Mi relación con Roxana duró lo que tenía que durar. Una vez me había pedido algo así como una favor; un favor enorme. Si bien siempre había sido cuidadoso con el bello íntimo ella quería ver como sería totalmente lampiño.
-Conozco un lugar tranquilo donde podés hacerlo.- Me explicó y sin muchas preguntas allí fuimos.
Se trataba de una depiladora qua atendía en su depto. El mismo quedaba en Pueyrredón y San Luis. Roxy tocó el timbre y se anunció «ya bajo» se escuchó por la bocina. Menuda sorpresa, la depiladora se presentó como Penélope. Rubia, exhuberante y pícara (una bestia erótica). Al principio me dejé invadir por la duda pero una vez que nos abrió la puerta y nos dijo «pasen» ya no quedaba ninguna: era una chica trav. Muy linda por cierto. Joven, piel delicada, fuerte y con una mirada que te comía vivo. Subimos por el ascensor; Roxana y Penélope se conocían desde hacía bastante aunque no entraron en detalle. Me di cuenta que, en código, hablaron de mi y lo que me gustaba.
Dentro del depto nos ofreció algo de beber. Un depto agradable con fotos de cantantes de rock como el de 30 seconds to Mars y ese estilo. Había unas fotos de vacaciones, con Penélope en bikini en una playa paradisíaca. Tenía un silló exclusivo donde dormía un perro cuya raza desconocía totalmente. El perro era enorme.
-¿Qué es lo que quieren hacer? ¿Genitales? ¿Tira de cola? ¿Todo?- Preguntó
-MMM... ¿Puede ser todo?- Preguntó Roxy.
-Esperen, no sé si quiero sacarme todo.- Interrumpí.
-Es pelo bebé.- Me dijo Pen. -Vuelve a crecer.
Cerca de veinte minutos después me encontraba desnudo de la cintura para abajo recostado en una camilla. Describir lo que sucedió luego es innecesario e irrelevante.
En definitiva; no pasó más que eso. Al retirarnos, Penélope me saludó afectuosamente y me dejó un subtepass doblado al medio sin que Roxy se diera cuenta. Tuve la hipótesis que se trataba de su número telefónico, y no me equivocaba.
Días después tuve una pequeña discusión con Roxy. Sin ningún tipo de compromiso tomé coraje y la llamé con la excusa de que quería consultarle por un nuevo servicio de depilación. Acordamos vernos en su depto. Cuando llegué había una nota en el portero eléctrico que decía «esperame que ya vuelvo» supuse que era de ella y así fue. Minutos después la vi acercándose con su perro con ese andar tan sexy. Subimos, me preguntó como me senti sin bello y hablamos de otras cosas. Le pedí un beso y nos besamos con pasión; y después sin más, me propuso coger con la condición de que, por más que me haya distanciado de Roxana, y pase lo que pase, no quería que se entere porque eran muy amigas.
Fuimos a la habitación, en el trámite, Pen encerró al perro en el lavadero «si no lo encierro se pone como loco cuando me ve coger y se quiere meter» me aclaró. La desnudé a medias mientras la besaba. Ella se inclinó ante mi y se dispuso a probar mi verga.
-Buena pija.- Dijo antes de comérsela.
La levanté y le desabroché sus jeans. Ella se descalzó sin agacharse, lo hizo con sus propios pies. Bajé sus pantalones hasta sus rodillas. Su cuerpo era mejor mejor de lo que había imaginado. Besé su pechos que eran enormes y duros, buen parados, nunca había visto unos así. La tomé del cuello y la dirigí hacia mi verga que estaba dura y venosa para que vuelva a saborearla. Se la refregué por la cara y luego, tomándola de la base, se la metí hasta en fondo hasta que mis huevos golpearon contra su mentón. Penélope tenía el don de no atragantarse, se la comía como si nada; y por eso, la tomé con ambas manos de su nuca y presioné hasta dejarla sin aire. Sus manos exploraban mis glúteos y uno de sus dedos, tal vez el mayor, descubrió donde estaba mi ano. Era una senzación fasciante.
-Como me calentas puta.- Le dije en medio de la habitación.
