La semana transcurrió sin novedades. De pronto todo volvía a la normalidad y Eva pensó que la historia había terminado. Cuando Carlos le comentó de la nueva invitación, se puso molesta, pero no tenía argumentos para impedirle que saliera con Raúl.
- Está bien, pero yo me aburro sola, le dijo como tímida oposición.
- Es una pena que a Clara no le guste navegar, sino seguramente podríamos ir los cuatro, dijo con tristeza Carlos, y Eva se preguntó si la tristeza era por que ella no podía ir, o porque no podía ver a Clara.
- Sabes que, iré a visitar a mi prima, dijo ella por fin. Le pareció lo mas razonable, no estaba dispuesta a quedarse en casa para que Clara volviera a visitarla para burlarse de ella y mostrar que el plan estaba funcionando.
- Bueno, si quieres puedes llevarte el auto que yo no voy a usarlo, dijo el conciliador.
- Me parece perfecto, aceptó ella.
El sábado no tuvieron sexo. Por alguna razón ninguno de los dos tenía ganas y por la misma razón. Ambos, de diferente manera, estaban pendientes de la salida del día siguiente.
Temprano, ella cargó unas cosas y salió en el auto. El cerró la casa, tomó su bolso y se dirigió de Raúl.
Tocó timbre. Esperó un rato e insistió. La puerta se abrió y Clara, con el cabello revuelto y con apariencia de haber estado durmiendo, vestida con una camisón corto negro, lo saludó.
- Carlos, buenos días, pasa por favor, dijo franqueandole el paso. Toma asiento completó, cuando ya habían ingresado.
- Perdona, no quise despertarte, es que Raúl me invitó a que viniera, recuerdas?
- Si, por supuesto y no me despertaste, en realidad me despertó mi maridito quien me llamó para decirme que habia tenido que salir urgente, que ibas a venir, que lo esperaras y que te atendiera de la mejor manera posible, dijo ella poniendo cara de nena caprichosa.
- Mira, mejor me vuelvo a mi casa y cuando el regrese que me llame, dijo Carlos levantándose
- Ni lo sueñes. Si te dejo ir pavada de escenita que me montara mi maridito. Aguarda que me pondré mas presentable.
- Para mi estás ya muy presentable, dijo tratando de que sonara como un chiste.
Los ojos de la hembra brillaron
- ¿ Hablas en serio Carlos? Mira que me creo todo lo que me dicen, dijo con una sonrisa capaz de sacarle agua a las piedras.
- Hablo en serio, pero pretendió ser un elogio inocente, no te ofendas.
- No, si no me ofendo. Muy por el contrario, tus elogios me gustan, pero de verdad no me siento cómoda contigo vestido y yo con ropa de cama. Alguno de los dos desentona, así que espérame un momento.
“ Yo desentono”, tuvo ganas de decir Carlos, pero no se atrevió.
Al quedar solo, comenzó a rogar que Raúl llegara pronto, pues no soportaba estar a solas con esa hembra a la que había visto en acción y que lo desesperaba. Al rato la vio volver. Impecablemente peinada, finamente maquillada, con un top corto, una minifalda muy corta, sin medias, y calzada con una sandalias con taco que estilizaban aún más, si eso era posible, su figura. Carlos interrumpió hasta su respiración para verla bajar la escalera.
- Así está mejor, ¿ No te parece? ¿ Quieres un café? Yo todavia no tomé nada, ya te sirvo uno, le dijo pasando de largo hacia la cocina.
Esa ráfaga sensual que la acompañaba lo dejó boquiabierto. Nunca se había sentido tan excitado con una mujer. Tenía que controlarse. Si Raúl llegara en este momento y la viera sería todo muy evidente. Respiró profundo, y trató de calmarse.
Tomaron el café mientras conversaban del barrio, de la casa, del yate, en fin todos temas triviales. Carlos le comentó que su esposa se había ido de una prima a pasar el día, y que esperaba disfrutar de otro día embarcado como el fin de semana anterior.
En ese momento sonó el móvil de Clara. Ella se levantó a atenderlo, se disculpó y salió al patio a recibir la llamada. El podía verla por el vidrio caminando mientras hablaba. Una verdadera gata. Jugaba con su cabello, se estiraba la corta pollera, en fin, cada gesto le parecía extremadamente sensual, y es que toda ella destilaba sensualidad.
- Perdona Carlos, pero me acaba de llamar Raúl para decirme que no va a regresar hasta la noche. Me pidió que lo disculpes y que me encargara de que estuvieras cómodo. Lo que mas lamento es que tu esposa se ha ido, con lo que ambos nos quedamos solos y aburridos, le dijo con tristeza.
- No te preocupes Clara, seguramente encontrare cosas para hacer en mi casa.
Los ojos de Clara se iluminaron con una chispa de picardia.
- ¡Ya sé! ¡Salgamos a navegar igual!
Carlos saltó en el asiento.
- ¡¡No!! Cómo se te ocurre, si Raúl me confesó que no te gusta hacerlo, dijo poniéndose colorado
- No me gusta salir con él, que es tan autosuficiente para todo, pero contigo sería distinto. Además saldríamos de mentiritas. Ninguno tenemos registro para conducir un yate. Digo que vayamos allí, nos quedamos anclados en el puerto, tomamos sol, almorzamos y luego volvemos. Así te compenso el dia que mi marido te hizo perder. Y no digas nada, Se que eres demasiado caballero para aceptar, pero tomo un bolso con algunas cosas, y salimos, dijo y sin más corrió a la planta alta a prepararse.
Carlos no atinó a responder nada. Pasar en día con Clara era más de lo que nunca hubiera soñado. Sabía que ella lo hacía de pura inocencia, pero igual se sentía complacido. Pensó en como reaccionaría Raúl al enterarse que había pasado la tarde a solas con su esposa, pero bueno, un problema por vez, pensó. Un problema por vez.
