(Esta es la historia de la dulce de Trini y de cómo a veces por jugar a lo que no se debe, uno termina conociéndose mejor y descarrilando al mismo tiempo... también es una historia sobre esas buenas malas influencias que todos alguna vez necesitamos 🙂 . Espero que la disfruten!)
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Hola! Yo soy Trinidad, pero por supuesto todo el mundo, me guste o no, me llama Trini. Tengo 27 y vivo con mi novio Ariel en un PH que alquilamos por Devoto. Es una zona re tranquila, me encanta vivir ahí. Yo estudiaba Abogacía, pero éstos últimos años medio que dejé porque ya mucho la carrera no me atraía. Estaba con la cabeza bastante quemada y quise dedicarme a no hacer nada un tiempo, para descansar. Ese tiempo se fue alargando y… bueno, acá estoy. Sin estudiar ni trabajar. Por suerte con lo que gana Ariel nos alcanza para vivir normal. Así que estoy de ama de casa. Soy medio desastre en eso, pero es lo que hay!
Yo siempre fui muy flaquita y no muy alta. “Petite”, como se dice para quedar bien. Como se que a los hombres les encanta éste dato, no… no tengo mucho de busto pero tengo una cola muy linda que me gusta y una linda cinturita por suerte. No soy de ir al gym ni nada de eso, pero trato de cuidarme. Comer sano. Antes salía bastante a correr, ahora no tanto. Creo que tengo una linda carita, no me considero fea. Tampoco soy de esas minas voluptuosas que los tipos se dan vuelta para mirar por la calle, ni ahí.

Mi vida transcurría normal, tranquila (demasiado tranquila, quizás) hasta que se dieron un par de cosas como de casualidad, en gran parte gracias a los otros dos grandes personajes de mi historia. Uno ya se los nombré, mi novio Ariel. La otra persona es mi mejor amiga, Roxana.
Con Roxy nos conocimos de chiquitas y nos hicimos inseparables. Fuimos compañeras de colegio toda la primaria y la secundaria. Siempre fuimos re compinches en todo y siempre la adoré. Cuando terminamos el colegio medio que cada una siguió con su vida por caminos separados, pero nunca perdimos el contacto ni dejamos de vernos, hablarnos o salir juntas.
Yo siempre fui la más tranquila, la más tímida quizás, pero Roxy siempre fue un petardo y un tiro al aire. Era buenísima y nos queríamos muchísimo, pero era muy quilombera, efusiva, medio loca siempre. Algunas de esas locuras eran geniales, pero otras a veces causaban problemas y varias veces quedaba pegada yo también por acompañarla o hacerle la gamba en algo desastroso que quería hacer. La cantidad de retos que nos comimos las dos de chiquitas…
Nos complementamos siempre bien porque ella siempre fue extrovertida y yo la más introvertida y tranqui. Pero así como digo ésto, la adoro porque cuando la necesité SIEMPRE estuvo con su ayuda, su amor y su comprensión, y yo siempre estuve también ahí por ella. Roxy era una chica de pelo bien, bien oscuro. A veces se lo teñía de negro noche. Y siempre tuvo la piel muy blanca y pálida. De chiquita para gastarla le decía “Morticia”. Después cuando fuimos adolescentes le pegó la onda de ser gótica y se arreglaba así, la verdad que le quedaba muy bien. Después ya de más grande se le pasó, pero algo de esa onda todavía mantiene. Ella siempre fue un poco más corpulenta que yo, no gorda para nada, pero si bien rellenita en los lugares justos y le habían crecido unas lolas hermosas y más grandes que las mías, que siempre le envidié. Todavía por supuesto las tiene.
Todo empezó cuando el tarado de Ariel se mandó una gran cagada. Fue nuestro primer gran problema como pareja. Ari es un tipo generalmente bueno y tranquilo, se que me quiere, pero se mandó una muy fea tirándole onda a una compañera de trabajo de él, con quien después me enteré que salieron un par de veces sin que yo lo supiera. Desde ese entonces mi relación con Ari cambió y quedó medio tirante. Lo perdoné eventualmente, si, todo bien. Pero no es lo mismo que era y es una pena. Lo peor es que una vez que lo perdoné, Ari creo que se sintió como que ya estaba, ya lo había hecho y zafó. Que no tenía que hacer más que eso y que todo iba a seguir igual, gracias a la boludita de la novia que lo perdonó.
