Siempre he tenido problemas para dormir en las noches, supongo que eso se debe a que en las noches tenía más tranquilidad y se me hacía más fácil hacer algunas cosas, como leer, jugar videojuegos, utilizar el internet para ver lo que yo quisiera o incluso escribir, aunque en ese entonces se trataba de historias de ficción; el punto es que, la mayor parte de mi lucidez se encuentra después de las seis de la tarde y cae a las dos de la madrugada, aunque a veces se extiende.
Creo que tenía 16 años en ese entonces. Ya había tenido mis primeras incursiones en el sexo, con chicas, obviamente, sin embargo, no me sentaban tan bien que se diga. No entendía por qué, tampoco me animaba a descubrirlo, solo no sentía que las disfrutara en la medida en la que se suponía que lo hacían los demás. Pero intentaba llevarlo a mi manera, había otras cosas a las cuales prestarles atención, o al menos así lo creía hasta esa tarde.
Recuerdo haber sido curioso por naturaleza. Veía o escuchaba de algo, o algo, y quería ir y saber de qué se trataba, y así ha sido hasta la actualidad, parte de ello es, quizás, lo que ha resultado en las anécdotas que ya conocen. En fin, que esa tarde volvía del instituto y me paseaba por la misma calle que recorría todos los días, una solitaria en su mayoría, pero no porque no hubiese casas, sino porque las personas de ahí solían ser muy reservadas. En cierto punto, daba hasta una especie de miedo pasar por ahí, porque te podían hacer algo y nadie se daría cuenta.
Pateaba una piedra y pensaba en las tareas que tenía por hacer, mi mente no estaba puesta en nada más, y quizás por eso me dejé llevar. Iba a mitad de calle cuando escucho un ruido extraño, parecido a un gemido a lo lejos. Nunca he sido de tener miedo o de pensar que los fantasmas pueden hacer daño, y quizás eso me hizo pensar que aquello no sonaría como un fantasma. Me quedé así con precaución en la calle, tratando de escucharlo de nuevo y sonó otra vez. Y lo que era interesante, venía de la casa más cercana a mí, una con cerco de madera y bastante bajo.
Lo salté y me acerqué a la ventana más próxima y escuché los gemidos más fuertes y enseguida supe de qué se trataba. Era una chica, y estaba teniendo sexo, y del bueno, porque se quejaba bastante. Y no es que no supiera de eso, pero aquello sonaba diferente a las veces que las escuché en primera persona. Fue así que, como pude, me asomé por la ventana y pude ver lo que pasaba.
Un tipo se la estaba cogiendo como si no hubiera un mañana. Era un tipo de unos veintitantos, alto y delgado, quizás algo fornido, y ella de unos diecinueve o menos, tal vez, la había visto por ahí, pero no sabía que vivía ahí. Delgada y blanca y con un culo que me hizo excitarme. Lo sentí porque tuve una media erección. Me oculté con rapidez, pero no tanto como para continuar viendo.
El muchacho la tenía agarrada de la cintura con una mano y del pelo con la otra. Ella tenía puesta lencería, él estaba desnudo, y la penetraba con fuerza. Me fijé en sus pechos, en cómo se los agarraba ella misma al tiempo que él la embestía con cierto ritmo, ni muy fuerte, ni suave. Ella gemía y podía ver como sus nalgas rebotaban ante cada empujón. Aquello me aceleró el corazón e hizo que mi respiración se cortara, como la estuviese conteniendo para no ser descubierto. Vi como continuó bombeando hasta que, en cierto momento, se detuvo y le sacó la verga de la vagina. Y vaya que era tremenda verga. La mía no llegaba, ni llegará a esos extremos. Gruesa, pesada y maciza, como una lanza, pero también como un martillo.
Ella sonrió al sentirse liberada y entonces se dio vuelta en el sofá, mientras él se sentaba, de cara a la ventana. Asustado porque podría ser descubierto, me mantuve lo más lejos posible del centro y, aprovechando que había unas plantitas por ahí, me oculté tras ellas y desde ahí observé cómo ella le agarraba la verga para empezar a chupársela. Y algo en mí ardió de forma curiosa. Y quizás piensen algo feo, pero, en aquel momento, quizás la primera vez, porque no recuerdo haberlo vivido antes; me excité con el hecho de verla a ella mamando verga, pero no porque quisiera que me la mamara a mí, sino porque... ¿Quería ser ella y así chuparle la pija a él?
