Bueno gente de Poringa! este es el segundo capítulo de este relato, espero que les guste, les dejos los enlaces al primera capítulo y el próximo. Comenten y dejen puntos.
Siento su corazón latiendo, su respiración constante y suave. Su pecho se hincha y sus ropas rozan mi piel. ¿Qué estoy haciendo?
Mi torso desnudo, mis senos sobre su cuerpo cubierto, mis manos rodeandolo y mi cara recostada sobre su hombro. Su mano fría se apoya en mi espalda mientras duerme plácidamente, no me imaginé nunca estar de esta forma con Simón.
Mi cuerpo se agita de sólo recordar sus caricias y sus besos, los roces de su cuerpo vestido contra el mío desnudo, su rostro áspero sintiendo mi piel, su nariz helada marcando el camino de sus labios y su lengua. Felipe jamás me ha tocado así.
Me da miedo abrir los ojos y encontrarme con la mirada de Simón, qué hemos estado haciendo, qué he hecho, qué viene ahora.
Recuerdo haber escuchado salir a mi hermana justo antes de dormirme, no sé cuanto habrá pasado, pero no creo que mucho. Mis pezones rozan con la camiseta que lleva Simón y me excita, no puedo evitarlo. Debo ir a ducharme, es la excusa perfecta para evitar hablar del tema, probablemente se irá mientras me ducho.
Abro los ojos, los suyos no están esperando encontrarse con los míos, él duerme tranquilamente. Me doy la vuelta y me siento al borde de la cama, giro mi cabeza para ver si ha despertado, pero nada, sigue durmiendo. Me pongo la camiseta que había dejado tirada a un lado de la cama cuando Simón empezó a recorrer mi espalda con sus labios. Que bien se sentía.
Son las 11, debemos habernos quedado dormidos como a las 9… salgo de la pieza, no hay nadie en casa.
Entro al baño, abro la ducha y me quito el pijama. Antes de entrar me miro en el espejo y creo que estoy bien
–Por qué se habrá detenido Simón, no le gustaré o creerá que soy una suelta… es lo más probable, no va a volver a ser lo mismo. La forma en que me tocaba…– mi cabeza y mi vagina vuelven a insistir en el tema.
Mis manos intentan imitar las caricias de Simón, pero no son lo mismo. Mi mano izquierda empieza a subir por mi muslo lentamente, mis dedos van avanzando de forma desordenada y presionando mi cuerpo con distintas intensidades. La otra mano la llevo a mi cara, dos de mis dedos acarician mis labios mientras miro mi reflejo en el espejo.
El vapor de a poco empieza a ocupar la habitación, el espejo se empieza a empañar, al mismo tiempo que mi vagina gana la pelea por llevarse la atención de mi mano. Mi palma siente los vellos que cubren mi vagina y presiona sobre mi piel, de a poco se empieza a mover hacia abajo y hacia arriba, al mismo tiempo que mi otra mano a llegado a acariciar el borde de mi pezón.
No sé si es el calor producto del agua caliente que corre en la ducha o por mi excitación, pero mi cuerpo está hirviendo y mi piel está erizada. Mi vagina pide terminar lo que empezó Simón.
La punta de mi dedo medio presiona la división de mis labios vagina, separándolos y adentrándose entre ellos. Está húmedo, suave. Mi mano se mueve desde mi entre pierna hasta casi mi vientre. Los otros dedos acompañan mi dedo medio acariciando el exterior de mi vagina.
El dedo indice y el pulgar se juntan haciendo presión sobre la punta de mi pezón, mientras mi otra mano juega en mi vagina.
Mi corazón está a mil al igual que mi temperatura. Mi respiración llena mis pulmones de pequeñas inhalaciones pausadas torpemente. Mis manos se mueven seguras pero temblorosas por mi cuerpo. Mi piel se humedece, en parte por mi temperatura, en parte por el vapor. Mis pezones se endurecen… quiero más.
En un movimiento rápido mi dedo entra sin tapujos hasta chocar mi palma con mi clítoris. Mis piernas se estiran y tensan. De a poco empiezo a subir mi mano por mi cuerpo, saliendo de mi vagina, a regañadientes, mi dedo que va presionando y frotando mi clítoris al mismo tiempo.