Desde que pasó eso, hace meses ya, que yo no estoy bien. La relación ya no es la misma y no me gusta. No me gusta donde estoy, ni cómo estoy. Hasta el sexo no es el mismo y se que no es por parte de él sino mía. Ya no siento lo mismo. No lo quiero dejar porque lo quiero, en el fondo, así que estoy desde hace mucho tiempo en ese período de mierda de estar en una relación que ya no me satisface y en una situación que ya no me gusta.
Roxy por supuesto lo sabía todo desde un principio porque le conté, como le cuento todo. Y sabe lo mal que estoy desde hace tanto. Ella me apoya en todo lo que puede, y la santa hace lo que puede para alegrarme. Y ahí fue cuando todo el gran lío que es ésta historia realmente comenzó. Con Roxy y la tarde de ese jueves que vino a casa, como tantas otras veces.
Le abrí la puerta y casi me muero de risa. Se había puesto en la cabeza un pañuelo rojo con motitas blancas que junto con su pelo negro parecía Minnie Mouse. No sabía si era algo bellísimo o un adefesio, pero a Roxy nunca le importó nada de eso. Nos dimos un abrazo y la hice pasar a casa, yo estaba sola por las mañanas y las tardes así que me venía bien la compañía. Había traído medialunas y me dijo que me pusiera a hacernos unos mates para acompañar.
Me puse a hacer eso mientras charlabamos en la cocina. Me preguntó cómo venía todo y le dije la verdad. Igual. Mal. Yo estaba con lo del mate y siento que Roxy se ríe y me abraza de atrás.
“Bichito, sabés cómo lo solucionas todo ésto, no?”, me dijo
“A ver…”, le contesté desinteresada sin dejar de mirar lo que estaba haciendo.
La tarada me apoyó sus caderas de atrás medio fuerte contra mi cola y me estrujó mis tetitas por encima de mi remera, riéndose en mi oído. Yo me reí y la empuje con el culo para sacármela de encima, “Salí, boluda….”
Roxy se rió y me largó, dejándome un beso amoroso en la mejilla. No era nada sexual, nosotras éramos así y teníamos ese tipo de confianza de dos amigas que se adoran, “Sos cabeza dura, eh? Anakin, yo ya te dije hace años que te pases al lado oscuro…”
“Y sabés que no lo voy a hacer”, le contesté, “Me gusta demasiado la pija.”
“Qué pena! Qué pena!”, se rió y agarró una medialuna para empezar a comerse.
“No se por qué decis eso si a vos también te encanta, putita…”, le sonreí.
“A mi me gusta todo, amiga. Lo que me haga bien, me gusta.”, me sonrió de vuelta mientras masticaba.
Cuando el mate estaba listo nos fuimos a sentar al living y ahí nos quedamos charlando, tomando mate, riéndonos de nuestras tonterías como siempre. Dos amigas, dos hermanas casi, pasando la tarde juntas. Hasta que salió del tema de cómo me iba con Ariel, de mi situación y lo mal que estaba, y ahí Roxy se puso seria, escuchándome y tomándome de la mano.
“Me pone re triste verte así, mi amor.”, me dijo. Abrió un brazo para ofrecerme una acurrucada y yo gustosa me deslicé junto a ella, como tantas otras veces en la vida, sintiendo pronto el abrazo de mi mejor amiga y como me estrujaba, “Vas a estar bien, bichi, te juro, pero me pone re mal”
“Ya se… gracias, Ro.”
“La cosa es que tampoco veo que no hagas nada para cambiar la cosa, no? O soy yo?”, me preguntó.
“No se que querés que haga…”, le dije, “La cosa es como es.”
“Que derrotista.”
“Que realista, mas bien”, le contesté.
“Podrías hacer algo, no? Digo, mover el culo. Algo. Para que algo cambie”, me dijo mientras tomaba un poquito de mate.
“Algo como que?”
“Que se yo. Salí, boluda… Distraete. Cogete a alguno, que se yo…”
“Ay, Roxy!”, le gruñi.
“Ay, dale, me vas a decir que no lo pensaste? Nunca?”
“Si, claro que lo pensé, pero no da…”, le dije.
“No da porque no querés que dé. Porque sos cabeza dura.”
