Siento haberme perdido un rato, pero es que han pasado cosas entre la vida y el trabajo y alguna que otra pija, pero, como parte de todo lo que les cuento referente a mis experiencias sexuales, por fin terminé otra de mis anecdotas. Lástima que no pude seguir viéndolo después de un tiempo, la vida sigue, pero este recuerdo queda. Espero que les guste, aunque quizás no tanto como lo disfruté ese día.
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El primer recuerdo que tengo de ese domingo en la mañana, es cuando me tomo una foto frente al espejo mientras me pruebo un vestidito corto que tenía pensado usar para andar en la casa, ya que, pues, no salgo vestida así a la calle, además, es ropa de segunda mano, por lo que, su destino es este, sobre todo en mis momentos de señora ama de casa. Llevo una tanguita debajo, me siento sexy, tanto así que, me lo dejo puesto y así comienzo a llevar a cabo el aseo de mi departamento.
Subo el volumen de la música y en los parlantes suenan ritmos que me causan ganas de bailar, y dejándome llevar, lo hago y muevo el culo al ritmo de los bajos y de los demás sonidos, imaginando que le bailo a algún chico que me encuentro en la discoteca donde me creo estar. Solo lo miro verme las nalgas y compartimos miradas lascivas indicándonos que queremos algo más que el movernos al son de las canciones.
Aparto esos pensamientos de mi mente al sentir que algo se mueve bajo mi tanguita y continúo aseando hasta terminar. Procedo con el almuerzo, lo hago y termino temprano, alrededor de las doce y media me veo libre y recuerdo que hay ropa que lavar. Voy y la clasifico, viendo algunas de mis prendas sensuales y solo recuerdo las bellaqueras que pasé usando esa ropa. Vuelvo a excitarme y continúo con mi tarea, no es momento para eso, hay que terminar el aseo de la casa.
Y ya que estoy ahí, me pregunto si también tendré ropa que merezca lavarse, no porque la haya usado y la tenga guardada, sino porque a veces de tanto estar ahí en las repisas o en los cajones, se les pega un olor que no me gusta. Voy a mi habitación y también en el mueble que tengo en el pasillo y empiezo a buscar y a oler cada prenda que saco, fijándome en el tiempo que lleva guardada y en cómo no los he usado para nada. Luego recuerdo que al mundo exterior salgo como mi yo varón y que esas ropitas solo están para mí y mi soledad y uno que otro que corre con la infortuna de verme. Me sonrío al pensar así y encuentro una medias de red negras y una minifalda.
Abro los ojos como platos, sorprendida y me pregunto dónde había estado esa ropa, porque ya ni la recordaba. Y llevada por la emoción, me quito el vestidito y decido probarme las medias y la minifalda, y solo para entender cómo me veo y si todavía soy digna, me tomo una foto.
Sorprendida de la figura, y preguntándome si la que veo soy yo, camino por la casa y me veo en el espejo y me sonrío. Vaya que esos procedimientos han dados sus resultados, agradezco haber tomado las decisiones que tomé y recuerdo que estoy en labores hogareñas. Me quito la falda y las medias y sigo buscando, y entonces encuentro un vestido corto en color negro, pero ceñido de las piernas.
Me siento caliente, el calor sube en la habitación y sabiendo que me encuentro sola, me dan ganas de probármelo y lo hago. Pronto, me lo pongo y no bastándome con eso, me tomo otra foto.
La veo y viene a mi mente el momento cuando usé ese vestido por primera vez y lo que me pasó. Suspiro llena de calentura, sudando un poco y me río conmigo misma. Quizás he pasado bastante rato sola que no sé si ya está comenzando a afectarme. Tomo algo de aire y trato de guardar la calma, estoy en labores hogareñas, tengo que terminar primero si quiero darme algo de amor propio. Pero cuando estoy por levantar la ropa, escucho que alguien toca la puerta.
Confundida porque no estoy esperando a nadie, decido ir a ver y cómo si nada abro la puerta y lo primero que me encuentro es a un joven de cabello alborotado y rizado, parado frente a mi casa, mirando su celular, levanta la vista y me ve vestida con este vestidito tan corto y con rapidez cierro de un portazo.
—¿Hola? —me llama por mi nombre, pero después lo escucho confundido y lo cambia por—: ¿Se encuentra...? —y dice mi nombre, dándome a entender que cree que quien salió fue una chica y no yo como tal.
Trago saliva para aclarar la garganta, trato de mantener la calma y respondo.
—Él no está, salió y volverá después.
Pego mi oído a la puerta, con el corazón latiéndome a mil por hora. Me tiemblan las piernas, en el fondo suena Otra noche en Miami, y al otro lado lo escucho preguntarse algunas cosas para sí mismo, quizás se lo crea, quizás si piense que soy una chica cualquiera en la casa de su amigo, quizás lo reconsidere y decida volver después, cuando yo esté de regreso.
—¿Podés llamarlo y preguntarle a qué hora va a volver? —me pregunta. Creo que todo está saliendo cómo debería.
—Pues... no creo que conteste, me parece que dijo iba a cortarse el pelo, no sé, quizás a comprar algunas cosas, solo me dejó aquí.
—¡Oh, entiendo! —lo escucho maldecir un poco—. ¿Y puedo esperarlo acá?
—Eh, no creo que...
—Sí, entiendo, no... no lo pensé, disculpa... —lo escucho dar unos pasos por ahí y después se acerca a la puerta—. Cuando vuelva, le decís que vino Alex a buscarlo, quedamos de jugar un rato en la tarde, es que... solo dile eso, ¿De acuerdo?
Y entonces me acuerdo de Alex y que había quedado con él para jugar a la play un rato. A él lo dejó su novia hace unos cuatro meses y todavía no se recupera de eso y busca refugio en sus amigos para mantener la mente ocupada. Llevo seis meses viviendo en esta ciudad y soy una de las pocas personas con las que ha entablado lo que se diría una amistad. Me asomo por el resquicio de la puerta y lo veo sentarse en la orilla de uno de los jardines. Se le ve triste, pero no tanto, es un joven tranquilo, pero se le pasará, todo es eventual. Sin embargo, recuerdo lo mucho que me pidió que tuviéramos esta tarde, porque no se siente bien estando en casa y el verlo ahí, tan así, despierta algo en mi lado femenino que me hace compadecerme de él, y espero que eso no sea lástima, porque odio eso.
Y después de unos eternos segundos en donde me debato mentalmente lo que estoy por hacer, me suelto y me arreglo mejor el cabello, voy y me maquillo un poco, levemente solo para disimular y vuelvo en cuestión de un par de minutos a la puerta y me asomo y sigue ahí. De fondo suena Dakiti y recuerdo lo que estaba por hacer antes de que él apareciera. ¿En serio tendré que hacer esto? ¿En serio tendré que hacer esto solo por un amigo? Suspiro y con eso me respondo a mí misma que sí. Jugaré un rato con él hasta que yo vuelva, o hasta que yo diga que ya es hora de irse.
Abro la puerta y rogando porque el maquillaje y mi cabello suelto ayuden mucho, me bajo un poco más el vestido y le pido que entre.
—¿Estás segura? —me pregunta frunciendo el ceño, quizás en su mente hay algo que lo hace preguntarse si lo que está viendo es lo que está viendo. No lo culpo, a veces me pasa lo mismo conmigo misma.
—Sí —respondo—. No creo que se moleste, aunque no sé cuánto tardará, tal vez te termines cansando de esperarlo...
—Yo... yo creo que mejor vuelvo otro día.
—¿Seguro? —y lo veo dudar. Y vaya que sé por qué, va a estar en la casa de su amigo, con una chica que seguro es algo de él y no se sentirá cómodo sabiendo que su amigo no está y él sí con esa chica vestida con algo tan corto.
—Sí, yo... yo...
—Podemos jugar un rato en lo que él viene.
—Oye, no... no hace falta...
—¿Seguro? —divaga, quizás no puede creer lo que está pasando, tal vez así lo termino ahuyentando y se va. Espero que funcione.
—De acuerdo, pero solo unos treinta minutos, si no vuelve para entonces, me iré y le das el recado, ¿De acuerdo?
—Ujum —contesto asintiendo, poniendo mi expresión más tierna.
