Hola! Soy Caro y les quiero contar una historia muy especial. Tan especial que fue la que hizo que mi vida diera un giro de 180°. Tan especial que me descubrí a mí misma y conocí facetas de mí que jamás imaginé. Jamás creí que un simple acto (bueno, quizás no tan simple) cambiaría mi vida en muchos aspectos, desde lo plenamente carnal hasta lo profundamente espiritual.
Me llamo Carolina, tengo 36 años, pero esta historia sucedió hace unos cinco años atrás. Ha sido un punto de inflexión que ha cambiado mi vida casi por completo y desde entonces he aprendido a vivir plenamente y a disfrutar de cada momento que la vida me regala. En aquel entonces estaba en pareja y conviviendo con Juan. Él es tres años más joven que yo y para ese momento hacía un año más o menos que habíamos decidido compartir el mismo techo. Con él nos llevábamos muy bien, hablo en pasado porque nos hemos separado hace unos meses. Juan es una persona que siempre está de buen humor, súper optimista y muy sociable. Es de esas personas que les encanta hacer amistades nuevas, y cuando las hace comparte todo, abre las puertas de su casa y hace sentir a sus amigos y amigas como si fuera la suya. Esas cualidades, entre otras, fueron las que me sedujeron. Juan era el hombre ideal. Más allá del aspecto físico, que la verdad nunca ha sido algo que me haya movido la aguja, Juan es el tipo de persona que seduce con sólo mirarte o con un simple gesto, incluso sin necesidad de decir una palabra él tiene el encanto ineludible de un seductor nato. Muchas cosas han sucedido durante nuestra relación que la fueron desgastando y que nos llevó a tomar la decisión de separarnos, pero Yo todavía lo pienso, yo todavía lo quiero y quien sabe si algún día...
Recuerdo que todo comenzó un jueves.
Ese fue un jueves igual a los demás. Ese jueves habíamos decidido ir al teatro. Ya el martes lo invité y me dijo que sí inmediatamente sin importar qué fuésemos a ver. Él nunca ha sido un amante del teatro y no quería hacerlo sufrir, así que busqué algo que no le resultara un plomazo. Busqué una obra con buenos actores y algo de humor. Sabía que algo así le gustaría y que a mi me iba a sumar puntos para una próxima ida al teatro. La función comenzaba temprano, a las 20, por lo que yo estaba esperándolo impaciente porque no quería llegar tarde. Ya eran las 18:30 y Juan no daba señales de vida. Lo había llamado ya dos veces al celular, pero no me había contestado. Yo ya estaba vestida. Había elegido un vestido negro con detalles de piedras negras brillantes que lo hacían muy elegante. Era bien entallado y marcaba mi figura. Tenía en ese entonces una contextura física normal, quizás un par de kilitos de menos que según Juan no me quedaban muy bien. Yo sabía que no era cierto, a él siempre le gustaron las rellenitas. El vestido era tan ajustado que no quedaba bien usar sostén y sólo me puse una diminuta tanga negra como ropa interior. Le sumé un par de accesorios, unos pendientes y una cadenita, la cartera negra y unos zapatos que eran un sueño. No me resistí a usar esos zapatos a pesar de estar estrenándolos esa misma noche. Sabía que me harían ver las estrellas, pero de verdad es que estaba entusiasmada con la salida y no quise dejar pasar la oportunidad de estrenarlos a pesar de la incomodidad. Estaba bastante impaciente y mi humor estaba cambiando. Ya me había descalzado y caminaba por el living de la casa de aquí para allá cuando escuché mi celular que anunciaba un mensaje de texto entrante.
"Estoy algo demorado. No te enojes".
¿Qué no me enoje? Poco iba a lograr eso con ese mensajito. Ya eran las 18:45. Él todavía tenía que llegar a cambiarse. Ir en auto implicaba además un viaje de 30 o 35 minutos calculando el tráfico, sin contar el tiempo para estacionar. ¡Mierda! ¡No vamos a llegar! pensé. En ese momento escucho la llave en la puerta. Era él. Le puse mi mejor cara de orto. Pasó rápido al dormitorio y desde allá gritó:
-¡Perdón! - Yo lo quería matar. -Cuando venía para acá pedí un taxi. Si tocan el portero decile que ya bajamos.
Sumó un par de puntos con esa actitud. En taxi era probable que llegáramos. Sumó un par de puntos, pero ya había restado muchos puntos y eso no alcanzaba para compensar mi bronca. Llegó el taxi, bajamos y él le pidió al taxista que fuera lo más rápido posible a la calle Corrientes. La calle Corrientes es muy conocida por concentrar la mayor parte de la oferta teatral de Buenos Aires. Llegamos con lo justo, entramos segundos antes de que cerraran las puertas al público. Ya ubicados en nuestros asientos estaba un poco más calmada.
-¿Tenés un chicle? -me pregunta él mientras se sacaba la campera.
-Sí, dale. Estaba pensando en eso. ¡Qué conexión! ¿Tenés de menta?
-No te pregunté si querés. Te pregunté si tenés un chicle. En el apuro ni compré y ahora que ya cerraron puertas no voy a poder salir hasta el intermedio.
-¿Vos me estás cargando? Encima que tengo que salir corriendo porque el señor llega tarde tengo que ser tu kiosco ambulante. -Le reclamé en vos baja.
-¡¡¡Huuu Caro!!! No me vengas con boludeces. No sé por qué te calentás tanto. Si llegamos bien y acá estamos, sentados y listos para ver la obra de mierda esta.
-¡¿Obra de mierda?! ¿Para que carajo aceptaste venir enseguida si te jode tanto? Si para vos es un sacrificio vengo sola o con una amiga. No sé para que pierdo tiempo con vos.