En cuestión de minutos bajó Clara con un bolso de mano, y le hizo señas de que la siguiera. Por una puerta pasaron al garage. Ella subió a su camioneta y le abrió la puerta para que el hiciera lo propio.
- Mira Clara no quiero que te tomes este trabajo por mí. Yo puedo volver a mi casa. No quisiera que tuvieras problemas con tu esposo, tampoco, por que yo.....
Ella lo miró, con una sonrisa indescifrable, activó el control remoto de la puerta, encendió el vehículo y dando marcha atrás, salió de la casa, cerrando el portón. Pisó la calle y como una exhalación emprendió el camino al embarcadero.
Una música suave invadió el habitáculo. Carlos , apoyado contra la puerta de su lado Carlos intentaba concentrarse en las imagenes que pasaban velozmente. De reojo veía a Clara concentrada en conducir, sin darse cuenta que su corta pollera se había subido más de la cuenta y las maniobras de conducción la dejaban prácticamente desnuda frente a su compañero.
Mientras conducía, Clara hablaba de temas diversos: el tránsito, el problema del estacionamiento, lo complicado que era manejar sola una casa, ya que su marido no estaba casi nunca, en fin cosas triviales que le ponían aún más morbo a la situación. El constante parloteo obligaba a Carlos a mirarla para contestarle o meter algún bocadillo y cada vez que la miraba, la veía más desnuda, mas deseable, mas accesible. Su boca estaba seca y sus ojos eran dos brasas ardientes. Su cuerpo despedía calor, que él creía que la hembra debía notar. Y sin embargo, la charla era normal, sobre cuestiones cotidianas.
Por fin, llegaron al amarradero. Clara estacionó el vehículo y dándose vuelta tomó el bolso del asiento trasero. La maniobra hizo que dejara a la vista de Carlos sus piernas abierta, y allí en el fondo una fina bombacha de seda roja, era un poderoso llamador para la lujuria del macho.
Bajó y cuando Carlos hubiera hecho lo propio, cerró la camioneta y se dirigió a la embarcación. Carlos detrás de ella no perdía detalle de sus movimientos. Al llegar al yate, la planchada estaba un poco alejada y Clara se detuvo dudando sobre que camino seguir. Carlos agilmente saltó sobre la embarcación, y desde el otro lado le dijo a Clara que saltara también que el la ayudaría.
Clara arrojó el bolso en la cubierta del yate, se descalzó para evitar patinadas, y tomando una pequeña carrera saltó cayendo en los brazos de su invitado. El impulso hizo que los brazos de Carlos se vencieran y sus cuerpos chocaran. Trastabillando cayeron enredados en uno de los asientos de cubierta. La situación hizo que Clara empezara a reir alegremente, y esto pemitió que Carlos se recompusiera y tambien riera de la situación, aunque el segundo que estuvo abrazado a Clara le había quemado el cerebro.
- Bueno, aquí estamos dijo ella , recuperando la compostura.
- Si, y es un hermoso día, comentó Carlos
- Muy lindo, ideal para las actividades al aire libre, dijo ella, si me disculpas voy a cambiarme y tomar un poco de sol.
No hay problemas, haz de cuentas que es tu yate, dijo él intentando una broma.
- Ja, ja, pero mejor juguemos a algo. Hagamos de cuenta que hoy, este yate y todo lo que hay en él te pertenece. Así no estarás tan cohibido, le dijo mientras bajaba al camarote.
“ El yate y todo lo que hay en él”. Las palabras se marcaron a fuego en su mente. Ojalá todo lo que hubiera en él le pertenciera, aunque más no fuera por una tarde. Es increíble la inocencia de las mujeres luego de un tiempo de casadas, pensó, no me ve como una amenaza, como alguien que podría aprovecharse de ella, y actúa con una deshinibición que me enloquece.
Se dirigió al timón y una vez allí jugó a que conducía esa poderosa nave. Tomó una gorra de capitán que había en un casillero y la colocó en su cabeza.
- me agrada que te guste el juego que te propuse, mi capitán, escuchó que decían a sus espaldas y antes que pudiera darse vuelta, un cuerpo bronceado y simétrico, adornado ( porque no puede decirse cubierto) con una bikini turquesa, paso a su lado , se dirigió a la cubierta delantera, se inclinó, acomodó una toalla y se recostó con los pies hacia donde él estaba. Pudo verla inclinarse y ahora veía su trasero desbordar a ambos lados de la pequeña prenda que ni intentaba cubrir su anatomía. Ella separó un poco sus piernas, y la suavidad de la tela, permitía imaginar lo que entre ellas se escondía. Carlos desde el lugar privilegiado que ocupaba casi podía tocarla. El cuerpo de la hembra quedaba a la altura de su cintura. Estuvo un buen rato allí observando. En un momento ella con habilidad desató la parte de arriba de su traje de baño, para que las cintas no marcaran su espalda.
- Carlos, llamó ella sin moverse.
- ¿Sí? Preguntó el con indiferencia.
- ¿ Puedes traerme algo para tomar?
- Como no, ¿ Qué prefieres?
- Un jugo de naranja estaría bien, aunque tu eres el capitán. Yo sólo obedeceré tus órdenes, le dijo burlona.
Carlos bajó al camarote. En el dormitorio se veía sobre la cama la ropa que ella se había sacado al cambiarse. La bombacha roja de seda estaba allí. Se acercó, la tomo y la olió profundamente. El aroma a hembra hizo que su vara saltara como un resorte. La mezcla de sus olores con el perfume importado que la envolvía como una túnica, era realmente excitante. Sintió que en su interior algo estaba cambiando. Ella quería jugar al barco pirata, pues le daría el gusto. Se cambió de ropa poniendose un short de baño.
Se dirigió a la heladera y allí eligió una botella de vino blanco helado, la destapó y sirvió dos copas, llevándolas a cubierta, junto con la botella.