Abro del todo la puerta y lo dejo pasar, me hago a un lado para que él evite el contacto y siento el perfume de su camisa, veo la altura que tiene y me muerdo el labio de lo guapo que me parece. De pronto, algo en mí ha despertado, y no sé si sea que lo he visto a él o que hasta hace un rato estaba a punto de darme amor propio del bueno. Trato de mantener la calma y cierro la puerta.
Le indico donde sentarse, mientras tanto voy a la cocina para traerle algo de tomar. Vuelvo con él y le digo que encienda el videojuego, le sirvo agua en un vaso, me doy la vuelta y le muestro el culo y me inclino hacia el frente, dejándole tener una vista en primer planto de mis nalgas entangadas; dejo el vaso en la mesita. Sonrío conmigo misma y me enderezo, le guiño un ojo y me pierdo en la cocina. Desde ahí y oculta tras un lugar desde el que puedo ver la sala, lo observo frotarse la entrepierna. Me pregunto qué estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo y no obtengo una respuesta, solo me sonrío y vuelvo a la sala.
El juego ya está listo para usarse. Me pasa un control y él tiene el suyo. Es FIFA.
—¿Lo has jugado antes?
—Él... —digo en referencia a mí—. Me ha enseñado un poco, solo que no tengo mucha práctica —contesto.
—De acuerdo, entonces vamos a jugar tranquilos...
—No, intenta jugar como se debe —digo cruzándome de piernas, y desde donde estoy sentada, sé que mis piernas y el culo se me ven más grandes con ese movimiento y él no evita verme, pero al darse cuenta que lo está haciendo, regresa sus ojos a la pantalla y se remueve en el sofá. Está nervioso. Yo sigo pensando qué es lo que me está despertando este sentimiento, solo lo veo a él y algo en mí me dice "Cometelo, perra" y cierro los ojos como para controlarme.
—De acuerdo, pero... debo decir algo sobre eso.
—Dime.
—Es que si me estás pidiendo que juegue en serio, eso va a tener que ser con apuestas.
—¿Ustedes apuestan cuando juegan?
—Sí...
—Pero yo no tengo dinero —contesto sin moverme del sofá.
—Bueno, podemos apostar con otra cosa —añade—. Quizás no dinero, pero algo se nos ocurrirá.
—¿Entonces vamos a jugar sin saber qué estamos apostando?
—Sí, es mucho mejor así, creo, y estoy pensando que el que gane, le pedirá al otro que le de algo, ¿Te parece?
—¿Y qué me vas a pedir si ganas?
—Ya se me ocurrirá algo, de momento, juguemos, que no tenemos mucho tiempo, recuerda que en treinta minutos me iré si no viene él.
Suspiro. Me gusta el juego. Elijo al Bayern, él al Manchester City. Comenzamos, pronto me mete un gol, avanzan los minutos y estoy a punto de meterle uno, empato. Seguimos, desempata con un gol de cabeza, faltan 25 para terminar el encuentro. Empato nuevamente. La cosa se pone intensa, pero trato de mantenerme serena, en mis cabales, porque se supone que para él solo soy una chica en casa de su amigo. La cosa se pone tensa en los últimos diez minutos, hay subidas y bajadas por todo el campo, posibilidades de gol, postes, faltas y de todo un poco. Falta solo un minuto, me he puesto de pie y el vestido se me ha levantado, lo sé porque siento el aire en mis nalgas. Pero el partido no para, ni siquiera porque siento su mirada en mi culo, pero él tampoco se distrae aun así, aunque estoy a punto de meterle un gol, pero lo ataja, han añadido un minuto más y se descuelga a toda carrera por la banda, hay otro hombre corriendo por el centro, trato de quitarle el balón aunque sea por falta, pero me deja atrás, el portero sale para interceder, pero manda el pase y el hombre que está atrás y solo, patea y mete el balón bajo la red. Celebra, la gente en el videojuego también y yo dejo caer los hombros.
Me dejo caer en el sofá, sin arreglarme el vestido, y con el control en las piernas. Él sonríe, lo veo y alza las cejas.
—¿Qué vas a pedir?
—Solo que me contestes unas preguntas —responde.
—¿Solamente...?
—Solamente —sonríe. Suspiro. Asiento.
—De acuerdo, dispara.
—¿Qué eres de mi amigo? Y no lo pregunto porque estés aquí y él no esté, sino porque veo un cierto parecido entre ambos, con la diferencia de que eres una belleza y él... bueno, ahora que lo pienso, él no es feo, pero... ¿Qué eres de mi amigo?
Sonrío. Divago un momento antes de dar una respuesta, ¿Realmente solo pasa eso? ¿Solo tengo un parecido con mi versión normal, la de todos los días? ¿O es que ve algo que no me quiere decir? Suspiro y continuando con la corriente, respondo:
—Soy una prima lejana...
—¿Prima lejana? ¿En serio? Yo habría jurado que eran hermanos, y, bueno, no lo conozco bastante porque tiene pocos meses viviendo aquí, pero a pesar de eso y esperando no meter la pata, quiero decir que eres muy bella.
—Je, je, descuida, no pasa nada —me sorprendo ante lo que escucho porque le ha tomado poco tiempo pasar de estar triste porque extraña a su ex, a decirle a una chica que acaba de conocer que es muy bella.
—¿Y cómo es que estás aquí? ¿Desde hace cuánto estás aquí donde él? Porque la semana pasada estuve aquí y no te vi.
—Oh, eso... pues hasta el viernes vine por aquí, no tengo mucho tiempo, la verdad. así que, solo he pasado encerrada o haciendo lo que he venido a hacer por aquí.
—¿Y qué has venido a hacer por aquí?
—Diligencias personales —digo inventando más cosas en el aire—. ¿Y tú desde hace cuanto lo conoces? —pregunto para demostrarle que también puedo agarrar el balón.
—Pues, no hace mucho, unos cuatro meses, es... trabaja cerca de donde trabajo, tenemos amigos en común y por ahí nos conocimos.
—Entiendo... ¿Y eso que quedaron de jugar hoy? Digo, ¿No tenías algún plan con alguien este día? Y ya sabés a lo que me refiero...
Sonríe. Quizás no esperaba esa respuesta, pero es que tampoco yo esperaba reaccionar así, no entiendo lo que me está pasando, se me dilata el culo de solo verlo, sus brazos se ven fuertes, sus piernas largas y su mirada oscura penetra mi interior cuando lo miro e imagino otras cosas, pero me controlo. Suspira.
—Pues... —aguarda un ratito—. En realidad estoy aquí porque de esta forma me distraigo de lo que me pasó hace unos cuatro meses, mi ex novia me dejó por otro de mis amigos y... no es que no tenga nada que hacer, pero de esta forma me distraigo.
—¿Y cuánto tiempo tenían juntos? —pregunto tapándome la boca, haciéndome la sentimental.
—Pues... cinco años, pero tranquila, no pasa nada, solo... solo no nos entendimos al final, porque cuando me dijo lo que pensaba, tampoco le puse problemas de ningún tipo, solo dejamos todo por la paz y nos separamos, lo que ahora me tiene así, supongo que es la costumbre, muchos de mis días lo pasaba con ella y ahora he quedado así, me siento raro en casa y por eso vengo por aquí o voy por ahí...
—Entiendo, es lamentable... pero, lo bueno es que te lo tomas a bien.
—Es lo bueno —se queda un rato en silencio, como pensando lo que va a decir, y después de un momento, suspira—. ¿Y tenés novio?
—No, no tengo novio —sonrío.
—Vaya, ¿Hace cuanto fue el último?
—Hace un buen rato.
—¿Y todo bien? —pregunta alzando una ceja, y ese gesto lo hace ver super sexy.
—Pues, yo digo que sí, realmente no es que hayamos quedado en algún término en sí, solo dejamos de vernos y ya, y creo que eso significó que ahí quedó todo —respondo.
—Entiendo, también te lo tomas a bien, al parecer.
—No vale la pena calentarse la vida por esas cosas, lo mejor es seguir adelante y disfrutar de la vida.
—Es lo que pienso, por eso no paso mucho tiempo en casa y trato de salir más seguido, conocer más personas y... ¿Disfrutar el momento? Sí, disfrutar el momento.
—¿Y de qué maneras los disfrutas? —pregunto acercándome en el sofá.
