Tenía ganas de escribir un cuento sobre Hadas…
Quería escribir una historia sobre un Hada del Bosque, traviesa, diminuta, de color verde, vaporosa, veloz, luminosa, perfumada de sueños…
Hasta había elegido un nombre para ella, “Gardnerella”…
no suena bello? no suena a “jardin”? no suena a pequeña? no suena cinética?...
Imaginé para Gardnerella un cabello castaño rojizo, ensortijado con jazmines, un rostro pícaro, pequitas y ojitos lúdicos…
Gardnerella habría sido una de las criaturas más cautivantes de la flora, su comportamiento contradictorio y misterioso habría cautivado a toda esa fauna intangible, pues Gardnerella, de apariencia inofensiva y frágil , escondía violencia purulenta.
Para ser francos, ese cálido y húmedo hábitat era abrigo de la Guerra Fria: todos se medían y vigilaban mutuamente con paranoico recelo compartiendo amistosos espacios sin llegar a la confrontación, bajo la mirada vigilante de Acidos Guerreros Lácticos, tutores de la convivencia armónica.
Aún así, no siempre todo era paz y armonía, de vez en cuando, aprovechando distracciones de los guerreros, algunas revueltas cobraban vigor y quienes tomaban el poder marcaban su victoria territorial en forma amenazante como todas las criaturas de este planteta, con aromas y sonidos.
Afortunadamente, ninguno de estos molestos pruritos había logrado derrocar a los tenaces guerreros, y al cabo de un tiempo la calma siempre retornaba al lugar.
Pero entre todas las contrincantes había una en la cual Gardnerella había puesto especial atención: su nombre era Cándida.
Cándida tenía una belleza blanca y traslúcida, sus vestidos de leve gasa le daban el aspecto de una brillante medusa marina, su suave hermosura producia un encanto tal que a su paso contenían el aliento hadas y guerreros, duendes y bacterias…
Cándida era elegante, delicada, lenta, vanidosa, habil tejedora de sutiles intrigas, Cándida era una amante inalcanzable…
Gardnerella se sintió atraída por ella.
Primero la observó de lejos.
Por un breve tiempo envidió su hermosura, luego quiso poseerla, besarla, después se atrevió a acercarse, intentó hablarle pero Cándida, distante, la hirió profundamente y Gardnerella pasó pronto de desearla a desear su severo padecer …
Cándida la había ofendido en su intima estima, “hueles mal, no te acerques a mi… tus opacos vestidos verdes insultan mi presencia…”
“Hueles mal?” , “Opacos vestidos?” Gardnerella había sorteado cien guerreros lácticos para aproximarse a ella, había arriesgado su piel para tocar la suya, se había expuesto a la asfixia para respirar su mismo aire... "hueles mal"? su cuerpo solo traspiraba pasión feromónica...
Gardnerella entró entonces en profunda melancolía y se apagó sobre un enmohecido lecho de liquenes.
Su mustio letargo duró semanas, dormida comió sus propias uñas,
bebió sus propias lágrimas.
En la tercera luna abrió timidamente los ojos, en la quinta se incorporó, en la sexta se refrescó en lago de sal.
Percibió nuevas esencias, nuevos colores y melodías que aliviaron mágicos su pesar. Entonces, reuniendo reservas de pasada energía dio un brinco muy alto hasta una flor muy lejana desde la cual observó decidida y desafiante todo el lugar.
Se sintió fuerte y pronta para nuevas batallas, se sintió lista para encarar nuevos desafíos, se sintió bella, poderosa, se sintió guía.
Entonces, enredó su cabello con nuevos jazmines, y desplegando sus alas coloreó de verde malva un triunfal vuelo de despedida.
Ay!, pero nada de esto podré escribir jamás! la Madre Naturaleza ya lo ha hecho hace miles de años en nuestra íntima profundidad femenina...
Gardnerella existe, pequeña, cauta hada, perversa bruja. A veces guía revoluciones bacterianas y resiste voluptuosa a los ácidos lactobacilos, luego, apaciguada su ardorosa vehemencia se retira calma a una rutina cotidiana y se vuelve una mas entre las miles de criaturas microscopicas de nuestra vasta ginecoflora.
No es curioso que exista tal minúscula vocera de rebeldia contenida capaz de liderar de la nada explosivas manifestaciones de protesta? no es sorprendente tal diminuto ser de fino umbral sensible que tras sacudir el universo se repliega en intimo retiro introspectivo e indolente? Shh!... Silencio, inmunodepresores no sean severos, Gardnerella quiere descansar.
