Miro las luces de la ciudad a través de la ventana del taxi. Veo que, cada cierto tiempo, el hombre voltea a verme por el retrovisor y no precisamente mi rostro. Soy consciente de que no estoy vestida como generalmente lo hago, esta vez llevo una minifalda negra, una blusa del mismo color y unas medias de malla debajo, y quizás se alcanza a verme un poco la tanga negra que estoy usando.
En otras palabras, me veo como una puta. Pero no es aquí donde tendrá lugar la acción, no con él.
El taxi se detiene ante un edificio de unos diez pisos. Le pago al taxista y bajo con cuidado para que no se me suba la falda. El hombre me pide que cierre con cuidado y cuando arranca, me grita que me veo rica. Sonrío ante eso y meneó la cabeza. Busco el celular en mi bolso, sintiéndome nerviosa y torpe, porque no es común que haga esto. La vestimenta de dama o mujer o mujerzuela, la dejo para la intimidad, para estar en casa, no para exhibirme en público.
Rápidamente busco el contacto y veo los mensajes hasta el momento. Le escribo que ya estoy abajo. Espero unos momentos, mirando a mi alrededor, agradeciendo que el cabello largo me cubra parte del rostro y que nadie me reconozca. Mi celular vibra y leo la respuesta: "Entra y usa el ascensor, octavo piso. Tranquila, todo estará bien".
Cierro los ojos arrepentida, preguntándome qué estoy haciendo aquí y cómo accedí a esto. Tomo un respiro y exhalo, diciéndome que todo estará bien, que al final de la noche me estaré riendo de estas cosas. Guardo mi celular y entro en el vestíbulo. El recepcionista me ve y me pregunta que a dónde voy, digo que al octavo piso y pregunta si ya estoy hospedada, respondo que sí, pregunta quién es el titular de la habitación y digo el nombre de la persona que me escribió, verifica y tras fruncir el ceño y verme de arriba abajo, asiente.
—Este no es lugar para esas actividades —me dice mirándome de arriba abajo.
—Lo sé, no soy de esas —respondo y frunce el ceño. Asiente luego de unos segundos y con un movimiento de cabeza me indica que pase adelante.
Camino por el vestíbulo hasta el ascensor, agradeciendo que no hubiese más gente ahí como para ver la cara de vergüenza que se me figuró cuando me dijo eso. Me digo a mí misma que esta es la última vez que accedo a hacer estas cosas, que si me quieren, vayan por mí y en el auto me visto como deseen, si es posible hasta en traje de baño, pero no así como ahora. Suspiro luego de presionar el botón y espero a que baje el aparato. Segundos después estoy subiendo y pensando en lo que pasará ahí adentro.
—Será una sorpresa y más vale que estés preparada, porque puede que sea algo el doble o el triple de lo que te esperas —eso dijo en la tarde luego de mandarme a decir que me quería vestida de tal y tal forma.
Accedí por el morbo y la fantasía, después de todo, soy un chico con características de chica. Eso ya lo saben.
Pronto, el ascensor se detiene y las puertas se abren. Salgo al pasillo y veo a un lado y al otro y todo está en silencio, hay muchas puertas, no sé cuál es. En eso mi celular vibra y al revisarlo, veo que es un mensaje suyo.
—La tercera puerta a tu derecha.
Miro el techo y me pregunto si me ha visto o algo. No hay cámaras, a lo mejor pensó que, como no he llegado, estoy perdida y no sé dónde puede ser. Asiento y no respondo. Tomo el último poco de valor que me queda y camino con aquellos tacones hasta la tercera puerta. No se escucha nada del otro lado. Me pregunto si es la correcta. Pienso en sus palabras y dijo que era la tercera, cuento desde el ascensor hasta aquí y es, en efecto, la tercera puerta.
Me siento nerviosa, por mi mente se me cruza la idea de volver y dejar todo hasta ahí, pero luego una voz en mi cabeza me dice que me quede, que a lo mejor lo disfruto. Y sin ser dueña de mis acciones, asiento y toco tres veces la puerta. Espero. Pasan unos segundos y la puerta se abre y lo que veo del otro lado es pura oscuridad.
Suspiro y sonrío en mis adentros. Definitivamente se lució con la atmosfera de misterio. Y pensando que ya no hay vuelta atrás, entro en la habitación y camino por el pasillo. No todo está oscuro, la luz de la ciudad entra por la ventana y puedo notar algunas cosas. De pronto la puerta se cierra y dos manos fuertes me toman de los brazos por la espalda y un rostro se me acerca por el lado derecho trasero de mi cabeza.
—Buenas noches, princesa, hoy vas a hacer mi putita, y la de estos otros dos hombres también —me dice con voz grave mientras la luz se enciende, y lo que veo es a dos hombres morenos delante mío, desnudos y con sus vergas oscuras colgando de sus entrepiernas.
Me hace girarme y lo veo a él, otro chico moreno, desnudo y vergón delante mío.
—¿Te gusta lo que ves, perrita? ¿Se te hace agua la boca?
