Anécdota parte 1 del 2022...
Hace un año y medio que estoy laburando para una empresa. Me capacitaron en una oficina perdida en un barrio de la ciudad para cubrir el puesto de la persona que está ahí cuando no puede ir o sale de vacaciones. La capacitación estuvo a cargo de Viviana, actualmente mi supervisora. Hecha la capacitación me trasladaron al edificio central en dónde actualmente me desempeño. Pero cada tanto me mandan a esa oficina periférica.
Valoro mucho la paciencia que tiene para explicarme una y otra vez lo que tengo que hacer. Si bien al toque se nota que es una mujer con carácter siempre se mostró de muy buen trato.
Una mina bien puesta que destila seguridad. Esa seriedad junto con la formalidad para vestir me atrajo desde un primer momento.
Nunca me dijo su edad pero intuyo que está a mediados de los 40.
Con el paso del tiempo y muy de a poco la cosa se fue descontracturando. Cómo ya he indicado en otro relato siempre fui un tipo callado. Comenzó siendo por timidez de niño, lo admito. Pero ahora de grande lo veo como una excelente manera que encuentro de entablar relación y conocer a alguien. Una estrategia que se resume en hablar poco y escuchar más básicamente. Así pude conocer que está casada y aunque casi no se habla con el marido, parece que aún lo quiere. Tiene dos hijos que tuvo de muy chica. "Me tuve que casar con lo que tenía puesto a los 17" me contó con emoción en sus ojos.
Se puso interesante la cuestión cuando de manera muy inocente fuimos haciendo lo que no debíamos. Pasábamos mucho tiempo al vicio en esa oficinita y comenzamos a rellenar horas jugando con una app en el celular, gracias a la cual conocí como se le ilumina el rostro al reír haciéndola parecer incluso más joven. Es curioso porque a pesar de que es hermosa cuando lo hace parece que se avergonzara ya que la mayoría de las veces se tapa ligeramente con una mano la boca.
La cosa se fue descontrolando de a poco y a pesar que ahora al contarlo parece tener sentido cronológico tengo que remarcar que en ciertos momentos estuvo a punto de salirme el corazón por la boca. Jugábamos por prendas. Al principio no iban más allá de bombones, alfajores, golosinas o para definir a quién le tocaba preparar el café. Entre juego y juego, aumentaban los roces y también la temperatura.
El que ganaba mandaba un mensajito por el chat del juego al perdedor con las indicaciones de la obligación. Fue ahí donde me atreví a más. Con la seguridad de la victoria en mi poder y con el discernimiento obnubilado por la calentura comenzamos una conversación con doble sentido por el chat (osea sin pruebas comprometedoras) que me dejó aún más caliente. Al rato preparé café, entré a su oficina. Estaba sentada en su escritorio hablando por teléfono y en la PC. Dejé el café a su derecha y a propósito me arrimé más para alcanzar la taza mitad llena pero ya frío que había quedado abandonado a su izquierda. Al hacerlo le apoyé la verga en el codo sutilmente. No se movió, se mantuvo firme, osea le gustó. Volví a mi puesto y tuve que quedarme ahí un rato sentado para que no se notara la erección que cargaba. Eran las ocho más o menos cuando entró un pedido para el sector. Estaba cargando la orden de trabajo y apareció ella. "Vas a tener que hacerlo así" dijo mientras se colocaba de la misma manera que yo lo había hecho antes y me apoyó las tetas en la espalda, truco a las pardas pensé con picardía. Luego para terminar de explicarme el proceder se apoyó ligeramente en la parte más alejada del escritorio cruzando las piernas y ví que se había desprendido dos botones de la camisa. Movía las manos al hablar y el escote se agrandaba al estirar el brazo para señalar la pantalla de la computadora. Para ser sincero, me costaba verla a los ojos. Antes de salir me miró y la mueca de su boca dejó bien claro que sabía lo afectado que estaba y lo disfrutaba. Dudé unos minutos, escribí un mensaje en nuestro chat del juego sin animarme a enviarlo. Fueron las palabras de Virgilio las que me dieron el valor que necesitaba urgente en ese momento. La suerte favorece a los audaces resonó en mi mente y el dedo gordo que había quedado tieso, suspendido, terminó por concretar la acción que mi cerebro le había ordenado y saboteado casi en el mismo instante. Un movimiento arriesgado, la acción me dejaba muy expuesto tanto como mi huella dactilar impresa en el botón ENVIAR.
