque seguía mirando de reojo, procuré eliminar de mi cabeza las ideas que aquellos senos y muslos me estaban ofreciendo. El viaje transcurrió con la normalidad de cada día, hacia la mitad del camino el autobús quedó casi vacío y las ideas volvieron a mi mente, no podía quitar la mirada de aquellas piernas divinas. De pronto, ella se dio cuenta que le estaba mirando, aparte rápido la mirada pero tuve que volverla, no a sus piernas sino a sus manos, poco a poco se iban acercando hacia sus muslos hasta que quedaron ocultas bajo su falda.
Miré a esa mujer a la cara y encontré un rostro de felicidad, de deseo y satisfacción, su mano subía y bajaba lentamente bajo su falda acariciando es joya que toda mujer esconde entre sus piernas. Pronto paró y subió la falta hasta su cintura para poderse acariciar mejor, dejó al descubierto una bellas bragitas de encaje que apenas podían esconder su sinuosa vagina, con mucho cuidado las apartó hacia un lado y quedó al descubierto su lindo pubís, cubierto por una pequeña capa de bello corto y castaño. Dirigió su dedo de nuevo hacia su, ahora, desnuda entrepierna y comenzó de nuevo sus caricias, poco a poco sus labios comenzaron a separarse dejando una cavidad cada vez más húmeda. Gemía de placer y cada vez sus caricias eran más rápidas, mi miembro cada vez más erecto no paraba de presionar sobre mi pantalón.
Pronto deslizó hacia arriba una de sus manos que fue la encargada de desabrochar todos y cada uno de los botones de su blusa, sus pechos, protegidos por su sostén quedaron al aire. Mientras se masturbaba sus manos, llenas de habilidad de colaron por la tela que separaba sus pezones de la desnudez. Pronto quedaron sus pechos al desnudo y poco a poco se iban endureciendo, al final de sus bellas cumbres dos fantásticos pezones rosados hicieron su aparición, eran la guinda de cada uno de sus pasteles.
No pude aguantar más, desabroché la cremallera de mi pantalón y mi miembro quedo al aire, totalmente erecto, pero en el momento que mi mano se dirigía a él ella mi miró y me tomó ambas manos pidiendo que me estuviera quieto. Se desprendió de su blusa y del sostén mientras se arrodillaba ante mi, tomo mi pene con ambas manos produciéndome una sensación de placer que jamás había experimentado, mientras una de ellas recorría todo mi miembro de arriba a bajo, lentamente la otra lo hacía alrededor del glande, mi pene parecía a punto de explotar.
Después de unas caricias y de creer que me correría como nunca frenó sus caricias, me desprendió del pantalón y acercó sus labios a la punta de ariel, el roce de sus labios alrededor de mismo me provocó varios espasmos de placer. Pronto introdujo todo mi miembro en su boca, lo recorría con sus labios y jugaba con su lengua en la punta mientras la otra mano recorría mi estroco y mi ano. En medio del éxtasis de la felación introdujo la punta de su dedo en mi culo, lo movía haciendo círculos y yo creía morir del placer. Notó lo espasmos de mi pene que estaba a punto de eyacular, en este instante paró y con ojos de deseo separó sus bragitas y subida en el asiento puso su vagina en mi boca. Estaba cliente y húmeda, sus labios totalmente separados dejaban que mi lengua se perdiera en el interior de su cabidad y que mis labios pudieran acariciar su clítoris, gemía de placer y cada vez estaba más húmeda.
Deslizó todo su vagina por pecho dejando un rastro de jugos deliciosos, al llegar a mi cintura paró, cogió mi pene, se separó las nalgas y allí lo colocó, ayudada por sus manos frotaba su ano con mi pene una y otra vez mientras yo lamía sus senos cada vez más firmes, los acariciaba con la suavidad debida mientras mordisqueaba sus pezones cada vez más erectos. Por fin, en un movimiento de cadera introdujo mi pene en su ranura, caliente, jugosa y llena de pasión comenzó a moverse sobre mi, subía y bajaba introduciendo y sacando mi pene de la vagina, paraba y hacía círculos, yo moría de placer y ella no dejaba de gemir, cada vez con más fuerza hasta que en uno de los gemidos noté un parón en sus movimientos y un liquido caliente recorriendo mi entrepierna.
¡No pares ahora! le dije, pero no podía moverse, sacó mi pene de su vagina y lo apunto hacia su culito, poco a poco dejó caer el peso de cuerpo y lentamente mi pene quedó totalmente dentro, continuó con sus movimientos haciéndome sentir places inimaginables para mi, no pude más, mi pene dejó escapar un enorme chorro de semen que inundó todo su culo, mientras me corría continuaba con sus movimientos pero esta vez mucho más lentos. Apretaba firme su culo, como si quisiera evitar que se derramara una gota de semen, cuando lo relajo y liberó mi miembro mis jugos se mezclaron con los suyos entre sus piernas.
No supe que decir ni que hacer, ella se vistió y yo me coloqué mis pantalones, me había pasado de parada, pero me daba igual, jamás podré olvidar aquella tarde de autobús.
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