(Segunda parte. La mayoría de las fotos de trans son ajenas. Las otras, mías)
- Ahora, para estar iguales, pajeame vos… Mirá como la tengo… -dijo la pendeja y llevó mi mano derecha a su pija, dura, gorda, mojada…
Este era el último párrafo del relato anterior, que sugiero leerlo. Yo -un divorciado, profesional, buen aspecto, de 49 años- estaba con Mariela, trans preciosa de 19 años. Ella es flaca, aspecto de adolescente, piernas largas, cintura fina, pechos grandes, cara bonita, labios delgados, pelo castaño claro largo, cola durita. Preciosas, duras, redondas, paradas, supongo talla 95. ¡Y una hermosa poronga…!
Mariela ya me había pajeado y tragado mi leche. A mí me encanta mi pija y masturbarme, como mínimo, dos veces por día. Me pajeó dándole a la verga, grandota y gorda, y gozando por el culo. Para esto uso zanahorias, pepinos y dos consoladores. Disfruto usando tanguitas, medias panty o baby doll, mirando porno de trans y pendejas.
Aquella noche estaba con una hermosa. Mariela se acostó sobre la cama, con las tetas espléndidas y su pija al palo, saliendo por un costado de la tanguita. Yo continuaba con la bombachita puesta, mojada con la acabada anterior, y así me coloqué en cuclillas al lado de la nena para pajearla.
Conté que el pene de Mariela era grande como el mío, un poquito más delgado, con el glande fuera del prepucio. La diferencia es que yo soy muy peludo, y ella estaba toda depilada. La rodeé con mi mano derecha, mientras que la izquierda acarició sus bolas. El espectáculo contemplar un cuerpo de mujer y tener un pedazo ajeno, palpitante, fuerte, me encantó. Comencé a movérsela lentamente. Ella empezó a gemir.
- ¡Ay…!, ¡cómo me gusta! ¿A vos te parece rico pajear mi pija? –preguntó.
Precisamente eso sentía: ¡me encantaba! Continué dándole a su verga pero con la otra mano, mientras que la derecha acariciaba el vientre plano y las duritas tetas.
- ¡Mejor que pajearse no es culear, sino pajear a una preciosa como vos, bebita…! –exclamé.
- Vos me dijiste que también te pajeas por el culo; ¿Tenés los consoladores que usás? –consultó.
- ¡Sí!, ¿Querés que te meta uno?
- ¡Quiero paja por delante y atrás, y ver cómo te abrís vos el culito!
- Dale; vos sacá de la mesita de luz dos porritos y tomá algo… -dije.
Me separé de Mariela para buscar mis juguetes de placer anal. Saque tres, uno de goma semidura, de 22 x 5, estilo natural, con relieves de venas; otro duro, color negro, de 16 x 3,5. El último es de 18 x 4, cremita, con base simulando pelotas; es ideal para sentarse encima. Nunca pude metérmelo entero.
Al acercarme, ella fumaba y bebía un vaso de tinto. Le mostré los consoladores.
- ¿Cuáles usamos?
- A mí me gusta el más largo; vos, sentate encima del que tiene bolas… -indicó.
- ¡Nunca pude hacerlo!
- Porqué nunca estuviste conmigo… Te voy a mostrar… ¿Tenés vaselina o cremita?
Poco después, Mariela estaba con su espalda contra el respaldo de la cama, mostrando las hermosas tetas, el culito levantado, apoyado sobre dos almohadas, y su pija erecta.
- Primero chúpame el agujerito, llenámelo de saliva, meté tu lengua, después hundime tus dedos con la vaselina, y no dejés de pajearme – señaló.
Era la primera vez que hacía esto. Muchas conchitas lamí, y al ver como gozaban las hembritas, a veces más que cuando las cogía, imaginaba que debía ser muy lindo sentir lengua en mi ano. Luego, pajeándome mirando innumerables videos de trans, cogidas o cogiendo tipos, deseaba estar de ese modo. En aquel momento, estaba cumpliendo mis deseos. Me encontraba en la cama con una preciosa pendeja trans, pajeaba su pija y le metía mis dedos y lengua en su culo… Mariela pidió que le hunda tres dedos juntos.
