Telepatía
Sucedió de pronto. La mañana lluviosa me había sumido en profundas cavilaciones. Media hora de clase había pasado y el profesor se movía grácil frente al telón en el que proyectaba las fórmulas mágicas, que revisaba de cara a estudiantes apáticos que se dejaban caer apenas sobre sus pupitres. Su voz se escuchó de pronto y yo reparé sin pensarlo en su suéter azul que dejaba al descubierto sus hombros, formando una línea sobre sus senos pequeños, enérgicos. Abajo sus pezones puntiagudos, arriba su cuello, su cabello negro y sus ojos… sus ojos.
Me impactó de frente y por poco me saca el aire. La imagen se formó a prisa tras mis frontales y la vi allí mismo. Apoyada en sus manos a la pared y a una silla mientras la bombeaba por detrás un flaco encabronado que le daba sin remordimientos. Podía desviar mi mirada por su espalda acanelada que se curvaba mientras escuchaba sus gemidos ahogados que apenas y hacían eco en aquel mismo salón, cuyos blancos muros parecía querer morder con sus labios contraídos.
Su voz, nuevamente, me sacó del trance. El profe me miraba desde su asiento, aguardando una respuesta y los rostros atrás se agitaban curiosos. Aparté la vista y aguardé agazapado hasta el fin de la sesión. La vi levantarse con esos jeans descaderados y cruzar una mirada deliciosa con el gótico que simulaba dormir como siempre junto a la puerta. ¡Por dios, el flaco!
Tanto P! debía estarme perturbando. Un cigarrillo y de vuelta a la plaza central a donde al poco tiempo me crucé con Mary y con la rusa.
– Hola precioso –dijo la primera y me lanzó un beso a media boca–.
– Señoritas –contesté apenas, aún turbado, mirando de reojo a la rusita pelirroja que desde hace algún tiempo me traía loco–
– ¿Vamos a estudiar para los exámenes del corte? –preguntó la Rusa– ¿tu casa o la mía Mary? –dijo apoyándose en su brazo y esta vez la bruma nubló mi mente por unos instantes antes del fogonazo.
– Méteme los tres Mary, que yo soy tu puta. Si, así… casi gritaba, mientras balanceaba sus caderas con cadencia inquietante sobre las manos y la lengua de mi amiga, perdidos entre sus piernas. La escena duró unos segundos y tras una mueca el jadeo se detuvo y su cuerpo se dejó caer. Las manos de mi amiga asieron los muslos de la Rusita y la boca se aferró a su clítoris como queriendo tragárselo todo. Sus miradas se hallaron y la Rusa se rió. Y su cabello se extendió sobre esa almohada de serie animada tan parecida a la de mi hermanito.
– Pero mira que te has puesto lívido –me sacudió la frase y su mano mi brazo con desespero– era Mary.
– La Rusa quedó de caer a mi casa esta tarde. –Siguió– A ver si despiertas, que ni siquiera te despides, Juanito. ¿No me digas que de nuevo te metiste un joint antes de clase?
Me perdí en su rostro redondeado y sus iris negrísimas. Sus lentes de carey que brillaban a pocos centímetros de mi cara. Me erguí apenas un poco y apoyando mis sienes apenas en las palmas de mis manos reuní valor para hablarle.
– Que no sé que me pasa. –Dije– Acabo de tener dos fantasías brutales. Era como sí te viera comiéndote a la Rusita en el cuarto del pinche moncho.
– Qué –murmuró con indignación–
Me volví al sentir que se alejaba, que retrocedía asqueada.
– Es involuntario. Sólo se disparó la imagen, pero era más que una imagen. Podía oírlas y olerlas, podía casi sentir el sopor que invadía el cuarto.
