Estas últimas vacaciones su desconfianza la complicó.
Y es que su esposo acostumbra irse a pescar bien temprano en la madrugada y ella se queda sola en la casa. Y de un tiempo a esta parte, se le había fijado la idea de que aprovechaba esas horas donde supuestamente estaba pescando para encontrarse con otra mujer.
Llegaron a su playa de vacaciones como todos los años. Acomodaron la casa, hicieron las compras y comenzaron con el merecido descanso. Pero este año, a diferencia de los anteriores , su vida sexual no mejoró. El cambio de ambiente no favoreció los encuentros como en años anteriores.
Uriel, el esposo se iba de madrugada a pescar a la playa, volvía a las 9 de la mañana y salían a caminar juntos. Almorzaban y cada dos o tres días, Rita conseguía que se acostaran un rato a la siesta y allí le diera algo del sexo que ella necesitaba. Pero no era suficiente. Entonces comenzó a tener esa loca idea. El degenerado del esposo, tenía otra mujer que aprovechaba para ver de madrugada cuando decía que estaba pescando. Seguramente estaba clavando su anzuelo en algo mas consistente que una misera corvina. Pero ella no era mujer con la que el pudiera jugar.
Uriel, tiene 40 años. Es alto, delgado, con el cabello entrecano, y conserva una figura bien formada, ya que se cuida y hace ejercicios. Realmente es muy atractivo, y esto hacía que los celos fueran mas justificados.
Rita, por su parte, con 35 años muy bien llevados y que hacen que los hombres se den vuelta a mirarla cuando pasa. Su figura es bastante buena, y no tenía mucho que envidiarle a mocosas mucho más jóvenes.
Pero la idea del engaño de su esposo, no la dejaba dormir, y mas cuando se enteró que “ casualmente” una de sus compañeras de trabajo estaba de vacaciones en el mismo balneario. Rita no creía en las casualidades. No tuvo dudas que le estaban poniendo los cuernos en la playa, mientras dormía inocente, creyendo que su esposo estaba pescando.
Débora, es una morocha muy atractiva, que no llegaba a los 30 años, soltera, y dedicada íntegramente a su trabajo. Desde hacía 4 años trabajaba en una empresa al servicio directo de Uriel, y realmente debía reconocer que su jefe la tenía encandilada. Ella había hecho algunas insinuaciones, pero Uriel nunca había entrado en el juego. Estaba casado y su esposa era una mujer atractiva y fiel, con lo que no dejaba resquicio para acercarse con posibilidades de éxito a su jefe. No le preocupaba que estuviera casado, ya que ella no quería comprometerse y entonces era lo ideal. Un hombre con cama afuera, con el cual disfrutar algunas veces cuando se dieran las condiciones, y que no la persiguiera todos los días. Un casado no podía hacerlo.
Las dos mujeres se habían visto en el cumpleaños de uno de los gerentes, y fue evidente que Rita de inmediato la vio como una competencia peligrosa. Ninguna quiso hablar con la otra y ambas negaron después a Uriel haberse visto en esa reunión.
Cuando llegaban las vacaciones, ambos salían en la misma época, justamente por la dependencia que tenían en el trabajo. Pero ese año, además, Débora decidió ir al mismo lugar que Uriel, con la esperanza de verlo y quizás acercarse un poco más.
Durante varios días, Rita no comentó nada sobre sus especulaciones, pero por fin una noche fue demasiado y decidió tomar medidas.
A la madrugada siguiente cuando Uriel salió como siempre, se calzó un vestido de playa corto que era lo que tenía mas a mano, ojotas y salió. El frío de la noche le hizo regresar. Tenía que estar un largo rato en la playa vigilando y se iba a congelar. Volvió y tomó un buzo que estaba sobre un sillón y del bar una petaca de licor. Y fue tras el.
El iba en su camioneta, a pesar de que la playa estaba a pocas cuadras, para poder llevar todo el equipo que usaba. Rita fue caminando de prisa, total, estaba segura que no iba a la playa, y si iba no iba a estar en la orilla con su caña.
Débora había hecho buenas migas con unas jovencitas en la playa y ellas la invitaron a una fiesta que esa noche se haría en una casa de playa. Como no tenía nada que hacer, aceptó, y esa noche bien arreglada,concurrió hasta el lugar.
Pero la fiesta fue un fiasco para ella, ya que los concurrentes eran todos jovencitos de la edad de sus amigas. Ninguno tenía mas de 23 ó 24 años, y ella no tenía ninguna predilección por hombres menores que ella, así que se limitó a tomar unas copas, escuchar música, y espantar a los jovencitos que se acercaban buscando algo de ella.