"Vení a buscarla" recibí en respuesta. Un segundo después estaba cruzando el umbral de mi oficina y entrando al pasillo que me conducía a la suya. Entré a su despacho, se paró rápidamente y a pesar de los lentes puestos pude entrever sorpresa en la mirada. Se había hecho un rodete improvisado con un lápiz dejando al descubierto su cuello. Me acerqué sin titubear, la apoyé contra el escritorio de manera tal que quedó casi sentada y la chapé con ganas. Se notaba que estaba nerviosa y excitada a la vez. "Quiero mi premio" le dije. Se rió en respuesta mirando hacia arriba y me empujó haciéndome sentar en la silla que había ocupado momentos antes y aún estaba tibia. Se agachó, desprendió el cinto, desabotonó el pantalón, bajó la cremallera y dejó afuera la pija con mucha parsimonia. Se la llevó a la boca y comenzó a chuparmela con delicadeza. Mis brazos descansaban en el apoyabrazos y estaba desparramado en el asiento. Una de sus manos estaba ubicada en la base de la pija y la otra descansaba sobre mi pecho. En un momento paró, me miró sonriente y aproveché la pausa para incorporarme y perderme nuevamente en su boca. Me desabotonó la camisa y me la quitó. Levanté la pollera y baje la bombacha. Amé ese momento. Tenía un poco de bello bien cuidado en el pubis, otro detalle hermoso de su personalidad. La apoyé sobre el escritorio, levanté una pierna e introduje el glande primero y de a poco, con delicadeza el resto. Con mi mano libre empecé a explorar sus tetas por fuera de la ropa. Me ayudó a desprender la camisa de par en par y dejó al descubierto un corpiño de tela blanco que fue fácil bajar por los hombros. Tetas voluminosas de areolas grandes salpicadas de pecas se movían al coger de tal manera que aumentaron en mí el anhelo de inspeccionarlas.
Primero las acaricié con mis manos. Luego al reclinarse aún más sobre el escritorio pude llevarlas a la boca y no nos importó la estruendosa explosión que hizo el lapicero lleno a rebosar caer al suelo. Con una mano me apretaba la cabeza indicándome que aumentara la intensidad. Me incorporé, pase mi brazo por su espalda, fijé la mano en la base del cuello y comencé a moverme con más velocidad. Respiraba fuerte y a veces la fuerza que ejercía tratando de reprimir los gemidos cedía dejando escapar alguno llenando el espacio. Me miraba entornando los ojos y movía ligeramente el pubis hacia delante en el momento justo en que iba hacia ella haciendo ruido. Terminé así, dentro de ella con sus manos clavadas como garras en mi espalda.
Nos vestimos y cada uno se fue a su escritorio.
Eso pasó hace un mes aproximadamente y estuvimos dos veces hasta ahora. Ya contaré con más detalle cómo se va dando la cosa.
Gracias por leerme.
Hace un año y medio que estoy laburando para una empresa. Me capacitaron en una oficina perdida en un barrio de la ciudad para cubrir el puesto de la persona que está ahí cuando no puede ir o sale de vacaciones. La capacitación estuvo a cargo de Viviana, actualmente mi supervisora. Hecha la capacitación me trasladaron al edificio central en dónde actualmente me desempeño. Pero cada tanto me mandan a esa oficina periférica.
Valoro mucho la paciencia que tiene para explicarme una y otra vez lo que tengo que hacer. Si bien al toque se nota que es una mujer con carácter siempre se mostró de muy buen trato.
Una mina bien puesta que destila seguridad. Esa seriedad junto con la formalidad para vestir me atrajo desde un primer momento.
Nunca me dijo su edad pero intuyo que está a mediados de los 40.
Con el paso del tiempo y muy de a poco la cosa se fue descontracturando. Cómo ya he indicado en otro relato siempre fui un tipo callado. Comenzó siendo por timidez de niño, lo admito. Pero ahora de grande lo veo como una excelente manera que encuentro de entablar relación y conocer a alguien. Una estrategia que se resume en hablar poco y escuchar más básicamente. Así pude conocer que está casada y aunque casi no se habla con el marido, parece que aún lo quiere. Tiene dos hijos que tuvo de muy chica. "Me tuve que casar con lo que tenía puesto a los 17" me contó con emoción en sus ojos.
Se puso interesante la cuestión cuando de manera muy inocente fuimos haciendo lo que no debíamos. Pasábamos mucho tiempo al vicio en esa oficinita y comenzamos a rellenar horas jugando con una app en el celular, gracias a la cual conocí como se le ilumina el rostro al reír haciéndola parecer incluso más joven. Es curioso porque a pesar de que es hermosa cuando lo hace parece que se avergonzara ya que la mayoría de las veces se tapa ligeramente con una mano la boca.
La cosa se fue descontrolando de a poco y a pesar que ahora al contarlo parece tener sentido cronológico tengo que remarcar que en ciertos momentos estuvo a punto de salirme el corazón por la boca. Jugábamos por prendas. Al principio no iban más allá de bombones, alfajores, golosinas o para definir a quién le tocaba preparar el café. Entre juego y juego, aumentaban los roces y también la temperatura.