Silencio
– Y era como estuviera allí, más vivo que un buen recuerdo. Y lo peor es que también me pasó hace unos…
– Maldito hijo de puta. –me cortó y se levantó para arremeter de nuevo– No tenías ningún derecho. –y la furia empezó a deslizarse en lágrimas por sus mejillas– Qué tenías que hacer mirándonos, pervertido, cabrón. Es que no tienes suficiente con el porno de tu compu. Qué te pasa. –preguntó al aire, mientras se alejaba–
– Pero…
La respuesta chocó contra su estela. Mi mano se alargó tan inútil como mi intento por comprender. Me dejó sentado, despeinado, mirando para mis adentros mientras repasaba los instantes previos e intentaba dar sentido a los instantes que… Allí estaba. El recuerdo era tan claro que no entendí cómo lo había pasado por alto. Los exámenes, mi casa, tres días atrás, los tres, estudiando entre copas de aguardiente, la madrugada que nos sorprendió de repente, el cuarto del moncho, mi hermano, que les ofrecí para que descansaran hasta las ocho, hora en que me despertó mi padre y pasé a llevarles el desayuno. La cama desatendida, el sleeping en el piso, ambas ya arregladas y risueñas.
Pero si nunca ví nada, creo haber dicho en voz alta. Y me volví hacia una rubia flaquita que parecía haber contemplado con atención la escena, justo antes de que ocurriera de nuevo.
Horas después estaba al frente de mis sentidos. Me había refugiado en una esquina de la plazoleta. Las clases me esperarían, mientras recorría ansioso las caderas, los rostros, los labios, las curvas voluptuosas de las niñas que se arremolinaban en el frenesí habitual de la U a la tarde. Las miraba a todas. Agazapado, aguardaba el momento y me sumergía ansioso en ese sueño lleno de texturas con el que los dioses me habían obsequiado.
Con un cohete entre mis piernas miraba a la gordita de ojos grises de mi clase del renacimiento mientras su boquita generosa se repartía entre dos vergas que saboreaba cerrando los ojos como en éxtasis. Y más allá a esa morena menudita que parecía Ashley Blue en una fiesta muy concurrida. Que maravilla, mi profesora de física empalada por el orto, con su boca ya hastiada de vectores, gritando en celo obscenidades impensables.
El carrusel infinito parecía no detenerse. Ni siquiera dejarme escapar a uno de los baños a masturbarme con los recuerdos que se decantaban, perdiendo apenas un poco de su nitidez. Las miraba a todas, las buscaba, las seguía con atención esperando el infaltable destello que inundaba el espacio entre mis sienes con sudor ajeno, gemidos, tejidos dilatados.
Poco a poco logré controlar la cadencia de las imágenes y comencé a extender más en el tiempo cada desvarío, a controlar su ritmo e incluso a lograr mantenerme consciente mientras las escenas se desarrollaban justo en la trastienda de mis ojos. Los dejaba pasar hasta que parecía iba a ser devorado por un calambre que bullía desde dentro. Entonces, entrecerrando los ojos, sentía que dejaba mi cuerpo flotar y me perdía en la cópula. Cuantas bellas orgías presencié esa tarde. Cuanta leche disparada sobre bocas y senos y manos y nalgas que se balanceaban coloradas. Cuantas frases cargadas de deseo. Cuantas veces dejé el ensueño para hacer un guiño a la mujer cuyo polvazo acababa de visitar en secreto. Cuantas amigas y conocidas pasaron esa tarde por mí lujurioso poder.
Y claro que también hube de asistir a escenas lamentables. Polvos inconclusos, polvos lánguidos, escenas de insatisfacción perturbadora. Pero entonces me alejaba a prisa en busca de las más apetitosas visiones, no sin antes reparar en cómo estaba la cabrona para evaluar eventuales oportunidades. Y era tan real, tan próximo, tan veleidoso el poder que me había sido conferido por los dioses, que entendí que toda había cambiado para mí. Que los sueños que tenía de chico al intentar mover objetos con mi mente y doblar cucharas se habían cumplido. Que era desde ahora un superhombre a cuyos pies el mundo se erigía como un inagotable orgasmo.
Me levanté henchido de orgullo, mirando por sobre los rostros para acallar la erección y caminé dejando la universidad para perderme en las calles y tomar el metro a casa. Imaginaba a mis amigos, me veía descubriéndoles mis poderes y anticipaba su asombro y admiración.