Rita llegó hasta donde la camioneta de su esposo estaba estacionada. En la zona había una casa frente a la playa, y esa noche estaba profusamente iluminada. Había una fiesta, y gran cantidad de jovenes estaban en el parque de la vivienda. Muchachos de no más de 20 a 25 años, y chicas que no llegaban seguramente a esa edad. Bailaban, conversaban y sobre todo tomaban sin pausa. La música atronaba en dos cuadras a la redonda. Un montecito de arbustos achaparrados de los que se utilizan para fijar los médanos, corría al costado de la casa y llegaba hasta la playa. Tenía unos 200 metros de largo por 50 de ancho. Rita, pasó por dentro de él, caminando por los claros de arena que existían y se quedó escondida detrás del último desde donde podía ver perfectamente la playa, un poco por la luz de la luna que estaba casi llena y otro poco por las luces de la casa que como dije iluminaban toda la zona.
Allí, cerca del agua, A unos 500 metros de donde Rita estaba escondida, Uriel desplegó su equipo, armó todo, encarnó y arrojando la linea de puso a pescar, sentándose en la arena para esperar el pique. Rita se quedó allí, tiritando de frío ,y para combatirlo cada tanto tomaba un trago de alcohol. Luego de un buen rato, concluyó que nada extraño pasaba. Decidió volver a su casa y al intentar levantarse no pudo. Estaba mareada. No podía organizar sus pensamientos ni mantenerse derecha. Entre nubes miró la petaca y comprobó con horror que estaba vacía. Ella que nunca tomaba alcohol, había terminado con una botella de ginebra. Todo le daba vueltas. Aferrándose a una estaca consiguió levantarse. Respiró profundo y comenzó el regreso, sin poder caminar derecho. Veía las cosas como a través de una ventana. Estaba totalmente borracha, como nunca había estado. Pero en el medio del montecito se topó con un grupo de jóvenes que estaban allí sentados en ronda bebiendo al lado de una fogata. Por la poca luz y la bebida , casí los chocó y cayó al suelo.
- Vaya, vaya, pero miren lo que tenemos aquí. Sientate con nosotros y toma algo, dijo uno de ellos levántandose de un salto.
- Creo que ya tomó bastante, dijo sonriendo otro de los jovenes.
Un tercero se levantó, arrojó la botella de cerveza que tenía en la mano y se acercó. La tomó de los brazos, la levantó y acercó su rostro para hablarle.
- Me parece que estás buscando algo que ya encontraste, dijo mientras sus manos recorrían sus brazos con firmeza.
***
Débora, aburrida, decidió salir a la playa. Bajó caminando lentamente, con sus sandalias en la mano. La sensación de la arena fresca bajo sus pies era muy placentera. Hacía un poco de frío, pero una buena opción luego del calor que hacía en la casa.
Al mirar hacia la playa se sorprendió. Esa figura que estaba allí le resultó conocida. Se acercó un poco más y su corazón se sobresaltó. Era Uriel. Estaba segura. Estaba allí pescando como le había comentado que le gustaba hacer cuando estaba de vacaciones. Temió que él la viera y rápidamente se internó en un montecito de arbustos que había a su derecha. Desde allí pensó acercarse a la playa como al descuido.
Cuando comenzó a transitar por el lugar, le pareció escuchar voces. Se detuvo y sí, efectivamente se escuchaban risas y frases ininteligibles. Por curiosidad se acercó, y en un claro, sin ser vista, pudo ver un grupo de personas, a la luz de una fogata.
Unos cuantos jovenes estaban jugando con una mujer.
Uno de ellos estaba abrazándola de frente y besándola mientras otro, desde atrás le besaba el cuello mientras la tomaba de la cintura.
El que estaba delante bajó una de sus manos y la metió entre sus piernas, para lanzar una exclamación de sorpresa.
- Vaya, vaya. Vienes a la playa desnuda. Perra, vienes a buscar algo y te lo vamos a dar, no lo dudes, dijo mientras sus caricias se hacían mas íntimas.
Quien estaba detrás de la mujer, acercó su boca al oído de la hembra.
- Con la música, nadie va a escuchar nada. Preparate para gozar perra. Seguro que tu macho no te da bomba como necesitas, Pero hoy te pondrás al día, te lo aseguro, mientras su mano libre, se metía bajo su buzo y se apoderaba de una de sus tetas.
- Y tampoco tienes sostén puta. Además vienes totalmente borracha. ¿ Venías de fiesta? Fiesta tendrás. Voy primero, dijo a sus amigos.
- Segundo, dijo quien estaba frente a ella.
- Tercero yo, dijo un moreno que estaba acostado en la arena.
El otro no dijo nada, se limitó a encogerse de hombros y a disfrutar de la escena.
Débora sintió mucho morbo por la escena. Una jovencita borracha iba a ser enfiestada. Uriel podía esperar. Instintivamente sacó su celular y comenzó a filmar la escena. Seguramente la iba a disfrutar mucho en privado.
Esos muchachos la iban a follar. No tenía ninguna duda. Estaban sacados por la bebida y la fiesta, el lugar era invisible desde afuera, y la música estridente y el escándalo hacían imposible que a nadie le llamara la atención un grito mas o menos.
