La fiesta se hacia en la casa que los padres de Nico prestaron, un lugar perfecto para descontrolarse sin que nadie moleste. Todavía es temprano, pero ya hay tremendo ambiente. La música sonaba con un Techengue a full, de esos temas que hacen mover el culo a las chicas a full. Muchos ya sintiendo los efectos del alcohol, riendo, bailando y chocando vasos como si no hubiera mañana. Las chicas divinas con sus looks: algunas vinieron con el viejo uniforme del cole, pero con un toque rebelde, como la pollera un poco más arriba de lo normal. Otras se mandaron con minifaldas que dejan poco a la imaginación o pantalones bien ajustados que marcan todo, incluido las tanguitas que llevan debajo. Hay cerveza, fernet y hasta un par de botellas de vodka que alguien trajo "de yapa". El alcohol ya está empezando a soltar las lenguas y los cuerpos, y se nota que la noche va a escalar rápido. Entre el humo, las luces y el ritmo, esto recién comienza, pero ya promete ser épico.
En medio del caos de la fiesta, Pau se mueve como si el ritmo del techengue le corriera por las venas. Tiene ese cabello negro, largo y liso que le cae perfecto, con un cerquillo que le enmarca la cara y resalta esos ojos oscuros que parecen brillar cuando se ríe. No pasa desapercibida, y no es solo por su altura de 1.60 que la hace manejable en la pista: su cuerpo es un imán. Las tetas, redonditas y de un tamaño que te hace mirar dos veces, se mueven al compás de sus pasos, y esa colita parada es como un arma letal cuando se suelta bailando. Va con una minifalda que sube un poco más de lo decente cada vez que da un giro, y todos lo notan.
A su lado está Fede, su novio, que no le pierde pisada. Es morochito, con el pelo corto y bien prolijo, de esos que no necesitan mucho para verse bien. No es un armario, pero tiene el físico justo, marcado lo suficiente como para que se note que le da al gimnasio sin exagerar. Sus ojos café siempre están atentos, especialmente cuando algún atrevido se acerca demasiado a Pau. Entre los dos hay una química loca: ella lo provoca con un movimiento de cadera, él la agarra por la cintura y le clava una mirada que dice "sos mía". La birra en la mano de Fede ya está a medio terminar, y Pau lleva un vaso de fernet que agita mientras canta a los gritos. Son de esos que, de entrada, ya marcan el tono de la noche.
Mientras Pau y Fede la rompen en un rincón, Ari aparece en escena como si fuera la reina del descontrol. Sus ojos achinaditos y esos labios gruesos le dan un aire de misterio que engancha al toque, y el pelo lacio color café le cae hasta la cintura como una cascada, aunque se mandó dos coletas altas con una parte, dándole un toque juguetón pero picante. Las tetas, medianas pero bien redonditas, se marcan justo lo necesario bajo un top de cuero negro que grita actitud. Pero lo que realmente te deja loco es esa cola: enfundada en un short de cuero tan corto que deja asomar el arranque de sus nalgas, es imposible no mirarla cuando pasa contoneándose al ritmo del techengue.
Completa el look con unas medias de red que trepan un poco más arriba de las rodillas, dándole ese vibe medio rebelde, medio seductor que hace que todos en la fiesta le echen un ojo. Lleva un vaso de vodka con algo mezclado, y lo mueve en la mano mientras baila sola en el medio de la pista, como si no le importara nada más que el momento. Cada tanto, suelta una risita y mira alrededor, sabiendo perfectamente el efecto que tiene. Ari es de esas que no necesitan pareja para brillar, pero seguro alguien va a intentar acercarse antes de que la noche termine.
Y en medio de la pista, como si hubiera salido de un sueño, está Uma —o Umi, como le dicen los amigos—, una rubia que con sus 1.60 de altura parece sacada de una revista. Su cabello dorado brilla bajo las luces improvisadas, cayendo en ondas suaves que enmarcan unos ojos verdes que te hipnotizan si los mirás fijo. Las tetas, hermosas como las de sus amigas, destacan en un cuerpo más finito, delicado pero con curvas justas. Su colita no es tan imponente como la de Pau o Ari, pero tiene ese encanto sutil, bien formada y perfecta para el movimiento.