—No lo sé, de las maneras que estos se den... —contesta. Lleva puesto un pantalón deportivo, una camiseta y tenis. Anda lo más tranquilo posible. Se le ve bien la ropa. Él se ve muy bien con esa ropa.
—Comprendo, ¿Puedo decir algo sin ofender o sin temor a ser juzgada de una mala forma?
—Adelante.
—¿Cómo alguien como tú está soltero y llega al punto de que la relación estable y extensa que tuvo, la deja por la paz así tan fácil? —el fuego de hace una hora que ardía en mí, el mismo que casi me lleva a penetrarme con un dildo, es el mismo que me está haciendo llegar a esos puntos en este momento.
—No lo sé, supongo que las cosas tienen un final y ese era el nuestro.
—Comprendo...
—Y en tu caso... ¿Cómo alguien tan hermosa llega a quedarse soltera así por así?
—¿Por qué lo dices?
—Porque con lo guapa que eres, si yo fuera tu novio, no te dejaría tan fácil.
Sonrío y meneo la cabeza al mismo tiempo. Me agarro el cuello del vestido y lo muevo un poco para indicar que siento algo de calor. Él hace lo mismo.
—¿Tenés calor?
—Un poco...
—¿Por qué no te quitas la camisa?
—¿Puedo?
—Yo diría que sí, digo, no creo que haya algún inconveniente.
—Tu primo podría venir en cualquier momento y no sería bueno que nos hallara en una posición que no sabremos explicar y cuyas imágenes no nos ayudarán tampoco a hacerlo.
Me muerdo el labio.
—No tendríamos que explicarle nada —digo alzando los hombros—. Además, no estaríamos haciendo nada malo, ¿O sí? —levanto una ceja y lo miro de forma coqueta. Suspira y tras un pequeño bufido, se quita la camiseta y ha quedado con el abdomen y el pecho al descubierto. Se recuesta en el sofá—. ¿Ves? No pasa nada malo.
Le miro el pecho, el abdomen, la barbilla perfilada, el cabello alborotado. Estoy de lado a él, sentada de forma que se forme un arco en mi espalda y me haga ver más nalgona. No esperé estar en esta situación, por mi mente solo pasa lo que estaba pensando en esta mañana, masturbarme con el dildo hasta hacerme acabar sin tocarme, venirme de puro placer. Pero ahora con él ahí y con esa manera lasciva de mirarme, ignorando por completo el hecho de que llevo algo entre las piernas, le da un giro completo a todo lo que está pasando.
En ese momento veo que algo se mueve en su pantalón. Lo miro a los ojos, él hace lo mismo y levanta una ceja, baja la mirada y yo lo sigo, viendo como algo vuelve a moverse bajo su pantalón. Es grande, pero no creo que sea eso, no se le notaba nada cuando entró.
—¿Qué es eso? —pregunto esta vez poniéndome de frente a él, aun sentada en el sofá.
—Solo... ¿Por qué no lo tocas para saber?
—¿Qué? Yo no puedo hacer eso.
—Solo toca, así averiguas lo que es y sales de la duda.
—¿Y qué tal es algo malo?
—No podrás saberlo hasta que lo toques —me dice con picardía. Yo sé lo que es, él sabe que yo sé, y ambos sabemos lo que está pasando en este momento, pero ninguno de los dos quiere dar el brazo a torcer, así que, siguiendo con el juego, me acerco un poco en el sofá y con "incredulidad" acerco la mano a su pantalón y me deslizo por este hasta llegar a su entrepierna y lo toco.
Sorprendida trago en seco y lo miro a los ojos, apartando la mano con rapidez.
—¿Lo descubriste o te quedaron dudas todavía? —pregunta con seriedad, y me pregunto de dónde agarró tanta confianza, ¿Cómo es que cambió de ser el tipo tímido y cabizbajo a decir las palabras precisas en el momento adecuado?
—Creo que me quedaron dudas...
—¿En serio? Bueno, entonces te lo mostraré para que no te queden dudas...
Y lo veo bajarse el pantalón para mostrarme su verga. Es gruesa y cabezona. Está acostada, pero se ve que tiene virilidad. Es team carne. Lo miro a los ojos y sonríe. No puedo creer lo que hay y me acerco a su verga para verla de cerca.
—Toca...
—Pero...
—Solo toca, sé que quieres...
—Pero es que, yo...
—Sal de la duda.
Y tras decir eso, me toma una mano y me hace agarrarle la carne. Es gruesa y se siente tan bien en mi mano que las preguntas no dejan de aparecer en mi mente, así como los pensamientos de lo que podría estar haciendo con ese chico en este preciso instante, todo lo que podríamos estar haciéndonos. Aparto la mano y me levanto del sofá.
—¿Qué vas a hacer?
—Esto... —me arrodillo frente a él y le bajo el pantalón, para verle mejor la pija. Si que es grande y se ha parado ahora. Es dura y se ve muy apetecible. Le miro a los ojos y alza los hombros.
—¿Querés probarla?
—¿En serio?
—En serio.
Hasta hace una hora, yo estaba a punto de darme amor anal por mi cuenta, ya hasta estaba pensando en el dildo que usaría, pero ahora que llegó él y mientras la tarde parecía aburrida, veo que al final no acabará tan aburrida como pensé. Y tras una mirada de complicidad, se recuesta más en el sofá, abre las piernas y me deja acorralada por su pija. Trago en seco.
—Chupala —me dice alzando una ceja.
Y, por primera vez desde que llegó, me dejo llevar como tal y lo agarro de la pija con una mano, lo masajeo, bajando y subiendo por su erección. Y cuando por fin veo que se le empieza a mojar, algo en mi me lanza a ello y le chupo la cabeza.
Comienzo a comerme su pija poco a poco, empezando desde la cabeza y bajando por el tronco abriendo más y más la boca, incluso sacando la lengua para hacer espacio. Pronto me atraviesa la garganta y doy unas cuantas arcadas, pero no me la saco, hasta pasados unos segundos en donde mi saliva la deja bien babeada y la dejo respirar. Brilla por la lubricación, lo miro a los ojos, frunce el ceño, pero sonríe, suspira, creo que no se lo cree y no contenta con lo que está pasando, levanto el tronco y le veo los huevos depilados, pero retraídos. Se le ven tan ricos que me lamo el labio y me lo muerdo, y sin pensarlo dos veces, me acerco a ellos y los lamo, los chupo y los beso, sintiendo cómo se remueven ante mi tacto.
La pija se le para y se le mueve, lo masturbo, continúo chupándole los huevos, succionándolos y haciendo que me tome de la cabeza de tanto en tanto. Con el falo erecto, paso mi lengua desde la base hasta la punta y después me lo meto en la boca y dejo que mi boca sea como una vagina, donde entra y sale, entra y sale, entra y sale y se babea. Lo veo hacer la cabeza hacia atrás y suspirar, gemir y jadear de placer. Me encanta, no entiendo cómo es que todo esto está pasando, pero me encanta.
Le suelto la pija y me limpio los labios, saboreando la saliva de mis dedos, me encanta el olor y el sabor de su verga y sus huevos. Es entonces que me dice que me levante y mientras él permanece sentado, baja lentamente mi tanga y para su sorpresa, descubre algo que me cuelga entre las piernas. Frunce el ceño, me tapo el rostro apenada. Se cubre la boca y me mira a los ojos.
—¿Qué significa eso? —pregunta y noto en su rostro la confusión.
—Pues... lo que ves —digo sin descubrir mi rostro.
—Entonces... ¿Eres un chico? —y como si aquello no le causase repulsión, se queda mirándome fijamente a los ojos, esperando a que responda. Y, de pronto, toda la calentura que tenía, se me disipa y sabiendo que no hay nada más que pueda hacer, suspiro.
—Soy una chica... con... lo que ves.
Sus ojos reflejan confusión, su boca quiere decir algo, pero se limita a solo permanecer ligeramente abierta, quizás no es lo que esperaba, quizás no comprende cómo no pudo verlo antes, quizás no entiende cómo su cuerpo ha reaccionado a algo como esto.
—Escucha, entenderé si ya no quieres seguir y... lo dejas todo aquí, no hay problema, en serio... pero...
Y de pronto siento que me aprieta de las nalgas y me jala hacia él tomándome de la cintura. Me mira hacia arriba, mi pija está a la altura de su rostro.