Rita estaba tan borracha que no entendía nada de lo que pasaba. Sentía que la manoseaban, y esto en lugar de molestarle la calentaba.
Quien estaba delante se rió, la besó en la boca muy suavemente, y con sus dos manos tomó su cuello. Sus labios jugaron con los de ella, hasta que consiguieron abrirlos y su lengua, lentamente se metió en su boca. Si no fuera por lo bizarro de la escena, parecían dos amantes. Fue dulce. Mientras su compañero por detrás acariciaba con sus dos manos los pezones, consiguiendo que la hembra respondiera lentamente.
- Déjate llevar. Te haremos feliz, ya lo verás, le dijo al oído quien estaba detrás de la mujer, y tomando su buzo, lo levantó y se lo quitó, lo que hizo que su otro compañero liberara su boca y se alejara unos pasos. El que le quitó el buzo, la hizo girar hacia el y avanzó sobre apoderándose de su boca, mientras se aferraba a su cintura y la obligaba a retroceder hasta un pequeño médano donde cayeron enredados uno con el otro.
Débora quedó paralizada. Al caer al suelo, pudo ver la cara de la mujer. Era Rita, la mujer de Uriel. No sabía como reaccionar y simplemente siguió filmando. No podía creer que la fiel esposa fuera tan puta como para ir a buscar sexo a los médanos mientras su esposo pescaba. Uriel tenía que enterarse, y de pronto tomó conciencia que lo que tenía en sus manos era un pasaje de primera para que el macho que ella deseaba llegara a su cama.
Los breteles del vestido de Rita cayeron de sus hombros y la boca de su pareja se adueñó de sus pezones y comenzó a chuparlos con placer. Las manos de Rita aferraron la cabellera del macho y con los ojos cerrados gozaba de las atenciones del macho. Su pareja se separó por un minuto y rápidamente se desnudó. Cuando volvió sobre ella, estaba desnudo y empalmado. Separó sus piernas y se acomodó entre sus piernas. La punta de su herramienta se colocó en posición.
Rita, entre las nubes del alcohol, notaba apenas lo que pasaba, y le estaba gustando. No pensó que aunque hubiera querido no hubiera podido evitarlo, tal el grado de borrachera que tenía. Veía todo como si le pasara a otra. Lentamente el miembro masculino la penetró, hasta que sus cuerpos se fundieron. Sintió un poco de dolor ya que no estaba completamente lubricada. Como al mismo tiempo el macho la besaba, no pudo gritar ni gemir. Se quedó allí dentro, hasta que notó que la situación morbosa había conseguido excitarla y empezó un mete y saca suave, pero profundo. Dejó sus labios. Ella ya no iba a gritar.
Débora veía excitada el cuadro completo. Otro de los muchachos ya se había desnudado y se masturbaba lentamente mientras miraba la escena. Era el que seguía. Habían encontrado una presa donde satisfacerse y lo iban a hacer todos y cada uno de ellos. Los sentimientos de la hembra no importaba. Cuando el perpetrador aceleró y se corrió, casí acabó ella también. No la habían golpeado ni maltratado. Simplemente la habían cogido, en una situación que ella jamás ni se atrevió a soñar.
¿ Rita tendría la costumbre de emborracharse y salir a buscar machos cuando no estaba su esposo? Cuando el macho terminó de correrse giró sobre la arena y el siguiente ocupó su lugar.
- ¿ Vas a ser buenita?, le preguntó.
Rita no dijo nada, se limitó a envolverlo con sus piernas y él satisfecho, dirigió su herramienta y la clavó hasta el fondo. Esta vez la hembra estaba mas preparada y gimió de placer.
- Así me gusta. Goza, perra, goza, le dijo mientras comenzaba el pistoneo.
Débora miró al resto de los muchachos. El moreno seguía sentado mirando la escena. El cuarto estaba recostado, tomaba un trago y no prestaba demasiada atención. Seguramente no todos estarían en condiciones de tener sexo, pensó.
Durante un largo rato la pareja tiró hasta que Rita se corrió con un orgasmo violento y el macho la acompañó vaciándose por completo dentro de ella y bufando como un toro. Cuando se retiró, el moreno se levantó y se acercó haciendo que Rita se sentara. El se arrodilló a su lado y comenzó a besarle el cuello, la cara, los labios, los pechos. Disfrutaba de cada centímetro de su cuerpo. Rita se dejaba hacer.
Por fin el macho se levantó, se desnudó y arrodillándose le ofreció su verga para que la chupara. Rita se inclinó hacia adelante y la capturó con su boca. Débora no perdía ni un segundo de lo que estaba pasando y su lengua recorría sus labios, de caliente que estaba. La chupó por un buen rato y por fin el salió de su boca, se acostó en la arena, y le ordenó que lo montara. Rita se arrastró sobre su cuerpo y se ubicó sobre él. Se quedó allí aferrada a sus hombros, y el moreno tomó su cachiporra, y la fue enterrando en su sexo mientras bajaba su cuerpo. Luego de llegar al fondo comenzó a hacerla rebotar sobre el.
