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La que con fuego juega...

Otra mas de las confidencias de mis amigas chilenas,

graciaspor existir perversas


La que con fuego juega...

En mi mundo de perversidades estoy consciente que mi juego muchas veces puede ser con fuego y por ende, está claro, que me puedo quemar. Ese mismo conocimiento de la quemadura, sin importar cuan dolorosa sea, añade emoción, morbo y el toque de perversidad, que hace que la adrenalina fluya por mis venas haciendo que me arriesgue sin importar las consecuencias. A pesar de esto nunca me he quemado, o eso creí hasta esa madrugada.

Mi último juego con las llamas, Cristián, aún me tiene tiritando entre emoción, miedo, alegría pero por sobre todas las cosas, pasión.
A propósito con el posteo de una de nuestras perversas amigas “A Yegua Experimentada… ¿Pasto Tierno?”, Cristián es menor que yo... ¡10 años menor que yo! Y no, no me importa. De todos los hombres que conozco, puedo decir sin miedo a equivocarme, que es él precisamente el que más madurez emocional tiene.

Nos conocemos hace 4 años, cuando tuvimos un breve romance el cual nos llenó de amor y por cobardes huímos los dos. A pesar de que nunca nos volvimos a ver, el recuerdo de ese romance estaba impregnado en mi piel cual tatuaje. En recientes días nos volvimos a encontrar y para mi sorpresa él me recordaba de la misma manera que yo a él, inteligente, buen conversador, gracioso, entretenido y sobre todo: BUEN AMANTE.

Después de varios días de plática cibernética, decidimos encontrarnos en persona, para conversar, mentira que los dos nos fijamos, pues teníamos claro que nuestro encuentro sería sexual y la conversación, si se daba, sería un añadido.

Llegó a mi casa, me besó la cara y su abrazo fue lento y lejano. La conversación entre copas de vino se tornó muy interesante y por unos instantes olvidé que quería devorármelo a besos y tener sexo desenfrenado con él hasta quedar inmóviles. De repente puso su mano en mi pierna,
“Quiero tocarte.” me dijo.


Sentí como la sangre invadía tanto mi cara como mi vagina.


“Me estás tocando.” le contesté pues no se me ocurrió otra cosa.


“¡No! Quiero tocarte.” me respondió y se acercó peligrosamente a mí.

Nos besamos, y ya no pensaba en lo interesante que era la conversación. Mis pensamientos se habían transformado en pasión, lujuria, sexo.

Entre la mezcla de besos, rozaba sus manos por mis senos, y mi excitación se agrandó. Me quité la camisa e hice lo mismo con la de él. Mis senos buscaron su piel, y se dio cuenta de cuan caliente estaba yo; mis pezones me delataron.

Lo tomé de la mano y lo guié a mi habitación, y ahí estaba mi cama que ya había sido testigo de nuestra pasión. Me recostó y desabrochaba mi cinturón, pantalón, cierre de mis botas con un cuidado extremo, como si no quisiera perderse ni un minuto de lo que observaba.

Sus manos buscaron la humedad de mi vagina y lo cuidadoso que era cuando me desnudaba se le quitó. Arrebató los calzones de mis piernas de un tirón. Enterró su cara en mi sexo, que latía ante la presencia de su lengua y las succiones. No recordaba cuan experto es en el sexo oral Cristián y me encantó que lo fuera. Orgasmo tras orgasmo su lengua seguía jugueteando con mi clítoris y sus dedos buscaban dentro de mi vagina para hacerme explotar una vez más.

Me besaba todo el cuerpo oliendo a mí, sabiendo a mí. Me miró fijamente, mientras sobre su cuerpo yo lo besaba, me agarró la cara y me dijo:
“¡Eres hermosa!”

Sentí las llamas, más no las de la calentura que me llenaba, si no las llamas del juego con fuego. Para apaciguar mi pensamiento le dije entre gemidos que era “mi cara de caliente” mientras él repetía que no era eso y yo lo silenciaba con mis besos hasta llegar a su pene.

Me entregué, sus gemidos unidos a los míos, mi humedad, su pene bien erecto, nuestro ritmo me hizo olvidar en aquel momento que era sólo sexo. Sentí su pene entrar en mí y fue un orgasmo instantáneo. Lo quería así, sacando mi hembra animal ante ese macho excitado sobre mí y así olvidar que estaba jugando con fuego. Nuestro ritmo, perfecto, sincronizados. Un orgasmo tras otro... Me faltaba la respiración y sentía como mis ojos se daban vuelta quedando blancos.

“¿Sabes cómo le llaman los franceses al orgasmo?” me preguntó mientras apaciguaba sus movimientos.


Y entre un último gemido de ese orgasmo y con mi mejor acento francés le dije:
“Le petit mort”

Nos reímos y abrazámos.


Abrazados conversábamos de lo mucho que nos extrañábamos, de lo bien que se sentía estar así abrazados. Sí, me estaba quemando en mi juego, lo sabía pero no quería darme cuenta. Cristián me olía, la cara, el cuello y así me volvía a excitar. Los besos comenzaban suaves para pasar a devorarnos los labios, las lenguas con desespero. Y el sexo... el sexo se hacía más intenso cada vez que comenzábamos un nuevo momento. Me di toda, mi confianza fue suya, no hubo pudor, no hubo reclamos, no hubo un NO. Esa madrugada todo entre los dos fue válido. ¡TODO!

Fueron cinco horas de lujuria, de sexo, y sí, de amor. Esa madrugada me sentí la mujer más hermosa del mundo, la más deseada, la más inteligente, perfecta. Me sentí su única.

Hoy me doy cuenta que la perversa que juega a propósito con fuego, porque es entretenido, porque la mantiene viva y le revuelve la adrenalina sabiendo que su inteligencia no la dejará quemarse, se quemó. Y tiene las manos heridas llenas de un amor que fue pero que nunca será. Las vendas serán temporales, las quemaduras las curará el tiempo y volverá a jugar con otros fuegos. La noche de amor, la noche que Cristián la hizo sentir hermosa, será la cicatriz permanente que tendrá por atreverse a jugar sabiendo que se iba a quemar.

2 comentarios - La que con fuego juega...

en_labusqueda
muy bueno... les paso el mio, para compartir
http://www.poringa.net/posts/relatos/2100737/Juega-a-Ganar.html