Valentín se acostó en su cama. Su mujer ya había dejado de rezar y dormía. Él no podía dormir.
Sentía unos enormes remordimientos por lo que acababa de hacerle a su hija. No entendía como él, un hombre decente, había podido hacerle eso a una mujer, y encima a su propia hija. Pero..lo había provocado. Con aquel comportamiento, con aquel cuerpo que invitaba al pecado. Sus...lindas... braguitas. Sus pechos atrapados en aquel minúsculo sujetador. Su preciosa cara que lo miraba con descaro. Había sido ella la que lo provocó. Pero no volvería a pasar jamás. Hablaría con ella. La obligaría a ser la niña buena que era.
Cerró los ojos, pero lo único que vio la cara de su hija, sonriendo, toda llena de su semen. ¿Cómo se atrevió a hacer ese acto? Él, que con su mujer el sexo era recatado, cuando lo había. Y cada vez lo había menos. Sin embargo, había cogido a su hija por el pelo y se había corrido en su cara. Y le gustó. La trató como a la zorra que era. Cuando se dio cuenta, tenía la polla otra vez dura. Y era por culpa de..de ella. De esa putita en que se había convertido su hija. Él no tenía la culpa. Ella lo provocaba. Necesitaba una lección.
Se levantó y se dirigió al cuarto de su hija. Entró sin llamar, cerró la puerta y encendió la luz. Diana abrió los ojos, entornándolos para acostumbrarse a la repentina claridad.
-¿Qué quieres papi?
Valentín no dijo nada. se acercó a la cama de su hija y arrancó las sábanas. Volvió a admirar aquel cuerpo. La miró a los ojos, inyectados de deseo, pero lo que vio en los ojos de ella era...terror.
-¿Pero qué haces, papá? ¿Estás loco? ¿No ves que soy tu hija?
Se quedó congelado. De repente comprendió lo que había estado a punto de hacer. La abominación que iba a cometer. Se sintió mareado, asqueado.
-Oh...mi niña...lo..siento..no sé que me pasó.
Ella lo miraba con el miedo reflejado en la cara. Se tapó como pudo con las manos. Valentín se volvió a disculpar y se dio la vuelta para irse. Cuando iba a abrir la puerta, su niñita lo llamó con su dulce voz de siempre.
-Papi...
El se dio la vuelta.
-Dime mi a....
Diana tenía las piernas abiertas. Su mirada ya no era de terror. Era la mirada de...de zorra!
-Papi, me encantó tu lechita. Te fuiste tan rápido que no viste como me la tomé toda. No me he lavado la cara, así que seguro que todavía huelo a tu leche.
Valentín estaba confundido. ¿Qué pasaba? De repente, Diana se empezó a reír
-Jajajajaja, papito. Tenías que haberte visto la cara que pusiste cuando entraste en la habitación! jajajaja y de la ahora también es muy graciosa. ¿Que ibas a hacerme? ¿A pegarme o.....a follarme?
Valentín sintió que la sangre le hervía en las venas. Aquella descarda se estaba riendo de él. Jugaba con él. No se lo iba a permitir. Se abalanzó sobre ella y la obligó a darse la vuelta. Ella seguía riendo. Se reía de él. Era una zorra! Ahora sabría lo que se les hacía a las zorras como ella. Con su mano abierta, golpeó aquellas nalgas, apenas cubiertas por las pequeñas braguitas. Su culo quedó rojo, con su mano marcada.
Pero ella no lloró. Siguió riéndose.
-Jajaja! Papi! ¿Así te sientes hombre? ¿Pegando a una mujer? Eres patético! jajajaja
Valentín tenía la mano levantada para volver a darle otro azote. Pero se detuvo. Si su hija era una zorra, pues la trataría como a tal. Con sus fuertes manos rompió y arrancó las bragas, tirándolas hacia la pared. Ante él quedó aquel precioso culo. Era redondito. Se quedó mirándolo, respirando agitadamente. La polla le estallaba dentro del pijama. Diana dobló la cabeza para mirarlo.
