

Escuchen bien, guachos, ustedes, los afeminados de mierda que andan por ahí con la pichita corta y cara de nena, van a aprender cuál es su lugar. Soy el rey acá, el que manda, y si quieren que los mire dos veces, más les vale ponerse las pilas y entrenar ese culo pa’ que aguante lo que ninguna mina se banca. ¿Entendieron o les dibujo un mapa, forros?
Miren cómo vengo: yo decido quién sirve y quién no, y ustedes, con esos vestiditos negros

pedorros que se ponen y los ojos pintados de negro como trolas baratas, tienen que currar pa’ que mi pija gorda de 20 cm los elija a ustedes y no a una mina de verdad. Nada de tangas ni pavadas, ¿pa’ qué? Ese vestido finito que apenas les tapa el orto ya dice todo: son mis muñecas, mis juguetes, y si no me convencen, se quedan juntando polvo.

Primero, aflojen ese culo. No quiero maricones que se quejen cuando les meto caña. ‘Ay, me duele, papi’, ¡cerrá el orto, gil! Aguanten como hombres, aunque hombres no sean. Pónganse en cuatro, suban ese vestido y dejen ese agujero listo pa’ que lo rompa cuando se me cante. Si no lo tienen bien abierto y jugoso, ni me gasto en mirarlos. Las minas no llegan ni a la mitad de lo que yo quiero, así que ustedes tienen que ser el triple de putos y darme lo que ellas no pueden.

Segundo, esa pichita de 10 cm que tienen no sirve ni pa’ rascarse, así que ni intenten hacerse los machitos conmigo. Les pongo una jaulita pa’ que no se les pare ni por error y me miren con cara de perrito rogando que los elija. ‘Papi, por favor, haceme tuyo’, tienen que decirme, y si no lo escucho con ganas, chau, se van al fondo de la lista. Yo quiero gemidos de cerda, sudor, y que ese culo huela a macho después de que termine con ustedes.

Tercero, arréglense como minas pero sin pasarse de rosca. Esos ojos pintados de negro me calientan, pero no quiero que parezcan payasos, ¿eh? El vestido negro subido, las piernas depiladas y temblando, y el culo listo pa’ recibir órdenes. ‘Caminá pa’ mí, putito’, les digo, y ustedes desfilan como trolas mientras yo me río y pienso si les doy el premio o los dejo mendigando.

Primero, las cojidas. Ese orto que tienen, depiladito y temblando bajo el vestido negro, lo voy a partir de todas las formas que se me canten. Arranco en cuatro, clásico pero efectivo: ustedes arrodillados, con el culo en pompa, y yo metiéndoles la pija gorda de 20 cm hasta que griten ‘papi, basta’ –pero no paro, ¿eh?, porque las nenitas como ustedes no mandan. Después los pongo boca abajo, aplastados contra la cama, con las piernas abiertas como ranas, y les doy bombeo tranqui pero profundo, pa’ que sientan cada centímetro abriéndoles el agujero hasta que les chorree sudor.

Si se portan bien, los subo arriba mío, sentaditos en mi palo como en una silla, y les digo ‘rebotá, putito, haceme feliz’. Ahí los quiero ver saltando, con ese vestido subido y los ojos pintados de negro llorosos del esfuerzo, mientras la jaulita les aprieta la pichita inútil esa que tienen. Y pa’ los más atrevidos, los paro contra la pared, les levanto una pata como perrito meando, y les meto caña de lado, duro y rápido, pa’ que el culo les quede oliendo a macho y no se sienten en una semana.

Ahora, las mamadas, porque esa boca de muñeca no es solo pa’ gemir. Se arrodillan, me miran desde abajo con esos ojitos negros pintados, y les digo ‘abrite, trola, que te doy de comer’. Primero les meto la punta, pa’ que se acostumbren al tamaño, y después les empujo toda la verga hasta la garganta, que se ahoguen un poco y me babeen la pija como cerdas. ‘Chupá bien, gil, que no quiero dientes’, les aviso, y si lo hacen mal, les agarro la cabeza y les hago pistón hasta que la leche les chorree por la cara.

Pa’ cambiarla, los pongo a mamar de costado, acostados en la cama como minitas perezosas, y yo parado al lado dándoles pa’ que traguen mientras les pellizco el culo pa’ que no se duerman. Y si quiero humillarlos más, los hago chupar en equipo: dos putitos juntos, uno en la pija y otro en las bolas, peleándose pa’ ver quién me saca más leche. ‘Dale, forros, trabajen juntos que pa’ eso sirven’, les grito, y me río mientras los veo esforzarse con la cara toda embadurnada

Al final, guachos, ese culo y esa boca van a quedar tan usados que no van a saber ni cómo se llaman. El orto abierto, rojo y palpitando después de las cojidas, y la cara llena de lágrimas negras del maquillaje corrido y mi regalo chorreando. ‘Limpien, nenitas, que mañana seguimos’, les digo, y los dejo tirados, con el vestido negro arrugado y la jaula brillando, rogando pa’ que los elija otra vez. Así que entrenen, maricones, porque yo soy el que manda y ustedes solo sirven pa’ esto. ¿Quién se anima primero?"

Qué dicen? ¿Se animan a ser mis nenitas o se quedan llorando en la esquina? Porque si se animan, guachos, prepárense, que ahora viene la posta: les voy a romper ese culo de mil formas y esa boca de trola la van a usar pa’ tragarse todo lo que les dé. Acá no hay descanso, maricones, así que abran bien los ojos y escuchen cómo los hago míos.

Foto de cerca de mi pija: cabezón gordo, peluda, pa’ que mis trolos betas babeen como putas. Se las meto hasta el fondo, nenas sin huevos, y estas mariconas afeminadas se mueren por mi leche y mi pija de 18 cm
2 comentarios - Rompiendo putitos: mi elección