Realmente no entendí lo que me estaba pasando, pero hasta ese momento me di cuenta que había música sonando en el interior. Quizás para ocultar los gemidos de ella, cosa que no funcionó. Aparté esos pensamientos de mi mente y continué viendo como ella acariciaba, lamía, chupaba, besaba, mamaba, admiraba y le rezaba a aquella verga. Y ahora entiendo por qué lo hacía. Era tremendo pedazo de pija, quizás de unos dieciocho, quizás veinte centímetros, no lo sé, jamás he sido buena en matemáticas, pero si en coger con chicos y aquella era una verga que podía satisfacer a cualquiera.
El chico le agarraba el pelo y después la cabeza y la hacía bajar y subir por su erección. Y me pregunté qué sabor tenía, meneé la cabeza, como queriendo no pensar en ello, porque no era normal. Ella tenía el culo parado, la curvatura de sus nalgadas se dibujaba tan bien con esa lencería, su cuerpo era el de una muñeca, sinceramente era una chica hermosa, y en vez de estar deseando ser yo quien penetrara e hiciera mío ese cuerpo, ¿Estaba deseando ser ella? Pero es que... ¡Fuck! Era una tipa hermosa, ambos se estaba comiendo, se estaban dando, y no consejos.
En ese momento vi que ella se quitó lo que le quedaba del conjunto y lo tiró por ahí, sin soltar la pija con su boca. Era una maldita puta experta en mamar verga, ¡Demonios! Para ese momento me di cuenta que yo me estaba masturbando. No sé cómo, pero tenía mi pequeño pene de fuera y me lo estaba jalando de solo ver todo el acto. Fue entonces cuando vi que él la tomó de la cara y con la boca llena de saliva, le devoró los labios, luego le dio la vuelta, dejándola de espalda a él y con una nalgada, la tiró al sofá y le puso la pija sobre el culo.
Ella dibujó una golosa sonrisa en sus labios, ¿Y quién no lo haría? Él, por su parte, oculto en las penumbras, se ensalivó la pija y pasándole los dedos por la raja, la penetró sin más, metiéndole toda la carne en su interior. Ella gimió y dio un respingo. El tipo la agarró de la cintura, y con cuidado, aunque ya no había que tenerlo, estaba super mojada, la sacó y la volvió a meter, embistiendo con fuerza. De nuevo comenzaba a bombearla.
Y lo hizo tan fuerte, duro y sin piedad, que ella tuvo que tirarse de lleno al sofá, mientras él se mantenía arriba, erguido y dándole como a cajón que no cierra. Para ese punto yo tenía la pija tan dura, tan mojada, que aquello no hizo más que prenderme al punto de casi hacerme acabar, pero me contuve, quería... en cierta forma... terminar con ellos.
Ella gemía y gritaba de placer, yo intentaba contener mis sonidos, tanto porque ellos no me descubrieran, como que no supieran las personas que pasaban por ahí, que había alguien espiando. Ya sentía que me venía y ella solo blanqueaba los ojos del placer, la maldita perra me dio una envidia en ese momento, y no he sido de tenerle envida a las mujeres, pero en aquel momento, algo en mí se había desconectado y solo me preguntaba qué se sentiría ser ella.
Y mientras tenía estos pensamientos, vi cómo él fue subiendo el ritmo y la fuerza y la agarró con odio. La tomó del cuello y la perra solo blanqueó más los ojos. Yo ya estaba haciendo lo mío cuando aquello ocurrió, y fue la eyaculada más grande que tuve en esos años, tanto así que me temblaron las piernas de ver cómo aquel chico la estaba castigando a placer.
Y entonces mis cálculos no fueron tan malos, porque a los minutos de haber terminado yo, él le estaba sacando la pija con gotas de semen chorreándole de la punta cual fuente de los deseos. Creo que no hace falta decir lo que pensé en ese momento.