La solté, la puse de pie. Sus caderas eran generosas y su verga se había escapado de su bombacha. Tenía una pija de buen tamaño, arqueada como un gancho levemente hacia arriba. Su glande rosado asomaba por debajo de la piel. Deslicé mis dedos por debajo de las tiras de su tanga y se la bajé hasta donde pude sin agacharme. Costó un poco al pricipio gracias a que el tamaño de su bombacha era inversamente proporcional al de sus caderas y a que su importante verga gancho impedía que yo pueda desnudarla comletamente. Penélope tomó mi mano y se la llevó hacia su sexo. Hizo que la masturbe un poco. Metí mi lengua dentro de su boca. Esa bombacha no bajaba, no tenía más remedio que dedicarme de lleno a sacársela. Mientras lo hacía caí en sus garras. Con delicadeza, Pen me la metió de lleno en la boca.
-Que placer.- La escuché decir.
Era una verga agradable, limpia y de buen sabor. Disfruté cada segundo de esa verga en mi boca. Penélope también lo hizo.
Cuando pensé que ya no iba a zafar de adoptar el papel de pasivo me ayudó a incorporarme. Nos besamos dulcemente y luego la arrojé delicadamente boca abajo en la cama. Parecía una pera. Abrí sus nalgas y deslicé mi lengua por su maravilloso ano. Escupí en el centro. Volví a comérmelo. Besé su huevos y dejé que mi lengua juegue con la punta de su pija. Volví a ese hermoso ano rosado.
-Cogeme bebé que en cualquier momento llega mi novio.- Dijo extasiada.
Obviamente, no sabía que tenía novio. Me dio un poco de miedo, pero estaba tan caliente que no me importó. Con la mano izquierda abrí su glúteo, y con la derecha agarré mi verga y se la clavé de una hasta el fondo.
-¡Despacio!- Gritó Pen.
Pero ya era tarde, mis manos rodeaban su cintura y mi cuerpo entero bombeaba ese increíble culo redondo. Penélope gritaba como una yegua en celo. Antes de que me haga acabar se la saqué con delicadeza y cuidado. La giré boca arriba y, con sus piernas al hombro, volví a metérsela de una. Verla era un espectáculo increíble. Comezó a masturbarse con frenesí. Yo trataba de disfrutar el momento el mayor tiempo posible.
Penélope me tomó de la cabeza y, después de acomodar su piernas alrededor de mi cintura, me guió hacia su pija dura para que me la coma. Ahi estaba yo, cogiéndomela mientras le hacía un terrible pete. A lo lejos, podía escuchar al perro aullando y rascando la puerta para sumarse a nosotros. El perro, Penélope y yo aullabamos de placer colectivo, (luego agradecí a Dios que lo haya encerrado para que no se nos sume).
-Asi, asi... Como te la comés bebé. Asi, comete mi pija.- Me decía Penélope.
Yo no podía contestarle nada, teníe la boca ocupada, muy ocupada.
Ya no aguantaba más, estaba a punto de estallar en leche así que me incorporé para poder darle con mas comodidad, y si algo podía mejorar el momento fue verla acabarse sobre las tetas mientras yo lanzaba mis chorros de leche dentro de ese hermoso culo.
El cuarto olí a sexo. Me recosté a su lado.
-¿Te gusta todo?- Me preguntó.
-Podría decir que si.
-Tengo una amiga que le encantaría conocerte. Podemos hacerte la fiestita.
Me la describió con detalle. Se trataba de una morocha de nombre Mariana, onda medio dark, versátil, andaba en skate y con cierta debilidad con los "chicos como yo". Según las palabras de Pen era muy buena onda y de buena dotación.
-Podemos darte de comer pija entre las dos y después hacemos un "sanguchito"; vos me cogés a mi y ella te coge a vos. Cambiamos. Y después te cogemos entre las dos. ¿Alguna vez tuviste dos pijas a la vez?
-Nunca.
-Te va a encantar, podemos encerrarnos todo un fin de semana y lo terminamos con una doble penetración. Yo me acuesto, vos te sentas encima mio de frente y te la meto, después te recostas sobre mi y mi amiga te la pone de a poco. Quedas en el medio. Dos vergas dentro tuyo. Vas a gozar como loco.
Siguió contándome cosas que me quería hacer junto a su amiga, me calentó tanto que tuve que echarle otro polvo antes de irme.
Y para los que se preguntan que paso después; volví a verla semanas más tarde. Cogimos como locos, me contó que se iba un tiempo a Rosario porque tenía un asunto de familia que resolver. Hablamos por telefono un par de veces, volvió temporalmente a Buenos Aires y aprovechamos para vernos. Seguimos hablando por teléfono hasta que un día un contestador me aviso que el número solicitado no correspondía a un abonado en servicio. Me quedé sin depiladora, sin trans con quien coger y sin fiestita. Si sabía la hubiese visitado todos los días antes de que se vaya.
