Ahora les dejo el tercer capítulo del relato, si no leyeron los anteriores les dejo los enlaces: I.Piel y II.Cuerpo
Espero que les guste. Dejen comentarios y puntos.
Cuando me desperté ella no estaba, no podía evitar pensar que era para no hablar de lo ocurrido. Busqué mis zapatos y me preparé para irme, pero cuando cruzaba la puerta de la pieza la escuché. Estaba en el baño, el agua golpeaba la bañera y sonaban unos pequeños gemidos, me acerqué y me detuve a escuchar al otro lado de la puerta.
Su excitación parecía ser tremenda, en un momento un golpe suave me hizo pensar que iba a salir, pero no fue así. Sus gemidos empezaron a ser más fuertes y eso me excitó mucho. Estábamos solos en su casa, mientras ella se masturbaba en el baño luego de que tuviéramos una noche muy excitante, pero en la que finalmente no tuvimos sexo. Mi cabeza me decía que esta era mi oportunidad.
Dejé de escucharla por unos instantes, la cortina de la ducha sonó y el sonido del agua cayendo sobre la tina cambió. La cortina volvió a sonar. Pensé que esa era mi oportunidad.
Mi corazón latía muy fuerte, se iba a salir de mi pecho. Mi mano se posó en la manilla de la puerta y me detuve. Mi cabeza imaginó que pasaría cuando entrara… ella se asustaría y me diría que saliera; pero otra idea que me venía a la cabeza era que me diría que entrara con ella, aunque en esta última yo entraba ya desnudo, como en las películas. Mi cabeza decía que haría el ridículo si me desvestía al entrar, pero al mismo tiempo entrar desnudo era más atemorizante si es que ella en realidad no quería nada conmigo.
Me agaché y me quité los zapatos, los calcetines, la camiseta y el cinturón, rápido fui y dejé mis cosas sobre su cama. Volví a la puerta y la abrí con confianza. Ella pareció no escuchar. Cerré la puerta haciendo ruido, ella pareció notarlo y le pregunté –¿puedo entrar a bañarme contigo?… no pienses mal, es solo una forma de ahorrar agua–. Ella rió y respondió –Bueno, si es así ven entra–.
Mis piernas temblaban un poco por el nerviosismo. Rápido me quité lo que quedaba de ropa y entré a la ducha, ella me estaba dando la espalda y sus brazos estaban en su pecho cubriendo sus senos, no se volteó para verme. Me acerqué y la tome por la cintura, su cuerpo se tensó. Mis manos avanzaron y se aferraron a su vientre.
Mi cuerpo aún no tocaba el de ella, me ponía nervioso que mi pene, ya erecto, la incomodara al apoyarse en su trasero.
El agua caí sobre nosotros. Finalmente fue ella quien se acercó, dio un leve paso hacia atrás y mi cuerpo sintió su cuerpo, mi pene se apoyó en su trasero y su rostro buscó sentir el mío. No podía creer lo que estaba ocurriendo, una escena propia de película.
Mi mano bajó lentamente buscando su vagina. Mi palma sentía su suave piel, su vello púbico y luego sus labios vaginales ya húmedos y cálidos. Una de sus manos fue a mi trasero y apretó mi pelvis a su cuerpo, mientras su otra mano dirigió mi mano desde su vientre a sus senos.
Cuando mis dedos empezaron a jugar en su vagina su mano se aferró fuerte a mi trasero.
–Sigue así…–, insistió mientras apoyaba su cabeza en mi hombro y movía levemente su trasero de un lado a otro.
Mi pene estaba atrapado en su trasero cuando me preguntó lo que jamás pensé que haría.
–¿Has tenido sexo anal?–, yo quedé petrificado e insistió –¿Nunca has tenido sexo anal?–.
–Eeeee… no, nunca ¿Por qué preguntas?–, jamás lo había hecho, pero era una fantasía desde hace mucho tiempo.
–¿Quieres intentarlo ahora?–, me preguntó mientras acariciaba mi mano sobre su seno.
–¿Qué?–
–Lo siento, no importa, eso fue tonto…–, respondió avergonzada.
–No, no lo es… quiero hacerlo si tu quieres–, le respondí mientras mis manos se aferraron a su cadera y apegaba mi pelvis a su trasero.
Empecé a besar su espalda y bajé lentamente.
–Yo tampoco lo he hecho antes–, me dijo nerviosa.
Bajé por su espalda hasta su trasero, el agua corría por su cuerpo. Mi cara quedó frente a su trasero y mis manos se apoyaron en él. Ella se se inclinó y se apoyó en el muro frente a ella. Mordí su trasero y mi boca empezó a incursionar, no estaba seguro de qué hacer, solo seguí los pasos que había visto en varios películas porno: lamer el ano, introducir un dedo lentamente, lubricar bien con saliva y luego penetrarla.