Lo último que recuerdo haber visto de aquello fue a él apretándose la pija desde la raíz y escurrirla como un tubo de pasta dental, derramando más su leche sobre el culo de la chica. Las gotitas que todavía quedaron en sus dedos, se los metió a fuerza en la boca a la perrita y esta solo se rió. De ahí, no vi más. Solo me levanté, me limpié como pude y abroché todo, huyendo de ahí enseguida.
Y mientras volvía a casa, no dejaba de pensar en lo que había visto. En cómo esa perrita disfrutó el que ese hombre la tuviera sometida, en cómo ella saboreó esa pija y en cómo él la tuvo y la destruyó con semejante pedazo de erección. Y, como dije, quizás por primera vez, me pregunté seriamente si todo lo que había pasado antes, el sexo con las chicas y todo lo demás, no era tal cual porque yo... realmente... ¿Quería ser ellas? No, no podía ser eso. Me negué a mí misma que algo así podía suceder. No era correcto, tampoco le gustaría a mis padres, sobre todo a mi padre, hombre recto donde fuera que se le viese.
Llegué a mi habitación enseguida y me encerré, tirándome en la cama, mirando el techo, y ahí rememoré todo el hecho, desde que comencé a verlo hasta terminar, y la pija se me volvió a parar. Fue así que, con ganas de satisfacerme de alguna forma, corrí a mi baño y me duché, y mientras recordaba todo lo que pasaba, comencé a pasarme las manos por el cuerpo, al tiempo que me agarraba la pija y, muy como en contra de aquello, pensaba que aquel joven apuesto era quien me tocaba y me excitaba, listo para usarme como a esa perrita.
Antes de darme cuenta, me había corrido otra vez. Las piernas me temblaban y tenía muy sensible la pija. Pero más que eso, pensamientos nuevos afloraron en mi mente, y solo quedaba una cosa por hacer con ellos, y tenía dos opciones para elegir, o era callarlos y hacer como si todo aquello solo fue producto de la calentura del momento, o debía averiguar de alguna forma qué significó para mí esa experiencia, ya fuera psicológica o físicamente...
Pero eso eso es otra historia, una que, quizás, cuente en otro momento, todo dependerá de cómo me sienta y de lo que ustedes quieran... pero por ahora, creo que repetiré que, quizás, el ver cómo era un verdadero semental cogiéndose a una muñeca, fue posiblemente la primera vez que me pregunté si tomar el papel de la mujer era lo que me tocaba...
Creo que tenía 16 años en ese entonces. Ya había tenido mis primeras incursiones en el sexo, con chicas, obviamente, sin embargo, no me sentaban tan bien que se diga. No entendía por qué, tampoco me animaba a descubrirlo, solo no sentía que las disfrutara en la medida en la que se suponía que lo hacían los demás. Pero intentaba llevarlo a mi manera, había otras cosas a las cuales prestarles atención, o al menos así lo creía hasta esa tarde.
Recuerdo haber sido curioso por naturaleza. Veía o escuchaba de algo, o algo, y quería ir y saber de qué se trataba, y así ha sido hasta la actualidad, parte de ello es, quizás, lo que ha resultado en las anécdotas que ya conocen. En fin, que esa tarde volvía del instituto y me paseaba por la misma calle que recorría todos los días, una solitaria en su mayoría, pero no porque no hubiese casas, sino porque las personas de ahí solían ser muy reservadas. En cierto punto, daba hasta una especie de miedo pasar por ahí, porque te podían hacer algo y nadie se daría cuenta.
Pateaba una piedra y pensaba en las tareas que tenía por hacer, mi mente no estaba puesta en nada más, y quizás por eso me dejé llevar. Iba a mitad de calle cuando escucho un ruido extraño, parecido a un gemido a lo lejos. Nunca he sido de tener miedo o de pensar que los fantasmas pueden hacer daño, y quizás eso me hizo pensar que aquello no sonaría como un fantasma. Me quedé así con precaución en la calle, tratando de escucharlo de nuevo y sonó otra vez. Y lo que era interesante, venía de la casa más cercana a mí, una con cerco de madera y bastante bajo.
Lo salté y me acerqué a la ventana más próxima y escuché los gemidos más fuertes y enseguida supe de qué se trataba. Era una chica, y estaba teniendo sexo, y del bueno, porque se quejaba bastante. Y no es que no supiera de eso, pero aquello sonaba diferente a las veces que las escuché en primera persona. Fue así que, como pude, me asomé por la ventana y pude ver lo que pasaba.