La situación se estaba volviendo tensa cuanto las luces comenzaron a bajar su intensidad. Estaba por comenzar la obra. Esperamos unos minutos y comenzamos a notar que sutilmente las luces comenzaban a ganar intensidad. Al cabo de unos minutos se ilumina casi por completo la sala y tras bambalinas aparece uno de los protagonistas de la obra, no era el actor principal, pero igualmente era un actor conocido.
-Estimados amigos. Lamento tener que informarles que la función de esta noche será cancelada. Nuestro querido amigo Antonio (Antonio era el actor principal) tuvo una descompensación y no podrá subir a la tablas esta noche. por favor sepan entendernos. Les reiteramos nuestras disculpas y por favor pasen por la boletería que se les sellarán las entradas para que las puedan volver a usar en otro momento. Quienes así lo prefieran se les reembolsará el dinero de las entradas. Buenas Noches. Muchas Gracias.
La noche iba de mal en peor. Primero el casi plantón de Juan, luego las corridas, después la actitud de él al pedirme chicles (sí, sé que lo exageré, pero en ese momento el horno no estaba para bollos y él con estas cosas) y ahora esto. ¡Qué jueves de mierda! pensé. Nos dirigimos a la ventanilla para reclamar el dinero. Juan me insistía en que la hagamos sellar para usar otro día, pero estaba demasiado enojada por todo lo que venía pasando que no tenía intenciones de volver a intentar ver esta obra. Para colmo de males delante nuestro habían como 20 personas. mientras esperábamos nuestro turno escucho una discusión detrás nuestro.
-Tanto joder con que venga al teatro y al final la obra se suspende. -Reclamaba un hombre de barba justo detrás de mí.
-Me vas a echar la culpa a mí también de esto Mario. ¡Es el colmo! ¡Basta! Ya no quiero seguir discutiendo con vos. -le respondió bastante molesta una mujer joven, diría que de mi misma edad.
Ella era delgada, un poco más alta que yo, con un cabello muy lacio, negro y brilloso. Lo que más me llamó la atención de ella era su voz raspera y un flequillo recto recortado justo por encima de las cejas que asomaba por encima del marco de sus grandes lentes. A juzgar por el armazón plástico de color violeta dudé mucho que esas gafas tuviesen aumento. Creo que eran más bien estéticas. Si era ese el fin lo cumplía muy bien.
-No te preocupes querida. La próxima venimos juntas y nos deshacemos de estos pajeros. -dije, metiéndome a la fuerza en la conversación.
Los dos pajeros estaban sorprendidos. Juan ni se lo esperaba y Mario no entendía si le estaba hablando a su novia.
-¡Gracias! -Me miró con dulzura y agregó. -¿A vos también te pasa lo mismo?
Su mirada provocó en mi una reacción que me llamó la atención. El nivel de empatía era muy alto. Nuestras miradas decían algo más allá de las palabras. Nos entendíamos y compartíamos la misma sensación intuía.
-Es la última vez que vengo al teatro o que voy a algún lugar que a él no le gusta. Siempre me tengo que bancar sus caras de orto y sus planteos pelotudos. Encima hoy se suspende la función. ¡Too much! -le respondí.
-Y ya que lo sabés, por qué no hacemos algo divertido que nos guste a los cuatro. -Dijo Juan. Cómo queriendo compensar las cosas a pesar de su carencia de tacto para expresar las ideas que pasaban por su cabeza.
-Me parece una buena idea. -Respondí. -Ya que nuestros planes se evaporaron y ahora tenemos tiempo disponible ¿qué les parece si vamos a cenar? ¿Se copan? -pregunté mirando a la pareja detrás nuestro.
-¡Dale! ¡Genial!. Me llamo Macarena. El pajero es...
-Mario. -Respondió él, anticipándose. -Me hago cargo. Hoy tengo el título nobiliario de "Pajero".
-El título se lo ganó hace tiempo. -me dijo Macarena al oido.
-Conozco un restaurant interesante acá cerca. Se llama...
-De ninguna manera. Vamos a casa. Pedimos unas pizzas con delivery y listo. Vivimos acá cerca, a menos de dos cuadras. -Macarena casi no había terminado de mencionar que vivían cerca que ya me había tomado de la mano suavemente y me conducía por la vereda. -Ustedes quédense haciendo la cola, nosotros vamos a preparar todo.
Dejamos a los hombres haciendo la cola y caminamos sin apuro. Era mejor caminar así porque los zapatos nuevos me estaban liquidando. No me había dado cuenta antes porque mi calentura hacía que la molestia en mis pies sea el menor de mis disgustos.
-¡Gracias!... je, no sé tu nombre. Mamá siempre me decía que no converse con desconocidos, así que no va decir una palabra más hasta no saber cómo te llamás.
-Soy Caro. Muy sabia tu mamá.
-Vieja decrépita. Menos mal que falleció hace mucho. Gracias Caro. Estaba con ganas de matar a alguien y ese alguien hubiese sido Mario si no aparecías vos.
-¡Espero que ahora no me quieras matar a mí!
-¡No! No al menos de la misma manera...
Se generó un silencio y luego ambas reímos. Charlamos un poco sobre la suspensión de la obra y sobre nuestros gustos sobre teatro. Coincidíamos en gustos y en ciertas circunstancias. Nos gustaba el buen teatro y teníamos parejas a las que no y que no eran capaces de disimularlo. Cuando quisimos darnos cuenta habíamos llegado a la entrada del edificio. Era un edificio de cierta antigüedad y de baja altura, puesto que las viviendas eran todas tipo PH. Abrió la puerta de hierro y vidrio que da a la calle y me invitó a pasar. Detrás de mí ingresó ella y cerró con llave. Siempre es preferible cerrar con llave por razones de seguridad. Volvió a tomar la delantera y avanzó por un largo pasillo. Franqueamos dos puertas de dos departamentos de la planta baja y seguimos hasta el final donde había una escalera de mármol, una baranda de hierro con un pasamanos de madera lustrada. La escalera envolvía como si fuese una serpiente a una estructura de metal que parecía una caja, o más bien una jaula. Dentro de ella se movilizaba el ascensor. Macarena se dirigió sin dudarlo a la escalera. Sin siquiera mirarme me dijo que vivían en el primer piso, que sería más rápido subir por las escaleras. Todo estaba en penumbras, apenas entraba la luz de algún artefacto externo por las aberturas con vidrio esmerilado de las escaleras.
