Pido a mis queridos lectores que lean los anteriores relatos para acabar de comprender totalmente esta nueva vivencia con la yegua de mi Tía. Los comentarios me ayudan a seguir en esta tarea hermosa de que todos se pajeen con mis historias reales y si quieres puedes dejarme puntos que me incentivan a seguir calentándolos…
Hoy la puta de mi Tía no trabaja. Cuando no trabaja se aburre y siempre se le ocurre algo para entretenerse…
Al despertarme en bolas, me dijo que tenía muchas ganas de mamar verga, pero una verga enorme. Argumentó que nunca había probado una pija gruesa como la de los negros y que tenía que ser espectacular saborear una carne así. Enseguida me puse manos a la obra, ella se ilusionó.
Me fui al club de la esquina en donde entrena el equipo de básquet del barrio a ver con qué me encontraba. Al llegar me alegré al ver a unos cuantos muchachos altísimos y sobre todo a un negro descomunal que medía 2,20 metros, era muy feo el hijo de puta pero debía tener una verga bestial.
Cuando acabaron, me acerqué y le expliqué la situación. Tenía 21 años y se excitó de sólo escuchar la propuesta. Al ver el bulto en su pantalón corto no dudé en que era la persona idónea.
Rápidamente fuimos a casa de mi Tía, al abrir la puerta el negro no podía creer lo que había ante sus ojos. Una yegua madura en tanga de hilo dental negro y en tetas con unos tacones de aguja altísimos y fumando sentada en el sofá.
Nos recibió feliz y le explicó al muchacho que nunca había masticado carne negra y gorda, y que hoy había decidido hacerlo y que su “sobri” se había encargado de lo demás…
También le describió lo que había imaginado y era mamar un largo rato, todo lo que se le antojara.
Le bajó los pantalones y apareció una pija de 25 cm, gorda y transpirada y que, aunque no estaba del todo dura, prometía mucho…
Lo sentó en el sofá y directamente se metió la punta en la boca, yo miraba atento sin perderme ningún detalle. Movía apenas la lengua, dejando caer su baba por todo el tronco que cada vez se iba poniendo más duro. El pibe no podía creer lo que le estaba pasando.
Al cabo de 20 minutos la erección era impresionante, y el ancho de la tranca era como de 5 cm. Yo me había desnudado y mientras fumaba veía como mi verga empalmada se iba humedeciendo. La yegua no emitía ningún sonido, sólo permanecía enchufada a la carne negra, moviendo su lengua y babeándola entera. En un momento me miró y no hizo falta nada más para que yo entendiera lo que quería la muy puta. Me senté a su lado y ella poco a poco fue acercando su concha empapada a mi nabo y metiéndolo dentro muy suavemente. Así quedamos conectados los tres por medio de ella. No me movía, la dejaba que ella mandara.
Le encantaba tener ese pedazo que le daba arcadas y le provocaba más baba, además de que con cada espasmo se ensartaba en mi pija.
Estuvimos como una hora así, cada tanto me encendía un cigarrillo y disfrutaba como loco de lo que sucedía mientras le dilataba la cola poco a poco con mi dedo gordo. El negro hijo de puta aguantaba la erección como un héroe, y parecía que podía estar así todo el día.
En un momento Tía sacó mi pija de su concha húmeda y caliente y con mucha decisión se la metió en el orto de una estocada, de pronto se volvió loca y empezó a cabalgar sobre mi trozo empapado a la vez que furiosa mamaba como una loca desesperada mientras que lo pajeaba brutalmente. A partir de ahí todo se aceleró, empezamos a gemir los tres como locos, desesperados y a punto de acabar. Justo en el momento en que el negro no daba más, ella se levantó de mi pija y empezó a pajearnos diciéndonos que quería que le llenáramos el culo de leche. La muy puta se puso en cuatro patas con el orto bien abierto y los dos acabamos bestialmente dentro de su agujero rosa a la vez, el orto se llenó rápidamente de nuestras leches calientes. Al acabar le pidió al negro que se la metiera por el ano y que le empujara la lechita bien adentro, el negro le reventó el ojete de un saque mientras ella gritaba y lloraba. Eso me calentó mucho y le metí la verga en la boca abierta hasta el fondo para calmarla un poquito, era hermoso ver como caían sus lágrimas en mis huevos, aguanté un poco y luego le eché una buena meada en la garganta, ella se tragó todo sin rechistar. Cuando me dejó bien sequito, se levantó como pudo y nos besó a los dos dándonos las gracias…
Esa era mi Tía y así la recuerdo en aquellos días de verano.
