Samuel intentó ignorar la imagen de su esposa en brazos de otro. Pero aquella visión lo perseguía, incluso cuando cerraba los ojos. Valeria gemía en sus recuerdos, no para él, sino para aquel hombre de piel oscura que la tomaba con una pasión feroz.
Los días pasaron en un silencio amargo. Samuel no dijo nada, pero sabía. Y en su interior, algo se quebraba cada vez que ella sonreía como si nada hubiera pasado.
Hasta que, una noche, su mundo se derrumbó aún más.
Valeria estaba en el baño. Samuel, acostado en la cama, escuchó el sonido inconfundible de un envoltorio desgarrándose. Un test de embarazo.
El corazón le martilleó el pecho. Se levantó con cautela y la encontró junto al lavamanos, con la mirada fija en el dispositivo.
—¿Qué haces? —preguntó, su voz más firme de lo que esperaba.
Valeria se sobresaltó, su rostro palideciendo. Trató de ocultarlo, pero Samuel ya lo había visto.
—Solo… tenía un retraso —susurró.
Samuel se acercó lentamente, la sangre hirviendo en sus venas.
—¿Y es mío?
El aire se hizo denso. La pregunta lo decía todo.
Valeria desvió la mirada, y en ese instante, Samuel supo la verdad.
—Fue un accidente… —murmuró ella, su voz temblorosa—. El condón… se rompió.
Las palabras lo golpearon como un puño. No solo lo había engañado… ahora podría estar esperando un hijo que no era suyo.
El silencio se extendió como un abismo entre ellos. Valeria se llevó las manos al rostro, respirando entrecortadamente.
—No sé qué hacer…
Samuel la observó con una mezcla de furia y deseo reprimido. Ella se veía vulnerable, hermosa en su miseria. La mujer que había amado… y que lo había destruido.
Lentamente, sin apartar la mirada, tomó el test de sus manos. La pantalla parpadeaba. Aún no había un resultado. Pero en el fondo, ambos ya sabían la respuesta.
Los días pasaron en un silencio amargo. Samuel no dijo nada, pero sabía. Y en su interior, algo se quebraba cada vez que ella sonreía como si nada hubiera pasado.
Hasta que, una noche, su mundo se derrumbó aún más.
Valeria estaba en el baño. Samuel, acostado en la cama, escuchó el sonido inconfundible de un envoltorio desgarrándose. Un test de embarazo.
El corazón le martilleó el pecho. Se levantó con cautela y la encontró junto al lavamanos, con la mirada fija en el dispositivo.
—¿Qué haces? —preguntó, su voz más firme de lo que esperaba.
Valeria se sobresaltó, su rostro palideciendo. Trató de ocultarlo, pero Samuel ya lo había visto.
—Solo… tenía un retraso —susurró.
Samuel se acercó lentamente, la sangre hirviendo en sus venas.
—¿Y es mío?
El aire se hizo denso. La pregunta lo decía todo.
Valeria desvió la mirada, y en ese instante, Samuel supo la verdad.
—Fue un accidente… —murmuró ella, su voz temblorosa—. El condón… se rompió.
Las palabras lo golpearon como un puño. No solo lo había engañado… ahora podría estar esperando un hijo que no era suyo.
El silencio se extendió como un abismo entre ellos. Valeria se llevó las manos al rostro, respirando entrecortadamente.
—No sé qué hacer…
Samuel la observó con una mezcla de furia y deseo reprimido. Ella se veía vulnerable, hermosa en su miseria. La mujer que había amado… y que lo había destruido.
Lentamente, sin apartar la mirada, tomó el test de sus manos. La pantalla parpadeaba. Aún no había un resultado. Pero en el fondo, ambos ya sabían la respuesta.
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