-¡Dios qué oscuro está! -No quería caerme. Caminar con los zapatos nuevos ya era complicado y subir una escalera de mármol con tacos aguja era en sí una tarea difícil.
-¿Tenés miedo que me aproveche de vos? -Dijo Macarena.
-¿Y si fuera al revés Macarena?
-No me tientes. Por favor decime Maca. No estoy acostumbrada a usar el nombre completo.
Llegamos a la puerta del departamento. Abrió con su llave, ingresó y me invitó a hacer lo mismo. Al pasar de descalzó y me dijo que si me sentía más cómoda me podía quitar los zapatos. Fue la segunda mejor noticia de la noche.
-Tengo en la heladera un imán con el teléfono de una pizzería buenísima. Les gustan las pizzas ¿no? ¡Acá está! -Dio un par de pasos hasta dar con un teléfono que colgaba de la pared y comenzó a marcar el número.
En el camino que recorrió hasta la heladera Macarena, que ya se había sacado los zapatos, dejó su cartera sobre un desayunador de madera que dividía los ambientes de la cocina y el living de la casa; pero aún tenía puesta una chaqueta azul de una tela liviana y brillosa. Le quedaba divina, pero mejor aún se veía sin ella. Tenía puesta una camisa de raso blanco, muy sencilla, que si bien caía holgadamente de sus hombros dibujaban sensualmente el contorno superior de sus pechos y permitían que se marquen en relieve sus pezones. No tenía corpiño pero aún así no podía adivinar la forma completa de sus pezones. ¿Yo me estaba fijando en las tetas de otra mujer? ¡Por Dios! Por suerte la falta tipo tubo que llegaba hasta su rodilla era del mismo todo de su chaqueta, aunque de una tela más pesada, y nada sugería. Al parecer mientras hablaba por teléfono para pedir las pizzas se olvidó que tenía compañía y comenzó a jugar con los botones de su camisa. Desprendió uno y al cabo de unos instantes desprendió un segundo botón. Su camisa había ganado ahora un interesante escote que si bien no mostraba nada, dejaba ver el contorno de sus pechos. Me quedé en silencio mirando ese escote, tratando de adivinar o quizás ver alguno de sus pechos.
-¡Listo! Ya están pedidas las pizzas.
Ella ya había colgado y ahora estaba mirándome cómo la observaba. Obviamente se había dado cuenta ya que no fui para nada disimulada. Entonces se apoyó en el desayunador y se inclinó hacia adelante, dejando aún más a la vista. Flexionó una rodilla y metió una mano apenas debajo de la falda para sacarse una media de nailon. Hizo lo mismo con la otra media, pero esta vez se inclinó más hasta que sus ojos quedaron exactamente delante de los míos. Me vi sorprendida y seguramente me sonrojé mucho. Ella simplemente sonrió y se volvió a erguir.
-Ponete cómoda. -me dijo.
-Gracias Maca. Pero salvo los zapatos que ya me quité no tengo más que el vestido y una diminuta tanga negra. -¿"Diminuta tanga"? ¿Era necesario decirle eso? ¿Qué estaba haciendo?¿En qué estaba pensando?
Macarena se paró nuevamente con total naturalidad delante de mí y se volvió a inclinar delante de mí flexionando su cadera. Me miraba desafiante. Esta vez se subió un poco la falda e introdujo un poco más su mano, la fue bajando hasta que su tanga, también diminuta, apareció a la altura de las rodillas, continuó su camino descendente hasta llegar a sus pies y quedar liberada. Me siguió mirando fijamente, tomó mi cartera que había quedado sobre el desayunador junto a la suya, la abrió y la guardó. Ahora tenía yo la ropa interior de otra mujer en mi cartera. Hermoso souvenir. Dejó mi cartera nuevamente, tomó la suya, la abrió y me la acercó. Me puse de pie. Ella me seguía mirando fijamente a los ojos mientras se erguía. Subí lentamente la falda del vestido hasta dejar ver apenas mi tanguita. introduje mis dedos índices a los lados por debajo del vestido hasta tomar el elástico de mi tanga y la deslicé lentamente hacia abajo. Supongo que en ese movimiento se pudo ver mi monte de venus completamente depilado porque de repente sus ojos bajaron hasta posarse allí mismo y la vi morderse un labio. Tomé su cartera mientras observaba su rostro al mirarme justo ahí. Introduje mi tanga en su cartera, la cerré y en ese instante ella mi miró nuevamente a los ojos. Posé mi mirada en sus labios, mis ojos regresaron a los suyos y pude ver que ella también miraba mi boca. Instintivamente reaccioné. Acerqué mis labios a los suyos y la besé. Ella me correspondió el beso y al instante pude sentir como la cálida humedad de su lengua surcaba mis labios. Abrí mi boca un poco, cerré los ojos y entregué mis labios a aquellas sensuales caricias. La punta de su lengua subía desde la comisura de mis labios por el labio superior y al llegar a la mitad con su boca lo besó. Cerré mis labios para capturar los suyos y sumergirme nuevamente en un beso. Nuestras lenguas se encontraban y danzaban rítmicamente. Mis manos la habían tomado por la cintura mientras ella con su brazo izquierdo rodeaba mi cuello y con la otra apretaba sutilmente mi pecho izquierdo. Pude sentir una leve punzada cuando pellizcó mi pezón, pero mi gemido se ahogó en su boca. Subí mis manos hasta sus hermosos pechos y los apreté fuertemente. Los fui acariciando con firmeza hasta que pude colar mi mano derecha dentro de su blusa. Su pecho turgente me apuntaba con el pezón. Mientras nos besábamos lo sostuve entre mis dedos índice y pulgar y cuando liberé mis labios bajé para besarlo. Antes de posar mi boca en su pezón escuchamos el sonido de la llave introduciéndose en la puerta e inmediatamente se abrió.