- Aquí tienes, le dijo alcanzándole el vaso.
Ella se incorporó un poco haciendo visera con una mano y cubriendose sus pechos con la otra, y miró lo que le ofrecían.
- Te dije que quería un jugo, le dijo sonriendo.
- Y también dijiste que yo era el capitán hoy, y el que decidiría todo lo que haríamos, le contestó poniéndose serio.
- Si, mi capitán, dijo ella siguiéndole la corriente. Pero te advierto que el vino en ayunas no me pega bien. No tengo mucha resistencia al alcohol, así que probablemente tendrás que lidiar el resto del día con una ebria.
- Sería un verdadero placer verte un poco fuera de control, le dijo el haciendo chocar las copas.
Apuraron el contenido de los vasos en un par de sorbos. Realmente era un muy buen vino, estaba helado y el día cálido invitaba a tomar. El volvió a llenarlos, mientras hablaban de sus cosas cotidianas. Para el medio día, más de la mitad de la botella habia desaparecido, y Carlos sólo había tomado un par de copas.
- Por favor, abróchame la bikini le pidió ella, cosa que el hizo al instante. Luego ella se levantó, mostrando un poco de mareo.
- Vaya, vaya, mi capitán, ha conseguido hacerme perder el equilibrio. Si no fueras mi amigo, pensaría que lo hiciste a propósito con alguna intención sucia, dijo ella mientras lo miraba.
- ¿Qué intención sucia puedo tener? Me conoces, soy un hombre de familia, dijo el a la defensiva.
- Si, todos los hombres son de familia. En fin, vamos a comer algo a ver si consigo recuperarme de la borrachera que me provocaste.
Bajaron al camarote, y sacaron de la alacena diversas conservas. Atún, sardinas, y de la heladera algo de fiambre y pan, con lo que tenían suficiente para comer ellos dos. Para tomar Carlos decidió que siguieran con el vino, con la excusa de que era una pena desperdiciarlo una vez abierto.
Para el final del almuerzo, Clara estaba achispada, y Carlos debió acompañarla al dormitorio para que se recostara un rato.
Una vez cerradas las cortinas, que dejaron la habitación en penumbras donde apenas se divisaban los objetos , salió para dejarla descansar. Una vez afuera, recordo que su bolso estaba en el dormitorio, y entro sigilosamente a buscarlo. Una respiración suave le indicó que ella dormía. Se quedó un rato hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Y recién allí la vio. Antes de dormirse, tal vez instintivamente se había desnudado totalmente. Yacía boca arriba, con su cabeza ladeada. Sus pechos lucían en toda su magnitud y sus piernas apenas abiertas, dejaban ver su nido, perfectamente depilado, tal como lo recordaba del video que habia visto. Aprovechando que estaba dormida, se sentó en la cama para disfrutar de cerca de ese espectáculo que seguramente no volvería a ver en su vida. Cuando se sentó en la cama ella refunfuñó y giró su cabeza hacia su lado. Ese rostro hermoso y perfecto ahora estaba a su alcance. Despacio, con un dedo, dibujó la curva de su rostro.
- Raúl, dijo ella
- Raúl, volvió a repetir dormida.
- Que mi amor, respondió Carlos siguiendole la corriente.
- Bésame, le pidió. Carlos se quedó helado.
- Bésame mi amor, repitió ella, haciendo un esfuerzo por levantarse. Rapidamente Carlos pensó que era peor que se despertara y lo encontrara sentado en su cama observándola y entonces pegó sus labios a los de ella. El beso inocente que el le dió, no era lo que ella esperaba, ya que ella le obligó a separar los labios y le introdujo la lengua hasta el fondo de su garganta, jugueteando con ella. Carlos, ya completamente excitado, se dejó besar disfrutando del momento, hasta que sintió que una mano de la hembra bajaba por su pecho y con decisión se aferraba a través de la ropa a su verga endurecida.
- Dejame masturbarte, le pidió sin despertarse, y Carlos sacando su verga por el costado del short la dejó a su merced. De inmediato ella comenzó a descapucharla con su mano, lento al principio, y tomando velocidad a medida que la excitación la iba ganando. Carlos no podía seguir soportando ese tratamiendo y la obligó a detenerse tomándole la mano.
- Basta que me corro, por favor, le dijo desesperado.
Entre sueños, ella se rió sin abrir la boca. Se dio vuelta hacia el otro lado y sacó su culito hacia afuera,
- Córrete, le dijo, mostrando sin dudas lo que realmente quería. Ya Carlos era una locomotora que nada podría detener. Se levantó de la cama y se desnudó. Se arrodilló sobre la cama y su mano buscó su vagina y jugueteó con sus labios hasta que una humedad pegajosa le indicó que la hembra estaba preparda. Se acostó detrás de ella y colocando su pierna izquierda sobre las suyas colocó la cabeza de su verga entre sus labios vaginales.
- Despacio Raúl, no me lastimes, dijo siempre dormida. Carlos avanzó unos centímetros y la cabeza de su verga se internó entre los labios de ella. Con otro empujón, la cabeza cruzó la puerta, y llegado a ese punto se afirmó en los hombros de Clara y se hundió hasta las cachas. El placer que sentía era imposible de contar. Debió quedarse unos segundo quieto para no correrse. Cuando pudo controlarse comenzó a bombearla, con estocadas largas y continuas, que ella recibía con ganas, diciéndole lo bien que se sentía empalada de esa forma. Cuando el comenzó a acelerar ella juntó sus piernas apretándole la verga como una morsa, y su mano se aferraba a su pierna con fuera haciéndole doler, pero ese dolor solo le incitaba más a reventarla. Cuando emprendió la corrida final ella empezó a despertarse, y para cuando el se vació en su vientre, ella estaba totalmente despierta, aunque no entendía todavía quien la estaba montando.