Un tipo se la estaba cogiendo como si no hubiera un mañana. Era un tipo de unos veintitantos, alto y delgado, quizás algo fornido, y ella de unos diecinueve o menos, tal vez, la había visto por ahí, pero no sabía que vivía ahí. Delgada y blanca y con un culo que me hizo excitarme. Lo sentí porque tuve una media erección. Me oculté con rapidez, pero no tanto como para continuar viendo.
El muchacho la tenía agarrada de la cintura con una mano y del pelo con la otra. Ella tenía puesta lencería, él estaba desnudo, y la penetraba con fuerza. Me fijé en sus pechos, en cómo se los agarraba ella misma al tiempo que él la embestía con cierto ritmo, ni muy fuerte, ni suave. Ella gemía y podía ver como sus nalgas rebotaban ante cada empujón. Aquello me aceleró el corazón e hizo que mi respiración se cortara, como la estuviese conteniendo para no ser descubierto. Vi como continuó bombeando hasta que, en cierto momento, se detuvo y le sacó la verga de la vagina. Y vaya que era tremenda verga. La mía no llegaba, ni llegará a esos extremos. Gruesa, pesada y maciza, como una lanza, pero también como un martillo.
Ella sonrió al sentirse liberada y entonces se dio vuelta en el sofá, mientras él se sentaba, de cara a la ventana. Asustado porque podría ser descubierto, me mantuve lo más lejos posible del centro y, aprovechando que había unas plantitas por ahí, me oculté tras ellas y desde ahí observé cómo ella le agarraba la verga para empezar a chupársela. Y algo en mí ardió de forma curiosa. Y quizás piensen algo feo, pero, en aquel momento, quizás la primera vez, porque no recuerdo haberlo vivido antes; me excité con el hecho de verla a ella mamando verga, pero no porque quisiera que me la mamara a mí, sino porque... ¿Quería ser ella y así chuparle la pija a él?
Realmente no entendí lo que me estaba pasando, pero hasta ese momento me di cuenta que había música sonando en el interior. Quizás para ocultar los gemidos de ella, cosa que no funcionó. Aparté esos pensamientos de mi mente y continué viendo como ella acariciaba, lamía, chupaba, besaba, mamaba, admiraba y le rezaba a aquella verga. Y ahora entiendo por qué lo hacía. Era tremendo pedazo de pija, quizás de unos dieciocho, quizás veinte centímetros, no lo sé, jamás he sido buena en matemáticas, pero si en coger con chicos y aquella era una verga que podía satisfacer a cualquiera.
El chico le agarraba el pelo y después la cabeza y la hacía bajar y subir por su erección. Y me pregunté qué sabor tenía, meneé la cabeza, como queriendo no pensar en ello, porque no era normal. Ella tenía el culo parado, la curvatura de sus nalgadas se dibujaba tan bien con esa lencería, su cuerpo era el de una muñeca, sinceramente era una chica hermosa, y en vez de estar deseando ser yo quien penetrara e hiciera mío ese cuerpo, ¿Estaba deseando ser ella? Pero es que... ¡Fuck! Era una tipa hermosa, ambos se estaba comiendo, se estaban dando, y no consejos.
En ese momento vi que ella se quitó lo que le quedaba del conjunto y lo tiró por ahí, sin soltar la pija con su boca. Era una maldita puta experta en mamar verga, ¡Demonios! Para ese momento me di cuenta que yo me estaba masturbando. No sé cómo, pero tenía mi pequeño pene de fuera y me lo estaba jalando de solo ver todo el acto. Fue entonces cuando vi que él la tomó de la cara y con la boca llena de saliva, le devoró los labios, luego le dio la vuelta, dejándola de espalda a él y con una nalgada, la tiró al sofá y le puso la pija sobre el culo.
Ella dibujó una golosa sonrisa en sus labios, ¿Y quién no lo haría? Él, por su parte, oculto en las penumbras, se ensalivó la pija y pasándole los dedos por la raja, la penetró sin más, metiéndole toda la carne en su interior. Ella gimió y dio un respingo. El tipo la agarró de la cintura, y con cuidado, aunque ya no había que tenerlo, estaba super mojada, la sacó y la volvió a meter, embistiendo con fuerza. De nuevo comenzaba a bombearla.