“Ah, okey. Ari me metió los cuernos entonces yo se los tengo que meter también? Así es?”, le pregunté.
“No, boluda, pero estás re estancada acá en casa. No salís, no hacés nada, estás empantanada en una relación que ya sabés que no te va… tenés que hacer algo para sacudirte. Sacudir aunque sea la monotonía…”, me dijo.
“Si, bueno, no sé…” le dije y le agarré el mate que ella tenía para tomar un poquito yo, acurrucada contra ella.
Hubo un momento de silencio, lo que es rarísimo cuando está Roxy, hasta que de pronto sentí que me empujó un poco para sacarme y retiró el brazo que tenía a mi alrededor. Yo la miré sin entender y vi la expresión que tenía en la cara. Esa sonrisa de guacha, casi del guasón, cuando se le había ocurrido alguna de las suyas. La conocía bien esa sonrisa, desde que eramos nenas.
“Uy… uy, boluda… ya se!”, me dijo alegremente.
“Ya se qué… a ver…”
“Tenés que jugar al juego de la puerta! Siiii!”, se rió, mirándome como si yo supiera de qué carajo estaba hablando.
“A qué? Qué es eso?”
“Es buenisimooooo!! Te va a encantar y te va a venir re bien!”
“A ver, explicame…”
“Yo lo jugué una vez con Bárbara, hace años, la pasamos genial!”, siguió Roxy, excitada ella sola con lo que decía.
“Pero decime que es, boluda… como es?”
“Vos estás acá en casa todo el tiempo, no? Todas las mañanas, todas las tardes…”
“Ssssiiii….?”, le pregunté sin atisbar a donde quería ir con eso.
“Bueno, perfecto entonces. Porque el juego es que… cuando te tocan el timbre, vas, abrís y la persona que sea… te la tenés que coger!”, dijo y largó una carcajada.
Yo la miré con cara de nada y tomé un poco de mate. Ya estaba más que acostumbrada a las locuras de Roxy, pero ésta no la había oído nunca. Me pareció una forrada tremenda.
“Vos estás mal, no?”, le pregunté, “Estás bien del tomate…”
“No, boluda, en serio es buenísimo! Re excitante!”, me replicó.
“O sea, a ver, tocan el timbre acá en casa, voy y sea quien sea me lo tengo que coger…”, pregunté y Roxy me asintió entusiasmada varias veces con una sonrisa, “Que boludez!”
“No es una boludez! Es re excitante! No sabés quién te va a tocar! No sabés cómo vas a hacer! Pero lo tenés que hacer!”, se rió.
“Pero mirá si voy a… “, empecé a argumentar algo pero Roxy me frenó en seco.
“Ay, que? Escuchame, pará… contestame ésto. A vos te jodería meterle los cuernos al tarado de Ari? Mano en el corazón. Como están las cosas ahora, te jodería mucho?”
Yo lo pensé y le dije la verdad. Nunca, jamás le miento a Roxy, “... y…. No, la verdad que no.”
“Okey… estás moralmente opuesta a la figura del metimiento de cuernos? No se como se dice…”
“No… que la gente haga lo que quiera…”, le dije de nuevo.
“Bueno entonces no tenés impedimento para jugar!”, me sonrió, “Daaaaale, pensalo… te juro que es genial….”
Yo la miré y tomé un poco más de mate, pensando lo que me decía, “Y… vos lo jugaste? Con Bárbara?”
“Si… estuvo buenísimo. Bah, unos tres meses o algo así lo jugamos. Jugábamos a ver quien ganaba, quien se volteaba más…”, se sonrió, “Te juro que nunca cogí tanto… estuvo genial.”
“Ah… mira vos. Y quién ganó?”, le pregunté.
Roxy se puso apenas un poco más seria, “Ganó la conchuda de Barbie, pero ojo estoy segura que ganó porque hizo trampa. Y no me ganó por mucho!”
“Cómo trampa?”, le pregunté
“Claro, nena. Hay reglas ....”
“Que reglas?”
Roxy se enderezó un poquito en el sillón y me sacó el mate para tomar ella, “A ver… vos te tenes que coger al que te toca el timbre, sea quien sea…”
“Pará, cómo, ahí mismo en la puerta?” le pregunté.
“NO, PELOTUDA….”, se rió, “Lo hacés pasar y te lo garchás adentro, en tu casa…”
“Ah… seh, claro…”, le dije.