Los alaridos del macho seguramente terminaron de despertarla y ella se quedó quieta disfrutando de su propio orgasmo pero también gozando de los chorros de semen que golpeaban su matriz.
Cuando él terminó se quedó recostado detrás de ella. Al rato ella giró y un grito mostró la sorpresa al ver quien la había empalado.
- ¡No puede ser! ¿ Qué hiciste?, dijo tratando de saltar de la cama. Carlos, con una agilidad desconocida la retuvo. La acostó nuevamente en la cama y con su boca silenció la boca de la hembra mientras su lengua prácticamente la dejaba sin aire. Luego de unos minutos se separó de ella, que quedó boqueando tratando de recuperar el aire.
- Soy el capitán, tu lo dijiste, y hoy todo en este barco me pertenece, dijo mientras avanzaba sobre el cuerpo de la hembra y colocando una rodilla a cada lado de su rostro, le coloco la verga en la boca. Ella quiso protestar pero estaba totalmente inmovilizada. Sólo pudo tragarla y chuparla, mientras Carlos la dirigía.
- Así esclava. Fue una suerte que te rescatara en altamar, donde los tiburones te hubieran devorado. Mi tiburón en cambio no te va a devorar. Te va a usar un poco para placer de los dos, pero una vez que lleguemos a puerto serás libre. Mientras tanto puedo dejarte donde te encontré si no obedeces. Clara mientras tanto se afanaba chupando esa verga que se recuperaba a paso redoblado. Ya estaba casi tan dura como al principio.
- Y ahora, ya que me has calentado nuevamente, te voy a coger como se merece una señora como tú, y diciendo esto se corrió hacia abajo y se acomodó entre sus piernas. Clara inmóvil esperaba el empalamiento, pero él cambio de opinión, y bajando más, levantó sus piernas y comenzó a lamer su concha con dedicación. Lo inesperado de la maniobra sorprendió a la hembra quien comenzó a retorcerse y con evidentes signos de placer se aferraba a la cabeza del macho. Un largo rato estuvo Carlos recorriendo el sexo de su amante, y , por fin, la depósito sobre la cama, y ahora sí, se acomodó para gozar de su cuerpo. Cuando la punta de su verga tocó la entrada, las piernas de Clara envolvieron las suyas, signo inequívoco de que ella también la queria adentro, y acompañó presionando cada centímetro de verga que fue recibiendo a medida que Carlos se hundía en ella. Una vez que la enfundó toda comenzó el pistoneo, mientras sus manos jugaban con las tetas de la hembra y su boca de a ratos chupeteaba la de ella. Esta segunda vez, él pudo durar más. Cambiaron de posición varias veces. Ella se montó a horcajadas de él, el la hizo poner de pie apoyada en la cama para empalarla de atrás, y por fin, sobre la cama en cuatro patas, le volvió a echar todo su semen dentro, mientras Clara gritaba de placer.
Por fin salieron del dormitorio. Carlos se sentía el mas macho de todos los machos. No podía creer la mujer que acababa de pasar por la piedra, y aunque lo contara nadie se lo creería. Clara se asomó a la cubierta y dicieńdole que no había nadie, subió desnuda y se arrojó al agua. Carlos, totalmente fuera de sí, hizo lo mismo. Nadaron alrederos del yate. Nadie estaba a la vista. Los demás yates habían partido y los que quedaban no tenían tripulantes, Jugaron en el agua como dos adolescentes y cuando increíblemente la verga de Carlos volvió a endurecerse, para sorpresa de los dos, allí mismo en el agua, aferrado a la escalerilla del yate , con los cuerpos bajo el agua volvió a penetrarla, mientras ella envolvía su cintura con las piernas y estaba colgada de su cuello y lo besaba como si quisiera sacarle la vida por la boca. Largo rato estuvieron tirando, hasta que por fin, con un orgamo que fue más mental que físico Carlos acabó. La dejó adentro y al rato Clara también alcanzó un climax agotador.
Ya era de noche cuando regresaron a la casa de Clara. No habían hablado en todo el camino. Clara detuvo el vehículo en la puerta de la casa de Carlos, aún vacía.
- Mira Clara, no se como seguirá esto. Quiero que me disculpes, no queria aprovecharme de tí. No se que me paso, intentaba Carlos explicar en forma rudimentaria lo ocurrido.
- No te preocupes Carlos. Nada pasó que no quisiéramos que pasara.
- Pero tú estabas dormida y yo abusé de tí.
- ¿ Dormida? ¿ En verdad crees que no me di cuenta de lo que iba a pasar desde que llegaste a mi casa esta mañana? Por otro lado me agrada que me consideres tan buena actriz como para haberte engañado de esta forma, dijo Clara con satisfacción.
Carlos quedó atónito.
- ¿ Fue todo planeado?¿ Sabías que era yo quien te estaba cogiendo?
- Por supuesto tontito. Hace falta mucho más que un par de copas de vino para que pierda el sentido como para no reconocer la verga de mi marido. No te enojes, la tuya no está nada mál, pero tantos años teniéndola adentro te imaginarás que la reconozco de solo tocarla. Si, sabía que eras tú. Me desnudé para incitarte a acercarte y luego fue fácil conseguir que me cogieras. Eres muy inocente. Eso pasa cuando uno lleva muchos años con la misma pareja. El día de hoy fue planificado hasta el último detalle. Fue un juego del cual participaste activamente y me parece que tan mal no la pasaste, pero ya terminó. Seguiremos siendo amigos, pero no es probable que lo de hoy se repita. No de esta manera , por lo menos.
Carlos bajó del auto, y cerró la puerta. En ese momento comprendió la frase.
- ¿ Y de que otra manera podría repetirse?
- Cuéntale lo sucedido a tu esposa y tendrás la respuesta, le dijo
- Nunca se tiene que enterar, contestó él.