- Vaya, parece que a la señora le va la marcha, dijo el primero de los amantes.
- Nunca lo dudé. Si vienes desnuda a los médanos, lo menos que puedes esperar es que te claven, dijo el segundo.
El primero no aguantó mas y acercándose le colocó su verga en los labios. Los abrió instintivamente y la tragó.
Debora vio con sorpresa que el segundo que la había pasado por la piedra, se acercó por detrás, y tomando los líquidos que chorreaban por sus piernas embadurnó todo su trasero. El muy hijo de puta la iba a sodomizar.
Los demás muchachos también se dieron cuenta y para inmovilizarla, el que tenía la verga en la boca de la hembra la tomó del cuello para que no intentara retirarse. El que estaba en su grupa, le metió un dedo en el culo, y luego de un rato dos, y fue evidente que Rita alcanzó un nuevo orgasmo. Aprovechando la flojedad del orgasmo acomodó la punta de su verga, separó sus nalgas, y comenzó a empujar. Rita de manera inconsciente, al sentir la intrusión apretó sus músculo y resultó evidente que esta contracción terminó con quien estaba debajo de ella, que a los gritos comenzó a eyacular. Esa leche caliente apuró a Rita que volvió a acabar. En ese momento la verga entró en su culo por completo. Una exclamación de alegría demostró la felicidad del sodomita.
- Ahhhhh, por mi madre, que estoy adentro hasta los huevos. Que culo señores, que culo, dijo empezando a bombearla. La temporada se había iniciado. Debora descontó que iban a ser varias las vergas que iban a entrar en ese culo conquistado.
Cuando el sodomita se vació, otro ocupó su lugar, y a continuación el último de los tres la montó y también le reventó su agujero trasero.
Debora no podía creer que Rita tuviera tanto aguante. La habían recorrido de ida y de vuelta por todos lados. Cuando el tercero terminó y se retiró La mujer de su jefe cayó despatarrada en la arena. Su vestidito arrollado sobre su cintura, y de sus agujeros salí semen en cantidad. Los tres amigos se desparramaron en la arena, agotados, y entre sonrisas comentaban lo ocurrido.
-Pero que pedazo de puta, como la traga.
- Hacía rato que no me topaba con una tragasables como esta.
- ¿ Y vieron lo que era el culo? Un primor. Parecía muy poco usado
Debora estaba por apagar su celular y retirarse, cuando el cuarto de los amigos se levantó.
Rita agotada, comenzaba a recuperarse del alcohol. Le dolía todo, y no terminaba de entender lo que había pasado. Lo había disfrutado pero su mente aún estaba nublada.
El cuarto joven se colocó detrás de Rita y la obligó a que se levantar y se pusiera en cuatro patas. De a poco el efecto del alcohol estaba pasando.
El joven se desnudó y Debora quedó paralizada. La herramienta de ese muchacho era increíble. No había mujer capaz de acomodar ese monstruo.
El macho tomó una de las manos de Rita y la obligó a que la ubicara entre sus piernas y llegara hasta su verga para acariciarla. Rita se dejó hacer, hasta que tomó contacto con esa verdadera anaconda. Trató de tomarla con su mano y se retiró asustada. El macho la obligó a volver a agarrarla. Su mano no podía rodearla totalmente. Por fin el macho apoyó la cabeza entre los labios vaginales y de un empujón se abrió paso. Gracias al tratamiento anterior, la verga se pudo abrir camino pero Rita gimió desesperada. Bajó su cuerpo para apoyarse en sus brazos para ofrecer un ángulo mas accesible, y el muy criminal siguió empujando y empujando, hasta que sus cuerpos se tocaron.
Rita jamás se había sentido tan llena. Cuando comenzó a sacudirla, Rita comenzó a acabar. Un orgasmo largo, interminable que se encadenaba con el siguiente, y con el otro, y así hasta que Débora tuvo miedo de que se desmayara de placer. Rita nunca había sentido lo que estaba sintiendo. Ese martillo neumático la estaba convirtiendo en una masa de sensaciones eróticas sin control. Seguramente las escenas que había visto lo habían excitado mucho y por suerte en cosa de unos minutos se corrió, de lo contrario podría haberla matado. Cuando terminó se retiró. Su verga hizo el ruido de una botella descorchándose cuando salió de Rita.
Luego de unos minutos, la mujer se levantó lentamente, tomó su buzo y se alejó trastabillando. Los jóvenes ni la miraron ni le dijeron nada. Se quedaron riendo y bromeando entre ellos . Debora apagó el celular y sin hacer ruido volvió a la casona.
Rita caminó con poco equilibrio hasta la casa, y al llegar se metió al baño y se dio una buena ducha, tratando de borrar todos los rastros de esa noche de orgía. Se acostó y comenzó a sollozar hasta dormirse.