-¿Por qué me miras el culo si no sabes lo que hacer con él?
-Eres una zorra Diana. Ahora vas a ver lo que le hago yo al culo de una zorra.
Se bajó los pantalones y su polla dura saltó. Diana la miró, con lujuria. Le gustaba la polla de su padre, pero jugó un poco más con él. Cerró sus piernas.
-Huy...que miedo, papi...¿Es que me vas a follar?
Valentín fue a abrir las piernas de su hija, pero ella hizo fuerza y las mantuvo cerradas.
-Abre las piernas, puta!
-¿Es que no sabes abrirlas tú?
Lo volvió a intentar, pero ella volvió a hacer fuerza y a reírse. Entonces le dio otra nalgada con la mano abierta
-Te he dicho que abras las piernas!
-Jajajaja. NO!
Levantó la mano para golpear por tercera vez, pero Diana abrió las piernas, mirándolo a los ojos. Levantó un poco su tentador culito.
-Ya están abiertas. ¿Y ahora qué?
Valentín miró. Aquel era el culo más bonito que había visto en su vida. Vio el oscuro agujerito y más abajo el principio de la rajita del coño de su hija. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su agitada respiración.
-¿Es que sólo sabes mirar? - le dijo Diana, desafiante.
¿Mirar? Ahora iba a saber aquella putita lo que era bueno. Apoyó la punta de su polla en el ojete y de un sólo empujón se la clavó hasta el fondo. Se hizo daño, pero por el grito de su hija más daño le hizo a ella.
La cogió por el pelo y la hizo mirarlo.
-Ahora vas a saber lo que es bueno, perra! Si te comportas como una zorra te voy a tratar como a una zorra.
Empezó a encularla con fuerza, metiendo y sacando su dura polla del culito de su 'niña buena'. Ella lo miraba con los ojos entornados. En sus ojos no vio miedo, sólo placer, lujuria. Diana se mordía el labio inferior con fuerza. La dura polla de su padre le dolía, pero la estaba matando de gusto. Su coño chorreaba. Sus pezones le dolían de lo duro que los tenía.
-¿Esto era lo que querías? Que te diera por el culo como a una sucia perra?
-Agggggggggggggg Sí. si, siiiiiiiiii soy tu perra....fóllame como a una perra...
El dolor dejó paso al puro placer. Por primera vez en su vida, Diana se corría mientras su padre se la follaba. Sintió todo su cuerpo tensarse, sus manos se cerraron con fuerza, aferrándose a las sábanas, y los espasmos de su culito apretaban la dura polla que seguía atravesándola.
-Pero mira que eres zorra, Diana. Te estás corriendo como una guarra mientras de doy por el culo...
-Agggggggggggg sí..papi...síiiiii
-Pues te lo voy a llenar de leche para que te acuerdes toda la noche de lo puta que eres!
Valentín todavía sentía los espasmos del ojete de Diana cuando empezó a correrse, llenándole el culito a la niña buena. Con cada chorro caliente que lanzaba daba un fuerte empujón, enterrando la polla hasta el fondo. Hasta cinco fuertes llamaradas le envió al fondo del cálido culito. Y durante todo ese tiempo, Diana se corría.
Luego, le sacó la polla, dura, brillante, llena de su semen.
-Ahora límpiame la polla, zorra!
La mirada de Diana era de amor. Con delicadeza se metió la polla de su padre en la boca la chupó, la lamió, hasta dejarla bien limpita. Su mirada ya no era la mirada de una puta. Era la mirada de su niña buena. Sólo que su niña buena tenía su polla en la boca.
-Papi..ya tienes la polla limpita.
-Así me gusta. A partir de ahora ya sabes quien manda en casa. Y si no te gusta, te largas.
Se levantó , se subió el pantalón y se marchó.
Diana se quedó en la cama. Hasta ahora, ella siempre había mandado sobre los hombres. Los manejaba a su antojo. Los tenía comiendo en su mano, consiguiendo de ellos lo que quería. Eran tan...previsibles, tan simples. Bastaba una caída de párpados, una sonrisita y se derretían a sus pies. Bastaba abrirse de piernas, dejarse follar dos minutos y ya tenía un diez en el examen. Bastaba arrodillarse delante del profesor de turno, poner cara de niña buena y sonreír mientras le llenaban la boca o la cara de leche, para no tener que hacer ningún trabajo.