Poco antes de llegar a la estación me di de bruces con Sergio, mi mejor amigo. Llevaba los ojos clavados en el piso para no perderme en otra fantasía y ser atropellado. Él me saludó al grito y solo hube de verlo para comprender su interés. Lo acompañaba una morena escultural, de uno ochenta, curvas pronunciadas y tetas voluptuosas. Tuve que mirar para otro lado para contenerme.
El metro, la silla disponible para ella. Sergio todo atenciones y un siseo romántico que me producía calosfríos. Finalmente alcé la vista sobre el hombro de mi amigo y me lancé con todo a verla, desnuda, de espaldas, de cuerpo entero. Su trasero celestial, mi mirada que se movía con libertad recorriendo su cuello largísimo y reparando en sus labios abiertos en una mueca voluptuosa y casi masculina. Sus tetotas, sus manos agarrando a Sergio por la cintura, sus…Mierda. ¡Sus manos agarrando a Sergio por la cintura! Sergio en la tina, frente a ella. Ella, ella, ella… el escalofrío desgarrador en mi espalda. Sergio era devorado por un travesti.
Descendí sin despedirme. La verdad creó haber reído un poco, una risa nerviosa, asustada, de quien no quiere ver a su amigo de infancia penetrado con frenesí por una boa descomunal. Estaba cerca de la casa de Paula, mi novia. La que lo hacía tan rico, la que parecía una Pluma mientras me secaba las pelotas cabalgando como una posesa.
Camino a su casa utilicé poco mis poderes. La visión de Sergio me había perturbado y comenzaba a pensar en que el don que me había sido conferido suponía algunas responsabilidades. Debía idear un sistema, un conjunto de normas que me permitieran explotarlo al máximo.
Así llegué donde Paula, a quien visitaban sus vecinos. Saludos varios y “ven nenita, hablemos un rato en el cuarto. Mirá que tengo cosas que contarte… cómo estás de linda… es ese el saco que te regalé”. Y de la mano, una carrerita, un beso apasionado. “te extrañé, mi vida, pero cómo está de sexy, amor”, junto a la puerta de su alcoba. Y ya está… la imagen se desenvuelve sin prisa y yo me divierto imaginándome sobre ella, viéndome sacando sus angustias con mi poronga en una de las mil y un posiciones ya ensayadas en su casa. Y las mullidas imágenes ya están allí. Y parecen arroparme en un maniático frenesí de manos que rasgan y lenguas que lamen y cuerpos que se retuercen y… puta vida, si ese no soy yo.
La puerta, el corredor, el mariconcito que se levantó en la sala para despedirse. La sangre bullendo y las ganas de reventarlo. ¡Si! Reventarlo por comerse a mi novia, por colarse a la fuerza en mi cerebro, por resquebrajar los cimientos de mi poder.
Corro a mi casa. Las llaves, la verja, la angustia que por poco me lleva a estrellarme de bruces con los jardineros que le arreglan el jardín a mi vieja. La puerta, el lugar seguro, la sala, el refugio, mi madre. Si… mi madre. Recostada sobre el comedor atenazando a un hombre con sus piernas, apenas cubierto con el overol entre abierto. Besándolo con su bocota abierta mientras otro se desnuda a prisa esperando su turno.
Ella me mira angustiada, sentada en el sillón de mi padre zurciendo un bordado.
– ¿Qué te pasa? ¿Es que no ves que me miras como un loco?
…
El cigarrillo hace un recorrido tembloroso camino a mis labios. Encerrado en las cuatro paredes de mi cuarto me dirijo con lentitud al escritorio y enciendo mi compu. Saltan ya el rojo y el gris de Poringa al iniciar el Explorer. Y allí un post del brujo777. Desplazo el puntero hasta el nick y soy tragado, literalmente absorbido por la más espeluznante, conmovedora y desgarradora escena de lujuria que jamás he contemplado. Y ocurre justo aquí, entre mis sienes, detrás de mis ojos.
