Un poco me había acostumbrado a esta vida de "ser llamada" y después descartada. Los encuentros mantuvieron una frecuencia algo dispar. Cuando quise darme cuenta, 4 meses de mí vida se habían ido cogiendo con aquél señor que exploraba sus fantasías con mí inocente cuerpo de casi 21 añitos. 


En ese tiempo, estaba negada de salir con amigos, conocer otros chicos o pensar cualquier cosa que sea diferente de mí rutina de levantarme, trabajar, algunas clases de pilates y volver a dormirme. Ocasionalmente, recibía su llamado, obedecía y pasaba la noche en nuestra suite que prácticamente era "mía". 

Seguía viviendo de la plata que juntaba en mí trabajo del shopping, incluso los regalos que él me daba, los escondía para no levantar sospecha. Llevaba ahorrado para ese entonces, casi 9mil dólares. Más unos cuantos regalos que si los vendía, seguramente llegaba a 10 o más. 

Las noches que no volvía, a mis papás les decía que dormía en lo de alguna amiga. Para ese entonces, pocas me quedaban, no prestaba atención a nadie más que a Pedro, con quién acudía como Batman a la batiseñal. 

Le cumplí muchas fantasías en estos encuentros, le encantaba hacerme la colita, dejarme su leche dentro, que lo pajee con las tetas se había convertido en casi una obligación, adoraba verme enchastrada por su semen. 

Otros días me compraba ropa y me hacía usarla en alguna cita o cena que teníamos. Nunca pasábamos más de 4 o 5 horas juntos contemplando comida (quizá) y sexo. 

Tampoco conocí a nadie nunca de su entorno, ni él del mío. Éramos dos perfectos extraños que se conocían de memoria sin ropa. 

Es por eso que ese mensaje semanas previas a cumplir 21 me dejó tan sorprendida. 

Pedro: "mañana voy a viajar a Colombia, pasame tus datos y venís conmigo"

"Pedro, no tengo pasaporte..." Fué mí respuesta honesta, jamás había salido del país. 

Su respuesta fué un link que me explicaba cómo hacer un "pasaporte express" y en menos de 24hs lo tendría. 

Dejé todo lo que estaba haciendo en el trabajo y completé mis datos. Pagué el arancel y dí a enviar solicitud. 

Tenía un vértigo enorme en mí estómago. No entendía la situación, no sabía qué iba a decir en mí casa ni en el trabajo. Sin embargo, pensaba subirme a ese avión con él sin dudarlo. 

Le dije que había completado todo y que me iba con él. No sabía a dónde exactamente más que el país. Cómo una idiota pregunté "qué ropa tengo que llevar?"

Se rió como lo hace la gente mayor "ja ja" y agregó "trabajas en el shopping, traé vestidos fresco y elegantes, también para la playa".

La cabeza fué a mil por hora, sentí que era esos momentos bisagra en la vida de alguien en dónde por lo general, no sabemos que lo es, sin embargo, en mí caso tuve la sensación de que sí lo era. 

Hablé con mí jefa y le expliqué que ya no iba a ir más y agradecía por todo este tiempo trabajado. 

Entendí que mí nueva vida no me dejaba tener dos roles. 

Llegué a mí casa ultra ansiosa, me costaba disimular. Les mentí que me pagaron en el trabajo una formación porque otra persona no pudo asistir, pero que debía viajar mañana. 

Celebraron mis papás contentos, sin saber que en verdad su hija era la putita de un señor que me superaba en edad por 30 años. 

Al día siguiente fui por mí pasaporte en colectivo, a la salida, un BMW pero negro, me pasó a buscar.

Pedro iba atrás, lo manejaba un chofer de la empresa, aunque no sabía de qué empresa. 

Fui en silencio mientras él trabajaba con su teléfono. 

Llegamos a Ezeiza, yo estaba con un vestidito muy arreglado que me compré para ese viaje. Era cómodo pero elegante. Gris oscuro, muy apretado al cuerpo, a tal punto que no llevaba tanguita ni corpiño para que no se marque. 

Hicimos el check-in en un reservado, descubrí rápidamente que éramos "de primera" porque tomaron mí equipaje y al poco tiempo estaba sentada en un lugar con comida y bebida esperando el vuelo. 

