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Todo tiene un principio (parte 2)

Esa noche llegué a casa y lo primero que hice fue encerrarme en el baño, creía que todo el mundo se iba a dar cuenta de que ya no era virgen. Llené la bañadera con agua tibia y me sumergí, no me sentía sucia, pero quería calmar ciertos dolores.
En mi vagina aun había un poco de sangre, limpié todo bien, saqué el olor de Ramón de mi cuerpo aunque ya lo sentía en el aire.
El baño me relajó totalmente, sentí que cada parte de mi cuerpo a estar en su lugar y ahora yo lo manejaba como siempre.
Entré a mi pieza a cambiarme, pero la curiosidad pudo más.
Desnuda como estaba, tomé un espejo de mano y me senté con las piernas abiertas. Empecé a mirarme la cola, parecía estar todo en su lugar, sinceramente no entendía que ley física había logrado hacer entrar el tremendo pedazo de Ramón en ese lugar tan estrechito.
Empecé a hurgar, lentamente con cuidado. Mis dedos, obviamente fueron rozando los labios, el perineo, el clítoris y ahí estaba de nuevo mi sensación de las sábanas. Fue apareciendo lentamente, así que con mis dedos empecé a buscar en la humedad de mi vagina, me frotaba el clítoris con suavidad, tranquila, relajada y lo primero que vino a mi cabeza fue el oscuro cuerpo de Ramón encima mío, su tremenda pija entrando y saliendo de mi. Me eché de espaldas al suelo y cerré los ojos mientras mis manos hacían el resto.
Mágicamente volé desde la alfombra del suelo de mi habitación hacia el frío piso del galpón chico y ahí estaba, desnuda, entregada, poseída por la furia incontrolable de Ramón, quien entraba todo en mi con violencia, con un ir y venir feroz. Yo estaba poseída por el deseo y quería que eso no terminara nunca.
La sensación de goce iba creciendo, mi respiración se agitaba, quería gritar, gritar muy fuerte. El orgasmo se presentó como una llamarada que se extendió desde los dedos de mis pies hasta mi nuca.
Volví en mi y descubrí la escena, en medio de mi clímax me había introducido el mango del espejo de mano en mi vagina. No pude hacer otra cosa que reirme.
Los días pasaron lentamente hasta el sábado. Otra vez al campo y a ver a Ramón.
El estaba como siempre, alejado de los demás, trabajando en lo suyo. Debíamos ser cautelosos, si mi viejo nos veía a mi me mataban y a Ramón no le iba a ir mucho mejor. Eran las 11 y hasta las 13:30 no nos juntaríamos a comer.
Le di un beso a Ramón y lo cité para vernos en veinte minutos en el galpón de los tractores, el galpón grande
Entré y ahí estaba esperándome.
Nos unimos en un beso apasionado, su lengua siempre húmeda y caliente volvía a estar en mi boca. Su dureza se apoyaba en mi vientre, su tórax me abarcaba, su transpiración me invadía y me mojaba toda. Me sacó la musculosa y el corpiño, se sacó la camisa y mis pezones se apoyaron en su pecho, su sudor también era mío. Me alzó, me entrelacé con mis piernas por detrás de él y comenzó a comer mis tetitas, pasaba su lengua sobre mis pezones, se los metía en la boca y los succionaba hasta producir un placentero dolor. Su bulto ahora estaba apoyado todo en mi conchita que ya estaba totalmente húmeda.
No podíamos para de besarnos.
Me bajó al suelo de nuevo, aunque yo seguía sintiéndome en el aire.
—No puedo dejar de pensar en vos— le dije y me puse colorada.
Me volvió a besar.
Totalmente encendida empecé a desabrochar su pantalón, se lo saqué y ahí estaba de nuevo esa joya que llevaba entre sus piernas, imponente, llena de energía.
Me saqué mi pantalón y mi bombacha, lo tomé de la mano, para tirarnos en el suelo, lo quería adentro, todo adentro, quería experimentar otra vez ese dolor placentero dentro mío.
Frenó mi movimiento...
—Hoy vas a aprender algo nuevo— me dijo.
Me tomó por los hombros y me fue bajando.
—Todo lo que hicimos el otro día, hoy lo vas a hacer con la boca.
Quedé arrodillada y desnuda, enfrente de su pija.
Me tomó de la colita del pelo e hizo que apoyara mi boca contra su cabezota.
—Besala, pasale la lengua, hacé lo que quieras, es tuyo— me invitó.
Lo bese, una, dos, tres veces y noté que un líquido transparente con la consistencia del almíbar quedaba flotando entre mi boca y su verga. Lo miré.
