Carla es una hermosa trans. La conocí en un boliche frecuentado por chicas como ella, gays, lesbianas, putas lindas y varones que como yo buscaban chicas distintas.
Sentado en la barra la miré bailar provocativamente. Ella se había dado cuenta de mi mirada y en algún momento me tiró un beso moviendo sus labios. Danzaba junto a otras cuatro trans, todas lindas y sexis, pero ella me pareció la más hermosa y excitante: debía tener alrededor de 25 años, cara bonita, con nariz respingada y pómulos altos, labios rojos medianos, ojos marrones y una larga cabellera rubia. Calzaba tacos aguja de más o menos 15 centímetros, por lo que alcanzaba alrededor de un metro ochenta y cinco de estatura. Sus piernas eran largas, delgadas, y terminaban en un pantalón vaquero cortísimo que dejaba ver los cachetes de su culo redondo, duro, parado. Una cintura fina, supongo que menor a los 65 centímetros, descubierta pues tenía puesta una remera de hilo ajustada, que demostraba sus tetas, tal vez talla 90.
Le hice una seña invitándola a tomar algo, pero rechazó la invitación. Luego realicé otro gesto para saber si podía acercarme a bailar con ella, y respondió moviendo su cabeza negativamente. Al menos conmigo fue amable, pues todos los varones que se acercaron al grupo de trans para bailar con ellas fueron rechazados con malas caras.
Al salir todos del boliche, una amiga de ella se acercó y me preguntó si quería seguirlas en mi auto a la casa “de la chica que te gusta” en donde iban a continuar la fiesta.
Tras unos segundos de sorpresa y duda (¿sería capaz de meterme a una casa de trans?) me subí a mi vehículo y seguí el de ellas que manejaba la chica que me había cautivado.
Anduvimos 20 minutos, hasta un barrio residencial, tranquilo. La conductora detuvo su auto frente a una casa linda, con jardín cuidado. Todas bajaron y rápidamente se metieron dentro de la vivienda, mientras ella me esperaba en el portón de ingreso.
Al acercarme a su lado comprobé que me sacaba una cabeza.
-¡Hola papi! Me caíste bien porque sos maduro, parecés bien varonil y no fuiste baboso… - exclamó con una voz gruesa pero suave. Me llamo Carla.
-Gracias por invitarme a tu casa – le dije – Mi nombre es Alberto, respondí.
- Pero ahora te pregunto: vos sabés que soy trans, y mis amigas también lo son; ¿estás seguro de entrar?...
- No sé si estoy seguro, pero sos tan linda que no me quedo otra que seguirte…
Ella sonrió seductoramente, tomó mi mano derecha y me llevó a la puerta de su vivienda.
Me hizo entrar y en el living, amplio, con dos sillones sofás y otros cuatro individuales, ya estaban sus cuatro amigas junto a otras dos chicas, mujeres, y dos hombres, uno de 25 años y otro de 50.
Excepto Carla, todas se habían desnudado, como los varones que estaban en pelotas, con las pijas paradas. Sus falos eran toqueteados por dos trans, mientras que las hembritas y las otras dos trans se besaban entre ellas.
Me senté en el sillón individual que quedaba y Carla me trajo para tomar un vaso de vino tinto mezclado con coca cola. Se escuchaba música de cuarteto. Carla se puso a bailar sola, moviéndose como puta de cabaret, en tanto que las chicas que estaban con los dos hombres se franeleaban.
El espectáculo era excitante, pues además de juntar todas las pijas erectas, las trans se colocaron detrás de ellos y golpearon sus vergas sobre los culos masculinos. El hombre de más edad se arrodilló y atrajo los miembros de ellas para chupárselas.
Una de estas era una rubia madura con cuerpo de modelo, mientras que la otra se trataba de una pendeja de no más de 20 años, flaquita pero con una verga finita y larga.
Una de las trans que se besaba con una de las putitas me miró, le dijo algo al oído a su compañera y ambas se levantaron del sillón y se acercaron, pasándose sus manos sobre los cuerpos desnudos y mordiéndose los labios. La trans que se aproximó era una morocha con lindas tetas y cara de viciosa, mientras que su acompañante tenía la concha depilada.