Pude ver a Mario parado en el umbral de la puerta y a Juan detrás de él. Mario sonrió mientras avanzaba y Juan me miraba sorprendido. Era mi primera vez con una mujer. Con juan jamás hablamos de la posibilidad de compartir la cama con otra persona independientemente del sexo. Creo que jamás me imaginó en una situación así. Definitivamente yo tampoco daba crédito de lo que estaba haciendo. Sólo en alguna fantasía podía imaginarme a mi misma con otra mujer, pero jamás fui de hacer realidad mis fantasías.
-Pasá Juan y cerrá la puerta. Ponete cómodo. -Dijo Mario.
Juan avanzaba a paso lento. Seguía sin entender. Yo, lejos de dar marcha atrás, besé con extrema pasión ese busto, jugué sin miedo y con total lujuria con ese botón rosado. La situación me calentaba y mucho. "Juan está observándome", "Estoy con otra mujer", "¡Estoy teniendo relaciones con otra mujer!"
Mientras tanto Mario ya se había sacado su campera y aprovechó para tomar la de Juan y colgarla del perchero. Juan estaba perplejo.
-¡Hey! Reaccioná amigo. Todavía tenés otra teta para disfrutar. -Fueron las palabras de Mario mientras lo empujaba a Juan acercándolo a Macarena.
Sin dejar de besar y chupar esa hermosa teta miré a Juan con complicidad. Juan la miró a Maca como pidiendo permiso. Ella extendió su mano derecha, acarició la mejilla de Juan mientras su mano continuaba camino a tomar su cabeza por la nuca. Le sonrió y comenzó a hacer una leve presión para llevar su cabeza a su otro pecho. Juan comenzó a besarlo también. Esa situación me calentó mucho. Ya sentía que una cálida humedad inundaba mi entrepierna. Llevé mi mano izquierda allí para acariciar mi clítoris, necesitaba hacerlo, estaba por explotar. Segundos después comencé a gemir. Los primeros gemidos, los más sutiles, los pude ahogar manteniendo mi boca en la teta de Macarena, pero poco a poco el placer se fue apoderando de mis movimientos y tuve que dejar de besas ese pecho para dejar salir mi exaltada fruición. Cerré los ojos y mientras mi mano realizaba enérgicos movimientos jugando con mi clítoris flexioné mi cuello para dejar mi nariz apuntando al cielo. Macarena, al igual que lo hizo con Juan, tomó mi cabeza por la nuca y me fue llevando con lentitud hacia arriba. Cuando nuestros rostros se encontraron me besó. Cuando reaccioné abrí los ojos y pude ver que tan enérgico beso había desencajado sus anteojos de lugar. Sus ojos, que se mantenía cerrados comenzaron a abrirse. Me miró con dulzura y bajó su boca para besar mi cuello. Con el rabillo del ojo pude ver que a su vez ella estaba conduciendo a Juan, así como lo había hecho la primera vez, hacia su cintura donde aún estaba su pollera. Juan ya tenía sus manos posadas en la cola de Macarena y apretaba con fuerza mientras bajaba besando su vientre sobre la blusa. Recordé entonces que Maca no tenía sus bragas puestas. Sonreí sabiendo que Juan se encontraría con una agradable sorpresa.
Macarena me besó nuevamente la boca y para cuando Juan llegó a la altura de su pubis giró dándonos a los dos la espalda, aunque en realidad a Juan le estaba dando el culo. Tomó mis manos y las llevó a sus pechos. Mientras los acariciaba comencé a besarle el cuello y ella aprovechó para desprenderse la blusa. De la pollera se estaba encargando Juan. Él tomó con sus manos el botón que se encontraba en la parte posterior y luego de desprenderlo comenzó a bajar lentamente el cierre. Cuando llegó al final del recorrido tomó la falda de ambos lados y comenzó a bajarla, para cuando comenzó a descubrir que no llevaba ropa interior se escuchó un suspiro y por la reacción de Maca supuse que Juan estaba ya jugando con su lengua por su cola. Dejó caer la falda a los pies de Macarena que por ahora sólo tenía puesta la blusa que colgaba exclusivamente de sus hombros. Pensé que Macarena levantaría los pies para que Juan sacara totalmente la pollera, pero no, dejó que esta se quedará a sus pies, como una silente testigo de lo que allí estaba ocurriendo, al igual que Mario. Lo había perdido de vista, pero escuché en algún momento un "pzzzzzzzz", ese sonido que emiten las latas de bebida al destaparse. Seguramente estaba observando como dos desconocidos se estaban comiendo a su mujer. Separé mis labios de ese cuello, aunque no tenía ganas de hacerlo, pero quería despojar a Macarena de su blusa, la tomé de la tela de los hombros y Macarena extendió sus brazos por detrás de sí para permitirme sacarla con facilidad. En ese momento pude ver como Juan estaba disfrutando comerse ese culito. Tomaba cada gluteo con una mano y los separaba para llegar fácilmente al asterisco. Podía adivinar su lengua jugando con ese anillo de piel sensible. sabía que Juan era muy hábil con la lengua y con sus labios. Eso se reflejaba en el rostro de Macarena. Ella había juntado sus piernas, como desafiando a Juan con cierta perversión. Juan disfrutaba también del juego. En ese momento pude ver a Mario apoyado sobre el desayunador tomando una cerveza. Simplemente sonreía. Macarena mientras tanto me miraba perdida entre sus gemidos de placer y en vos muy baja me pidió que me acercara. Lo hice y nuevamente comencé a besar su cuello. Fue entonces cuando me dijo:
-Tengo una sorpresa para tu marido.