Ya ahora, por fin encontraba a uno que la trataba como lo que era, como a una perra. Su padre. El culo de ardía. Se la había follado a lo bestia y le había encantado. Se sintió dominada. Por primera vez estaba en manos de un hombre que había sabido ponerla en su sitio. Se acurrucó y se durmió.
Valentín también se durmió. Le había dejado bien claro a su hija quien mandaba en casa.
El domingo amaneció un día radiante. La madre de Diana se había levantado temprano y se había marchado a misa. Valentín se levantó y se dio una rápida duchita. Cuando salió de la habitación, se encontró con Diana en la cocina. Tenía puesto un pijama normal, decentito, y estaba tomándose un vaso de leche con galletas.
-Buenos días papi.
-¿Qué haces vestida así?
Diana lo miró extrañada. Creyó que le gustaría verla como vestía antes.
-Pues...creí que te gustaría que me vistiera..así.
-Vas vestida como una chica decente, y eres una zorrita. Así que ahora mismo te vistes como la zorrita que eres o sabrás lo que es bueno. Yo te diré cuando y donde puedes vestirte como una chica decente. ¿Entendido?
-Si papi.
Diana salió corriendo a su cuarto. El coñito se le había mojado de golpe. Su lado sumiso estaba aflorando. Se puso una faldita corta, muy corta, una blusa blanca anudada por delante, dejando su ombligo al descubierto, sin sujetador. Y pintó los carnosos labios de un rojo intenso. Se miró al espejo.
-Sí que parezco una auténtica zorra - se dijo.
Volvió a la cocina. Su padre la miró de arriba a abajo. Los pezones se le marcaban como dos tiesos pitones.
-Así está mejor. Ahora pareces lo que eres.
-Gracias papi.
-¿Qué estabas haciendo?
-Me tomaba un vaso de leche con galletas?
-¿Leche con galletas? Las galletas no sé, pero la leche que te tomabas no es la adecuada.
-¿No? ¿Y cual es la adecuada?
-Ven aquí
Se plantó delante de su padre. La miraba de una manera que la encendía. Estaba muy cachonda.
Valentín miraba a aquella preciosa mujer, su preciosa hija, pintada como una buscona. Vestida como una puta. Se sentía atraído como si ella fuera una sirena, pero no se dejaría embaucar por su canto. El que mandaba era él.
-Ponte de rodillas.
-Si papi.
-Creo que ya sabes en donde está la leche que a partir de ahora tienes que tomar, ¿verdad?
-Creo que sí.
-Pues venga. Tómatela.
Mirándolo a los ojos le bajó el pantalón de pijama. El calzoncillo no podía disimular el enorme bulto que formaba la polla. Cuando lo bajó, saltó como un resorte. No cabía duda de que su padre tenía una buena polla, y seguro que la tonta de su madre no la disfrutaba. Pero ella sí que la iba a disfrutar.
Puso sus rojos labios en forma de corazón y le dio un besito en al punta de la polla. Sacó la lengua y la lamió. Estaba saladita. Del ojo ciego de la punta manaba un liquido transparente que recogió con su lengua antes de saborearlo.
Sin usar las manos y sin perder el contacto visual, se fue metiendo la polla en la boca. Valentín miraba extasiado como aquellos rojos labios se iban tragando su polla. Cuando tres cuartas partes estaban dentro de la caliente boca, Diana se paró.
-¿Por qué paras?
-Es que no me cabe más - le respondió sacándosela.
-¿Cómo? Una buena puta se tiene que tragar toda la polla que le den. ¿Tú eres una buena puta?
Un chorrito de flujo mojó sus braguitas. Le encantaba que su padre la llamara puta, que la tratase como a una sucia perra. Y ella iba a ser para su padre la mejor puta, así que se volvió a meter la polla en la boca. Despacito, la llevó al punto en que ninguna otra de las tantas pollas que había mamado había llegado.