Yo era el único que continuaba vestido. Se me notaba la pija parada detrás del pantalón (cuando está al máximo alcanza 18 de largo y 4 de ancho)
-Hola rico, soy Yanina – dijo la trans – y ella es Micaela. ¿Por qué no te sacás el pantalón y nos mostrás tu aparato? Vamos a bailar y después hagamos una fiestita los tres…
Antes que termine su invitación, las dos, paradas delante de mí, me apoyaron sus tetas sobre mi cara, invitándome a chuparlas.
- ¡Bueno chicas!, al machito lo traje yo, y está conmigo… -dijo Carla, riéndose pero marcando territorio.
- Si, claro, es tuyo, pero con el paquete que tiene ahí, avisá si necesitás ayuda… - se atajó una de las chicas, luego de apretarme la entrepierna.
- Ya veremos… por ahora vayan a tranquilizarse en alguna de las piezas, y si usan los consoladores, limpienlos después…
La dueña de casa se acercó a mí y me susurró al oído que la siga. Fuimos hasta un dormitorio, y cerró la puerta.
-¡Vos no sabés lo que son esas trolas!, ¡ven una pija grande y se ponen loquitas! Ah, esperame; voy al baño, vos ponete cómodo… –dijo.
Carla volvió del baño con las tetas al aire y una minifalda transparente de gasa negra. Sus chichis eran grandes, redondos, parados; sabía que eran artificiales, pero mirarlos era delicioso y no me preocupaba.
Me sorprendió no verle ningún bulto en su entrepierna; por el contrario, contemplé una cadera voluptuosa, un culo hermoso y unas piernas delgadas y bien depiladas. Se acostó al lado mío, de costado, y comenzó a besarme, primero muy suave, para luego hundir su lengua dentro de mi boca y moverla por el paladar y lengua; nunca me habían besado de ese modo, me calentó terriblemente, y entonces fui yo quien se arrojó sobre sus tetas, para chuparlas como desesperado; le daba lametones con mi lengua en sus pezones, que estaban duros y parados, mientras mis manos acariciaban y trataban de abarcar esos pechos.
Ella en ningún momento se colocó encima de mí y me olvidé que era una trans; me sentí feliz de estar con tremenda hembra, luego de 6 semanas sin coger y sólo tener sexo de modo solitario.
Carla comenzó a descender su boca y lengua por mi cuerpo, provocándome espasmos, hasta llegar a mi boxer, levantado por la tremenda erección que tenía.
-¡Papito!, ¡qué hermosa pija, grandota y gruesa!; ¡te la voy a comer para que descanse un poquito! – exclamó entusiasmada.
Me bajó el calzoncillo y saltó mi verga contenida. Ella abrió su boca y la engulló para de inmediato mover su lengua como antes dentro de mi boca. Su músculo, caliente y empapado en saliva, envolvió mi glande y hundió la puntita en mi uretra, haciéndome delirar…
-¡Pará Carla!, me vas a hacer acabar… - le dije entre gemidos.
-¡Si amor!, eso quiero, que me llenés de tu leche…
Y así fue, mientras sus labios y lengua enloquecieron mi pija convertida en una roca, comencé a largar todo mi esperma; ella recibió la primera parte en su boca, y la tragó, para luego agarrar la verga y pasársela por sus tetas monumentales, enchastrándolas de semen.
Carla se arrodilló sobre la cama, a mi costado derecho, y me sonrió. Su cara, cuello y senos brillaban con mi acabada.
-¡Amor, que cantidad de leche largaste!, parece que hace tiempo que no cogés…
-Si, hace tiempo… - le respondí, recuperando el aliento.
- ¿Y qué hacías para desahogarte?
- Pajas, tres veces por semana… -respondí, sin vergüenza.
- Está bien pajearse, pero con una pija como la tuya, es un desperdicio… Si me dejás, yo te ordeño tres veces a la semana, siempre y cuando te gusten las chicas como yo…
Entonces Carla se incorporó y paró de espalda al costado de la cama, mostrándome su culo precioso. Empezó a moverlo, como si bailara, mientras se iba quitando su minifalda. Cuando la tuvo en el suelo se agachó y me ofreció la plenitud de su culazo, con un agujero que se me antojó delicioso. Luego recogió la faldita y tiró sobre mi cara. Debido a que me cayó en los ojos, momentáneamente quedé sin verla; cuando me saqué la mini de la cara la vi completamente desnuda, de frente, mostrando que además de tetas, linda cara y una cintura estupenda, tenía una pija tan grande como la mía.