- Sólo tu y yo lo sabemos, y solo tú y yo podremos contar lo ocurrido, le dijo arrancando la camioneta.
- Está bien, pero yo me aburro sola, le dijo como tímida oposición.
- Es una pena que a Clara no le guste navegar, sino seguramente podríamos ir los cuatro, dijo con tristeza Carlos, y Eva se preguntó si la tristeza era por que ella no podía ir, o porque no podía ver a Clara.
- Sabes que, iré a visitar a mi prima, dijo ella por fin. Le pareció lo mas razonable, no estaba dispuesta a quedarse en casa para que Clara volviera a visitarla para burlarse de ella y mostrar que el plan estaba funcionando.
- Bueno, si quieres puedes llevarte el auto que yo no voy a usarlo, dijo el conciliador.
- Me parece perfecto, aceptó ella.
El sábado no tuvieron sexo. Por alguna razón ninguno de los dos tenía ganas y por la misma razón. Ambos, de diferente manera, estaban pendientes de la salida del día siguiente.
Temprano, ella cargó unas cosas y salió en el auto. El cerró la casa, tomó su bolso y se dirigió de Raúl.
Tocó timbre. Esperó un rato e insistió. La puerta se abrió y Clara, con el cabello revuelto y con apariencia de haber estado durmiendo, vestida con una camisón corto negro, lo saludó.
- Carlos, buenos días, pasa por favor, dijo franqueandole el paso. Toma asiento completó, cuando ya habían ingresado.
- Perdona, no quise despertarte, es que Raúl me invitó a que viniera, recuerdas?
- Si, por supuesto y no me despertaste, en realidad me despertó mi maridito quien me llamó para decirme que habia tenido que salir urgente, que ibas a venir, que lo esperaras y que te atendiera de la mejor manera posible, dijo ella poniendo cara de nena caprichosa.
- Mira, mejor me vuelvo a mi casa y cuando el regrese que me llame, dijo Carlos levantándose
- Ni lo sueñes. Si te dejo ir pavada de escenita que me montara mi maridito. Aguarda que me pondré mas presentable.
- Para mi estás ya muy presentable, dijo tratando de que sonara como un chiste.
Los ojos de la hembra brillaron
- ¿ Hablas en serio Carlos? Mira que me creo todo lo que me dicen, dijo con una sonrisa capaz de sacarle agua a las piedras.
- Hablo en serio, pero pretendió ser un elogio inocente, no te ofendas.
- No, si no me ofendo. Muy por el contrario, tus elogios me gustan, pero de verdad no me siento cómoda contigo vestido y yo con ropa de cama. Alguno de los dos desentona, así que espérame un momento.
“ Yo desentono”, tuvo ganas de decir Carlos, pero no se atrevió.
Al quedar solo, comenzó a rogar que Raúl llegara pronto, pues no soportaba estar a solas con esa hembra a la que había visto en acción y que lo desesperaba. Al rato la vio volver. Impecablemente peinada, finamente maquillada, con un top corto, una minifalda muy corta, sin medias, y calzada con una sandalias con taco que estilizaban aún más, si eso era posible, su figura. Carlos interrumpió hasta su respiración para verla bajar la escalera.
- Así está mejor, ¿ No te parece? ¿ Quieres un café? Yo todavia no tomé nada, ya te sirvo uno, le dijo pasando de largo hacia la cocina.
Esa ráfaga sensual que la acompañaba lo dejó boquiabierto. Nunca se había sentido tan excitado con una mujer. Tenía que controlarse. Si Raúl llegara en este momento y la viera sería todo muy evidente. Respiró profundo, y trató de calmarse.
Tomaron el café mientras conversaban del barrio, de la casa, del yate, en fin todos temas triviales. Carlos le comentó que su esposa se había ido de una prima a pasar el día, y que esperaba disfrutar de otro día embarcado como el fin de semana anterior.
En ese momento sonó el móvil de Clara. Ella se levantó a atenderlo, se disculpó y salió al patio a recibir la llamada. El podía verla por el vidrio caminando mientras hablaba. Una verdadera gata. Jugaba con su cabello, se estiraba la corta pollera, en fin, cada gesto le parecía extremadamente sensual, y es que toda ella destilaba sensualidad.
- Perdona Carlos, pero me acaba de llamar Raúl para decirme que no va a regresar hasta la noche. Me pidió que lo disculpes y que me encargara de que estuvieras cómodo. Lo que mas lamento es que tu esposa se ha ido, con lo que ambos nos quedamos solos y aburridos, le dijo con tristeza.
- No te preocupes Clara, seguramente encontrare cosas para hacer en mi casa.
Los ojos de Clara se iluminaron con una chispa de picardia.
- ¡Ya sé! ¡Salgamos a navegar igual!
Carlos saltó en el asiento.
- ¡¡No!! Cómo se te ocurre, si Raúl me confesó que no te gusta hacerlo, dijo poniéndose colorado
- No me gusta salir con él, que es tan autosuficiente para todo, pero contigo sería distinto. Además saldríamos de mentiritas. Ninguno tenemos registro para conducir un yate. Digo que vayamos allí, nos quedamos anclados en el puerto, tomamos sol, almorzamos y luego volvemos. Así te compenso el dia que mi marido te hizo perder. Y no digas nada, Se que eres demasiado caballero para aceptar, pero tomo un bolso con algunas cosas, y salimos, dijo y sin más corrió a la planta alta a prepararse.
Carlos no atinó a responder nada. Pasar en día con Clara era más de lo que nunca hubiera soñado. Sabía que ella lo hacía de pura inocencia, pero igual se sentía complacido. Pensó en como reaccionaría Raúl al enterarse que había pasado la tarde a solas con su esposa, pero bueno, un problema por vez, pensó. Un problema por vez.
En cuestión de minutos bajó Clara con un bolso de mano, y le hizo señas de que la siguiera. Por una puerta pasaron al garage. Ella subió a su camioneta y le abrió la puerta para que el hiciera lo propio.