Y es que su esposo acostumbra irse a pescar bien temprano en la madrugada y ella se queda sola en la casa. Y de un tiempo a esta parte, se le había fijado la idea de que aprovechaba esas horas donde supuestamente estaba pescando para encontrarse con otra mujer.
Llegaron a su playa de vacaciones como todos los años. Acomodaron la casa, hicieron las compras y comenzaron con el merecido descanso. Pero este año, a diferencia de los anteriores , su vida sexual no mejoró. El cambio de ambiente no favoreció los encuentros como en años anteriores.
Uriel, el esposo se iba de madrugada a pescar a la playa, volvía a las 9 de la mañana y salían a caminar juntos. Almorzaban y cada dos o tres días, Rita conseguía que se acostaran un rato a la siesta y allí le diera algo del sexo que ella necesitaba. Pero no era suficiente. Entonces comenzó a tener esa loca idea. El degenerado del esposo, tenía otra mujer que aprovechaba para ver de madrugada cuando decía que estaba pescando. Seguramente estaba clavando su anzuelo en algo mas consistente que una misera corvina. Pero ella no era mujer con la que el pudiera jugar.
Uriel, tiene 40 años. Es alto, delgado, con el cabello entrecano, y conserva una figura bien formada, ya que se cuida y hace ejercicios. Realmente es muy atractivo, y esto hacía que los celos fueran mas justificados.
Rita, por su parte, con 35 años muy bien llevados y que hacen que los hombres se den vuelta a mirarla cuando pasa. Su figura es bastante buena, y no tenía mucho que envidiarle a mocosas mucho más jóvenes.
Pero la idea del engaño de su esposo, no la dejaba dormir, y mas cuando se enteró que “ casualmente” una de sus compañeras de trabajo estaba de vacaciones en el mismo balneario. Rita no creía en las casualidades. No tuvo dudas que le estaban poniendo los cuernos en la playa, mientras dormía inocente, creyendo que su esposo estaba pescando.
Débora, es una morocha muy atractiva, que no llegaba a los 30 años, soltera, y dedicada íntegramente a su trabajo. Desde hacía 4 años trabajaba en una empresa al servicio directo de Uriel, y realmente debía reconocer que su jefe la tenía encandilada. Ella había hecho algunas insinuaciones, pero Uriel nunca había entrado en el juego. Estaba casado y su esposa era una mujer atractiva y fiel, con lo que no dejaba resquicio para acercarse con posibilidades de éxito a su jefe. No le preocupaba que estuviera casado, ya que ella no quería comprometerse y entonces era lo ideal. Un hombre con cama afuera, con el cual disfrutar algunas veces cuando se dieran las condiciones, y que no la persiguiera todos los días. Un casado no podía hacerlo.
Las dos mujeres se habían visto en el cumpleaños de uno de los gerentes, y fue evidente que Rita de inmediato la vio como una competencia peligrosa. Ninguna quiso hablar con la otra y ambas negaron después a Uriel haberse visto en esa reunión.
Cuando llegaban las vacaciones, ambos salían en la misma época, justamente por la dependencia que tenían en el trabajo. Pero ese año, además, Débora decidió ir al mismo lugar que Uriel, con la esperanza de verlo y quizás acercarse un poco más.
Durante varios días, Rita no comentó nada sobre sus especulaciones, pero por fin una noche fue demasiado y decidió tomar medidas.
A la madrugada siguiente cuando Uriel salió como siempre, se calzó un vestido de playa corto que era lo que tenía mas a mano, ojotas y salió. El frío de la noche le hizo regresar. Tenía que estar un largo rato en la playa vigilando y se iba a congelar. Volvió y tomó un buzo que estaba sobre un sillón y del bar una petaca de licor. Y fue tras el.
El iba en su camioneta, a pesar de que la playa estaba a pocas cuadras, para poder llevar todo el equipo que usaba. Rita fue caminando de prisa, total, estaba segura que no iba a la playa, y si iba no iba a estar en la orilla con su caña.
Débora había hecho buenas migas con unas jovencitas en la playa y ellas la invitaron a una fiesta que esa noche se haría en una casa de playa. Como no tenía nada que hacer, aceptó, y esa noche bien arreglada,concurrió hasta el lugar.
Pero la fiesta fue un fiasco para ella, ya que los concurrentes eran todos jovencitos de la edad de sus amigas. Ninguno tenía mas de 23 ó 24 años, y ella no tenía ninguna predilección por hombres menores que ella, así que se limitó a tomar unas copas, escuchar música, y espantar a los jovencitos que se acercaban buscando algo de ella.
