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El sodero (Relato argento)

Este relato me lo enviaron por mail, me pareció muy bueno y creo que merece estar en Poringa, por favor comenten..


Volvíamos de una reunión muy amena que habíamos tenido con algunos amigos y en la cual, para deleite mío y de mi esposo, yo me había exhibido todo lo posible, calentando a todos y a cada uno de los hombres presentes.

No conforme con eso, mi esposo se dedicó durante todo el viaje de vuelta a detener nuestro vehículo en los semáforos siempre al lado de otro conducido por un hombre para que durante ese minuto de espera pudieran disfrutar de mis tetas, bien visibles por la generosidad de mi escote. De ventanilla a ventanilla y si el vehículo vecino tenía la dicha de ser más alto que el nuestro también podían ver y desear que mis piernas cruzadas se abrieran para poder ver mi tanga, apenas cubierta por una diminuta minifalda...

Mientras saboreábamos una última copa en casa y charlábamos sobre la reunión y sobre el provechoso viaje de regreso, mi esposo me propuso un nuevo juego que me resultó muy desafiante : seducir a aquellos hombres que ambos conocíamos y que habíamos ingresado en la lista de los casi imposibles de seducir.

La idea me gustaba mucho y le propuse que cada uno anotara los nombres de los que creía más difíciles. Si había un nombre coincidente, ese sería el agraciado para inaugurar el nuevo juego.

Y si, ambos coincidimos con uno : el sodero... Ese hombre que una vez por semana nos proveía de refrescante agua con gas. Si bien yo nunca lo había probado a fondo, él tenía la apariencia de ser un hueso muy duro de roer.

Era un hombre de mediana edad muy bien llevada, simpático, conversador, pero también extremadamente correcto. Si bien él llegaba muy temprano y yo lo atendía casi recién levantada, nunca lo había sorprendido en alguna mirada fuera de lugar ni una palabra sospechosa. También tenía buen trato con mi esposo y el desafío que él me planteaba era llegar a endurecer ese bulto más que interesante que yo ya había percibido debajo del pantalón para gimnasia que usualmente nuestro sodero lucía para hacer su reparto.

Aceptado el desafío comencé a recibirlo y a atenderlo de otra forma. Por sus ojos comenzaron a desfilar, semana tras semana, minifaldas, transparencias, escotes muy generosos, amplias sonrisas y miradas muy sugestivas.

Él no tardó demasiado en dar la señal clave : comenzó a mirarme distinto. Sin perder detalle y de arriba abajo, comenzó a mirar mis piernas y algo más cuando se inclinaba para cambiar sodas vacías por llenas o cuando misteriosamente las monedas que tenía que darme de vuelto se caían de sus manos. Cuando se agachaba a recogerlas yo le ofrecía el mejor de los paisajes, siempre evitando mirarlo para que pareciera una auténtica casualidad.

El sodero (Relato argento)

Como mi esposo en ese horario usualmente está en su trabajo, una vez que el sodero terminaba su labor yo lo llamaba por teléfono para ponerlo al tanto. Le contaba con minuciosidad con que ropa lo había recibido, sobre qué habíamos charlado y sobre todo, como había reaccionado nuestra víctima ante mis estímulos. Mi esposo se calentaba tanto con mis noticias alentadoras que esas noches teníamos asegurada una cogida inolvidable. Y toda esta situación a mi me encantaba...

Definitivamente supe que estaba listo la mañana que lo recibí con mi cuerpo todo mojado, luciendo un traje de baño de dos piezas bastante sugestivo y apenas cubierta con una salida de baño transparente. Mi recepción lo dejó perplejo. Con mis nuevas y tentadoras recepciones él siempre buscaba tema de conversación para poder prolongar su visita, pero esa vez no le salía nada. Sus ojos no dejaban de recorrer mi cuerpo sin descanso y por primera vez noté que su bulto se endurecía.

Luego de dejar su mercadería y casi sin mediar palabra lo acompañé hasta la reja de salida y al volver giré la cabeza para comprobar que seguía mirando mis piernas y mi culo desde su camioneta. Bastante excitada llamé de inmediato a mi esposo y le dije : "listo. Ya está listo. La próxima semana lo ataco a fondo para que termine de reaccionar. Tratá de volver temprano porque no doy más.. Quiero cogerte...."

El día esperado me preparé especialmente. Me puse una tanga muy pequeña, un corpiño que dejaba bien visible una importante porción de mis tetas, un vestido corto y escotado de colores vivos que le facilitara ver todo lo que se le antojara y botas negras. Mi esposo se ocultó ni bien dobla la escalera del comedor que conduce a las habitaciones. Desde allí no podría ver nada pero si escuchar todo. Yo me dediqué a esperar ansiosamente.

Cuando lo recibí pensé que otra vez se quedaría paralizado y mudo ya que solo le faltó abrir la boca de par en par expresando su sorpresa. Por suerte reaccionó ni bien terminó de "violarme" descaradamente con la mirada.

Estábamos charlando junto a la puerta de entrada cuando sonó el teléfono . Mi esposo lo estaba haciendo sonar desde su celular tal cual habíamos acordado. Le pedí disculpas al sodero y dejando la puerta de entrada abierta para que pudiera verme fui a atender. Siempre dándole la espalda me incliné exageradamente para descolgar el teléfono y para que pudiera ver mis piernas completas, los cachetes de mi culo desnudo y la parte trasera de mi tanga sumergida en lo más profundo de mi surco.