—Realmente no sé qué está pasando aquí, pero... esto... no hablemos, ¿De acuerdo?
—De acuerdo... —respondo.
Y me atrae hacia él con fuerza y me levanta en vilo tomándome de las nalgas. Con fuerza, me lleva hasta mi habitación y nos tiramos en la cama. Estoy encima de él, sin tanga, solo con mi culo al aire libre.
Puedo sentir su pija dura rozando la mía, pero también siento el tacto de sus dedos y manos fuertes sobre mis nalgas. Me tiene tan excitada que gimo de solo sentir su virilidad en mi cuerpo. Me besa, le devuelvo los besos y nos comemos el uno al otro. Recorre mi espalda con sus manos y puedo sentir cómo activa cada parte sensible de mi cuerpo. De pronto nos sentamos y quedamos de frente, con mis piernas abiertas a su pene y con su dureza cerca de mi ano. No deja de verme a los ojos, me agarra las nalgas y me las abre, y con uno de sus dedos explora mi entrada.
Lo tomo del cuello y gimo en su boca. De pronto su mano aparece en mi campo de visión y se la escupe y me pide que también lo haga, tras eso, la vuelve a poner cerca de mis nalgas y entonces siento la humedad en sus dedos, están lubricados, ahora con más facilidad pueden entrar en mí. Muevo las caderas para ayudarle, aunque también lo hago para rozar su pija, porque la siento tan dura que también la quiero dentro de mí. Sin embargo, parece disfrutar lo que está haciendo, porque poco a poco mete uno de sus dedos y después el segundo, y mientras los mete y los saca, no deja de expandirme el ano a forma de que se acostumbre.
De pronto siento que me abre más las nalgas y que mi ano se dilata al punto que puede meter tres dedos a la vez. Suspiro en su cuello y entonces, justo cuando pienso que no puede ponerse mejor, lo siento agarrar su pija y ponerla justo en la entrada de mi cuerpo y me desliza la cabeza primero y la siento taladrar y abrir más y más mi cuerpo hasta que entra todo el tronco hasta dejarme bien clavada. Gimo y suspiro en su boca. No dice nada, pero en sus ojos puedo ver el placer que todo eso le causa. En eso se acuesta y me pide que me mueva, que yo sea quien haga ese trabajo.
Como puedo y manteniendo el cuidado de que tremenda verga no me haga daño, empiezo a bajar y a subir con movimientos de cadera por su dureza. Apoyo mis manos sobre su pecho y acaricio y pellizco sus pezones, sonríe, el me nalguea, gimo, pero no dejo de moverme, se siente tan rico que comienzo a disfrutarlo más y más. Me toma de las caderas y sigue mi ritmo despacio y suave por su pija, sintiendo la calidez y lo templada que está. Me encanta tanto que me muerdo el labio y ahogo los gemidos para mi misma. Entonces empieza a bajarme y a subirme por su pija, tomándome de las caderas, y entiendo que quiere rapidez. En ese momento me pongo en cuclillas y apoyándome en su cabeza, hago sentadillas sintiendo como su pene entra por completo cuando mis nalgas rebotan en su cadera.
De pronto me suspende de las piernas y mostrando su fuerza, me baja y me sube viendo como mis pies flotan en el espacio al sostenerme. No me queda más que disfrutarlo. Siento tanto placer que comienzo a masturbarme, pero recordando que no lo haría este día, dejo de tocarme y solo siento como me penetra una y otra vez. Entonces se detiene y sin sacarme la verga, me acuesta boca arriba en la cama y poniéndose mis piernas en los hombros, me da por el culo apoyando su cuerpo en mis piernas. La posición es tan rica que siento que toca algo dentro de mí que me hace gemir y gritar de placer, poniendo mi voz de puta más aguda que nunca.
Me agarra de la cabeza y me mira a los ojos y puedo ver la furia y la pasión en ellos.
—¿Te gusta así, putita? ¿Te gusta? —pregunta metiendo y sacando su pija, se siente tan rico ¡Fuck!
—¡Sí, papi! —alcanzo a gemir mientras lo mete y lo saca con rapidez. Me ha hecho su perra, ha pasado de la confusión a la histeria y ahora me tiene de su puta. Eso hace que me prenda tanto que siento algo en mi pijita, miro abajo y veo que me he corrido en mi abdomen. Siento tan placer que gimo y grito mientras mis piernas tiemblan y me chorreo toda de mi propio semen.
Él no deja de bombear, yo trato de contenerme, pero el placer es tal que hasta cierro los ojos, hasta que suspiro y me dejo vencer, pero él no deja de penetrarme. Pasan algunos segundos y se detiene, saca su verga y me deja tirada en la cama, con mi semen en mi abdomen y él con la pija dura, viéndome.
—En cuatro, puta —me ordena, y movida por la lujuria, me levanto, sin limpiarme, y me quedo en cuatro en la cama, levantando el culo para dejárselo a disposición de su placer.
Me toma de la cintura y sigue con su faena. Hoy soy su mujer, hoy se ha olvidado de su ex, hoy solo existo yo, hoy mi culo goza de placer. Gimo ante la pasión que me invade y solo me dejo caer en la cama, dejando el culo parado gracias a mis piernas y a sus manos. Escucho los aplausos de cuando mis nalgas golpean su cadera. Se siente tan rico, es tan delicioso que no quiero que pare.
Cierro mis ojos y solo me quedo disfrutando del momento. Hasta que se detiene y me pide que arrodille rápido. Y atontada, hago lo que me pide y abro la boca, quiere acabar en mí. Y como una niña cuando espera un regalo, pongo mi cara de ternura y saco la lengua. Y desde ahí veo la hermosa vista que me ha regalado la vida.
¡Señor, qué hombre tan rico!
Eyacula todo su semen en mi cara. Unas cuantas gotas caen en mi lengua y la mayor parte en mi boca, otras quedan en mi nariz y ojos, otras resbalan sobre mi pecho y mis piernas y él solo gime y suspira, agarrándose la pija y escurriéndola sobre su perrita. Baja la mirada y me mira a los ojos.
—Trágalo, puta —me ordena y hago caso.
Sonríe. Está satisfecho. Se tira en la cama, con los brazos abiertos y las piernas tocando el suelo, yo me pongo de pie y me veo toda bañada de semen, tanto suyo como mío. Desde ahí me ve y alza las cejas. Creo que está encantado con el trabajo que ha hecho, pienso en bañarme, pero luego lo miro a él tan rico y tan hermoso que decido quedarme un rato a acompañarlo.
—Por cierto... no sabía que esto era parte de tu plan de hacerme sentir bien —me dice con los ojos cerrados y el rostro al techo.
—¿Cómo así? Yo no planeé hacer esto, yo estaba aquí, acompañando a...
—¿A quién? No me creí mucho lo de que eras una prima lejana de ti mismo, porque supe que eras vos desde que te vi vestida de putita allá afuera, pero quería corroborar...
Asustada y sorprendida, siento que el corazón se me acelera.
—¿Y qué pasó? —pregunto tratando de mantener la calma, aunque no puedo tanto, he sido descubierta.
—Pues, como varón tuve mis dudas sobre ti, pero ahora que te veo como una putita, déjame decirte que vas por buen camino... —no sé qué responder, él se sonríe—. Tranquila, no le diré nada a nadie, pero... vas a tener que ser mi putita por unas cuantas veces más...
Me veo cómo me ha dejado y no digo nada, supongo que no será tan malo después de todo, más bien, lo veo como un premio. Sin embargo, pongo mi cara de asustada y asiento.
—Vamos a bañarnos, putita, que no respondo si te doy duro otra vez...
Me pongo de pie y camino al baño, a los segundos viene él y se mete conmigo. Cogemos otra vez en el baño. Al terminar, se viste y me mira a los ojos.
—Pero debo decir que, con ese pelito largo, si pasás por mujer, el cuerpo y la cara ya los tenés, aunque quizás el maquillaje termina de causar el efecto, pero bien... mañana te veo, perrita, gracias por ayudar.
Y tras eso, se retira. Y mientras la puerta se cierra, me pregunto si valió la pena hacerle unos cuantos favores al tipo al cual su novia lo dejó. Quizás sí, después de todo, quizás no sea tan agraciado en algunas cosas, pero se carga una pija y lo hace tan rico que lo demás sale sobrando.