-Conozco un lugar tranquilo donde podés hacerlo.- Me explicó y sin muchas preguntas allí fuimos.
Se trataba de una depiladora qua atendía en su depto. El mismo quedaba en Pueyrredón y San Luis. Roxy tocó el timbre y se anunció «ya bajo» se escuchó por la bocina. Menuda sorpresa, la depiladora se presentó como Penélope. Rubia, exhuberante y pícara (una bestia erótica). Al principio me dejé invadir por la duda pero una vez que nos abrió la puerta y nos dijo «pasen» ya no quedaba ninguna: era una chica trav. Muy linda por cierto. Joven, piel delicada, fuerte y con una mirada que te comía vivo. Subimos por el ascensor; Roxana y Penélope se conocían desde hacía bastante aunque no entraron en detalle. Me di cuenta que, en código, hablaron de mi y lo que me gustaba.
Dentro del depto nos ofreció algo de beber. Un depto agradable con fotos de cantantes de rock como el de 30 seconds to Mars y ese estilo. Había unas fotos de vacaciones, con Penélope en bikini en una playa paradisíaca. Tenía un silló exclusivo donde dormía un perro cuya raza desconocía totalmente. El perro era enorme.
-¿Qué es lo que quieren hacer? ¿Genitales? ¿Tira de cola? ¿Todo?- Preguntó
-MMM... ¿Puede ser todo?- Preguntó Roxy.
-Esperen, no sé si quiero sacarme todo.- Interrumpí.
-Es pelo bebé.- Me dijo Pen. -Vuelve a crecer.
Cerca de veinte minutos después me encontraba desnudo de la cintura para abajo recostado en una camilla. Describir lo que sucedió luego es innecesario e irrelevante.
En definitiva; no pasó más que eso. Al retirarnos, Penélope me saludó afectuosamente y me dejó un subtepass doblado al medio sin que Roxy se diera cuenta. Tuve la hipótesis que se trataba de su número telefónico, y no me equivocaba.
Días después tuve una pequeña discusión con Roxy. Sin ningún tipo de compromiso tomé coraje y la llamé con la excusa de que quería consultarle por un nuevo servicio de depilación. Acordamos vernos en su depto. Cuando llegué había una nota en el portero eléctrico que decía «esperame que ya vuelvo» supuse que era de ella y así fue. Minutos después la vi acercándose con su perro con ese andar tan sexy. Subimos, me preguntó como me senti sin bello y hablamos de otras cosas. Le pedí un beso y nos besamos con pasión; y después sin más, me propuso coger con la condición de que, por más que me haya distanciado de Roxana, y pase lo que pase, no quería que se entere porque eran muy amigas.
Fuimos a la habitación, en el trámite, Pen encerró al perro en el lavadero «si no lo encierro se pone como loco cuando me ve coger y se quiere meter» me aclaró. La desnudé a medias mientras la besaba. Ella se inclinó ante mi y se dispuso a probar mi verga.
-Buena pija.- Dijo antes de comérsela.
La levanté y le desabroché sus jeans. Ella se descalzó sin agacharse, lo hizo con sus propios pies. Bajé sus pantalones hasta sus rodillas. Su cuerpo era mejor mejor de lo que había imaginado. Besé su pechos que eran enormes y duros, buen parados, nunca había visto unos así. La tomé del cuello y la dirigí hacia mi verga que estaba dura y venosa para que vuelva a saborearla. Se la refregué por la cara y luego, tomándola de la base, se la metí hasta en fondo hasta que mis huevos golpearon contra su mentón. Penélope tenía el don de no atragantarse, se la comía como si nada; y por eso, la tomé con ambas manos de su nuca y presioné hasta dejarla sin aire. Sus manos exploraban mis glúteos y uno de sus dedos, tal vez el mayor, descubrió donde estaba mi ano. Era una senzación fasciante.
-Como me calentas puta.- Le dije en medio de la habitación.
La solté, la puse de pie. Sus caderas eran generosas y su verga se había escapado de su bombacha. Tenía una pija de buen tamaño, arqueada como un gancho levemente hacia arriba. Su glande rosado asomaba por debajo de la piel. Deslicé mis dedos por debajo de las tiras de su tanga y se la bajé hasta donde pude sin agacharme. Costó un poco al pricipio gracias a que el tamaño de su bombacha era inversamente proporcional al de sus caderas y a que su importante verga gancho impedía que yo pueda desnudarla comletamente. Penélope tomó mi mano y se la llevó hacia su sexo. Hizo que la masturbe un poco. Metí mi lengua dentro de su boca. Esa bombacha no bajaba, no tenía más remedio que dedicarme de lleno a sacársela. Mientras lo hacía caí en sus garras. Con delicadeza, Pen me la metió de lleno en la boca.
