Me sentía, una gata, mimosa, cariñosa y muy caliente. Apenas un pequeño empujoncito de mi cabecita hacia su polla y sin resistencia me acomodé para llegar con mis labios y empezar a lamerle, como un animalito, mi lengua pringadita de saliva recorriéndole el pedazo de carne más duro que habría imaginado.
“Es la primera polla que tengo en mis labios” le dije. “No soy experta pero si golosa”, me atreví a balbucear, mientras ya oía sus gemidos impresionantes, lo que me daba más entusiasmo y deseo. Me pidió que me la tragara, que se la chupara con ganas, que succionara con mis labios carnosos apretados y comencé a hacerlo con ganas, golosamente, de pronto le dije que era “lo más maravilloso que había pasado en su vida”. “Mamar una polla así, darle gusto a un macho así y saber lo sabroso que era que me ponía a mil, que me excitaba que me correría solo con esa mamada”, le susurré casi llorando de gusto. Mi dios, lo que significaron para él aquellas palabras.
Deseaba que si yo me corría el lo hiciera también al mismo tiempo. Que estallara en mi boca y me ahogara en leche. El gozaría como macho y yo como hembra. Y sucedió que me estremecí, di un gritito sin sacar su polla de mi boca y nos derramamos los dos. Me llené mi boca, mi cara, todo y me revolcaba pegándome a su cuerpo como una posesa. Laura, ya era su nena travestida, su amante, su amor.
5 comentarios - Maritssh. 27/07/17
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