Su padre la cogió por la cabeza y la atrajo hacia el. Cuando la punta de la polla rozó el fondo de la garganta de Diana, tuvo arcadas y se la sacó de la boca.
-Serás zorra!
La agrarró por la cabeza y se la volvió a meter. Esta vez la sujetó fuerte para que no quitara la cabeza. Tuvo una nueva arcada, pero la polla no se movió. Valentín la sacó un poco, paga que se le pasase la arcada. De los preciosos ojos de Diana caían dos lágrimas debido al reflejo. Y salivaba mucho, hasta el punto de que la saliva bajaba por la polla hasta los huevos de su padre y goteaba en el suelo.
-Vamos otra vez, zorrita.
Empujó su cabeza, haciéndola tragar la polla. Esta vez la metió un poco más que antes, y volvieron las arcadas.
-Aguanta...
Mantuvo la polla unos segundos y la sacó. Diana cogió aire. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y de su boca colgaban hilillos de espesa saliva, pero en su cara había una sonrisa.
-Bien, bien, perrita. Ahora te la vas a tragar toda.
Se le empezó a meter y cuando llegó al punto en donde se producían las arcadas, siguió metiendo, metiendo, hasta que toda la polla desapareció dentro de la boca. La nariz de Diana tocaba el pubis de su padre. Y sentía toda la polla en la boca, en la garganta. No podía respirar, pero estaba feliz. A los pocos segundos, su padre liberó la presión de la cabeza y la polla salió suavemente.
-¿Ves papi? Soy una buena puta. Me he tragado toda tu polla.
Lo decía con orgullo, feliz. Jamás pensó que se pudiera tragar una polla así.
-Muy bien, putita. Muy bien. A ver como lo haces.
Valentín quitó sus manos. Quería ver como ella lo hacía sola. Vio como abría su boca y la llevaba hacia la polla. Como entraba. Como cerraba sus labios, a los que casi no les quedaba ya carmín, alrededor de su dura barra y como se la empezaba a tragar.
Cuando notó la llegada de la arcada luchó por evitarla y siguió metiéndose la polla hasta que nuevamente su nariz chocó contra su padre. Lo miró con sus preciosos ojos.
-Agggggggg que rico, Diana....que bien..mamas...
Vencida la sensación de vómito, Diana empezó a moverse delante y atrás, haciendo que la polla entrara y saliera de su boca. A veces sólo se la metía hasta la mitad y chupaba, lamiendo con la lengua. Otras veces se la tragaba toda y la mantenía unos segundos en el fondo de su garganta.
-Ummm, así me gusta....así se mama una polla. Vas a ser una buena putita para papá.
Diana no recordaba haber estado tan cachonda en su vida. El placer de estar siendo usada por su padre era inmenso, como inmenso era el placer que estaba sintiendo Valentín al estar follándose a su preciosa hija por la boca. Literalmente follándole la boca.
Sintió que se iba a correr. Agarró con sus manos la cabeza de Diana y empezó a moverse, dentro, fuera, a fondo, de la boquita de su niña.
-Agggggggg me voy...a ...correr...trágatelo...todooooooooo
Con la polla alojada en el fondo de la garganta, se empezó a correr. Los primeros chorros caían directamente en el esófago de Diana, que los sentía bajar, calientes. Diana cerró sus ojos y se corrió, sin tocarse. Se corrió del placer al ser utilizada por su padre de aquella manera tan salvaje. Con cada chorro de leche que lanzaba garganta abajo, Valentín daba un empujón. Los dos últimos chorros se los echó en la boca, sacando la polla de la garganta, para que saboreara su rica leche.
Cuando le sacó la polla de la boca, completamente llena de saliva, ella seguía con los ojos cerrado. Los dos respiraban agitados. Los dos recuperándose de sus fuertes orgasmos.
Diana abrió los ojos y miró a su padre.
-¿Lo he hecho bien?
-Lo has hecho muy bien
Diana sonrió, feliz.