En ese momento, en segundos, sentí muchas sensaciones: vergüenza por estar dentro de una pieza junto a una pija de hombre; excitación porque esa pedazo de carne parado la poseía una mujer hermosa, con un cuerpo de modelo; miedo a que si seguía adelante me convertiría en un puto; deseos de agarrar esa verga con mis manos y metérmela en la boca; satisfacción de por fin tener delante de mío, a mi alcance, esa clase de mujeres “armadas”, las mismas con las que me había masturbado tantas pajas, mirándolas en la pantalla de la computadora; y un sentimiento de comodidad de estar íntimamente con una hembra dulce, que a diferencia de las mujeres con las que había estado (tanto parejas como putas), ofrecía sexo y buena onda…
-Si te gusta lo que ves, seguimos, sino, fue un gusto… - sostuvo Carla ante mi cara de sorprendido.
-¡Me encanta lo que veo!, ¡sos hermosa!
Entonces ella se tiró sobre mí y me besó como antes, pero ahora apoyándome todo su cuerpo de hembra magnífica, sus tetas gloriosas y su pija, que se apoyó sobre la mía. Las dos estaban al palo. El caliente contacto me la puso más dura, pese a la acabada previa, y los juguitos preseminales salieron viscosamente.
Siempre había pensado que no había nada más hermoso y excitante que una conchita mojada rozando mi pija, antes de meterla dentro de esa cuevita rosada, ¡pero la electricidad sabrosa de sentir el frote de dos pijas paradas fue algo increíble!
Carla se puso boca arriba y me pidió que ponga mi pija entre sus grandes tetas. Y de este modo empezó a pajearme, moviendo rítmicamente sus hermosos melones. Los miraba extasiado: plenos, con pezones duritos, mientras ella gemía con ojos cerrados.
Sin decirle nada, ella se dio cuenta cuando estaba a punto de acabar. Me corrió al costado.
-Respirá profundo, no hagás nada, esperá que se baje tu pija –me ordenó.
Carla se sentó al borde de la cama, sirvió en dos vasos vino y coca cola y tras tomarse el suyo en dos tragos me ofreció el otro. También lo vacié. Ella se paró al costado del lecho, moviendo suavemente su pijaza.
-Contame, ¿te gusta estar con una chica trans? –me interrogó.
-¡Sos preciosa!, me siento muy bien con vos, te confieso que gocé mucho mejor que con las mujeres que estuve – le dije mientras recorrí con deliberada lentitud todo su cuerpo. Ver una hembra hermosa, con pija, me encantaba.
-¡Jajaja! Y recién empezamos… Te voy mostrar que soy mejor que la mejor de las hembras, y si te portás bien capaz que te hago mi machito preferido…
-Decime, ¿qué querés que haga?
-Vos acabaste, pero yo no… ¿Me vas a hacer gozar papi?
-¿Cómo?
-¡Clavándome tu poronga en el culo! –exclamó- Apoyá tu espalda en el respaldo…
Obedecí. Entretanto, Carla sacó de la mesa de luz una crema que untó detrás suyo. Luego se colocó de rodillas, frente mío, con las piernas abiertas, sobre mi vientre.
La vista que tenía era estupenda, sólo vista en películas porno, como las tantas que había visto y me habían provocado tantos orgasmos: una cara armoniosa, boca golosa, cabellera rubia larga, senos perfectos, cintura delgada, ¡y una pija grande como la mía a centímetros de mi pedazo! Todo me gustaba, y me asaltó el deseo de tomar con mis manos su pinchila, sentirla en dura y palpitante, pero reprimí mis ganas…
Todo lo que sucedía para mí era una excitante novedad; hasta el momento, con mis 45 años, nunca había cogido con un gay, pues no me atraían, ni tampoco con una trans, cuyas imágenes eran mis elegidas para pajearme. Lo que si había hecho muchas veces es ponerme tanguitas, dejar que se hunda el hilito trasero en mi culo, y darme duro; también me había sentado sobre zanahorias, pero nunca pude metérmelas completas pues más allá de dos centímetros dentro me hacían doler.