Me impactó de frente y por poco me saca el aire. La imagen se formó a prisa tras mis frontales y la vi allí mismo. Apoyada en sus manos a la pared y a una silla mientras la bombeaba por detrás un flaco encabronado que le daba sin remordimientos. Podía desviar mi mirada por su espalda acanelada que se curvaba mientras escuchaba sus gemidos ahogados que apenas y hacían eco en aquel mismo salón, cuyos blancos muros parecía querer morder con sus labios contraídos.
Su voz, nuevamente, me sacó del trance. El profe me miraba desde su asiento, aguardando una respuesta y los rostros atrás se agitaban curiosos. Aparté la vista y aguardé agazapado hasta el fin de la sesión. La vi levantarse con esos jeans descaderados y cruzar una mirada deliciosa con el gótico que simulaba dormir como siempre junto a la puerta. ¡Por dios, el flaco!
Tanto P! debía estarme perturbando. Un cigarrillo y de vuelta a la plaza central a donde al poco tiempo me crucé con Mary y con la rusa.
– Hola precioso –dijo la primera y me lanzó un beso a media boca–.
– Señoritas –contesté apenas, aún turbado, mirando de reojo a la rusita pelirroja que desde hace algún tiempo me traía loco–
– ¿Vamos a estudiar para los exámenes del corte? –preguntó la Rusa– ¿tu casa o la mía Mary? –dijo apoyándose en su brazo y esta vez la bruma nubló mi mente por unos instantes antes del fogonazo.
– Méteme los tres Mary, que yo soy tu puta. Si, así… casi gritaba, mientras balanceaba sus caderas con cadencia inquietante sobre las manos y la lengua de mi amiga, perdidos entre sus piernas. La escena duró unos segundos y tras una mueca el jadeo se detuvo y su cuerpo se dejó caer. Las manos de mi amiga asieron los muslos de la Rusita y la boca se aferró a su clítoris como queriendo tragárselo todo. Sus miradas se hallaron y la Rusa se rió. Y su cabello se extendió sobre esa almohada de serie animada tan parecida a la de mi hermanito.
– Pero mira que te has puesto lívido –me sacudió la frase y su mano mi brazo con desespero– era Mary.
– La Rusa quedó de caer a mi casa esta tarde. –Siguió– A ver si despiertas, que ni siquiera te despides, Juanito. ¿No me digas que de nuevo te metiste un joint antes de clase?
Me perdí en su rostro redondeado y sus iris negrísimas. Sus lentes de carey que brillaban a pocos centímetros de mi cara. Me erguí apenas un poco y apoyando mis sienes apenas en las palmas de mis manos reuní valor para hablarle.
– Que no sé que me pasa. –Dije– Acabo de tener dos fantasías brutales. Era como sí te viera comiéndote a la Rusita en el cuarto del pinche moncho.
– Qué –murmuró con indignación–
Me volví al sentir que se alejaba, que retrocedía asqueada.
– Es involuntario. Sólo se disparó la imagen, pero era más que una imagen. Podía oírlas y olerlas, podía casi sentir el sopor que invadía el cuarto.
Silencio
– Y era como estuviera allí, más vivo que un buen recuerdo. Y lo peor es que también me pasó hace unos…
– Maldito hijo de puta. –me cortó y se levantó para arremeter de nuevo– No tenías ningún derecho. –y la furia empezó a deslizarse en lágrimas por sus mejillas– Qué tenías que hacer mirándonos, pervertido, cabrón. Es que no tienes suficiente con el porno de tu compu. Qué te pasa. –preguntó al aire, mientras se alejaba–
– Pero…
La respuesta chocó contra su estela. Mi mano se alargó tan inútil como mi intento por comprender. Me dejó sentado, despeinado, mirando para mis adentros mientras repasaba los instantes previos e intentaba dar sentido a los instantes que… Allí estaba. El recuerdo era tan claro que no entendí cómo lo había pasado por alto. Los exámenes, mi casa, tres días atrás, los tres, estudiando entre copas de aguardiente, la madrugada que nos sorprendió de repente, el cuarto del moncho, mi hermano, que les ofrecí para que descansaran hasta las ocho, hora en que me despertó mi padre y pasé a llevarles el desayuno. La cama desatendida, el sleeping en el piso, ambas ya arregladas y risueñas.