(Continuará...)http://www.poringa.net/posts/relatos/2537418/Descubriendome-Episodio-2.html
Me llamo Carolina, tengo 36 años, pero esta historia sucedió hace unos cinco años atrás. Ha sido un punto de inflexión que ha cambiado mi vida casi por completo y desde entonces he aprendido a vivir plenamente y a disfrutar de cada momento que la vida me regala. En aquel entonces estaba en pareja y conviviendo con Juan. Él es tres años más joven que yo y para ese momento hacía un año más o menos que habíamos decidido compartir el mismo techo. Con él nos llevábamos muy bien, hablo en pasado porque nos hemos separado hace unos meses. Juan es una persona que siempre está de buen humor, súper optimista y muy sociable. Es de esas personas que les encanta hacer amistades nuevas, y cuando las hace comparte todo, abre las puertas de su casa y hace sentir a sus amigos y amigas como si fuera la suya. Esas cualidades, entre otras, fueron las que me sedujeron. Juan era el hombre ideal. Más allá del aspecto físico, que la verdad nunca ha sido algo que me haya movido la aguja, Juan es el tipo de persona que seduce con sólo mirarte o con un simple gesto, incluso sin necesidad de decir una palabra él tiene el encanto ineludible de un seductor nato. Muchas cosas han sucedido durante nuestra relación que la fueron desgastando y que nos llevó a tomar la decisión de separarnos, pero Yo todavía lo pienso, yo todavía lo quiero y quien sabe si algún día...
Recuerdo que todo comenzó un jueves.
Ese fue un jueves igual a los demás. Ese jueves habíamos decidido ir al teatro. Ya el martes lo invité y me dijo que sí inmediatamente sin importar qué fuésemos a ver. Él nunca ha sido un amante del teatro y no quería hacerlo sufrir, así que busqué algo que no le resultara un plomazo. Busqué una obra con buenos actores y algo de humor. Sabía que algo así le gustaría y que a mi me iba a sumar puntos para una próxima ida al teatro. La función comenzaba temprano, a las 20, por lo que yo estaba esperándolo impaciente porque no quería llegar tarde. Ya eran las 18:30 y Juan no daba señales de vida. Lo había llamado ya dos veces al celular, pero no me había contestado. Yo ya estaba vestida. Había elegido un vestido negro con detalles de piedras negras brillantes que lo hacían muy elegante. Era bien entallado y marcaba mi figura. Tenía en ese entonces una contextura física normal, quizás un par de kilitos de menos que según Juan no me quedaban muy bien. Yo sabía que no era cierto, a él siempre le gustaron las rellenitas. El vestido era tan ajustado que no quedaba bien usar sostén y sólo me puse una diminuta tanga negra como ropa interior. Le sumé un par de accesorios, unos pendientes y una cadenita, la cartera negra y unos zapatos que eran un sueño. No me resistí a usar esos zapatos a pesar de estar estrenándolos esa misma noche. Sabía que me harían ver las estrellas, pero de verdad es que estaba entusiasmada con la salida y no quise dejar pasar la oportunidad de estrenarlos a pesar de la incomodidad. Estaba bastante impaciente y mi humor estaba cambiando. Ya me había descalzado y caminaba por el living de la casa de aquí para allá cuando escuché mi celular que anunciaba un mensaje de texto entrante.
"Estoy algo demorado. No te enojes".
¿Qué no me enoje? Poco iba a lograr eso con ese mensajito. Ya eran las 18:45. Él todavía tenía que llegar a cambiarse. Ir en auto implicaba además un viaje de 30 o 35 minutos calculando el tráfico, sin contar el tiempo para estacionar. ¡Mierda! ¡No vamos a llegar! pensé. En ese momento escucho la llave en la puerta. Era él. Le puse mi mejor cara de orto. Pasó rápido al dormitorio y desde allá gritó:
-¡Perdón! - Yo lo quería matar. -Cuando venía para acá pedí un taxi. Si tocan el portero decile que ya bajamos.
Sumó un par de puntos con esa actitud. En taxi era probable que llegáramos. Sumó un par de puntos, pero ya había restado muchos puntos y eso no alcanzaba para compensar mi bronca. Llegó el taxi, bajamos y él le pidió al taxista que fuera lo más rápido posible a la calle Corrientes. La calle Corrientes es muy conocida por concentrar la mayor parte de la oferta teatral de Buenos Aires. Llegamos con lo justo, entramos segundos antes de que cerraran las puertas al público. Ya ubicados en nuestros asientos estaba un poco más calmada.
-¿Tenés un chicle? -me pregunta él mientras se sacaba la campera.
-Sí, dale. Estaba pensando en eso. ¡Qué conexión! ¿Tenés de menta?
-No te pregunté si querés. Te pregunté si tenés un chicle. En el apuro ni compré y ahora que ya cerraron puertas no voy a poder salir hasta el intermedio.
-¿Vos me estás cargando? Encima que tengo que salir corriendo porque el señor llega tarde tengo que ser tu kiosco ambulante. -Le reclamé en vos baja.
-¡¡¡Huuu Caro!!! No me vengas con boludeces. No sé por qué te calentás tanto. Si llegamos bien y acá estamos, sentados y listos para ver la obra de mierda esta.
-¡¿Obra de mierda?! ¿Para que carajo aceptaste venir enseguida si te jode tanto? Si para vos es un sacrificio vengo sola o con una amiga. No sé para que pierdo tiempo con vos.
La situación se estaba volviendo tensa cuanto las luces comenzaron a bajar su intensidad. Estaba por comenzar la obra. Esperamos unos minutos y comenzamos a notar que sutilmente las luces comenzaban a ganar intensidad. Al cabo de unos minutos se ilumina casi por completo la sala y tras bambalinas aparece uno de los protagonistas de la obra, no era el actor principal, pero igualmente era un actor conocido.