En ese momento se iba a concretar mi más ansiada fantasía, que superaba incluso los deseos de estar con una modelo de revista erótica: coger, revolcarme con una trans hermosa, preciosa de cara, con cuerpo exquisito, ¡tetas perfectas y una pija grande!
Lentamente, Carla fue apoyando mi pija erecta en su culo, se separó los cachetes y la empezó a hundir en su agujero caliente y resbaloso. La sensación era maravillosa, incomparablemente mejor que entrar en una concha; por una parte su ojete me apretaba suavemente mi tronco, mientras que por otra mi glande recibía miles de cosquillas placenteras, mientras que mis manos se agarraban a unas tetas magníficas…
Carla gemía y mostraba gestos de dolor y placer, hasta que sentí que su culo descansaba sobre mis pelotas. En ese momento comenzó a moverse en círculos, hacia derecha como a izquierda. Su pija, comenzó a crecer hasta estar en su plenitud, y debido a los movimientos de la cogida se bamboleaba para todos lados, como un árbol sacudido por el viento. Estaba extasiado culeándola, pero sentía muchos deseos de agarrar su pija…
Ella, que gozaba emputecida, se detuvo y me miró profundamente.
-¿Vos me podés ayudar a acabar? –preguntó.
-¿Y cómo puedo ayudarte?, ¿no alcanza con mi pija dentro de tu culo o es chica para vos?
- Para nada amor, es la mejor verga que me ha cogido este mes, pero necesito una ayudita…
- ¿Qué necesitás?
- Agarrame la pija bien fuerte y pajeame mientras tu pedazo lo gozo adentro… pero te aclaro, si acabó mi leche va a caer en tu vientre… sos un macho hermoso, y no te preocupés que por agarrar una pija no te harás puto…
Sus palabras fueron las que necesitaba para darle rienda suelta a mis deseos. Entonces estiré mi mano derecha y rodeé su miembro. Me encantó el contacto, era más lindo que cuando agarraba la mía y la movía para pajearme. Y empecé a moverla firme pero suavemente, agitándola rítmicamente, cambiando de mano, o dándole con una mano mientras con la otra acariciaba su glande, recogiendo los juguitos que largaba para mojar todo su pedazo.
Cuando sentí que estaba cerca de acabar dentro de su culo aumenté el ritmo, apretando su pija con fuerza, hasta que sentí que mi semen salía desde mi interior y avanzaba para derramarse.
Carla se dio cuenta también y entonces se la sacó del culo y la colocó junto a la mía, y nuestras manos se unieron abarcando las dos pijas endurecidas mientras empezamos a gritar de placer y con una diferencia de dos segundos largué mi leche y luego ella hizo lo mismo.
Los espermas saltaron y bajaron por las carnes duras, nuestros dedos, los huevos y vientres…
Ambos gritamos por las gozadas conjuntas, para luego abandonar nuestros cuerpos uno al lado del otro, sin dejar de apretar nuestras pijas.
Fuimos recuperando nuestras respiraciones, y en eso sentimos que golpean la puerta.
-¿Carla?, ¿me podés abrir?; quiero hacerte una consulta urgente – dijo una voz de trans.
-Bueno, ya voy… - respondió ella.
La hermosa trans se levantó, desnuda, con los restos de leche en su piel y caminó hasta la puerta, dejándome contemplar el maravilloso culo que había penetrado. Yo también me quedé desnudo, mientras ella abrió la puerta.
Vi que tres cabecitas se asomaban para mirarme el pedazo, pero Carla cerró la puerta tras ella y salió afuera de la pieza.