La punta de mi dedo, con un movimiento rápido, choca y empuja mi clítoris cómo se se tratase de un pequeño resorte. Mis rodillas se juntan. Mis dientes muerden mi lengua. Mi mano aprieta mi seno. Todo al tiempo que mis pulmones se hinchan y guardan el aire que han inhalado durante unos segundos.
Mis dedos vuelven a bajar, mientras mi cuerpo se estremece con las caricias y mi dedo medio vuelve a incursionar entre mis labios vaginales como si nunca hubiera entrado. Llegan poco antes del comienzo de mi ano y se empiezan a devolver.
Cuando la palma de mi mano queda en mi vientre, mi dedo medio y pulgar se aferran a mis labios vaginales y los separan, al tiempo que mi dedo indice empieza a acariciar en círculos la piel suave, húmeda y rosada dentro de mi vagina.
Mi otra mano sube a mi cuello y juega, masajeando mi cuerpo, entre mi cuello y mi hombro. Mi antebrazo se aprieta a mi cuerpo rozando mis senos. Las puntas de mis dedos se incrustan en mi piel mientras mi vagina se humedece.
Con movimientos bruscos de mi dedo medio de forma horizontal, la piel de mi vagina empieza a aflojar. Cada vez el ritmo es más rápido y mis otros dedos se quieren incorporar. Mi pulgar y mi dedo indice se alían para apretar parte de la piel que poco a poco sobre sale entre mis labios vaginales, suavemente la acarician y la estiran. Mis rodillas se flectan y se estiran en pequeños espasmos y movimientos de mi cuerpo.
Mi dedo medio y anular, por otra parte, sustituyen las andanzas anteriores de mis dedos, y se juntan para incursionar dentro de mi. Con movimientos circulares rápidos empiezan a presionar mi clítoris, bajando y aplicando mayor presión pausadamente, hasta llegar al punto donde antes mi dedo medio entro sin pedir permiso a nadie.
La piel entre mis labios vaginales sobresale y cada vez es más elástica. Mis dedos juegan con ella, la presionan y la mueven en distintas direcciones al compás de su danza circular. Poco a poco empiezan a entrar en la división que da como final el orificio de mi vagina. Movimientos rápido y algo brusco, seguidos de mi respiración y leves contracciones de los músculos de mis piernas, son el punto de partida para pasar de círculos a movimientos verticales y a veces horizontales.
Sin dejar de moverse de arriba para abajo, y algunos movimientos horizontales. mi dedo indice y anular entran en un ambiente húmedo y blando, donde desordenadas contracciones los aprietan. Mis dientes aprietan mis labios. Mis dedos aprietan mi hombro. Mi antebrazo aprieta mis senos. Mis piernas se aprietan entre ellas. Mientras mis dedos, dentro de mí, se flectan intentando llegar a tocar mi palma –lo que es imposible porque están dentro de mi vagina–.
No puedo evitarlo, mis dientes aprietan mi labios, pero una complicidad entre mi boca y mi respiración deja libre diminutos sonidos. Gemidos, suspiros, quejidos… son el preámbulo de un momento de gozo.
Suave, tibia, húmeda, estrecha. Es como definirían mis dedos mi vagina en este momento. Mis movimientos no cesan. Doy un par de pasos torpes hacia atrás y mi trasero choca con las húmedas y heladas palmetas de cerámica que recubren las paredes del baño. Junto con temblores de mis piernas y una respiración desordenada, mi espalda parece recostarse sobre el muro, que con el cambio de temperatura –ya que estoy muy caliente y las palmetas heladas– estremece aún más mi cuerpo y eriza mi piel.
No puedo más. Mis dientes liberan mi labio. Mi mano aprieta mi hombro. Mi antebrazo se incrusta entre mis senos. Mi cadera se mueve de un lado para otro. Mis cuerdas vocales trabajan en conjunto a mis pulmones y de mi boca se desprende la primera letra del abecedario, al tiempo que mis pulmones se vacían, mis dedos se flectan, mi vagina se moja y mi cabeza se apoya en el muro.
Nada se detiene. Todo sigue. El movimiento y el gozo continúan mientras intento controlar mis pulmones y mi boca. Mi corazón se pone a mil, siento que se va a escapar de mi pecho y lo aprieto con mi antebrazo entre mis senos. No sé si es el eco que se produce en el baño, o que sólo esté concentrada en lo que estoy haciendo, o que sepa que Simón está afuera. Pero mi gemido/grito resuena en mis oídos. Espero que Simón no esté despierto.