-Estimados amigos. Lamento tener que informarles que la función de esta noche será cancelada. Nuestro querido amigo Antonio (Antonio era el actor principal) tuvo una descompensación y no podrá subir a la tablas esta noche. por favor sepan entendernos. Les reiteramos nuestras disculpas y por favor pasen por la boletería que se les sellarán las entradas para que las puedan volver a usar en otro momento. Quienes así lo prefieran se les reembolsará el dinero de las entradas. Buenas Noches. Muchas Gracias.
La noche iba de mal en peor. Primero el casi plantón de Juan, luego las corridas, después la actitud de él al pedirme chicles (sí, sé que lo exageré, pero en ese momento el horno no estaba para bollos y él con estas cosas) y ahora esto. ¡Qué jueves de mierda! pensé. Nos dirigimos a la ventanilla para reclamar el dinero. Juan me insistía en que la hagamos sellar para usar otro día, pero estaba demasiado enojada por todo lo que venía pasando que no tenía intenciones de volver a intentar ver esta obra. Para colmo de males delante nuestro habían como 20 personas. mientras esperábamos nuestro turno escucho una discusión detrás nuestro.
-Tanto joder con que venga al teatro y al final la obra se suspende. -Reclamaba un hombre de barba justo detrás de mí.
-Me vas a echar la culpa a mí también de esto Mario. ¡Es el colmo! ¡Basta! Ya no quiero seguir discutiendo con vos. -le respondió bastante molesta una mujer joven, diría que de mi misma edad.
Ella era delgada, un poco más alta que yo, con un cabello muy lacio, negro y brilloso. Lo que más me llamó la atención de ella era su voz raspera y un flequillo recto recortado justo por encima de las cejas que asomaba por encima del marco de sus grandes lentes. A juzgar por el armazón plástico de color violeta dudé mucho que esas gafas tuviesen aumento. Creo que eran más bien estéticas. Si era ese el fin lo cumplía muy bien.
-No te preocupes querida. La próxima venimos juntas y nos deshacemos de estos pajeros. -dije, metiéndome a la fuerza en la conversación.
Los dos pajeros estaban sorprendidos. Juan ni se lo esperaba y Mario no entendía si le estaba hablando a su novia.
-¡Gracias! -Me miró con dulzura y agregó. -¿A vos también te pasa lo mismo?
Su mirada provocó en mi una reacción que me llamó la atención. El nivel de empatía era muy alto. Nuestras miradas decían algo más allá de las palabras. Nos entendíamos y compartíamos la misma sensación intuía.
-Es la última vez que vengo al teatro o que voy a algún lugar que a él no le gusta. Siempre me tengo que bancar sus caras de orto y sus planteos pelotudos. Encima hoy se suspende la función. ¡Too much! -le respondí.
-Y ya que lo sabés, por qué no hacemos algo divertido que nos guste a los cuatro. -Dijo Juan. Cómo queriendo compensar las cosas a pesar de su carencia de tacto para expresar las ideas que pasaban por su cabeza.
-Me parece una buena idea. -Respondí. -Ya que nuestros planes se evaporaron y ahora tenemos tiempo disponible ¿qué les parece si vamos a cenar? ¿Se copan? -pregunté mirando a la pareja detrás nuestro.
-¡Dale! ¡Genial!. Me llamo Macarena. El pajero es...
-Mario. -Respondió él, anticipándose. -Me hago cargo. Hoy tengo el título nobiliario de "Pajero".
-El título se lo ganó hace tiempo. -me dijo Macarena al oido.
-Conozco un restaurant interesante acá cerca. Se llama...
-De ninguna manera. Vamos a casa. Pedimos unas pizzas con delivery y listo. Vivimos acá cerca, a menos de dos cuadras. -Macarena casi no había terminado de mencionar que vivían cerca que ya me había tomado de la mano suavemente y me conducía por la vereda. -Ustedes quédense haciendo la cola, nosotros vamos a preparar todo.
Dejamos a los hombres haciendo la cola y caminamos sin apuro. Era mejor caminar así porque los zapatos nuevos me estaban liquidando. No me había dado cuenta antes porque mi calentura hacía que la molestia en mis pies sea el menor de mis disgustos.
-¡Gracias!... je, no sé tu nombre. Mamá siempre me decía que no converse con desconocidos, así que no va decir una palabra más hasta no saber cómo te llamás.
-Soy Caro. Muy sabia tu mamá.
-Vieja decrépita. Menos mal que falleció hace mucho. Gracias Caro. Estaba con ganas de matar a alguien y ese alguien hubiese sido Mario si no aparecías vos.
-¡Espero que ahora no me quieras matar a mí!
-¡No! No al menos de la misma manera...
Se generó un silencio y luego ambas reímos. Charlamos un poco sobre la suspensión de la obra y sobre nuestros gustos sobre teatro. Coincidíamos en gustos y en ciertas circunstancias. Nos gustaba el buen teatro y teníamos parejas a las que no y que no eran capaces de disimularlo. Cuando quisimos darnos cuenta habíamos llegado a la entrada del edificio. Era un edificio de cierta antigüedad y de baja altura, puesto que las viviendas eran todas tipo PH. Abrió la puerta de hierro y vidrio que da a la calle y me invitó a pasar. Detrás de mí ingresó ella y cerró con llave. Siempre es preferible cerrar con llave por razones de seguridad. Volvió a tomar la delantera y avanzó por un largo pasillo. Franqueamos dos puertas de dos departamentos de la planta baja y seguimos hasta el final donde había una escalera de mármol, una baranda de hierro con un pasamanos de madera lustrada. La escalera envolvía como si fuese una serpiente a una estructura de metal que parecía una caja, o más bien una jaula. Dentro de ella se movilizaba el ascensor. Macarena se dirigió sin dudarlo a la escalera. Sin siquiera mirarme me dijo que vivían en el primer piso, que sería más rápido subir por las escaleras. Todo estaba en penumbras, apenas entraba la luz de algún artefacto externo por las aberturas con vidrio esmerilado de las escaleras.