Demoró 10 minutos. Se colocó a mi lado y me besó apasionadamente. Luego se arrodilló sobre la cama y me dijo:
-Yanina, Micaela, Nancy y Yuli (las trans que habían estado con los varones) se pajearon escuchándonos, y me preguntaron, y me pidieron que te pregunte, si pueden entrar a mirarnos coger. La pendeja (por la morocha flaquita) fue más lanzada y me pidió participar, en un trío, quiere chupar tu pija y que le llenés su culito de leche… No sé, depende de vos…
(Continúa)
Sentado en la barra la miré bailar provocativamente. Ella se había dado cuenta de mi mirada y en algún momento me tiró un beso moviendo sus labios. Danzaba junto a otras cuatro trans, todas lindas y sexis, pero ella me pareció la más hermosa y excitante: debía tener alrededor de 25 años, cara bonita, con nariz respingada y pómulos altos, labios rojos medianos, ojos marrones y una larga cabellera rubia. Calzaba tacos aguja de más o menos 15 centímetros, por lo que alcanzaba alrededor de un metro ochenta y cinco de estatura. Sus piernas eran largas, delgadas, y terminaban en un pantalón vaquero cortísimo que dejaba ver los cachetes de su culo redondo, duro, parado. Una cintura fina, supongo que menor a los 65 centímetros, descubierta pues tenía puesta una remera de hilo ajustada, que demostraba sus tetas, tal vez talla 90.
Le hice una seña invitándola a tomar algo, pero rechazó la invitación. Luego realicé otro gesto para saber si podía acercarme a bailar con ella, y respondió moviendo su cabeza negativamente. Al menos conmigo fue amable, pues todos los varones que se acercaron al grupo de trans para bailar con ellas fueron rechazados con malas caras.
Al salir todos del boliche, una amiga de ella se acercó y me preguntó si quería seguirlas en mi auto a la casa “de la chica que te gusta” en donde iban a continuar la fiesta.
Tras unos segundos de sorpresa y duda (¿sería capaz de meterme a una casa de trans?) me subí a mi vehículo y seguí el de ellas que manejaba la chica que me había cautivado.
Anduvimos 20 minutos, hasta un barrio residencial, tranquilo. La conductora detuvo su auto frente a una casa linda, con jardín cuidado. Todas bajaron y rápidamente se metieron dentro de la vivienda, mientras ella me esperaba en el portón de ingreso.
Al acercarme a su lado comprobé que me sacaba una cabeza.
-¡Hola papi! Me caíste bien porque sos maduro, parecés bien varonil y no fuiste baboso… - exclamó con una voz gruesa pero suave. Me llamo Carla.
-Gracias por invitarme a tu casa – le dije – Mi nombre es Alberto, respondí.
- Pero ahora te pregunto: vos sabés que soy trans, y mis amigas también lo son; ¿estás seguro de entrar?...
- No sé si estoy seguro, pero sos tan linda que no me quedo otra que seguirte…
Ella sonrió seductoramente, tomó mi mano derecha y me llevó a la puerta de su vivienda.
Me hizo entrar y en el living, amplio, con dos sillones sofás y otros cuatro individuales, ya estaban sus cuatro amigas junto a otras dos chicas, mujeres, y dos hombres, uno de 25 años y otro de 50.
Excepto Carla, todas se habían desnudado, como los varones que estaban en pelotas, con las pijas paradas. Sus falos eran toqueteados por dos trans, mientras que las hembritas y las otras dos trans se besaban entre ellas.
Me senté en el sillón individual que quedaba y Carla me trajo para tomar un vaso de vino tinto mezclado con coca cola. Se escuchaba música de cuarteto. Carla se puso a bailar sola, moviéndose como puta de cabaret, en tanto que las chicas que estaban con los dos hombres se franeleaban.
El espectáculo era excitante, pues además de juntar todas las pijas erectas, las trans se colocaron detrás de ellos y golpearon sus vergas sobre los culos masculinos. El hombre de más edad se arrodilló y atrajo los miembros de ellas para chupárselas.
Una de estas era una rubia madura con cuerpo de modelo, mientras que la otra se trataba de una pendeja de no más de 20 años, flaquita pero con una verga finita y larga.
Una de las trans que se besaba con una de las putitas me miró, le dijo algo al oído a su compañera y ambas se levantaron del sillón y se acercaron, pasándose sus manos sobre los cuerpos desnudos y mordiéndose los labios. La trans que se aproximó era una morocha con lindas tetas y cara de viciosa, mientras que su acompañante tenía la concha depilada.