Suena con fuerza como las pequeñas gotas de agua golpean con fuerza la bañera. El vapor llena la habitación y de entre mis dedos que permanecen arraigado en mi vagina no dejan de correr, como si fuesen ríos en una diminuta escala, líquidos que parecen huir desde dentro de mí.
Apegada a mi cuerpo, acariciando de forma torpe y brusca, mi mano baja de mi hombro a mi seno. Mi palma se posa sobre mi pezón y mis dedos intentan llegar a la base de mi seno. Lo aprieto, lo amaso, lo muevo, lo empujo, lo araño, lo acaricio, lo muerdo.
Mi boca en todo momento ha intentado estar alejada de la lujuria del momento, pero ya no puedo resistirme. Mi lengua se escapa de entre mis labios para lamer mi seno y morderlo mientras mis dedos no dejan de darme placer.
Mis ojos, en un complot con mi cerebro, se cierran y recuerdan –aplicando cierto grado de imaginación– las caricias y lamidas de Simón hace tan solo algunas horas. Mi lengua en realidad recorre el cuerpo de él y lo que siente es su lengua recorriendo el mío.
Los espasmos de mi cuerpo se intensifican. Los movimientos y temblores de mis caderas y piernas cada vez son más fuertes. Mi boca se abre, ya sin miedo ni en rol de represora, deja en libre acción a mis pulmones y mis cuerdas vocales.
Mis dedos salen de su excursión dentro de mí y se enfocan en mi clítoris y la piel que se escapa de entre mis labios vaginales.
Poco a poco la velocidad de mi cuerpo disminuye, mi respiración empieza a ordenarse y mis dedos se empiezan a dividir para acariciar mi cuerpo suavemente. Mi vagina mojada, mi cuerpo hirviendo y mi corazón no deja de saltar. Mi boca se cierra, mis ojos se abren y mi mente vuela.
Mi mirada se posa en el espejo empañado por el vapor del agua que no deja de caer sobre la bañera vacía. Mi mente vuela y vuelta, me cuestiona, me provoca, me mortifica por haber disfrutado pensando en Simón… ¿Qué estoy haciendo?
II.Cuerpo
Siento su corazón latiendo, su respiración constante y suave. Su pecho se hincha y sus ropas rozan mi piel. ¿Qué estoy haciendo?
Mi torso desnudo, mis senos sobre su cuerpo cubierto, mis manos rodeandolo y mi cara recostada sobre su hombro. Su mano fría se apoya en mi espalda mientras duerme plácidamente, no me imaginé nunca estar de esta forma con Simón.
Mi cuerpo se agita de sólo recordar sus caricias y sus besos, los roces de su cuerpo vestido contra el mío desnudo, su rostro áspero sintiendo mi piel, su nariz helada marcando el camino de sus labios y su lengua. Felipe jamás me ha tocado así.
Me da miedo abrir los ojos y encontrarme con la mirada de Simón, qué hemos estado haciendo, qué he hecho, qué viene ahora.
Recuerdo haber escuchado salir a mi hermana justo antes de dormirme, no sé cuanto habrá pasado, pero no creo que mucho. Mis pezones rozan con la camiseta que lleva Simón y me excita, no puedo evitarlo. Debo ir a ducharme, es la excusa perfecta para evitar hablar del tema, probablemente se irá mientras me ducho.
Abro los ojos, los suyos no están esperando encontrarse con los míos, él duerme tranquilamente. Me doy la vuelta y me siento al borde de la cama, giro mi cabeza para ver si ha despertado, pero nada, sigue durmiendo. Me pongo la camiseta que había dejado tirada a un lado de la cama cuando Simón empezó a recorrer mi espalda con sus labios. Que bien se sentía.
Son las 11, debemos habernos quedado dormidos como a las 9… salgo de la pieza, no hay nadie en casa.
Entro al baño, abro la ducha y me quito el pijama. Antes de entrar me miro en el espejo y creo que estoy bien
–Por qué se habrá detenido Simón, no le gustaré o creerá que soy una suelta… es lo más probable, no va a volver a ser lo mismo. La forma en que me tocaba…– mi cabeza y mi vagina vuelven a insistir en el tema.