Rita llegó hasta donde la camioneta de su esposo estaba estacionada. En la zona había una casa frente a la playa, y esa noche estaba profusamente iluminada. Había una fiesta, y gran cantidad de jovenes estaban en el parque de la vivienda. Muchachos de no más de 20 a 25 años, y chicas que no llegaban seguramente a esa edad. Bailaban, conversaban y sobre todo tomaban sin pausa. La música atronaba en dos cuadras a la redonda. Un montecito de arbustos achaparrados de los que se utilizan para fijar los médanos, corría al costado de la casa y llegaba hasta la playa. Tenía unos 200 metros de largo por 50 de ancho. Rita, pasó por dentro de él, caminando por los claros de arena que existían y se quedó escondida detrás del último desde donde podía ver perfectamente la playa, un poco por la luz de la luna que estaba casi llena y otro poco por las luces de la casa que como dije iluminaban toda la zona.
Allí, cerca del agua, A unos 500 metros de donde Rita estaba escondida, Uriel desplegó su equipo, armó todo, encarnó y arrojando la linea de puso a pescar, sentándose en la arena para esperar el pique. Rita se quedó allí, tiritando de frío ,y para combatirlo cada tanto tomaba un trago de alcohol. Luego de un buen rato, concluyó que nada extraño pasaba. Decidió volver a su casa y al intentar levantarse no pudo. Estaba mareada. No podía organizar sus pensamientos ni mantenerse derecha. Entre nubes miró la petaca y comprobó con horror que estaba vacía. Ella que nunca tomaba alcohol, había terminado con una botella de ginebra. Todo le daba vueltas. Aferrándose a una estaca consiguió levantarse. Respiró profundo y comenzó el regreso, sin poder caminar derecho. Veía las cosas como a través de una ventana. Estaba totalmente borracha, como nunca había estado. Pero en el medio del montecito se topó con un grupo de jóvenes que estaban allí sentados en ronda bebiendo al lado de una fogata. Por la poca luz y la bebida , casí los chocó y cayó al suelo.
- Vaya, vaya, pero miren lo que tenemos aquí. Sientate con nosotros y toma algo, dijo uno de ellos levántandose de un salto.
- Creo que ya tomó bastante, dijo sonriendo otro de los jovenes.
Un tercero se levantó, arrojó la botella de cerveza que tenía en la mano y se acercó. La tomó de los brazos, la levantó y acercó su rostro para hablarle.
- Me parece que estás buscando algo que ya encontraste, dijo mientras sus manos recorrían sus brazos con firmeza.
***
Débora, aburrida, decidió salir a la playa. Bajó caminando lentamente, con sus sandalias en la mano. La sensación de la arena fresca bajo sus pies era muy placentera. Hacía un poco de frío, pero una buena opción luego del calor que hacía en la casa.
Al mirar hacia la playa se sorprendió. Esa figura que estaba allí le resultó conocida. Se acercó un poco más y su corazón se sobresaltó. Era Uriel. Estaba segura. Estaba allí pescando como le había comentado que le gustaba hacer cuando estaba de vacaciones. Temió que él la viera y rápidamente se internó en un montecito de arbustos que había a su derecha. Desde allí pensó acercarse a la playa como al descuido.
Cuando comenzó a transitar por el lugar, le pareció escuchar voces. Se detuvo y sí, efectivamente se escuchaban risas y frases ininteligibles. Por curiosidad se acercó, y en un claro, sin ser vista, pudo ver un grupo de personas, a la luz de una fogata.
Unos cuantos jovenes estaban jugando con una mujer.
Uno de ellos estaba abrazándola de frente y besándola mientras otro, desde atrás le besaba el cuello mientras la tomaba de la cintura.
El que estaba delante bajó una de sus manos y la metió entre sus piernas, para lanzar una exclamación de sorpresa.
- Vaya, vaya. Vienes a la playa desnuda. Perra, vienes a buscar algo y te lo vamos a dar, no lo dudes, dijo mientras sus caricias se hacían mas íntimas.
Quien estaba detrás de la mujer, acercó su boca al oído de la hembra.
- Con la música, nadie va a escuchar nada. Preparate para gozar perra. Seguro que tu macho no te da bomba como necesitas, Pero hoy te pondrás al día, te lo aseguro, mientras su mano libre, se metía bajo su buzo y se apoderaba de una de sus tetas.
- Y tampoco tienes sostén puta. Además vienes totalmente borracha. ¿ Venías de fiesta? Fiesta tendrás. Voy primero, dijo a sus amigos.
- Segundo, dijo quien estaba frente a ella.
- Tercero yo, dijo un moreno que estaba acostado en la arena.
El otro no dijo nada, se limitó a encogerse de hombros y a disfrutar de la escena.
Débora sintió mucho morbo por la escena. Una jovencita borracha iba a ser enfiestada. Uriel podía esperar. Instintivamente sacó su celular y comenzó a filmar la escena. Seguramente la iba a disfrutar mucho en privado.
Esos muchachos la iban a follar. No tenía ninguna duda. Estaban sacados por la bebida y la fiesta, el lugar era invisible desde afuera, y la música estridente y el escándalo hacían imposible que a nadie le llamara la atención un grito mas o menos.