Yo era el único que continuaba vestido. Se me notaba la pija parada detrás del pantalón (cuando está al máximo alcanza 18 de largo y 4 de ancho)
-Hola rico, soy Yanina – dijo la trans – y ella es Micaela. ¿Por qué no te sacás el pantalón y nos mostrás tu aparato? Vamos a bailar y después hagamos una fiestita los tres…
Antes que termine su invitación, las dos, paradas delante de mí, me apoyaron sus tetas sobre mi cara, invitándome a chuparlas.
- ¡Bueno chicas!, al machito lo traje yo, y está conmigo… -dijo Carla, riéndose pero marcando territorio.
- Si, claro, es tuyo, pero con el paquete que tiene ahí, avisá si necesitás ayuda… - se atajó una de las chicas, luego de apretarme la entrepierna.
- Ya veremos… por ahora vayan a tranquilizarse en alguna de las piezas, y si usan los consoladores, limpienlos después…
La dueña de casa se acercó a mí y me susurró al oído que la siga. Fuimos hasta un dormitorio, y cerró la puerta.
-¡Vos no sabés lo que son esas trolas!, ¡ven una pija grande y se ponen loquitas! Ah, esperame; voy al baño, vos ponete cómodo… –dijo.
Carla volvió del baño con las tetas al aire y una minifalda transparente de gasa negra. Sus chichis eran grandes, redondos, parados; sabía que eran artificiales, pero mirarlos era delicioso y no me preocupaba.
Me sorprendió no verle ningún bulto en su entrepierna; por el contrario, contemplé una cadera voluptuosa, un culo hermoso y unas piernas delgadas y bien depiladas. Se acostó al lado mío, de costado, y comenzó a besarme, primero muy suave, para luego hundir su lengua dentro de mi boca y moverla por el paladar y lengua; nunca me habían besado de ese modo, me calentó terriblemente, y entonces fui yo quien se arrojó sobre sus tetas, para chuparlas como desesperado; le daba lametones con mi lengua en sus pezones, que estaban duros y parados, mientras mis manos acariciaban y trataban de abarcar esos pechos.
Ella en ningún momento se colocó encima de mí y me olvidé que era una trans; me sentí feliz de estar con tremenda hembra, luego de 6 semanas sin coger y sólo tener sexo de modo solitario.
Carla comenzó a descender su boca y lengua por mi cuerpo, provocándome espasmos, hasta llegar a mi boxer, levantado por la tremenda erección que tenía.
-¡Papito!, ¡qué hermosa pija, grandota y gruesa!; ¡te la voy a comer para que descanse un poquito! – exclamó entusiasmada.
Me bajó el calzoncillo y saltó mi verga contenida. Ella abrió su boca y la engulló para de inmediato mover su lengua como antes dentro de mi boca. Su músculo, caliente y empapado en saliva, envolvió mi glande y hundió la puntita en mi uretra, haciéndome delirar…
-¡Pará Carla!, me vas a hacer acabar… - le dije entre gemidos.
-¡Si amor!, eso quiero, que me llenés de tu leche…
Y así fue, mientras sus labios y lengua enloquecieron mi pija convertida en una roca, comencé a largar todo mi esperma; ella recibió la primera parte en su boca, y la tragó, para luego agarrar la verga y pasársela por sus tetas monumentales, enchastrándolas de semen.
Carla se arrodilló sobre la cama, a mi costado derecho, y me sonrió. Su cara, cuello y senos brillaban con mi acabada.
-¡Amor, que cantidad de leche largaste!, parece que hace tiempo que no cogés…
-Si, hace tiempo… - le respondí, recuperando el aliento.
- ¿Y qué hacías para desahogarte?
- Pajas, tres veces por semana… -respondí, sin vergüenza.
- Está bien pajearse, pero con una pija como la tuya, es un desperdicio… Si me dejás, yo te ordeño tres veces a la semana, siempre y cuando te gusten las chicas como yo…
Entonces Carla se incorporó y paró de espalda al costado de la cama, mostrándome su culo precioso. Empezó a moverlo, como si bailara, mientras se iba quitando su minifalda. Cuando la tuvo en el suelo se agachó y me ofreció la plenitud de su culazo, con un agujero que se me antojó delicioso. Luego recogió la faldita y tiró sobre mi cara. Debido a que me cayó en los ojos, momentáneamente quedé sin verla; cuando me saqué la mini de la cara la vi completamente desnuda, de frente, mostrando que además de tetas, linda cara y una cintura estupenda, tenía una pija tan grande como la mía.