-Que placer.- La escuché decir.
Era una verga agradable, limpia y de buen sabor. Disfruté cada segundo de esa verga en mi boca. Penélope también lo hizo.
Cuando pensé que ya no iba a zafar de adoptar el papel de pasivo me ayudó a incorporarme. Nos besamos dulcemente y luego la arrojé delicadamente boca abajo en la cama. Parecía una pera. Abrí sus nalgas y deslicé mi lengua por su maravilloso ano. Escupí en el centro. Volví a comérmelo. Besé su huevos y dejé que mi lengua juegue con la punta de su pija. Volví a ese hermoso ano rosado.
-Cogeme bebé que en cualquier momento llega mi novio.- Dijo extasiada.
Obviamente, no sabía que tenía novio. Me dio un poco de miedo, pero estaba tan caliente que no me importó. Con la mano izquierda abrí su glúteo, y con la derecha agarré mi verga y se la clavé de una hasta el fondo.
-¡Despacio!- Gritó Pen.
Pero ya era tarde, mis manos rodeaban su cintura y mi cuerpo entero bombeaba ese increíble culo redondo. Penélope gritaba como una yegua en celo. Antes de que me haga acabar se la saqué con delicadeza y cuidado. La giré boca arriba y, con sus piernas al hombro, volví a metérsela de una. Verla era un espectáculo increíble. Comezó a masturbarse con frenesí. Yo trataba de disfrutar el momento el mayor tiempo posible.
Penélope me tomó de la cabeza y, después de acomodar su piernas alrededor de mi cintura, me guió hacia su pija dura para que me la coma. Ahi estaba yo, cogiéndomela mientras le hacía un terrible pete. A lo lejos, podía escuchar al perro aullando y rascando la puerta para sumarse a nosotros. El perro, Penélope y yo aullabamos de placer colectivo, (luego agradecí a Dios que lo haya encerrado para que no se nos sume).
-Asi, asi... Como te la comés bebé. Asi, comete mi pija.- Me decía Penélope.
Yo no podía contestarle nada, teníe la boca ocupada, muy ocupada.
Ya no aguantaba más, estaba a punto de estallar en leche así que me incorporé para poder darle con mas comodidad, y si algo podía mejorar el momento fue verla acabarse sobre las tetas mientras yo lanzaba mis chorros de leche dentro de ese hermoso culo.
El cuarto olí a sexo. Me recosté a su lado.
-¿Te gusta todo?- Me preguntó.
-Podría decir que si.
-Tengo una amiga que le encantaría conocerte. Podemos hacerte la fiestita.
Me la describió con detalle. Se trataba de una morocha de nombre Mariana, onda medio dark, versátil, andaba en skate y con cierta debilidad con los "chicos como yo". Según las palabras de Pen era muy buena onda y de buena dotación.
-Podemos darte de comer pija entre las dos y después hacemos un "sanguchito"; vos me cogés a mi y ella te coge a vos. Cambiamos. Y después te cogemos entre las dos. ¿Alguna vez tuviste dos pijas a la vez?
-Nunca.
-Te va a encantar, podemos encerrarnos todo un fin de semana y lo terminamos con una doble penetración. Yo me acuesto, vos te sentas encima mio de frente y te la meto, después te recostas sobre mi y mi amiga te la pone de a poco. Quedas en el medio. Dos vergas dentro tuyo. Vas a gozar como loco.
Siguió contándome cosas que me quería hacer junto a su amiga, me calentó tanto que tuve que echarle otro polvo antes de irme.
Y para los que se preguntan que paso después; volví a verla semanas más tarde. Cogimos como locos, me contó que se iba un tiempo a Rosario porque tenía un asunto de familia que resolver. Hablamos por telefono un par de veces, volvió temporalmente a Buenos Aires y aprovechamos para vernos. Seguimos hablando por teléfono hasta que un día un contestador me aviso que el número solicitado no correspondía a un abonado en servicio. Me quedé sin depiladora, sin trans con quien coger y sin fiestita. Si sabía la hubiese visitado todos los días antes de que se vaya.
3 comentarios - La depiladora de Roxana.