- Ahora méteme tu juguete, hasta el fondo… - dijo.
- Nena, es muy grande, te va a doler… - expresé.
- ¡Dale, dame toda!; ¡pero seguí pajeándome! – ordenó, en tanto se abrió las nalgas.
Entonces tomé el consolador de 22 x 5, ya lubricado, y lo clavé en el culazo de Mariela. Ella dio un salto al mismo tiempo que gritó como cerda, para de inmediato bajar y subir su cadera, mientras retomé la paja moviéndole su pija. La expresión de placer de su cara era estupenda.
- ¡Ay…! ¡Qué ricura! ¿Ves?, ¡así se goza la paja, pajeándose con ayudita! –exclamó ella, entre gemidos. Y agregó: - ¿te gusta moverme la pija y acariciar mis bolas, ver mis tetas y la goma en mi culo?
- ¡Me fascina!
- Enseguida te voy a dar a vos, pero ahora quiero acabar… Pajeame con tus labios… -pidió.
Era lo que deseaba. Bajé hasta su verga, besé el hinchado glande, lo lamí, tragué el pedazo, jugué con mi lengua en el tronco y las pelotas…
- ¡Acabo papi!, ¡acabo!; ¡tomá mi lechita…! – alcanzó a decir.
Y comenzó a eyacular dentro de mi boca. Pese a que tragué el primer chorro caliente, fue tanta su cremita que se derramó por mi mentón y sus bolas. Casi sin respirar continué lamiendo, saqué el consolador y, con la boca inundada de sus jugos, lamí su culo.
Mariela chilló de placer. Sus manos agarraron mi cabeza y la levantó para besarme. Nuestras lenguas compartieron su leche en mi boca y sus salivas. Ambos estábamos enchastrados. Mis manos recorrieron sus pechos enlechados.
Agotados, nos acostamos uno al lado del otro. Bebimos cerveza y compartimos un porro.
- Descansemos un ratito… Enseguida te voy a meter ese consolador… Vas a gozar como nunca… - sostuvo, dulce.
(continúa)
- Ahora, para estar iguales, pajeame vos… Mirá como la tengo… -dijo la pendeja y llevó mi mano derecha a su pija, dura, gorda, mojada…
Este era el último párrafo del relato anterior, que sugiero leerlo. Yo -un divorciado, profesional, buen aspecto, de 49 años- estaba con Mariela, trans preciosa de 19 años. Ella es flaca, aspecto de adolescente, piernas largas, cintura fina, pechos grandes, cara bonita, labios delgados, pelo castaño claro largo, cola durita. Preciosas, duras, redondas, paradas, supongo talla 95. ¡Y una hermosa poronga…!
Mariela ya me había pajeado y tragado mi leche. A mí me encanta mi pija y masturbarme, como mínimo, dos veces por día. Me pajeó dándole a la verga, grandota y gorda, y gozando por el culo. Para esto uso zanahorias, pepinos y dos consoladores. Disfruto usando tanguitas, medias panty o baby doll, mirando porno de trans y pendejas.
Aquella noche estaba con una hermosa. Mariela se acostó sobre la cama, con las tetas espléndidas y su pija al palo, saliendo por un costado de la tanguita. Yo continuaba con la bombachita puesta, mojada con la acabada anterior, y así me coloqué en cuclillas al lado de la nena para pajearla.
Conté que el pene de Mariela era grande como el mío, un poquito más delgado, con el glande fuera del prepucio. La diferencia es que yo soy muy peludo, y ella estaba toda depilada. La rodeé con mi mano derecha, mientras que la izquierda acarició sus bolas. El espectáculo contemplar un cuerpo de mujer y tener un pedazo ajeno, palpitante, fuerte, me encantó. Comencé a movérsela lentamente. Ella empezó a gemir.
- ¡Ay…!, ¡cómo me gusta! ¿A vos te parece rico pajear mi pija? –preguntó.
Precisamente eso sentía: ¡me encantaba! Continué dándole a su verga pero con la otra mano, mientras que la derecha acariciaba el vientre plano y las duritas tetas.
- ¡Mejor que pajearse no es culear, sino pajear a una preciosa como vos, bebita…! –exclamé.