Estaba muy excitado, nada desviaba mi atención de hacerlo bien, con cuidado y como lo había visto en las películas. Envolví su ano con mi lengua y luego se lo escupí, mi lengua se quedó unos instantes jugando sobre su ano, la idea era lubricarlo. Mis manos se dividieron en dos zonas, una le daba placer mientras la masturbaba y la otra se aferraba a su trasero esperando poder jugar en su ano.
Ella estaba muy excitada, su vagina secretaba flujos que mojaban mi mano (aunque con lo nervioso que estaba nunca estuve seguro si era su flujo o el agua que caí de la ducha). Sus piernas se tensaban y de su boca escapaban pequeños gemidos.
Mi lengua siguió jugando en su trasero mientras se le unía mi dedo pulgar, que poco a poco presionaba intentando dilatar su ano. Ella llevó una de sus manos a su trasero para que yo pudiera ver mejor. La masturbación, las caricias, la lubricación y la dilatación continuaron por algunos minutos. Quizás muchos. Pero ella estaba realmente excitada y gozando cada momento, su boca y su cuerpo me dejaban saberlo.
Cuando mi dedo ya entraba en su ano sin problemas y mi saliva lo cubría, empecé a subir por su espalda hasta llegar a sus hombros, la abracé y busqué su boca. Nos besamos salvajemente, los dos estábamos muy excitados, los dos estábamos experimentando algo nuevo y ambos estábamos muy deseosos de hacerlo.
Mi pene rozaba su ano mientras nos besábamos, lo que nos excitaba más y más. Ella se inclinó un poco y me dio la orden:
–Hazlo…–
Me detuve detrás de ella, agarré mi pene y lo dirigí a su ano, lentamente apreté mi pene contra ella. Parecía dolerle un poco, pero con sus manos separaba su trasero para que pudiera ver donde penetrarla. De su boca escapaban quejidos y gemidos, aunque no sabía diferenciar muy bien uno del otro, de verdad que ella estaba muy excitada por lo que estábamos haciendo.
La punta de mi pene no se demoró en entrar y la hizo dar un fuerte y corto grito, al mismo tiempo que sus músculos se tensaron, incluidos los de su trasero. La presión sobre mi pene me excito mucho y apliqué la misma presión sobre su seno. La siguiente embestida fue rápida y fuerte, todo mi pene estaba dentro de tu trasero.
La agarré del cuello y la atraje hacia mí, le mordí la oreja, le bese el cuello y le mordí los labios, todo mientras mi otra mano empezaba a estimular su clítoris. De a poco empecé a quitar mi pene, su espalda estaba arqueada y sus piernas tensas. Su boca abierta la dejaba gemir y respirar de forma fuerte e irregular.
Una y otra vez mi pene salía casi por completo de su trasero para volver a entrar, mi mano le afirmaba firme el cuello mientras ella la acariciaba con su mano, mientras su otra mano apretaba sus senos. Ambos estábamos ardiendo.
El agua caí sobre nosotros, mi pene entraba y salía de su trasero con fuerza… aún teníamos todo el día por delante y supuestamente solo éramos amigos teniendo sexo en la ducha luego de despertarnos. Toda la escena lo hacía muy excitante.
Con cada vez más fuerza bombeaba en su ano, yo ya estaba por terminar, ella ya lo había hecho un par de veces desde que había entrado en la ducha (incluso antes de que yo entrara, considerando que se había estado masturbando).
–¡Sigue hasta terminar…! – me gritó entre sus piernas temblaban y mi pelvis chocando con su trasero sonaba entre la bulla de la ducha.
Y así fue, seguí embistiendo hasta que derramé todo mi semen dentro de su trasero. Aún después de haber terminado metí y saqué mi pene un par de veces más. Lleve mi boca a su hombro y la mordí mientras metía dos dedos en su vagina y ella se retorcía de placer. Sus piernas cedieron y dejó caer su peso sobre mí lentamente, ambos nos sentamos en la ducha mientras el agua nos caí.
Nos besamos unos minutos, nos abrazamos y nos acariciamos, estábamos agotados. Nuestros corazones y nuestra respiración era propia de alguien que ha corrido una maratón, al igual que el cansancio de nuestras piernas.
Ella se levantó torpemente y buscó una toalla para salir de la ducha. Yo me levanté y esperé unos momentos bajo el agua. Cuando ella salió del baño corté el agua y busqué con qué secarme, estaba agotado, aunque me atormentaba pensar qué pasaría ahora…
Espero que les guste. Dejen comentarios y puntos.