Quería escribir una historia sobre un Hada del Bosque, traviesa, diminuta, de color verde, vaporosa, veloz, luminosa, perfumada de sueños…
Hasta había elegido un nombre para ella, “Gardnerella”…
no suena bello? no suena a “jardin”? no suena a pequeña? no suena cinética?...
Imaginé para Gardnerella un cabello castaño rojizo, ensortijado con jazmines, un rostro pícaro, pequitas y ojitos lúdicos…
Gardnerella habría sido una de las criaturas más cautivantes de la flora, su comportamiento contradictorio y misterioso habría cautivado a toda esa fauna intangible, pues Gardnerella, de apariencia inofensiva y frágil , escondía violencia purulenta.
Para ser francos, ese cálido y húmedo hábitat era abrigo de la Guerra Fria: todos se medían y vigilaban mutuamente con paranoico recelo compartiendo amistosos espacios sin llegar a la confrontación, bajo la mirada vigilante de Acidos Guerreros Lácticos, tutores de la convivencia armónica.
Aún así, no siempre todo era paz y armonía, de vez en cuando, aprovechando distracciones de los guerreros, algunas revueltas cobraban vigor y quienes tomaban el poder marcaban su victoria territorial en forma amenazante como todas las criaturas de este planteta, con aromas y sonidos.
Afortunadamente, ninguno de estos molestos pruritos había logrado derrocar a los tenaces guerreros, y al cabo de un tiempo la calma siempre retornaba al lugar.
Pero entre todas las contrincantes había una en la cual Gardnerella había puesto especial atención: su nombre era Cándida.
Cándida tenía una belleza blanca y traslúcida, sus vestidos de leve gasa le daban el aspecto de una brillante medusa marina, su suave hermosura producia un encanto tal que a su paso contenían el aliento hadas y guerreros, duendes y bacterias…
Cándida era elegante, delicada, lenta, vanidosa, habil tejedora de sutiles intrigas, Cándida era una amante inalcanzable…
Gardnerella se sintió atraída por ella.
Primero la observó de lejos.
Por un breve tiempo envidió su hermosura, luego quiso poseerla, besarla, después se atrevió a acercarse, intentó hablarle pero Cándida, distante, la hirió profundamente y Gardnerella pasó pronto de desearla a desear su severo padecer …
Cándida la había ofendido en su intima estima, “hueles mal, no te acerques a mi… tus opacos vestidos verdes insultan mi presencia…”
“Hueles mal?” , “Opacos vestidos?” Gardnerella había sorteado cien guerreros lácticos para aproximarse a ella, había arriesgado su piel para tocar la suya, se había expuesto a la asfixia para respirar su mismo aire... "hueles mal"? su cuerpo solo traspiraba pasión feromónica...
Gardnerella entró entonces en profunda melancolía y se apagó sobre un enmohecido lecho de liquenes.
Su mustio letargo duró semanas, dormida comió sus propias uñas,
bebió sus propias lágrimas.
En la tercera luna abrió timidamente los ojos, en la quinta se incorporó, en la sexta se refrescó en lago de sal.
Percibió nuevas esencias, nuevos colores y melodías que aliviaron mágicos su pesar. Entonces, reuniendo reservas de pasada energía dio un brinco muy alto hasta una flor muy lejana desde la cual observó decidida y desafiante todo el lugar.
Se sintió fuerte y pronta para nuevas batallas, se sintió lista para encarar nuevos desafíos, se sintió bella, poderosa, se sintió guía.
Entonces, enredó su cabello con nuevos jazmines, y desplegando sus alas coloreó de verde malva un triunfal vuelo de despedida.
Ay!, pero nada de esto podré escribir jamás! la Madre Naturaleza ya lo ha hecho hace miles de años en nuestra íntima profundidad femenina...
Gardnerella existe, pequeña, cauta hada, perversa bruja. A veces guía revoluciones bacterianas y resiste voluptuosa a los ácidos lactobacilos, luego, apaciguada su ardorosa vehemencia se retira calma a una rutina cotidiana y se vuelve una mas entre las miles de criaturas microscopicas de nuestra vasta ginecoflora.
No es curioso que exista tal minúscula vocera de rebeldia contenida capaz de liderar de la nada explosivas manifestaciones de protesta? no es sorprendente tal diminuto ser de fino umbral sensible que tras sacudir el universo se repliega en intimo retiro introspectivo e indolente? Shh!... Silencio, inmunodepresores no sean severos, Gardnerella quiere descansar.
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