Mis manos intentan imitar las caricias de Simón, pero no son lo mismo. Mi mano izquierda empieza a subir por mi muslo lentamente, mis dedos van avanzando de forma desordenada y presionando mi cuerpo con distintas intensidades. La otra mano la llevo a mi cara, dos de mis dedos acarician mis labios mientras miro mi reflejo en el espejo.
El vapor de a poco empieza a ocupar la habitación, el espejo se empieza a empañar, al mismo tiempo que mi vagina gana la pelea por llevarse la atención de mi mano. Mi palma siente los vellos que cubren mi vagina y presiona sobre mi piel, de a poco se empieza a mover hacia abajo y hacia arriba, al mismo tiempo que mi otra mano a llegado a acariciar el borde de mi pezón.
No sé si es el calor producto del agua caliente que corre en la ducha o por mi excitación, pero mi cuerpo está hirviendo y mi piel está erizada. Mi vagina pide terminar lo que empezó Simón.
La punta de mi dedo medio presiona la división de mis labios vagina, separándolos y adentrándose entre ellos. Está húmedo, suave. Mi mano se mueve desde mi entre pierna hasta casi mi vientre. Los otros dedos acompañan mi dedo medio acariciando el exterior de mi vagina.
El dedo indice y el pulgar se juntan haciendo presión sobre la punta de mi pezón, mientras mi otra mano juega en mi vagina.
Mi corazón está a mil al igual que mi temperatura. Mi respiración llena mis pulmones de pequeñas inhalaciones pausadas torpemente. Mis manos se mueven seguras pero temblorosas por mi cuerpo. Mi piel se humedece, en parte por mi temperatura, en parte por el vapor. Mis pezones se endurecen… quiero más.
En un movimiento rápido mi dedo entra sin tapujos hasta chocar mi palma con mi clítoris. Mis piernas se estiran y tensan. De a poco empiezo a subir mi mano por mi cuerpo, saliendo de mi vagina, a regañadientes, mi dedo que va presionando y frotando mi clítoris al mismo tiempo.
La punta de mi dedo, con un movimiento rápido, choca y empuja mi clítoris cómo se se tratase de un pequeño resorte. Mis rodillas se juntan. Mis dientes muerden mi lengua. Mi mano aprieta mi seno. Todo al tiempo que mis pulmones se hinchan y guardan el aire que han inhalado durante unos segundos.
Mis dedos vuelven a bajar, mientras mi cuerpo se estremece con las caricias y mi dedo medio vuelve a incursionar entre mis labios vaginales como si nunca hubiera entrado. Llegan poco antes del comienzo de mi ano y se empiezan a devolver.
Cuando la palma de mi mano queda en mi vientre, mi dedo medio y pulgar se aferran a mis labios vaginales y los separan, al tiempo que mi dedo indice empieza a acariciar en círculos la piel suave, húmeda y rosada dentro de mi vagina.
Mi otra mano sube a mi cuello y juega, masajeando mi cuerpo, entre mi cuello y mi hombro. Mi antebrazo se aprieta a mi cuerpo rozando mis senos. Las puntas de mis dedos se incrustan en mi piel mientras mi vagina se humedece.
Con movimientos bruscos de mi dedo medio de forma horizontal, la piel de mi vagina empieza a aflojar. Cada vez el ritmo es más rápido y mis otros dedos se quieren incorporar. Mi pulgar y mi dedo indice se alían para apretar parte de la piel que poco a poco sobre sale entre mis labios vaginales, suavemente la acarician y la estiran. Mis rodillas se flectan y se estiran en pequeños espasmos y movimientos de mi cuerpo.
Mi dedo medio y anular, por otra parte, sustituyen las andanzas anteriores de mis dedos, y se juntan para incursionar dentro de mi. Con movimientos circulares rápidos empiezan a presionar mi clítoris, bajando y aplicando mayor presión pausadamente, hasta llegar al punto donde antes mi dedo medio entro sin pedir permiso a nadie.
La piel entre mis labios vaginales sobresale y cada vez es más elástica. Mis dedos juegan con ella, la presionan y la mueven en distintas direcciones al compás de su danza circular. Poco a poco empiezan a entrar en la división que da como final el orificio de mi vagina. Movimientos rápido y algo brusco, seguidos de mi respiración y leves contracciones de los músculos de mis piernas, son el punto de partida para pasar de círculos a movimientos verticales y a veces horizontales.