Va vestida con una minifalda negra de un material sedoso que parece deslizarse por su piel, y el tajo en la pierna izquierda deja ver lo justo para que todos se queden mirando. Arriba lleva un crop top a juego, también negro y brillante, que deja al descubierto su cintura y le da un toque elegante pero atrevido. En la mano tiene un trago, probablemente fernet, y lo bebe despacito mientras se mueve al ritmo del techengue, con una sonrisa que dice que sabe lo linda que es. Umi no necesita gritar para llamar la atención; su presencia es tranquila pero magnética, y ya hay un par de miradas siguiéndola desde lejos.
Juli no pasa desapercibida, aunque llegue con un estilo más suave que el resto. Rubia como Umi, tiene unos ojos verdes que te clavan y unos labios gruesos que parecen hechos para robarse todas las miradas. Sus tetas son pequeñas, pero lo compensa con una cola espectacular, de esas que parecen esculpidas con paciencia, redonda y firme, un verdadero espectáculo. Lleva un vestidito blanco que le queda como segunda piel, sostenido por unos tirantes finitos que apenas se notan en sus hombros. El detalle está en que, por cómo se marca todo, es obvio que no trae corpiño; los pezones se insinúan apenas bajo la tela. Y abajo, una tanga —seguramente blanca también— se trasluce un poco a través del vestido, dejando claro que sabe cómo jugar con lo sutil y lo provocador.
Se mueve por la fiesta con una birra en la mano, bailando el techengue con pasos tranquilos pero precisos, como si no tuviera que esforzarse para destacar. Cada tanto, el vestido se le sube un poquito al girar, y esa cola perfecta queda aún más en evidencia. Juli tiene ese aire de "no me importa, pero sé que me miran", y entre el humo y las luces, ya está empezando a generar suspiros.
Agus entra en escena como si fuera un huracán disfrazado de ángel. Tiene una de esas caritas que te derriten, con un aire de inocencia que engaña a primera vista: cabello castaño ondulado que le cae desordenado pero perfecto, una boca que parece dibujada y una mirada tan intensa que podría venderte cualquier locura y vos le dirías que sí sin pensarlo. Su cuerpo es delgado, pero todo está en su lugar, proporcionado y con esa vibra de "no hago esfuerzo, pero la rompo igual".
Va con un body ajustado con diseño atigrado que le marca cada curva, y encima se mandó una minifalda negra tan corta que apenas tapa lo esencial, dejando las piernas al descubierto y un montón de preguntas en el aire. El combo es letal: el body se le pega al torso y la minifalda se mueve con cada paso, haciendo que todos giren la cabeza cuando pasa. Lleva un vaso de algo fuerte —quizá vodka con jugo— y se ríe con esa mezcla de dulzura y picardía, bailando el techengue como si la pista fuera suya. Agus es de esas que te confunden: parece un sol, pero tiene fuego por dentro.
Cele llega como si fuera la dueña del lugar, una rubia que no pasa desapercibida ni aunque quisiera. Es voluptuosa en todo sentido: pechos grandes que se roban las miradas y una cola que completa el paquete, pero lo increíble es cómo sus piernas largas y su abdomen plano le dan un equilibrio perfecto a ese cuerpo explosivo. Su cabello rubio, liso como una cortina, le cae impecable, y sus ojos café tienen una seriedad que te hace pensar que es inalcanzable, aunque en cuanto abre la boca te das cuenta de que es un despelote de divertida.
Viene con una remera larga blanca que dice "Agresada" en letras grandes, como si fuera una declaración de guerra, y la usa como vestido, apenas cubriendo lo justo. Debajo, se adivina una tanguita negra y un corpiño a juego que se traslucen un poco a través de la tela, dejando claro que no tiene miedo de mostrar lo que tiene. En la mano lleva un fernet con coca, y mientras camina hacia la pista, suelta una carcajada que hace girar cabezas. Cele baila el techengue con una mezcla de actitud y desparpajo, como si supiera que todos la están mirando y le encantara el juego.
Lucía se cuela en la fiesta con ese estilo que no necesita gritar para hacerse notar. Su pelo negro, cortito hasta los hombros, le da un aire desenfadado, y sus ojos oscuros tienen un brillo que te atrapa aunque no sean lo primero que mirás. De cara no es la más despampanante, pero tampoco le hace falta; tiene un encanto natural que no pasa desapercibido. Es bajita, con pechos pequeños que no llaman mucho la atención, pero lo que sí te deja boquiabierto es esa cola increíble, de esas que todos recuerdan de los días de playa cuando se mandaba con la bikini y dejaba a medio mundo suspirando.
