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Olga, la madre de mi mejor amigo (Episodio 4)

Con Fernando tenía mucha confianza y habíamos llegado a la conclusión que era mucho más placentero pajearnos mutuamente que cada uno por su lado, no había nada más que amistad entre nosotros, y nos proporcionábamos placer en silencio, cada uno imaginaba lo que quería mientras sacudía la verga del otro. Así nos arreglábamos para quedar por las tardes y saciar nuestra calentura, a veces nos tirábamos en la cama de sus padres y mientras leíamos alguna de las novelas de Olga, desnudos, nos masajeábamos la verga despacio hasta bombear la leche suavemente uno en la mano del otro. Era algo que nos encantaba y cada vez era más placentero.
Una tarde Olga entró al cuarto de improviso y nos descubrió desnudos con la pija hinchada, masajeándonos frenéticamente, se hizo la disimulada y cerró la puerta rápidamente. Al salir, yo estaba muy avergonzado de pensar que Olga creyera que era maricón, a Fernando no parecía importarle nada. Al otro día igual quedamos por la tarde, esta vez apareció Olga pero con otra actitud, iba desnuda con tacos de aguja negra y fumando. Se sentó entre nosotros y tomó una de las novelas y se puso a leerla de espaldas mientras nosotros sobre su culo nos apretábamos las vergas calientes, estuvimos un buen rato pajeándonos sobre su culo, ella lo movía incesantemente mientras leía historias de incesto y cogidas muy morbosas. No aguantamos mucho más y acabamos mojándonos las pijas respectivamente de leche, además de lubricar su hermoso orto moreno de blanco néctar, espeso y caliente. Ella gemía de placer, al caer toda la leche se la refregó por el culo bronceado como si fuera crema humectante, su ojete relucía, daba ganas de comerlo a lenguetazos. Se puso un tanga diminuto y bajó a la piscina, al rato nos incorporamos nosotros. Allí estaban Olga y Romina. Mi novia, su propia hija, estaba pasándole crema bronceadora en la espalda y en el culo, sus manos pasaban por encima de la leche mezclándose con la crema. Olga estaba haciendo que su propia hija jugara con el semen fresco de su hijo y su amado. Era terrible y me estaba volviendo loco. Fernando estaba descontrolado, y ahí entendí sus rarezas y su obsesión con el sexo, su madre era una puta descomunal y enloquecía a quien se le arrimara sin importar que fuera de su propia sangre. Su marido era un cornudo infeliz y Olga lo humillaba siempre que podía.
A partir de ese día las tardes con Fernando fueron cada vez más ardientes y nuestras pajas más largas y gustosas. La leche que salía de nuestros miembros era cada vez más abundante.
Olga a veces nos visitaba sólo para contemplar nuestros cuerpos desnudos disfrutando de placer, se quedaba de pie al lado de la cama desnuda y fumando. Al ordeñar toda la leche se acercaba, la bebía ansiosa y se retiraba. Amo a Olga.


(Continuará...)

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