Y guiada por mi instinto más primario, el de una perra en celo, asiento sin dejar de verle el pedazo de carne que tiene entre las piernas.
—Ven por ella, es toda tuya.
Y ni zonza ni perezosa, voy por ella.
Continuará...
En otras palabras, me veo como una puta. Pero no es aquí donde tendrá lugar la acción, no con él.
El taxi se detiene ante un edificio de unos diez pisos. Le pago al taxista y bajo con cuidado para que no se me suba la falda. El hombre me pide que cierre con cuidado y cuando arranca, me grita que me veo rica. Sonrío ante eso y meneó la cabeza. Busco el celular en mi bolso, sintiéndome nerviosa y torpe, porque no es común que haga esto. La vestimenta de dama o mujer o mujerzuela, la dejo para la intimidad, para estar en casa, no para exhibirme en público.
Rápidamente busco el contacto y veo los mensajes hasta el momento. Le escribo que ya estoy abajo. Espero unos momentos, mirando a mi alrededor, agradeciendo que el cabello largo me cubra parte del rostro y que nadie me reconozca. Mi celular vibra y leo la respuesta: "Entra y usa el ascensor, octavo piso. Tranquila, todo estará bien".
Cierro los ojos arrepentida, preguntándome qué estoy haciendo aquí y cómo accedí a esto. Tomo un respiro y exhalo, diciéndome que todo estará bien, que al final de la noche me estaré riendo de estas cosas. Guardo mi celular y entro en el vestíbulo. El recepcionista me ve y me pregunta que a dónde voy, digo que al octavo piso y pregunta si ya estoy hospedada, respondo que sí, pregunta quién es el titular de la habitación y digo el nombre de la persona que me escribió, verifica y tras fruncir el ceño y verme de arriba abajo, asiente.
—Este no es lugar para esas actividades —me dice mirándome de arriba abajo.
—Lo sé, no soy de esas —respondo y frunce el ceño. Asiente luego de unos segundos y con un movimiento de cabeza me indica que pase adelante.
Camino por el vestíbulo hasta el ascensor, agradeciendo que no hubiese más gente ahí como para ver la cara de vergüenza que se me figuró cuando me dijo eso. Me digo a mí misma que esta es la última vez que accedo a hacer estas cosas, que si me quieren, vayan por mí y en el auto me visto como deseen, si es posible hasta en traje de baño, pero no así como ahora. Suspiro luego de presionar el botón y espero a que baje el aparato. Segundos después estoy subiendo y pensando en lo que pasará ahí adentro.
—Será una sorpresa y más vale que estés preparada, porque puede que sea algo el doble o el triple de lo que te esperas —eso dijo en la tarde luego de mandarme a decir que me quería vestida de tal y tal forma.
Accedí por el morbo y la fantasía, después de todo, soy un chico con características de chica. Eso ya lo saben.
Pronto, el ascensor se detiene y las puertas se abren. Salgo al pasillo y veo a un lado y al otro y todo está en silencio, hay muchas puertas, no sé cuál es. En eso mi celular vibra y al revisarlo, veo que es un mensaje suyo.
—La tercera puerta a tu derecha.
Miro el techo y me pregunto si me ha visto o algo. No hay cámaras, a lo mejor pensó que, como no he llegado, estoy perdida y no sé dónde puede ser. Asiento y no respondo. Tomo el último poco de valor que me queda y camino con aquellos tacones hasta la tercera puerta. No se escucha nada del otro lado. Me pregunto si es la correcta. Pienso en sus palabras y dijo que era la tercera, cuento desde el ascensor hasta aquí y es, en efecto, la tercera puerta.
Me siento nerviosa, por mi mente se me cruza la idea de volver y dejar todo hasta ahí, pero luego una voz en mi cabeza me dice que me quede, que a lo mejor lo disfruto. Y sin ser dueña de mis acciones, asiento y toco tres veces la puerta. Espero. Pasan unos segundos y la puerta se abre y lo que veo del otro lado es pura oscuridad.
Suspiro y sonrío en mis adentros. Definitivamente se lució con la atmosfera de misterio. Y pensando que ya no hay vuelta atrás, entro en la habitación y camino por el pasillo. No todo está oscuro, la luz de la ciudad entra por la ventana y puedo notar algunas cosas. De pronto la puerta se cierra y dos manos fuertes me toman de los brazos por la espalda y un rostro se me acerca por el lado derecho trasero de mi cabeza.
—Buenas noches, princesa, hoy vas a hacer mi putita, y la de estos otros dos hombres también —me dice con voz grave mientras la luz se enciende, y lo que veo es a dos hombres morenos delante mío, desnudos y con sus vergas oscuras colgando de sus entrepiernas.
Me hace girarme y lo veo a él, otro chico moreno, desnudo y vergón delante mío.
—¿Te gusta lo que ves, perrita? ¿Se te hace agua la boca?
Y guiada por mi instinto más primario, el de una perra en celo, asiento sin dejar de verle el pedazo de carne que tiene entre las piernas.
—Ven por ella, es toda tuya.
Y ni zonza ni perezosa, voy por ella.
Continuará...
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