CONTINUARÁ
Sentía unos enormes remordimientos por lo que acababa de hacerle a su hija. No entendía como él, un hombre decente, había podido hacerle eso a una mujer, y encima a su propia hija. Pero..lo había provocado. Con aquel comportamiento, con aquel cuerpo que invitaba al pecado. Sus...lindas... braguitas. Sus pechos atrapados en aquel minúsculo sujetador. Su preciosa cara que lo miraba con descaro. Había sido ella la que lo provocó. Pero no volvería a pasar jamás. Hablaría con ella. La obligaría a ser la niña buena que era.
Cerró los ojos, pero lo único que vio la cara de su hija, sonriendo, toda llena de su semen. ¿Cómo se atrevió a hacer ese acto? Él, que con su mujer el sexo era recatado, cuando lo había. Y cada vez lo había menos. Sin embargo, había cogido a su hija por el pelo y se había corrido en su cara. Y le gustó. La trató como a la zorra que era. Cuando se dio cuenta, tenía la polla otra vez dura. Y era por culpa de..de ella. De esa putita en que se había convertido su hija. Él no tenía la culpa. Ella lo provocaba. Necesitaba una lección.
Se levantó y se dirigió al cuarto de su hija. Entró sin llamar, cerró la puerta y encendió la luz. Diana abrió los ojos, entornándolos para acostumbrarse a la repentina claridad.
-¿Qué quieres papi?
Valentín no dijo nada. se acercó a la cama de su hija y arrancó las sábanas. Volvió a admirar aquel cuerpo. La miró a los ojos, inyectados de deseo, pero lo que vio en los ojos de ella era...terror.
-¿Pero qué haces, papá? ¿Estás loco? ¿No ves que soy tu hija?
Se quedó congelado. De repente comprendió lo que había estado a punto de hacer. La abominación que iba a cometer. Se sintió mareado, asqueado.
-Oh...mi niña...lo..siento..no sé que me pasó.
Ella lo miraba con el miedo reflejado en la cara. Se tapó como pudo con las manos. Valentín se volvió a disculpar y se dio la vuelta para irse. Cuando iba a abrir la puerta, su niñita lo llamó con su dulce voz de siempre.
-Papi...
El se dio la vuelta.
-Dime mi a....
Diana tenía las piernas abiertas. Su mirada ya no era de terror. Era la mirada de...de zorra!
-Papi, me encantó tu lechita. Te fuiste tan rápido que no viste como me la tomé toda. No me he lavado la cara, así que seguro que todavía huelo a tu leche.
Valentín estaba confundido. ¿Qué pasaba? De repente, Diana se empezó a reír
-Jajajajaja, papito. Tenías que haberte visto la cara que pusiste cuando entraste en la habitación! jajajaja y de la ahora también es muy graciosa. ¿Que ibas a hacerme? ¿A pegarme o.....a follarme?
Valentín sintió que la sangre le hervía en las venas. Aquella descarda se estaba riendo de él. Jugaba con él. No se lo iba a permitir. Se abalanzó sobre ella y la obligó a darse la vuelta. Ella seguía riendo. Se reía de él. Era una zorra! Ahora sabría lo que se les hacía a las zorras como ella. Con su mano abierta, golpeó aquellas nalgas, apenas cubiertas por las pequeñas braguitas. Su culo quedó rojo, con su mano marcada.
Pero ella no lloró. Siguió riéndose.
-Jajaja! Papi! ¿Así te sientes hombre? ¿Pegando a una mujer? Eres patético! jajajaja
Valentín tenía la mano levantada para volver a darle otro azote. Pero se detuvo. Si su hija era una zorra, pues la trataría como a tal. Con sus fuertes manos rompió y arrancó las bragas, tirándolas hacia la pared. Ante él quedó aquel precioso culo. Era redondito. Se quedó mirándolo, respirando agitadamente. La polla le estallaba dentro del pijama. Diana dobló la cabeza para mirarlo.
-¿Por qué me miras el culo si no sabes lo que hacer con él?