Esta noche viene con un top negro bien ajustado que le marca el torso y un short blanco que parece hecho a medida para resaltar ese trasero de locos. La tela se le pega justo donde tiene que pegarse, y cada vez que se mueve al ritmo del techengue, el short sube un poquito más, haciendo que todos se queden mirando. Lleva una cerveza en la mano y se ríe con sus amigos, ajena —o quizás no tanto— a las miradas que está juntando. Lucía es de esas que no necesitan ser perfectas para brillar; su actitud y esa cola inolvidable hacen todo el trabajo
En medio del caos de la fiesta, Pau se mueve como si el ritmo del techengue le corriera por las venas. Tiene ese cabello negro, largo y liso que le cae perfecto, con un cerquillo que le enmarca la cara y resalta esos ojos oscuros que parecen brillar cuando se ríe. No pasa desapercibida, y no es solo por su altura de 1.60 que la hace manejable en la pista: su cuerpo es un imán. Las tetas, redonditas y de un tamaño que te hace mirar dos veces, se mueven al compás de sus pasos, y esa colita parada es como un arma letal cuando se suelta bailando. Va con una minifalda que sube un poco más de lo decente cada vez que da un giro, y todos lo notan.
A su lado está Fede, su novio, que no le pierde pisada. Es morochito, con el pelo corto y bien prolijo, de esos que no necesitan mucho para verse bien. No es un armario, pero tiene el físico justo, marcado lo suficiente como para que se note que le da al gimnasio sin exagerar. Sus ojos café siempre están atentos, especialmente cuando algún atrevido se acerca demasiado a Pau. Entre los dos hay una química loca: ella lo provoca con un movimiento de cadera, él la agarra por la cintura y le clava una mirada que dice "sos mía". La birra en la mano de Fede ya está a medio terminar, y Pau lleva un vaso de fernet que agita mientras canta a los gritos. Son de esos que, de entrada, ya marcan el tono de la noche.
Mientras Pau y Fede la rompen en un rincón, Ari aparece en escena como si fuera la reina del descontrol. Sus ojos achinaditos y esos labios gruesos le dan un aire de misterio que engancha al toque, y el pelo lacio color café le cae hasta la cintura como una cascada, aunque se mandó dos coletas altas con una parte, dándole un toque juguetón pero picante. Las tetas, medianas pero bien redonditas, se marcan justo lo necesario bajo un top de cuero negro que grita actitud. Pero lo que realmente te deja loco es esa cola: enfundada en un short de cuero tan corto que deja asomar el arranque de sus nalgas, es imposible no mirarla cuando pasa contoneándose al ritmo del techengue.
Completa el look con unas medias de red que trepan un poco más arriba de las rodillas, dándole ese vibe medio rebelde, medio seductor que hace que todos en la fiesta le echen un ojo. Lleva un vaso de vodka con algo mezclado, y lo mueve en la mano mientras baila sola en el medio de la pista, como si no le importara nada más que el momento. Cada tanto, suelta una risita y mira alrededor, sabiendo perfectamente el efecto que tiene. Ari es de esas que no necesitan pareja para brillar, pero seguro alguien va a intentar acercarse antes de que la noche termine.
Y en medio de la pista, como si hubiera salido de un sueño, está Uma —o Umi, como le dicen los amigos—, una rubia que con sus 1.60 de altura parece sacada de una revista. Su cabello dorado brilla bajo las luces improvisadas, cayendo en ondas suaves que enmarcan unos ojos verdes que te hipnotizan si los mirás fijo. Las tetas, hermosas como las de sus amigas, destacan en un cuerpo más finito, delicado pero con curvas justas. Su colita no es tan imponente como la de Pau o Ari, pero tiene ese encanto sutil, bien formada y perfecta para el movimiento.
Va vestida con una minifalda negra de un material sedoso que parece deslizarse por su piel, y el tajo en la pierna izquierda deja ver lo justo para que todos se queden mirando. Arriba lleva un crop top a juego, también negro y brillante, que deja al descubierto su cintura y le da un toque elegante pero atrevido. En la mano tiene un trago, probablemente fernet, y lo bebe despacito mientras se mueve al ritmo del techengue, con una sonrisa que dice que sabe lo linda que es. Umi no necesita gritar para llamar la atención; su presencia es tranquila pero magnética, y ya hay un par de miradas siguiéndola desde lejos.