Hoy la puta de mi Tía no trabaja. Cuando no trabaja se aburre y siempre se le ocurre algo para entretenerse…
Al despertarme en bolas, me dijo que tenía muchas ganas de mamar verga, pero una verga enorme. Argumentó que nunca había probado una pija gruesa como la de los negros y que tenía que ser espectacular saborear una carne así. Enseguida me puse manos a la obra, ella se ilusionó.
Me fui al club de la esquina en donde entrena el equipo de básquet del barrio a ver con qué me encontraba. Al llegar me alegré al ver a unos cuantos muchachos altísimos y sobre todo a un negro descomunal que medía 2,20 metros, era muy feo el hijo de puta pero debía tener una verga bestial.
Cuando acabaron, me acerqué y le expliqué la situación. Tenía 21 años y se excitó de sólo escuchar la propuesta. Al ver el bulto en su pantalón corto no dudé en que era la persona idónea.
Rápidamente fuimos a casa de mi Tía, al abrir la puerta el negro no podía creer lo que había ante sus ojos. Una yegua madura en tanga de hilo dental negro y en tetas con unos tacones de aguja altísimos y fumando sentada en el sofá.
Nos recibió feliz y le explicó al muchacho que nunca había masticado carne negra y gorda, y que hoy había decidido hacerlo y que su “sobri” se había encargado de lo demás…
También le describió lo que había imaginado y era mamar un largo rato, todo lo que se le antojara.
Le bajó los pantalones y apareció una pija de 25 cm, gorda y transpirada y que, aunque no estaba del todo dura, prometía mucho…
Lo sentó en el sofá y directamente se metió la punta en la boca, yo miraba atento sin perderme ningún detalle. Movía apenas la lengua, dejando caer su baba por todo el tronco que cada vez se iba poniendo más duro. El pibe no podía creer lo que le estaba pasando.
Al cabo de 20 minutos la erección era impresionante, y el ancho de la tranca era como de 5 cm. Yo me había desnudado y mientras fumaba veía como mi verga empalmada se iba humedeciendo. La yegua no emitía ningún sonido, sólo permanecía enchufada a la carne negra, moviendo su lengua y babeándola entera. En un momento me miró y no hizo falta nada más para que yo entendiera lo que quería la muy puta. Me senté a su lado y ella poco a poco fue acercando su concha empapada a mi nabo y metiéndolo dentro muy suavemente. Así quedamos conectados los tres por medio de ella. No me movía, la dejaba que ella mandara.
Le encantaba tener ese pedazo que le daba arcadas y le provocaba más baba, además de que con cada espasmo se ensartaba en mi pija.
Estuvimos como una hora así, cada tanto me encendía un cigarrillo y disfrutaba como loco de lo que sucedía mientras le dilataba la cola poco a poco con mi dedo gordo. El negro hijo de puta aguantaba la erección como un héroe, y parecía que podía estar así todo el día.
En un momento Tía sacó mi pija de su concha húmeda y caliente y con mucha decisión se la metió en el orto de una estocada, de pronto se volvió loca y empezó a cabalgar sobre mi trozo empapado a la vez que furiosa mamaba como una loca desesperada mientras que lo pajeaba brutalmente. A partir de ahí todo se aceleró, empezamos a gemir los tres como locos, desesperados y a punto de acabar. Justo en el momento en que el negro no daba más, ella se levantó de mi pija y empezó a pajearnos diciéndonos que quería que le llenáramos el culo de leche. La muy puta se puso en cuatro patas con el orto bien abierto y los dos acabamos bestialmente dentro de su agujero rosa a la vez, el orto se llenó rápidamente de nuestras leches calientes. Al acabar le pidió al negro que se la metiera por el ano y que le empujara la lechita bien adentro, el negro le reventó el ojete de un saque mientras ella gritaba y lloraba. Eso me calentó mucho y le metí la verga en la boca abierta hasta el fondo para calmarla un poquito, era hermoso ver como caían sus lágrimas en mis huevos, aguanté un poco y luego le eché una buena meada en la garganta, ella se tragó todo sin rechistar. Cuando me dejó bien sequito, se levantó como pudo y nos besó a los dos dándonos las gracias…
Esa era mi Tía y así la recuerdo en aquellos días de verano.
12 comentarios - Mí Tía quiere mema...