Sin dejar de moverse de arriba para abajo, y algunos movimientos horizontales. mi dedo indice y anular entran en un ambiente húmedo y blando, donde desordenadas contracciones los aprietan. Mis dientes aprietan mis labios. Mis dedos aprietan mi hombro. Mi antebrazo aprieta mis senos. Mis piernas se aprietan entre ellas. Mientras mis dedos, dentro de mí, se flectan intentando llegar a tocar mi palma –lo que es imposible porque están dentro de mi vagina–.
No puedo evitarlo, mis dientes aprietan mi labios, pero una complicidad entre mi boca y mi respiración deja libre diminutos sonidos. Gemidos, suspiros, quejidos… son el preámbulo de un momento de gozo.
Suave, tibia, húmeda, estrecha. Es como definirían mis dedos mi vagina en este momento. Mis movimientos no cesan. Doy un par de pasos torpes hacia atrás y mi trasero choca con las húmedas y heladas palmetas de cerámica que recubren las paredes del baño. Junto con temblores de mis piernas y una respiración desordenada, mi espalda parece recostarse sobre el muro, que con el cambio de temperatura –ya que estoy muy caliente y las palmetas heladas– estremece aún más mi cuerpo y eriza mi piel.
No puedo más. Mis dientes liberan mi labio. Mi mano aprieta mi hombro. Mi antebrazo se incrusta entre mis senos. Mi cadera se mueve de un lado para otro. Mis cuerdas vocales trabajan en conjunto a mis pulmones y de mi boca se desprende la primera letra del abecedario, al tiempo que mis pulmones se vacían, mis dedos se flectan, mi vagina se moja y mi cabeza se apoya en el muro.
Nada se detiene. Todo sigue. El movimiento y el gozo continúan mientras intento controlar mis pulmones y mi boca. Mi corazón se pone a mil, siento que se va a escapar de mi pecho y lo aprieto con mi antebrazo entre mis senos. No sé si es el eco que se produce en el baño, o que sólo esté concentrada en lo que estoy haciendo, o que sepa que Simón está afuera. Pero mi gemido/grito resuena en mis oídos. Espero que Simón no esté despierto.
Suena con fuerza como las pequeñas gotas de agua golpean con fuerza la bañera. El vapor llena la habitación y de entre mis dedos que permanecen arraigado en mi vagina no dejan de correr, como si fuesen ríos en una diminuta escala, líquidos que parecen huir desde dentro de mí.
Apegada a mi cuerpo, acariciando de forma torpe y brusca, mi mano baja de mi hombro a mi seno. Mi palma se posa sobre mi pezón y mis dedos intentan llegar a la base de mi seno. Lo aprieto, lo amaso, lo muevo, lo empujo, lo araño, lo acaricio, lo muerdo.
Mi boca en todo momento ha intentado estar alejada de la lujuria del momento, pero ya no puedo resistirme. Mi lengua se escapa de entre mis labios para lamer mi seno y morderlo mientras mis dedos no dejan de darme placer.
Mis ojos, en un complot con mi cerebro, se cierran y recuerdan –aplicando cierto grado de imaginación– las caricias y lamidas de Simón hace tan solo algunas horas. Mi lengua en realidad recorre el cuerpo de él y lo que siente es su lengua recorriendo el mío.
Los espasmos de mi cuerpo se intensifican. Los movimientos y temblores de mis caderas y piernas cada vez son más fuertes. Mi boca se abre, ya sin miedo ni en rol de represora, deja en libre acción a mis pulmones y mis cuerdas vocales.
Mis dedos salen de su excursión dentro de mí y se enfocan en mi clítoris y la piel que se escapa de entre mis labios vaginales.
Poco a poco la velocidad de mi cuerpo disminuye, mi respiración empieza a ordenarse y mis dedos se empiezan a dividir para acariciar mi cuerpo suavemente. Mi vagina mojada, mi cuerpo hirviendo y mi corazón no deja de saltar. Mi boca se cierra, mis ojos se abren y mi mente vuela.
Mi mirada se posa en el espejo empañado por el vapor del agua que no deja de caer sobre la bañera vacía. Mi mente vuela y vuelta, me cuestiona, me provoca, me mortifica por haber disfrutado pensando en Simón… ¿Qué estoy haciendo?
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