-¡Dios qué oscuro está! -No quería caerme. Caminar con los zapatos nuevos ya era complicado y subir una escalera de mármol con tacos aguja era en sí una tarea difícil.
-¿Tenés miedo que me aproveche de vos? -Dijo Macarena.
-¿Y si fuera al revés Macarena?
-No me tientes. Por favor decime Maca. No estoy acostumbrada a usar el nombre completo.
Llegamos a la puerta del departamento. Abrió con su llave, ingresó y me invitó a hacer lo mismo. Al pasar de descalzó y me dijo que si me sentía más cómoda me podía quitar los zapatos. Fue la segunda mejor noticia de la noche.
-Tengo en la heladera un imán con el teléfono de una pizzería buenísima. Les gustan las pizzas ¿no? ¡Acá está! -Dio un par de pasos hasta dar con un teléfono que colgaba de la pared y comenzó a marcar el número.
En el camino que recorrió hasta la heladera Macarena, que ya se había sacado los zapatos, dejó su cartera sobre un desayunador de madera que dividía los ambientes de la cocina y el living de la casa; pero aún tenía puesta una chaqueta azul de una tela liviana y brillosa. Le quedaba divina, pero mejor aún se veía sin ella. Tenía puesta una camisa de raso blanco, muy sencilla, que si bien caía holgadamente de sus hombros dibujaban sensualmente el contorno superior de sus pechos y permitían que se marquen en relieve sus pezones. No tenía corpiño pero aún así no podía adivinar la forma completa de sus pezones. ¿Yo me estaba fijando en las tetas de otra mujer? ¡Por Dios! Por suerte la falta tipo tubo que llegaba hasta su rodilla era del mismo todo de su chaqueta, aunque de una tela más pesada, y nada sugería. Al parecer mientras hablaba por teléfono para pedir las pizzas se olvidó que tenía compañía y comenzó a jugar con los botones de su camisa. Desprendió uno y al cabo de unos instantes desprendió un segundo botón. Su camisa había ganado ahora un interesante escote que si bien no mostraba nada, dejaba ver el contorno de sus pechos. Me quedé en silencio mirando ese escote, tratando de adivinar o quizás ver alguno de sus pechos.
-¡Listo! Ya están pedidas las pizzas.
Ella ya había colgado y ahora estaba mirándome cómo la observaba. Obviamente se había dado cuenta ya que no fui para nada disimulada. Entonces se apoyó en el desayunador y se inclinó hacia adelante, dejando aún más a la vista. Flexionó una rodilla y metió una mano apenas debajo de la falda para sacarse una media de nailon. Hizo lo mismo con la otra media, pero esta vez se inclinó más hasta que sus ojos quedaron exactamente delante de los míos. Me vi sorprendida y seguramente me sonrojé mucho. Ella simplemente sonrió y se volvió a erguir.
-Ponete cómoda. -me dijo.
-Gracias Maca. Pero salvo los zapatos que ya me quité no tengo más que el vestido y una diminuta tanga negra. -¿"Diminuta tanga"? ¿Era necesario decirle eso? ¿Qué estaba haciendo?¿En qué estaba pensando?
Macarena se paró nuevamente con total naturalidad delante de mí y se volvió a inclinar delante de mí flexionando su cadera. Me miraba desafiante. Esta vez se subió un poco la falda e introdujo un poco más su mano, la fue bajando hasta que su tanga, también diminuta, apareció a la altura de las rodillas, continuó su camino descendente hasta llegar a sus pies y quedar liberada. Me siguió mirando fijamente, tomó mi cartera que había quedado sobre el desayunador junto a la suya, la abrió y la guardó. Ahora tenía yo la ropa interior de otra mujer en mi cartera. Hermoso souvenir. Dejó mi cartera nuevamente, tomó la suya, la abrió y me la acercó. Me puse de pie. Ella me seguía mirando fijamente a los ojos mientras se erguía. Subí lentamente la falda del vestido hasta dejar ver apenas mi tanguita. introduje mis dedos índices a los lados por debajo del vestido hasta tomar el elástico de mi tanga y la deslicé lentamente hacia abajo. Supongo que en ese movimiento se pudo ver mi monte de venus completamente depilado porque de repente sus ojos bajaron hasta posarse allí mismo y la vi morderse un labio. Tomé su cartera mientras observaba su rostro al mirarme justo ahí. Introduje mi tanga en su cartera, la cerré y en ese instante ella mi miró nuevamente a los ojos. Posé mi mirada en sus labios, mis ojos regresaron a los suyos y pude ver que ella también miraba mi boca. Instintivamente reaccioné. Acerqué mis labios a los suyos y la besé. Ella me correspondió el beso y al instante pude sentir como la cálida humedad de su lengua surcaba mis labios. Abrí mi boca un poco, cerré los ojos y entregué mis labios a aquellas sensuales caricias. La punta de su lengua subía desde la comisura de mis labios por el labio superior y al llegar a la mitad con su boca lo besó. Cerré mis labios para capturar los suyos y sumergirme nuevamente en un beso. Nuestras lenguas se encontraban y danzaban rítmicamente. Mis manos la habían tomado por la cintura mientras ella con su brazo izquierdo rodeaba mi cuello y con la otra apretaba sutilmente mi pecho izquierdo. Pude sentir una leve punzada cuando pellizcó mi pezón, pero mi gemido se ahogó en su boca. Subí mis manos hasta sus hermosos pechos y los apreté fuertemente. Los fui acariciando con firmeza hasta que pude colar mi mano derecha dentro de su blusa. Su pecho turgente me apuntaba con el pezón. Mientras nos besábamos lo sostuve entre mis dedos índice y pulgar y cuando liberé mis labios bajé para besarlo. Antes de posar mi boca en su pezón escuchamos el sonido de la llave introduciéndose en la puerta e inmediatamente se abrió.