Rita estaba tan borracha que no entendía nada de lo que pasaba. Sentía que la manoseaban, y esto en lugar de molestarle la calentaba.
Quien estaba delante se rió, la besó en la boca muy suavemente, y con sus dos manos tomó su cuello. Sus labios jugaron con los de ella, hasta que consiguieron abrirlos y su lengua, lentamente se metió en su boca. Si no fuera por lo bizarro de la escena, parecían dos amantes. Fue dulce. Mientras su compañero por detrás acariciaba con sus dos manos los pezones, consiguiendo que la hembra respondiera lentamente.
- Déjate llevar. Te haremos feliz, ya lo verás, le dijo al oído quien estaba detrás de la mujer, y tomando su buzo, lo levantó y se lo quitó, lo que hizo que su otro compañero liberara su boca y se alejara unos pasos. El que le quitó el buzo, la hizo girar hacia el y avanzó sobre apoderándose de su boca, mientras se aferraba a su cintura y la obligaba a retroceder hasta un pequeño médano donde cayeron enredados uno con el otro.
Débora quedó paralizada. Al caer al suelo, pudo ver la cara de la mujer. Era Rita, la mujer de Uriel. No sabía como reaccionar y simplemente siguió filmando. No podía creer que la fiel esposa fuera tan puta como para ir a buscar sexo a los médanos mientras su esposo pescaba. Uriel tenía que enterarse, y de pronto tomó conciencia que lo que tenía en sus manos era un pasaje de primera para que el macho que ella deseaba llegara a su cama.
Los breteles del vestido de Rita cayeron de sus hombros y la boca de su pareja se adueñó de sus pezones y comenzó a chuparlos con placer. Las manos de Rita aferraron la cabellera del macho y con los ojos cerrados gozaba de las atenciones del macho. Su pareja se separó por un minuto y rápidamente se desnudó. Cuando volvió sobre ella, estaba desnudo y empalmado. Separó sus piernas y se acomodó entre sus piernas. La punta de su herramienta se colocó en posición.
Rita, entre las nubes del alcohol, notaba apenas lo que pasaba, y le estaba gustando. No pensó que aunque hubiera querido no hubiera podido evitarlo, tal el grado de borrachera que tenía. Veía todo como si le pasara a otra. Lentamente el miembro masculino la penetró, hasta que sus cuerpos se fundieron. Sintió un poco de dolor ya que no estaba completamente lubricada. Como al mismo tiempo el macho la besaba, no pudo gritar ni gemir. Se quedó allí dentro, hasta que notó que la situación morbosa había conseguido excitarla y empezó un mete y saca suave, pero profundo. Dejó sus labios. Ella ya no iba a gritar.
Débora veía excitada el cuadro completo. Otro de los muchachos ya se había desnudado y se masturbaba lentamente mientras miraba la escena. Era el que seguía. Habían encontrado una presa donde satisfacerse y lo iban a hacer todos y cada uno de ellos. Los sentimientos de la hembra no importaba. Cuando el perpetrador aceleró y se corrió, casí acabó ella también. No la habían golpeado ni maltratado. Simplemente la habían cogido, en una situación que ella jamás ni se atrevió a soñar.
¿ Rita tendría la costumbre de emborracharse y salir a buscar machos cuando no estaba su esposo? Cuando el macho terminó de correrse giró sobre la arena y el siguiente ocupó su lugar.
- ¿ Vas a ser buenita?, le preguntó.
Rita no dijo nada, se limitó a envolverlo con sus piernas y él satisfecho, dirigió su herramienta y la clavó hasta el fondo. Esta vez la hembra estaba mas preparada y gimió de placer.
- Así me gusta. Goza, perra, goza, le dijo mientras comenzaba el pistoneo.
Débora miró al resto de los muchachos. El moreno seguía sentado mirando la escena. El cuarto estaba recostado, tomaba un trago y no prestaba demasiada atención. Seguramente no todos estarían en condiciones de tener sexo, pensó.
Durante un largo rato la pareja tiró hasta que Rita se corrió con un orgasmo violento y el macho la acompañó vaciándose por completo dentro de ella y bufando como un toro. Cuando se retiró, el moreno se levantó y se acercó haciendo que Rita se sentara. El se arrodilló a su lado y comenzó a besarle el cuello, la cara, los labios, los pechos. Disfrutaba de cada centímetro de su cuerpo. Rita se dejaba hacer.
Por fin el macho se levantó, se desnudó y arrodillándose le ofreció su verga para que la chupara. Rita se inclinó hacia adelante y la capturó con su boca. Débora no perdía ni un segundo de lo que estaba pasando y su lengua recorría sus labios, de caliente que estaba. La chupó por un buen rato y por fin el salió de su boca, se acostó en la arena, y le ordenó que lo montara. Rita se arrastró sobre su cuerpo y se ubicó sobre él. Se quedó allí aferrada a sus hombros, y el moreno tomó su cachiporra, y la fue enterrando en su sexo mientras bajaba su cuerpo. Luego de llegar al fondo comenzó a hacerla rebotar sobre el.