Acto seguido veo mi departamento y recuerdo que me toca seguir haciendo aseo, suelto una carcajada y suspiro. Al menos ahora ya no voy a tener que darme placer a mí misma. Vuelvo a la ropa y sigo con mi día.
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El primer recuerdo que tengo de ese domingo en la mañana, es cuando me tomo una foto frente al espejo mientras me pruebo un vestidito corto que tenía pensado usar para andar en la casa, ya que, pues, no salgo vestida así a la calle, además, es ropa de segunda mano, por lo que, su destino es este, sobre todo en mis momentos de señora ama de casa. Llevo una tanguita debajo, me siento sexy, tanto así que, me lo dejo puesto y así comienzo a llevar a cabo el aseo de mi departamento.
Subo el volumen de la música y en los parlantes suenan ritmos que me causan ganas de bailar, y dejándome llevar, lo hago y muevo el culo al ritmo de los bajos y de los demás sonidos, imaginando que le bailo a algún chico que me encuentro en la discoteca donde me creo estar. Solo lo miro verme las nalgas y compartimos miradas lascivas indicándonos que queremos algo más que el movernos al son de las canciones.
Aparto esos pensamientos de mi mente al sentir que algo se mueve bajo mi tanguita y continúo aseando hasta terminar. Procedo con el almuerzo, lo hago y termino temprano, alrededor de las doce y media me veo libre y recuerdo que hay ropa que lavar. Voy y la clasifico, viendo algunas de mis prendas sensuales y solo recuerdo las bellaqueras que pasé usando esa ropa. Vuelvo a excitarme y continúo con mi tarea, no es momento para eso, hay que terminar el aseo de la casa.
Y ya que estoy ahí, me pregunto si también tendré ropa que merezca lavarse, no porque la haya usado y la tenga guardada, sino porque a veces de tanto estar ahí en las repisas o en los cajones, se les pega un olor que no me gusta. Voy a mi habitación y también en el mueble que tengo en el pasillo y empiezo a buscar y a oler cada prenda que saco, fijándome en el tiempo que lleva guardada y en cómo no los he usado para nada. Luego recuerdo que al mundo exterior salgo como mi yo varón y que esas ropitas solo están para mí y mi soledad y uno que otro que corre con la infortuna de verme. Me sonrío al pensar así y encuentro una medias de red negras y una minifalda.
Abro los ojos como platos, sorprendida y me pregunto dónde había estado esa ropa, porque ya ni la recordaba. Y llevada por la emoción, me quito el vestidito y decido probarme las medias y la minifalda, y solo para entender cómo me veo y si todavía soy digna, me tomo una foto.
Sorprendida de la figura, y preguntándome si la que veo soy yo, camino por la casa y me veo en el espejo y me sonrío. Vaya que esos procedimientos han dados sus resultados, agradezco haber tomado las decisiones que tomé y recuerdo que estoy en labores hogareñas. Me quito la falda y las medias y sigo buscando, y entonces encuentro un vestido corto en color negro, pero ceñido de las piernas.
Me siento caliente, el calor sube en la habitación y sabiendo que me encuentro sola, me dan ganas de probármelo y lo hago. Pronto, me lo pongo y no bastándome con eso, me tomo otra foto.
La veo y viene a mi mente el momento cuando usé ese vestido por primera vez y lo que me pasó. Suspiro llena de calentura, sudando un poco y me río conmigo misma. Quizás he pasado bastante rato sola que no sé si ya está comenzando a afectarme. Tomo algo de aire y trato de guardar la calma, estoy en labores hogareñas, tengo que terminar primero si quiero darme algo de amor propio. Pero cuando estoy por levantar la ropa, escucho que alguien toca la puerta.
Confundida porque no estoy esperando a nadie, decido ir a ver y cómo si nada abro la puerta y lo primero que me encuentro es a un joven de cabello alborotado y rizado, parado frente a mi casa, mirando su celular, levanta la vista y me ve vestida con este vestidito tan corto y con rapidez cierro de un portazo.
—¿Hola? —me llama por mi nombre, pero después lo escucho confundido y lo cambia por—: ¿Se encuentra...? —y dice mi nombre, dándome a entender que cree que quien salió fue una chica y no yo como tal.
Trago saliva para aclarar la garganta, trato de mantener la calma y respondo.
—Él no está, salió y volverá después.
Pego mi oído a la puerta, con el corazón latiéndome a mil por hora. Me tiemblan las piernas, en el fondo suena Otra noche en Miami, y al otro lado lo escucho preguntarse algunas cosas para sí mismo, quizás se lo crea, quizás si piense que soy una chica cualquiera en la casa de su amigo, quizás lo reconsidere y decida volver después, cuando yo esté de regreso.
—¿Podés llamarlo y preguntarle a qué hora va a volver? —me pregunta. Creo que todo está saliendo cómo debería.
—Pues... no creo que conteste, me parece que dijo iba a cortarse el pelo, no sé, quizás a comprar algunas cosas, solo me dejó aquí.
—¡Oh, entiendo! —lo escucho maldecir un poco—. ¿Y puedo esperarlo acá?
—Eh, no creo que...
—Sí, entiendo, no... no lo pensé, disculpa... —lo escucho dar unos pasos por ahí y después se acerca a la puerta—. Cuando vuelva, le decís que vino Alex a buscarlo, quedamos de jugar un rato en la tarde, es que... solo dile eso, ¿De acuerdo?
Y entonces me acuerdo de Alex y que había quedado con él para jugar a la play un rato. A él lo dejó su novia hace unos cuatro meses y todavía no se recupera de eso y busca refugio en sus amigos para mantener la mente ocupada. Llevo seis meses viviendo en esta ciudad y soy una de las pocas personas con las que ha entablado lo que se diría una amistad. Me asomo por el resquicio de la puerta y lo veo sentarse en la orilla de uno de los jardines. Se le ve triste, pero no tanto, es un joven tranquilo, pero se le pasará, todo es eventual. Sin embargo, recuerdo lo mucho que me pidió que tuviéramos esta tarde, porque no se siente bien estando en casa y el verlo ahí, tan así, despierta algo en mi lado femenino que me hace compadecerme de él, y espero que eso no sea lástima, porque odio eso.
Y después de unos eternos segundos en donde me debato mentalmente lo que estoy por hacer, me suelto y me arreglo mejor el cabello, voy y me maquillo un poco, levemente solo para disimular y vuelvo en cuestión de un par de minutos a la puerta y me asomo y sigue ahí. De fondo suena Dakiti y recuerdo lo que estaba por hacer antes de que él apareciera. ¿En serio tendré que hacer esto? ¿En serio tendré que hacer esto solo por un amigo? Suspiro y con eso me respondo a mí misma que sí. Jugaré un rato con él hasta que yo vuelva, o hasta que yo diga que ya es hora de irse.
Abro la puerta y rogando porque el maquillaje y mi cabello suelto ayuden mucho, me bajo un poco más el vestido y le pido que entre.
—¿Estás segura? —me pregunta frunciendo el ceño, quizás en su mente hay algo que lo hace preguntarse si lo que está viendo es lo que está viendo. No lo culpo, a veces me pasa lo mismo conmigo misma.
—Sí —respondo—. No creo que se moleste, aunque no sé cuánto tardará, tal vez te termines cansando de esperarlo...
—Yo... yo creo que mejor vuelvo otro día.
—¿Seguro? —y lo veo dudar. Y vaya que sé por qué, va a estar en la casa de su amigo, con una chica que seguro es algo de él y no se sentirá cómodo sabiendo que su amigo no está y él sí con esa chica vestida con algo tan corto.
—Sí, yo... yo...
—Podemos jugar un rato en lo que él viene.
—Oye, no... no hace falta...
—¿Seguro? —divaga, quizás no puede creer lo que está pasando, tal vez así lo termino ahuyentando y se va. Espero que funcione.
—De acuerdo, pero solo unos treinta minutos, si no vuelve para entonces, me iré y le das el recado, ¿De acuerdo?
—Ujum —contesto asintiendo, poniendo mi expresión más tierna.
Abro del todo la puerta y lo dejo pasar, me hago a un lado para que él evite el contacto y siento el perfume de su camisa, veo la altura que tiene y me muerdo el labio de lo guapo que me parece. De pronto, algo en mí ha despertado, y no sé si sea que lo he visto a él o que hasta hace un rato estaba a punto de darme amor propio del bueno. Trato de mantener la calma y cierro la puerta.