En ese momento, en segundos, sentí muchas sensaciones: vergüenza por estar dentro de una pieza junto a una pija de hombre; excitación porque esa pedazo de carne parado la poseía una mujer hermosa, con un cuerpo de modelo; miedo a que si seguía adelante me convertiría en un puto; deseos de agarrar esa verga con mis manos y metérmela en la boca; satisfacción de por fin tener delante de mío, a mi alcance, esa clase de mujeres “armadas”, las mismas con las que me había masturbado tantas pajas, mirándolas en la pantalla de la computadora; y un sentimiento de comodidad de estar íntimamente con una hembra dulce, que a diferencia de las mujeres con las que había estado (tanto parejas como putas), ofrecía sexo y buena onda…
-Si te gusta lo que ves, seguimos, sino, fue un gusto… - sostuvo Carla ante mi cara de sorprendido.
-¡Me encanta lo que veo!, ¡sos hermosa!
Entonces ella se tiró sobre mí y me besó como antes, pero ahora apoyándome todo su cuerpo de hembra magnífica, sus tetas gloriosas y su pija, que se apoyó sobre la mía. Las dos estaban al palo. El caliente contacto me la puso más dura, pese a la acabada previa, y los juguitos preseminales salieron viscosamente.
Siempre había pensado que no había nada más hermoso y excitante que una conchita mojada rozando mi pija, antes de meterla dentro de esa cuevita rosada, ¡pero la electricidad sabrosa de sentir el frote de dos pijas paradas fue algo increíble!
Carla se puso boca arriba y me pidió que ponga mi pija entre sus grandes tetas. Y de este modo empezó a pajearme, moviendo rítmicamente sus hermosos melones. Los miraba extasiado: plenos, con pezones duritos, mientras ella gemía con ojos cerrados.
Sin decirle nada, ella se dio cuenta cuando estaba a punto de acabar. Me corrió al costado.
-Respirá profundo, no hagás nada, esperá que se baje tu pija –me ordenó.
Carla se sentó al borde de la cama, sirvió en dos vasos vino y coca cola y tras tomarse el suyo en dos tragos me ofreció el otro. También lo vacié. Ella se paró al costado del lecho, moviendo suavemente su pijaza.
-Contame, ¿te gusta estar con una chica trans? –me interrogó.
-¡Sos preciosa!, me siento muy bien con vos, te confieso que gocé mucho mejor que con las mujeres que estuve – le dije mientras recorrí con deliberada lentitud todo su cuerpo. Ver una hembra hermosa, con pija, me encantaba.
-¡Jajaja! Y recién empezamos… Te voy mostrar que soy mejor que la mejor de las hembras, y si te portás bien capaz que te hago mi machito preferido…
-Decime, ¿qué querés que haga?
-Vos acabaste, pero yo no… ¿Me vas a hacer gozar papi?
-¿Cómo?
-¡Clavándome tu poronga en el culo! –exclamó- Apoyá tu espalda en el respaldo…
Obedecí. Entretanto, Carla sacó de la mesa de luz una crema que untó detrás suyo. Luego se colocó de rodillas, frente mío, con las piernas abiertas, sobre mi vientre.
La vista que tenía era estupenda, sólo vista en películas porno, como las tantas que había visto y me habían provocado tantos orgasmos: una cara armoniosa, boca golosa, cabellera rubia larga, senos perfectos, cintura delgada, ¡y una pija grande como la mía a centímetros de mi pedazo! Todo me gustaba, y me asaltó el deseo de tomar con mis manos su pinchila, sentirla en dura y palpitante, pero reprimí mis ganas…
Todo lo que sucedía para mí era una excitante novedad; hasta el momento, con mis 45 años, nunca había cogido con un gay, pues no me atraían, ni tampoco con una trans, cuyas imágenes eran mis elegidas para pajearme. Lo que si había hecho muchas veces es ponerme tanguitas, dejar que se hunda el hilito trasero en mi culo, y darme duro; también me había sentado sobre zanahorias, pero nunca pude metérmelas completas pues más allá de dos centímetros dentro me hacían doler.