-Eres una zorra Diana. Ahora vas a ver lo que le hago yo al culo de una zorra.
Se bajó los pantalones y su polla dura saltó. Diana la miró, con lujuria. Le gustaba la polla de su padre, pero jugó un poco más con él. Cerró sus piernas.
-Huy...que miedo, papi...¿Es que me vas a follar?
Valentín fue a abrir las piernas de su hija, pero ella hizo fuerza y las mantuvo cerradas.
-Abre las piernas, puta!
-¿Es que no sabes abrirlas tú?
Lo volvió a intentar, pero ella volvió a hacer fuerza y a reírse. Entonces le dio otra nalgada con la mano abierta
-Te he dicho que abras las piernas!
-Jajajaja. NO!
Levantó la mano para golpear por tercera vez, pero Diana abrió las piernas, mirándolo a los ojos. Levantó un poco su tentador culito.
-Ya están abiertas. ¿Y ahora qué?
Valentín miró. Aquel era el culo más bonito que había visto en su vida. Vio el oscuro agujerito y más abajo el principio de la rajita del coño de su hija. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su agitada respiración.
-¿Es que sólo sabes mirar? - le dijo Diana, desafiante.
¿Mirar? Ahora iba a saber aquella putita lo que era bueno. Apoyó la punta de su polla en el ojete y de un sólo empujón se la clavó hasta el fondo. Se hizo daño, pero por el grito de su hija más daño le hizo a ella.
La cogió por el pelo y la hizo mirarlo.
-Ahora vas a saber lo que es bueno, perra! Si te comportas como una zorra te voy a tratar como a una zorra.
Empezó a encularla con fuerza, metiendo y sacando su dura polla del culito de su 'niña buena'. Ella lo miraba con los ojos entornados. En sus ojos no vio miedo, sólo placer, lujuria. Diana se mordía el labio inferior con fuerza. La dura polla de su padre le dolía, pero la estaba matando de gusto. Su coño chorreaba. Sus pezones le dolían de lo duro que los tenía.
-¿Esto era lo que querías? Que te diera por el culo como a una sucia perra?
-Agggggggggggggg Sí. si, siiiiiiiiii soy tu perra....fóllame como a una perra...
El dolor dejó paso al puro placer. Por primera vez en su vida, Diana se corría mientras su padre se la follaba. Sintió todo su cuerpo tensarse, sus manos se cerraron con fuerza, aferrándose a las sábanas, y los espasmos de su culito apretaban la dura polla que seguía atravesándola.
-Pero mira que eres zorra, Diana. Te estás corriendo como una guarra mientras de doy por el culo...
-Agggggggggggg sí..papi...síiiiii
-Pues te lo voy a llenar de leche para que te acuerdes toda la noche de lo puta que eres!
Valentín todavía sentía los espasmos del ojete de Diana cuando empezó a correrse, llenándole el culito a la niña buena. Con cada chorro caliente que lanzaba daba un fuerte empujón, enterrando la polla hasta el fondo. Hasta cinco fuertes llamaradas le envió al fondo del cálido culito. Y durante todo ese tiempo, Diana se corría.
Luego, le sacó la polla, dura, brillante, llena de su semen.
-Ahora límpiame la polla, zorra!
La mirada de Diana era de amor. Con delicadeza se metió la polla de su padre en la boca la chupó, la lamió, hasta dejarla bien limpita. Su mirada ya no era la mirada de una puta. Era la mirada de su niña buena. Sólo que su niña buena tenía su polla en la boca.
-Papi..ya tienes la polla limpita.
-Así me gusta. A partir de ahora ya sabes quien manda en casa. Y si no te gusta, te largas.
Se levantó , se subió el pantalón y se marchó.
Diana se quedó en la cama. Hasta ahora, ella siempre había mandado sobre los hombres. Los manejaba a su antojo. Los tenía comiendo en su mano, consiguiendo de ellos lo que quería. Eran tan...previsibles, tan simples. Bastaba una caída de párpados, una sonrisita y se derretían a sus pies. Bastaba abrirse de piernas, dejarse follar dos minutos y ya tenía un diez en el examen. Bastaba arrodillarse delante del profesor de turno, poner cara de niña buena y sonreír mientras le llenaban la boca o la cara de leche, para no tener que hacer ningún trabajo.