“Y tiene que ser quien toque el timbre. No se puede cambiar…”, dijo Roxy.
“Cómo es eso…”
“Y… si es lindo, es lindo. Si es feo, es feo…. Si es viejo, joven, si le falta una pierna… te la tenés que bancar.”
“Ay, Ro! No… mirá si es uno horrible…”
“Te la bancás y lo hacés…”, me sonrió.
“O si es un jubilado.. O un nene…”
“Te la bancás y lo hacés…”, me repitió con la misma sonrisa de guacha.
“Pará, boluda, y si es una señora que viene a buscar algo…”, argumenté
“Te la bancás y lo hacés…”
“Y como hago!”, me reí, “Si es una señora que no tiene nada que ver… y no es lesbiana, ni yo soy…”
“Te la bancás y lo hacés… vas a tener que laburarlo de alguna manera, pero te la rebuscas y lo hacés. Eso lo hace excitante!”, se rió.
“Es muy rebuscado, muy peligroso…”, le dije seriamente.
“Y ahí está el atractivo del juego, no?”, me hizo una mueca pícara, “Lo tenés que manejar. Si, obvio, siempre podés hacerte la boluda y si alguien te toca el timbre te echas para atrás y no hacés nada, peeeeero…”
“Pero que?”
“Y… estás resignando un punto. Nada más por boluda y cagona. Mira que los puntos valen oro, no vienen muy seguido. Las oportunidades las tenés que tomar!”
“No se, Ro… es muy loco…”, le dije.
“Mirá, el juego está bueno, pero lo que lo hace mejor es cuando competís contra otro. Si querés lo empezamos a jugar. Nosotras dos.”
“Cómo?”
“… Ponemos una fecha de inicio. Cada una en su casa. Y cuando obtenemos un puntito, lo anunciamos. Con el sistema del honor, eh? Posta, nada de mentiras entre nosotras y hacernos trampa, como me hizo la otra pelotuda. Estoy segura, te juro…”, me dijo Roxy.
“Que te hizo?”
“Y… venía perdiendo y de repente sacó tres puntos así de la nada… muy sospechoso, tres puntos en una semana. Para mí hizo algo que no se puede hacer, que es que los llamó ella.”
“Cómo que los llamó ella?”
“Claro, los puntos que sirven son los naturales. Los que te tocan el timbre de forma natural”, explicó Roxy, “No vale por ejemplo que te comprás algo en Mercado Libre y te garchás al que te lo trae… o pedís comida y te garchás al delivery… esos puntos son traídos. Sabías que iban a venir, los llamaste vos. No sirve, es trampa. Sino sería muy fácil!”
“Eeeh… tiene cierto sentido, si…”, dije yo mientras lo pensaba. Mientras lo pensaba? Ya estaba pensando en ésto? “Ay, no sé, Ro… me da mucho miedo y cosa.”
“Que cosa?”
“Y meter gente desconocida en casa… tipos… que se yo…”, le dije
“Ay, qué tenés miedo, que alguno te garche?”, se mató de la risa, “De eso se trata, bichi…”
“No se, Ro… de verdad…”, le seguía diciendo, pero ella me insistió.
“Dale, Trini. Posta, juguemos…”, me sonrió, “A mi me vendría genial también, es re excitante te juro.”
“No sé….”
Roxy me abrazó, me estrujó y me meció en sus brazos, “Daaaaale… la vamos a pasar bien… nos vamos a divertir… como vamos a cogeeeeeerrrr mmm….”, me sonrió, “Arrancamos el lunes? Si?”
Yo no decía nada. Solo estaba ahí en los brazos de mi amiga, abrazándola también y pensando en éste juego. Me imaginaba a mi misma atendiendo la puerta y haciendo pasar a tipos, para tener sexo con ellos. Gente que no conocía. Me daba miedo, pero al mismo tiempo debo reconocer que siempre me gustó el sexo, por supuesto, como a cualquier mujer. Y siempre me había atraído hacer cosas medio locas con el sexo, pese a que nunca lo había hecho, por tímida y cagona que fui toda la vida.
“No sé, Ro….”, le susurré al oído.
Ella también me susurró y me abrazó fuerte, dándome su cariño y comprensión mientras me mecía en sus brazos, “Bichito, voy a estar con vos. Probemos y si no te va o tuviste una mala experiencia o lo que sea y de verdad querés largar, entonces listo. Largás y acá no pasó nada. Pero no quiero verte mas triste y ésto te juro que te va a divertir y hacerte sentir re bien.”