Juli no pasa desapercibida, aunque llegue con un estilo más suave que el resto. Rubia como Umi, tiene unos ojos verdes que te clavan y unos labios gruesos que parecen hechos para robarse todas las miradas. Sus tetas son pequeñas, pero lo compensa con una cola espectacular, de esas que parecen esculpidas con paciencia, redonda y firme, un verdadero espectáculo. Lleva un vestidito blanco que le queda como segunda piel, sostenido por unos tirantes finitos que apenas se notan en sus hombros. El detalle está en que, por cómo se marca todo, es obvio que no trae corpiño; los pezones se insinúan apenas bajo la tela. Y abajo, una tanga —seguramente blanca también— se trasluce un poco a través del vestido, dejando claro que sabe cómo jugar con lo sutil y lo provocador.
Se mueve por la fiesta con una birra en la mano, bailando el techengue con pasos tranquilos pero precisos, como si no tuviera que esforzarse para destacar. Cada tanto, el vestido se le sube un poquito al girar, y esa cola perfecta queda aún más en evidencia. Juli tiene ese aire de "no me importa, pero sé que me miran", y entre el humo y las luces, ya está empezando a generar suspiros.
Agus entra en escena como si fuera un huracán disfrazado de ángel. Tiene una de esas caritas que te derriten, con un aire de inocencia que engaña a primera vista: cabello castaño ondulado que le cae desordenado pero perfecto, una boca que parece dibujada y una mirada tan intensa que podría venderte cualquier locura y vos le dirías que sí sin pensarlo. Su cuerpo es delgado, pero todo está en su lugar, proporcionado y con esa vibra de "no hago esfuerzo, pero la rompo igual".
Va con un body ajustado con diseño atigrado que le marca cada curva, y encima se mandó una minifalda negra tan corta que apenas tapa lo esencial, dejando las piernas al descubierto y un montón de preguntas en el aire. El combo es letal: el body se le pega al torso y la minifalda se mueve con cada paso, haciendo que todos giren la cabeza cuando pasa. Lleva un vaso de algo fuerte —quizá vodka con jugo— y se ríe con esa mezcla de dulzura y picardía, bailando el techengue como si la pista fuera suya. Agus es de esas que te confunden: parece un sol, pero tiene fuego por dentro.
Cele llega como si fuera la dueña del lugar, una rubia que no pasa desapercibida ni aunque quisiera. Es voluptuosa en todo sentido: pechos grandes que se roban las miradas y una cola que completa el paquete, pero lo increíble es cómo sus piernas largas y su abdomen plano le dan un equilibrio perfecto a ese cuerpo explosivo. Su cabello rubio, liso como una cortina, le cae impecable, y sus ojos café tienen una seriedad que te hace pensar que es inalcanzable, aunque en cuanto abre la boca te das cuenta de que es un despelote de divertida.
Viene con una remera larga blanca que dice "Agresada" en letras grandes, como si fuera una declaración de guerra, y la usa como vestido, apenas cubriendo lo justo. Debajo, se adivina una tanguita negra y un corpiño a juego que se traslucen un poco a través de la tela, dejando claro que no tiene miedo de mostrar lo que tiene. En la mano lleva un fernet con coca, y mientras camina hacia la pista, suelta una carcajada que hace girar cabezas. Cele baila el techengue con una mezcla de actitud y desparpajo, como si supiera que todos la están mirando y le encantara el juego.
Lucía se cuela en la fiesta con ese estilo que no necesita gritar para hacerse notar. Su pelo negro, cortito hasta los hombros, le da un aire desenfadado, y sus ojos oscuros tienen un brillo que te atrapa aunque no sean lo primero que mirás. De cara no es la más despampanante, pero tampoco le hace falta; tiene un encanto natural que no pasa desapercibido. Es bajita, con pechos pequeños que no llaman mucho la atención, pero lo que sí te deja boquiabierto es esa cola increíble, de esas que todos recuerdan de los días de playa cuando se mandaba con la bikini y dejaba a medio mundo suspirando.
Esta noche viene con un top negro bien ajustado que le marca el torso y un short blanco que parece hecho a medida para resaltar ese trasero de locos. La tela se le pega justo donde tiene que pegarse, y cada vez que se mueve al ritmo del techengue, el short sube un poquito más, haciendo que todos se queden mirando. Lleva una cerveza en la mano y se ríe con sus amigos, ajena —o quizás no tanto— a las miradas que está juntando. Lucía es de esas que no necesitan ser perfectas para brillar; su actitud y esa cola inolvidable hacen todo el trabajo
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