- Mira Clara no quiero que te tomes este trabajo por mí. Yo puedo volver a mi casa. No quisiera que tuvieras problemas con tu esposo, tampoco, por que yo.....
Ella lo miró, con una sonrisa indescifrable, activó el control remoto de la puerta, encendió el vehículo y dando marcha atrás, salió de la casa, cerrando el portón. Pisó la calle y como una exhalación emprendió el camino al embarcadero.
Una música suave invadió el habitáculo. Carlos , apoyado contra la puerta de su lado Carlos intentaba concentrarse en las imagenes que pasaban velozmente. De reojo veía a Clara concentrada en conducir, sin darse cuenta que su corta pollera se había subido más de la cuenta y las maniobras de conducción la dejaban prácticamente desnuda frente a su compañero.
Mientras conducía, Clara hablaba de temas diversos: el tránsito, el problema del estacionamiento, lo complicado que era manejar sola una casa, ya que su marido no estaba casi nunca, en fin cosas triviales que le ponían aún más morbo a la situación. El constante parloteo obligaba a Carlos a mirarla para contestarle o meter algún bocadillo y cada vez que la miraba, la veía más desnuda, mas deseable, mas accesible. Su boca estaba seca y sus ojos eran dos brasas ardientes. Su cuerpo despedía calor, que él creía que la hembra debía notar. Y sin embargo, la charla era normal, sobre cuestiones cotidianas.
Por fin, llegaron al amarradero. Clara estacionó el vehículo y dándose vuelta tomó el bolso del asiento trasero. La maniobra hizo que dejara a la vista de Carlos sus piernas abierta, y allí en el fondo una fina bombacha de seda roja, era un poderoso llamador para la lujuria del macho.
Bajó y cuando Carlos hubiera hecho lo propio, cerró la camioneta y se dirigió a la embarcación. Carlos detrás de ella no perdía detalle de sus movimientos. Al llegar al yate, la planchada estaba un poco alejada y Clara se detuvo dudando sobre que camino seguir. Carlos agilmente saltó sobre la embarcación, y desde el otro lado le dijo a Clara que saltara también que el la ayudaría.
Clara arrojó el bolso en la cubierta del yate, se descalzó para evitar patinadas, y tomando una pequeña carrera saltó cayendo en los brazos de su invitado. El impulso hizo que los brazos de Carlos se vencieran y sus cuerpos chocaran. Trastabillando cayeron enredados en uno de los asientos de cubierta. La situación hizo que Clara empezara a reir alegremente, y esto pemitió que Carlos se recompusiera y tambien riera de la situación, aunque el segundo que estuvo abrazado a Clara le había quemado el cerebro.
- Bueno, aquí estamos dijo ella , recuperando la compostura.
- Si, y es un hermoso día, comentó Carlos
- Muy lindo, ideal para las actividades al aire libre, dijo ella, si me disculpas voy a cambiarme y tomar un poco de sol.
No hay problemas, haz de cuentas que es tu yate, dijo él intentando una broma.
- Ja, ja, pero mejor juguemos a algo. Hagamos de cuenta que hoy, este yate y todo lo que hay en él te pertenece. Así no estarás tan cohibido, le dijo mientras bajaba al camarote.
“ El yate y todo lo que hay en él”. Las palabras se marcaron a fuego en su mente. Ojalá todo lo que hubiera en él le pertenciera, aunque más no fuera por una tarde. Es increíble la inocencia de las mujeres luego de un tiempo de casadas, pensó, no me ve como una amenaza, como alguien que podría aprovecharse de ella, y actúa con una deshinibición que me enloquece.
Se dirigió al timón y una vez allí jugó a que conducía esa poderosa nave. Tomó una gorra de capitán que había en un casillero y la colocó en su cabeza.
- me agrada que te guste el juego que te propuse, mi capitán, escuchó que decían a sus espaldas y antes que pudiera darse vuelta, un cuerpo bronceado y simétrico, adornado ( porque no puede decirse cubierto) con una bikini turquesa, paso a su lado , se dirigió a la cubierta delantera, se inclinó, acomodó una toalla y se recostó con los pies hacia donde él estaba. Pudo verla inclinarse y ahora veía su trasero desbordar a ambos lados de la pequeña prenda que ni intentaba cubrir su anatomía. Ella separó un poco sus piernas, y la suavidad de la tela, permitía imaginar lo que entre ellas se escondía. Carlos desde el lugar privilegiado que ocupaba casi podía tocarla. El cuerpo de la hembra quedaba a la altura de su cintura. Estuvo un buen rato allí observando. En un momento ella con habilidad desató la parte de arriba de su traje de baño, para que las cintas no marcaran su espalda.
- Carlos, llamó ella sin moverse.
- ¿Sí? Preguntó el con indiferencia.
- ¿ Puedes traerme algo para tomar?
- Como no, ¿ Qué prefieres?
- Un jugo de naranja estaría bien, aunque tu eres el capitán. Yo sólo obedeceré tus órdenes, le dijo burlona.
Carlos bajó al camarote. En el dormitorio se veía sobre la cama la ropa que ella se había sacado al cambiarse. La bombacha roja de seda estaba allí. Se acercó, la tomo y la olió profundamente. El aroma a hembra hizo que su vara saltara como un resorte. La mezcla de sus olores con el perfume importado que la envolvía como una túnica, era realmente excitante. Sintió que en su interior algo estaba cambiando. Ella quería jugar al barco pirata, pues le daría el gusto. Se cambió de ropa poniendose un short de baño.
Se dirigió a la heladera y allí eligió una botella de vino blanco helado, la destapó y sirvió dos copas, llevándolas a cubierta, junto con la botella.
- Aquí tienes, le dijo alcanzándole el vaso.
