Imagino mujeres tiradas, cada una en la soledad de su cama, larga siesta de invierno. Algunas viven en casas tranquilas, donde sólo se escucha de vez en cuando el girar de la ruedita del hámster. Otras, no están solas pero pueden cerrar la puerta de su habitación, dejando lejos el murmullo del resto de la familia que aprovecha el día sábado para ordenar un poco.
Pero seguramente algunas de ellas no tiene esa afortunada soledad. La adolescente agobiada por su familia, por ejemplo. Ella se lleva la netbook al baño... Baja la tapa del inodoro, pone una toalla arriba, luego la compu, luego cubre todo eso con otra toalla y deja el volumen al máximo. Abre la ducha. Cae hermosa agua calentita inundando todo de vapor, vapor que logra escapar apenas, por debajo de la puerta, por el agujerito de la llave y por una rendija del ventiluz. Ella se pierde en esa niebla...
Otra que tiene que rebuscárselas es una joven anónima, que vive en una pensión de Frías con su madre y su perro (no por eso es menos afortunada). Nadie sabe que hace años se hizo muy amiga de esa tía de la que nadie habla, no la quieren, está medio loca, tiene una mirada rara, bla bla bla... Un día la tía le mostró que en el techo del pasillo que va hacia las habitaciones había una puerta de trampilla. Cuando subió por primera vez al ático tuvo que esforzarse un poco por respirar. Había mucho tiempo que nadie echaba un poco de luz en ese abandono. Se apropió. Llevó una manta vieja, una frazada nueva, unos almohadones y unos pulóveres que habían sido de ese novio que supuestamente tuvo la tía y que nadie conoció... Se bajó todos los temas de Jimi Hendrix a mp3. Iba después de almorzar, le daba un abrazo a su tía y se metía en su refugio. Se sentía tan bien. Tan en paz. Tan con ella misma... Se sentía tan pero tan, que le daban ganas de escuchar esa musiquita linda que se bajó de youtube, y así (como todas esas mujeres anónimas que me imaginé) lo dejaba sonando, con ganas de soñar que le cantaba en el oído, al tiempo que se le erizaban todos sus pelitos, sentía una energía que le nacía debajo de su vientre y era como un pequeño montón de rayitos que se desparramaban por todo su cuerpo y salían por la punta de sus dedos. Muchas de ellas ni siquiera se movieron de donde estaban cuando escuchaban estos temas: algunas sintieron una humedad que ganaba terreno en sus diminutas prendas interiores, otras lloraron un rato, unas no entendieron la letra ni les importó, y otras simplemente se durmieron con una leve sonrisita.
A todas esas hermosas mujeres en intimidad...
Pero seguramente algunas de ellas no tiene esa afortunada soledad. La adolescente agobiada por su familia, por ejemplo. Ella se lleva la netbook al baño... Baja la tapa del inodoro, pone una toalla arriba, luego la compu, luego cubre todo eso con otra toalla y deja el volumen al máximo. Abre la ducha. Cae hermosa agua calentita inundando todo de vapor, vapor que logra escapar apenas, por debajo de la puerta, por el agujerito de la llave y por una rendija del ventiluz. Ella se pierde en esa niebla...
Otra que tiene que rebuscárselas es una joven anónima, que vive en una pensión de Frías con su madre y su perro (no por eso es menos afortunada). Nadie sabe que hace años se hizo muy amiga de esa tía de la que nadie habla, no la quieren, está medio loca, tiene una mirada rara, bla bla bla... Un día la tía le mostró que en el techo del pasillo que va hacia las habitaciones había una puerta de trampilla. Cuando subió por primera vez al ático tuvo que esforzarse un poco por respirar. Había mucho tiempo que nadie echaba un poco de luz en ese abandono. Se apropió. Llevó una manta vieja, una frazada nueva, unos almohadones y unos pulóveres que habían sido de ese novio que supuestamente tuvo la tía y que nadie conoció... Se bajó todos los temas de Jimi Hendrix a mp3. Iba después de almorzar, le daba un abrazo a su tía y se metía en su refugio. Se sentía tan bien. Tan en paz. Tan con ella misma... Se sentía tan pero tan, que le daban ganas de escuchar esa musiquita linda que se bajó de youtube, y así (como todas esas mujeres anónimas que me imaginé) lo dejaba sonando, con ganas de soñar que le cantaba en el oído, al tiempo que se le erizaban todos sus pelitos, sentía una energía que le nacía debajo de su vientre y era como un pequeño montón de rayitos que se desparramaban por todo su cuerpo y salían por la punta de sus dedos. Muchas de ellas ni siquiera se movieron de donde estaban cuando escuchaban estos temas: algunas sintieron una humedad que ganaba terreno en sus diminutas prendas interiores, otras lloraron un rato, unas no entendieron la letra ni les importó, y otras simplemente se durmieron con una leve sonrisita.
A todas esas hermosas mujeres en intimidad...
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