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Cacería de casadas (1): La espiritual

El relato que voy a describir es un hecho real de algunos amoríos, affaires o simplemente sexo que he tenido a lo largo del tiempo. Donde me he dedicado a conocer gente por distintas plataformas así sea grupos de solas y solos, aplicaciones de citas o páginas en Internet.
En una breve descripción mi nombre es Juan, tengo 35 años, pelo corto castaño. Soy flaco, peso 65 kg y de una altura de 1,70 metros. Una persona súper normal.
Una noche luego de subir una foto a un grupo de Facebook con el fin de hacer amistades. Me contacté con una chica llamada Yohana. Entre Comentarios, mensajes y risas en ese mundo digital logré que Yohana me pase su Whatsapp.
Obviamente y como era de esperar estaba en pareja. Tenía 2 hijos, vivía en una zona baja de la ciudad. Yohana era una mujer muy sensual 1,70 de altura, pechos medianos (95 cm), cintura muy marcada. Tenía un poquito de panza, pero le quedaba súper sexi. Pelo largo tirando a negro. Una cola grande y bien parada. Con una edad de 34 años, mamá de dos niños de 3 y 8 años. En pareja con el padre de sus hijos desde hace varios años siendo este uno de sus pocos amores. Este no le brindaba mucho interés ni tiempo. Ella decía con gran dolor que para él estaba primero su trabajo y su auto. Actitudes como esta hicieron que ella se agotara de sobremanera al no sentirse amada ni valorada.
Luego de obtener su Whatsapp y con el paso de los días comencé una charla con el fin de conocer sus gustos y saber de ella. Pude recabar datos como: su situación económica, la cual no era la mejor, ya que no trabajaba pero si estudiaba. Se jactaba de tener una moral muy alta y ser una mujer de fe. Dotada de altísimos discursos de moral y códigos extremos de valores. Yohana era una concurrente de alta frecuencia a una iglesia local. Recuerdo la tarde precisa en que todo comenzó a tener un tinte más sexual y caliente entre nosotros.
—Hola ¿cómo estás? ¿Qué andas haciendo? —Preguntaba mi mensaje,
—Hola Juan, estoy estudiando. Trato de concentrarme y no puedo. Pensaba en vos —me responde.
Aproveché y le mandé una foto mía en bóxer el cual estaba a punto de reventar debido a la terrible erección generada por mi pene. En la cual se podía apreciar una gran carpa.
—¡Guau! ahora sí, me distraje del todo ¡quiero ver más de eso! —Responde.
Obvio que lo que siguió fueron unas fotos muy sexis dónde dejó verse con una ropa interior negra como lo más leve. Una tanga muy diminuta que calzaba en su potente culo y un corpiño con transparencias. Para terminar regalándome unas fotos de sus hermosos senos los cuales tenían unas gigantescas areolas. Cuestión que me ponía la verga muy tiesa.
Los días siguieron y esta situación no se volvió a repetir, ya que ella se excusaba diciendo que no hacía esas cosas, que iba a la iglesia, que no estaba bien y cosas similares. Nuestras charlas siguieron hasta que un jueves en la noche le digo:
—La verdad que la foto de tus pechos que me mandaste hace unos días no me deja dormir. ¡Me pone al palo! —Adjuntando una foto de mi pene completamente erecto, bien cabezón y de más de 22 cm de largo.
—¡Vos me haces tentar! logras cosas que nunca hice. —Fue su respuesta.
La noche siguió con varias fotos y está vez videos. Donde me mostraba todo lo humanamente posible. Desde un vídeo bajándose el pantalón para mostrarme que bombacha tenía puesta en ese culito redondo hasta levantarse la remera para dejarme ver esos pezones marrones que tanto me calentaban.
Sus gigantescas areolas tenían unos granitos cerca del pezón condición que se da luego de haber amamantado. Estos granitos generan una secreción muy mínima la cual tiene un determinado aroma. Son los que ayudan al bebé a reconocer dónde está el pezón para poder alimentarse.
Ya se había dejado morder las ubres por sus dos hijos ahora se las iba a masticar yo.
Esa misma noche le propuse venir al taller donde trabajo para conocernos. Así esto dejaba de ser una relación virtual para ser algo más físico y placentero para ambos.
Quedamos en que el sábado a las 11 am ella iba a pasar por el taller para conocernos y almorzar juntos. En ese horario y sobre todo los sábados no había gente realizando actividades como los días de semana.
Llegó la hora 11:10 y ella estaba en la puerta. Muy bella. Traía puesto una remera con encaje y transparencias en los hombros. Un corpiño que la hacía muy tetona y un pantalón engomado negro que al verlo caías en tentación de manosearle bien el culo.