Siempre dándole la espalda y fingiendo hablar con alguien, me acaricié las piernas como si fuera una manía que tenía al hablar por teléfono y varias veces enganché "sin querer" mi vestido con mi reloj para que pudiera ver más y más. En ese momento yo ya estaba muy caliente...

Luego de haberle pedido varias veces por señas casi suplicantes que me esperara, colgué y fui hacia él. ¡ Como no me iba a esperar ! Con lo que yo le estaba ofreciendo bien podía esperarme toda una vida...!!!

Compré las sodas. Mientras me daba el vuelto de dinero no apartó la mirada de mis tetas que, debido a su estatura, quedaban perfectas para ser observadas. Yo se las estaba ofreciendo en bandeja, redondeadas, de muy buen tamaño y con el nacimiento de mis aureolas pugnando por salir a la luz.

Sin perder mi sonrisa noté que trataba de disimular una estupenda erección que hacía que la cabeza de su verga casi llegara hasta el elástico de su jogging. "Claro", pensé, "debe ser muy difícil esconder tanta cantidad de carne estando tan dura..."

Se ofreció a entrarme los envases pero me negué cortésmente para poder girar y agacharme dándole la espalda y para luego entrarlos yo misma y ofrecerle una visión inmejorable de mi culo y de mi tanga que a esa altura de los hechos estaba empapada con mis jugos.

Llegué hasta un cómodo sillón del comedor, dejé los envases en el piso agachándome nuevamente y me senté de frente a él dándole la totalidad de mis piernas y abriéndolas ya sin vergüenza para terminar de volverlo loco.

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"Vení", le dije. "Entrá, ¿cuánto te debo?"

Se paró frente a mi, muy cerca, dejando su enorme miembro casi a mi alcance y se lanzó : "No lo tomes a mal pero te digo que con el espectáculo que me diste la semana pasada y hoy no tendría que cobrarte nada, al contrario..." Y dicho esto comenzó a acariciar su verga por encima del pantalón con la punta de sus dedos también él sin vergüenza alguna, iba desde la cabeza hasta el nacimiento, lentamente y sin dejar de mirarme con deseo animal aunque mi vista había quedado hipnotizada por semejante hermosura.

La situación se había invertido. Como pocas veces yo no sabía que hacer ni que decir. Cuando quise reaccionar para decirle que me había mal interpretado, su lengua estaba recorriendo mi boca y la mano con la que se había acariciado estaba acariciando mi concha empapada y ardiente, deseosa de ser penetrada salvajemente. Yo sabía que tenía que separarme, pero por algunos segundos dejé que me tocara toda y que me besara profundamente. No se cómo me contuve. Por un momento sentí enormes deseos de tomar esa verga hermosa y llevármela dentro de mi boca, pero volviendo a la realidad a tiempo retiré su mano, me incorporé a duras penas y lo separé de mi.

Al separarnos pude ver su jogging empapado de semen y su vara dura como si nada hubiera sucedido. Él trató de justificarse pero lo interrumpí diciéndole que no era necesario. Que acabara de esa forma fue mi salvavidas. Me permitió decirle que lo que habíamos hecho no estaba bien para ninguno de los dos y que yo haría de cuenta que nunca había sucedido lo de esa mañana. Él solo asintió con su cabeza y agregó un claro gesto de resignación.

Lo acompañé hasta la salida y se despidió como siempre, de sodero a clienta, yéndose con un cajón de envases vacíos que aprovechó para cubrir su entrepierna.

Volví a casa casi corriendo., con una calentura que volaba, empapada y tambaleante. Cerré, me saqué las botas y subí la escalera. Al doblar me encontré con mi esposo completamente desnudo y masturbándose con un vaivén increíble. Su verga era un garrote y su cabeza asomaba desafiante e hinchada.

Subí un escalón con una pierna para que quedara bien separada de la otra y aprovechando lo corto de mi vestido comencé a masturbarme frente a él. Empecé a acariciar mis tetas, ya totalmente desnudas. Mojé mis dedos con su lengua y los pasé por mis pezones duros y sensibles. Corrí el hilo de mi tanga y empecé a cogerme con un dedo, luego con dos y luego con tres...

Al ver esto, mi esposo acabó entre gemidos, llegando con su abundante leche hasta mi pie adelantado y esto me hizo llegar a un terrible orgasmo acompañado de temblores y casi de cuclillas por mis rodillas vencidas.

Nos dimos un enorme beso y nos fuimos a duchar.

"Seguramente va a empezar a mandar a su socio", le dije a mi esposo con picardía indisimulada.

Yo sabía que si el socio del sodero aparecía, mi esposo iba a pedirme que lo sedujera hasta hacerlo arder de calentura y ese es el juego que más me gusta jugar...

😃 😃 😃

3 comentarios - El sodero (Relato argento)

pool360
muy buen relato... ya lo habia leido pero me encanta y me re calienta
laprima
ME ENCANTO EL RELATO !!

GRACIAS POR COMPARTIR

BESIS LAPRIMA