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Elige tu propia aventura sexual 1.11

                                          Decirle la verdad

   Tenía que decirle la verdad. No podía seguir ocultándole a mi novia que la estaba engañando, después de todo, las señales eran muy evidentes. Su mano sostenía el celular con una foto de Florencia en tanga, tapándose parte de las gomas con una mano y acostada en una cama. Pero seguía observando podía ver que su nombre salía al arriba de la foto. Entonces el nombre desapareció, había esperado demasiado tiempo sin verlo. Era mi oportunidad.
   - Una mina.- Le mentí.- Gonzalo pasó esas fotos. Que se yo quien es.
   - Vos y tus amigos son unos pajeros.- Dijo ella volviendo a mirar la imagen.- Aparte se re nota que tiene las tetas hechas.- Agregó dejando el celular arriba del inodoro.
   Yo sabía que eso no era verdad, sabía que Florencia tenía unas lolas preciosas, bien masticables y cuyos pezones se ponían duritos cuando los chupabas. Pero no iba a decirle eso, no podía creer que volvía a mentirle, aunque para mí esa ya no era una mentira sino una verdad, a partir de ese momento Gonzalo fue el que me mandó las fotos de esa mina a la que yo no conocía en lo más mínimo. Ella salió del baño y yo cerré la cortina lo más rápido que pude y seguí bañándome para respirar bien profundo. Pero entonces Valeria volvió a abrir la puerta.
   - Ah por cierto… Quien llamó fue la insoportable de tu madre que me dijo que la llames porque quiere hablar con vos.- Dijo y volvió a cerrar la puerta.
   Terminé de bañarme y cuando agarré una vez más el celular tenía otro mensaje de mi amante donde me pedía que fuera urgentemente a su casa para cogerla. Lamentablemente me di cuenta que esa noche iba a ser imposible que estuviera con ella por lo que le mandé un mensaje diciéndole que el lunes iba a ir después del trabajo a su casa porque ese fin de semana estaba muy complicado y le expliqué lo de la mudanza. Florencia no ayudó en nada mandándome un fotito de ella haciendo puchero, lo que me puso más caliente. Moría de ganas de acabarle en la boca como lo hacía hecho ya muchísimas veces, de llenársela de semen como a ella tanto le gustaba.
   Salí del baño y fui a cambiarme a la pieza y me encontré con que mi novia había hecho un orden increíble en tan poco tiempo. “Me encanta como quedó todo gorda” le dije y me seguí secando y después me empecé a cambiar. En eso volvió a sonar mi celular, pero esta vez fue un mensaje y no una llamada. Ella me miró con cara de odio y me dijo que le dijera a Gonzalo que era un pajero bárbaro a lo que yo me reí y enseguida le respondí que no era él.
   Era un mensaje de Luciana, nuevamente con una foto de ella en medio del bar, esta vez con un trago en la mano y tomándolo desde un sorbete. Esos labios, esa carita divina. Abajo escribió pidiéndome una vez más que fuera al bar con sus amigas y que festejara con ella su soltería. “No sabés las ganas que tengo de que estés acá” decía su mensaje de manera muy directa. Entonces me di cuenta de que si había decidido no visitar a Florencia era por algo, era porque esa noche tenía que ir con Luciana. Iba a ir, estaba decidido. ¿Pero cómo iba a escaparme del departamento? ¿Cómo iba a hacer para irme si ya le había dicho a Valeria que podíamos ir los dos?
   Mi novia salió de la habitación y fue a la cocina y después la escuché decir algo de que no teníamos nada para comer. “Puedo ir a comprar algo” dijo pero yo no escuchaba. Miraba la última foto de Luciana, tan hermosa y divina como siempre. Entonces me saqué la ropa que tenía puesta y me empecé a vestir más formal, un jean, una camisa, unos zapatos informales. Tenía que estar elegante para poder caerle bien a las amigas de ella y sobre todo para que ella se fijara en mí, después de todo le encantaba cuando me vestía de esa manera. Estaba decidido: esa noche iba a ir al bar.
   Pero entonces pensé que decirle a Valeria. No podía mentirle nuevamente, tenía que decirle que iba a ir al bar y tenía que invitarla, no se me ocurría otra opción. ¿Qué más podía hacer? Ella entró a la pieza y me vio así vestido y destacó que estaba muy formal. “¿A dónde vas?” me preguntó y mi mente se quedó en blanco. “Decile que vas al bar. Decile que vas al bar” repetía mi cerebro y si le decía eso solo podía invitarla. ¿Había alguna otra opción?


Invitarla al bar

Pensar otra cosa

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