Ella se incorporó un poco haciendo visera con una mano y cubriendose sus pechos con la otra, y miró lo que le ofrecían.
- Te dije que quería un jugo, le dijo sonriendo.
- Y también dijiste que yo era el capitán hoy, y el que decidiría todo lo que haríamos, le contestó poniéndose serio.
- Si, mi capitán, dijo ella siguiéndole la corriente. Pero te advierto que el vino en ayunas no me pega bien. No tengo mucha resistencia al alcohol, así que probablemente tendrás que lidiar el resto del día con una ebria.
- Sería un verdadero placer verte un poco fuera de control, le dijo el haciendo chocar las copas.
Apuraron el contenido de los vasos en un par de sorbos. Realmente era un muy buen vino, estaba helado y el día cálido invitaba a tomar. El volvió a llenarlos, mientras hablaban de sus cosas cotidianas. Para el medio día, más de la mitad de la botella habia desaparecido, y Carlos sólo había tomado un par de copas.
- Por favor, abróchame la bikini le pidió ella, cosa que el hizo al instante. Luego ella se levantó, mostrando un poco de mareo.
- Vaya, vaya, mi capitán, ha conseguido hacerme perder el equilibrio. Si no fueras mi amigo, pensaría que lo hiciste a propósito con alguna intención sucia, dijo ella mientras lo miraba.
- ¿Qué intención sucia puedo tener? Me conoces, soy un hombre de familia, dijo el a la defensiva.
- Si, todos los hombres son de familia. En fin, vamos a comer algo a ver si consigo recuperarme de la borrachera que me provocaste.
Bajaron al camarote, y sacaron de la alacena diversas conservas. Atún, sardinas, y de la heladera algo de fiambre y pan, con lo que tenían suficiente para comer ellos dos. Para tomar Carlos decidió que siguieran con el vino, con la excusa de que era una pena desperdiciarlo una vez abierto.
Para el final del almuerzo, Clara estaba achispada, y Carlos debió acompañarla al dormitorio para que se recostara un rato.
Una vez cerradas las cortinas, que dejaron la habitación en penumbras donde apenas se divisaban los objetos , salió para dejarla descansar. Una vez afuera, recordo que su bolso estaba en el dormitorio, y entro sigilosamente a buscarlo. Una respiración suave le indicó que ella dormía. Se quedó un rato hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Y recién allí la vio. Antes de dormirse, tal vez instintivamente se había desnudado totalmente. Yacía boca arriba, con su cabeza ladeada. Sus pechos lucían en toda su magnitud y sus piernas apenas abiertas, dejaban ver su nido, perfectamente depilado, tal como lo recordaba del video que habia visto. Aprovechando que estaba dormida, se sentó en la cama para disfrutar de cerca de ese espectáculo que seguramente no volvería a ver en su vida. Cuando se sentó en la cama ella refunfuñó y giró su cabeza hacia su lado. Ese rostro hermoso y perfecto ahora estaba a su alcance. Despacio, con un dedo, dibujó la curva de su rostro.
- Raúl, dijo ella
- Raúl, volvió a repetir dormida.
- Que mi amor, respondió Carlos siguiendole la corriente.
- Bésame, le pidió. Carlos se quedó helado.
- Bésame mi amor, repitió ella, haciendo un esfuerzo por levantarse. Rapidamente Carlos pensó que era peor que se despertara y lo encontrara sentado en su cama observándola y entonces pegó sus labios a los de ella. El beso inocente que el le dió, no era lo que ella esperaba, ya que ella le obligó a separar los labios y le introdujo la lengua hasta el fondo de su garganta, jugueteando con ella. Carlos, ya completamente excitado, se dejó besar disfrutando del momento, hasta que sintió que una mano de la hembra bajaba por su pecho y con decisión se aferraba a través de la ropa a su verga endurecida.
- Dejame masturbarte, le pidió sin despertarse, y Carlos sacando su verga por el costado del short la dejó a su merced. De inmediato ella comenzó a descapucharla con su mano, lento al principio, y tomando velocidad a medida que la excitación la iba ganando. Carlos no podía seguir soportando ese tratamiendo y la obligó a detenerse tomándole la mano.
- Basta que me corro, por favor, le dijo desesperado.
Entre sueños, ella se rió sin abrir la boca. Se dio vuelta hacia el otro lado y sacó su culito hacia afuera,
- Córrete, le dijo, mostrando sin dudas lo que realmente quería. Ya Carlos era una locomotora que nada podría detener. Se levantó de la cama y se desnudó. Se arrodilló sobre la cama y su mano buscó su vagina y jugueteó con sus labios hasta que una humedad pegajosa le indicó que la hembra estaba preparda. Se acostó detrás de ella y colocando su pierna izquierda sobre las suyas colocó la cabeza de su verga entre sus labios vaginales.
- Despacio Raúl, no me lastimes, dijo siempre dormida. Carlos avanzó unos centímetros y la cabeza de su verga se internó entre los labios de ella. Con otro empujón, la cabeza cruzó la puerta, y llegado a ese punto se afirmó en los hombros de Clara y se hundió hasta las cachas. El placer que sentía era imposible de contar. Debió quedarse unos segundo quieto para no correrse. Cuando pudo controlarse comenzó a bombearla, con estocadas largas y continuas, que ella recibía con ganas, diciéndole lo bien que se sentía empalada de esa forma. Cuando el comenzó a acelerar ella juntó sus piernas apretándole la verga como una morsa, y su mano se aferraba a su pierna con fuera haciéndole doler, pero ese dolor solo le incitaba más a reventarla. Cuando emprendió la corrida final ella empezó a despertarse, y para cuando el se vació en su vientre, ella estaba totalmente despierta, aunque no entendía todavía quien la estaba montando.
Los alaridos del macho seguramente terminaron de despertarla y ella se quedó quieta disfrutando de su propio orgasmo pero también gozando de los chorros de semen que golpeaban su matriz.