—Viste que vos el otro día estabas mojada, bueno, a nosotros también nos pasa lo mismo, eso quiere decir que lo que estás haciendo me gusta.
Que me haya dicho que le gustaba lo que yo estaba haciendo me hizo provocar un pequeño temblor en el cuerpo, me encendió más. Seguí besando su miembro y empecé a alternar con lamidas, siempre en su cabeza. Lo tomé con mi mano y lo envolví con mis labios, él estaba esperando eso porque instantáneamente de la colita de mi cabello me llevó hacia él. Tenía una buena parte ya de esa pija dentro de mi boca y el comenzó a llevarme y traerme del pelo por ella.
Me soltó y seguí sola, chupaba no se si bien, pero con ganas, quería hacerlo feliz. Ramón comenzaba a gemir, respiraba fuerte, yo en cada embate trataba de metérmela cada vez más adentro, iba ganando en velocidad.
—Esperá no te apures.
Bejé un cambio. Tomó mi otra mano y la puso en sus bolas, grandes por cierto. Las empecé a tocar, a acariciar. Su pito se perdía cada vez más dentro de mi boca, no se como había hecho pero la tenía casi toda adentro, así que intenté llegar hasta el final de su tronco, pero su cabeza tocó mi garganta y empecé a toser y hacer arcadas. Me la saqué para tomar aire, se agachó para ayudarme y con una mano le hice una seña de que me dejara. Aspiré profundo, recuperé el aire y la volví a tragar.
Quería comérmelo todo, no lo quería soltar más. Chupaba, chupaba, estaba totalmente excitada.
Ramón cada vez se agitaba más. Ambas manos estaban en mi nuca y me llevaban hacia él.
De pronto tomó mi cabeza y me sacó su pito de la boca. Un chorro espeso de su leche caliente dio de lleno en mi cara, mi nariz, mis labios, mis pómulos, todo estaba invadido por su semen. Me pasé la lengua, por curiosidad, y probé, lo sentí salado, espeso. Tomé su pija goteante y la besé, pasé la lengua por sus últimas gotas, Ramón me dejaba hacer.
Me senté en el suelo. Ahí estaba con mis quince años en su esplendor, me sentía mujer, desnuda, mis tetitas totalmente duras, mi cara llena de leche, no era más la nena de papá, era la mujer de Ramón.
Tomó su pito, otra vez erguido y se acercó hacia mi.
Me hizo ponerme en cuatro patas, acerco su boca a mi conchita y la beso un par de veces, paso la lengua y metió un dedo, mi cuerpo se arqueó. De pronto sentí como entraba en mí. Toda su pija, cabeza y tronco, entraban enteras en mí. El ardor y el placer. Sus manos agarraban los cachetes de mi cola con fuerza, el sonido de sus embates me encendían cada vez más, nuestros cuerpos chocaban.
La puso toda entera adentro y se quedó. Sentí el orgasmo en todo mi cuerpo, volví a gritar.
Me incorporé y uní mi espalda a su pecho, todavía él estaba dentro mío, tiré mis manos hacia atrás y rodee su cabeza, Ramón me tomó de las tetas mientras me pasaba la lengua por el cuello y las orejas. Se paró y mis piernas quedaron colgando, estaba en el aire, su pija era o que me sostenía, debo decir que era flaquita y no pesaba mucho.
Me hizo apoyar las manos contra una cosechadora, me mantenía en el aire como si estuviéramos haciendo la carretilla, me agarraba de los muslos y me bombeaba, ahora si con, furia. Estaba por acabar.
—Querés la leche en la cara de nuevo?— me preguntó agitado
—No, la quiero tomar—le dije entrecortada
Me bajó, me arrodillé entre sus piernas, agarré su verga con mis dos manos y la metí en mi boca. Empecé a chupar y mamar y su leche empezó a llenarme la boca en chorros largos. Fueron segundos de placer.
Tenía sus jugos en mi boca y ahí los mantuve, pasé la lengua por sus últimas gotas. Arrodillada, con su palo en mis manos, levanté la cabeza, lo miré y me tragué todo. Lo quería dentro mío de cualquier manera. Estaba enamorada de él y quería hacer todo lo que lo hiciera feliz.
Me ayudó a parar, me volvió a besar apasionadamente.
Me alcanzó la ropa me ayudó a vestirme y me acompañó hasta Byron.
Di un paseito corto por el campo.
A la hora del almuerzo me acerqué al casco para comer y esta vez Ramón almorzó con nosotros.

Continuará...

1 comentarios - Todo tiene un principio (parte 2)

Vedderman
Como siempre, excelente!

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