- Vaya, parece que a la señora le va la marcha, dijo el primero de los amantes.
- Nunca lo dudé. Si vienes desnuda a los médanos, lo menos que puedes esperar es que te claven, dijo el segundo.
El primero no aguantó mas y acercándose le colocó su verga en los labios. Los abrió instintivamente y la tragó.
Debora vio con sorpresa que el segundo que la había pasado por la piedra, se acercó por detrás, y tomando los líquidos que chorreaban por sus piernas embadurnó todo su trasero. El muy hijo de puta la iba a sodomizar.
Los demás muchachos también se dieron cuenta y para inmovilizarla, el que tenía la verga en la boca de la hembra la tomó del cuello para que no intentara retirarse. El que estaba en su grupa, le metió un dedo en el culo, y luego de un rato dos, y fue evidente que Rita alcanzó un nuevo orgasmo. Aprovechando la flojedad del orgasmo acomodó la punta de su verga, separó sus nalgas, y comenzó a empujar. Rita de manera inconsciente, al sentir la intrusión apretó sus músculo y resultó evidente que esta contracción terminó con quien estaba debajo de ella, que a los gritos comenzó a eyacular. Esa leche caliente apuró a Rita que volvió a acabar. En ese momento la verga entró en su culo por completo. Una exclamación de alegría demostró la felicidad del sodomita.
- Ahhhhh, por mi madre, que estoy adentro hasta los huevos. Que culo señores, que culo, dijo empezando a bombearla. La temporada se había iniciado. Debora descontó que iban a ser varias las vergas que iban a entrar en ese culo conquistado.
Cuando el sodomita se vació, otro ocupó su lugar, y a continuación el último de los tres la montó y también le reventó su agujero trasero.
Debora no podía creer que Rita tuviera tanto aguante. La habían recorrido de ida y de vuelta por todos lados. Cuando el tercero terminó y se retiró La mujer de su jefe cayó despatarrada en la arena. Su vestidito arrollado sobre su cintura, y de sus agujeros salí semen en cantidad. Los tres amigos se desparramaron en la arena, agotados, y entre sonrisas comentaban lo ocurrido.
-Pero que pedazo de puta, como la traga.
- Hacía rato que no me topaba con una tragasables como esta.
- ¿ Y vieron lo que era el culo? Un primor. Parecía muy poco usado
Debora estaba por apagar su celular y retirarse, cuando el cuarto de los amigos se levantó.
Rita agotada, comenzaba a recuperarse del alcohol. Le dolía todo, y no terminaba de entender lo que había pasado. Lo había disfrutado pero su mente aún estaba nublada.
El cuarto joven se colocó detrás de Rita y la obligó a que se levantar y se pusiera en cuatro patas. De a poco el efecto del alcohol estaba pasando.
El joven se desnudó y Debora quedó paralizada. La herramienta de ese muchacho era increíble. No había mujer capaz de acomodar ese monstruo.
El macho tomó una de las manos de Rita y la obligó a que la ubicara entre sus piernas y llegara hasta su verga para acariciarla. Rita se dejó hacer, hasta que tomó contacto con esa verdadera anaconda. Trató de tomarla con su mano y se retiró asustada. El macho la obligó a volver a agarrarla. Su mano no podía rodearla totalmente. Por fin el macho apoyó la cabeza entre los labios vaginales y de un empujón se abrió paso. Gracias al tratamiento anterior, la verga se pudo abrir camino pero Rita gimió desesperada. Bajó su cuerpo para apoyarse en sus brazos para ofrecer un ángulo mas accesible, y el muy criminal siguió empujando y empujando, hasta que sus cuerpos se tocaron.
Rita jamás se había sentido tan llena. Cuando comenzó a sacudirla, Rita comenzó a acabar. Un orgasmo largo, interminable que se encadenaba con el siguiente, y con el otro, y así hasta que Débora tuvo miedo de que se desmayara de placer. Rita nunca había sentido lo que estaba sintiendo. Ese martillo neumático la estaba convirtiendo en una masa de sensaciones eróticas sin control. Seguramente las escenas que había visto lo habían excitado mucho y por suerte en cosa de unos minutos se corrió, de lo contrario podría haberla matado. Cuando terminó se retiró. Su verga hizo el ruido de una botella descorchándose cuando salió de Rita.
Luego de unos minutos, la mujer se levantó lentamente, tomó su buzo y se alejó trastabillando. Los jóvenes ni la miraron ni le dijeron nada. Se quedaron riendo y bromeando entre ellos . Debora apagó el celular y sin hacer ruido volvió a la casona.
Rita caminó con poco equilibrio hasta la casa, y al llegar se metió al baño y se dio una buena ducha, tratando de borrar todos los rastros de esa noche de orgía. Se acostó y comenzó a sollozar hasta dormirse.
8 comentarios - Desconfianza
PD que no se haga esperar