- Vos me dijiste que también te pajeas por el culo; ¿Tenés los consoladores que usás? –consultó.
- ¡Sí!, ¿Querés que te meta uno?
- ¡Quiero paja por delante y atrás, y ver cómo te abrís vos el culito!
- Dale; vos sacá de la mesita de luz dos porritos y tomá algo… -dije.
Me separé de Mariela para buscar mis juguetes de placer anal. Saque tres, uno de goma semidura, de 22 x 5, estilo natural, con relieves de venas; otro duro, color negro, de 16 x 3,5. El último es de 18 x 4, cremita, con base simulando pelotas; es ideal para sentarse encima. Nunca pude metérmelo entero.
Al acercarme, ella fumaba y bebía un vaso de tinto. Le mostré los consoladores.
- ¿Cuáles usamos?
- A mí me gusta el más largo; vos, sentate encima del que tiene bolas… -indicó.
- ¡Nunca pude hacerlo!
- Porqué nunca estuviste conmigo… Te voy a mostrar… ¿Tenés vaselina o cremita?
Poco después, Mariela estaba con su espalda contra el respaldo de la cama, mostrando las hermosas tetas, el culito levantado, apoyado sobre dos almohadas, y su pija erecta.
- Primero chúpame el agujerito, llenámelo de saliva, meté tu lengua, después hundime tus dedos con la vaselina, y no dejés de pajearme – señaló.
Era la primera vez que hacía esto. Muchas conchitas lamí, y al ver como gozaban las hembritas, a veces más que cuando las cogía, imaginaba que debía ser muy lindo sentir lengua en mi ano. Luego, pajeándome mirando innumerables videos de trans, cogidas o cogiendo tipos, deseaba estar de ese modo. En aquel momento, estaba cumpliendo mis deseos. Me encontraba en la cama con una preciosa pendeja trans, pajeaba su pija y le metía mis dedos y lengua en su culo… Mariela pidió que le hunda tres dedos juntos.
- Ahora méteme tu juguete, hasta el fondo… - dijo.
- Nena, es muy grande, te va a doler… - expresé.
- ¡Dale, dame toda!; ¡pero seguí pajeándome! – ordenó, en tanto se abrió las nalgas.
Entonces tomé el consolador de 22 x 5, ya lubricado, y lo clavé en el culazo de Mariela. Ella dio un salto al mismo tiempo que gritó como cerda, para de inmediato bajar y subir su cadera, mientras retomé la paja moviéndole su pija. La expresión de placer de su cara era estupenda.
- ¡Ay…! ¡Qué ricura! ¿Ves?, ¡así se goza la paja, pajeándose con ayudita! –exclamó ella, entre gemidos. Y agregó: - ¿te gusta moverme la pija y acariciar mis bolas, ver mis tetas y la goma en mi culo?
- ¡Me fascina!
- Enseguida te voy a dar a vos, pero ahora quiero acabar… Pajeame con tus labios… -pidió.
Era lo que deseaba. Bajé hasta su verga, besé el hinchado glande, lo lamí, tragué el pedazo, jugué con mi lengua en el tronco y las pelotas…
- ¡Acabo papi!, ¡acabo!; ¡tomá mi lechita…! – alcanzó a decir.
Y comenzó a eyacular dentro de mi boca. Pese a que tragué el primer chorro caliente, fue tanta su cremita que se derramó por mi mentón y sus bolas. Casi sin respirar continué lamiendo, saqué el consolador y, con la boca inundada de sus jugos, lamí su culo.
Mariela chilló de placer. Sus manos agarraron mi cabeza y la levantó para besarme. Nuestras lenguas compartieron su leche en mi boca y sus salivas. Ambos estábamos enchastrados. Mis manos recorrieron sus pechos enlechados.
Agotados, nos acostamos uno al lado del otro. Bebimos cerveza y compartimos un porro.
- Descansemos un ratito… Enseguida te voy a meter ese consolador… Vas a gozar como nunca… - sostuvo, dulce.
(continúa)
15 comentarios - Me pajea una preciosa pendeja trans (II)
Siii, muy buena continuación, un relato de puta madre.
Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
que ricooo