Le indico donde sentarse, mientras tanto voy a la cocina para traerle algo de tomar. Vuelvo con él y le digo que encienda el videojuego, le sirvo agua en un vaso, me doy la vuelta y le muestro el culo y me inclino hacia el frente, dejándole tener una vista en primer planto de mis nalgas entangadas; dejo el vaso en la mesita. Sonrío conmigo misma y me enderezo, le guiño un ojo y me pierdo en la cocina. Desde ahí y oculta tras un lugar desde el que puedo ver la sala, lo observo frotarse la entrepierna. Me pregunto qué estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo y no obtengo una respuesta, solo me sonrío y vuelvo a la sala.
El juego ya está listo para usarse. Me pasa un control y él tiene el suyo. Es FIFA.
—¿Lo has jugado antes?
—Él... —digo en referencia a mí—. Me ha enseñado un poco, solo que no tengo mucha práctica —contesto.
—De acuerdo, entonces vamos a jugar tranquilos...
—No, intenta jugar como se debe —digo cruzándome de piernas, y desde donde estoy sentada, sé que mis piernas y el culo se me ven más grandes con ese movimiento y él no evita verme, pero al darse cuenta que lo está haciendo, regresa sus ojos a la pantalla y se remueve en el sofá. Está nervioso. Yo sigo pensando qué es lo que me está despertando este sentimiento, solo lo veo a él y algo en mí me dice "Cometelo, perra" y cierro los ojos como para controlarme.
—De acuerdo, pero... debo decir algo sobre eso.
—Dime.
—Es que si me estás pidiendo que juegue en serio, eso va a tener que ser con apuestas.
—¿Ustedes apuestan cuando juegan?
—Sí...
—Pero yo no tengo dinero —contesto sin moverme del sofá.
—Bueno, podemos apostar con otra cosa —añade—. Quizás no dinero, pero algo se nos ocurrirá.
—¿Entonces vamos a jugar sin saber qué estamos apostando?
—Sí, es mucho mejor así, creo, y estoy pensando que el que gane, le pedirá al otro que le de algo, ¿Te parece?
—¿Y qué me vas a pedir si ganas?
—Ya se me ocurrirá algo, de momento, juguemos, que no tenemos mucho tiempo, recuerda que en treinta minutos me iré si no viene él.
Suspiro. Me gusta el juego. Elijo al Bayern, él al Manchester City. Comenzamos, pronto me mete un gol, avanzan los minutos y estoy a punto de meterle uno, empato. Seguimos, desempata con un gol de cabeza, faltan 25 para terminar el encuentro. Empato nuevamente. La cosa se pone intensa, pero trato de mantenerme serena, en mis cabales, porque se supone que para él solo soy una chica en casa de su amigo. La cosa se pone tensa en los últimos diez minutos, hay subidas y bajadas por todo el campo, posibilidades de gol, postes, faltas y de todo un poco. Falta solo un minuto, me he puesto de pie y el vestido se me ha levantado, lo sé porque siento el aire en mis nalgas. Pero el partido no para, ni siquiera porque siento su mirada en mi culo, pero él tampoco se distrae aun así, aunque estoy a punto de meterle un gol, pero lo ataja, han añadido un minuto más y se descuelga a toda carrera por la banda, hay otro hombre corriendo por el centro, trato de quitarle el balón aunque sea por falta, pero me deja atrás, el portero sale para interceder, pero manda el pase y el hombre que está atrás y solo, patea y mete el balón bajo la red. Celebra, la gente en el videojuego también y yo dejo caer los hombros.
Me dejo caer en el sofá, sin arreglarme el vestido, y con el control en las piernas. Él sonríe, lo veo y alza las cejas.
—¿Qué vas a pedir?
—Solo que me contestes unas preguntas —responde.
—¿Solamente...?
—Solamente —sonríe. Suspiro. Asiento.
—De acuerdo, dispara.
—¿Qué eres de mi amigo? Y no lo pregunto porque estés aquí y él no esté, sino porque veo un cierto parecido entre ambos, con la diferencia de que eres una belleza y él... bueno, ahora que lo pienso, él no es feo, pero... ¿Qué eres de mi amigo?
Sonrío. Divago un momento antes de dar una respuesta, ¿Realmente solo pasa eso? ¿Solo tengo un parecido con mi versión normal, la de todos los días? ¿O es que ve algo que no me quiere decir? Suspiro y continuando con la corriente, respondo:
—Soy una prima lejana...
—¿Prima lejana? ¿En serio? Yo habría jurado que eran hermanos, y, bueno, no lo conozco bastante porque tiene pocos meses viviendo aquí, pero a pesar de eso y esperando no meter la pata, quiero decir que eres muy bella.
—Je, je, descuida, no pasa nada —me sorprendo ante lo que escucho porque le ha tomado poco tiempo pasar de estar triste porque extraña a su ex, a decirle a una chica que acaba de conocer que es muy bella.
—¿Y cómo es que estás aquí? ¿Desde hace cuánto estás aquí donde él? Porque la semana pasada estuve aquí y no te vi.
—Oh, eso... pues hasta el viernes vine por aquí, no tengo mucho tiempo, la verdad. así que, solo he pasado encerrada o haciendo lo que he venido a hacer por aquí.
—¿Y qué has venido a hacer por aquí?
—Diligencias personales —digo inventando más cosas en el aire—. ¿Y tú desde hace cuanto lo conoces? —pregunto para demostrarle que también puedo agarrar el balón.
—Pues, no hace mucho, unos cuatro meses, es... trabaja cerca de donde trabajo, tenemos amigos en común y por ahí nos conocimos.
—Entiendo... ¿Y eso que quedaron de jugar hoy? Digo, ¿No tenías algún plan con alguien este día? Y ya sabés a lo que me refiero...
Sonríe. Quizás no esperaba esa respuesta, pero es que tampoco yo esperaba reaccionar así, no entiendo lo que me está pasando, se me dilata el culo de solo verlo, sus brazos se ven fuertes, sus piernas largas y su mirada oscura penetra mi interior cuando lo miro e imagino otras cosas, pero me controlo. Suspira.
—Pues... —aguarda un ratito—. En realidad estoy aquí porque de esta forma me distraigo de lo que me pasó hace unos cuatro meses, mi ex novia me dejó por otro de mis amigos y... no es que no tenga nada que hacer, pero de esta forma me distraigo.
—¿Y cuánto tiempo tenían juntos? —pregunto tapándome la boca, haciéndome la sentimental.
—Pues... cinco años, pero tranquila, no pasa nada, solo... solo no nos entendimos al final, porque cuando me dijo lo que pensaba, tampoco le puse problemas de ningún tipo, solo dejamos todo por la paz y nos separamos, lo que ahora me tiene así, supongo que es la costumbre, muchos de mis días lo pasaba con ella y ahora he quedado así, me siento raro en casa y por eso vengo por aquí o voy por ahí...
—Entiendo, es lamentable... pero, lo bueno es que te lo tomas a bien.
—Es lo bueno —se queda un rato en silencio, como pensando lo que va a decir, y después de un momento, suspira—. ¿Y tenés novio?
—No, no tengo novio —sonrío.
—Vaya, ¿Hace cuanto fue el último?
—Hace un buen rato.
—¿Y todo bien? —pregunta alzando una ceja, y ese gesto lo hace ver super sexy.
—Pues, yo digo que sí, realmente no es que hayamos quedado en algún término en sí, solo dejamos de vernos y ya, y creo que eso significó que ahí quedó todo —respondo.
—Entiendo, también te lo tomas a bien, al parecer.
—No vale la pena calentarse la vida por esas cosas, lo mejor es seguir adelante y disfrutar de la vida.
—Es lo que pienso, por eso no paso mucho tiempo en casa y trato de salir más seguido, conocer más personas y... ¿Disfrutar el momento? Sí, disfrutar el momento.
—¿Y de qué maneras los disfrutas? —pregunto acercándome en el sofá.
—No lo sé, de las maneras que estos se den... —contesta. Lleva puesto un pantalón deportivo, una camiseta y tenis. Anda lo más tranquilo posible. Se le ve bien la ropa. Él se ve muy bien con esa ropa.
