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Despedida

Estas dormido. Tu cuerpo acostado en la cama, es como una llama que me enciende. Tu piel morena contrasta con el blanco de las sábanas inmaculadas. El torso destapa el pecho fuente y varonil; los brazos gruesos y fibrosos por hacer tanto deporte, se meten debajo de la almohada. Tus piernas, tapadas por las sábanas, reposan tranquilas pero algo ahí abajo clama por atención. Las sábanas se levantan inquietas e inquietantes, llamándome. Mis manos quieren acudir a ese llamado. Mi piel se estremece y mis ojos te observan; debo dejarte descansar, mucho me has dado. Sin embargo quiero más. Entonces mi deseo se altera; ya tendrás tiempo en el avión para descansar, ahora quiero que me des todo, todo lo que tengas, que me hagas tuyo de nuevo y que me lleves montado sobre tu piel, a un cielo azul oscuro coronado por estrellas.

Mis manos comienzan a moverse. Recorro tu pecho y la suave piel de tu cuerpo me crispa la mía. Mis manos sienten las fibras de tus músculos y se impacientan; quieren navegar sobre esa piel morena que tanto me excita y me vuelve loco, sediento, ansioso. Moves la cabeza dormido, me dejas hacerte mimos, caricias, sé lo que te gusta y sé cómo encenderte. Mis manos ahora bajan por tu vientre; las yemas de mis dedos sienten el vello que nace debajo de las sábanas. Entonces, como si me deslizara por una pendiente resbaladiza, bajo. Mis manos ahora también debajo de las sábanas, descubren el faro de mi deseo. Erguido, duro, fuerte, tu grueso y enorme sexo asoma queriendo mi atención. Estoy dispuesto a darle todo y quiero que me dé todo.

Mis labios besan tus pezones y entonces vuelves a mover la cabeza. Sigues haciendo que duermes; te gusta que te despierte. Voy a tomar de tu cuerpo ese deseo blanco y lechoso que sabes darme. Mi boca besa tu piel hacia el vientre y al llegar, mis manos corren las sábanas. Mi lengua se monta sobre tu sexo. Esta duro y es hermoso. Lo lamo, lo beso, lo disfruto. Quiero metérmelo en la boca pero no me entra; es enorme. Hago lo que puedo. Entonces despiertas; apoyas tus manos sobre mi cabeza y me empujas para que logre lo imposible. Comienzas a jadear. Música para mis oídos. Envuelvo de nuevo tu sexo con mis labios y quiero que me entre todo hasta la garganta. Otra vez me empujas la cabeza y otra vez lo intento, pero no puedo. Entonces subo mi cabeza lamiendo tu sexo hasta la punta, despacio, disfrutando cada milímetro como si fuera la última vez. En verdad, ¿será la última vez? No lo sabemos, mejor entonces disfrutarnos.

Ahora estás ansioso. Me tomas de los brazos y me atraes hacia vos. Tu boca embiste la mía y tu lengua me explora por dentro. Esta tan dura y ansiosa como tu sexo. Me envuelves en tus brazos y me das vuelta, subiéndote sobre mi cuerpo. Mis piernas se abren recibiéndote. Me besas con locura y tu boca le quita el aliento a la mía. Intento jadeos y te abrazo alrededor del cuello. Me besas el mío. Mi sexo está tan duro como el tuyo, pero solo quiero sentirte dentro de mí.

Me das vuelta envolviéndome en tus fuertes y morenos brazos. Te apoyas sobre mi espalda. Te arrodillas en la cama y tus manos jalan mis caderas. Las levantó arqueando la columna para dejar a tu merced eso que quieres de mí, que tanto te gusta. Te apoyas sin pedir permiso; tu sexo entra en mi cuerpo irrumpiendo de golpe, con carácter, como un macho cazador toma a su presa. Soy tu presa. Me has atrapado. Me penetras y te mueves dentro de mi cuerpo, jadeando y disfrutando. Tu sexo me hace delirar; no quiero que te vayas, no quiero que esta sea la última mañana que me das tu pasión morena. Me embistes, empujas, me atropellas. Tu sexo duro dentro de mí crece aún más. Ahora tus jadeos son mayores y tus manos sobre mis caderas se clavan casi lastimándome. Esta por ocurrir. Lo sé. Lo siento. Te siento. Empujas más fuerte y me saludes casi con violencia. Deliro, amo que lo hagas, amo que me hagas tuyo una y otra vez con frenética pasión.

Entonces, los jadeos estallan en un grito y tus manos clavadas en mis caderas, la empujan hacia vos. Me penetras como si quisieras entrar dentro de mí con todo tu cuerpo. Siento que tu sexo está tan adentro mío que no sé hasta dónde llega, a donde termina. Los latidos son más fuertes y más seguidos. Tu pelvis se pega contra mis nalgas. Tus piernas sostienen las mías en ese estallido en el que me tiras para atrás hacia vos. Estoy en otro planeta, estalló de placer y sé que quizá no vuelva a sentirte dentro mío otra vez. El mundo se acaba y entonces, al compás de tus gritos, me haces explotar. Derramo mi pasión sobre la cama como vos derramaste la tuya dentro de mí.

El tiempo se detiene. Te tumbas sobre la cama, agitado. Me dejo caer sobre tu pecho y me abrazas. Todo ahora es tan eterno que parece no haber sucedido nunca. Entonces suena el teléfono; es el conserje, tu taxi está en la puerta. Con lentitud te vestís, tomas las valijas y salís por esa puerta para quizá, no volver jamás. Te has ido, ahora solo tengo dentro de mí tu recuerdo, que todavía late en mis entrañas.

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