Pero si nunca ví nada, creo haber dicho en voz alta. Y me volví hacia una rubia flaquita que parecía haber contemplado con atención la escena, justo antes de que ocurriera de nuevo.
Horas después estaba al frente de mis sentidos. Me había refugiado en una esquina de la plazoleta. Las clases me esperarían, mientras recorría ansioso las caderas, los rostros, los labios, las curvas voluptuosas de las niñas que se arremolinaban en el frenesí habitual de la U a la tarde. Las miraba a todas. Agazapado, aguardaba el momento y me sumergía ansioso en ese sueño lleno de texturas con el que los dioses me habían obsequiado.
Con un cohete entre mis piernas miraba a la gordita de ojos grises de mi clase del renacimiento mientras su boquita generosa se repartía entre dos vergas que saboreaba cerrando los ojos como en éxtasis. Y más allá a esa morena menudita que parecía Ashley Blue en una fiesta muy concurrida. Que maravilla, mi profesora de física empalada por el orto, con su boca ya hastiada de vectores, gritando en celo obscenidades impensables.
El carrusel infinito parecía no detenerse. Ni siquiera dejarme escapar a uno de los baños a masturbarme con los recuerdos que se decantaban, perdiendo apenas un poco de su nitidez. Las miraba a todas, las buscaba, las seguía con atención esperando el infaltable destello que inundaba el espacio entre mis sienes con sudor ajeno, gemidos, tejidos dilatados.
Poco a poco logré controlar la cadencia de las imágenes y comencé a extender más en el tiempo cada desvarío, a controlar su ritmo e incluso a lograr mantenerme consciente mientras las escenas se desarrollaban justo en la trastienda de mis ojos. Los dejaba pasar hasta que parecía iba a ser devorado por un calambre que bullía desde dentro. Entonces, entrecerrando los ojos, sentía que dejaba mi cuerpo flotar y me perdía en la cópula. Cuantas bellas orgías presencié esa tarde. Cuanta leche disparada sobre bocas y senos y manos y nalgas que se balanceaban coloradas. Cuantas frases cargadas de deseo. Cuantas veces dejé el ensueño para hacer un guiño a la mujer cuyo polvazo acababa de visitar en secreto. Cuantas amigas y conocidas pasaron esa tarde por mí lujurioso poder.
Y claro que también hube de asistir a escenas lamentables. Polvos inconclusos, polvos lánguidos, escenas de insatisfacción perturbadora. Pero entonces me alejaba a prisa en busca de las más apetitosas visiones, no sin antes reparar en cómo estaba la cabrona para evaluar eventuales oportunidades. Y era tan real, tan próximo, tan veleidoso el poder que me había sido conferido por los dioses, que entendí que toda había cambiado para mí. Que los sueños que tenía de chico al intentar mover objetos con mi mente y doblar cucharas se habían cumplido. Que era desde ahora un superhombre a cuyos pies el mundo se erigía como un inagotable orgasmo.
Me levanté henchido de orgullo, mirando por sobre los rostros para acallar la erección y caminé dejando la universidad para perderme en las calles y tomar el metro a casa. Imaginaba a mis amigos, me veía descubriéndoles mis poderes y anticipaba su asombro y admiración.
Poco antes de llegar a la estación me di de bruces con Sergio, mi mejor amigo. Llevaba los ojos clavados en el piso para no perderme en otra fantasía y ser atropellado. Él me saludó al grito y solo hube de verlo para comprender su interés. Lo acompañaba una morena escultural, de uno ochenta, curvas pronunciadas y tetas voluptuosas. Tuve que mirar para otro lado para contenerme.
El metro, la silla disponible para ella. Sergio todo atenciones y un siseo romántico que me producía calosfríos. Finalmente alcé la vista sobre el hombro de mi amigo y me lancé con todo a verla, desnuda, de espaldas, de cuerpo entero. Su trasero celestial, mi mirada que se movía con libertad recorriendo su cuello largísimo y reparando en sus labios abiertos en una mueca voluptuosa y casi masculina. Sus tetotas, sus manos agarrando a Sergio por la cintura, sus…Mierda. ¡Sus manos agarrando a Sergio por la cintura! Sergio en la tina, frente a ella. Ella, ella, ella… el escalofrío desgarrador en mi espalda. Sergio era devorado por un travesti.