—Comprendo, ¿Puedo decir algo sin ofender o sin temor a ser juzgada de una mala forma?
—Adelante.
—¿Cómo alguien como tú está soltero y llega al punto de que la relación estable y extensa que tuvo, la deja por la paz así tan fácil? —el fuego de hace una hora que ardía en mí, el mismo que casi me lleva a penetrarme con un dildo, es el mismo que me está haciendo llegar a esos puntos en este momento.
—No lo sé, supongo que las cosas tienen un final y ese era el nuestro.
—Comprendo...
—Y en tu caso... ¿Cómo alguien tan hermosa llega a quedarse soltera así por así?
—¿Por qué lo dices?
—Porque con lo guapa que eres, si yo fuera tu novio, no te dejaría tan fácil.
Sonrío y meneo la cabeza al mismo tiempo. Me agarro el cuello del vestido y lo muevo un poco para indicar que siento algo de calor. Él hace lo mismo.
—¿Tenés calor?
—Un poco...
—¿Por qué no te quitas la camisa?
—¿Puedo?
—Yo diría que sí, digo, no creo que haya algún inconveniente.
—Tu primo podría venir en cualquier momento y no sería bueno que nos hallara en una posición que no sabremos explicar y cuyas imágenes no nos ayudarán tampoco a hacerlo.
Me muerdo el labio.
—No tendríamos que explicarle nada —digo alzando los hombros—. Además, no estaríamos haciendo nada malo, ¿O sí? —levanto una ceja y lo miro de forma coqueta. Suspira y tras un pequeño bufido, se quita la camiseta y ha quedado con el abdomen y el pecho al descubierto. Se recuesta en el sofá—. ¿Ves? No pasa nada malo.
Le miro el pecho, el abdomen, la barbilla perfilada, el cabello alborotado. Estoy de lado a él, sentada de forma que se forme un arco en mi espalda y me haga ver más nalgona. No esperé estar en esta situación, por mi mente solo pasa lo que estaba pensando en esta mañana, masturbarme con el dildo hasta hacerme acabar sin tocarme, venirme de puro placer. Pero ahora con él ahí y con esa manera lasciva de mirarme, ignorando por completo el hecho de que llevo algo entre las piernas, le da un giro completo a todo lo que está pasando.
En ese momento veo que algo se mueve en su pantalón. Lo miro a los ojos, él hace lo mismo y levanta una ceja, baja la mirada y yo lo sigo, viendo como algo vuelve a moverse bajo su pantalón. Es grande, pero no creo que sea eso, no se le notaba nada cuando entró.
—¿Qué es eso? —pregunto esta vez poniéndome de frente a él, aun sentada en el sofá.
—Solo... ¿Por qué no lo tocas para saber?
—¿Qué? Yo no puedo hacer eso.
—Solo toca, así averiguas lo que es y sales de la duda.
—¿Y qué tal es algo malo?
—No podrás saberlo hasta que lo toques —me dice con picardía. Yo sé lo que es, él sabe que yo sé, y ambos sabemos lo que está pasando en este momento, pero ninguno de los dos quiere dar el brazo a torcer, así que, siguiendo con el juego, me acerco un poco en el sofá y con "incredulidad" acerco la mano a su pantalón y me deslizo por este hasta llegar a su entrepierna y lo toco.
Sorprendida trago en seco y lo miro a los ojos, apartando la mano con rapidez.
—¿Lo descubriste o te quedaron dudas todavía? —pregunta con seriedad, y me pregunto de dónde agarró tanta confianza, ¿Cómo es que cambió de ser el tipo tímido y cabizbajo a decir las palabras precisas en el momento adecuado?
—Creo que me quedaron dudas...
—¿En serio? Bueno, entonces te lo mostraré para que no te queden dudas...
Y lo veo bajarse el pantalón para mostrarme su verga. Es gruesa y cabezona. Está acostada, pero se ve que tiene virilidad. Es team carne. Lo miro a los ojos y sonríe. No puedo creer lo que hay y me acerco a su verga para verla de cerca.
—Toca...
—Pero...
—Solo toca, sé que quieres...
—Pero es que, yo...
—Sal de la duda.
Y tras decir eso, me toma una mano y me hace agarrarle la carne. Es gruesa y se siente tan bien en mi mano que las preguntas no dejan de aparecer en mi mente, así como los pensamientos de lo que podría estar haciendo con ese chico en este preciso instante, todo lo que podríamos estar haciéndonos. Aparto la mano y me levanto del sofá.
—¿Qué vas a hacer?
—Esto... —me arrodillo frente a él y le bajo el pantalón, para verle mejor la pija. Si que es grande y se ha parado ahora. Es dura y se ve muy apetecible. Le miro a los ojos y alza los hombros.
—¿Querés probarla?
—¿En serio?
—En serio.
Hasta hace una hora, yo estaba a punto de darme amor anal por mi cuenta, ya hasta estaba pensando en el dildo que usaría, pero ahora que llegó él y mientras la tarde parecía aburrida, veo que al final no acabará tan aburrida como pensé. Y tras una mirada de complicidad, se recuesta más en el sofá, abre las piernas y me deja acorralada por su pija. Trago en seco.
—Chupala —me dice alzando una ceja.
Y, por primera vez desde que llegó, me dejo llevar como tal y lo agarro de la pija con una mano, lo masajeo, bajando y subiendo por su erección. Y cuando por fin veo que se le empieza a mojar, algo en mi me lanza a ello y le chupo la cabeza.
Comienzo a comerme su pija poco a poco, empezando desde la cabeza y bajando por el tronco abriendo más y más la boca, incluso sacando la lengua para hacer espacio. Pronto me atraviesa la garganta y doy unas cuantas arcadas, pero no me la saco, hasta pasados unos segundos en donde mi saliva la deja bien babeada y la dejo respirar. Brilla por la lubricación, lo miro a los ojos, frunce el ceño, pero sonríe, suspira, creo que no se lo cree y no contenta con lo que está pasando, levanto el tronco y le veo los huevos depilados, pero retraídos. Se le ven tan ricos que me lamo el labio y me lo muerdo, y sin pensarlo dos veces, me acerco a ellos y los lamo, los chupo y los beso, sintiendo cómo se remueven ante mi tacto.
La pija se le para y se le mueve, lo masturbo, continúo chupándole los huevos, succionándolos y haciendo que me tome de la cabeza de tanto en tanto. Con el falo erecto, paso mi lengua desde la base hasta la punta y después me lo meto en la boca y dejo que mi boca sea como una vagina, donde entra y sale, entra y sale, entra y sale y se babea. Lo veo hacer la cabeza hacia atrás y suspirar, gemir y jadear de placer. Me encanta, no entiendo cómo es que todo esto está pasando, pero me encanta.
Le suelto la pija y me limpio los labios, saboreando la saliva de mis dedos, me encanta el olor y el sabor de su verga y sus huevos. Es entonces que me dice que me levante y mientras él permanece sentado, baja lentamente mi tanga y para su sorpresa, descubre algo que me cuelga entre las piernas. Frunce el ceño, me tapo el rostro apenada. Se cubre la boca y me mira a los ojos.
—¿Qué significa eso? —pregunta y noto en su rostro la confusión.
—Pues... lo que ves —digo sin descubrir mi rostro.
—Entonces... ¿Eres un chico? —y como si aquello no le causase repulsión, se queda mirándome fijamente a los ojos, esperando a que responda. Y, de pronto, toda la calentura que tenía, se me disipa y sabiendo que no hay nada más que pueda hacer, suspiro.
—Soy una chica... con... lo que ves.
Sus ojos reflejan confusión, su boca quiere decir algo, pero se limita a solo permanecer ligeramente abierta, quizás no es lo que esperaba, quizás no comprende cómo no pudo verlo antes, quizás no entiende cómo su cuerpo ha reaccionado a algo como esto.
—Escucha, entenderé si ya no quieres seguir y... lo dejas todo aquí, no hay problema, en serio... pero...
Y de pronto siento que me aprieta de las nalgas y me jala hacia él tomándome de la cintura. Me mira hacia arriba, mi pija está a la altura de su rostro.
—Realmente no sé qué está pasando aquí, pero... esto... no hablemos, ¿De acuerdo?
—De acuerdo... —respondo.