Pedro abrió su laptop y me dijo que iba a tener una reunión, que podía ir por ahí o el freeshop. Me estiró su mano y me dió 500 USD. 

Lo abracé, le dí un beso en el cachete y me fui a pasar el tiempo.

Me di cuenta que no tenía perfumes, así que gasté esa plata en "oler sexy" como le dije a la vendedora. 

Cuando volví, por su sonrisa se notó que cumplió el efecto. 

Al subirnos al avión, lo vi relajado, me agarró de la mano y me confesó tenerle miedo a volar, que agradecía mí compañía. Yo estaba bastante emocionada, ya había volado pero dentro de Argentina. Le agarré la mano y despegamos. Cayendo la noche, ya habíamos cenado y bebido bastante, incluso estábamos riéndonos de algunos pasajeros alrededor y sus formas de dormir. Entre esas risas, por primera vez desde que me buscó con el chófer, me arrancó un beso y exploró con su mano por debajo de mí vestido. 

La oscuridad del vuelo no dejaba ver demasiado, también teníamos una cortinita que nos dió privacidad aunque sinceramente cualquiera que pasara caminando podría notar los intensos besos que nos dábamos. 

Intentaba ocultar mis gemidos pero era difícil con sus dedos dentro de mí conchita. Para peor, bajó las tiras de mí vestido y dejó ambas tetas al aire, totalmente expuesta, me dejé llevar. 

Busqué con mis manos su pija, desabroché el pantalón y empecé a masturbarlo. Con su pija ya dura en mí poder, comencé con un ritmo bastante descontrolado. La situación me excitaba muchísimo y no podía disimular. Estaba completamente mojadita, él agarró una manta para taparnos e intentar casi en vano, ocultar nuestro acto en ese vuelo. 

No podía resistir más y decidí subirme sobre él, levanté un poco el vestidito y me senté despacito sobre mí señor. 

Estaba metiéndola de a poquito, de espaldas a él cuando me agarró de las tetas y me bajó de golpe. Me la enterró sin previo aviso y no pude evitar largar un suspiro con una leve queja. Tendríamos que haber parado en ese momento, pero mí cintura ya estaba moviéndose en círculos con su pija bien metida dentro mío.

Tenía sus dedos en mí boca que trataban de callar mis gemidos, yo los chupaba casi como en un acto reflejo mientras cerraba los ojos y me dedicaba a disfrutar de cada centímetro de carne dentro mío. 

Daba leves saltitos sobre él para no sacarla del todo, jugaba con mis movimientos, bailaba sobre él que podía ver mis ganas de seguir así hasta el aterrizaje. 

Sentí pasar gente por el pasillo, no miré ni me importó, mí único objetivo era darle placer a mí hombre. Mí conchita estaba muy mojada recibiendo su verga, no podía imaginar que nadie me interrumpa en ese momento. 

Su mano libre, estaba masajeando una de mis tetas, como siempre, esos masajes se volvían bruscos apretones en mí pezones que me hacían delirar, como si hubiera detectado esa debilidad en mí. 

Ya mí ritmo no era calmo, más bien un sube y baja constante sobre él, me encargaba de subir y bajar haciendo todo el recorrido con gran velocidad.

Sacó la otra mano de mí boca y húmeda como estaba de mí saliva, fué a masajearme el clítoris. Me agarré de un asiento delante mío para poder resistir el descontrol de mí cuerpo, mis bajadas eran ya con vehemencia, me enterraba hasta el fondo yo solita su pija mientras él me masajeaba e intentaba no gritar como loca. 

Sentí lo inevitable, me empezó a acabar y llenar de leche calentita la pancita, fué imposible para mí no acompañarlo en el orgasmo y sentir esa famosa electricidad tensando mí cuerpo y dándome una descarga de placer inexplicable. Su pija latía adentro mío mientras agotaba todo lo que tenía en mí conchita. 

Tenía toda su acabada como premio, me había dejado un recuerdo de viaje inolvidable, aún exaltada por toda la situación, bajé de encima de él usando la manta para evitar un enchastre mayor. 

Se lo notaba sonriente y satisfecho, para mí, no había algo mejor que eso. 

Después de eso me dormí hasta el aterrizaje...