Pude ver a Mario parado en el umbral de la puerta y a Juan detrás de él. Mario sonrió mientras avanzaba y Juan me miraba sorprendido. Era mi primera vez con una mujer. Con juan jamás hablamos de la posibilidad de compartir la cama con otra persona independientemente del sexo. Creo que jamás me imaginó en una situación así. Definitivamente yo tampoco daba crédito de lo que estaba haciendo. Sólo en alguna fantasía podía imaginarme a mi misma con otra mujer, pero jamás fui de hacer realidad mis fantasías.
-Pasá Juan y cerrá la puerta. Ponete cómodo. -Dijo Mario.
Juan avanzaba a paso lento. Seguía sin entender. Yo, lejos de dar marcha atrás, besé con extrema pasión ese busto, jugué sin miedo y con total lujuria con ese botón rosado. La situación me calentaba y mucho. "Juan está observándome", "Estoy con otra mujer", "¡Estoy teniendo relaciones con otra mujer!"
Mientras tanto Mario ya se había sacado su campera y aprovechó para tomar la de Juan y colgarla del perchero. Juan estaba perplejo.
-¡Hey! Reaccioná amigo. Todavía tenés otra teta para disfrutar. -Fueron las palabras de Mario mientras lo empujaba a Juan acercándolo a Macarena.
Sin dejar de besar y chupar esa hermosa teta miré a Juan con complicidad. Juan la miró a Maca como pidiendo permiso. Ella extendió su mano derecha, acarició la mejilla de Juan mientras su mano continuaba camino a tomar su cabeza por la nuca. Le sonrió y comenzó a hacer una leve presión para llevar su cabeza a su otro pecho. Juan comenzó a besarlo también. Esa situación me calentó mucho. Ya sentía que una cálida humedad inundaba mi entrepierna. Llevé mi mano izquierda allí para acariciar mi clítoris, necesitaba hacerlo, estaba por explotar. Segundos después comencé a gemir. Los primeros gemidos, los más sutiles, los pude ahogar manteniendo mi boca en la teta de Macarena, pero poco a poco el placer se fue apoderando de mis movimientos y tuve que dejar de besas ese pecho para dejar salir mi exaltada fruición. Cerré los ojos y mientras mi mano realizaba enérgicos movimientos jugando con mi clítoris flexioné mi cuello para dejar mi nariz apuntando al cielo. Macarena, al igual que lo hizo con Juan, tomó mi cabeza por la nuca y me fue llevando con lentitud hacia arriba. Cuando nuestros rostros se encontraron me besó. Cuando reaccioné abrí los ojos y pude ver que tan enérgico beso había desencajado sus anteojos de lugar. Sus ojos, que se mantenía cerrados comenzaron a abrirse. Me miró con dulzura y bajó su boca para besar mi cuello. Con el rabillo del ojo pude ver que a su vez ella estaba conduciendo a Juan, así como lo había hecho la primera vez, hacia su cintura donde aún estaba su pollera. Juan ya tenía sus manos posadas en la cola de Macarena y apretaba con fuerza mientras bajaba besando su vientre sobre la blusa. Recordé entonces que Maca no tenía sus bragas puestas. Sonreí sabiendo que Juan se encontraría con una agradable sorpresa.
Macarena me besó nuevamente la boca y para cuando Juan llegó a la altura de su pubis giró dándonos a los dos la espalda, aunque en realidad a Juan le estaba dando el culo. Tomó mis manos y las llevó a sus pechos. Mientras los acariciaba comencé a besarle el cuello y ella aprovechó para desprenderse la blusa. De la pollera se estaba encargando Juan. Él tomó con sus manos el botón que se encontraba en la parte posterior y luego de desprenderlo comenzó a bajar lentamente el cierre. Cuando llegó al final del recorrido tomó la falda de ambos lados y comenzó a bajarla, para cuando comenzó a descubrir que no llevaba ropa interior se escuchó un suspiro y por la reacción de Maca supuse que Juan estaba ya jugando con su lengua por su cola. Dejó caer la falda a los pies de Macarena que por ahora sólo tenía puesta la blusa que colgaba exclusivamente de sus hombros. Pensé que Macarena levantaría los pies para que Juan sacara totalmente la pollera, pero no, dejó que esta se quedará a sus pies, como una silente testigo de lo que allí estaba ocurriendo, al igual que Mario. Lo había perdido de vista, pero escuché en algún momento un "pzzzzzzzz", ese sonido que emiten las latas de bebida al destaparse. Seguramente estaba observando como dos desconocidos se estaban comiendo a su mujer. Separé mis labios de ese cuello, aunque no tenía ganas de hacerlo, pero quería despojar a Macarena de su blusa, la tomé de la tela de los hombros y Macarena extendió sus brazos por detrás de sí para permitirme sacarla con facilidad. En ese momento pude ver como Juan estaba disfrutando comerse ese culito. Tomaba cada gluteo con una mano y los separaba para llegar fácilmente al asterisco. Podía adivinar su lengua jugando con ese anillo de piel sensible. sabía que Juan era muy hábil con la lengua y con sus labios. Eso se reflejaba en el rostro de Macarena. Ella había juntado sus piernas, como desafiando a Juan con cierta perversión. Juan disfrutaba también del juego. En ese momento pude ver a Mario apoyado sobre el desayunador tomando una cerveza. Simplemente sonreía. Macarena mientras tanto me miraba perdida entre sus gemidos de placer y en vos muy baja me pidió que me acercara. Lo hice y nuevamente comencé a besar su cuello. Fue entonces cuando me dijo:
-Tengo una sorpresa para tu marido.
(Continuará...)http://www.poringa.net/posts/relatos/2537418/Descubriendome-Episodio-2.html
8 comentarios - Descubriéndome (Episodio 1)
besos