Ya ahora, por fin encontraba a uno que la trataba como lo que era, como a una perra. Su padre. El culo de ardía. Se la había follado a lo bestia y le había encantado. Se sintió dominada. Por primera vez estaba en manos de un hombre que había sabido ponerla en su sitio. Se acurrucó y se durmió.
Valentín también se durmió. Le había dejado bien claro a su hija quien mandaba en casa.
El domingo amaneció un día radiante. La madre de Diana se había levantado temprano y se había marchado a misa. Valentín se levantó y se dio una rápida duchita. Cuando salió de la habitación, se encontró con Diana en la cocina. Tenía puesto un pijama normal, decentito, y estaba tomándose un vaso de leche con galletas.
-Buenos días papi.
-¿Qué haces vestida así?
Diana lo miró extrañada. Creyó que le gustaría verla como vestía antes.
-Pues...creí que te gustaría que me vistiera..así.
-Vas vestida como una chica decente, y eres una zorrita. Así que ahora mismo te vistes como la zorrita que eres o sabrás lo que es bueno. Yo te diré cuando y donde puedes vestirte como una chica decente. ¿Entendido?
-Si papi.
Diana salió corriendo a su cuarto. El coñito se le había mojado de golpe. Su lado sumiso estaba aflorando. Se puso una faldita corta, muy corta, una blusa blanca anudada por delante, dejando su ombligo al descubierto, sin sujetador. Y pintó los carnosos labios de un rojo intenso. Se miró al espejo.
-Sí que parezco una auténtica zorra - se dijo.
Volvió a la cocina. Su padre la miró de arriba a abajo. Los pezones se le marcaban como dos tiesos pitones.
-Así está mejor. Ahora pareces lo que eres.
-Gracias papi.
-¿Qué estabas haciendo?
-Me tomaba un vaso de leche con galletas?
-¿Leche con galletas? Las galletas no sé, pero la leche que te tomabas no es la adecuada.
-¿No? ¿Y cual es la adecuada?
-Ven aquí
Se plantó delante de su padre. La miraba de una manera que la encendía. Estaba muy cachonda.
Valentín miraba a aquella preciosa mujer, su preciosa hija, pintada como una buscona. Vestida como una puta. Se sentía atraído como si ella fuera una sirena, pero no se dejaría embaucar por su canto. El que mandaba era él.
-Ponte de rodillas.
-Si papi.
-Creo que ya sabes en donde está la leche que a partir de ahora tienes que tomar, ¿verdad?
-Creo que sí.
-Pues venga. Tómatela.
Mirándolo a los ojos le bajó el pantalón de pijama. El calzoncillo no podía disimular el enorme bulto que formaba la polla. Cuando lo bajó, saltó como un resorte. No cabía duda de que su padre tenía una buena polla, y seguro que la tonta de su madre no la disfrutaba. Pero ella sí que la iba a disfrutar.
Puso sus rojos labios en forma de corazón y le dio un besito en al punta de la polla. Sacó la lengua y la lamió. Estaba saladita. Del ojo ciego de la punta manaba un liquido transparente que recogió con su lengua antes de saborearlo.
Sin usar las manos y sin perder el contacto visual, se fue metiendo la polla en la boca. Valentín miraba extasiado como aquellos rojos labios se iban tragando su polla. Cuando tres cuartas partes estaban dentro de la caliente boca, Diana se paró.
-¿Por qué paras?
-Es que no me cabe más - le respondió sacándosela.
-¿Cómo? Una buena puta se tiene que tragar toda la polla que le den. ¿Tú eres una buena puta?
Un chorrito de flujo mojó sus braguitas. Le encantaba que su padre la llamara puta, que la tratase como a una sucia perra. Y ella iba a ser para su padre la mejor puta, así que se volvió a meter la polla en la boca. Despacito, la llevó al punto en que ninguna otra de las tantas pollas que había mamado había llegado.