Cuando él terminó se quedó recostado detrás de ella. Al rato ella giró y un grito mostró la sorpresa al ver quien la había empalado.
- ¡No puede ser! ¿ Qué hiciste?, dijo tratando de saltar de la cama. Carlos, con una agilidad desconocida la retuvo. La acostó nuevamente en la cama y con su boca silenció la boca de la hembra mientras su lengua prácticamente la dejaba sin aire. Luego de unos minutos se separó de ella, que quedó boqueando tratando de recuperar el aire.
- Soy el capitán, tu lo dijiste, y hoy todo en este barco me pertenece, dijo mientras avanzaba sobre el cuerpo de la hembra y colocando una rodilla a cada lado de su rostro, le coloco la verga en la boca. Ella quiso protestar pero estaba totalmente inmovilizada. Sólo pudo tragarla y chuparla, mientras Carlos la dirigía.
- Así esclava. Fue una suerte que te rescatara en altamar, donde los tiburones te hubieran devorado. Mi tiburón en cambio no te va a devorar. Te va a usar un poco para placer de los dos, pero una vez que lleguemos a puerto serás libre. Mientras tanto puedo dejarte donde te encontré si no obedeces. Clara mientras tanto se afanaba chupando esa verga que se recuperaba a paso redoblado. Ya estaba casi tan dura como al principio.
- Y ahora, ya que me has calentado nuevamente, te voy a coger como se merece una señora como tú, y diciendo esto se corrió hacia abajo y se acomodó entre sus piernas. Clara inmóvil esperaba el empalamiento, pero él cambio de opinión, y bajando más, levantó sus piernas y comenzó a lamer su concha con dedicación. Lo inesperado de la maniobra sorprendió a la hembra quien comenzó a retorcerse y con evidentes signos de placer se aferraba a la cabeza del macho. Un largo rato estuvo Carlos recorriendo el sexo de su amante, y , por fin, la depósito sobre la cama, y ahora sí, se acomodó para gozar de su cuerpo. Cuando la punta de su verga tocó la entrada, las piernas de Clara envolvieron las suyas, signo inequívoco de que ella también la queria adentro, y acompañó presionando cada centímetro de verga que fue recibiendo a medida que Carlos se hundía en ella. Una vez que la enfundó toda comenzó el pistoneo, mientras sus manos jugaban con las tetas de la hembra y su boca de a ratos chupeteaba la de ella. Esta segunda vez, él pudo durar más. Cambiaron de posición varias veces. Ella se montó a horcajadas de él, el la hizo poner de pie apoyada en la cama para empalarla de atrás, y por fin, sobre la cama en cuatro patas, le volvió a echar todo su semen dentro, mientras Clara gritaba de placer.
Por fin salieron del dormitorio. Carlos se sentía el mas macho de todos los machos. No podía creer la mujer que acababa de pasar por la piedra, y aunque lo contara nadie se lo creería. Clara se asomó a la cubierta y dicieńdole que no había nadie, subió desnuda y se arrojó al agua. Carlos, totalmente fuera de sí, hizo lo mismo. Nadaron alrederos del yate. Nadie estaba a la vista. Los demás yates habían partido y los que quedaban no tenían tripulantes, Jugaron en el agua como dos adolescentes y cuando increíblemente la verga de Carlos volvió a endurecerse, para sorpresa de los dos, allí mismo en el agua, aferrado a la escalerilla del yate , con los cuerpos bajo el agua volvió a penetrarla, mientras ella envolvía su cintura con las piernas y estaba colgada de su cuello y lo besaba como si quisiera sacarle la vida por la boca. Largo rato estuvieron tirando, hasta que por fin, con un orgamo que fue más mental que físico Carlos acabó. La dejó adentro y al rato Clara también alcanzó un climax agotador.
Ya era de noche cuando regresaron a la casa de Clara. No habían hablado en todo el camino. Clara detuvo el vehículo en la puerta de la casa de Carlos, aún vacía.
- Mira Clara, no se como seguirá esto. Quiero que me disculpes, no queria aprovecharme de tí. No se que me paso, intentaba Carlos explicar en forma rudimentaria lo ocurrido.
- No te preocupes Carlos. Nada pasó que no quisiéramos que pasara.
- Pero tú estabas dormida y yo abusé de tí.
- ¿ Dormida? ¿ En verdad crees que no me di cuenta de lo que iba a pasar desde que llegaste a mi casa esta mañana? Por otro lado me agrada que me consideres tan buena actriz como para haberte engañado de esta forma, dijo Clara con satisfacción.
Carlos quedó atónito.
- ¿ Fue todo planeado?¿ Sabías que era yo quien te estaba cogiendo?
- Por supuesto tontito. Hace falta mucho más que un par de copas de vino para que pierda el sentido como para no reconocer la verga de mi marido. No te enojes, la tuya no está nada mál, pero tantos años teniéndola adentro te imaginarás que la reconozco de solo tocarla. Si, sabía que eras tú. Me desnudé para incitarte a acercarte y luego fue fácil conseguir que me cogieras. Eres muy inocente. Eso pasa cuando uno lleva muchos años con la misma pareja. El día de hoy fue planificado hasta el último detalle. Fue un juego del cual participaste activamente y me parece que tan mal no la pasaste, pero ya terminó. Seguiremos siendo amigos, pero no es probable que lo de hoy se repita. No de esta manera , por lo menos.
Carlos bajó del auto, y cerró la puerta. En ese momento comprendió la frase.
- ¿ Y de que otra manera podría repetirse?
- Cuéntale lo sucedido a tu esposa y tendrás la respuesta, le dijo
- Nunca se tiene que enterar, contestó él.
- Sólo tu y yo lo sabemos, y solo tú y yo podremos contar lo ocurrido, le dijo arrancando la camioneta.
3 comentarios - La Emboscada ( 5ta. Parte)