III. Ducha
Cuando me desperté ella no estaba, no podía evitar pensar que era para no hablar de lo ocurrido. Busqué mis zapatos y me preparé para irme, pero cuando cruzaba la puerta de la pieza la escuché. Estaba en el baño, el agua golpeaba la bañera y sonaban unos pequeños gemidos, me acerqué y me detuve a escuchar al otro lado de la puerta.
Su excitación parecía ser tremenda, en un momento un golpe suave me hizo pensar que iba a salir, pero no fue así. Sus gemidos empezaron a ser más fuertes y eso me excitó mucho. Estábamos solos en su casa, mientras ella se masturbaba en el baño luego de que tuviéramos una noche muy excitante, pero en la que finalmente no tuvimos sexo. Mi cabeza me decía que esta era mi oportunidad.
Dejé de escucharla por unos instantes, la cortina de la ducha sonó y el sonido del agua cayendo sobre la tina cambió. La cortina volvió a sonar. Pensé que esa era mi oportunidad.
Mi corazón latía muy fuerte, se iba a salir de mi pecho. Mi mano se posó en la manilla de la puerta y me detuve. Mi cabeza imaginó que pasaría cuando entrara… ella se asustaría y me diría que saliera; pero otra idea que me venía a la cabeza era que me diría que entrara con ella, aunque en esta última yo entraba ya desnudo, como en las películas. Mi cabeza decía que haría el ridículo si me desvestía al entrar, pero al mismo tiempo entrar desnudo era más atemorizante si es que ella en realidad no quería nada conmigo.
Me agaché y me quité los zapatos, los calcetines, la camiseta y el cinturón, rápido fui y dejé mis cosas sobre su cama. Volví a la puerta y la abrí con confianza. Ella pareció no escuchar. Cerré la puerta haciendo ruido, ella pareció notarlo y le pregunté –¿puedo entrar a bañarme contigo?… no pienses mal, es solo una forma de ahorrar agua–. Ella rió y respondió –Bueno, si es así ven entra–.
Mis piernas temblaban un poco por el nerviosismo. Rápido me quité lo que quedaba de ropa y entré a la ducha, ella me estaba dando la espalda y sus brazos estaban en su pecho cubriendo sus senos, no se volteó para verme. Me acerqué y la tome por la cintura, su cuerpo se tensó. Mis manos avanzaron y se aferraron a su vientre.
Mi cuerpo aún no tocaba el de ella, me ponía nervioso que mi pene, ya erecto, la incomodara al apoyarse en su trasero.
El agua caí sobre nosotros. Finalmente fue ella quien se acercó, dio un leve paso hacia atrás y mi cuerpo sintió su cuerpo, mi pene se apoyó en su trasero y su rostro buscó sentir el mío. No podía creer lo que estaba ocurriendo, una escena propia de película.
Mi mano bajó lentamente buscando su vagina. Mi palma sentía su suave piel, su vello púbico y luego sus labios vaginales ya húmedos y cálidos. Una de sus manos fue a mi trasero y apretó mi pelvis a su cuerpo, mientras su otra mano dirigió mi mano desde su vientre a sus senos.
Cuando mis dedos empezaron a jugar en su vagina su mano se aferró fuerte a mi trasero.
–Sigue así…–, insistió mientras apoyaba su cabeza en mi hombro y movía levemente su trasero de un lado a otro.
Mi pene estaba atrapado en su trasero cuando me preguntó lo que jamás pensé que haría.
–¿Has tenido sexo anal?–, yo quedé petrificado e insistió –¿Nunca has tenido sexo anal?–.
–Eeeee… no, nunca ¿Por qué preguntas?–, jamás lo había hecho, pero era una fantasía desde hace mucho tiempo.
–¿Quieres intentarlo ahora?–, me preguntó mientras acariciaba mi mano sobre su seno.
–¿Qué?–
–Lo siento, no importa, eso fue tonto…–, respondió avergonzada.
–No, no lo es… quiero hacerlo si tu quieres–, le respondí mientras mis manos se aferraron a su cadera y apegaba mi pelvis a su trasero.
Empecé a besar su espalda y bajé lentamente.
–Yo tampoco lo he hecho antes–, me dijo nerviosa.
Bajé por su espalda hasta su trasero, el agua corría por su cuerpo. Mi cara quedó frente a su trasero y mis manos se apoyaron en él. Ella se se inclinó y se apoyó en el muro frente a ella. Mordí su trasero y mi boca empezó a incursionar, no estaba seguro de qué hacer, solo seguí los pasos que había visto en varios películas porno: lamer el ano, introducir un dedo lentamente, lubricar bien con saliva y luego penetrarla.