Nos sentamos en el comedor. Le sirvo un café para ir tomando algo mientras hablábamos un rato. Hasta que le digo:
—¿Sabés que tengo muchas ganas de besarte? ¡Vení acércate! —Estirándole mi mano desde mi silla.
Ella aceptó sin problemas acercarse para tener un contacto más íntimo. Mi lengua entraba y salía de su boca con mucha pasión, mis manos se refregaban fuertemente sobre su parado culo una y otra vez sin ningún freno. Para terminar apretándole los senos bajo su remera de manera muy descarada. Los besos ya no alcanzaban así que liberé sus pechos los cuales eran prisioneros de un apretado corpiño.
Inmediatamente levanté su remera para degustar con mi lengua sus pezones King size una y otra vez y de arriba abajo. Mi boca devoraba sus tetas hasta sentir que sus pezones se ponían cada vez más erectos. Durante largos momentos mamé de sus pechos de manera alocada. Lejos de bajar la intensidad de la situación mi mano desabrochó su pantalón para poder así correr su ropa interior y empezar a jugar con su intimidad. Mientras su pantalón caía lentamente hasta sus rodillas. Mis dedos comenzaban a mojarse de a uno dentro de ella. Tres dedos se introducían dentro de su tibia vagina para agitarse sin igual. Mientras metía mi lengua dentro de su boca hasta su garganta.
—Te quiero garchar acá en la mesa del comedor… (Le digo)
—¡Acá no! Me da cosa… ¿No hay otro lugar?
—Vamos al sótano (sugiero)
Ya en el sótano y luego de quitar su remera me propongo a no dejar ninguna parte de sus majestuosas tetas sin lamer. Mientras me las refregaba en la cara con una gran habilidad. Mis dedos mojados seguían colándose dentro de ella haciéndola delirar de placer en ese oscuro lugar.
Sin más vueltas me pongo de rodillas frente a ella. Luego de retirarle mis dedos bautizados por sus jugos de dentro de su ser y me dispongo a pegarle una buena lamida de concha para hacerla ver las estrellas. Minutos de puros paletazos de lengua. Mi boca probaba los jugos vibrantes de su ardiente raja. Más le chupaba la concha, más se mojaba. Más le pasaba la lengua por sus pliegues vaginales, más gusto a concha tenía en mi boca. Más lamía su clítoris, más gemía.
Luego de este preámbulo oral, dónde pude chupar a gusto y como un animal salvaje su sabrosa vagina, logré incorporarme en mis dos piernas.
La tomé de la cintura y la empujé contra la pared dejándola de frente a esta, consiguiendo una vía libre para entrar por su retaguardia.
—¿Me vas a coger de parado? —pregunta.
—Te voy a coger bien duro —respondo.
Mientras desenfundo mi pene duro como una roca y lo voy agitando con el único fin de penetrarla.
—Pero, ¡por favor cuídate! ¿No tienes forros? —Pregunta mirándome con un dejo de ingenuidad.
—¡Te voy a coger sin forro! no me gusta gastar plata. —Mientras apoyo la cabeza de mi pija en la puerta de su mojada conchita.
—¡No sé… Espera! —Intenta decirme.
Con un movimiento pélvico la penetro con media pija, lo cual le hace dar un salto haciendo que rasguñe la pared de placer.
—¿La querés toda perra?
—Ay ay ay, si dámela toda, ¡cógeme!… ¡ayer estaba ovulando! ¡tené cuidado! —comenta entre gemidos y gritos de placer.
Otro movimiento para empujar mi pija completamente dentro de ella.
—¡Te calzó toda adentro! no me importa si estabas ovulando, prepárate que te voy a coger como nunca lo hicieron antes, mamita!
Con una mano la tomé de la cintura y con la otra del pelo. Durante 25 largos minutos la hice rebotar sobre mi pelvis una y otra vez. Veía como mi pija lubricada por sus jugos entraba y salía de dentro de ella. Su culo rebotador sonaba a aplausos con cada fondeada de mi ardiente y largo falo. Sus gritos de placer iban en aumento. Aun jalándola del pelo con una mano y con la otra tomándola de sus senos cómo si fuera el manubrio de una bicicleta al oído le digo:
—Este regalito va adentro, te dejo una bendi… (Una bendición)
—¡Termina por favor! —Exhala con voz muy tenue.
Empujé a fondo mi poronga hasta sentir que hacía tope dentro de ella y escupí todo mi semen como un volcán en erupción, pudiendo sentir como mí leche bañaba las paredes vaginales internas de Yohana. Seguí sacudiéndome para que hasta la última gota de esperma quedé impregnada en lo más hondo de su ser
Nos vestimos, nos despedimos y nunca más la vi...

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