Descendí sin despedirme. La verdad creó haber reído un poco, una risa nerviosa, asustada, de quien no quiere ver a su amigo de infancia penetrado con frenesí por una boa descomunal. Estaba cerca de la casa de Paula, mi novia. La que lo hacía tan rico, la que parecía una Pluma mientras me secaba las pelotas cabalgando como una posesa.
Camino a su casa utilicé poco mis poderes. La visión de Sergio me había perturbado y comenzaba a pensar en que el don que me había sido conferido suponía algunas responsabilidades. Debía idear un sistema, un conjunto de normas que me permitieran explotarlo al máximo.
Así llegué donde Paula, a quien visitaban sus vecinos. Saludos varios y “ven nenita, hablemos un rato en el cuarto. Mirá que tengo cosas que contarte… cómo estás de linda… es ese el saco que te regalé”. Y de la mano, una carrerita, un beso apasionado. “te extrañé, mi vida, pero cómo está de sexy, amor”, junto a la puerta de su alcoba. Y ya está… la imagen se desenvuelve sin prisa y yo me divierto imaginándome sobre ella, viéndome sacando sus angustias con mi poronga en una de las mil y un posiciones ya ensayadas en su casa. Y las mullidas imágenes ya están allí. Y parecen arroparme en un maniático frenesí de manos que rasgan y lenguas que lamen y cuerpos que se retuercen y… puta vida, si ese no soy yo.
La puerta, el corredor, el mariconcito que se levantó en la sala para despedirse. La sangre bullendo y las ganas de reventarlo. ¡Si! Reventarlo por comerse a mi novia, por colarse a la fuerza en mi cerebro, por resquebrajar los cimientos de mi poder.
Corro a mi casa. Las llaves, la verja, la angustia que por poco me lleva a estrellarme de bruces con los jardineros que le arreglan el jardín a mi vieja. La puerta, el lugar seguro, la sala, el refugio, mi madre. Si… mi madre. Recostada sobre el comedor atenazando a un hombre con sus piernas, apenas cubierto con el overol entre abierto. Besándolo con su bocota abierta mientras otro se desnuda a prisa esperando su turno.
Ella me mira angustiada, sentada en el sillón de mi padre zurciendo un bordado.
– ¿Qué te pasa? ¿Es que no ves que me miras como un loco?
…
El cigarrillo hace un recorrido tembloroso camino a mis labios. Encerrado en las cuatro paredes de mi cuarto me dirijo con lentitud al escritorio y enciendo mi compu. Saltan ya el rojo y el gris de Poringa al iniciar el Explorer. Y allí un post del brujo777. Desplazo el puntero hasta el nick y soy tragado, literalmente absorbido por la más espeluznante, conmovedora y desgarradora escena de lujuria que jamás he contemplado. Y ocurre justo aquí, entre mis sienes, detrás de mis ojos.
13 comentarios - Telepatía
A seguir con esta clase de inspiración¡¡ 😀 😀
...Jolo sólo apostándole a la cruzada literaria...
Guillermus. Quid pro quo. un abrazo. y no olvides mi encargo.
...maguito me debes los pases mágicos.
Aves del paraiso P: keep that etnographic spirit
Gracias a todos y espero no les disguste aparecer en un futuro en este aluvión de palabras que me quita el calambre.
F 🙎♂️
De todas maneras agradezco enormemente el que pasara por aquí a dejar unas palabras, ya que soy un seguidor fiel de su generoso proyecto en P!
F 🙎♂️
GRACIAS POR PERMITIRNOS SOÑAR a través de la pluma mágica
LLUVIA DE BENDICIONES PARA UN GRAN PORINGUERO Y MEJOR ESCRITOR!!!
brujo777 P! después del amor mi mejor compañía
Buenísimo relato! +10 (cuando me recarguen).
Aguanten los narradores!!!!!!