Y me atrae hacia él con fuerza y me levanta en vilo tomándome de las nalgas. Con fuerza, me lleva hasta mi habitación y nos tiramos en la cama. Estoy encima de él, sin tanga, solo con mi culo al aire libre.
Puedo sentir su pija dura rozando la mía, pero también siento el tacto de sus dedos y manos fuertes sobre mis nalgas. Me tiene tan excitada que gimo de solo sentir su virilidad en mi cuerpo. Me besa, le devuelvo los besos y nos comemos el uno al otro. Recorre mi espalda con sus manos y puedo sentir cómo activa cada parte sensible de mi cuerpo. De pronto nos sentamos y quedamos de frente, con mis piernas abiertas a su pene y con su dureza cerca de mi ano. No deja de verme a los ojos, me agarra las nalgas y me las abre, y con uno de sus dedos explora mi entrada.
Lo tomo del cuello y gimo en su boca. De pronto su mano aparece en mi campo de visión y se la escupe y me pide que también lo haga, tras eso, la vuelve a poner cerca de mis nalgas y entonces siento la humedad en sus dedos, están lubricados, ahora con más facilidad pueden entrar en mí. Muevo las caderas para ayudarle, aunque también lo hago para rozar su pija, porque la siento tan dura que también la quiero dentro de mí. Sin embargo, parece disfrutar lo que está haciendo, porque poco a poco mete uno de sus dedos y después el segundo, y mientras los mete y los saca, no deja de expandirme el ano a forma de que se acostumbre.
De pronto siento que me abre más las nalgas y que mi ano se dilata al punto que puede meter tres dedos a la vez. Suspiro en su cuello y entonces, justo cuando pienso que no puede ponerse mejor, lo siento agarrar su pija y ponerla justo en la entrada de mi cuerpo y me desliza la cabeza primero y la siento taladrar y abrir más y más mi cuerpo hasta que entra todo el tronco hasta dejarme bien clavada. Gimo y suspiro en su boca. No dice nada, pero en sus ojos puedo ver el placer que todo eso le causa. En eso se acuesta y me pide que me mueva, que yo sea quien haga ese trabajo.
Como puedo y manteniendo el cuidado de que tremenda verga no me haga daño, empiezo a bajar y a subir con movimientos de cadera por su dureza. Apoyo mis manos sobre su pecho y acaricio y pellizco sus pezones, sonríe, el me nalguea, gimo, pero no dejo de moverme, se siente tan rico que comienzo a disfrutarlo más y más. Me toma de las caderas y sigue mi ritmo despacio y suave por su pija, sintiendo la calidez y lo templada que está. Me encanta tanto que me muerdo el labio y ahogo los gemidos para mi misma. Entonces empieza a bajarme y a subirme por su pija, tomándome de las caderas, y entiendo que quiere rapidez. En ese momento me pongo en cuclillas y apoyándome en su cabeza, hago sentadillas sintiendo como su pene entra por completo cuando mis nalgas rebotan en su cadera.
De pronto me suspende de las piernas y mostrando su fuerza, me baja y me sube viendo como mis pies flotan en el espacio al sostenerme. No me queda más que disfrutarlo. Siento tanto placer que comienzo a masturbarme, pero recordando que no lo haría este día, dejo de tocarme y solo siento como me penetra una y otra vez. Entonces se detiene y sin sacarme la verga, me acuesta boca arriba en la cama y poniéndose mis piernas en los hombros, me da por el culo apoyando su cuerpo en mis piernas. La posición es tan rica que siento que toca algo dentro de mí que me hace gemir y gritar de placer, poniendo mi voz de puta más aguda que nunca.
Me agarra de la cabeza y me mira a los ojos y puedo ver la furia y la pasión en ellos.
—¿Te gusta así, putita? ¿Te gusta? —pregunta metiendo y sacando su pija, se siente tan rico ¡Fuck!
—¡Sí, papi! —alcanzo a gemir mientras lo mete y lo saca con rapidez. Me ha hecho su perra, ha pasado de la confusión a la histeria y ahora me tiene de su puta. Eso hace que me prenda tanto que siento algo en mi pijita, miro abajo y veo que me he corrido en mi abdomen. Siento tan placer que gimo y grito mientras mis piernas tiemblan y me chorreo toda de mi propio semen.
Él no deja de bombear, yo trato de contenerme, pero el placer es tal que hasta cierro los ojos, hasta que suspiro y me dejo vencer, pero él no deja de penetrarme. Pasan algunos segundos y se detiene, saca su verga y me deja tirada en la cama, con mi semen en mi abdomen y él con la pija dura, viéndome.
—En cuatro, puta —me ordena, y movida por la lujuria, me levanto, sin limpiarme, y me quedo en cuatro en la cama, levantando el culo para dejárselo a disposición de su placer.
Me toma de la cintura y sigue con su faena. Hoy soy su mujer, hoy se ha olvidado de su ex, hoy solo existo yo, hoy mi culo goza de placer. Gimo ante la pasión que me invade y solo me dejo caer en la cama, dejando el culo parado gracias a mis piernas y a sus manos. Escucho los aplausos de cuando mis nalgas golpean su cadera. Se siente tan rico, es tan delicioso que no quiero que pare.
Cierro mis ojos y solo me quedo disfrutando del momento. Hasta que se detiene y me pide que arrodille rápido. Y atontada, hago lo que me pide y abro la boca, quiere acabar en mí. Y como una niña cuando espera un regalo, pongo mi cara de ternura y saco la lengua. Y desde ahí veo la hermosa vista que me ha regalado la vida.
¡Señor, qué hombre tan rico!
Eyacula todo su semen en mi cara. Unas cuantas gotas caen en mi lengua y la mayor parte en mi boca, otras quedan en mi nariz y ojos, otras resbalan sobre mi pecho y mis piernas y él solo gime y suspira, agarrándose la pija y escurriéndola sobre su perrita. Baja la mirada y me mira a los ojos.
—Trágalo, puta —me ordena y hago caso.
Sonríe. Está satisfecho. Se tira en la cama, con los brazos abiertos y las piernas tocando el suelo, yo me pongo de pie y me veo toda bañada de semen, tanto suyo como mío. Desde ahí me ve y alza las cejas. Creo que está encantado con el trabajo que ha hecho, pienso en bañarme, pero luego lo miro a él tan rico y tan hermoso que decido quedarme un rato a acompañarlo.
—Por cierto... no sabía que esto era parte de tu plan de hacerme sentir bien —me dice con los ojos cerrados y el rostro al techo.
—¿Cómo así? Yo no planeé hacer esto, yo estaba aquí, acompañando a...
—¿A quién? No me creí mucho lo de que eras una prima lejana de ti mismo, porque supe que eras vos desde que te vi vestida de putita allá afuera, pero quería corroborar...
Asustada y sorprendida, siento que el corazón se me acelera.
—¿Y qué pasó? —pregunto tratando de mantener la calma, aunque no puedo tanto, he sido descubierta.
—Pues, como varón tuve mis dudas sobre ti, pero ahora que te veo como una putita, déjame decirte que vas por buen camino... —no sé qué responder, él se sonríe—. Tranquila, no le diré nada a nadie, pero... vas a tener que ser mi putita por unas cuantas veces más...
Me veo cómo me ha dejado y no digo nada, supongo que no será tan malo después de todo, más bien, lo veo como un premio. Sin embargo, pongo mi cara de asustada y asiento.
—Vamos a bañarnos, putita, que no respondo si te doy duro otra vez...
Me pongo de pie y camino al baño, a los segundos viene él y se mete conmigo. Cogemos otra vez en el baño. Al terminar, se viste y me mira a los ojos.
—Pero debo decir que, con ese pelito largo, si pasás por mujer, el cuerpo y la cara ya los tenés, aunque quizás el maquillaje termina de causar el efecto, pero bien... mañana te veo, perrita, gracias por ayudar.
Y tras eso, se retira. Y mientras la puerta se cierra, me pregunto si valió la pena hacerle unos cuantos favores al tipo al cual su novia lo dejó. Quizás sí, después de todo, quizás no sea tan agraciado en algunas cosas, pero se carga una pija y lo hace tan rico que lo demás sale sobrando.
Acto seguido veo mi departamento y recuerdo que me toca seguir haciendo aseo, suelto una carcajada y suspiro. Al menos ahora ya no voy a tener que darme placer a mí misma. Vuelvo a la ropa y sigo con mi día.
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