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anaíz

La red es un pañuelo. Me vuelvo a encontrar en el inframundo virtual con Hetaira. Ya no es Hetaira, ahora es Anaís. Yo tampoco soy yo. La gente cambia. Los prófugos se mudan a cada rato de nombres y de lugares. Nuestras mentes perversas viven en la clandestinidad. Nunca está demás escaparse, aún de un lugar anónimo como internet.
Finalmente nos vamos a concer en persona. La cito donde empiezan o terminan los bosques de Palermo, en la calesita abandonada de Pampa, llegando a Figueroa Alcorta. La veo venir. Viene con calzas y una pollerita deportiva cubriéndole el culo. ¿Habrá hecho lo que le pedí?¿Habrá considerado que valía la pena arruinar unas calzas haciéndole agujeros solo por mí? Nos abrazamos como dos viejos amigos que se reúnen después de una eternidad de no haberse conocido nunca. Un beso en la mejilla está bien. La invito a caminar, a relevar el terreno. Vamos en silencio, no hace falta hablar. Me toma de la mano y me gusta. Somos dos noviecitos degenerados. El tiempo está asqueroso, nublado, negro, en cualquier momento se larga. Pero está bien, el parque está casi desierto. Cada tanto pasa algún maniático de la vida sana que no abandona su rutina ni aunque caigan macetas del cielo. Nos sentamos bajo un árbol. El pasto está húmedo. Nos besamos calientes, recalientes. Nos conocemos de toda la vida. Ella separa las piernas. Su concha rosada aparece por la ventana de las calzas negras. Hermosa. Está tan caliente y yo tengo las manos frías. Se estremece. De a poco se me van calentando los dedos en el caldo de su agujero. Respiramos fuerte, entrecortado, mientras nos comemos las lenguas. Ella ya está frotando mi verga dentro del pantalón. Me baja el cierre y la saca. Cada tanto relojeamos a ver si viene alguien. Cada tanto viene alguien y no nos importa. Le digo que se siente arriba mío. Entro por primera vez a su concha. Me recibe con calor de hogar. Es como volver a casa. Nos quedamos quietos. Pasa gente y no sospecha nada. La pollerita resguarda la argolla de mi amada de las miradas indiscretas. Anaís aprieta sus músculos vaginales. Los domina perfectamente. Aprieta y afloja succionando mi verga con su concha. Chorreamos. No quiero acabar. Le doy unos golpecitos en el culito y le digo: Vamos. Se desencanta pero confía en mí. Seguimos de la mano. Buscando algún buen escondite para garcharnos como Dios manda. Un pibe que pide plata se acerca por unas monedas. Te doy diez pesos si le mostrás la pija a mi hermana. Anaís arquea las cejas con una sonrisa leve. Le gusta ser mi hermana, es más perverso. El pibe se ríe, es tímido. En serio te digo. Mi mamá no la deja tocar pijas y yo la quiero ayudar pobrecita. Acepta. Lo llevamos contra un árbol. Nuestros cuerpos frente a él hacen de carpa. Anaís lo entusiasma: Dale, no tengas miedo que nadie te ve. Yo le levanto la remera y le desnudo una teta. Saco con mis dedos los pezones escondidos de mi hembra. El pibe sigue indeciso, se ríe vergonzoso. Anaís le palpa el bultito. Yo le amaso la teta. Chupásela. El pibe se prende. Le bajo el pantalón y aparece una pija de nene. Parece de catorce años pero seguro que es más chico, apenas tiene sus primeros pelitos. Está dura y babosa. Anaís lo masturba con amor de madre. Dame la lechita mi amorcito. Dale la lechita a mami. El pibe está a mil, los ojos se le abren, la panza se le tensa. La leche se le escapa entre los dedos a Anaís. Le doy los diez pesos. Seguimos de la mano. Se larga una tormenta de la puta que lo parió. Corremos de la mano como esos pelotudos de las películas romanticonas. Nos cagamos de la risa. Buscamos refugio, no hay. De pronto me doy cuenta que la gente desapareció. Nadie a cientos de metros a la redonda. Me quedo en pelotas totalmente. Anaís también. No hay nadie. Se prende de mi verga como un ternero mamón. Nos tiramos al piso. Los pastos mojados se nos pegan al cuerpo. Le chupo la concha, hambriento. Suenan truenos. Si nos parte un rayo en este instante, por mí está bien. Me la cojo furioso. Me pide que le haga el orto. Se lo hago. El ojete de Anaís tiene mil batallas, se abre como una flor, me deja entrar enseguida. Es divino. Se lo cojo. Aguanta todo. Se lo lleno de leche. Mi puta hermosa y degenerada.

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