Estaba muy excitado, nada desviaba mi atención de hacerlo bien, con cuidado y como lo había visto en las películas. Envolví su ano con mi lengua y luego se lo escupí, mi lengua se quedó unos instantes jugando sobre su ano, la idea era lubricarlo. Mis manos se dividieron en dos zonas, una le daba placer mientras la masturbaba y la otra se aferraba a su trasero esperando poder jugar en su ano.
Ella estaba muy excitada, su vagina secretaba flujos que mojaban mi mano (aunque con lo nervioso que estaba nunca estuve seguro si era su flujo o el agua que caí de la ducha). Sus piernas se tensaban y de su boca escapaban pequeños gemidos.
Mi lengua siguió jugando en su trasero mientras se le unía mi dedo pulgar, que poco a poco presionaba intentando dilatar su ano. Ella llevó una de sus manos a su trasero para que yo pudiera ver mejor. La masturbación, las caricias, la lubricación y la dilatación continuaron por algunos minutos. Quizás muchos. Pero ella estaba realmente excitada y gozando cada momento, su boca y su cuerpo me dejaban saberlo.
Cuando mi dedo ya entraba en su ano sin problemas y mi saliva lo cubría, empecé a subir por su espalda hasta llegar a sus hombros, la abracé y busqué su boca. Nos besamos salvajemente, los dos estábamos muy excitados, los dos estábamos experimentando algo nuevo y ambos estábamos muy deseosos de hacerlo.
Mi pene rozaba su ano mientras nos besábamos, lo que nos excitaba más y más. Ella se inclinó un poco y me dio la orden:
–Hazlo…–
Me detuve detrás de ella, agarré mi pene y lo dirigí a su ano, lentamente apreté mi pene contra ella. Parecía dolerle un poco, pero con sus manos separaba su trasero para que pudiera ver donde penetrarla. De su boca escapaban quejidos y gemidos, aunque no sabía diferenciar muy bien uno del otro, de verdad que ella estaba muy excitada por lo que estábamos haciendo.
La punta de mi pene no se demoró en entrar y la hizo dar un fuerte y corto grito, al mismo tiempo que sus músculos se tensaron, incluidos los de su trasero. La presión sobre mi pene me excito mucho y apliqué la misma presión sobre su seno. La siguiente embestida fue rápida y fuerte, todo mi pene estaba dentro de tu trasero.
La agarré del cuello y la atraje hacia mí, le mordí la oreja, le bese el cuello y le mordí los labios, todo mientras mi otra mano empezaba a estimular su clítoris. De a poco empecé a quitar mi pene, su espalda estaba arqueada y sus piernas tensas. Su boca abierta la dejaba gemir y respirar de forma fuerte e irregular.
Una y otra vez mi pene salía casi por completo de su trasero para volver a entrar, mi mano le afirmaba firme el cuello mientras ella la acariciaba con su mano, mientras su otra mano apretaba sus senos. Ambos estábamos ardiendo.
El agua caí sobre nosotros, mi pene entraba y salía de su trasero con fuerza… aún teníamos todo el día por delante y supuestamente solo éramos amigos teniendo sexo en la ducha luego de despertarnos. Toda la escena lo hacía muy excitante.
Con cada vez más fuerza bombeaba en su ano, yo ya estaba por terminar, ella ya lo había hecho un par de veces desde que había entrado en la ducha (incluso antes de que yo entrara, considerando que se había estado masturbando).
–¡Sigue hasta terminar…! – me gritó entre sus piernas temblaban y mi pelvis chocando con su trasero sonaba entre la bulla de la ducha.
Y así fue, seguí embistiendo hasta que derramé todo mi semen dentro de su trasero. Aún después de haber terminado metí y saqué mi pene un par de veces más. Lleve mi boca a su hombro y la mordí mientras metía dos dedos en su vagina y ella se retorcía de placer. Sus piernas cedieron y dejó caer su peso sobre mí lentamente, ambos nos sentamos en la ducha mientras el agua nos caí.
Nos besamos unos minutos, nos abrazamos y nos acariciamos, estábamos agotados. Nuestros corazones y nuestra respiración era propia de alguien que ha corrido una maratón, al igual que el cansancio de nuestras piernas.
Ella se levantó torpemente y buscó una toalla para salir de la ducha. Yo me levanté y esperé unos momentos bajo el agua. Cuando ella salió del baño corté el agua y busqué con qué secarme, estaba agotado, aunque me atormentaba pensar qué pasaría ahora…
9 comentarios - De amigos a amantes III