“Bueno… bueno, dale…”, le dije finalmente después de un largo silencio en sus brazos, “Pero no me dejes sola, porfa… porfa, no…”
“Nunca, mi amor…”, me dejó un besote en la mejilla y un abrazo fuerte, “Te acompaño siempre.”
Me separé un poco de Roxy y le puse más agua al mate, tomando un poquito yo ahora, “No sé como arrancar, igual… el lunes, digo…”
Roxy me sonrió, “Okey… consejo, de competidora a competidora… fair play y eso…empezá a tomar la pasti, por las dudas. Y tené forritos a mano. Digo, por si te pinta usarlos… yo no.”, me dijo y me guiñó un ojo.
“Ay, Ro, dejate de joder, estás loca…”
“A mi me resulta mas excitante así…”, se rió, “Ah, y empezá a vestirte acorde. Digo, no? Para atender la puerta… siempre ayuda.”
“Aha…”
“Yo ya te aviso que cuando estoy en casa me voy a vestir re putita. Re perra!”, se rió, “Me voy a hacer irresistible. Quiero esos puntitos. El que avisa no traiciona! Vos hacé lo mismo… cualquier ventaja sirve…”
“Pero dentro de las reglas…”, le dije.
“Si, obvio, siempre dentro de las reglas y sin mentir”, me asintió.
Seguimos así toda la tarde, hablando del juego y Roxy contándome todas las anécdotas y andanzas de cuando ella lo había jugado con nuestra otra amiga, Bárbara. Pasamos una linda tarde y la verdad que para la hora que Roxy volvió a su casa, yo ya estaba más tranquila y bastante excitada con todo éste tema. Me daba miedo y una excitación terrible a la vez, es difícil de explicar. Quería que llegue el lunes rápido… y al mismo tiempo que no llegara nunca.
Finalmente el día llegó y por nuestro whatsapp nos dimos la señal de partida y nos deseamos buena suerte, riéndonos como las dos competidoras que ahora éramos.
Sin embargo, el lunes pasó y no ocurrió absolutamente nada en casa. Nadie me tocó el timbre para nada. Lo mismo el martes. Los dos días yo me había quedado en casa, como Roxy me había dicho, vestida lista y sugerente por si alguien tocaba a la puerta, con mi ropa interior sexy y nada más, cubierta con una batita de seda muy linda que tenía y con el pelo arreglado y un poco maquillada. Era lo mejor que podía hacer sin directamente arreglarme a full como para salir. No sabía como se había aprestado Roxy en su casa, pero estaba segura que iba a verse mucho, pero mucho más puta y sexy que yo, porque ella era así cuando quería llamar la atención de algún tipo.
El miércoles, sin embargo, yo estaba en casa haciendo mis cosas de siempre, pero a la expectativa, como había hecho los dos días anteriores cuando después del mediodía me llegó un whatsapp de Roxy.

Y para colmo, tan solo dos días después, el viernes, luego de que en casa esos días tampoco nadie tocó el timbre ni siquiera por error, me llegó otro.


Les juro que me dió una bronca tremenda de estar perdiendo así. No lo podía creer. No podía creerme a mí misma. La semana pasada estaba toda temerosa y tímida de siquiera pensar en hacer ésto, y ahora como Roxy me iba ganando fácil me subió una bronca y ganas de competir que ni les cuento. Ya se me había ido bastante el miedo a hacerlo, solo quería que alguien tocara el timbre pronto para achicar la ventaja que me llevaba Roxy. Para colmo la boluda me gastaba y me ponía peor.
Y también, debo reconocer, que al final Roxy tenía razón. El juego era realmente, por demás, excitante. Estaba en vilo todo el tiempo a ver si el timbre sonaba. Me ponía mal cuando al final del día nunca sonaba. Ariel me veía medio rara cuando volvía del trabajo y yo ya me había desarreglado y vuelto a estar normal, como siempre, de entrecasa. Pero no me preguntaba nada. Y yo obviamente tampoco le decía nada.
Ya el miedo se me estaba yendo. Solo quería que pasara algo. Y pronto.
3 comentarios - El Juego de la Puerta - Parte 1