Su padre la cogió por la cabeza y la atrajo hacia el. Cuando la punta de la polla rozó el fondo de la garganta de Diana, tuvo arcadas y se la sacó de la boca.
-Serás zorra!
La agrarró por la cabeza y se la volvió a meter. Esta vez la sujetó fuerte para que no quitara la cabeza. Tuvo una nueva arcada, pero la polla no se movió. Valentín la sacó un poco, paga que se le pasase la arcada. De los preciosos ojos de Diana caían dos lágrimas debido al reflejo. Y salivaba mucho, hasta el punto de que la saliva bajaba por la polla hasta los huevos de su padre y goteaba en el suelo.
-Vamos otra vez, zorrita.
Empujó su cabeza, haciéndola tragar la polla. Esta vez la metió un poco más que antes, y volvieron las arcadas.
-Aguanta...
Mantuvo la polla unos segundos y la sacó. Diana cogió aire. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y de su boca colgaban hilillos de espesa saliva, pero en su cara había una sonrisa.
-Bien, bien, perrita. Ahora te la vas a tragar toda.
Se le empezó a meter y cuando llegó al punto en donde se producían las arcadas, siguió metiendo, metiendo, hasta que toda la polla desapareció dentro de la boca. La nariz de Diana tocaba el pubis de su padre. Y sentía toda la polla en la boca, en la garganta. No podía respirar, pero estaba feliz. A los pocos segundos, su padre liberó la presión de la cabeza y la polla salió suavemente.
-¿Ves papi? Soy una buena puta. Me he tragado toda tu polla.
Lo decía con orgullo, feliz. Jamás pensó que se pudiera tragar una polla así.
-Muy bien, putita. Muy bien. A ver como lo haces.
Valentín quitó sus manos. Quería ver como ella lo hacía sola. Vio como abría su boca y la llevaba hacia la polla. Como entraba. Como cerraba sus labios, a los que casi no les quedaba ya carmín, alrededor de su dura barra y como se la empezaba a tragar.
Cuando notó la llegada de la arcada luchó por evitarla y siguió metiéndose la polla hasta que nuevamente su nariz chocó contra su padre. Lo miró con sus preciosos ojos.
-Agggggggg que rico, Diana....que bien..mamas...
Vencida la sensación de vómito, Diana empezó a moverse delante y atrás, haciendo que la polla entrara y saliera de su boca. A veces sólo se la metía hasta la mitad y chupaba, lamiendo con la lengua. Otras veces se la tragaba toda y la mantenía unos segundos en el fondo de su garganta.
-Ummm, así me gusta....así se mama una polla. Vas a ser una buena putita para papá.
Diana no recordaba haber estado tan cachonda en su vida. El placer de estar siendo usada por su padre era inmenso, como inmenso era el placer que estaba sintiendo Valentín al estar follándose a su preciosa hija por la boca. Literalmente follándole la boca.
Sintió que se iba a correr. Agarró con sus manos la cabeza de Diana y empezó a moverse, dentro, fuera, a fondo, de la boquita de su niña.
-Agggggggg me voy...a ...correr...trágatelo...todooooooooo
Con la polla alojada en el fondo de la garganta, se empezó a correr. Los primeros chorros caían directamente en el esófago de Diana, que los sentía bajar, calientes. Diana cerró sus ojos y se corrió, sin tocarse. Se corrió del placer al ser utilizada por su padre de aquella manera tan salvaje. Con cada chorro de leche que lanzaba garganta abajo, Valentín daba un empujón. Los dos últimos chorros se los echó en la boca, sacando la polla de la garganta, para que saboreara su rica leche.
Cuando le sacó la polla de la boca, completamente llena de saliva, ella seguía con los ojos cerrado. Los dos respiraban agitados. Los dos recuperándose de sus fuertes orgasmos.
Diana abrió los ojos y miró a su padre.
-¿Lo he hecho bien?
-Lo has hecho muy bien
Diana sonrió, feliz.
CONTINUARÁ
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