El que ganaba mandaba un mensajito por el chat del juego al perdedor con las indicaciones de la obligación. Fue ahí donde me atreví a más. Con la seguridad de la victoria en mi poder y con el discernimiento obnubilado por la calentura comenzamos una conversación con doble sentido por el chat (osea sin pruebas comprometedoras) que me dejó aún más caliente. Al rato preparé café, entré a su oficina. Estaba sentada en su escritorio hablando por teléfono y en la PC. Dejé el café a su derecha y a propósito me arrimé más para alcanzar la taza mitad llena pero ya frío que había quedado abandonado a su izquierda. Al hacerlo le apoyé la verga en el codo sutilmente. No se movió, se mantuvo firme, osea le gustó. Volví a mi puesto y tuve que quedarme ahí un rato sentado para que no se notara la erección que cargaba. Eran las ocho más o menos cuando entró un pedido para el sector. Estaba cargando la orden de trabajo y apareció ella. "Vas a tener que hacerlo así" dijo mientras se colocaba de la misma manera que yo lo había hecho antes y me apoyó las tetas en la espalda, truco a las pardas pensé con picardía. Luego para terminar de explicarme el proceder se apoyó ligeramente en la parte más alejada del escritorio cruzando las piernas y ví que se había desprendido dos botones de la camisa. Movía las manos al hablar y el escote se agrandaba al estirar el brazo para señalar la pantalla de la computadora. Para ser sincero, me costaba verla a los ojos. Antes de salir me miró y la mueca de su boca dejó bien claro que sabía lo afectado que estaba y lo disfrutaba. Dudé unos minutos, escribí un mensaje en nuestro chat del juego sin animarme a enviarlo. Fueron las palabras de Virgilio las que me dieron el valor que necesitaba urgente en ese momento. La suerte favorece a los audaces resonó en mi mente y el dedo gordo que había quedado tieso, suspendido, terminó por concretar la acción que mi cerebro le había ordenado y saboteado casi en el mismo instante. Un movimiento arriesgado, la acción me dejaba muy expuesto tanto como mi huella dactilar impresa en el botón ENVIAR.
"Vení a buscarla" recibí en respuesta. Un segundo después estaba cruzando el umbral de mi oficina y entrando al pasillo que me conducía a la suya. Entré a su despacho, se paró rápidamente y a pesar de los lentes puestos pude entrever sorpresa en la mirada. Se había hecho un rodete improvisado con un lápiz dejando al descubierto su cuello. Me acerqué sin titubear, la apoyé contra el escritorio de manera tal que quedó casi sentada y la chapé con ganas. Se notaba que estaba nerviosa y excitada a la vez. "Quiero mi premio" le dije. Se rió en respuesta mirando hacia arriba y me empujó haciéndome sentar en la silla que había ocupado momentos antes y aún estaba tibia. Se agachó, desprendió el cinto, desabotonó el pantalón, bajó la cremallera y dejó afuera la pija con mucha parsimonia. Se la llevó a la boca y comenzó a chuparmela con delicadeza. Mis brazos descansaban en el apoyabrazos y estaba desparramado en el asiento. Una de sus manos estaba ubicada en la base de la pija y la otra descansaba sobre mi pecho. En un momento paró, me miró sonriente y aproveché la pausa para incorporarme y perderme nuevamente en su boca. Me desabotonó la camisa y me la quitó. Levanté la pollera y baje la bombacha. Amé ese momento. Tenía un poco de bello bien cuidado en el pubis, otro detalle hermoso de su personalidad. La apoyé sobre el escritorio, levanté una pierna e introduje el glande primero y de a poco, con delicadeza el resto. Con mi mano libre empecé a explorar sus tetas por fuera de la ropa. Me ayudó a desprender la camisa de par en par y dejó al descubierto un corpiño de tela blanco que fue fácil bajar por los hombros. Tetas voluminosas de areolas grandes salpicadas de pecas se movían al coger de tal manera que aumentaron en mí el anhelo de inspeccionarlas.
Primero las acaricié con mis manos. Luego al reclinarse aún más sobre el escritorio pude llevarlas a la boca y no nos importó la estruendosa explosión que hizo el lapicero lleno a rebosar caer al suelo. Con una mano me apretaba la cabeza indicándome que aumentara la intensidad. Me incorporé, pase mi brazo por su espalda, fijé la mano en la base del cuello y comencé a moverme con más velocidad. Respiraba fuerte y a veces la fuerza que ejercía tratando de reprimir los gemidos cedía dejando escapar alguno llenando el espacio. Me miraba entornando los ojos y movía ligeramente el pubis hacia delante en el momento justo en que iba hacia ella haciendo ruido. Terminé así, dentro de ella con sus manos clavadas como garras en mi espalda.
Nos vestimos y cada uno se fue a su escritorio.
Eso pasó hace un mes aproximadamente y estuvimos dos veces hasta ahora. Ya contaré con más detalle cómo se va dando la cosa.
Gracias por leerme.
4 comentarios - Mi supervisora me dejó jugar