Y lo hizo tan fuerte, duro y sin piedad, que ella tuvo que tirarse de lleno al sofá, mientras él se mantenía arriba, erguido y dándole como a cajón que no cierra. Para ese punto yo tenía la pija tan dura, tan mojada, que aquello no hizo más que prenderme al punto de casi hacerme acabar, pero me contuve, quería... en cierta forma... terminar con ellos.
Ella gemía y gritaba de placer, yo intentaba contener mis sonidos, tanto porque ellos no me descubrieran, como que no supieran las personas que pasaban por ahí, que había alguien espiando. Ya sentía que me venía y ella solo blanqueaba los ojos del placer, la maldita perra me dio una envidia en ese momento, y no he sido de tenerle envida a las mujeres, pero en aquel momento, algo en mí se había desconectado y solo me preguntaba qué se sentiría ser ella.
Y mientras tenía estos pensamientos, vi cómo él fue subiendo el ritmo y la fuerza y la agarró con odio. La tomó del cuello y la perra solo blanqueó más los ojos. Yo ya estaba haciendo lo mío cuando aquello ocurrió, y fue la eyaculada más grande que tuve en esos años, tanto así que me temblaron las piernas de ver cómo aquel chico la estaba castigando a placer.
Y entonces mis cálculos no fueron tan malos, porque a los minutos de haber terminado yo, él le estaba sacando la pija con gotas de semen chorreándole de la punta cual fuente de los deseos. Creo que no hace falta decir lo que pensé en ese momento.
Lo último que recuerdo haber visto de aquello fue a él apretándose la pija desde la raíz y escurrirla como un tubo de pasta dental, derramando más su leche sobre el culo de la chica. Las gotitas que todavía quedaron en sus dedos, se los metió a fuerza en la boca a la perrita y esta solo se rió. De ahí, no vi más. Solo me levanté, me limpié como pude y abroché todo, huyendo de ahí enseguida.
Y mientras volvía a casa, no dejaba de pensar en lo que había visto. En cómo esa perrita disfrutó el que ese hombre la tuviera sometida, en cómo ella saboreó esa pija y en cómo él la tuvo y la destruyó con semejante pedazo de erección. Y, como dije, quizás por primera vez, me pregunté seriamente si todo lo que había pasado antes, el sexo con las chicas y todo lo demás, no era tal cual porque yo... realmente... ¿Quería ser ellas? No, no podía ser eso. Me negué a mí misma que algo así podía suceder. No era correcto, tampoco le gustaría a mis padres, sobre todo a mi padre, hombre recto donde fuera que se le viese.
Llegué a mi habitación enseguida y me encerré, tirándome en la cama, mirando el techo, y ahí rememoré todo el hecho, desde que comencé a verlo hasta terminar, y la pija se me volvió a parar. Fue así que, con ganas de satisfacerme de alguna forma, corrí a mi baño y me duché, y mientras recordaba todo lo que pasaba, comencé a pasarme las manos por el cuerpo, al tiempo que me agarraba la pija y, muy como en contra de aquello, pensaba que aquel joven apuesto era quien me tocaba y me excitaba, listo para usarme como a esa perrita.
Antes de darme cuenta, me había corrido otra vez. Las piernas me temblaban y tenía muy sensible la pija. Pero más que eso, pensamientos nuevos afloraron en mi mente, y solo quedaba una cosa por hacer con ellos, y tenía dos opciones para elegir, o era callarlos y hacer como si todo aquello solo fue producto de la calentura del momento, o debía averiguar de alguna forma qué significó para mí esa experiencia, ya fuera psicológica o físicamente...
Pero eso eso es otra historia, una que, quizás, cuente en otro momento, todo dependerá de cómo me sienta y de lo que ustedes quieran... pero por ahora, creo que repetiré que, quizás, el ver cómo era un verdadero semental cogiéndose a una muñeca, fue posiblemente la primera vez que me pregunté si tomar el papel de la mujer era lo que me tocaba...
2 comentarios - Esa fue posiblemente la primera vez...