Eras el chico raro del curso. Siempre apartado. Sin gusto ni talento para el deporte. A todos nos parecías un poco marica.
Tu figura afeminada, tu cola redonda y parada tampoco ayudaban mucho. Pero ninguno estaba preparado para la sorpresa que nos diste en aquella fiesta de disfraces. Estabas radiante. Qué bien te quedaba el vestido, el pelo largo, los tacos altos. Eras la más linda de la fiesta.
Empezamos a dar vuelta alrededor de tu cola y apostamos a ver quién te llevaba primero a la cama. Fui el más audaz o el más suertudo. Me elegiste entre todos y nos metimos al primer dormitorio que encontramos.
Continuaron las sorpresas: no solo eras más linda que mi novia:
la chupabas mejor. Te la comías con ganas, con hambre, saboreando cada centímetro, acariciando con la lengua, abrazando con los labios, llevando mi pija hasta el fondo de tu garganta.
¿Cuánto hacía que la deseabas? ¿Cuántas veces te masturbaste imaginando que eras mi perra, mi putita, el agujero en el que se derramaba mi esperma? Esa noche se volvió realidad. El suspiro que se te escapó cuando te la puse fue una declaración.
Nunca la tuve tan dura. Nunca mi verga fue tan larga y tan gorda.
Pude hacerte gozar como a una chica. Y cada orgasmo tuyo mereció mi leche. Fuiste mi mujer hasta la madrugada.
Cuando nos separamos, a la mañana, y te vi partir, me di cuenta que habías cambiado. Tu cola estaba más parada y redonda, tus caderas se meneaban con ritmo, tus piernas se clavaban en la vereda. Eras una hembra. Y yo supe que solo quería volver a cogerte.
Tu figura afeminada, tu cola redonda y parada tampoco ayudaban mucho. Pero ninguno estaba preparado para la sorpresa que nos diste en aquella fiesta de disfraces. Estabas radiante. Qué bien te quedaba el vestido, el pelo largo, los tacos altos. Eras la más linda de la fiesta.
Empezamos a dar vuelta alrededor de tu cola y apostamos a ver quién te llevaba primero a la cama. Fui el más audaz o el más suertudo. Me elegiste entre todos y nos metimos al primer dormitorio que encontramos.
Continuaron las sorpresas: no solo eras más linda que mi novia:
la chupabas mejor. Te la comías con ganas, con hambre, saboreando cada centímetro, acariciando con la lengua, abrazando con los labios, llevando mi pija hasta el fondo de tu garganta.
¿Cuánto hacía que la deseabas? ¿Cuántas veces te masturbaste imaginando que eras mi perra, mi putita, el agujero en el que se derramaba mi esperma? Esa noche se volvió realidad. El suspiro que se te escapó cuando te la puse fue una declaración.
Nunca la tuve tan dura. Nunca mi verga fue tan larga y tan gorda.
Pude hacerte gozar como a una chica. Y cada orgasmo tuyo mereció mi leche. Fuiste mi mujer hasta la madrugada.
Cuando nos separamos, a la mañana, y te vi partir, me di cuenta que habías cambiado. Tu cola estaba más parada y redonda, tus caderas se meneaban con ritmo, tus piernas se clavaban en la vereda. Eras una hembra. Y yo supe que solo quería volver a cogerte.
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