En ese momento se iba a concretar mi más ansiada fantasía, que superaba incluso los deseos de estar con una modelo de revista erótica: coger, revolcarme con una trans hermosa, preciosa de cara, con cuerpo exquisito, ¡tetas perfectas y una pija grande!
Lentamente, Carla fue apoyando mi pija erecta en su culo, se separó los cachetes y la empezó a hundir en su agujero caliente y resbaloso. La sensación era maravillosa, incomparablemente mejor que entrar en una concha; por una parte su ojete me apretaba suavemente mi tronco, mientras que por otra mi glande recibía miles de cosquillas placenteras, mientras que mis manos se agarraban a unas tetas magníficas…
Carla gemía y mostraba gestos de dolor y placer, hasta que sentí que su culo descansaba sobre mis pelotas. En ese momento comenzó a moverse en círculos, hacia derecha como a izquierda. Su pija, comenzó a crecer hasta estar en su plenitud, y debido a los movimientos de la cogida se bamboleaba para todos lados, como un árbol sacudido por el viento. Estaba extasiado culeándola, pero sentía muchos deseos de agarrar su pija…
Ella, que gozaba emputecida, se detuvo y me miró profundamente.
-¿Vos me podés ayudar a acabar? –preguntó.
-¿Y cómo puedo ayudarte?, ¿no alcanza con mi pija dentro de tu culo o es chica para vos?
- Para nada amor, es la mejor verga que me ha cogido este mes, pero necesito una ayudita…
- ¿Qué necesitás?
- Agarrame la pija bien fuerte y pajeame mientras tu pedazo lo gozo adentro… pero te aclaro, si acabó mi leche va a caer en tu vientre… sos un macho hermoso, y no te preocupés que por agarrar una pija no te harás puto…
Sus palabras fueron las que necesitaba para darle rienda suelta a mis deseos. Entonces estiré mi mano derecha y rodeé su miembro. Me encantó el contacto, era más lindo que cuando agarraba la mía y la movía para pajearme. Y empecé a moverla firme pero suavemente, agitándola rítmicamente, cambiando de mano, o dándole con una mano mientras con la otra acariciaba su glande, recogiendo los juguitos que largaba para mojar todo su pedazo.
Cuando sentí que estaba cerca de acabar dentro de su culo aumenté el ritmo, apretando su pija con fuerza, hasta que sentí que mi semen salía desde mi interior y avanzaba para derramarse.
Carla se dio cuenta también y entonces se la sacó del culo y la colocó junto a la mía, y nuestras manos se unieron abarcando las dos pijas endurecidas mientras empezamos a gritar de placer y con una diferencia de dos segundos largué mi leche y luego ella hizo lo mismo.
Los espermas saltaron y bajaron por las carnes duras, nuestros dedos, los huevos y vientres…
Ambos gritamos por las gozadas conjuntas, para luego abandonar nuestros cuerpos uno al lado del otro, sin dejar de apretar nuestras pijas.
Fuimos recuperando nuestras respiraciones, y en eso sentimos que golpean la puerta.
-¿Carla?, ¿me podés abrir?; quiero hacerte una consulta urgente – dijo una voz de trans.
-Bueno, ya voy… - respondió ella.
La hermosa trans se levantó, desnuda, con los restos de leche en su piel y caminó hasta la puerta, dejándome contemplar el maravilloso culo que había penetrado. Yo también me quedé desnudo, mientras ella abrió la puerta.
Vi que tres cabecitas se asomaban para mirarme el pedazo, pero Carla cerró la puerta tras ella y salió afuera de la pieza.
Demoró 10 minutos. Se colocó a mi lado y me besó apasionadamente. Luego se arrodilló sobre la cama y me dijo:
-Yanina, Micaela, Nancy y Yuli (las trans que habían estado con los varones) se pajearon escuchándonos, y me preguntaron, y me pidieron que te pregunte, si pueden entrar a mirarnos coger. La pendeja (por la morocha flaquita) fue más lanzada y me pidió participar, en un trío, quiere chupar tu pija y que le llenés su culito de leche… No sé, depende de vos…
(Continúa)
31 comentarios - Descubrí porque las trans son mejores
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